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Luz

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Rutina

Rutina

Luz

Algo sorprendente, que ni siquiera imaginé en sueños, está sucediendo. La peste acecha la ciudad y debo esconderme para que no ser atrapada pero, ¿por cuánto tiempo? El destino lo dirá.

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Empieza el juego de las escondidas y preparo un refugio seguro en casa. Harina, papel higiénico, internet y vino acompañarán la espera.

Algo urgente requiere mi salida, así que me mimetizo con el resto de los transeúntes, cubriendo mi cara y mis manos, y llevando sólo lo imprescindible conmigo. Agudizo todos los sentidos para poder advertir su presencia y alcanzar a escapar antes de ser atrapada. Regreso segura a casa, sin embargo, entiendo que no puedo repetir la hazaña.

Durante este encierro, la imaginación empieza a florecer. Con sus colores y encantos me lleva a conocer mundos que no había explorado. Empiezo espolvoreando un poco de harina, termino decorando un pastel, cada día descubro nuevas habilidades. Sin embargo, al poco tiempo, ya no encuentro satisfacción en ello.

La ansiedad y las ganas de volver a mi mundo se apoderan de mí. Muchas ideas pasean por mi mente, pero sé que son todas arriesgadas. Si trato de escapar, la peste me atrapará.

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Historias confinadas

Trato de calmarme un poco, respiro, medito, escribo, pero no, al poco rato el caos vuelve a invadirme. ¿Y si salgo no más? Mi camuflaje es casi perfecto, pero el “casi” conlleva un riesgo. Elimino esos pensamientos y trato de concentrarme en otra cosa.

La memoria me sorprende. Empiezo a recordar todo lo que siempre quise hacer, pero nunca hice. Retomo el estudio, la lectura, el análisis, la contemplación de la vida y, ¿saben qué?, ¡me encanta! Por primera vez siento que una luz tenue se enciende dentro de mí.

Poco a poco empiezo a despojarme de las pesadas mochilas que acarreo día a día: chao miedo, chao inseguridades, chao dolor. ¿Por qué tardé tanto en alivianar mi paso? Bueno, más vale tarde que nunca, ¿o no? Aquí estoy, olvidándome de la peste y entregándole todo mi ser a lo que me hace sentir plena, lo que me hace feliz. ¿Quién hubiese pensado que esta mujer controladora y atormentada estaría viviendo su mejor momento gracias a la poderosa peste?

Olvido lo que ocurre en el exterior y doy vuelta la mirada hacia mí y vibro y vivo. Ya no quiero salir.

A veces son los peores miedos los que nos hacen descubrir la verdadera esencia de nuestra existencia.

Maureeb Griffiths Hurtado

Cuando el aislamiento nos une | 147

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