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Teleterapeuta
Teleterapeuta
Sobre la mesa del comedor: un paño, dos tazas de café, una pareja de cuadernos y un par de lápices, no cabe nada más ahí.
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Mi norte: una pantalla; más al norte: la contracara de un notebook con stickers sobre Derechos Humanos. A ratos me parece que se burlaran de mí y de todos cuando miro por la ventana.
Mi sur: la puerta del baño (que no cierra del todo por la humedad). Otras dos puertas hay cerca de ahí, frente a la filtración de la vecina de arriba está la pieza donde se solía descansar; hoy es la sala de clases de uno de los mellizos. El otro, está tras la otra puerta del único dormitorio que tienen para dos.
Escucho sus clases en francés, inglés y español mientras mi norte más lejano habla en consonancia con el sticker original. De pronto, escucho el análisis del MINSAL. El café no es lo suficientemente largo para acompañar todos esos procesos limitados por 60 metros cuadrados. Esa pegatina se ríe largamente de todos.
Pronto será la hora de atender a algún paciente, mi norte debe cambiar radicalmente. Salgo a la terraza, donde tengo ese único fondo sin gracia (en realidad, el único fondo donde no aparecerían cajas de la bodega que nos pidieron
Cuando el aislamiento nos une | 41
desocupar). Un fondo que, de algún modo, pienso como reflejo de la nada, una burla de calma que irónicamente se pretende transmitir.
Hace días, mis suegros nos donaron una mesa y sillas con los colores blancos, negros y rojos. Me digo que es muy coherente con estos tiempos. Mis padres se llueven; nosotras nos filtramos y mi abuela ya no controla esfínter: se anuncia la crisis del cuidado.
La nueva mesa en la terraza me da una sensación de mejor setting. A través de la pantalla no se notan los ocho grados acá, pero se nota la parka (sobre dos o tres capas bajo ella). Me da pudor preguntarle a los pacientes si han pasado frío y que se abriguen, como si resultara en ello algo de calor. Llegó la cuenta de la luz, 82 mil pesos cuesta el calor de la casa (no incluye la terraza).
Busco los registros de la sesión anterior, veo en qué quedamos. El objetivo parece mayor que el declarado hace unos meses atrás. Pronto, habrá supervisión clínica, pronto tocará hablar de otros, en la terraza.
Constanza Andrea Acevedo Crespo
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Historias confinadas