El árbol
El edificio de enfrente, con sus ventanas rectangulares y cortinas cerradas, cubría toda la vista del departamento. El árbol se había quedado sin hojas y sus ramas, tan delgadas como lápices, se perdían entre el naranja de los ladrillos. Ceise trataba de evitar esa vista. Y, en los 30 metros cuadrados de paredes grises y piso de madera falsa a los que estaba relegado por la cuarentena, también trataba de evitar a Alicione, su pareja. Ceise ya no aguantaba que la voz de Alicione invadiera todo el departamento en sus llamadas por teléfono. Alicione ya no aguantaba que Ceise se duchara cada dos días y se lavara los dientes recién a las tres de la tarde. Los respiros que tenían normalmente, cuando iban a la oficina, cuando salían con amigos, cuando visitaban a sus familias, ya no existían y ahora cada roce se acumulaba y crecía. Para romper la rutina, Alicione propuso que escabulleran a Morfeo, su amigo de la infancia, para que se quedara unas noches en el departamento. La pelea duró horas o días. Ceise no creía que fuera buena idea, creía que no había espacio para Morfeo en el pequeño departamento. Pese a sus intentos, la decisión ya estaba tomada. El día en que llegó Morfeo, Ceise se distrajo por unos minutos mirando
Cuando el aislamiento nos une | 35