Teleterapeuta
Sobre la mesa del comedor: un paño, dos tazas de café, una pareja de cuadernos y un par de lápices, no cabe nada más ahí. Mi norte: una pantalla; más al norte: la contracara de un notebook con stickers sobre Derechos Humanos. A ratos me parece que se burlaran de mí y de todos cuando miro por la ventana. Mi sur: la puerta del baño (que no cierra del todo por la humedad). Otras dos puertas hay cerca de ahí, frente a la filtración de la vecina de arriba está la pieza donde se solía descansar; hoy es la sala de clases de uno de los mellizos. El otro, está tras la otra puerta del único dormitorio que tienen para dos. Escucho sus clases en francés, inglés y español mientras mi norte más lejano habla en consonancia con el sticker original. De pronto, escucho el análisis del MINSAL. El café no es lo suficientemente largo para acompañar todos esos procesos limitados por 60 metros cuadrados. Esa pegatina se ríe largamente de todos. Pronto será la hora de atender a algún paciente, mi norte debe cambiar radicalmente. Salgo a la terraza, donde tengo ese único fondo sin gracia (en realidad, el único fondo donde no aparecerían cajas de la bodega que nos pidieron Cuando el aislamiento nos une | 41