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El cine como una herramienta pedagógica

Se habla de cine, se ve cine, se asocia al cine con la vida diaria, se asume la práctica cinematográfica como una forma de arte. Se consume a diario.

El cine está inserto en nuestras rutinas, en nuestros hábitos, en nuestro imaginario… Sin embargo, pocas veces reflexionamos sobre la posibilidad de pensar con él y a través de él. La idea de «pensar en cine» y, a propósito de este, ha sido uno de los postulados del filósofo francés Gilles Deleuze quien, a diferencia de su compatriota Jacques Derrida y otros autores, no dejó de insistir en ello. En ese sentido, Deleuze identifica a qué tipo de cine estamos expuestos: «Cine de cuerpo» o «cine de cerebro». Se trata de una clasificación que también nos remite al cine clásico y moderno y que plantea el estudio del quehacer cinematográfico como posibilidad de pensamiento crítico, en diálogo y que apuesta por educar. Según el pensador, en su famoso ensayo Imagen-tiempo, el cine de cuerpo hace referencia a la corporeidad no como medio para la acción; además de lo físico refiere lo indecible, lo impensado. Por su parte, el cine de cerebro es un cine intelectual que descubre, crea y se renueva.

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IMAGEN E IMAGINARIOS

La vista llega antes que las palabras. El niño mira e identifica antes de hablar, apuntó el crítico inglés de arte John Berger en su emblemático ensayo Modos de ver. La vista y las imágenes que consumimos, a las que estamos expuestos desde siempre, establecen nuestro lugar en el mundo, en la sociedad. En este tenor, pocos estudios señalan la importancia de la imagen en el cine. Más aún, de educar la vista para luego establecer relaciones entre los sujetos y los filmes, ya que, el cine goza de relevancia no solo como parte fundamental de la industria cultural y del entretenimiento, sino que también porque las películas ejercen un rol educativo, incluso aquellas llamadas mainstream.

Una de las pocas referencias de la influencia del cine en la educación, podemos encontrarla en el razonamiento de la pedagoga brasileña Fabiana de Amorim Marcello, quien se centra en la relación entre el niño, la imagen y la «voluntad de verdad». Las formas de acoger, apren- der y aprehender la imagen se entienden como tarea primordial de cualquier construcción de conocimiento. El niño se reconoce en lo que mira, construye lenguaje, identidad e imaginarios. Justo en ese sentido, la profesora y activista afroamericana «bell hooks», seudónimo de Gloria Jean Watkins, comenta en su ensayo de 1992, Oppositional Gaze [La mirada confrontativa también traducido como La mirada de la oposición] apunta: a penas hace más de una década que he empezado a darme cuenta de que los estudiantes aprendían más acerca de la raza, el sexo y las clases sociales en las películas que en la literatura teórica que yo les instaba a leer.

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