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El árbol

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Rutina

Rutina

El árbol

El edificio de enfrente, con sus ventanas rectangulares y cortinas cerradas, cubría toda la vista del departamento. El árbol se había quedado sin hojas y sus ramas, tan delgadas como lápices, se perdían entre el naranja de los ladrillos. Ceise trataba de evitar esa vista. Y, en los 30 metros cuadrados de paredes grises y piso de madera falsa a los que estaba relegado por la cuarentena, también trataba de evitar a Alicione, su pareja.

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Ceise ya no aguantaba que la voz de Alicione invadiera todo el departamento en sus llamadas por teléfono. Alicione ya no aguantaba que Ceise se duchara cada dos días y se lavara los dientes recién a las tres de la tarde. Los respiros que tenían normalmente, cuando iban a la oficina, cuando salían con amigos, cuando visitaban a sus familias, ya no existían y ahora cada roce se acumulaba y crecía.

Para romper la rutina, Alicione propuso que escabulleran a Morfeo, su amigo de la infancia, para que se quedara unas noches en el departamento. La pelea duró horas o días. Ceise no creía que fuera buena idea, creía que no había espacio para Morfeo en el pequeño departamento. Pese a sus intentos, la decisión ya estaba tomada. El día en que llegó Morfeo, Ceise se distrajo por unos minutos mirando

Cuando el aislamiento nos une | 35

el árbol y los brotes verdes que comenzaban a contrastar con el ladrillo.

Con Morfeo, las tardes pasaron a ser de vino, marihuana e historias. Historias que siempre comenzaban con un lugar, siempre lejano y siempre en medio de la naturaleza. Ceise y Alicione, hundidos en el sofá, se dejaban llevar. Y ese momento de la tarde, el único en que los rayos de sol se escapaban entre los edificios para entrar al departamento, parecía siempre nuevo. Muchas de las historias terminaban con poca ropa y gemidos que podrían haber sonado en algún lugar, siempre lejano y siempre en medio de la naturaleza.

Tras días y meses de la nueva rutina, hundido en el sofá, Ceise miró por la ventana. Hojas verdes cubrían, como un velo, al edificio de ladrillo. Morfeo contó su última historia. Cuando terminaran las cuarentenas, harían un viaje al sur, a una cabaña de tejas de madera y con vistas a un lago eterno. Ceise, antes de dormirse, vio a Alicione en esa cabaña, mirando ese lago eterno.

Camilo Castellanos

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Historias confinadas

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