Historia para Camila (C. E. D'Attellis)

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Carlos Enrique D’Attellis

HISTORIA PARA CAMILA Apuntes sobre Historia Argentina: episodios, personajes y políticas

editorial E d e r


D’Attellis, Carlos Enrique Historia para Camila: Apuntes sobre Historia Argentina: episodios, personajes y políticas - 1a ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Eder, 2014. 240 pp. ; 20x14 cm isbn 978-987-3673-07-8 1. Historia Argentina. I. Título. cdd 982

1.a edición, junio de 2014 © 2014, Carlos Enrique D’Attellis Foto de Tapa: La Vuelta de Obligado, de Inés Noguera Colaboración con las ilustraciones: Verónica Santalla Editorial eder Pavón 1923, 7° 4. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. editorialeder@gmail.com www.editorialeder.net Hecho el depósito que previene la Ley 11.723. Impreso Imprenta Dorrego, Av. Dorrego 1102, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.

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0. PROEMIO GALEATO Se impone aquí la explicación del título. Camila es mi nieta mayor, que nació el primer mes del primer año del nuevo siglo. Esos tiempos fueron muy complicados para nuestro país, de manera que se me ocurrió pensar, a partir de los hechos acaecidos en esa época, ¿qué le puede contar de la historia del lugar donde nació, quien nació en 1946 y vivió el medio siglo anterior a su nacimiento? De allí salió el título: Historia para Camila. Mis otros nietos entienden, y entenderán los que vengan, que es para ellos, y que su nombre figura por ser su nacimiento lo que motivó estos escritos. Pero en los años que me llevó la escritura de estas páginas —tarea mezclada con mis otras actividades— me di cuenta que le vendría bien a muchas otras personas conocer algo de la historia del país diferente al relato común y extendido, que se llama historia oficial. Porque el conocimiento de la historia hace a la comprensión de la política, y muchas de las discusiones y desacuerdos en este campo provienen del desconocimiento del primero. El desconocimiento, en general, es por falta de información. Es que mucha de la historia aprendida en los cursos colegiales y universitarios responde a una línea impuesta por algunos autores que persiguieron propósitos políticos, aunque con el tiempo esa línea de pensamiento fue modificada y revisiones respecto del pensamiento expuesto por ellos se enseñaron de manera distinta a la que fue oficial durante muchos años. Sin embargo, prevalece ampliamente la que llamamos oficial. De manera que este libro tiene como objetivo mostrar episodios, acciones de personajes ilustres y políticas seguidas por ellos, que no fueron las que se divulgaron durante mucho tiempo. Es decir, este libro es un breve curso que muestra elementos de nuestra historia con una visión diferente a la oficial. ¿Por qué 5


lo llamo curso? En realidad, la actividad durante mi tarea como docente universitario durante más de cuarenta años fue el armado de cursos a partir de mis tareas de investigación científica, pero en otro campo del conocimiento que no es la historia, sino la matemática. En esos años dicté en la universidad más de cuarenta y cinco cursos distintos, de grado y posgrado, la mayoría de ellos en la Universidad de Buenos Aires, y luego en la Universidad Nacional de San Martín, la Universidad Tecnológica Nacional, la Universidad Favaloro, y otras del país. ¿Qué fueron (y son) esos cursos? La exposición de las ideas de grandes personajes de la historia de la matemática, armada con una estructura particular. Estructura organizada de tal manera que permitía su comprensión y su aplicación a distintos campos del conocimiento que eran el centro de atención en distintas etapas de mi tarea de investigador científico: desde los reactores nucleares hasta la prospección petrolera, pasando por la ingeniería, la biología y la medicina. Entonces ¿por qué no hacer lo mismo con la historia? Especialmente pensando en alumnos muy particulares: mis nietos. Cientos de alumnos pasaron por las aulas en mis cursos universitarios, vale el esfuerzo dedicado a un puñado muy particular y querido. Así comenzó este libro. Y como arranca en el año 2002 está inevitablemente vinculado con la política de los años que transcurrieron hasta el 2013, en que finalicé de escribirlo. Debo aclarar que no se encontrará en él nada original. No se presentan documentos nuevos, ni se encontrarán notas al pie que indiquen “original en mi archivo”. Como en mis cursos universitarios, es una exposición —ahora sobre temas históricos— basada en las lecturas, en este caso, de quienes revisaron con criterio crítico la historia argentina. 6


El 20 de noviembre de 2010 habló desde Vuelta de Obligado, cerca de San Pedro, la presidenta Cristina Fernández y estableció oficialmente el Día de la Soberanía Nacional, rememorando el combate de las tropas de Juan Manuel de Rosas comandadas por el general Mansilla, que cruzaron cadenas en el río Paraná para frenar el avance de ingleses y franceses. Me emocioné sinceramente, ya que, por primera vez una voz oficial levantaba esas banderas. Terminada la ceremonia, a la que vi por televisión, subí a mi biblioteca y busqué los tres tomos editados por El Ateneo de la Historia de la Confederación Argentina, de Adolfo Saldías. Miré la fecha, que siempre anotaba, de la compra: 1961. Yo cursaba entonces el tercer año secundario en el Colegio León XIII, año en el que mi profesor de historia comenzó a enseñarme que había una historia distinta de la oficial. Seguramente esa historia oficial estaba en los programas del Ministerio, pero se la rebuscó para mostrarnos otra, distinta. Este libro tiene una dedicatoria desde su mismo título, no hay dudas, pero aquí corresponde una inscripción, que es un merecido agradecimiento a ese profesor: Al P. Angel Risso, SDB. Ese cura fue quien me inició en el gusto por los conocimientos históricos, que nunca perdí. En los siguientes años a ese —para mí— inicial, mucho ha cambiado la divulgación del conocimiento histórico. Pero existen aún ideas encontradas, y este choque hace al desarrollo de nuestra nación. Aún se mantienen posiciones que van en contra de los intereses nacionales y del beneficio del pueblo, que debe ser el objetivo de toda acción política. El bien común debe ser el fin de la actividad del estado, en lugar de los intereses particula7


res, sin dudas. Ambas tendencias se dieron en nuestra historia, como veremos, y aún hoy se mantienen. Se publican actualmente ideas que sostienen que es inútil ocuparse de la historia, de mirar hacia atrás, aunque, por el contrario, el conocimiento de la historia aclare el campo en el que vivimos y nos movemos. Por ejemplo, el periodista A. Oppenheimer publicó un libro (2010) que desde el título nos ordena “¡Basta de historias!”, para rematar la idea en el subtítulo: “La obsesión latinoamericana con el pasado”. Aclara en su interior “el uso político de la historia”, diciendo “no subestimo la importancia de la historia ni de los historiadores”, aunque se muestra obsesionado por el futuro, quizá sin ver que él depende del pasado. En efecto, comenta la actuación del entonces presidente de Costa Rica, Oscar Arias, en una reunión internacional; al recriminarle a quienes atacaron al imperialismo, les dijo “Algo habremos hecho mal los latinoamericanos…”. Y sí, algo hicimos mal, sin dudas; como comprobaremos en estas páginas, la clase dominante apoyó a los intereses foráneos por encima de los intereses nacionales, y escribió la historia para que esas ideas permanezcan en el tiempo. Por eso es tan importante mirar hacia atrás y aclarar las cosas. El diario La Nación del 8 de abril de 2013 publicó el editorial con el título “La cultura al servicio de políticas facciosas”, donde se afirmaba, al hablar de la sustitución del director del Museo Histórico Nacional, que “se procuraría, así, omitir todo vestigio de la historia documentada desde fines del siglo XIX que se oponga en valores y estilos a la política en vigor” Pero la pregunta natural es ¿no será al revés? ¿No será que se construyó, como veremos, una historia basada en valores y estilos opuestos a lo que denominamos antes Bien Común? ¿No será que por eso algunas medidas molestan a cierto sector? 8


En alguno de sus escritos, en una época en que criticaba a ciertos personajes de nuestra historia, Juan Bautista Alberdi escribió: “Si hacéis de la vida o la historia de vuestro país un cuento o una novela, toda su política seguirá en ese camino ficticio y fantástico. Su gobierno será un cuento inacabable. Ese país vivirá en otro mundo, en el mundo de la poesía mitológica. Sus hombres de estado no serán hombres sino semidioses…Es lo que han hecho hasta aquí los historiadores. Han hecho un cuento hermoso que han dado como historia de su país; y como en el cuento el país es más hermoso que en su historia real, el país, objetivo del cuento, ha preferido el cuento a la realidad”. Eso quisieron hacer, pero el país no eligió el cuento, y lo revisó. Las reacciones, los comentarios realizados en distintas épocas sobre medidas de gobierno que favorecen a la parte más necesitadas de la población, llaman la atención. A pesar de ser un país supuestamente católico, se olvidan de las palabras de León XIII: “Y de ninguna manera se ha de caer en el error de que la autoridad civil sirva al interés de uno o de pocos, habiendo sido establecida para procurar el bien de todos”. Pero hay muchos que aún defienden lo particular siguiendo a Bentham: “Los intereses individuales son los únicos reales”, filosofía adecuada para dueños de esclavos y explotadores. Para sintetizar lo que sigue de esta exposición, digo que el comienzo del relato se ubica en la crisis del 2001, y desde allí se pasa a la fundación de Buenos Aires en 1536. Desde ese año destaco algunos episodios, personajes y políticas, hasta la campaña al desierto de Roca, la guerra llevada contra el Paraguay, y las montoneras y alguno de sus caudillos. 9


Allí se encuentra el final, a las puertas del siglo XX. En ese camino trato temas que son de interés, creo, para comprender el desarrollo de nuestra nación. Quiero finalizar este proemio con unos versos de Julio Cortázar que aprendí en mi adolescencia: Pero yo te quiero país y otros te quieren, y algo saldrá de este sentir.

Espero que así sea. C.E.D´A Ing. Maschwitz 2002-2013.

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1. UN HECHO ÚNICO EN NUESTRA HISTORIA El inicio del siglo XXI encuentra a la Argentina sumida en el desánimo, el descreimiento absoluto de los ciudadanos en los dirigentes políticos, la corrupción económica generalizada, la pobreza extendida a un gran porcentaje de la población, el desorden, la inseguridad, la desintegración del sistema de salud, la bancarrota económica y el desamparo financiero. Millones de personas vivían bajo la llamada “línea de la pobreza” según la definición establecida por el organismo estadístico oficial; la desocupación llegaba a casi el 20 % de la población económicamente activa; las industrias cerraban, quebradas frente a las importaciones baratas, o se trasladaban a otros países, que, como Brasil, presentaban ventajas competitivas; la deuda del país ascendía a 150.000.000.000 de dólares, entonces también pesos, por la paridad vigente con la llamada Ley de Convertibilidad; la inseguridad en las calles crecía, con récords de asaltos, toma de rehenes y policías asesinados; los depósitos bancarios permanecían indisponibles, y sus dueños, los ahorristas que confiaron en el país, nuevamente defraudados. Detrás de todos esos hechos, apareció en la población un sentimiento unificado, una opinión compartida en la que se fundamentaba la desconfianza y el descreimiento. Se comenzó a percibir la actuación de grupos ocultos, organizados en connivencia con los funcionarios oficiales de los diferentes gobiernos que se sucedían, que controlaban la situación tanto económica como política. Esto culminó en una desastrosa división que separó en dos a la sociedad: los muchos que sospechaban y sufrían, el pueblo entero, y los pocos que usu11


fructuaban y acumulaban, los políticos y sus cómplices. A tal punto que en las elecciones legislativas de fines de 2001, los ganadores resultaron los votos en blanco, anulados, impugnados y ausentes (en un país con voto obligatorio); es decir, resultó triunfante lo que se llamó el voto bronca. La percepción del contenido mafioso se había ido acentuando desde los episodios que involucraron a Alfredo Yabrán, un empresario de correos con discutibles relaciones con el poder político —ejemplo de personajes que se convierten en multimillonarios de maneras poco claras y sospechosas—, el asesinato de un fotógrafo, Cabezas, que publicó por primera vez su imagen en una revista, el alboroto que produjo en la población y en el gobierno del presidente Menem, y finalmente, su misterioso suicidio en una de sus estancias, en la provincia de Entre Ríos. Otros episodios influyeron poderosamente. El contrabando de armas desde la Argentina hacia países en guerra, involucró a un ex-presidente, C. Menem —preso por ello— y a algunos de sus ministros. El Senado de la Nación fue un eslabón más de la cadena de descrédito, cuando se supo de coimas que cobraron sus integrantes para aprobar una ley, y, además, se sospechó que era un método de uso común en el Congreso de la Nación. Finalmente, por hacer corta una larga lista, la Suprema Corte de Justicia estaba integrada por miembros que, en gran parte, respondían abiertamente a grupos de poder o intereses particulares o políticos. Ese conjunto de hechos, parte de uno mayor que llevaría mucho más espacio describir, terminó por minar la confianza popular en las instituciones. Todo se desbarrancó justo a fines del primer año del siglo XXI, cuando enormes manifestaciones populares llamadas 12


“cacerolazos” terminaron por voltear gobiernos. En rigor, hubo dos tipos de manifestaciones: por un lado, saqueo a supermercados y negocios a manos de gente necesitada y en el límite de sobrevivencia; por otro, esos “cacerolazos” que constituyeron lo fundamental de una nueva expresión política, que puso en movimiento, fundamentalmente, a la clase media hasta entonces adormecida, que indignada por los acontecimientos diarios y las penurias injustas a que estaba sometida, reaccionó, al comienzo, golpeando cacerolas en los balcones en todos los barrios, y luego, sintiendo la necesidad de compartir esa bronca, juntándose en las calles, y avanzando en columnas, confluyendo desde todos los barrios hacia puntos emblemáticos de las ciudades. En particular, en Buenos Aires, la Plaza de Mayo, el Congreso, el Obelisco. Muchos vivieron emocionados momentos, porque compartieron la primera exhibición de manifestación popular; por ejemplo, los nacidos bajo la dictadura iniciada en 1976. Fue un hecho sorpresivo y trascendente. “El río, cuando crece bajo el empuje del sudeste, disgrega su enorme masa de agua en finos hilos fluidos que van cubriendo los bajíos y cilancos con meandros improvisados sobre la arena, en una acción tan minúscula que es ridícula y desdeñable para el no avezado que ignora que es el principio de la inundación”, escribió Raúl Scalabrini Ortiz sobre los episodios populares de octubre de 1945. Si bien los hechos no tienen antecedentes en nuestra historia, los desmanejos políticos y económicos que llevaron a ellos sí lo tienen. Sin embargo, era de creencia común, generalizada en ese entonces, que tales comportamientos no tenían precedentes en nuestra historia. Pero las acciones de organizaciones encubiertas que manejaban tanto la política 13


como la economĂ­a, y la corrupciĂłn que pone sobre todas las cosas los intereses personales o grupales frente a los intereses nacionales, no eran nuevas. Hay mucho en nuestra historia sobre ello, desde nuestros mismos orĂ­genes.

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2. PUEBLO Y REPRESENTANTES DEL PUEBLO Los desórdenes sociales comunes al comienzo del siglo XXI llevaron a los dirigentes políticos, sindicales y a ciertos periodistas —temerosos de los desbordes de la situación porque los podían llegar a sufrir en carne propia—, a recordar reiteradamente el artículo de la Constitución Nacional que establece que “el pueblo no gobierna ni delibera, sino a través de sus representantes”. En la Constitución fue una manera de convalidar el poder político. Pero el pueblo sentía a ese enunciado muy lejos de él. Los representantes del pueblo eran repudiados, hasta el punto en que, para evitar agresiones, no aparecían públicamente. Varios habían sido atacados en la calle por gente del común en varias ciudades del país, y se cuidaban. El culpable de muchos de los desastres que se sufrían, el ex-presidente Menem, se encontraba en México en un hotel de una exclusiva playa en el que pagaba 2.500 dólares por noche, sólo por el hospedaje; un arquetipo de la necedad reinante en el ambiente político, el ex-presidente Rodríguez Saá —lo fue por seis días, hasta ser destituido—, permanecía en Europa; un paradigma de la ineficiencia, el ex-presidente De la Rúa estaba encerrado en una quinta en las cercanías de Pilar. Representantes formalmente legales, tanto los citados como los diputados, senadores, concejales, intendentes, etc., pero en la realidad sin poder por el repudio generalizado de la población. El último de los citados, en su final e infortunado discurso —quizás escrito por uno de sus hijos, aprendiz de play-boy y estudiante acusado de intentar aprobar exámenes en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires con 15


métodos ilícitos—, anunció el establecimiento del estado de sitio. Esa medida dispone, entre otras cosas, impedir la reunión de personas para preservar el orden público. Pero como ya no eran representantes del pueblo, éste respondió saliendo masivamente a la calle con sus cacerolas. Los “grafitti”, es decir las escrituras con pinturas en las paredes, que se vieron al día siguiente en la ciudad lo decían claramente: “estado de sitio, las pelotas”. Así cayó el gobierno De la Rúa y su ministro de economía, Cavallo, que, prácticamente, había pasado a la clandestinidad para salvar su pellejo de la furia popular. No hubo en la actitud del pueblo reunido en la protesta repudio a lo que expresa la frase de la Constitución “el pueblo no gobierna ni delibera sino a través de sus representantes”, sino indignación contra los representantes. No se quería romper con el orden constitucional, ya que todos los que manifestaban tenían suficiente experiencia con dictaduras militares, y, además, las fuerzas armadas habían aprendido la lección histórica: su fracaso en el gobierno. No estaba en juego la vida democrática, que había costado conseguir. Pero estaban en juego los representantes, las autoridades, los políticos, y los sindicalistas, las empresas privatizadas durante el gobierno de Menem (en manos extranjeras), los privilegios, las prebendas, los robos para la corona, los arreglos y coimas, la corrupción. Quizá estaba presente aquel viejo espíritu que alentó los primeros momentos de la emancipación nacional, en mayo de 1810. Estaba presente la vieja idea de soberanía popular que venía de las épocas de las doctrinas provenientes de España que sirvieron de base para la reacción frente a poderes políticos usurpadores e ilegítimos.

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Cuando Napoleón invade España en 1808 y su Rey Fernando VII es llevado preso a Francia, el pueblo español reacciona. Responde a una vieja doctrina teológico-política —explicable debido a la cultura católica imperante en el lugar en esa época—, que establece que la soberanía proviene de Dios, él la deposita en el pueblo, y éste, finalmente, se la entrega al rey. Entonces, apresado el rey como era el caso, la soberanía vuelve al pueblo. Así, el alcalde de un pequeño poblado de las cercanías de Madrid, Móstoles, enfrenta a las tropas napoleónicas. Así, afirma Ricardo Levene, se da la “retroversión de los poderes al pueblo, y del seno del pueblo los poderes se constituyeron en forma de juntas”. Así se formaron las Juntas de Gobierno. Como reflejo de esa situación en España —más otros problemas existentes en Buenos Aires como diferencias entre criollos y peninsulares y ciertas consecuencias de las invasiones inglesas—, se originaron en 1810 los sucesos de Mayo y la formación de la Junta que se considera fundadora de nuestra historia patria. Pero lo interesante es la teoría subyacente. La soberanía vuelve al pueblo. Ese hecho volvió a sentirse casi doscientos años después, en lo que era el producto definitivo de aquel movimiento de 1810: la Nación Argentina. Antes, por ausencia del rey, la Junta instalada en Buenos Aires tomó su representación. Después, por ausencia de auténticos representantes, el pueblo asumió la soberanía haciendo que sus reacciones fueran temidas por el poder constituido formalmente.

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3. GRACIAS ARGENTINA Los políticos, gremialistas, empresarios, banqueros, las mafias instaladas, los que no querían perder prebendas y privilegios, insistían en que el gobierno no podía estar sujeto a las manifestaciones populares y sus emblemáticas cacerolas. Era algo obvio. Tenían temor a la nueva expresión del poder popular, y los diarios de la época lo testimoniaron. Tenían temor, en el fondo, de que esa soberanía bastardeada por los dirigentes fuera retomada y ejercida por el pueblo. Se comenzó entonces a agitar la idea de guerra civil, que, aunque la violencia aumentaba, era un concepto totalmente inadecuado. Usarlo era una forma de tratar de mostrar que toda la gestión de gobierno era la única alternativa frente al caos. La realidad era que el 60% de la población vivía en la informalidad —es decir, con trabajo en negro, subempleo, desempleo y sufriendo la mayor caída de ingresos de la historia—, mientras el otro 40% estaba bancarizado, pero con las medidas tomadas —lo que se llamó “el corralito”— no podían usar su dinero porque estaba confiscado. La economía estaba paralizada. Esto produjo una situación social al borde del colapso. Esto hizo que la población reaccionara. Frente a esa realidad, y fuera de los intereses de las luchas de poder que se daban en nuestro país, con una percepción clara que corresponde a una nación cercana a la Argentina histórica y geográficamente, en Uruguay (y en muchos otros países) se reconocieron los movimientos sociales que se daban en esta margen del Plata desde un punto de vista acorde con lo que fue comentado antes, es decir, subrayando la cuota de poder político reconstituido por el pueblo. 18


El diario El País de Montevideo publicó, en enero de 2002: Gracias Argentina, por recordarle a nuestros políticos que su primer deber es servir al pueblo. Gracias por mostrarnos cómo termina un país cuando los intereses partidarios, corporativos e individuales se anteponen al bien común.

Gracias Argentina, por recordarle a los economistas que llegan a ministros que no deben ser soberbios, ni posar de regios, ni de duros, ni de simpáticos cuando casi el 20% del pueblo no tiene trabajo. Gracias Argentina, por advertirle a nuestros gobernantes que un ciudadano honesto también pierde la paciencia. Gracias Argentina, por documentar en qué termina un país cuando los ciudadanos valen de acuerdo con los contactos que tienen y no según sus méritos y virtudes. Gracias Argentina, por instruirnos respecto a qué pasa en un país cuando el Poder Judicial deja de ser independiente. Gracias Argentina, por mostrarnos que los presidentes no valen por lo que dicen, sino por lo que hacen. Gracias Argentina, por mostrarnos que en medio del caos, de la miseria y la corrupción, se puede hacer buena música, buen cine, buenos diarios, y se puede jugar bien al fútbol. Gracias Argentina, por hacernos acordar que los pueblos construyen sus propios destinos. Gracias por hacernos ver que el nuestro está en nuestras manos.

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4. EL INTENTO DE FUNDAR BUENOS AIRES En Buenos Aires ocurrieron, fundamentalmente, los actos reivindicatorios con los que la sociedad destruyó gobiernos y entronizó en la historia del siglo XXI la protesta popular. En Buenos Aires, que había sido la ciudad sede del Virrey, es decir, localización del gobierno español en el Virreinato del Río de la Plata. En Buenos Aires, la ciudad que había tomado la representación en los sucesos de Mayo de 1810 por ser la sede del Virrey, deslizando el poder del rey al lugar geográfico para sorpresa de muchas ciudades y villas del interior. En Buenos Aires, la ciudad que “se me hace cuento que empezó, la juzgo tan eterna como el agua y el aire”, como propone Jorge Luis Borges en su fundación mítica. Pero que, lejos de la fantasía, tuvo su fundación real, y no una, sino dos. La primera, a las pocas décadas del arribo de Cristóbal Colón al continente, a cargo de Pedro de Mendoza. Ocurrió en 1535, y Mendoza la fundó a orillas del Río Paraná, entre lo que ahora llamamos Ing. Maschwitz y Campana, probablemente no lejos de Escobar, según documentó Federico Kirbus. El propósito de la misión de Mendoza fue, principalmente, impedir que los portugueses continuaran expandiéndose hacia el oeste de la línea de Tordesillas. Curiosamente, el Tratado de Tordesillas, firmado entre Portugal y España en 1494 para determinar el límite entre los dominios correspondientes a ambas coronas fue suscripto sin muchos conocimientos geográficos, estableciendo una línea divisoria de norte a sur, que, como comenta el matemático 20


Julio Rey Pastor, no se podía determinar con los instrumentos de medición de la época. Para cumplir tal tarea Mendoza arma su extraordinaria flota —14 navíos, 100 caballos, ganado vacuno y porcino, y casi 3000 tripulantes— después de convencer a los banqueros alemanes Neithart y Welser de que lo financiaran parcialmente. Poco antes, en 1534, Carlos V, rey de España, había establecido un acuerdo con Mendoza nombrándolo Primer Adelantado de la región del Río de la Plata. Es interesante consignar que, quince años antes, en 1519, Carlos V había sido designado Emperador del Sacro Imperio Romano, cargo que era electivo. Contaba entre sus contrincantes en la elección a Francisco I de Francia y Enrique VIII de Inglaterra. Pero, como cuenta Eduardo Bueno, Carlos obtiene el apoyo de Fugger (otro banquero alemán) y del mencionado Welser para comprar al colegio electoral, coimeando a sus miembros con 141.000 ducados que pone Welser, y 543.000 otorgados por Fugger, todo en letras de cambio pagaderas después de la elección, para evitar traiciones. Así llega Carlos V a ser Emperador. Jacob Fugger y Bartolomé Welser estaban entre los hombres más ricos del mundo en el siglo XVI, y se habían iniciado en los negocios textiles, que luego, como se ve, diversificaron. A pesar de que se aseguraron la eficacia de las coimas pagadas al colegio electoral mediante el mecanismo comentado, no estuvieron a cubierto de la deslealtad de Carlos, que nunca les pagó el préstamo. Por supuesto, se lo cobraron de otras formas, como concesiones y títulos de nobleza. Estos últimos generaron en Castilla un refrán popular: “Poderoso Caballero es Don Dinero”. Si a comienzos del siglo XXI se creía que la corrupción era inaudita y no tenía antecedentes de la gravedad que a 21


diario se evidenciaba, este ejemplo pone las cosas en su lugar. Parece que nada nuevo hay bajo el sol. Desde el primer intento de fundar Buenos Aires están presentes las conductas desviadas de algunos que intervinieron. Pero, basada la expedición en las bases comentadas, grandes infortunios esperan a Mendoza desde que el primero en desembarcar, un tal Sancho del Campo, exclama: “¡qué buenos aires son los de este sitio!”, dándole así nombre a la pequeña villa que fundarían. Los aires no resultaron tan buenos. Los recién llegados se encontraron con los naturales de la zona, los Querandíes, una de las tribus de la nación Charrúa.

Escudo de armas de Pedro de Mendoza, óleo de Tmás Ignacio del Villar (Museo Histórico Nacional, Buenos Aires)

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5. DESASTRE Y RETIRADA Las desventuras de Pedro de Mendoza y el poblado Santa María del Buen Aire, tal el nombre con que fue bautizada la futura ciudad de Buenos Aires, se conocen gracias al diario escrito por el alemán Ulrich Schmidl, alistado en la flota de Mendoza como soldado por el gusto de la aventura. Por supuesto, no tuvo problemas en integrar la expedición, ni él ni otros mercenarios alemanes, dado que importantes patrocinantes eran los dos banqueros alemanes mencionados antes. Durante los primeros quince días los querandíes compartieron sus alimentos, carne y pescado, con los recién llegados; pero de algo habrán desconfiado, porque luego desaparecieron. La decisión de Mendoza ante la falta de alimentos fue enviar un teniente y dos soldados hasta el campamento para conseguirlos. El comportamiento de estos tres hombres no fue del agrado de los querandíes, de manera que los molieron a palos y los hicieron volver. La indignación de Mendoza fue mala consejera; envió a su hermano Diego con trescientos soldados para darles una lección. Se encontraron con lo inesperado: cinco mil hombres dispuestos al combate. Con sus boleadoras volteaban a los caballos, y, si bien consiguieron matar a seis oficiales y veinte soldados, los indígenas tuvieron más de mil bajas. A partir de ese momento no tuvieron un momento de paz. Los querandíes, ayudados por otras tribus charrúa, sitiaron Buenos Aires. Dentro de sus murallas de barro, los habitantes pasaron terribles privaciones, obligados a comer ratas, víboras y otros bichos, a hervir sus botas, cinturones y todo cuero disponible para alimentarse, y finalmente, a comer carne humana. 23


Entre los acompañantes de Mendoza no faltó quien diera a la poesía un lugar en el relato de los graves sucesos; fue el presbítero Luis de Miranda: Las viandas más usadas eran cardos, que buscaban, y aun estos no los hallaban todas veces. El estiércol y las heces que algunos no digerían muchos tristes lo comían que era espanto. Allegó la cosa a tanto que como en Jerusalén, la carne de hombre también la comieron. Las cosas que allí se vieron no se han visto en escritura. ¡Comer la propia asadura de su hermano!

Pero lo peor estaba por venir. Para finalizar el sitio los nativos lanzan un ataque frontal a Buenos Aires. Son más de 20.000 contra los debilitados defensores del villorio, que plantean una lucha que dura todo el día. Cuando anochece, un espéctaculo dantesco ilumina la escena. Las flechas incendiarias destruyen todas las casas del poblado y trece de los navíos anclados. Algunos sobrevivientes escapan hacia el norte, en busca de un nuevo lugar donde establecerse. Dos mil quinientos muertos quedan entre las ruinas de Buenos Aires.

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6. MALDICIONES Y MALA SUERTE Los dos mil quinientos cadáveres que quedaron con sus armaduras en el interior de la primitiva Buenos Aires nunca han sido descubiertos, lo que dio origen a algunas dudas respecto de la ubicación inicial de la ciudad. Algunos historiadores sostuvieron que la fundación de Buenos Aires se dio en lo que es hoy el Parque Lezama —de vigorosa presencia en una de las novelas básicas de la literatura argentina: Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sabato—, pero lo cierto es que el asentamiento instalado por Mendoza tuvo lugar más al norte, en las cercanías del Río Luján, como fue comentado. Si bien es cierto que el lugar no fue determinado con exactitud, hay indicios —no sólo escritos sino también provenientes de descubrimientos materiales— de que en la zona mencionada anteriormente se realizó esa primera fundación. Se encontraron pedazos de cerámicas indígenas y balas de plomo esféricas en tierras aledañas al aeródromo de Escobar. Si tanto el rey Carlos V como los financiadores alemanes de la expedición de Mendoza hubieran atendido, siguiendo costumbres comunes en esa época, a ciertas maldiciones religiosas, seguramente no hubieran confiado tanto en su Capitán y Adelantado. Es que Pedro de Mendoza había participado en el asalto y saqueo de Roma donde había obtenido un rico botín, pero también una maldición vaticana, que, los años demostraron, resultó efectiva. Y no sólo por el desastre en que culminó el intento de fundar Buenos Aires. Después de esa aventura, sifilítico (tenía la malatía francesa, según Ulrico Schmidl), intentó volver a España, “me voy con seis o siete llagas, cuatro en la cabeza y otra en la mano, que no me 25


deja escribir ni aún firmar”, y murió en alta mar en junio de 1537. Su cadáver fue arrojado por la borda de la nave Magdalena, que había sido la utilizada por el Adelantado como nave insignia en su viaje al Río de la Plata. Manuel Mujica Lainez imagina a Don Pedro: El enfermo se retuerce como endemoniado. Su diestra, en la que enrosca el rosario de madera, se aferra a las borlas del lecho. Tira de ellas enfurecido, como si quisiera arrastrar el pabellón de damasco y sepultarse bajo sus bordadas alegorías. Pero hasta allí le hubieran alcanzado los quejidos de la tropa. Hasta allí se hubiera deslizado la voz espectral de Osorio, el que hizo asesinar en la playa del Janeiro, y la de su hermano don Diego, ultimado por los querandíes el día de Corpus Christi, y las otras voces, más distantes, de los que condujo al saqueo de Roma, cuando el Papa tuvo que refugiarse con sus cardenales en el castillo de Sant Angelo.

Firma de Pedro de Mendoza

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7. LA LUJANERA Algo más merece destacarse entre los episodios trágicos que se sucedieron en ese intento inicial de Buenos Aires. Es un hecho curioso que trascendió desde esos primeros momentos de la existencia de Buenos Aires hasta nuestros días a través del lenguaje y la literatura. Volvamos atrás. Cuando Mendoza, indignado por el comportamiento de los indígenas con sus enviados, decide darles un escarmiento, envía —ya fue dicho— a su hermano Diego con trescientos hombres. En el combate con los querandíes muere, además de su hermano, el capitán Luján. La leyenda habla de que fue arrastrado por su caballo, en desbocado galope, hasta las márgenes del río, en el que murió, muy mal herido. Por ese apellido, muchos suponen que el río Luján lleva hoy su nombre. Sin embargo, basándose en un mapa descubierto por Estanislao Zeballos y en documentos sobre las encomiendas de indios efectuadas por Juan de Garay (que fue el segundo y definitivo fundador de Buenos Aires), Julián de la Peña probó que el nombre Luján proviene del nombre de naciones indígenas asentadas en la zona: Suyán, Luyán, Layán. Con la investigación de Julián de la Peña la historia queda complacida: el origen del nombre del río en cuestión no se debe a la muerte trágica de un soldado, sino a los nombres de los pueblos naturales de la zona. Pero interesa analizar otra consecuencia, no ya toponímica, sino literaria. En “Hombre de la esquina rosada”, cuento de Jorge Luis Borges “que ha logrado un éxito singular y un poco misterioso” según 27


su autor (hasta se realizó un versión cinematográfica), dice uno de sus personajes: “A mí, tan luego, hablarme del finado Francisco Real. Yo lo conocí, y eso que éstos no eran sus barrios porque él sabía tallar más bien por el Norte, por esos laos de la laguna de Guadalupe y la Batería. Arriba de dos veces no lo traté, y ésas en una misma noche, pero es noche que no se olvidará, como que en ella vino la Lujanera porque sí, a dormir en mi rancho y Rosendo Juárez dejó, para no volver, el Arroyo”. Un acto de guapeza de compadritos orilleros en Buenos Aires de los comienzos del siglo XX hace que la Lujanera cambie de dueño; Francisco Real sale del bailongo con ella, diciendo orgulloso “¡vayan abriendo cancha, señores!”, sin saber que se lleva una carta mortal del destino. A poco tiempo regresa con una herida mortal en el pecho, y muere a los pies de una de las mujeres concurrentes al baile, que exclama pensativa: “tanta soberbia el hombre, y no sirve más que pa’ juntar moscas”. ¿Por qué Borges llama a esa mujer la Lujanera? Parece muy probable que el nombre tenga un sentido específico dentro del relato. Creemos que está vinculado a los episodios iniciales que vivió la primitiva Buenos Aires de Pedro de Mendoza. En el poema gauchesco “Paulino Lucero”, Hilario Ascasubi escribe: Pues el hombre anda en la güena y suena Que no la cuenta ni dos, ¡Por Dios! Que la primera ya le atraca a Ciriaco la Lujanera.

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Se refiere a una carta de la baraja, la de la mala suerte. No hay duda de que Ascasubi utiliza la palabra en su poema porque es de uso corriente en los ámbitos gauchescos. No parece extraño que el origen de ese significado se remonte a los tiempos de la primitiva Buenos Aires en los que sucedieron los episodios expuestos. La leyenda de la muerte del capitán Luján como origen del nombre del Río Luján es, aún hoy, y a pesar de la publicación citada de J. de la Peña, sostenida por algunos historiadores. Es posible que de ella haya surgido en el lenguaje popular la identificación de la figura de Luján con la mala suerte. Efectivamente, no es de mucha fortuna morir ahogado en un río arrastrado por su propio caballo en una ingobernable carrera. Es una vieja tradición de casi 500 años, tan vieja como Buenos Aires. Ya que durante siglos fue válida para explicaciones toponímicas, parece lícito pensar que dejó una honda impronta en la población, y, en consecuencia, que formó parte del lenguaje coloquial del gaucho. Parece entonces que el probable camino recorrido por la palabra Lujanera se inicia en el combate contra los querandíes en 1536, con esa leyenda que hizo del personaje del trágico episodio un paradigma de la mala suerte; luego atraviesa el territorio del lenguaje popular, mezclándose entre los naipes, primero de los españoles, después, de los gauchos en las pulperías. De allí, sin duda, la tomó Hilario Ascasubi para usarla en su poema. Y siguió su camino hasta llegar a manos del maestro, Borges, para nombrar, en “Hombre de la esquina rosada” a esa mujer, la Lujanera, a quien “verla, no daba sueño”. 29


8. LOS LIBROS A pesar de sus antecedentes guerreros y aventureros, no fue ajeno Mendoza a la preocupación cultural. Según comenta Enrique Peña, trajo consigo “siete libros medianos guarnecidos de cuero negro” y “un libro de Erasmo, mediano, guarnecido de cuero negro”; además, uno de Petrarca y otro de Virgilio. No era un mal inicio. En medio del asedio y del desastre, es muy probable que esas tapas de cuero hayan sido hervidas con las botas y los cintos para alimentarse en la desesperante hambruna, y que el resto haya desaparecido en medio del incendio. Así se inicia la relación con los libros y la cultura. La Argentina producirá en su historia importantes escritores, artistas y científicos. Pero casi siempre en medio del desinterés de los gobiernos. En la segunda mitad del siglo XX un símbolo de ese desinterés fue la Biblioteca Nacional de la avenida Libertador y Agüero. Su construcción demandó nada menos que treinta años.

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9. LA HUMANIDAD QUE NO TUVIERON LOS HOMBRES Poco se sabe de las mujeres que llegaron con Pedro de Mendoza al Río de la Plata. Una fue María de Angulo, que se casó con Francisco de Mendoza, y murió a manos de los querandíes. De la que más noticias se tiene es de Isabel de Guevara porque le escribió con fecha 2 de julio de 1556 a la princesa Isabel contándole sus aventuras. Dice en su carta: “Esta hambre fue tamaña que ni la de Jerusalén se le puede igualar, ni con ninguna otra se puede comparar. Vinieron los hombres con tanta flaqueza, que todos los trabajos cargaban sobre los hombros de las pobres mujeres, así en lavarles las ropas, como en curarles, hacerles de comer lo poco que tenían, limpiarles, hacer centinela, rondar los fuegos, armar las ballestas; cuando algunas veces los indios venían a dar guerra, levantar soldados, dar alarma por los campos a voces, sargenteando y poniendo orden entre los soldados, porque en este tiempo, como las mujeres nos sustentamos con poca comida, no habíamos caído en tanta flaqueza como los hombres”. Una de esas mujeres, tratando de huir de los suplicios a los que estaba sometida en esa primitiva Buenos Aires —parece que se sumaba al hambre y a la guerra el trato de sus hombres—, vivió una apasionante aventura tratando de escapar del poblado para entregarse voluntariamente a los querandíes. Fue llamada “La Maldonada”. Ruy Díaz de Guzmán se refiere a esta mujer en un interesante relato. La que se conoció como “La Maldonada”, fue 31


Catalina de Vadillo, esposa de Francisco de Vadillo. Cuenta en ese relato que la mujer, desesperada por el hambre, escapa hacia los indios tomando la costa hacia arriba. Cuando se hace noche, busca un lugar donde albergarse y encuentra una cueva en la barranca de la costa. Entra, y se halla frente a una puma que estaba en trance de parto. Con su ayuda, la puma parió dos pumitas. Estuvo la mujer varios días en la cueva, y la puma, que traía alimentos, los compartía con ella en agradecimiento. En uno de esos días, recorriendo los indios esas costas, toparon con ella y la llevaron a su pueblo, haciéndola mujer de uno de ellos. Pero “habiendo salido un capitán a recorrer la tierra, la halló, y trajo a la mujer española de la que hice mención, que por hambre se fue a poder de los indios. Así Francisco Ruiz Galán la vio ordenó que fuese echada a las fieras, para que la despedazasen y comiesen. Y puesto en ejecución su mandato, llevaron a la pobre mujer, la ataron muy bien a un árbol, y la dejaron como a una legua del pueblo, donde acudieron aquella noche a la presa gran número de fieras para devorarla, y entre ellas vino la puma a quien esta mujer había ayudado en su parto, y habiéndola conocido, la defendió de los demás que allí estaban y querían despedazarla. Quedándose en su compañía, la guardó aquella noche, el otro día y la noche siguiente, hasta que el tercero fueron allí unos soldados por orden de su capitán a ver el efecto que había surtido dejar allí aquella mujer; hallándola viva y la puma a sus pies con sus dos cachorritos, que sin acometerlos se apartó un tanto, dando lugar a que llegasen. Quedaron admirados del instinto y humanidad de aquella fiera. Desatada la mujer por los soldados, la llevaron consigo, quedando la fiera dando muy fieros bramidos, mostrando sentimiento y soledad de su bienhechora y haciendo ver por otra parte su real ánimo y gratitud, y la humanidad que no tuvieron los hombres”. 32


10. EL INTERREGNO, ASUNCIÓN Después del intento de Pedro de Mendoza y del rechazo de los querandíes, los sobrevivientes avanzaron hacia el norte con las embarcaciones que les quedaban, por el río Paraná. Es que en un avance previo, Juan de Ayolas —mano derecha de Mendoza como consigna éste en su testamento— había establecido una avanzada llamada Corpus Christi, cerca de la laguna y río de Coronda. Muchas vicisitudes y aventuras, éxitos y desgracias, siguen la ruta de los expedicionarios remontando el Paraná. Así, Irala llega a fundar la ciudad de Asunción, en 1541. Las condiciones en esa zona fueron más favorables, y el comportamiento de los naturales más amistoso. A las plantaciones de mandioca, maíz, porotos, se agregaba la crianza de pollos, y, a partir de ese momento, el ganado vacuno, que se reproducía grandemente. En 1578, Juan de Garay, que luego fundará definitivamente Buenos Aires, ordenó que “hagan corrales donde metan el ganado de noche y de día lo tengan con guarda, porque hacen daño a las labranzas de los indios comarcanos de esta ciudad”. Claramente diferentes eran las culturas indígenas de esa zona y las del Río de la Plata que tan mal trataron a la primera Buenos Aires. Los nuevos vecinos eran guaraníes. Según un jesuita anónimo que escribió en 1620 —el informe se encuentra entre los “Papeles de De Angelis”—, “respondieron los indios (a los españoles) que no pasasen adelante (avanzaban por el río Paraguay) porque les parecían buena gente: y así les darían sus hijas y serían parientes. Pareció bien este recaudo a los españoles, quedáronse aquí (en Asunción), re33


cibieron las hijas de los indios que cada español tenía buena cantidad... Viéndose los españoles abundos en comida de la tierra, y con tantas mancebas, no aspiraban a más”. No estaba mal. Después de tantas aventuras y peligros en mares, selvas y llanuras, comida y mujeres en abundancia. En el asentamiento intentado por Mendoza, faltaba aquélla, y hasta se les escapaban éstas, como vimos en el caso de La Maldonada. A pesar de todo, los españoles se buscaron problemas con los indígenas. Resulta que fueron adoctrinados en la Religión Católica por el Padre Martín González. Martín del Barco Centenera lo cita en una crónica que escribió en verso: Martín González, clérigo idiota que a musa solamente no sabía

(...) enseñarles a los guaraníes los misterios revelados que quería transmitirles. Parece que les habló de la estrella de Belén, de los Reyes Magos y del nacimiento de Jesús, y lo comprendieron, pero justo en un momento astronómico muy particular. En 1578 aparece un cometa visible en el cielo asunceño, y respondiendo al relato del cura González, el cacique Oberá (hoy es el nombre de una importante ciudad en el medio de la provincia de Misiones) lo unió a su vocación mesiánica y supuso que ese cometa era una nueva estrella, no ya de Belén, sino de Asunción del Paraguay como diríamos hoy, y se declaró el Mesías, hijo de madre virgen. Además completó la historia con un final mágico: al desaparecer el cometa dijo haberlo guardado en un cántaro, y que, mientras estuviera en él no serían vencidos. Esa magia de la 34


parte final de la nueva doctrina no fue nada agradable para los españoles. El cacique hizo construir una cruz, ahora de cañas, y al frente de su pueblo entabló una durísima lucha. Culminó esa guerra solamente cuando lograron arrebatarles su símbolo, esa cruz. Para esos tiempos se pensaba en la necesidad de construir un puerto que resultara especialmente importante para los pobladores del Tucumán, siendo muchos los que incitaban desde Perú a hacerlo por donde Pedro de Mendoza había intentado el primer asiento. Se creía conveniente diseñar una nueva ruta hacia España. En 1561 el licenciado Cepeda, presidente de la Audiencia de Charcas, escribía al Rey: “conviene que Tucumán tenga el puerto de Buenos Aires, así por tenerle más a mano para ser socorrido en cualquier necesidad que se ofreciere”. Parece que la ventaja para Tucumán radicaba en la posibilidad de establecer un sistema de postas, de Buenos Aires a Córdoba, de Córdoba a Santiago del Estero, de ésta a Charcas y de Charcas a Lima. Este sistema permitiría avisar al virrey del Perú las novedades acerca de corsarios, piratas, y otras circunstancias de interés, en un tiempo de sesenta días. Parece que, fundamentalmente, era una finalidad militar más que económica dado el poco interés que tenía la exportación de los bienes producidos en Tucumán; aunque, por otra parte, la nueva ruta abarataría los bienes importados que, hasta entonces, entraban por Panamá. Si Buenos Aires estaba pensada como puerto de los vastos territorios ubicados hacia el norte y su objetivo era de índole militar, las consecuencias de su instalación serían fundamentalmente económicas. Es que poco después de su 35


nueva fundación, un episodio naval externo —el desastre de la Armada Invencible española a manos inglesas—, complica el funcionamiento económico. Esa derrota deja a España como primer potencia colonial del mundo, pero, paradójicamente, potencia colonial sin flota para defender a sus colonias ni comerciar con ellas. En consecuencia, poco después, en 1622, se debe instalar una aduana en Córdoba para impedir el paso de la mercadería ilegalmente entrada por Buenos Aires. El contrabando dominaba toda la región, y estaba a cargo de ingleses, portugueses y holandeses, fundamentalmente. A partir de ese momento se instala una discusión que será recurrente en nuestra historia, entre el proteccionismo y el libre intercambio, más tarde la distribución internacional del trabajo, y a comienzos del siglo XXI, la globalización. En fin, volviendo a la ilación histórica, en enero de 1580 Juan de Garay propone en Asunción la nueva fundación del puerto de Buenos Aires, convocando voluntarios y otorgándoles ventajas que serían acordadas al poblar esa nueva ciudad. Estas se basaban, fundamentalmente, en el reparto del ganado caballar, que abundaba en las pampas a partir de los animales abandonados tras la salida de Mendoza, la distribución de tierras, etc. Se alistaron sesenta vecinos, en gran parte criollos y mestizos. Como señala Vicente Sierra: “ninguna población de la Argentina actual fue fundada por expediciones provenientes de España, sino como resultado de la expansión de centros españoles de América, entre los que Asunción figura en primer término”. En palabras actuales, los que vinieron a fundar Buenos Aires traídos por Juan de Garay, eran paraguayos. 36


11. LA FUNDACIÓN DE BUENOS AIRES Después de tantas vicisitudes se funda Buenos Aires con la intención que sirva de puerto para recibir y despachar naves a España sin exponerlas a los peligros de la travesía del estrecho. Juan de Garay elige un punto sobre la costa del Río de la Plata, unos 50 Km. al sur del lugar en el que intentó Pedro de Mendoza el primer asentamiento. Sus barcos fondearon en el Riachuelo. El trazado de la ciudad fue determinado por Garay de acuerdo con las ordenanzas de Felipe II. La planta respondió a las siguientes disposiciones: “De la plaza, salgan cuatro calles principales, y por medio a cada costado, y además de éstas, dos por cada esquina.” Cualquiera que haya visitado alguna ciudad, pueblo o villa de nuestro país comprobará que ese esquema permaneció, y que, casi sin excepciones, la distribución básica de las plantas urbanas responde a esa descripción. Se repartieron las manzanas del damero entre los pobladores: once españoles y cincuenta y tres criollos, o, como figuran en la lista de Garay, “nacidos en la tierra”. Ha sido un tema de discusión permanente la herencia de la organización hispánica y su influencia en la vida del país durante las dos centurias siguientes. Se argumentó frecuentemente que la burocracia y el reglamentarismo típico de las organizaciones españolas atentaban contra la organización económica del mundo capitalista en el siglo XX, por ejemplo. Muchos creían que la pesadez burocrática de la administración y la reglamentación excesiva que impedía el desarrollo tenían su raíz en las costumbres y las leyes peninsulares. No está claro que así sea, 37


pero lo anterior es un ejemplo de determinismo absoluto, de conculcación de toda libertad de diseño, de sujeción total a reglas establecidas. Quizás esas influencias sean más fuertes de lo que se supone. Si, como hemos visto, episodios como el del capitán Luján quedaron en la memoria —a través del lenguaje y la literatura— durante 500 años, se puede Última foja del acta de fundación de Buenos Aires por Juan de Garay pensar que la organización social y económica permanece, al menos, con la misma fuerza, y que su influjo se percibe muchos siglos después. Es notable observar que después de la tragedia en que terminó la misión de Mendoza, Garay haya podido fundar la ciudad a sólo unos kilómetros de distancia de la anterior sin mayores problemas. Parece que la maldición de la Sede Romana que pesaba sobre Don Pedro había resultado efectiva. Claro que no es que Garay haya encontrado allanado totalmente el camino, porque que tuvo sus problemas. Pero nada comparado con lo del Primer Adelantado. Los naturales del lugar seguían siendo, por supuesto, los querandíes, que con38


Primera misa en Buenos Aires, óleo sobre tela de José Bouchet, 3,92 x 2,01 m, 1910.

tinuaban viendo con no muy buenos ojos la presencia de los intrusos. Cuenta el padre Guevara que, en 1583, atacaron a la ciudad “para coger desprevenidos a los porteños”, y agrega que los pobladores, avisados, se resistieron con vigor, y más, avanzaron contra ellos. Hubo tal mortandad, que el sitio de batalla “desde entonces hasta hoy se llama el paso de Matanzas”. Si bien el “hoy” de la frase anterior se refiere a esa época, la denominación aún subsiste: el partido de la Matanza. También es interesante observar que, por la característica fundamental de puerto con la que había sido concebida la ciudad, a los habitantes de Buenos Aires se los llamaba “porteños” ya en esas épocas. Así seguiría por siempre. En los primeros años del 1600, fray Antonio Vázquez de Espinosa escribió la obra “Compendio y Descripción de las Indias Occidentales”, dada a conocer en 1948 por la Smithsonian Institution, con sede en Washington. No debe llamar la atención. Será casi una constante en nuestra historia que instituciones extranjeras posean documentación inhallable en archivos locales. Refiriéndose al puerto de Buenos Aires, 39


fray Antonio observaba la existencia de caballos salvajes “en tanta cantidad, que cuando pasan a alguna parte parecen de lejos montes, y lo mismo es en partes las vacas”. La riqueza de la pampa húmeda crecía sin la intervención del hombre, siguiendo solamente las leyes de la naturaleza.

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12. SALARIOS Y EXPORTACIONES En 1588 era gobernador del Río de la Plata Juan Torres de Vera y Aragón. Cuando llegó a Buenos Aires se dio cuenta de que el monto del salario prometido, correspondiente al cargo, era una ilusión, puesto que no había cómo cobrarlo debido a la pobreza en que estaba sumida la región. Si bien este hecho se repitió en otros tiempos de nuestra historia, aquí podemos detectar el inicio de la corrupción de muchos funcionarios. En este caso, con salarios imposibles de cobrar y ocupando cargos importantes en la administración del gobierno, los funcionarios se dejaban tentar por coimas y negociados, o cometían abusos para obtener beneficios económicos. Torres de Vera fue acusado de haberse apropiado de los escasos caudales de las cajas reales para cobrarse sus sueldos. Fue a España a reclamar judicialmente, pero al fin, cansado después de veinte años de trámites de un juicio que no culminaba nunca, renunció a sus pretenciones. También es conveniente subrayar, que, ya desde nuestros orígenes, el modelo de justicia no era muy adecuado, y la burocracia administrativa hacía imposible arribar a sentencias en tiempos razonables. Al comienzo del siglo XXI la acusación corriente que se le hacía a la justicia argentina era su lentitud. Quizás, lejanos frutos de españoles orígenes. La escasez era notable, en bienes y en dinero efectivo. Era común en esa época el uso de bienes como referencia para las negociaciones, por la falta de dinero. Ya en Asunción, la medida era la vara (medida de longitud) de lienzo: por ejemplo, un arado, dos varas de lienzo; una puerta de madera, cuatro varas; un par de botas, dos varas. Era el ré41


gimen de precios fijos, todo lo contrario a lo que luego, en el otro extremo de nuestra historia, es decir el comienzo del siglo XXI, se denominaba economía de mercado. En 1605 el Cabildo de Buenos Aires contrató los servicios médicos de Manuel Alvarez por cuatrocientos pesos anuales, pero, ante la falta de efectivo, se aclaraba que eran pagaderos “en frutos de la tierra”. En medio de la pobreza comentada, la única riqueza efectiva de Buenos Aires a fines del siglo XVI eran las tropas de caballos salvajes, llamados cimarrones. El testimonio de fray Antonio citado en el punto anterior es claro al respecto. Como ya fue comentado, Garay, sabiendo que de los caballos y yeguas abandonados por Mendoza en la retirada de Buenos Aires habían surgido —por el crecimiento natural propio de un ambiente feraz como la pampa húmeda— grandes tropas, prometió a quienes lo acompañaban repartir la propiedad de los caballos entre ellos. Esa disposición, como muchas otras a lo largo de nuestra historia, no se cumplió, al menos totalmente. Fue, parcialmente, un engaño. Como fue común en nuestra historia, el que confía en las promesas de las autoridades, en general, pierde. Si en los comienzos del siglo XXI el que había confiado en el país tenía sus dineros secuestrados en el sistema bancario por orden del gobierno y sin posibilidad de retirarlos manteniendo su valor en dólares, en 1587 una orden indicaba que “se dejase a cierto hombre que el general envió, llamado Duarte Núñez, portugués, que fuesen a las yeguas y matasen trescientas o cuatrocientas y les quitasen las colas”. Por supuesto, “para matar éstas hirieron y murieron más de otras tantas de 42


arcabuzasos”, cuyos cuerpos quedaron diseminados por las pampas para alimento del bicherío, incluyendo sus deseadas colas. ¿Por qué tanto interés en las colas de los caballos? ¿Por qué matar tantos animales para usar sólo una mínima parte y abandonar el resto como desperdicio? Es que enviaban esas colas a la costa de Guinea, en el Africa, donde los nativos las usaban como adorno. Ese cargamento fue la primera exportación que se hizo desde el puerto de Buenos Aires. Un debut que no presagiaba nada bueno.

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13. TODO EN ORDEN Como fue dicho, Juan Torres de Vera y Aragón desempeñaba el cargo de gobernador. Es interesante echar un vistazo a los antecedentes, a los hechos que lo condujeron a ese cargo. Cuando Francisco Pizarro llegó al Perú, la importante civilización inca estaba sufriendo un sangriento proceso por el poder. El inca Atahualpa se encontraba en guerra con su hermano Huáscar, a quien no sólo mata sino que pasa a cuchillo a toda su familia. Instalado Atahualpa como rey o emperador, es ejecutado por Pizarro, que ubica en el poder al inca Tupac-Hullpa. Este, curiosamente, muere en forma repentina, y la corona de los incas pasa a Manco Capac Yupanqui, que era hermano del asesinado Huáscar a manos de su tío Atahualpa. Manco Capac tiene una hija, Palla Leonor Yupanqui. Como siempre, las acciones de los conquistadores provocaron, con Juan Ortiz de Zárate a la cabeza, la reacción de los naturales del lugar, en este caso, los incas. La lucha entablada terminó en 1544, cuando el capitán Gómez Pérez, de la guardia de Ortiz de Zárate, asesina a Manco Capac Yupanqui. La hija de éste tenía entonces cuatro años. Dieciseis años después, cuando ella alcanza los veinte, Ortiz de Zárate, que tenía cincuenta, la toma como mujer. De él y Palla Leonor nace Juana, que, siguiendo las costumbres burocráticas españolas, fue legitimada por una real cédula de Felipe II en 1570, pues Ortiz de Zárate “la hubo siendo soltero en mujer soltera”. Por el contrato establecido entre Ortiz de Zárate y el rey de España, los cargos que ostentaba —en particular el de Gobernador del Río de la Plata—, eran por “dos vidas”, de manera que podía incluirlos en su testamento. Lo hizo, nombrando en 44


esos cargos a doña Juana de Zárate “mi hija, por su Majestad legitimada”. Pero, agregó una condición que ineludiblemente tenía Doña Juana que cumplir, “casándose, como Dios nuestro Señor será servido que se case, con tal persona que como caballero pueda gobernar y gobierne”. No era tan fácil para una mujer, en esos tiempos, avanzar hacia el poder, sólo concebible en manos de un caballero “que pueda gobernar y gobierne, conquistar y poblar estas dichas provincias y gobernación, y administrar la justicia real”. Después de ese testamento, el problema del poder radicaba en elegir esposo para Juana. Dejarla a su libre arbitrio podía resultar desastroso, como le advierte el virrey del Perú al rey de España, puesto que Ortiz de Zárate “deja nombrada a una mozuela, hija de una india, y conforme a la crianza que ellas tienen sería posible casarse con algún mestizo o mulato”. De ser así, podría resultar que un natural de estas tierras se conviertiese en gobernador de ellas, y esto era inaceptable. Había que tomar cartas en el asunto. Tal riesgo no se corría poniendo la delicada situación en manos de dos personajes notables, con criterio para encarrilarla: Juan de Garay y Fernando de Zárate, tío de Juana. Ellos buscaron y encontraron un buen partido. Después de esa cadena de asesinatos e intrigas, de contubernios y traiciones, culmina esta pequeña historia que conduce al cargo de Gobernador. Ante la presencia del Presidente de la Real Audiencia, autoridades, parientes de los novios y el albacea de la dama, Juan de Garay, el 8 de diciembre de 1577 en la casa de Fernando Zárate se consagra el matrimonio entre Juana de Zárate y Juan Torres de Vera y Aragón. 45


14. LA ECONOMÍA COLONIAL La base de la economía era el monopolio comercial, practicado no sólo por España sino también por Francia, Portugal, Holanda e Inglaterra. Esta política comercial se ponía en práctica mediante el tráfico de barcos que salían desde España trayendo a América sus productos y llevando a su regreso, en general, metales preciosos. En 1588 el poderío naval de España queda destruído con el desastre de la Armada Invencible en su lucha contra la armada inglesa. Resultó así que España, la potencia colonial más grande del mundo, no poseía los barcos de guerra necesarios para defender sus colonias. Se establece entonces un sistema de flotas o galeones para el transporte de mercaderías, flotas que estaban protegidas por la armada real. Ese método minimizaba la cantidad de barcos de guerra utilizados en la protección de los navíos comerciales, y, además, garantizaba su seguridad de manera efectiva. Durante algunos años el comercio fue reducido a una flota de galeones por año, aunque en algunos años no hubo ninguna. Es decir, el comercio entre España y América estaba reducido notablemente, y como consecuencia, los productos peninsulares que se necesitaban en estas tierras comenzaron a escasear. Pero otra circunstancia económica colaboró a acentuar esa escasez: fue la crisis desatada en España por la elevación de los precios de los bienes de consumo. Los economistas españoles de la época no se dieron cuenta de que la causa del crecimiento de los precios se debía al desequilibrio que sufrió la economía debido a la importación de los metales preciosos desde América. La consecuencia de la gran cantidad de ellos en circulación fue el alza de todos los precios de los bienes de subsistencia. Pero los economistas 46


del reino fallaron en su diagnóstico, y creyeron que esa suba de precios se debía a la exportación de productos españoles hacia el nuevo continente. Es decir, en lugar de atribuir el alza del costo de vida a la enorme cantidad de metálico inyectada en el circulante, la creyeron producto de la falta de bienes de consumo debida a la exportación. La respuesta fue, en consecuencia, limitar las exportaciones al mínimo posible. En resumen, dos causas confluyeron para la notable reducción del comercio que se dio: por un lado, una causa militar obligó a la organización de flotas protegidas; por otro, una causa económica que no fue correctamente interpretada lo disminuyó aún más. Esto pone a la América hispana en una situación particular. Frente a la falta de abastecimientos, no quedaba más remedio que recurrir a las propias fuerzas para tratar de suplirlos. Así sucedió. En México, Perú y Cochabamba, por ejemplo, se desarrollaron miles de telares que satisficieron las necesidades de productos textiles. La economía española tuvo así un efecto no buscado sobre la economía americana que resultó beneficioso para ésta última. Consiguió que se produjera en América lo necesario para abastecer el consumo interno. Pero no se dio ese efecto en toda la América hispana. Un lugar distante, fuera del control de la marina española, lejos de los puertos del hemisferio norte de América usados por las flotas y los galeones españoles para mantener el disminuído comercio, quedaba apartado del sistema de transporte establecido y a merced del comercio extranjero, holandés y portugués, de contrabando. Ese lugar era Buenos Aires. 47


15. FUNCIONARIOS, LEYES Y ABOGADOS El contrabando en la región de Buenos Aires era conocido por los otros cabildos de la región, como los de Santa Fe y Asunción. Es que, además de ser transacciones comerciales fuera de la ley, ocasionaban perjuicios económicos a las regiones del interior. En consecuencia, se quejaron ante el cabildo de Buenos Aires reclamando la suspensión de ese comercio prohibido. El alcalde del cabildo porteño, siguiendo comportamientos burocráticos que durante siglos estuvieron vigentes en nuestro país (en los comienzos del siglo XXI eran exactamente iguales), tomó nota del reclamo e hizo todo lo que correspondía para demostrar que se habían tomado las medidas correctivas necesarias. Por supuesto, nada hizo más que dejar que el contrabando siga su curso. Es que varios integrantes del cabildo porteño estaban interesados en esos embarques. El que comandaba la asociación ilícita que funcionaba detrás del contrabando era Juan de Vergara, que, quizás por eso mismo, fue elegido procurador de la ciudad el 1 de enero de 1615. Para allanar el camino a sus negocios ilícitos había tomado sus recaudos. Un poco más de un año antes a esa designación entrevió cierto peligro para sus negocios, y actuó en su defensa. Hacia fines de 1613 el cabildo que integraba puso reparos a que tres abogados instalaran sus oficinas en Buenos Aires. Los argumentos usados en el cabildo fueron: “vienen con el ánimo de que haya pleitos para ganar plata”, la ciudad “no tiene necesidad de letrados”, sirven “para inquietar a los oficiales reales con los gobernadores”. Y se les prohibió la entrada a Buenos Aires. Por supuesto, las razones del rechazo eran otras. La pandilla dirigida por Juan de Vergara temía que procesaran a los 48


Firma de Juan de Vergara

que introducían mercaderías de contrabando, perjudicando sus intereses. Esta prohibición duró unos pocos meses. Consta que en 1614 uno de esos tres abogados, Gabriel Sánchez de Ojeda, actuaba al servicio de la asociación ilícita de Vergara. Finalmente, él y otros trabajaron en Buenos Aires sin problemas. Seguramente se comprometieron a no molestar con pleitos inconvenientes y a apoyar la legalidad de todo lo que precisaran las autoridades. Ese cuerpo de doctrina fue respetado y tuvo muchos seguidores. A fines del siglo XX y comienzos del XXI, la Suprema Corte de Justicia de la Nación defendió—por citar uno entre muchos otros casos de sumisión al poder político— los intereses de una asociación ilícita investigada por un juez sobre el caso de contrabando de armas que involucró a Carlos Menem como ex-presidente de la Nación y a varios de sus colaboradores. Nada pudo contra los miembros de la desvergonzada Suprema Corte, que continuaba al servicio del poder de turno a comienzos del siglo XXI, bajo la presidencia de Eduardo Duhalde. Nota. Siglo XVII: los abogados en cuestión eran Gabriel Sánchez de Ojeda, de Chile, Jusepe de Fuenzalida, de Córdoba, y Diego Fernández de Andrada, de Santiago del Estero. 49


16. FUNCIONARIOS, LEYES Y ABOGADOS II Siempre hubo rumores, juicios sin resolver, muertes dudosas, que involucraban negocios turbios, política y mafias. Los diarios de fines del siglo XX lo muestran y basta revisarlos para comprobarlo. Un par de ejemplos: David Graiver, banquero muerto en un misterioso accidente de aviación en México, que supuestamente manejaba fondos de un grupo guerrillero argentino; Alfredo Yabrán, que supuestamente se suicidó en Entre Ríos —su cadáver nunca fue exhibido—, empresario de correo que fue apedreado cuando salía de la Casa Rosada en épocas de Menem, cuya existencia se había hecho pública después de una foto obtenida por el fotógrafo José Luis Cabezas, que luego fuera asesinado sin que se encontraran culpables. Una mezcla de mafias, lobbies, funcionarios corruptos, jueces venales, y millonarios negocios oscuros que llevan hasta el asesinato. Pero, nada nuevo hay bajo el sol… Volvamos a nuestro personaje: Juan de Vergara. El 29 de diciembre de 1610 llega al puerto de Buenos Aires el navío Nuestra Señora del Rosario, y el escribano Juan de Vergara se pone de acuerdo con el alguacil de mar Antonio de Sosa, en denunciar que el barco traía negros esclavos desde Angola. Eran 87 y fueron decomisados porque el tráfico estaba prohibido. Entonces fue que se dieron cuenta de que podían amasar una gran fortuna en forma legal, ya que los esclavos decomisados debían ser rematados en subasta pública. Su socio Diego de Vega era el único comprador a muy bajo precio, cosa que conseguían amedrentando a los 50


posibles compradores —tal como se hacía habitualmente en muchos remates realizados en el siglo XX—, que no se atrevían a pujar en esas ventas. Una vez introducidos, con la necesaria licencia en las manos, los llevaban a Potosí para venderlos con enormes ganancias A personas como las mencionadas, miserables que pueden lucrar con seres humanos, se les ocurrió hacer ese procedimiento, pero en gran escala. ¿Por qué no organizar embarques desde el exterior, traerlos a Buenos Aires, comprar baratos a los esclavos en remates arreglados, y venderlos en Potosí con pingües ganancias? Por supuesto, así lo hicieron, y tuvieron éxito en sus operaciones. Pero para continuar con ese despreciable negocio tenían un obstáculo: la honestidad del gobernador, Diego Marín Negrón. En efecto, advertido éste de la maniobra, le hubiera bastado prohibir la venta de los esclavos decomisados a un precio distinto al fijado por la Gobernación, y… fin del negocio. La conclusión a la que llegaron los miembros de la banda fue eliminar al Gobernador. Ese momento llegó cuando Marín Negrón, en 1613, viaja a Santa Fe y delega el mando en Mateo Leal de Ayala, que ya formaba parte de la banda. Los del norte estaban muy extrañados por la cantidad enorme de esclavos que llegaban desde Buenos Aires, y decidieron investigar. El 28 de julio de 1613 muere en Santa Fe Diego Marín Negrón, y el investigador enviado desde el norte, como otros, concordaron en afirmar que el Gobernador había sido envenenado por alguien allegado a Juan de Vergara. Eso completó el cuadro, y la banda pudo seguir con su negocio sin inconvenientes. 51


Lo dijimos: mafias, lobbies, funcionarios corruptos, jueces venales, y millonarios negocios que llevan hasta el asesinato… en el siglo XVII y en el XXI también, parafraseando a Enrique Santos Discépolo.

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17. MONOPOLIO Y LIBRE COMERCIO Como fue dicho, después de la derrota de su armada en 1588, España no poseía una escuadra capaz de defender, ni militar ni comercialmente, a las colonias. Interesa analizar, a partir de ese momento en que se inicia un período sin protección de la metrópoli, el aspecto comercial. En esa época el régimen mercantil impuesto por España respecto de las colonias era, como se vio, el monopolio. Enfrentamos aquí a uno de los temas recurrentes en la historia de la Argentina. Es en esa época en que se plantea por primera vez un problema, que, como veremos, involucrará a casi todos los personajes importantes de nuestra historia y que será el origen de todas las vicisitudes económico-sociales que se dieron desde ese momento en nuestro país. Para situarnos en el otro extremo de nuestra historia, en los comienzos del siglo XXI la discusión sobre este tópico estaba instalada en la población. Era tema común en charlas cotidianas la globalización —es decir, la interacción económica del país con el resto del mundo— el balance entre las importaciones y los productos nacionales, la igualdad de nuestra moneda, el peso, frente a la moneda más fuerte del mundo, el dólar. Es que en la Argentina de comienzos del siglo XXI, el índice de desocupación era alarmante, cercano al 20 % de la población económicamente activa, las fábricas locales no podían competir con las mercaderías de importación y cerraban o se trasladaban a otros países como Brasil, y esa importación incluía productos de todo tipo, sin ninguna regulación. Todo era importado, desde equipos electrónicos hasta productos textiles, desde alimentos enlatados has53


ta productos farmacéuticos, desde juguetes infantiles hasta electrodomésticos. La industria nacional había quedado reducida a su mínima expresión. En el período de la historia que estamos analizando, es decir, en los primeros años de existencia del puerto de Buenos Aires, se plantea por primera vez el problema: importaciones libres versus proteccionismo; y las claves para el análisis de las consecuencias económicas, políticas y sociales que traerá ese problema al país pueden vislumbrarse desde esos mismos orígenes. A poco de la fundación de Buenos Aires (1580) comienzan a preocupar sus consecuencias económicas. Es que las localidades del norte se vieron afectadas en su producción por las mercaderías entradas por Buenos Aires de contrabando. Las siguientes cifras son claras; muestran el saldo negativo de la balanza comercial en los períodos 1586-1596, 1596-1605 y 1606-1615: importación 1.180.314, exportación 84.758; 1.441.282 y 753.436; 7.533.123 y 1.151.678, respectivamente. Por supuesto, la diferencia era pagada en oro y plata obtenidos en el norte como pago por las mercaderías producto del contrabando, y con cueros provenientes del ganado salvaje que rodeaba a Buenos Aires. Las gestiones iniciadas en Lima ante el Rey para defenderse del contrabando introducido por Buenos Aires tuvieron éxito, ya que, en 1622, se establece la Aduana en Córdoba. No en Buenos Aires, sino en Córdoba. Está claro que esta creación divide al territorio en dos: la zona de influencia del puerto de Buenos Aires hasta Córdoba, donde se imponía el impuesto al ingreso, y desde allí, al norte. 54


Esta división permite analizar los desarrollos de dos zonas marcadamente diferentes en su manejo económico-político, porque ofrece ejemplos concretos de organización bajo circunstancias completamente distintas. De las interpretaciones de esos funcionamientos diferentes surgen las corrientes de pensamiento que indicaron caminos a nuestros dirigentes, caminos cuya divergencia llevó a enconadas rivalidades, guerras civiles e internacionales, destrucción, y, en muchos casos, enajenación del futuro nacional. Examinemos dos opiniones al respecto. Una, de Ricardo Levene, que, frente a la introducción del contrabando porteño y su rivalidad comercial con los productos producidos en Lima, comenta que los bienes importados en contrabando hacían una “fácil competencia a los precios exorbitantes de los artículos producidos en el Perú. Las poblaciones del interior y Norte del Plata eran motivo de una explotación insaciable por parte del comercio limeño”. Otra, de José María Rosa, que, frente a la misma situación opina: “Hubo así dos zonas aduaneras en la América hispana: la monopolizada y la franca. Aquélla con prohibición de comerciar, y ésta con libertad. Y aquella zona, la monopolizada, fue rica; en cambio la región del Río de la Plata vivió casi en la indigencia”. Para uno, la ventaja estaba en la baratura de los bienes, para otro, en la protección de las industrias locales. Dice Levene, “los precios de los artículos eran en Potosí cuatro veces más caros que en Lima; y en Tucumán se pagaban el doble que en Potosí, de modo que los precios eran en Tucumán ocho veces más caros que en Lima”. En cambio José María Rosa cita un escrito de Yañiz, que actuó en una discusión 55


sobre el tema que se dio más adelante, en 1809 (acerca de la cual volveremos): “Es un error creer que la baratura sea benéfica a la Patria; no lo es efectivamente cuando procede de la ruina de la industria, y la razón es clara: porque cuando no florece ésta, cesan las obras, y en falta de éstas se suspenden los jornales; y por lo mismo, ¿qué se adelantará con que no cueste más que dos lo que antes valía cuatro, si no se gana más que uno?”. Se dibujan así los perfiles del paisaje que circundará el camino que el país recorrerá en el futuro.

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18. CAPITALISMO Como ya fue comentado, España recibe del Nuevo Mundo una cantidad extraordinaria de metales preciosos; esto sucede desde 1503, y se acentúa luego, con el descubrimiento de minas de plata en México y Perú. Se mencionaron antes tanto la inflación originada como consecuencia de tal cantidad de metálico introducida en la economía española, como las consecuencias que se sufrieron por tal inflación. También se observó la interpretación errónea de las causas de esas consecuencias económicas. Pero España no era la única potencia colonial, y las naciones que compartían con ella la condición colonialista también le daban importancia a los metales preciosos, por ejemplo, Inglaterra. Sin embargo, el destino económico tanto de las metrópolis como de sus colonias fue diferente. Es que, como subraya Vicente Sierra, “la mentalidad del español lo inhabilitó para adaptar las riquezas mineras de América a las concepciones que abrían paso a una economía de tipo capitalista”. Estas épocas marcan el fin de la Edad Media, a la que tanto España como Portugal pertenecían espiritualmente. Por razones fundamentalmente religiosas habían expulsado a los judíos, que, como observa Earl J. Hamilton, era el único sector de la población capaz de poner en acción los elementos técnicos que proporcionaban las nuevas riquezas en marcos más aptos para la economía capitalista que los propios del medioevo. En España, la riqueza proveniente de América no sirvió como capital para el desarrollo de la producción, sino para 57


que algunos adquirieran posiciones sociales para usar esa riqueza en derroches y lujos, y para que el campesino abandonase el campo porque resultaba más fácil vivir en la ciudad de las migajas de los poderosos. No sucedió lo mismo en Inglaterra. Vista la historia desde el comienzo del siglo XXI, cuando la economía capitalista era dueña del mundo sin ningún rival después de la caída del líder de la economía comunista, la Unión Soviética, quizás estas actitudes iniciales puedan explicar algunas diferencias entre la prosperidad material de los pueblos. Es que, sin entrar a juzgar ventajas e inconvenientes de las teorías económicas, lo cierto es que el mundo entró al siglo XXI globalizado por la economía capitalista. Y dentro de esa economía capitalista no funcionaban de igual manera las ex-colonias de España y Portugal, es decir, toda América Latina, que los Estados Unidos o Australia, que provenían de la línea establecida por Inglaterra. Quizás puedan detectarse en esas distintas maneras en que las metrópolis accedieron a un nuevo período de la historia —marcado fuertemente por una tendencia económica distinta a las antecesoras— algo de los orígenes de las discrepancias en el destino económico de las que fueron sus colonias. Quizás pueda considerarse a esa actitud que tuvieron España y Portugal en el siglo XVII frente a una nueva organización económica, como el Pecado Original que manchó el alma que vivificaba la economía de los que serían los países de América Latina. 58


19. LAS DOS ZONAS ECONÓMICAS Como se ha visto, el estilo de comercio monopólico impuesto por España y la disminución de su poderío naval, llevaron a la constitución de dos zonas nítidamente diferentes, separadas por la aduana establecida en Córdoba. La zona norte, desde Córdoba hacia arriba, dentro del esquema monopólico, y la sur, fuera de él, inmersa en el contrabando. La primera se hizo autárquica, es decir, produjo lo necesario para satisfacer el consumo interno; la segunda dependió sólo de su riqueza natural y el comercio ilícito. La extensión del Tucumán en el siglo XVI abarcaba las actuales provincias de Tucumán, Salta, Jujuy, Córdoba, Catamarca, La Rioja y Santiago del Estero, mientras que todo el litoral, desde una línea norte-sur que pasa entre las ciudades de Córdoba y Santa Fe hasta la línea establecida en el mencionado Tratado de Torresillas —en esa época algo a la izquierda de San Pablo, Brasil—, correspondía a la gobernación del Río de la Plata. En el norte las técnicas de producción se desarrollaron fundamentalmente en talleres de hilados y tejidos. De acuerdo con los métodos de la época, el trabajo era artesanal, con maestros, oficiales y aprendices, en el que también participaban indios de las encomiendas elaborando productos y cosechando. La economía del Tucumán estaba dominada por la producción de algodón, su elaboración y la fabricación de productos textiles, y contaba, además, con abundancia de otros productos de la tierra. De la pobreza de la flora y la fauna americana en lo referente al sustento —el maíz, la 59


papa, la yerba mate y la mandioca, desconocidos en Europa, eran fundamentales en la alimentación de los aborígenes—, se pasó a una enorme variedad de especies vegetales importadas que encontraron campos fértiles y clima adecuado para su proliferación. Pero, por otro lado, las enormes riquezas de los distritos mineros fueron centrales en la vida económica de América, impulsando el desarrollo regional, la concentración demográfica y la diversificación de actividades. Sirve como ejemplo Potosí: la producción de plata se eleva enormemente en 1572, cuando mejora la técnica empleada en su obtención. Las siguientes cifras son esclarecedoras: Producción de plata (ver Nota)

Población

1571-1575

1.700

1543

3.000

1576-1580

7.900

1580

120.000

1581-1585

12.200

1650

160.000

Es claro que esos centros mineros tenían necesidades crecientes de abastecimiento que promovían el desarrollo de otras regiones. Tucumán se inserta en el campo de influencia de Potosí activando fuertemente la economía del algodón, la industria de la construcción de carretas para el transporte, el desarrollo de curtiembres, etc. Un minero potosino calculaba en 25.000 pesos el valor de los productos comprados a Tucumán en el año 1585; para 1603 la cifra se había cuadruplicado. Los productos eran “lienzo de algodón, alfombras, miel, cera, ropa de indios, almohadas, alpargatas y otras cosas”. También comienza a ganar importancia la venta de ganado en pie y de un producto derivado, el sebo. Tanto aumenta ese 60


comercio que en 1590 Ramírez de Velasco prohíbe la venta de ganado vacuno y caballar de Santiago del Estero debido a su alarmante disminución. Mientras tanto, en la zona sur, Buenos Aires carecía de productos para colocar por lo que comenzó a usar otros métodos, menos productivos y más especulativos, para intervenir en el proceso económico. Es que los ingresos obtenidos en Tucumán por sus exportaciones acrecentaron, por un lado, el comercio local, y por otro, tuvieron excedentes invertidos en mercaderías importadas desde Buenos Aires a través del contrabando. Entrada del contrabando y salida de la plata extraída en el norte y de los cueros de sus manadas naturales, Buenos Aires comienza a intervenir en el proceso económico sin contar más que con su riqueza pecuaria, y, fundamentalmente, su puerto, en el que se disputaban negocios especulativos intermediarios, contrabandistas y negreros, sin lugar para los productores indispensables en el desarrollo económico. Su puerto, que, por ser el punto más débil del continente para acercarse a la plata de Potosí, fue tratado por los extranjeros, según la Audiencia de Buenos Aires en 1661, como “una dama tan hermosa que no han omitido medios costosos para galantearla”.

Nota: Como en otros casos, no se consignan las unidades usadas porque llevarían a un análisis de las monedas de la época. Lo que interesa es la tasa de crecimiento.

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20. LA GUERRA COMERCIAL El siglo XVI culmina con un hecho que será trascendente para la historia nacional: la muerte del rey de España, Carlos II, sin herederos. La corona fue disputada por varias familias reinantes de Europa, lo que originó una guerra por la sucesión del trono español que se prolongó por más de una década. Finalmente fue firmada la paz en Utrecht (Holanda), en 1713. Por su importancia en el resto de la historia Argentina, interesa seguir la actuación de uno de los actores de esa contienda: Inglaterra. Hasta aquí hemos analizado las diferencias económicas existentes en las gobernaciones de Tucumán y del Río de la Plata, y las consecuencias del contrabando en lo que respecta a su poder destructivo sobre el desarrollo de manufacturas nacionales. Si interesa ahora —no sólo por los hechos acaecidos en la época sino por sus proyecciones futuras— la actuación inglesa, se debe consignar el siguiente hecho: por tratados comerciales establecidos en 1604, ampliados en 1667, en 1670 y en 1712, Inglaterra gozaba, en realidad, de plena libertad para colocar sus mercaderías en el circuito de consumo americano. ¿Por qué entonces apelar al contrabando? La respuesta a esta pregunta es vital para entender desde los orígenes algunos padecimientos económicos de nuestra nación. ¿Necesitaba Inglaterra emplear procedimientos ilegales en su comercio? Algunas cifras demuestran que no. En efecto, el padre Peñaloza, en su obra Memorial II de 1669, calculaba que un cargamento de 30.000.000 de pesos producía a los extranjeros, en oro, plata y frutos, 90.000.000. No parece 62


poca ganancia. Pero no era sólo eso lo que interesaba. Como señala Vicente Sierra, para Inglaterra “el comercio fue un procedimiento de guerra como cualquier otro, salvo que éste era para usar en tiempos de paz, pues, además de colocar su producción, procuró evitar el desarrollo manufacturero tanto de España como de América, para debilitar a aquélla y hacer de ésta una simple productora de materias primas y consumidora de manufacturas británicas”.

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21. EN CUEROS Y SIN CUEROS La riqueza natural de Buenos Aires era el ganado cimarrón, tal como fue visto. Siendo un recurso renovable, un manejo racional de los rodeos hubiera permitido una explotación ventajosa. Pero, como ya fue dicho, la primera exportación realizada desde el puerto de Buenos Aires no presagiaba nada bueno. Así fue. El ganado, tanto vacuno como caballar, se había reproducido de manera natural, pero la acción sobre las tropas salvajes que se llevó adelante para obtener los cueros con que se pagaba parte de la mercancía entrada ilícitamente no tuvo ningún control. Sobre esta riqueza que la naturaleza prodigó, el hombre actuó sin miramientos, y, en lugar de ser la base de una industria exportadora, fue extinguida por matanzas indiscriminadas. Muchos ejemplos similares se verían en los siglos siguientes en todo el mundo, al punto que, al comenzar el siglo XXI, una de las preocupaciones establecidas fuertemente fue la del cuidado de los recursos naturales, la extinción de las especies y la protección del ecosistema frente a los desórdenes introducidos por las acciones humanas. Dada la notoria escasez de animales, en 1700 se prohibieron las “vaquerías” —es decir, la caza de animales salvajes—, por cuatro años, en 1709 por uno y en 1715 nuevamente por cuatro. Pero como resultado del Tratado de Utrecht como colofón de la guerra de Sucesión por la corona española, Inglaterra obtiene un beneficio comercial que ya la favorecía en otras regiones del continente, aunque no en el Río de la Plata. Pide y obtiene “cierta extensión de tierra donde no 64


sólo pueda refrescar a los negros, sino también mantenerlos en seguridad hasta que sean vendidos a los españoles”. Esto significa el establecimiento de un “Asiento de negros”, como se llamó en esa época a las instalaciones que hacían de depósito de los esclavos importados desde Africa. El negocio de la trata de negros, si bien existía desde antes en Buenos Aires, no había alcanzado una magnitud considerable. En cambio, a partir del Tratado mencionado, Inglaterra creó una empresa, la South Sea Company, para que lo explotara. La compañía integró su capital con fondos propios, un cuarto del total aportado por la corona británica, y otro cuarto por la española. Como España no lo tenía, y los ingleses exigían que corra también con el riesgo de pérdidas posibles, la compañía se lo adelantó al interés anual del 8%. La South Sea Co. se obligaba a introducir 4.800 negros por año durante 30 años. Obviamente, demasiado para Buenos Aires dada su escasa población. Pero la intención era penetrar al interior y llegar a Chile y al Alto Perú. Para instalar el asiento de negros envían a Tomás Dober, quien, en 1715, solicita la acumulación de 95.000 cueros en el puerto de Buenos Aires para pagar el precio de los esclavos que desembarcarían en el futuro. Es que el negocio era mejor, sin dudas, si se evitaba demorar a los barcos negreros en espera de los cueros que se tomaban a cambio. La empresa valuaba cada cuero en 12 reales, que era buen precio a juzgar por el interés despertado en la población por participar en la matanza del ganado. En realidad, les importaba la participación de los vecinos de Buenos Aires no sólo para la provisión de cueros, sino para lograr, de paso, socios en lo que constituía su interés básico: el contrabando. 65


En 1725, un informe de la Casa de Contratación decía: “No se ignora que los ingleses no hicieron el empeño del Asiento de negros por la ganancia que habían de conseguir, porque todos sabemos a lo que puede llegar”. Sugería otras actividades además de las comerciales visibles, que tenían que ver con el contrabando y el espionaje. Así fue, como lo prueban las cartas enviadas por un empleado de la compañía en Buenos Aires, M. Truppe, a los directores de Londres entre 1717 y 1718. Se conocen esas cartas porque algunos de los empleados de la compañía buscaban obtener, además de los sueldos que percibían, algún otro beneficio. Las cartas fueron robadas por M. Plowes, secretario de la South Sea Company, y vendidas al Marqués de Barrenechea en 1728. En fin, como consecuencia de las matanzas, el ganado fue desapareciendo de las pampas bonaerenses. Cada vez había que alejarse más para encontrarlo. Llegó a estar a 150 leguas de Buenos Aires, en tierras de indios. Así se extinguió el negocio. El Cabildo demostró que, aún con precios más altos a los que se pagaban, la provincia se quedaría “en cueros y sin cueros”.

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22. SOCIEDADES SECRETAS Quizás una de las cosas que más rechaza el espíritu republicano y democrático es la connivencia entre sociedades que actúan en forma oculta con intereses económico-políticos, y el poder establecido. Esto es debido a que resulta incompatible el manejo de los intereses públicos, que tiene como objetivo el bien común, con aquél que es propio de esas sociedades, que tienden a lograr fines que satisfagan sus propias necesidades, distantes, en general, de los de la nación en que actúan. Se manifestó esta discrepancia en forma muy clara en muchos momentos de nuestra historia, y, como vimos, al comienzo del siglo XXI, cuando la población lo sintió en carne propia y reaccionó en consecuencia. Pero las actividades de este tipo de sociedades secretas tienen lejanos orígenes. Después del Tratado de 1713 con que finaliza la guerra de sucesión española, Inglaterra logra quedar ubicada en una posición favorable para penetrar en los dominios españoles en América, y, por supuesto, después de los esfuerzos realizados para conseguirla, se dispone a aprovecharla. Entre las herramientas usadas para lograr tal penetración y participar no sólo en la liquidación del imperio español sino en la división de América, la independencia de sus naciones, y la manipulación de su economía, figura en forma destacada una sociedad secreta: la masonería. Nace en 1717 en Inglaterra, vinculada con los centros del poder financiero de Londres y la familia real inglesa, muchos de cuyos miembros fueron Grandes Maestros de la institución: uno de ellos fue el rey Jorge IV durante la época de la independencia 67


de los países hispanoamericanos, otro, el duque de Kent, al cumplirse 250 años de la fundación, en 1967. Como señala Patricio J. Maguire, “actúa esta institución como centro de expansión de la ideología liberal de los grandes pensadores ingleses, como Francis Bacon”. Bacon (1561-1626) vivió en la época de las primeras conquistas de la ciencia y de las primeras invenciones (como la imprenta, la brújula, etc.), y en los comienzos de la consolidación política de su patria. Pero las preocupaciones filosóficas no colmaban el afán de las logias a través de las que se implementaba el poder de la masonería: existían otras razones de índole más práctica. Siguiendo a Maguire, “procura la masonería infiltrarse por todos los resquicios de la sociedad para encadenar al logro de sus objetivos a la élite dirigente de los diversos sectores de actividad de cada lugar”. Como es de esperar, dado el interés inglés en los dominios españoles en América, las logias secretas que componen la organización masónica tratan de llegar a sus territorios sin mucha demora. Pero no les resultó fácil ingresar en las posesiones españolas debido, entre otras cosas, a diferencias 68


religiosas. Porque además de las vinculaciones de la masonería con los poderes financieros y políticos, ésta había nacido íntimamente relacionada con la Iglesia Anglicana. Hay un anatema papal contra la masonería en 1735, y un complemento a partir de disposiciones del rey de España en 1751. De cualquier manera la propagación de la organización masónica comienza, naturalmente, en las colonias inglesas. En 1730, tan sólo trece años después de que se fundara en Londres la Gran Logia Madre del Mundo, su Gran Maestre, el Duque de Norfolk, designa al Gran Maestre Provincial para Nueva York y estados vecinos. Cinco años más tarde, el vizconde de Weymouth, Gran Maestre de Inglaterra, nombra al primer Gran Maestre Provincial para América del Sur: Randolph Took. Took se instala en Buenos Aires ese mismo año de 1735. Estuvo preso desde 1739 a raíz de la guerra entre España e Inglaterra de ese año, y fue embarcado hacia la península en 1741. Mr. Took era director de la South Sea Company, y desempeñó su misión dirigiendo el Asiento de Negros instalado en Buenos Aires.

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23. ALGUNAS CIFRAS Es claro, después de lo visto, que las intenciones de Inglaterra iban mucho más allá del comercio. El Asiento de Negros ocultaba otros negocios que estaban tapados por la fachada de los exhibidos como legítimos. Buenos Aires fue la puerta para introducir no sólo esclavos sino también contrabando hacia el interior, Chile y el Alto Perú. En 1726 el gobernador Bruno Mauricio de Zabala hizo anotar a los pobladores, y desde ese año se realizaron otros censos. Las cifras, para Buenos Aires y la campaña bonaerense, son las siguientes: Año

blancos indios

mulatos, pardos y negros

1726

2.538

330

1738

3.981

455

1759

11.100

6.000

Recordemos que la South Sea Co. se obligó a comerciar 4.800 negros por año durante 30 años por el Puerto de Buenos Aires. Por otro lado, la actividad comercial, basada en la exportación de cueros, mostraba los siguientes resultados, que son datos de las salidas promedios anuales: Año

Salidas promedios anuales

1700-1725

75.000

1748-1753

150.000

1778

800.000

1783

1.400.000 70


Como señala Horacio Giberti, “debió abusarse de la matanza, liquidando los últimos restos de ganado cimarrón y afectando los rodeos de las estancias”. Estas últimas habían establecidas por particulares para explotar el negocio vacuno, al incrementarse el valor del cuero. El censo de 1713 registra 26 estancias en Buenos Aires, con 18.000 cabezas de ganado. En 1768, cuando se expulsa a los jesuitas, los inventarios muestran la existencia, en sus reducciones, de 769.850 vacunos, 84.078 equinos, 13.905 mulares y 221.537 lanares. Las propiedades de los jesuitas, que generalmente se suponen en el norte del país, llegaban bien al sur, pues tenían grandes estancias en Areco, Arrecifes, Chacarita y La Matanza. Ya en épocas de Hernandarias —primer gobernador criollo—, los vecinos de Santa Fe recogieron más de 50.000 vacunos entre los años 1619 y 1621, para poblar estancias. Se superpusieron dos procesos: el de la decadencia del ganado salvaje, y el crecimiento de las estancias por apropiación de ganado salvaje. Esto último requería la apropiación de las tierras necesarias para mantenerlo. El otro actor económico importante en este escenario era Inglaterra, y lo seguiría siendo durante años. Su crecimiento, basado en un extraordinario poder naval, fue sorprendente. Las siguientes cifras muestran el tonelaje naval al servicio del comercio británico: Año

Toneladas

1700

314.000

1714

448.000

1751

661.000

1783

959.000

1821

1.958.000 71


En libras esterlinas, el comercio exterior en el siglo XVIII evolucionó así: Año

libras esterlinas

1700

7.500.000

1785

14.000.000

1800

30.000.000

Debido a sus buenos negocios, la cotización de las acciones de la Compañía de Indias, de la South Sea Company y de la African Company suben enormemente. En 1720 estalló una crisis, esas acciones se desplomaron, algunos compraron a precios bajos y amasaron grandes fortunas, el capital se concentró en pocas manos, e Inglaterra se encontró más fuerte para su política expansionista.

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24. EL PODER CAMBIA DE SEDE El poder económico y político estaba ubicado en el norte. El virrey tenía su sede en Lima, los metales preciosos se encontraban en esa zona y la producción manufacturera se obtenía en sus poblaciones. Buenos Aires vivía del contrabando, y su única riqueza era la hacienda cimarrona. Las cifras mostradas antes exhiben importantes cambios en la economía de la región. Estos cambios, unidos a otros de índole militar, determinaron un desplazamiento del poder desde su sede a orillas del Pacífico, en Lima, hasta el puerto del Río de la Plata que había sido establecido para servir a Lima, Buenos Aires. Las razones fueron varias — como siempre sucede, los cambios son determinados por varias causas confluyentes—, pero, fundamentalmente, económicas y militares. Analicemos ambas. “Gracias al ganado vacuno, Buenos Aires cesa de vivir a expensas del intercambio entre el interior y Europa: posee considerables saldos exportables propios y se constituye en mercado interno para los excedentes de la producción tucumana, paraguaya y cuyana, que no tenían salida hacia el mercado europeo. El interior principia entonces a vivir de las migajas del intercambio bonaerense”, comenta Horacio Giberti. El promedio de exportaciones en el período 1748-1755 fue de 23.000.000 de pesos, y el de importaciones, 11.000.000: 12.000.000 de saldo favorable. Tucumán y Paraguay comienzan a desvincularse de Lima, y Cuyo de Chile, para acudir a Buenos Aires. Al mismo tiempo, en Inglaterra comienzan a sentirse los efectos de la revolución industrial. Fue establecido anteriormen73


te que los ingleses habían logrado grandes ventajas comerciales a partir de 1713, cuando se firma el tratado de Utrecht finalizando así la guerra de sucesión española. En el Río de la Plata fundaron el Asiento de Negros, pero no querían perder el mercado después de los treinta años de privilegio sobre la trata de esclavos estipulados en el contrato de la South Sea Co. Como señala Ricardo Levene, en 1741 el comodoro Vernon indica “la necesidad de abrir los mercados de América a los mercaderes de Londres”. Se acentúa el interés inglés por hispanoamérica, y sobre todo por Buenos Aires como centro exportador de importantes materias primas, al perder a los Estados Unidos, que lograron su independencia en 1776. Pero no sólo razones económicas fundamentan el traspaso del centro de poder desde Lima hasta Buenos Aires. También las hay militares. Dice Octavio Gil Munilla, hablando de los puntos neurálgicos en América: “Buenos Aires en el sur, tanto por su propio valor como porque los británicos intentarían desarticular la defensa de la ruta magallánica. Urgía, por lo tanto, la adopción de medidas que, sobrepasando la garantía pasajera que pudiera ofrecer una expedición, salvaguardasen los intereses amenazados”. Un episodio ocurrido en esos años muestra claramente las intenciones británicas respecto del sur patagónico y de las rutas marítimas hacia el Pacífico. Ese episodio marcará fuertemente toda nuestra historia, desde ese momento hasta el 2001, incluyendo la insensata guerra entre la Argentina e Inglaterra de 1982. En 1763 se firma el Pacto de Familia entre España y Francia, ambas en manos de los Borbón. Francia se dedica 74


a tratar de anexar territorios que no habían sido ocupados anteriormente. En 1764 llega a las Malouinas (o sea, tierra de Saint Malo, puerto francés desde donde había zarpado), Antoine Louis de Bougainville. Después de unas tratativas con España para retener las islas, Francia reconoce los derechos españoles y las entrega en 1767, previo reintegro a Bougainville de los gastos en que había incurrido y una indemnización. Pero en 1764, después de la excursión francesa, arriba a las Malvinas (adaptación española del nombre francés), John Byron, abuelo del poeta inglés. Este el punto inicial de una secular disputa entre la Argentina y Gran Bretaña, y muestra las intenciones inglesas sobre las posesiones españolas del sur del continente. Un tiempo más tarde, en el norte del mismo, España apoyaba a los rebeldes de las colonias, que terminaron independizándose de Inglaterra. Si los movimientos económicos habían convertido a Buenos Aires en un centro vital del continente, las necesidades de defensa del Atlántico Sur, y, en consecuencia, del Pacífico, frente a las pretensiones inglesas, la convirtieron en una posición estratégica de importancia. Así se llega a la creación del Virreinato del Río de la Plata, en 1776. Según Vicente Quesada, “el rey constituyó el nuevo virreinato con elevadísimos propósitos políticos, para servir de antemural a las pretensiones lusitanas, para contener su ambición territorial, y al mismo tiempo, para impedir que otras naciones extranjeras, como la Inglaterra, tomasen posesión de algunos parajes en las desiertas costas patagónicas. Servía, pues, a miras internacionales, y por eso la capital la situó en el litoral del vastísimo territorio, en la desembocadura del Río de la Plata, en la ciudad de Buenos Aires”. 75


25. FRANCIA CONTRA INGLATERRA Pasemos a los años 1800. Napoleón en Francia lleva adelante una política contraria a la intromisión económica británica. Inglaterra producía bienes que necesitaba exportar —sus productos manufacturados— para mantener su crecimiento, es decir, necesitaba mercados. Pero surgió el proteccionismo no sólo en la Europa de Napoleón, sino también en los Estados Unidos, que vendían algodón a Inglaterra pero no aceptaban importar los tejidos ingleses para proteger su industria local. Esta es una de las claves del desarrollo económico de un país, y las políticas que fueron diseñadas en esa línea produjeron desarrollo económico. Lamentablemente, en nuestro país no se aplicaron políticas semejantes, como veremos más adelante, y el dominio del comercio inglés fue preponderante. Otro país, Paraguay, —en otros tiempos— intentó hacer lo mismo al no aceptar por sus exportaciones pagos ingleses en mercaderías. Se unieron tres países para destruir esa pretensión mediante una guerra: Argentina, Brasil y Uruguay (la triple alianza). Las fuerzas, comandadas por Bartolomé Mitre, masacraron al pueblo paraguayo, ya que, como reconoció Sarmiento, quedó en ese país una población masculina sólo menor a diez años. Hasta los niños habían combatido con patriotismo. Y los ingleses siguieron avanzando con su comercio. Pero volviendo a los tiempos de los 1800, bloqueadas sus posibilidades comerciales en gran parte del mundo, los ingleses dirigen su mirada a la América española, e intentan conquistarla militarmente. 76


26. LA PRIMERA INVASIÓN INGLESA Así las cosas, Inglaterra comienza a elaborar sus planes para invadir América española en 1804. Conocida la debilidad militar del Virreinato del Río de la Plata, y ya en guerra con España, deciden atacar Buenos Aires. En 1806 desembarcan en Quilmes y avanzan para cruzar el Riachuelo. Ante la débil defensa, entran en Buenos Aires, que cae. Los ingleses quieren los caudales que suponen custodiados en el Fuerte. Pero no están, ya que fueron llevados por el virrey Sobremonte. Lo persiguen y lo obtienen: 1.292.323 pesos plata, parte para la tropa y más de un millón embarcados a Londres y depositados en el Banco de Inglaterra. El pueblo recibió sorprendido la presencia inglesa en Buenos Aires. Los invasores tenían la idea que la población los iba a aceptar porque se sentirían liberados del supuesto yugo español. Pero no fue tan así. Los oficiales invasores alojados en casas de familias acomodadas fueron tratados con amistad; Mariquita Sánchez de Thompson —elegante dama en cuya casa se estrenará el Himno Nacional— mostraba su entusiasmo por los jabones ingleses que circulaban. Beresford, quien comandaba la invasión, ordena un juramento de lealtad a Su Majestad Británica, obligatoria para los empleados civiles, eclesiásticos y militares, y voluntaria para el pueblo. El clero, con el obispo a la cabeza, juran al nuevo soberano. Se niega el superior de los bethlemitas, pero los demás no. El prior de los dominicos, fray Gregorio Torres, además de jurar, escribe: “La pérdida de un gobierno en que se ha formado un pueblo suele ser (…) muchas veces el principio de su gloria (…) La suavidad del gobierno inglés y las sublimes cualidades de Vuestra Excelencia (Beresford) 77


hacen esperarlo. La religión nos manda respetar las autoridades seculares y nos prohíbe maquinar contra ellas, sea la que fuere su fe, y si algún fanático o ignorante atentase temerariamente contra verdades tan provechosas, merecerá la pena de los traidores a la Patria y al Evangelio”. El traidor que acusa a los demás de traidores. Pero el pueblo no era tan miserable como fray Torres. Como suele pasar, la musa popular no tardó en responder: Si pensó el padre Prior Que ese señor general Lo haría otra vez Provincial Por meterse a adulador, Entienda que el tal Señor Detesta la adulación Y quisiera que el sermón O su carta adulatoria La dijera de memoria en la boca de un cañón.

El capitán Alexander Gillespie relató cosas interesantes sobre la reacción del pueblo porteño. Comiendo en la fonda Los Tres Reyes, la joven que lo servía mostraba tal disgusto, que éste le pidió gentilmente la razón de su desagrado. “Después de agradecer ese pedido honrado, inmediatamente se volvió a sus compatriotas que estaban en el extremo de una larga mesa, dirigiéndose a ellos en el tono más alto e impresionante. “Desearía caballeros, que nos hubiesen informado más pronto de sus cobardes intenciones de rendir Buenos Aires, pues apostaría mi vida que, de haberlo sabido, las mujeres nos habríamos levantado unánimemente y rechazado a los ingleses a pedradas”. Le quedó claro a Gi78


llespie el sentimiento popular cuando, tres días después de la reconquista la gente asaltó la casa donde vivía y destruyó todo, hasta el papel de las paredes; en otra ocasión quisieron lincharlo, pero huyó a tiempo. ¡Qué diferencia entre el comportamiento de una iletrada moza de taberna y la de un letrado cura de convento!

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27. QUILMES En Quilmes desembarcaron los ingleses en su primer intento de tomar Buenos Aires. El nombre corresponde a los pobladores originales de la zona de Tucumán, cerca de la ciudad capital de la provincia, donde se pueden visitar hoy las “ruinas de los Quilmes”. ¿Por qué la zona del sur de Buenos Aires tiene ese nombre? El origen del hombre ocurrió, después de millones de años de evolución, en el continente africano. Desde allí comenzó su expansión a todo el planeta. Como la posición de los continentes en esas épocas era diferente a la actual, el hombre pudo migrar por tierra a través del norte, a lo que hoy es América. Luego los continentes se separaron, y los descendientes quedaron separados, y, por supuesto, desarrollaron distintas culturas. Cuando Colón llega a América se encuentran nuevamente, cada grupo con sus costumbres, armas, conocimiento científico, lenguaje. El enfrentamiento se produjo. Los españoles tenían la idea de un dios único al que querían imponer, y la de conquista militar. Los naturales de las distintas zonas, no. Algunos pueblos se defendieron en forma aguerrida frente a los invasores, y un ejemplo de ello es lo que ocurrió en la zona de Tucumán, donde los naturales eran muy combativos. Después de muchas guerras, y ya vencidos por las tropas españolas, el gobierno decide —en 1669— expulsarlos del lugar. Los mandan, en número de cientos, a La Rioja, y a Buenos Aires. Los Quilmes fueron enviados a Buenos Aires, caminando, por 80


supuesto. Las órdenes eran “que no les tenga por esclavos, y que se les dé tierras para sus sementeras, y se les señales sitios para poblaciones, se encomienden y se les ponga cura, porque de otra manera, sacados de su tierra como lo están, no se podrán conservar y vivirán desesperados.” Salieron 270 y no sabemos cuántos llegaron. Por eso el nombre de Quilmes. Los pobladores originales desaparecieron, lo que quedó —por haber instalado su fábrica allí— es la más famosa cerveza argentina, que lleva ese nombre.

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28. LAS TERTULIAS PORTEÑAS No habían pasado 24 horas del asalto inglés a Buenos Aires cuando comenzaron a tomar forma los propósitos de su reconquista. No podía pensarse en militares ni funcionarios, dados los términos de la capitulación, por lo que la iniciativa quedó librada a la decisión de los vecinos. El 29 de junio volvió a la ciudad Santiago de Liniers y Bremont, dado que no era prisionero inglés. El pasaporte se lo dio Beresford sabiendo que era concurrente principal de la tertulia de Ana Perichon, una hermosa mujer que pondría una escandalosa nota en la mundaneidad de la vida porteña. Una vez verificada la organización de la reconquista, Liniers va a Montevideo para organizar tropas, El 1 de agosto, Santiago de Liniers, Caballero de la Orden de San Juan, Capitán de Navío de la Real Armada, y Comandante General de las fuerzas de mar y tierra destinadas a la reconquista de Buenos Aires, da instrucciones para el avance. El 3 sale de Colonia con su lugarteniente Gutiérrez de la Concha. Planeaba desembarcar en San Isidro, pero una fragata inglesa lo obligó a hacerlo por los pagos de Tigre. Descansó la casa de la calle hoy llamada Liniers, Nº 818, hoy Museo de la Reconquista. Avanzaron hasta los corrales de Miserere (Plaza Once), desde donde Liniers envió una intimación a la Real Fortaleza. Al recibir la respuesta, se pone en marcha para atacar. Avanzó con el apoyo popular, sin el cual la empresa habría sido desastrosa, ya que los ingleses disponían de más hombres. Finalmente, la Real Fortaleza cayó y Liniers obtuvo la rendición inglesa. Los trofeos tomados, dos banderas del Regimiento 71 y dos de la marina, fueron entregados a la Virgen del Rosario, en la iglesia de Santo Domingo. En la pelea, en la que actuó la población, la 82


mujer de un cabo —Manuela la Tucumanesa— mató a un soldado inglés y le entregó su fusil a Liniers. El Rey de España le concedió a esa mujer el grado y sueldo de subteniente de infantería. Era Manuela Pedraza. Una calle porteña lleva su nombre en el barrio de Núñez desde 1893. Llegó a vivir en una pieza de conventillo, de donde fue desalojada por falta de pago. ¡Cosas de la vida! Pero se hizo popular con la canción cantada por Mercedes Sosa (1969) “Manuela la Tucumana” con letra de Félix Luna y música de Ariel Ramírez. En el ingreso a Buenos Aires, avanzando la columna militar por lo que hoy es la calle Corrientes, al pasar por el frente de la casa de Ana Perichón de O’Gorman, desde sus balcones ella arroja un pañuelo bordado y perfumado a los pies de Liniers; él lo levanta con la punta de su espada, y lo agita. Poco después, La Perichona, como se la llamaba en Buenos Aires, se convierte en la amante de Liniers. Cincuentón, con dos matrimonios y 11 hijos, fue presa de la Perichona. Poco después, por las posadas y pulperías se escuchaba una copla: ¿Qué es aquello que deslumbra Por la calle de la Mercé, Qué es aquello que lo ciega Al mismísimo Virrey?

Esta astuta mujer sacaba información de la cama de Liniers, ya que era espía a través de James Burke. Era demasiado. Por intervención de Burke la Perichona es enviada a Río de Janeiro, donde aparece en el grupo de Lord Strangford. Fue abuela de Camila O’Gorman, una chica que se enamoró del cura Gutiérrez, de la iglesia del Socorro, que se escapó con él, y fueron fusilados en tiempos posteriores. 83


La Reconquista de Buenos Aires, 贸leo de Carles Fouqueray, 3,40 x 2,90 m, 1909.

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29. BUENOS AIRES DESPUÉS DE LA INVASIÓN Buenos Aires triunfó sobre el ataque inglés en soledad, abandonada por las autoridades de la metrópoli. Eso abrió paso a la formación de ejércitos nacionales y populares en lo militar, y, en lo político abrió paso a la idea de romper vínculos con el centralismo, al debilitarse la fe en el poder central. Estas dos cosas fueron, a la larga, provocadoras de cambios. En el Cabildo Abierto del 14 de agosto de 1806, se trató la destitución de Sobremonte, por la presión popular, y la designación de Liniers como jefe militar. No se usaron los términos “popular” y “antipopular”, pero los absolutistas sostuvieron que “no debe tolerarse que el pueblo imponga su voluntad”. Para los absolutistas la autoridad era el Rey, y toda manifestación de vida popular era considerada una insubordinación. Pero los ingleses seguían con su pretensión de tomar Buenos Aires, Ya en 1807 habían doblegado a Montevideo, poniendo en alerta a la población de Buenos Aires. Entonces, se presentó, según el acta del Cabildo, “un gran número de pueblo clamando y diciendo a voces que todos querían ir a Montevideo (…) y temiendo que pueda ofrecerse en lo porvenir la subsistencia del Señor marqués de Sobremonte en el mando de estas Provincias, se le remueva y se asegure su persona para que no embarace ni incomode”. Es decir, el absolutismo no podía contra la soberanía popular. Y los ingleses atacan nuevamente.

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30. LOS INGLESES SON DERROTADOS NUEVAMENTE Y CAMBIAN DE ESTRATEGIA En 1808 Inglaterra ataca por segunda vez a Buenos Aires, y, luego de tomarla por unos días, sus tropas son expulsadas nuevamente. Para los ingleses, el culpable de la derrota es el general Whitelocke, a quien un tribunal militar lo da de baja, lo priva del uso del uniforme, y lo declara “indigno de servir a Su Majestad en cualquier empleo que fuese”. Como escribió Jorge Luis Borges, “el arrojamiento de los ingleses de Buenos Aires fue la primera hazaña criolla”. Tuvo, como veremos, importantes consecuencias. Después del desastre de Whitelocke fue aplicado un documento escrito por el ministro de guerra inglés, Castlereagh y dirigido a sus colegas ministros el 1 de mayo de 1807, entre las dos invasiones. El objetivo de tal escrito era esencialmente comercial, centrando todo en ganar mercados para el consumo de los productos ingleses y en la utilización de materias primas necesarias para la fabricación de esos productos. Dice: “Estoy fuertemente persuadido que la política que estamos desenvolviendo no nos va a producir mayores beneficios comerciales o políticos, y vamos a necesitar gastar grandes recursos militares. (…) Debemos actuar de manera acorde con los sentimientos y los intereses del pueblo sudamericano, debemos abandonar la esperanza de conquistar esa extensa región contra el temperamento de su población. Si nosotros nos acercamos a ellos como comerciantes y no como enemigos, podríamos dar energía a sus impulsos locales y conseguiríamos abrogar las prohibiciones contra nuestro comercio, que es nuestro gran interés”. 86


Como comenta H. S. Ferns, ese escrito es “la base de una centuria y media de política británica en Sud América” Como comenta José María Rosa, ese documento “puede considerarse como la piedra fundamental del imperialismo comercial e indirecto que en adelante habría de regir la política inglesa en el Plata”.

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31. 1809: EL PUERTO Y LA ECONOMÍA En el año 1809 se da un interesante contrapunto entre intereses económicos enfrentados, con argumentos que vale la pena consignar. El tema fue la apertura del puerto de Buenos Aires al comercio. Existía un problema de desorden financiero que podía solucionarse fácilmente modificando los impuestos que se cobraban en la aduana. Eso permitiría contar con dinero sin tomar otras medidas, como disminuir el sueldo a los soldados, que recordemos, formaban la base del apoyo a Liniers, que gobernaba. Por esa razón estaba en el centro de la discusión del momento la apertura del puerto de Buenos Aires. Estaba en la línea de la apertura, de la tesis del comercio libre, inicialmente, Belgrano, aunque luego cambió de opinión. En 1798 la defendió, como secretario del Consulado; pero luego, en 1810, escribió: “ Esta libertad (de comercio) tan continuamente citada y tan raramente entendida, consiste sólo en hacer fácilmente el comercio que permite el interés general de la sociedad bien entendido. Lo demás es una licencia destructiva del mismo comercio”. Los argumentos usados por los que se oponían al libre comercio son para destacar. Interviene en la discusión el síndico Manuel Gregorio Yániz —que sale al cruce de la opinión de algunos, basada en lo barato de las mercaderías importadas—, con un argumento sencillo pero magistral: “¿Qué se adelantará con que no cueste más que dos lo que antes valía cuatro, si no se gana más que uno?” Tal sencillez no fue comprendida en otros tiempos más recientes, y hemos visto caer al país en esa trampa en períodos —como los de Martínez de Hoz como ministro de Economía, en plena dictadura militar 1976-1983— en los que la apertura indiscriminada 88


de las importaciones fundieron a muchas industrias argentinas. Nada bueno puede salir de esa baratura si ella produce la ruina de la industria. En la misma línea opinó, en 1809, Miguel Fernández de Agüero, que advirtió sobre el ”dumping”, recurso de la guerra económica consistente en vender a precios muy bajos para ganar mercados, “con lo que lograrán para su comercio la grande ventaja de arruinar nuestras groseras fábricas y dar más expansión al consumo de sus manufacturas, que nos darán después al precio que quieran cuando no tengamos donde vestirnos”. Sabía muy bien que los precios no se rigen siempre por la oferta y la demanda… La apertura del puerto, finalmente lograda, se debe a una resolución del 6 de noviembre de 1809. ¿Cuál fue el efecto? Veamos las cifras. Año

Impuestos a las entradas

Impuestos a las salidas

1809

36.478

24.973

1810

180.117

17.713

Estas cifras fueron obtenidas por Diego Luis Molinari del estudio de los libros de la aduana, y son consignadas por Vicente Sierra. En cambio José María Rosa pone otras: correspondientes a la primera columna: 72.477 y 510.191, respectivamente, que Sierra considera “derechos de círculo”. De todas maneras, en ambas versiones subió la cantidad recaudada por las entradas o importaciones, y bajó la correspondiente a las salidas o exportaciones. Es decir que el pago por las importaciones se hizo en metálico, y no salieron productos locales. Sixto Funes, en carta al Deán Funes del 10 de enero de 1810 dice: “Estos picaros ingleses no quieren absolutamente 89


otras cosas por sus géneros que la plata”. Eso produjo una crisis monetaria al año siguiente, provocada por la salida de oro y plata amonedadas, en pago por las importaciones. El resultado fue un empobrecimiento del interior, que sembró el campo para las guerras civiles venideras. Si una colonia económica se caracteriza como un mercado para la introducción de productos industriales, y, a la vez, provee de materias primas al introductor, en 1809 el Río de la Plata dio los primeros pasos para establecerse como colonia británica. En 2011, ante la salida de dólares del país y el desbalance entre las importaciones y las exportaciones, el gobierno tomó medidas restrictivas. La discusión se renovó, pero hubo más críticos del lado aperturista, que defensores al estilo de Yáñiz y Fernández de Agüero. Muchas veces las lecciones de la historia no sirven, quizá, porque se las oculta.

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32. ILUMINISMO Es importante seguir la línea de pensamiento de los hombres que llevaron adelante los acontecimientos históricos, para entender algo de su evolución. Las filosofías en boga en una época influyeron en el pensamiento de los políticos que llevaron adelante acciones que modelaron al país, y es vital analizarlas. Nos ocuparemos del iluminismo. Lo siguiente es de José Pablo Feinmann (La filosofía y el barro de la historia), porque no hay que cambiar ese texto para exponer el tema. “Y aquí dimos con el concepto: iluminismo. Vamos a caracterizarlo como una ideología revolucionaria en tanto establece siempre un desajuste entre la razón y la realidad. Ese desajuste se debe a que la realidad no es como la razón desea o necesita que sea. En consecuencia, la razón habrá de transformar la realidad de acuerdo con sus propias leyes, con sus propias luces. De donde vemos que el iluminista no sólo cree que tiene la razón, sino que él es la razón misma. El iluminismo parte de un profundo desacuerdo con el estado natural de las cosas. Con lo histórico tal como está dado. Esta historia que yo veo desde mi razón no es racional: es un desborde de hechos que se suceden en la modalidad de lo irracional, de lo injusto, de la opresión, de la ausencia de libertad. A estos elementos que la realidad no tiene, los revolucionarios franceses le van a añadir otros como los derechos del hombre y del ciudadano. Ser un revolucionario en la Francia del siglo XVIII era ver que la realidad no se adecuaba en absoluto a los fines que la razón determinaba para ella. Los iluministas rendían culto a la razón humana y encontraban en ésta las legalidades de todo lo real. El iluminista es alguien que trabaja desde fuera de la historia: él tiene 91


la razón y la historia es una materialidad indócil a la que hay que someter. ¿A qué hay que someterla? A los principios de la razón. Este sería un primer acercamiento al Iluminismo. Digamos que, entre nosotros, grandes iluministas han sido Mariano Moreno, Juan José Castelli, Bernardino Rivadavia.”

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33. AÑO 1810 Estamos acostumbrados desde la Ley Sáenz Peña (1912) al voto universal y secreto, que establece las bases de la representación popular. Pero ¿qué significaba “universal” en esa época? No lo que hoy entendemos, porque el voto estaba vedado —entre otras personas— para las mujeres. Hoy es sorprendente, pero en ese entonces se utilizaban argumentos basados en ridiculeces y absurdos para excluirlas: desde debilidades mentales y físicas, hasta minoridad legal, ya que las casadas dependían del marido y las solteras del padre. Increíble. Hubo que esperar hasta el gobierno de Perón para que se sancionara la Ley del Sufragio Femenino, en 1947. Mucho antes, en 1810, palabras usuales hoy tenían otro significado. Hubo necesidad de realizar consultas populares, pero para ello se citaba a “la clase principal y sana” de la sociedad. Se dio en 1810, cuando, ante el avance francés sobre España, la captura de Fernando VII y su encierro en Bayona, nada quedaba de lo que había conferido la autoridad al Virrey Cisneros en el Río de La Plata. Como consecuencia, en Buenos Aires la gente pedía su renuncia. ¿Qué gente? El pueblo, que había hecho irrupción en las invasiones inglesas, cuando se necesitaron armar regimientos locales para la defensa y reconquista, que estaban formados por criollos que respondían a jefes que eran sus líderes, es decir, a los que reconocían como caudillos y a los que respetaban en forma natural. Es decir, muy diferente a la estructura actual de los ejércitos, donde los jefes son impuestos y la tropa obedece sin razonar. Ese pueblo de Buenos Aires, que, además, estaba armado y respondía a sus jefes naturales, pedía la destitución 93


de Cisneros. Por supuesto, Cisneros se opon铆a, y la salida que encontr贸 fue la de convocar a un Cabildo Abierto, es decir, una asamblea general, para decidir sobre la cuesti贸n. En este marco comienza el proceso que trataremos de describir en las siguientes p谩ginas.

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34. 20 DE MAYO DE 1810 Martín Rodríguez comenta que, conocida la situación de España —había caído en manos francesas— se empezó a tratar la seguridad del país, lo que no podía hacerse “sin que recayera el gobierno en nuestras manos”, lo que “hacía necesaria la deposición de Cisneros”. Informado el virrey de lo que ocurría, citó a la fortaleza a los jefes militares, a los que exigió firmar un compromiso para sostener su autoridad. Pero no encontró aceptación a su reclamo. Entonces aparece la idea de convocar a Cabildo Abierto para poder atrasar la destitución, esperando la reunión de un Congreso General de todo el virreinato, y que “la parte principal y más sana del pueblo” le permitiera encausar la situación. Como se dijo más arriba, Cisneros intentó que los jefes de milicias controlaran “el peligroso estado del pueblo y el desarreglo de sus intempestivas pretensiones”. El que habló frente a esa exigencia fue Saavedra: “El que dio autoridad a Vuestra Excelencia para mandarnos ya no existe; por consiguiente, tampoco la tiene V.E., así es que no cuente con las fuerzas a mi mando para sostenerse”. Se enteró así Cisneros que los comandantes “si no eran los autores de semejante división y agitaciones, estaban por lo menos de conformidad y acuerdo con los facciosos”. Así, sin ese apoyo, queda a la espera del Cabildo Abierto, donde votan los “buenos”. Fue un día de largas conversaciones, que terminaron en la propuesta citada, pero que recorrieron distintos caminos. En algún momento el Virrey estuvo dispuesto a entregar el mando, pero en tal caso pidió que lo reconocieran como era debido, y se le asignase un sueldo para sostenerse con su familia cuando estuviere retirado. Dice Juan Manuel Beruti 95


en sus Memorias: “a cuya súplica se le dijo que no tuviera cuidado, que se le señalaría su correspondiente renta para que se pudiera mantener con su familia con la decencia que su persona y carácter merecían, con lo que quedó conforme y allanado”. Como en otras innumerables oportunidades, con la plata se arregla…

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35. 21 DE MAYO DE 1810 Fue lunes, y un día verdaderamente agitado. Es que algunos de los que querían la destitución del virrey parece que pensaron que, ya que tenían apoyo popular, lo podían usar para respaldar su acción. Y así lo hicieron. Juntaron personas en la plaza para reclamar ante el Cabildo. ¿Quiénes fueron los encargados? Aquellos que tenían cierto ascendiente sobre la población de las orillas de la ciudad, especialmente, French y Beruti. El primero llegó a la acción política iniciado en 1806 en acciones militares populares contra los ingleses. Desde la llegada de Cisneros a Buenos Aires, French se incorporó a los grupos que conspiraban contra las autoridades hispanas; su trabajo habitual lo realizaba en el Correo. Antonio Beruti fue miembro de un comité secreto que respondía a Martín Rodríguez, formado por quienes pretendían la destitución del Virrey. En el Diario de un Testigo —que citan varios historiadores y que está en el Archivo Histórico Nacional— se lee: “ el 21 en la Plaza Mayor amanecieron bastante porción de encapotados… (encapotados seguramente por las lluvias de esa semana), comandados por French el del Correo y Beruti el de las Cajas. Eran unos 600 hombres bajo el título de la Legión Infernal. En efecto, todos estaban armados y eran mozada de resolución”. Observemos que desde el nombre la cuestión era brava, y el hecho de que todos estuvieran armados permitía presagiar acciones violentas. Algunos llamaron “chisperos”, peyorativamente, a esa gente, “para indicar una organización ocasional, revolucionaria y de jóvenes urbanos. Lo cierto es que aquéllos eran un producto distinto, natural y estable de la sociedad de la época”. French actuaba como lo que hoy llamaríamos “puntero político” en 97


lo que es actualmente el barrio de San Telmo, y Beruti en el barrio de San Nicolás; de allí, del arrabal, surgieron los asistentes a la Plaza. No eran pertenecientes a lo que en Cabildo llamaba “la parte más sana de la sociedad”. Para identificarse entre sí, usaron una cinta blanca en los sombreros y casacas, y no celestes y blancas, como a veces se sostiene. En algún momento algunos de los reunidos en la plaza, los más exaltados, entraron al Cabildo y, a los gritos, reclamaron saber cuál era la respuesta del Virrey. Ante la situación planteada, mandaron llamar a Saavedra para hacer que se retirara toda esa gente. El comandante de Patricios le habló al pueblo, consiguiendo que la gente se retirase del edificio, para tranquilidad de los cabildantes. Finalmente, se decidió llamar a un Cabildo Abierto, y, para mantener el orden y permitir solamente la entrada de “los vecinos de distinción”, el Cabildo pidió que se controlaran las bocacalles. Cisneros ordenó el acuartelamiento de las tropas regladas, pero las milicias hicieron lo mismo; al día siguiente, los Patricios tomaron posesión de las calles, y controlaron la asamblea. Se imprimieron 600 invitaciones para formar el Cabildo Abierto, y se distribuyeron 450. Se anotaron como asistentes 251. Los nombres de los que asistieron están en las actas, y todos pertenecían a la “parte principal” de la ciudad.

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36. 22 Y 23 DE MAYO DE 1810 Dice Tomás Guido en sus Memorias, que “una multitud —se refiere a la reunida en la plaza— servía a los agentes revolucionarios”. El Virrey Cisneros en su informe se refiere a “gentes que habían introducido en la plaza, los cuales esperaban una resolución y eran avisados por facciosos desde la galería del Cabildo para que aclamasen los votos favorables”. La división era clara: había un sector popular que pedía la destitución del virrey; otro que pretendía estirar la situación accediendo a la formación de una junta sin sacar al virrey del medio. Pero lo novedoso es el reclamo popular callejero, que aparece como una nueva fuerza en medio de las tradicionales, criollos que se habían formado en las invasiones inglesas, que habían actuado en la defensa y la reconquista, que se habían dado cuenta de que podían hacer, y que no querían que los dejen de lado para que los demás decidan. El cabildo abierto se realizó ese día, y no prosperó la moción de votar en secreto, sino que el voto fue nominal y fundado. Cuando le tocó el turno a Saavedra dijo “que en atención a las actuales circunstancias, debía subrogarse el mando superior del Virrey en el Cabildo de esta ciudad, que forme una Junta que debe ejercerlo. El modo y la forma será estimada por el propio cabildo, y que no quede duda de que el pueblo es el que confirma la autoridad o mando”. La votación terminó después de las doce de la noche, por lo se acordó realizar el escrutinio al día siguiente, desde las tres de la tarde. El escrutinio dio: 161 votos por la cesantía del virrey y entregar el poder al cabildo, y se retiraron sin votar 21. Dos representantes fueron a notificar a Cisneros su cesantía, y 99


—posiblemente— a decirle también que al formar la junta lo incluirían a él como presidente. Efectivamente, la Junta queda integrada con Cisneros como presidente y seis vocales entre los que figuraban Saavedra y Castelli. De acuerdo con las costumbres, se redactó un bando para informar a la población.

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37. 24 DE MAYO DE 1810 Por lo menos dos problemas se presentaban como evidentes: 1) una decisión tomada por el cabildo de Buenos Aires no tenía extensión a todo el virreinato, y se corría el riesgo de que cada ciudad del interior hiciera lo mismo, originando una división; 2) por otro lado, no se cumplió con el deseo popular de separar a Cisneros, que quedaba como presidente de la junta, y dado que lo popular venía del sector militar, como comentamos, este sector corría riesgos —por sus antecedentes— si Cisneros mantenía el comando de las tropas. La solución adoptada parecía razonable para algunos: se había consultado a la “clase principal y sana” de la sociedad, y apareció esa fórmula. ¿Todos contentos? No, porque el pueblo que reclamaba el 22 no había sido consultado al conformar la Junta, y Cisneros aparecía como presidente. En la tarde del 24, corrida la noticia, comenzó a notarse cierta conmoción en los cuarteles criollos. Los comandantes habían jurado sostener la Junta, pero ¿qué pensaban los soldados, cabos, sargentos y los demás oficiales? Chiclana era oficial de Patricios y abogado, y, por propia iniciativa, se apersonó en el Cabildo para decir que “al pueblo no le acomoda que el virrey quede bajo ningún aspecto”. Leiva, asombrado, lo manda de vuelta al cuartel, “arrestado por impostor”. Como anota J.M. Rosa “eran dos ideas distintas de pueblo”. Saavedra cree encontrar la fórmula conciliadora: que Cisneros deje el mando de las armas. Pero Cisneros no lo acepta. En el cuartel de Patricios (quedaba en lo que es hoy Perú entre Alsina y Moreno) el alboroto era grande; se acuartelaron, para marchar contra el fuerte (hoy casa de gobierno). 101


La noche del 24 resulta alborotada; una “especie de conmoción y gritería en el cuartel de Patricios” no deja dormir al vecino Posadas, acostumbrado a la paz y silencio del Buenos Aires colonial; Cisneros escribe en su informe “en el cuartel de Patricios gritaban descaradamente algunos oficiales y paisanos, y eso era lo que llamaban pueblo”. El párrafo que sigue es de J.M. Rosa:”Eran los orilleros que formaban el grueso de la milicia patriota expresándose de manera airada: reclamaban su derecho a ser el nervio y la fuerza de la historia argentina. Se alzaban contra lo arreglado por la clase “principal y sana” que esa noche acababa de perder su posición de clase dirigente. La ciudad amaneció amotinada y el alzamiento desconcertó a todos; inclusive a los jóvenes que peticionaban a nombre del pueblo pero que acababan de aplaudir a la Junta; inclusive a los comandantes que no habían vuelto a los cuarteles después de jurar apoyo a la Junta presidida por el Virrey, y que nada sabían del espíritu de Mayo, que acababa de nacer. No era un planteo militar, de soldados que siguen dóciles a sus comandantes. Los milicianos de Mayo tenían conciencia de ser el pueblo en armas, y fueron ellos los que gritaron su disconformidad. Fue una entidad nueva, el pueblo —el auténtico pueblo, no el retórico de los intelectuales— imponiéndose como la gran realidad argentina”.

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38. 25 DE MAYO DE 1810 Claramente, algo no andaba bien. Que Cisneros apareciera como presidente de la Junta no era aceptado por el pueblo. La fórmula había sido inventada para no crear problemas con cierto sector, pero los causó con otros. Los comandantes de las milicias criollas lo habían aceptado, pero su mandados, no. La noche del 24 los comandantes decidieron su posición contraria a Cisneros, y responden al Cabildo “que el pueblo y las tropas estaban en una terrible fermentación y era preciso atajar este mal con tiempo”. El “disgusto general en el pueblo” y su “terrible fermentación” se manifestaron ante el Cabildo el 25 de mayo. Pero lo cierto fue que “un corto número de gentes se reúne en la plaza, y el Síndico pregunta desde el balcón ¿dónde está el pueblo?” La respuesta partió desde abajo, y era una amenaza: “Mandarían ellos tocar generala y que se abriesen los cuarteles, en cuyo caso sufriría la ciudad lo que hasta entonces se había procurado evitar”. Así, no quedaba remedio, y se instituyó la Junta Patria por aclamación de los presentes, con Saavedra como presidente. Hubo episodios agresivos y violentos. En el momento del juramento de la Junta, el fiscal Caspe “se presentó en la sala escarbándose los dientes con un palito y demostrando en aquella grosería el desprecio con que miraba a la Junta” Esos gestos produjeron reacciones de violencia un tanto patotera; por ejemplo, “el abogado Feliciano Chiclana, capitán de Patricios, exhortó en el cuartel a los de su Cuerpo para que atentaran contra su seguridad (la de Caspe). Efectivamente, “en la noche del día siguiente diez de junio, cinco embozados sostenidos por una partida de oficial y 25 Patricios, esperaron a Caspe a la entrada de su casa, y después de haberle 103


roto los cristales de sus ventanas, le acometieron, dispararon dos tiros, y dieron de sablazos, dejándole con tres heridas en la cabeza abandonado en la calle, y accidentada con el susto a su mujer recién parida”. Días más tarde (23 de junio) Mariano Moreno escribió en La Gaceta de Buenos Aires: “el público miraba con horror el sistema de los ministros (de la Real Audiencia); veía en sus acciones y palabras una semilla que produciría algún día una convulsión funesta, y en la noche del 10 de junio desfogó su cólera por una numerosa partida de pueblo, que al retirarse a su casa el Sr. Fiscal Caspe, acometió su persona dándole una formidable paliza”. No eran fáciles de llevar por delante estos muchachos… Cuando se invocaba al pueblo ¿qué se entendía por pueblo? Cuando se habla de militares ¿qué se entendía por militares? Ha distinguido bien Roberto Marfany entre la “idea pueblo” y la “realidad pueblo”. Desaparecido el Rey, la soberanía había revertido al pueblo, contando a toda la sociedad. Pero no se llamó a la totalidad del pueblo, sino solamente a la llamada la parte “más sana”, como se ha dicho, porque entendían que ese sector era el que debía decidir, y no la realidad pueblo. Los militares de 1810 se improvisaron en esas tareas por las invasiones inglesas, con tropa reclutada entre criollos, fuerzas unidas a la ciudad; como observa V. Sierra, cierta expresión del pueblo en armas. Sigue Sierra: “Constituían el único sector criollo unido por la común vocación y con poder, y, por lo mismo, el único que podía dar el primer paso hacia fórmulas políticas más gratas al sentir popular, que la que podía salir de un cabildo abierto integrado por la “parte principal y más sana de la población”. No es extraño que, a poco de estos sucesos, se vieran surgir de este último gru104


po las tendencias oligárquicas, y del otro las populistas, cuyo entrechoque constituye el nervio motor de la vida política argentina hasta nuestros días”.

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39. MARIANO MORENO, SECRETARIO Mariano Moreno fue designado secretario de la Junta y es considerado por muchos textos como numen de Mayo; resulta interesante consignar algo de sus actuaciones previas. No participó en la defensa ni en la reconquista de Buenos Aires atacada por los ingleses, cuando tenía 27 años. Fue autor de la Representación de los Hacendados, con el que trató de rebatir los argumentos de Yáñiz y Fernández de Agüero que hemos presentado, tratando de ridiculizarlos, y presentando un proyecto de reglamento a la entrada de productos ingleses. Se mantuvo al margen de los sucesos previos a la formación de la Junta, o, al menos, no participó con el fervor que otros pusieron. Cuenta Vicente Fidel López, hijo de Vicente Löpez y Planes, que cuando este último “pasó por delante de una de las bancas se paró frente al doctor Mariano Moreno, que, acurrucado en un rincón… parecía cabizbajo. —¿Está usted fatigado, compañero? — Estoy caviloso y muy inquieto. —¿Por qué? Todo nos ha salido bien. — No, amigo; yo he votado con ustedes por la insistencia y majadería de Martín Rodríguez”. Era el 22 de mayo… y, sobre su comportamiento en ese mismo día, el general de Vedia escribió: “Tímido en el momento crítico del primer Cabildo abierto, no se colocó en lugar preferente, se acurrucó tras un escaño, no se oyó su voz, parecía que estaba allí para observar y no para dar la cara…” Antecedentes no muy destacables… ¿Por qué fue designado secretario? 106


Una opinión interesante es la de Ricardo Levene: “En cuanto al nombre de Moreno, aparte de su reputación como letrado y autor de la Representación de los Hacendados, existen documentos que permiten afirmar que los ingleses tuvieron intervención en los sucesos del 25 de Mayo, circunstancia que acaso haya decidido favorablemente con respecto a la personalidad de Moreno”. Interesante observación, ya que, según parece, los ingleses, agradeciendo a Moreno el apoyo en el tema de las franquicias comerciales, lo hicieron elegir miembro de la Junta. La influencia de los llamados “lobbies” que tan bien conocemos dos siglos después… ¡Cuántos funcionarios de cuántos gobiernos de nuestra historia habrán sido designados así! Decepcionante… Mariano Moreno, efectivamente, fue abogado de Alexander Mackinnon, presidente de la Sociedad que representaba los intereses comerciales británicos en Buenos Aires. Como fue dicho más arriba, en lugar de refutar con argumentos las proposiciones de Yániz y Agüero, trataba de ridiculizarlos: “No sería tan penosa la tarea que me he propuesto, si combatiese con hombres ilustrados”. Fue parte del inicio de una larga costumbre política en nuestro país: no argumentar, sino ofender. .. Lo vivimos constantemente en los años que vivimos. Hay escuela sentada por personajes como Moreno, Sarmiento... De este último dice su coetáneo D’Amico: “Su arma predilecta, y la más peligrosa en sus manos, fue el diario. […] Sarmiento no teorizaba; tomaba a los individuos, se personalizaba con ellos, los llenaba de injurias, hasta de indecencias, y con esos golpes de maza trataba de inutilizarlos o separarlos de la vida pública”. ¡Qué ejemplos! 107


40. MARIANO MORENO, TERRORISTA A poco de formado el gobierno de la Junta, Moreno redacta el “Plan de operaciones que el gobierno provisional de la Provincias Unidas del Río de la Plata debe poner en práctica para consolidar la grande obra de nuestra libertad e independencia”. Como comenta J.M. Rosa “es una aplicación, corregida y aumentada, del arte de Maquiavelo a la política criolla”. Copiaremos algunos de sus párrafos. “Debe observarse la conducta más cruel y sanguinaria con los enemigos… La menor semiprueba de hechos, palabras, etc., contra la causa, debe castigarse con la pena capital, principalmente si se trata de sujetos de talento, riqueza, carácter y alguna opinión… A los gobernadores, capitanes generales, mariscales de campo, coroneles, brigadieres, que caigan en poder de la causa, debe decapitárselos… Los jueces deben ser personas de nuestra entera satisfacción… Instalar en la Banda Oriental una oficina de seis a ocho sujetos que escriban cartas anónimas para sembrar la discordia y la desconfianza… Los bandos y mandatos públicos deben ser muy sanguinarios y sus castigos muy ejecutivos…Los pueblos nunca saben ni ven, sino lo que se les enseña y muestra… Con Inglaterra debería procederse en forma benéfica, proteger su comercio aunque suframos algunas exacciones, los bienes de Inglaterra deben ser sagrados…”. En resumen, aceptación del imperialismo, jacobinismo terrorista y maquiavelismo criollo. Hemos visto la realización de algunos de sus consejos muchos años después. Siguiendo en esa línea, manda a matar a su enemigo Liniers y a los que con él encuentren, que son víctimas de esa 108


violencia política desatada por Moreno. Los encuentran en un pueblito de Córdoba, donde una tropa al mando de Castelli, socio de Moreno en estas cuestiones extremistas, lo hace fusilar. Le metieron a Liniers seis tiros, pero cayó con signos de vida, y entonces, Domingo French, que le debía a Liniers sus grados militares y mucho de su situación política, le dio el tiro de gracia. “Oyen a Liniers, que no llora, no gime, no grita, que exige, de pie en la mañana helada como el infierno, a los hombres furiosos y callados y exhaustos, que le apunten al pecho, que no le venden los ojos… Oyen a Castelli, la voz helada como el infierno, dar la orden de fuego…El coronel French se inclina, en la mañana helada como el infierno, sobre el cuerpo ensangrentado de Liniers, la pistola en la mano temblorosa… el coronel French se levanta, envuelto en polvo, furioso y callado y exhausto… los ojos en la cabeza destrozada de Liniers…” (Andrés Rivera).

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41. MARIANO MORENO, EL FIN Pronto aparecen las internas en la Junta. Hay tres cartas de Saavedra a Chiclana que lo demuestran claramente. La feroz interna es entre Saavedra —líder popular que fue puesto como presidente por imposición de los Patricios, que formaban esa milicia armada que lo tenía como líder— y Moreno —que no era hombre de multitudes ni pueblo, sino un intelectual que trataba de amoldar la realidad a los libros (ver sección Iluminismo)—. Aquí va algún parágrafo de esas cartas: “Mariano Moreno desplegó su emulación y envidia contra mí… para esto su lengua maldiciente y alma intrigante empezó a buscar medios de indisponer los ánimos de algunos de la Junta y poco a poco fue ganando terreno…” . “Este hombre de baja esfera, revolucionario por temperamento, soberbio y helado hasta el extremo, se figuró que la benevolencia que el pueblo me manifestaba era sólo debida a él…” Eran tiempos de designación e incorporación de los diputados del interior, según se había acordado el 25 de mayo. En las localidades del interior los gobiernos tomaron las cosas cada cual a su manera: En Salta “se convocó a gente de ralea inferior”, hasta que los “nobles vecinos” se quejaron; en Santiago del Estero se excluyó al clero “por ser la parte más pútrida de la población”; en Santa Fe “puros jóvenes irreflexivos para las votaciones”. Llegados a Buenos Aires quieren incorporarse a la Junta. Se vota y resultan aprobados. Moreno presenta su renuncia al cargo de secretario porque “no puede ser provechosa al público la continuación de un magistrado desacreditado”. Y aparece una gestión de Moreno ante Saavedra. 110


“Me llamó aparte —dice Saavedra en otra carta a Chiclana— y me pidió se lo mandase de diputado a Londres, Le conseguí todo: se le han asignado 8.000 pesos al año mientras esté allí, se le han dado 20.000 pesos para gastos, se le ha concedido llevar a su hermano y a Guido, tan buenos como él, con dos años adelantados de sueldos y 500 pesos de sobresueldo, en fin, cuanto me ha pedido”. Se embarcó el 24 de enero de 1811, y el viaje resultó incómodo dados los temporales. Moreno se sintió mal durante varios días. No había médico a bordo, y el capitán le administró un purgante, que produjo una terrible convulsión. El cuadro es de una peritonitis, aunque existe una leyenda acerca de un envenenamiento, pero sin ningún asidero. Murió el 4 de marzo de 1811, y su cuerpo fue arrojado al mar envuelto en una bandera inglesa…

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42. LA REVOLUCIÓN DE LOS ORILLEROS PORTEÑOS Así estaban las cosas: los partidarios de Saavedra enfrentados a los de Moreno; ya hemos visto la caracterización de cada grupo y los intereses que defendían. Moreno se había retirado de la Junta Grande formada con los diputados del interior, y Saavedra había conseguido que Moreno viaje a Inglaterra en las beneficiosas condiciones ya comentadas, viaje en el que murió. Pero sus partidarios seguían en Buenos Aires y Saavedra no supo, quizás, terminar con su influencia. Le escribió Viamonte: “Si usted se acuerda de las iniquidades de Moreno y cree que lo que se ha hecho en Buenos Aires no es más que haber cortado de raíz la semilla que ese perverso dejó…es libre de creer o dejar de creer”. Así las cosas, el pueblo comenzó a sospechar que los morenistas aumentaban su influencia, y, en consecuencia, el pueblo perdía participación. Ocurrió entonces un hecho muy singular e inesperado. En la noche del 5 de abril de 1811 se dio un levantamiento popular contra al conspiración de los seguidores de Moreno (ya muerto). Columnas de jinetes provenientes de los arrabales fueron desplazándose hacia el centro, causando temor en el vecindario “sano y principal” e incertidumbre en el gobierno, que no conocía el origen del fenómeno. Por la noche convergieron en la plaza unos 4.000 jinetes. Se supo que el movimiento popular era encabezado por Joaquín Campana y Tomás Grigera, ambos conocidos partidarios de Saavedra. En las primeras horas del día 6 Campana presentó un petitorio escrito. Uno de sus puntos decía: “El Pueblo quiere que en lo sucesivo no se practique elección de algún representante suyo… sin que ocurra con su expreso voto.” 112


Esta revolución popular modificó también el sistema comercial con Inglaterra, ya que se impusieron trabas y controles diseñados por el Dr. Joaquín Campana; los ingleses lo declararon “enemigo del Imperio”. Es que Campana había sido duro con ellos: “quieren darnos por favor mucho menos de los que se nos debe por justicia”. Una vez más, el pueblo congregado en la plaza influyó fuertemente en el curso político y económico; como otras veces —antes y después— esas reacciones populares causaron inquietud y desprecio en la clase “sana y principal”. Se enseñó durante mucho tiempo la historia de estos episodios con los escritos de Bartolomé Mitre calificando a estos orilleros de “multitud extraviada por falsas nociones de libertad”, y de “intrigantes que no tenían más objeto que hacer predominar en el gobierno la influencia absoluta de una facción”. Se pregunta M.A. Serrano: “¿Y cuál era la mayoría para Mitre? ¿El morenismo representado por un grupo de ideólogos y una sola unidad de tropas (se refiere al regimiento Estrella dirigido por French), o el pueblo que llenó todo el ámbito de la Plaza y la totalidad de los regimientos de la guarnición Buenos Aires?”.

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43. ARTIGAS Como vimos, el pueblo que había realizado la Revolución de Mayo no pudo conservar el poder. Saavedra no tuvo condiciones para ser caudillo, es decir, de expresar la manera de ser del pueblo; Joaquín Campana, tampoco. Por eso fueron dejados de lado por las autoridades que los desalojaron, que respondían a la “gente decente”. Pero en la Banda Oriental un singular personaje mantuvo la representación de los valores populares: José Gervasio Artigas. Artigas pertenecía a una de las siete familias que fundaron la ciudad de Montevideo. Su juventud transcurre en la frontera norte, que separaba la Banda Oriental de los portugueses. Se relaciona allí con un gran personaje, Félix de Azara, militar y científico, naturalista, geógrafo e ingeniero. El objetivo de Azara era arraigar población en la frontera, y aconseja al rey “dar libertad y tierras a los indios cristianos y repartir tierras en moderadas estancias a los que quieran establecerse cinco años personalmente y no a los ausentes”. ¿Quiénes eran los indios cristianos? Las poblaciones que quedaron de la desintegración de las misiones jesuíticas, comenzada cuando España expulsó a los curas de la Compañía de Jesús en 1767. ¿Quiénes eran los dueños de tierra ausentes? Grandes comerciantes y estancieros de Montevideo. Artigas fue designado por Félix de Azara para “repartir tierras entre los pobladores: peninsulares, criollos, indios y negros de varia condición social y económica”. Una verdadera revolución agraria, que tuvo fuerte rechazo en la gran burguesía de Montevideo y Buenos Aires, y toda la clase estanciera que no quería vivir en el campo. El prestigio de Artigas llega a Santa Fe, Corrientes, Misiones, Entre Ríos, 114


Córdoba. Le otorgan el título de Protector de los Pueblos Libres. ¿Por qué? Dice Jorge Abelardo Ramos: “Artigas es el único caudillo de las guerras de la Independencia que combina en su lucha la unidad de la Nación con la revolución agraria y el proteccionismo industrial en los territorios bajo su mando”. Esto, por supuesto, originó la agresión de los “intereses porteños y extranjeros, que eran poco más o menos lo mismo”. Por eso, su acción militar y política sólo dura diez años. Derrotado en Tacuarembó por los veteranos portugueses de las guerras napoleónicas, se va retirando y se recluye en Paraguay, donde vive treinta años, hasta su muerte. Por supuesto, fue agraviado por los defensores de los intereses “porteños y extranjeros” que escribieron la historia del separatismo porteño, como Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López, al tratarlo de bárbaro; por supuesto, lo ofendieron los ingleses, que lo definieron como “jefe de contrabandistas, bandido y degollador” (The Cambridge Modern History); por supuesto, fue difícil aceptarlo para la oligarquía uruguaya, porque no podía tolerar a quien repartió tierras a gauchos e indios; por supuesto, Posadas, Director Supremo en Buenos Aires, declara a “José Artigas infame, privado de su empleo, fuera de la ley y enemigo de la patria. Será alta traición darle cualquier clase de apoyo y se pagarán seis mil pesos a quien lo entregue vivo o muerto”. La Revolución de Mayo había caído en manos de hombres cuyo “sentido de lo popular respondía a un criterio netamente clasista, y ocurrió que después de 1810, los pueblos se vieron sometidos a gobernantes que, dominados en muchos casos por el torpe orgullo de un “porteñismo” estimado 115


como un aval de suficiencia e ilustración, contribuyeron con eficacia a desprestigiar hasta el nombre de Buenos Aires”, escribió Vicente Sierra. Esa realidad se expresó en la lucha posterior de federales y unitarios, la cual,” más que el choque entre dos concepciones políticas fueron un enfrentamiento de dos estilos de vida”. El federalismo quedó expresado por la acción de grandes caudillos populares en los que el pueblo depositó su confianza, porque, a diferencia de los individuos que no comprendían la realidad (ver la Sección El Iluminismo), encarnaron sus ideas históricas y vitales. La población comprendió que había muchos personajes ocupados de sus posiciones personales, que coincidían, muchas veces, con sus negocios con el extranjero. Como dijo Domingo Matheu en su autobiografía acerca del tiempo de la revolución de 1810, “con los cambios todos los bribones se afiliaron para buscar satisfacer sus apetitos”.

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44. EL PODER CAMBIA DE MANO Producida la revolución de los orilleros dirigida por Joaquín Campana, el pueblo ocupa un importante espacio de poder, y Campana es nombrado Secretario del gobierno. Pero mucho no va a durar. La clase “sana y decente” se resiste a que los compadritos traídos por Campana tengan el poder. Este es destituido y enviado preso al Fortín de Areco. Pero no sólo a él se lo sanciona, sino a otros líderes populares como Saavedra, al que se destituye como jefe del ejército del norte, y a Martín Rodríguez, que estaba en Salta, y es separado del regimiento de húsares por “apoyarse en la chusma”. Finalmente, la Junta nombra a un Triunvirato, que gobernará desde entonces; está formado por Chiclana —al que ya vimos actuando como abogado y capitán de Patricios—, Sarratea —que venía de Brasil con el apoyo de Lord Strangford (otra vez los intereses británicos en el nombramiento de gobiernos), y Passo, que se ocuparía de las formalidades burocráticas. La caída de los orilleros fue festejada con representaciones en la Casa de Comedias, Te-deum en la Catedral y repiques de campanas. Siempre hubo un personaje que tomó el comando de la situación en los distintos gobiernos: en la Primera Junta, Mariano Moreno, en la junta Grande, hasta abril, Funes, y desde abril hasta septiembre, Joaquín Campana. Ahora le toca el turno al Triunvirato, y aparece la figura de Bernardino Rivadavia.

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45. BERNARDINO RIVADAVIA Rivadavia fue una figura representativa de la clase “decente” porteña. Lo llamaron “Padre de las luces”, aunque nunca escribió algo ni dictó una cátedra. Se dijeron muchas cosas acerca de él. Martín de Alzaga: “incapaz, de ningunas facultades a pesar de suponerse lo contrario”. Mariano Moreno: “usurpa el aire de los sabios, y afecta ser grande en todas las carreras cuando en ninguna ha dado el primer paso”. Fray Francisco de Paula Castañeda: “sapo del Diluvio”. Pío IX, cuando era un cura agregado a la Pontificia embajada en Buenos Aires, P. Juan María Mastai, observó la “nauseabunda, soberana gravedad y pompa” de su discurso. Lord Ponsonby: “tiene la figura de Sancho Panza pero ni la mitad del juicio de nuestro viejo amigo Sancho”. George Canning: “lo inconveniente que resulta para el prestigio de ese gobierno poner sus asuntos en manos de una persona semejante”. Tomás de Iriarte: “Estaba altamente equivocado, y la experiencia se lo hizo conocer más tarde, bien a su pesar”. Bartolomé Mitre: “El más grande hombre civil de la his118


toria de los argentinos”, frase inscripta en su mausoleo de la Plaza Once. Opiniones de aquí y de allá que conviene conocer, porque hacen a la enseñanza de nuestra historia. Cuando volvió de Europa en 1821 Rivadavia “fue recibido como el más notable de los notables del país; su personalidad se hizo tan contagiosa que gran porción de los hechizados hicieron suyos sus enfáticos modales (…) No fue aventajado en las letras, no había profundizado la literatura clásica, ni el derecho político, ni las ciencias”, escribió Vicente Fidel López. Pero había conocido Londres y París, por lo que los porteños lo suponían al tanto de los secretos de la civilización. Según José María Rosa, “pese a su nutrida biblioteca1 no era un hombre de cultura. No era un escritor, no era buen orador. Pero tenía una voluntad dominante y supo imponer sus defectos como cualidades en el mediocre medio cultural del Plata; su pedantería pasó por erudición y su arrogancia se tuvo como dignidad (…) Nadie podía saber en qué se basaba el mito Rivadavia, pero lo cierto es que existió más allá de todo razonamiento.” 1.  Rosa habla de su “nutrida biblioteca”. Según A. Palcos “esa biblioteca, tal como quedó a la muerte de su dueño, se componía de 1.734 volúmenes. (…) Allí no hay sitio para lo vulgar y lo chabacano. Lo antiguo y lo moderno, lo clásico y lo romántico, las ciencias, la historia, la filosofía alternan por igual en aquellos estantes. (…) La obra fundamental de Newton en francés “Principios Matemáticos de la Filosofía Natural” (…) Busca las obras ricas en informaciones y doctrinas”. Leer el análisis matemático de Newton sin tener formación en esa ciencia —nunca se dio un curso acerca de ello, como veremos en el parágrafo 49— resulta increíble. Es más certera la opinión de Mariano Moreno que citamos arriba…

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Produjo varias reformas cuando estuvo en el gobierno. Dio impulso a la Sociedad Literaria, a la Academia de Jurisprudencia, de Medicina y Ciencias Exactas, la Sociedad de Música, Escuela de Declamación y Acción Dramática, y otras. Reformó los planes de estudio de la Universidad de Buenos Aires que había fundado el presbítero Antonio Sáenz, introduciendo la materia Economía Política, que dictó Vicente López y Planes. Realizó una importante reforma religiosa que llevó al control de los sacerdotes regulares, es decir, los que pertenecían a congregaciones, al estado. Todas iniciativas que pueden calificarse de progresistas. Pero, ¿a costa de qué? ¿de dónde salían los fondos para financiar esas obras e iniciativas que favorecían a Buenos Aires? Los recursos que poseía la ciudad eran 400.000 pesos al año, que no alcanzaban para tales tareas. Pero el impuesto de aduana rendía 2.000.000 de pesos, que fueron tomados, ya que no se había constituido una nación. Pero con ese dinero desviado a la ciudad de Buenos Aires San Martín no podía seguir la guerra en Perú, Güemes no podía defender el norte, ni se podía reconquistar la Banda Oriental. Otra vez una visión localista impedía la organización nacional, esta vez por culpa de Bernardino Rivadavia. Otra vez la imposición de las propias ideas sin tener en cuenta la realidad social. Otra vez el iluminismo. El manejo de la sociedad desde una oficina. El ministro Manuel José García le recomendó a Rivadavia darse una vuelta por la plaza de las carretas, para tener siquiera una idea del país. San Martín le escribió a O’Higgins: “Sería de no acabar si se enumeraran las locuras de aquel 120


visionario (Rivadavia) —y la admiración de un gran número de sus compatriotas— creyendo improvisar en Buenos Aires la civilización europea con sólo los decretos que diariamente llenaba lo que se llama Archivo Oficial”. Quizá se pueda pensar que en el lenguaje de la época San Martín usó la palabra “visionario” por lo que hoy llamamos “delirante”, como el entorno del texto manifiesta.

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46. EL CERRO FAMATINA Durante 2011 la opinión pública se levantó contra el proyecto minero en el cerro Famatina, en La Rioja, por la contaminación que implica la utilización de cianuro para separar el oro—porque contamina el agua—, y la minería a cielo abierto — porque destruye el cerro—. La obra estaba a cargo de una empresa canadiense. Las protestas incluyeron piquetes, manifestaciones, y expresiones contrarias a cargo de artistas populares, hasta en grandes festivales musicales como el de Cosquín. Llegó a tal punto la oposición popular que la empresa, a pesar de contar con el apoyo del gobernador de la provincia, suspendió el proyecto por “falta de licencia social para la explotación”. Curioso pero importante eso de “licencia social”. La población no se deja embaucar fácilmente y exige pruebas de que la explotación no será contaminante, y, además, que no será una expoliación de nuestra riqueza nacional. El cerro Famatina tiene una larga historia… En 1823 y 1824 había en Londres una gran actividad bursátil y se hacía una gran propaganda para lograr inversiones en riquezas de Hispanoamérica, que no habían sido explotadas, supuestamente, por incuria de los españoles y la indolencia de los nativos. Esa actividad especulativa llegó a Buenos Aires, y uno de sus aspectos fueron los negocios mineros. Existía un personaje muy interesado en ellos, que, además de político, era, sin dudas, un hombre de negocios: Bernardino Rivadavia. Ya en 1823, el ministro porteño, sin ninguna autoridad en la provincia de La Rioja, se faculta 122


a sí mismo a introducir capitales provenientes del exterior. El objetivo era, por supuesto, el cerro Famatina. El poder conferido a sí mismo se lo pasó, en 1824, a John Hullet, y éste, a la Minning Association . Se preparó el terreno para la venta de acciones afirmando que “en Famatina el oro brota con las lluvias…que al barrer las casas siempre se encuentra oro entre el polvo…”, y cosas semejantes. Las acciones de la Minning se cotizaron alto el día de su lanzamiento: 25 puntos sobre el par. En 1825 habían llegado a Buenos Aires los ingenieros y obreros para trabajar en Famatina. Pero en enero de ese año se había aprobado una ley que establecía que “los contratos de minería tienen que ser aprobados por la provincias respectivas”. Rivadavia llegó de Londres después de que esa ley fuera establecida, y no lo sabía. Por supuesto, la empresa se dio cuenta de que había comprado algo que no poseía sino la provincia, que no había sido consultada, como se dijo, por Rivadavia. Todos los antecedentes consistían en un poder de Rivadavia de 1823 —conferido a sí mismo—, transferido al inglés Hullet en 1824, y luego a la Minning. ¿Cómo se arreglaba todo esto? Rivadavia escribe el 27 de enero de 1926: “Tan pronto sea nombrado procederé a procurar la sanción de la ley para el contrato de la compañía”. Doce días después asumía la Presidencia de la República…

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47. LA BANDA ORIENTAL El conflicto planteado entre las Provincias Unidas y el Imperio del Brasil por la posesión de la Banda Oriental tenía antecedentes; antes entre España y Portugal por la misma cuestión. En ambos ¿quién fue el mediador? Gran Bretaña, que, además, tenía sus propios intereses en el problema. Años de disputas que finalizan en una guerra. Por supuesto, Inglaterra tuvo mucho que ver en todo esto. Según Canning, “la ciudad y el territorio de Montevideo debería independizarse definitivamente de cada país, en situación algo similar a las ciudades hanseáticas en Europa”. La batalla decisiva es la de Ituzaingó, en las se enfrentaron un alto mando brasileño inepto, con un torpe y corrupto alto mando argentino ( J.A. Ramos). El general del lado nuestro fue Alvear (destacado traidor a la patria, ver parágrafo 51). El diplomático que negoció en Río de Janeiro fue Manuel García, que siempre supo combinar bien los intereses de algunos porteños con los de Gran Bretaña. Conclusión: se ganó la batalla, Alvear dejó ir a las fuerzas brasileñas, y García entregó la Banda Oriental a los brasileños. Hay que repetirlo para creerlo: se ganó la batalla y se perdió el territorio en pugna. Increíble. En Buenos Aires se decide someter a Alvear a un consejo de guerra, por su mal comportamiento en esa batalla (el éxito se debió a la valentía de sus jefes), el arreglo de García con Brasil es repudiado, y renuncia Rivadavia. El final fue que la “Provincia de Montevideo es separada del Imperio de Brasil (…) del Gobierno de la Provincias Unidas (…), y se constituye en Estado libre e independien124


te”. Los ingleses querían que las dos bandas del Plata no estuviesen bajo el mismo poder. Rivadavia se fue a Europa y murió en Cádiz en 1845, con bienes, propiedades, títulos y acciones que le aseguraron su posición económica. Hasta poseía unos fondos entregados por el banco inglés Hullet (recordar el negocio de Rivadavia con esa casa en ocasión del las minas de Famatina), que fueron reclamados por el banco a sus herederos; éstos negaron que fuera un préstamo o un adelanto para devolver, sino que “era otra cosa”. Curioso nombre el de “otra cosa”, que con el tiempo fue cambiando, para conocerse como coima, cometa…

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48. LA REVOLUCIÓN DEL PELO CORTO Un curioso episodio ocurrió en 1811. Saavedra fue enviado al norte, y para comandar al regimiento de Patricios se nombró a Manuel Belgrano, licenciado en Leyes por la Universidad de Salamanca. Como ya hemos comentado, los muchachos de Patricios estaban lejos de ser los elegantes uniformados de hoy, que con sus botas bien lustradas, sus uniformes atildados y sus hebillas brillantes hacen guardia en nuestro disminuido Cabildo en los festejos del 25 de Mayo. Que Saavedra fuera alejado del regimiento no había caído bien, porque significaba que se le quitaba hasta el mando militar. Como vimos, la tropa estaba acostumbrada a elegir a su comandante, y lo venían haciendo así desde 1806, cuando se organizaron para enfrentar a los ingleses. En tal situación, ¿qué hace Belgrano? Ordena que la tropa se corte el pelo. Pero resulta que usaban una cola a la que tenían como signo de distinción. Era símbolo de orgullo orillero. Esto no era propio de la clase “decente” que vivía en el centro. Para colmo, Belgrano les dio un plazo para cumplir la orden, bajo pena de afeitarles la cabeza. Era demasiado. El 5 de diciembre Rivadavia llamaba a la “sobriedad, disciplina, orden y subordinación de las tropas”, pero no estaba en el espíritu de los Patricios la obediencia a alguien al que no habían elegido. Se rebelaron, sacaron a los oficiales del cuartel, pusieron en las bocacalles las piezas de artillería, y exigieron el cambio de gobierno con el regreso de sus líderes, verdaderos líderes populares, Saavedra y Campana. Eran los mismos suboficiales y tropa que iniciaron la revolución el 25 de mayo del año anterior. Rivadavia quiso un escarmiento 126


ejemplar, que se cumplió: once fueron fusilados y veinte fueron enviados presos a la isla Martín García. No fue todo por la orden de cortarse el pelo, ni como escribió Rivadavia, porque los rebeldes habían sido confundidos “por la intriga o la seducción de los enemigos de la patria”. En realidad, dice V. Sierra, “fue, esencialmente una expresión del bajo pueblo por lo que venía ocurriendo, posiblemente movida por elementos saavedristas”. Costaba vencer al movimiento popular.

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49. LA CIENCIA Nos hemos ocupado de los primeros libros introducidos por Pedro de Mendoza en 1536, y de la biblioteca de Rivadavia. Hemos comentado que en 1810 los movimientos de cambio de gobierno estuvieron en manos de abogados, curas, comerciantes y militares, cuya preocupación por los aspectos científicos no fue demasiada. Pero hubo algunas excepciones, como la del abogado Manuel Belgrano. Nos referiremos en particular a la ciencia matemática. En 1771, en el informe del Cabildo que se refiere a la creación de los Reales estudios, se dice “dado que no hay ciencia o arte de cuantas contribuyen honor y comodidad a la vida humana que no deban primordialmente sus aumentos a los auxilios de la matemática”, se considera necesaria la creación de cátedras para esos estudios. Pero comenzamos mal, ya que esos consejos no se llevaron a la práctica. Hubo que esperar 28 años para que, por iniciativa de Belgrano se creara una Escuela que tuvo una vida corta, porque se unió, poco después, a la Escuela de Náutica. En 1802, al entregar premios a los mejores egresados, Belgrano dijo: “llevando en su mano la llave maestra de todas las ciencias y artes, la matemática, presentarán al universo, desde el uno hasta el otro polo, el cuño inmortal de vuestro cielo patrio”. El programa publicado ese año habla de la enseñanza del “Algebra, Aritmética, Geometría y Curvas Cónicas (…) Cálculo Diferencial e Integral (…) para luego enseñar las materias comprendidas bajo el nombre general de Mecánica”. 128


Pero… tampoco terminó bien, ya que la Escuela fue clausurada en 1806 por cuanto la Corona la consideró “un mero lujo”, y que había sido creada “contra su terminante voluntad”. ¡Notable! Esa es la importancia que España daba a la ciencia, y esa visión entorpeció nuestro desarrollo. Pero se ve que Belgrano era perseverante, ya que, siendo vocal de la Junta en 1810, instala una Escuela de Matemática, dirigida por el teniente coronel catalán Sentenach, que también duró muy poco: Sentenach fue fusilado a mediados de 1812 por estar complicado en la conspiración de Alzaga, y con él terminó la Escuela. Las complicaciones políticas estaban por encima de la preocupación por la ciencia. Con interrupciones, como se ve, pero la cosa sigue adelante; Senillosa realiza trabajos topográficos y de medidas desde 1824, y dicta cursos de dos años en cuyos programas figuran “principios del cálculo diferencial e integral”, conocimientos que nunca llegaron a impartirse… Como vemos, un inicio complicado, difícil, con escaso apoyo de las autoridades. Y así siguió a lo largo de nuestra historia… Por suerte para el país, a través del tiempo hubo personas decididas y tenaces como Belgrano, y, gracias a ellas, la Argentina produjo notables científicos en los dos siglos siguientes, a quienes les debemos cierta posición en el mundo y el desarrollo científico y tecnológico que pudimos conseguir, aún enfrentando una gran cantidad de obstáculos. Todo a pesar de espíritus bajos e incultos, que invariablemente se dieron a través del tiempo. Quizá el último de ellos —esperemos— fue Domingo Cavallo, ministro de economía a 129


principios del siglo XXI, que no tuvo remordimiento alguno por sus acciones; por ejemplo, a los investigadores científicos nos mandó ¡a lavar los platos!, notable necedad dicha sin ninguna vergüenza. Lamentablemente, en el año 2012 apareció en televisión hablando de economía con todo desparpajo…

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50. EL POPULISMO En una sección anterior nos hemos ocupado del iluminismo, que explica el comportamiento de varios de los personajes citados hasta aquí, y que explicará el de otros que aparecerán más adelante. Pero algunos episodios relatados llevan a la necesidad de analizar otro comportamiento social, quizá más difícil de definir: el populismo. En amplios ambientes de nuestra sociedad, el populismo no tuvo ni tiene buena fama. Es común que se lo identifique con actitudes demagógicas de los gobiernos. Es todo muy vago e indefinido. Pero eso, se pregunta Ernesto Laclau, ¿no es consecuencia, en algunas situaciones, de la vaguedad e indeterminación de la misma realidad social? Y continúa: “este debate puede considerarse en gran medida como la historia de la constitución y disolución de la frontera social que separa lo normal de lo patológico”, campo en que comúnmente se ubica al populismo. En 2012 visitó a La Argentina el filósofo francés Jacques Rancière, invitado por la Universidad Nacional de San Martín. En una entrevista dijo: “La noción de populismo evoca la imagen del pueblo elaborada a fines del siglo XIX por pensadores como Taine y Le Bon, aterrados por la Comuna de París y el crecimiento del movimiento obrero: una imagen de masas ignorantes impresionadas por los sonoros discursos de líderes carísmáticos y conducidas a la violencia extrema por la circulación de rumores descontrolados y miedos contagiosos. Pero el concepto de populismo fue completamente reinventado durante los últimos veinte años (…) Nuestros gobiernos y todo el sistema mediático-político que 131


gravita en torno, se esforzaron en crear un concepto global en el cual incluir todas las formas de resistencia o de rechazo a la lógica de confiscación del pueblo por parte de las oligarquías (…) El objetivo final es la estigmatización de toda reivindicación de poder por parte del pueblo”. Citamos antes a filósofos; agreguemos la opinión de un economista, Rafael Correa: “Como parte del dogma de la estabilidad [económica], encontramos la estigmatización a todo aquel que disiente con sus simplistas postulados, de tal forma que solamente existen dos categorías de economistas: o amantes de la estabilidad de precios, y, en consecuencia, supuestamente disciplinados y prudentes, o populistas, difuso término que sirve para encasillar a todo aquel que no esté con el paradigma dominante”.

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51. ALVEAR En 1815 renuncia al cargo de Director Supremo Posadas, que había puesto precio a la cabeza de Artigas. Después de intrigas propias de la logia masónica a la que pertenecían, se designa para completar el período a Carlos Alvear. Parece que Monteagudo, que lo impuso, suponía que podía dirigir un gobierno fuerte y ser implacable en momentos adversos. La situación era complicada, ya que corrían rumores de que los españoles estaban preparando una expedición para retomar Buenos Aires, y se fortalecía la posición de los Pueblos Libres de Artigas ¿Qué se le ocurre a Alvear? Enviar a Río de Janeiro una misión para entrevistar a Lord Strangford con dos notas, una dirigida a él —que manejaba desde allí la política británica para América del Sur— y la otra a Castlereagh, que estaba en Londres y que, como vimos, había sido el autor intelectual del cambio de la política inglesa en el Río de la Plata, para pasar de la acción militar a la comercial. Basta copiar algunos parágrafos de las notas de Alvear, sin comentarios. Dice: “este país no está en edad ni en estado de gobernarse por sí mismo, y necesita una mano exterior que lo dirija y contenga en la esfera del orden antes que se precipite en los horrores de la anarquía (…) En estas circunstancias solamente la Nación Británica puede poner remedio eficaz a tantos males acogiendo en sus brazos a estas Provincias que obedecerán a su gobierno y recibirán sus leyes con el mayor placer (…) Estas Provincias desean pertenecer a la Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer a su Gobierno y vivir bajo su influjo poderoso (…) Que vengan tropas que se impongan a los genios díscolos…” 133


Todo muy elocuente: un pedido de coloniaje muy directamente enunciado. Entrega total, sin disimulo. ¿Habrá pasado en algún otro lugar del mundo? Strangford no dio curso a ese pedido, porque Inglaterra no necesitaba donaciones para tomar lo que considerara de interés, y porque desde 1807 la política colonial había cambiado. Para Alvear y sus amigos la dominación extranjera era preferible, dado que los mantendría a ellos en el poder, lo que seguramente no ocurriría con un gobierno popular. La situación se complicaba; el 15 de abril de 1815 la ciudad se subleva, y al frente de una gran multitud, Miguel Soler intima al Cabildo a “evitar males que amenazan a la República a causa del descontento por los actos opresivos del Director Supremo D. Carlos Alvear”. Soler pudo apoderarse de Buenos Aires y asociarse a los Pueblos Libres de Artigas, pero no actuó como un verdadero jefe popular, como tampoco lo habían hecho Saavedra ni Joaquín Campana. Alvear se fue a Río de Janeiro, y desde allí escribió una nota al ministro español renunciando a su condición de argentino, pidiendo su reincorporación al ejército español. Notable. Así como no tuvo respuesta del gobierno inglés a su pedido de coloniaje, el gobierno de España respondió con silencio a su petición. Pero no fue todo. Se puede agregar acerca de su traición el informe sobre las fuerzas militares de las Provincias Unidas, una traición de alto grado, ya que puso en manos del gobierno español preciosos datos en momentos que se había dado orden de organizar una expedición para retomar Buenos Aires. El informe está fechado en Río de Janeiro el 27 de junio de 1815, y detalla con precisión la cantidad de soldados en Buenos Aires, las fuerzas de San Martín en Mendoza con sus piezas de artillería, las 134


de Rondeau, las de Güemes y las de Artigas, aclarando la cantidad de pólvora y la de fusiles producidos por la fábrica de Buenos Aires. Después de lo mencionado, que muestra la baja estatura moral de Alvear, sus seguidores y amigos torcieron esas historias —que en cualquier época y en cualquier lugar hubieran sido calificadas de alta traición— para convertir en honorable a semejante personaje. Para muestra, dicen, basta un botón, pero daré dos. Uno, el fortín Esperanza — ubicado en la avanzada hacia el oeste de la frontera argentina de entonces, fundado el 1 de mayo de 1854 y sostenido hasta 1858 por el Teniente Coronel Juan Agustín Noguera—, es el origen de la ciudad, hoy llamada General Alvear, en el centro-oeste de la provincia de Buenos Aires. ¿Qué relación tuvo Alvear con ese origen? Ninguna. Sin embargo. una ley de fecha 22 de julio de 1869 crea “un nuevo Partido sobre la base del Fortín Esperanza, situado entre los límites de los Partidos de Saladillo y Tapalqué, bajo la denominación de General Alvear”. Otro, la ciudad de Buenos Aires lo homenajeó con una gran estatua en la Recoleta —obra maestra del francés Antoine Bourdelle— en un hermoso lugar: en la bifurcación de las avenidas del Libertador y Alvear, también llamada así en su honor.

NOTA (para mis nietos, a quienes va dedicado este libro): Ustedes son la sexta generación descendiente en forma directa del Teniente Coronel Juan Agustín Noguera. Como comentamos antes, así 135


se escribió la historia oficial en nuestro país, pero, como vemos, hay otra historia que se oculta. A veces se dan cambios justos; por ejemplo, para citar alguno, en la ciudad de Buenos Aires se cambiaron nombres de calles para poner las cosas en su lugar: Canning2 se cambió por Scalabrini Ortiz (uno de los iniciadores del pensamiento nacional y popular, con Arturo Jauretche, Homero Manzi y otros). Quizá ustedes puedan poner en su lugar la historia que les comento logrando que se quite a esa ciudad el nombre de un traidor como fue Alvear, para volver a sus orígenes. Es un buen nombre el original del Fuerte fundador: Esperanza.

Franco S. D'Attellis Noguera al lado del busto de Juan Agustin Noguera, fundador del Fortín Esperanza

2.  Canning, ministro inglés, escribió en 1824: “La América Española es libre, y si nosotros los ingleses manejamos nuestros negocios con habilidad, ella será inglesa”.

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52. LA COLONIZACIÓN CULTURAL Nos hemos encontrado hasta aquí con diversos actores de nuestra historia que estuvieron, decididamente, del lado de intereses que no favorecían a las necesidades populares sino a intereses foráneos, que respondían a ideas filosóficas que no podían tener aplicación en la sociedad de entonces, que sostenían el rechazo a todo lo existente para sostener la idea de una civilización extraña, resistida por la realidad. Así seguirá, y por largo tiempo. Por los años 2011 unas pocas personas se manifestaron con cacerolazos, un símbolo que quedó desde los comienzos de ese siglo y con los que iniciamos estas notas, y aparecieron en una patética foto en primera plana del diario La Nación del viernes 8 de junio de 2012. En alguna esquina del barrio norte, eran golpeadas cacerolas vacías en manos de gente que no padecía de problemas económicos. En los barrios carenciados de todas las provincias las cacerolas estaban llenas de comida para alimentar a los niños cuyas familias recibían la Asignación Universal por Hijo instituida por el gobierno. ¿Cómo puede llegarse a esa situación? ¿Puede dividirse tanto la sociedad, hasta el punto de despreciar a los pobres y negarles el apoyo más elemental? ¿Cómo se explica? Quizá en este punto, cuando ya comprobamos que esas diferencias vienen desde los tiempos primeros de nuestro país, cuando ya comprobamos que algunos de los llamados constructores de nuestra nación merecen críticas por actitudes justamente contrarias a la formación de una nación, podamos agregar algo sobre este tema. Una parte importante proviene de una concepción filosófica: el iluminismo, que propone a la 137


razón como guía para que la realidad se adapte a ella como sea. Ya hemos visto el comportamiento de algunos personajes que siguieron esa línea, y lo seguiremos viendo en lo que sigue. Pero hay otra, que mucho tiempo después de aquellos que estamos considerando, Arturo Jauretche analizó como una “cultura” ordenada por la dependencia colonial, y sostenida fervientemente por algunos hacedores de nuestra historia, como vimos. ¿Qué es eso de colonización cultural o pedagógica? Así lo expone Jauretche. “Desde el principio nuestra intelligentzia· identificó cultura con los valores universales consagrados por los centros del poder, con exclusión de toda otra cultura”. Existió un deslumbramiento “por la civilización europea cuyo espectáculo se presentaba ante los ojos azorados de los intelectuales (se llama intelectual no al que ejercita la inteligencia, sino al que es ilustrado en cosas nuevas.)” Preguntémonos ¿qué cosas nuevas? No todas, porque nada había de ciencia en el pensamiento de los personajes que citamos, todos ellos abogados, clérigos o comerciantes. Kant es el filósofo de la ilustración alemana, Voltaire el de la francesa. Piensan que la razón puede y debe modificar la realidad. Escribe Feinmann “no se someten a la realidad, La realidad es una materia anárquica e injusta a la que hay que doblegar y someter a la razón. De aquí que son iluministas y de aquí que el iluminismo tenga tanto que ver con las concepciones vanguardista de la revolución (…) Del iluminismo Moreno se queda con la razón, que es él, y no con las masas (…) Moreno tiene un problema: no cuenta con una 138


burguesía jacobina. (…) Una verdadera vanguardia es la que no pierde jamás de vista el nivel de conciencia alcanzado por los pueblos. Cuando eso ocurre, cuando la vanguardia cae en la soberbia y el aislamiento, en el regodeo del mero reconocimiento entre pares, comienza a girar en el vacío”. Volvamos a Kant. ¿Qué tenía adelante como realidad? Entre otras cosas, a la ciencia matemática de Newton y Liebnitz. Estamos desarrollando temas de nuestra historia del tiempo de 1820, tiempos en los que el francés Fourier escribía sus teorías matemáticas que resultaron fundamentales en el mundo moderno. Toda esa ciencia se convirtió en desarrollo tecnológico, ese que produjo la admiración de nuestros hombres ilustrados. Pero eran abogados, clérigos y comerciantes, y no pudieron percibirlo. Aunque hubo excepciones. Ya en 1771 el Cabildo informa al Virrey sobre la creación de los Reales estudios: “no hay ciencia o arte de cuantas contribuyen honor y comodidad a la vida humana que no deban primordialmente sus aumentos a los auxilios de la matemática”. ¿Qué se hizo? Nada. Casi 30 años después, debido al impulso de Belgrano, se inician los estudios, orientados a la navegación. Duró poco, ya que la Escuela fue clausurada en 1806. ¿Por qué? Porque la Corona la consideró un “mero lujo”. Esa era la idea imperante en España sobre la ciencia. Más adelante, Senillosa impartió algunos cursos, y en su plan figuraban “algunos principios del cálculo diferencial e integral”. Como dijimos antes, esa era la matemática que tenía adelante Kant. Pero, como comenta Babini, “Parece que esas nociones no llegaron a impartirse aquí”. No era un buen comienzo… 139


53. LIBERTAD DE PRENSA Desde los años 2000 se abrió una disputa sobre el tema llamado “libertad de prensa”. Es que, tanto en nuestro país como en otros de Latinoamérica se había instalado una corriente periodística que orientaba a la opinión pública en una dirección determinada, en general contraria a los gobiernos nacionales que trataban de ser independientes, y que sostenían opiniones muchas veces extranjerizantes. Ejemplos fueron los tratamientos de la política económica frente a temas como la nacionalización de YPF en 2012, o del tema de los reclamos por las islas Malvinas llevados por esos años a organismos internacionales, entre otros. En algunos casos el planteo era muy claro, como en el de Bartolomé Mitre, que escribió lo que hemos llamado la “historia oficial” y fundó un diario que continuaría la línea política que esa historia sostenía; lo fundó el 4 de enero de 1870, y aún hoy conserva el lema que escribió en su primer número: “será tribuna de doctrina”. Pero en el siglo XXI el asunto era mucho más complicado, porque los avances tecnológicos habían llevado a que el órgano de difusión de ideas no fuera sólo un diario, sino distintos medios como radio, televisión y otros, que estaban en una sola mano y cubrían todo el país, como el caso de Clarín. Esos, llamados “medios hegemónicos”, atacaban en forma permanente a los gobiernos que no se ubicaban en su línea de pensamiento o de conveniencia comercial. Es cierto que se había conseguido, para ese entonces, que la población no tuviera por certeras las ideas difundidas por esos medios sin discusión; todo lo contrario, se había difundido cierto análisis crítico acerca de las opiniones impartidas por esos medios; pero seguían 140


influyendo en muchas personas como parte de la colonización intelectual o pedagógica que hemos analizado. Como ya hemos visto sobre otros temas, estas disputas tienen una larga historia, y los combates mantenidos fueron despiadados. Volvamos atrás. Rivadavia trató de llevar adelante innumerables fantasías, proyectos irrealizables diseñados en su despacho sin ninguna posibilidad de aplicación práctica. Hubo también reformas políticas, religiosas, militares. Como vimos, el iluminismo fue la base filosófica, y la realidad contradecía muchas de esas propuestas. Se destacó en su oposición a Rivadavia un cura que fue famoso por sus discursos patrióticos, como el del 25 de mayo de 1815, épocas en las que Alvear tramaba el coloniaje británico: Francisco de Paula Castañeda. Castañeda había observado tempranamente, en 1820, el comportamiento de influyentes políticos que son alabados por la historia oficial. Escribió: “eche usted una ojeada rápida sobre la conducta de nuestros políticos en la década anterior, y verá que en vez de fomentarlo todo lo han destruido todo, no más porque no está como en Francia, en Londres, en Norteamérica o en Flandes” Fundó varios periódicos; uno fue —tenía gusto por los títulos largos— el “Desengañador gauchi-político, federimontonero, chacuaco-oriental, choti-protector, puti-republicador de todos los hombres de bien que viven y mueren descuidados en este siglo diez y nueve de nuestra era cristiana”. Polemista, agresivo en su lenguaje, atacaba fuertemente a Rivadavia y sus seguidores a causa de la reforma religiosa que impulsaban. 141


En tiempos de Cristina Fernández, los enfrentamientos con la prensa fueron el establecimiento de leyes para limitar su influencia, la distribución de la propaganda oficial, y otros por el estilo. En tiempos de Rivadavia —y a pesar de sus supuestos ideales de libertad— fueron no sólo la clausura de los periódicos opositores, sino la expulsión —en este caso del cura Castañeda— de Buenos Aires a Kakel, en la frontera de indios, a Montevideo, a Santa Fe. No andaba con muchas vueltas… Tampoco Sarmiento andaba con muchas vueltas, y cerró periódicos. Así fue dicho por la Presidenta del país en 2012, lo que ocasionó comentarios adversos en algunos medios de comunicación. ¿Por qué? Porque suponen que eso proyecta algo ocurrido en 1874 a la actualidad, y que las cosas son distintas. No es así, sino que el episodio muestra que lo que ocurre en 2012 es lo mismo, políticamente hablando, de lo que ocurría entonces. Afirmar que desde el siglo XIX hasta el XXI la prensa se fue separando de la política es falso; y la vida diaria lo muestra. Todo lo contrario, con más medios que el mero papel, a los que se suman todos los medios electrónicos modernos, se dieron cuenta sus poseedores de que podían influir mucho más en la opinión de la población, y lo hicieron. De allí que es necesario conocer la historia, porque ella ilustra sobre la política. Rivadavia, Sarmiento, y otros, hubieran cerrado diarios aún ahora… ¿qué duda queda?

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54. LOS PRÉSTAMOS INGLESES Como hemos visto, de la acción militar Gran Bretaña pasó a la acción comercial. Castlereagh impuso la teoría, ya que los que les importaba era el comercio. A partir de entonces, lo préstamos otorgados fueron los instrumentos de la dominación imperialista. ¿Cuándo se inicia esa política inglesa y a quienes está dirigida? Se inicia en 1821 y se dirige a toda América Latina: Méjico, Colombia, Perú, Chile, Buenos Aires y América Central reciben 18.542.000 libras de los bancos ingleses, a intereses entre el 5 y el 6,5 % anual. ¿Cuál fue la garantía? Las recaudaciones aduaneras, las rentas fiscales, la tierra pública, y, de ser necesario, todo el territorio. Fue una defraudación a dos puntas: a los ahorristas ingleses que pusieron el dinero en los bancos, para encontrarse en poco tiempo con que los servicios se atrasaban y finalmente dejaban de llegar, y a los estados de Hispanoamérica ya que pagaron mucho más de lo que habían recibido. Ocupémonos de Buenos Aires. Es el inicio de la llamada “deuda externa” de nuestro país, al que atormentó durante los casi dos siglos restantes. Conviene analizarla con cierto detalle para descubrir la miseria moral de los que intervinieron, de la defraudación que significó. Veamos. Se contrató con Baring Brothers de Londres un préstamo de 1.000.000 de libras esterlinas (todas las cifras siguientes están en la misma unidad). Se hizo “al tipo de 85”; esta expresión significa que Buenos Aires se obligaba por 1.000.000 pero recibiría 850.000, por el precio presunto de la colocación en bolsa. Pero el convenio establecía que se giraría a 143


Buenos Aires “al tipo de 70”, repartiéndose la diferencia entre banquero y comisionistas, de acuerdo al siguiente detalle: A Buenos Aires…………….. 700.000 A Baring …………………… 30.000 Al consorcio ………………. 120.000 (el consorcio lo formaban los que propusieron el negocio). Así se sumaban los 850.000, pero se recibían 700.000. Además: Intereses y amortizaciones anuales : 65.000 Garantía, retención de dos anualidades: 130.000 Comisiones y gastos: 10.000 Total: 140.000 A entregar: 700.000 – 140.000 = 560.000 (por 1.000.000 solicitados) ¿Cuánto se recibió? 62.000 en letras de cambio y 2.000 en oro, y esto fue “por prudencia”, dado que los ingleses, para evitarle pérdidas a Buenos Aires al enviar tan lejos esas cantidades de oro —que era lo pactado—, en una actitud sumamente bondadosa, depositaron 500.000 en sus bancos al interés del 3% “que es lo más que podemos pagar”. ¡Lindo negocio! Buenos Aires pagaba el 6% de interés y recibía el 3 %. Pero hay más: los intermediarios —Robertson de allá y Castro de acá— cobraron 100.000, y la banca Hullet (que había, como vimos, hecho tratos con Rivadavia, que inició estos trámites) 6.000. Quedaban 454.000. Los reclamó Las Heras en 1824, y llegaron 122.000 en papel y 18.000 en oro. Un solo comentario indignado merece todo esto, para los 144


de allá y los de acá: ¡qué miserables! Así comenzó nuestra deuda externa. ¿Para qué sirvió ese préstamo? Está claro: sirvió a la finalidad imperialista de Inglaterra, y aquí no se construyeron muelles, ni se fundaron pueblos, ni se instalaron cañerías de agua corriente. En 1844 Rosas arreglará el pago de una pequeña cuota de los dividendos atrasados. En 1904 se hizo el último pago. Vergonzoso. Nuestro país quedó casi libre de su deuda externa recién en 2012, año en el que la deuda externa cayó al 14 % del PBI; además, quedó en condiciones de pagar la totalidad de ella, manteniendo, aún así, reservas en su Banco Central. Sin embargo, la colonización cultural seguía funcionando: el diario La Nación del 4 de agosto de 2012, cuando el país había pagado en dólares el BODEN 2012 que marcó un importante paso en su desendeudamiento, publicó en primera página el título “Impacto en la avenida Alvear”, quejándose tristemente de que se notaran faltantes de carteras Louis Vuitton y de relojes Rolex… Increíble.

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55. RIVADAVIA Y LOS PUEBLOS ORIGINARIOS Desde el descubrimiento del continente por España, realizado por Colón, hubo un choque de civilizaciones que fue sangriento y lamentable; significó la extinción de pueblos americanos con culturas desarrolladas, pero que no pudieron con las capacidades combativas de los invasores ni con su idea de dios único, al que querían imponer con violencia. La ciencia es un ejemplo de ese desarrollo; basta recorrer las construcciones de Chichén Itzá o de Tulum, en Méjico, para asombrarse: ¿qué profundos conocimientos matemáticos tenían para desarrollar una astronomía que les permitiera semejantes edificios, dirigidos hacia el cosmos de manera tan especial? ¿Qué ingeniería poseían, y qué instrumentos de medición construyeron para realizar con tal perfección esas pirámides perfectamente orientadas? ¿Hasta dónde habían desarrollado las nociones físicas de sonido, por ejemplo? Porque lo que se ve en esos lugares y muchos otros es asombroso. El día de la llegada de la primavera es determinado con perfección al entrar el sol por una ventana el día del equinoccio; la luz, ese día, se derrama sobre una escalera dibujando una serpiente; un aplauso frente a sus escaleras reproduce, como eco, el canto de un pájaro de la zona. Todo el movimiento científico se inició con necesidades: las cosechas, las épocas de inundación de los campos etc., tal como sucedió en otras latitudes. Pero la ciencia americana de los mayas, aztecas, incas, desapareció en las manos destructoras de los invasores. Hegel, en “Lecciones de filo146


sofía de la historia universal” dice: “En la época moderna, las tierras del Atlántico, que tenían una cultura cuando fueron descubiertas por los europeos, la perdieron al entrar en contacto con éstos. La conquista del país señaló la ruina de su cultura, de la cual conservamos noticias; pero se reducen a hacernos saber que se trataba de una cultura natural, que había de perecer tan ponto como el Espíritu se acercara a ella. América se ha revelado siempre y sigue revelándose impotente en lo físico como en lo espiritual. Los indígenas, desde el desembarco de los europeos, han ido pereciendo al soplo de la actividad europea.” Como afirma J.P. Feinmann, “Las certezas de Hegel son las de un europeo que —en 1831— observa al mundo con enorme jactancia. Cree que el espíritu es el espíritu de Occidente y que el espíritu de Occidente lo encarna y representa Europa.” Por eso cualquier historia de la filosofía es una historia de la filosofía europea, no porque los demás no hayan pensado; por eso la historia de la ciencia excluye todo lo relativo a América. Con J.A. Ramos nos preguntamos si ese “Espíritu hegeliano”, ese “soplo de la actividad europea”…se identifica con los arcabuces de los europeos con los que liquidaron a esas civilizaciones. ¿Por qué traer estas cuestiones en este punto de nuestro relato? Porque estamos abandonando a un personaje como Rivadavia, que renuncia por efectos de la guerra con Brasil. Pero antes firma un decreto que trae esa cuestión de los pueblos originarios a escena; el decreto es corto: contrata al coronel europeo Rauch con un fin específico: matar a los indios ranqueles. Vino y lo hizo con gran saña. Para ahorrar balas, degollaba; para fusilar, ataba a los prisioneros a un cañón y disparaba. 147


Buenos Aires tuvo una pequeĂąa calle (entre Corrientes y Callao) que llevĂł su nombre; fue cambiado con justicia, y ahora lleva el nombre de un gran poeta de la ciudad y del tango: Enrique Santos DiscĂŠpolo. En la provincia de Buenos Aires, queda una ciudad con su nombre. Otro personaje de importancia para nuestra historia entra en escena: Manuel Dorrego.

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56. MANUEL DORREGO Dorrego tiene 15 años cuando ingresa en el Real Colegio de San Carlos, donde será compañero de Tomás Guido y Esteban de Luca, y tendrá como profesores a los jesuitas Luis Chorroarrín y Manuel Fernández de Agüero. Egresó en 1808. A principios de 1810 llegó a Santiago de Chile para estudiar Derecho, y en pocas semanas se unió a los jóvenes revolucionarios universitarios que trataban de destituir al gobernador. En 1811 volvió a Buenos Aires, sin recibirse de abogado. Allí decide, después de la experiencia guerrera que había tenido en Chile, solicitar alguna vacante de Sargento Mayor. Inicia así su carrera militar en Buenos Aires, y se integra al Ejército del Norte, a las órdenes de Belgrano, donde mostró dos aspectos de su personalidad: su arrojo y habilidad en el combate, y su poco apego a la disciplina. Belgrano se cansó de sus desplantes y burlas, y lo dejó en Jujuy mientras se dirigía al Alto Perú. Pero le fue mal en esa incursión, y volvió a recurrir a Dorrego, encargándole el mando de la retaguardia para contener a los realistas que lo perseguían. San Martín sustituyó a Belgrano en el comando de ese ejército. Dorrego era joven y burlón, y hablando con San Martín se mofó del tono de voz que tenía Belgrano al dar una voz de mando. San Martín —que lo había propuesto para Mayor General— lo llamó al orden, y, como reincidió en lo mismo, empuñó un candelero de bronce y lo estrelló contra la mesa. Dorrego, dominado por esa voz y ese gesto (lo cuenta Bartolomé Mitre), se contuvo. Pero había colmado la paciencia del ilustre General, que lo confinó a Santiago del Estero. Esa era su personalidad. Nunca fue un oficial obediente. Se peleaba por razones políticas, militares, se enfrentaba con 149


Manuel Dorrego

las autoridades. Un tiempo más adelante vio como única salida integrar el ejército que San Martín preparaba en Cuyo para pasar a Chile, y le escribió para ofrecerse. Recibió una respuesta afectuosa proponiéndole trabajar juntos. Pero Dorrego tenía como principal objetivo la defensa de la banda oriental frente a las intenciones portuguesas, lo cual no se conciliaba con el hecho de pasar a Chile. Luego, en charla con Pueyrredón, que era Director Supremo, le dijo que 150


esa expedición le parecía aventurada, y auguraba para ella un desastre… que los soldados serían exterminados, o que iban a servir para entronizar con las bayonetas el despotismo insoportable del señor general San Martín. Contradictorio con su decisión de semanas antes. Duro siguió el diálogo: —Lo he oído a usted con mucha atención, Señor Coronel, y lamento que un oficial tan importante esté sujeto a esos delirios. Lo he llamado porque el Gobierno y el general San Martín deseamos que usted coopere… —Gracias, gracias. Yo no aceptaré, Señor. —Usted se olvida, Coronel, de que habla con el Jefe del Estado, y que también tiene el deber de recordar que habla con un hombre que ha sido su jefe al frente de los enemigos. —No recuerdo en cuál campo de batalla habrá sido eso. Mis charreteras no son sino las de un coronel; pero no las he ganado trasladando cargas, sino grado a grado en acciones de guerra en que no recuerdo haber tenido jamás el honor de ver a Vuestra Excelencia… —El Coronel Dorrego puede retirarse… Comentan que le decían el “loco Dorrego”… Después de todo, Juan Martín de Pueyrredón había sido uno de los héroes frente a las Invasiones Inglesas. Pero, indudablemente, el loco tenía claras muchas ideas. Pueyrredón se cansó y elucubró un castigo un tanto singular: expulsarlo, mandarlo al exterior e impedir que vuelva a estas tierras. ¿Cuál fue el destino que eligió? Santo Domingo, en el Caribe, bien lejos. Un lugar inhóspito, el primero que pisó Colón. 151


Lo embarcan, sin ningún miramiento, en la goleta corsaria “Congreso”, que se dirige hacia el norte, y que, al llegar al Caribe, practica contrabando en Jamaica. Los ingleses allí instalados apresan a la tripulación, a la que acusan, obviamente, de piratas. Entre ellos, Dorrego, que no tenía nada que ver. Lo condenan a ser ahorcado, pero zafa. Consigue embarcarse hacia Baltimore, importante ciudad de los Estados Unidos, donde se interioriza de la formación federal del país del norte. Luego volverá a Buenos Aires, en plena crisis de 1820.

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57. MANUEL DORREGO, DEMÓCRATA En 1826, bajo el gobierno de Rivadavia, se discute una constitución. Es interesante seguir la actuación de Dorrego en el debate. Como dice J.M. Rosa, “la constitución era centralista, extranjerizante y oligárquica”, como puede esperarse proviniendo ella del gobierno de Rivadavia. La discusión sobre el derecho a votar llevó a la siguiente argumentación: Castro: (explicando su posición por la prohibición del de-

recho a votar a criados a sueldo, peones jornaleros y soldados de línea). La causa de negarles el voto “es que el hombre en el estado o condición de doméstico o peón a sueldo se presume que está bajo influencia del patrón”. Dorrego: ¿Los empleados públicos pueden sufragar? Castro: Sí. Dorrego: Pues bien ¿y no están dependiendo del gobierno?

Y quién tendrá más empeño en las elecciones, ¿un particular o el mismo gobierno? Continuó: “He aquí una aristocracia, la más terrible, porque es la aristocracia del dinero. (…) Echese la vista sobre nuestro país pobre: véase qué proporción hay entre domésticos, asalariados y jornaleros y las demás clases, y se advertirá quiénes van a tomar parte en las elecciones. Excluyéndose las clases que se expresan en el artículo, es una pequeñísima parte del país, que tal vez no exceda de la vigésima parte… 153


¿Es posible esto en un país republicano? (…) ¿Es posible que los asalariados sean buenos para lo que es penoso y odioso, pero que no puedan tomar parte en las elecciones?... Pero hay más…la independencia… yo digo que el capitalista no tiene independencia… He aquí la aristocracia del dinero… Sería fácil influir en las elecciones, porque no es fácil influir en la generalidad de la masa, pero sí en una corta porción de capitalistas… Y en ese caso, hablemos claro: el que formaría la elección ¡sería el Banco!” Ese Banco Nacional estaba manejado desde Londres. En su directorio el Estado tenía 30 votos por un aporte de $3.000.000, y los privados 110.000 votos por su aporte de $ 2.200.000 Los comentarios de Dorrego fueron demasiado fuertes para algunos… Seguramente, Del Carril, Juan Cruz y Florencio Varela, Agüero y otros unitarios, comenzaron a planear su asesinato…

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58. EL ASESINATO DE DORREGO En un campo ubicado en Navarro, cerca de Buenos Aires, 13 de diciembre de 1828, el Gobernador de Buenos Aires, Manuel Dorrego va a morir. Tuvo tiempo necesario para escribir unas cartas: una a Estanislao López, otras a su mujer y sus hijas, otra para arreglar los temas de la herencia. Terminadas las misivas, se quita la chaqueta militar despaciosamente, y la entrega a Gregorio Aráoz de Lamadrid diciendo: Preséntesela a mi esposa Angela junto con la carta, para que la conserve en memoria de su desgraciado esposo. Silencio tenso, cortado por una pregunta: ¿Tiene una chaqueta, para morir con ella? Lamadrid le entrega la suya. Dorrego se confiesa ante su primo, el padre Castañer, que acompaña los últimos pasos de su vida. Un pañuelo tapa sus ojos. Se oye la descarga de los fusiles, y cae. Lamadrid llora la muerte de su compadre. Lavalle cierra sus puños sobre la mesa en la que se apoyan las cartas que había recibido poco tiempo antes. Una de Díaz Vélez, que comunicaba que los representantes de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia habían pedido clemencia para el preso, agregando:”Yo estoy persuadido, mi amigo, de que Dorrego no debe morir. (…) Persuadido estoy que si Usted opina como yo, Dorrego debe salir (del país) inmediatamente. Esto es más digno que fusilarlo, aún después de un juicio muy dudoso, si se han de consultar los ápices de la justicia”. ¿Por qué habla de fusilamiento, si aún no había ocurrido? Es claro que la Logia Masónica a la que pertenecían, además de Lavalle, Salvador María del Carril, Juan Cruz Varela y otros, ya lo había decidido. Lo que se quería es que el General Lavalle cumpla con lo acordado en esas tenidas. Para completar la tarea, le escriben a Lavalle esas cartas. 155


“General: yo tenía y mantengo una fuerte sospecha de que la espada es un instrumento de persuasión muy enérgico, y que la victoria es el título más legítimo del poder”, afirma del Carril. Juan Cruz Varela escribe: “Se ha resuelto ya en este momento que el coronel Dorrego sea remitido al cuartel general de Usted. Este pueblo espera todo de Usted, y Usted debe darle todo. Cartas como ésta se rompen…” Miserable expresión “cartas como ésta se rompen…” Insiste del Carril: “Una revolución es un juego de azar en el que se gana la vida de los vencidos cuando se cree necesario disponer de ella”. Lavalle no tiró esas cartas, y las conocemos. Le gustaba que lo adularan, era muy sensible a las lisonjas. Cumplió, y mandó a matar sin juicio alguno, sin la aprobación de ninguno de sus oficiales. Sólo los “doctores” unitarios de Buenos Aires lo incitaron a ello. ¿Cómo era Juan Galo de Lavalle? Tomamos esta descripción (Vicente Sierra): “Valiente hasta la temeridad y pueril como un niño, carente de una cultura más que mediana, pero aquejado de una enorme vanidad que lo hacía sensible al elogio de los doctores, era el indicado para el golpe de mano que venían gestando unitarios y resentidos, reunidos por el vínculo masónico”. Manuel Dorrego tenía un fuerte ascendiente sobre el pueblo, ya que había defendido muchos de sus intereses. Era, sin dudas, un líder popular, y, en consecuencia, su asesinato produjo desolación en las masas urbanas y campesinas de Buenos Aires. El 15 de diciembre de 1828 del Carril escribe a Lavalle: “Mi querido General: Hemos sabido del fusila156


Payada en una pulpería, óleo de Carlos Morel. Propiedad de la familia Santamarina (Iconografía de la Federación - Fermín Chávez).

miento de Dorrego. Este hecho abre en el país una nueva etapa. Me tomo la libertad de prevenirle recoja Ud. una ACTA del consejo verbal que debe haber precedido al fusilamiento. Un instrumento de esa clase, redactado con destreza, será un documento histórico muy importante para su vida póstuma. El señor Gelly se portará bien en esto: que lo firmen todos los jefes y que aparezca usted confirmándolo”. Su respuesta conserva algo de honorable (cosa que no se vio, por ejemplo, en los años de la dictadura militar de 1976). Dice: “No soy tan despegado de la gloria, que si la muerte del Coronel Dorrego es un título a la gratitud de mis conciudadanos quiera despojarme de él, ni tan cobarde, que si ella importase un baldón para mi nombre, pretenda hacer compartir la responsabilidad de ese acto con personas que no han tenido parte alguna en mi resolución, pues, como he dicho antes, el Coronel Dorrego fue fusilado por mi orden”. 157


Después de las exequias de Dorrego en Buenos Aires, del Carril insiste en su deplorable cinismo, y le escribe nuevamente a Lavalle: “Mucha gentuza en las honras a Dorrego; litografías de sus cartas y retratos; luego se trovará la carta del desgraciado en las pulperías, como las de todos los desgraciados que se cantan en las tabernas. Esto es bueno; porque así El Padre de los Pobres será payado con el capitán Juan Quiroga y los demás forajidos de su calaña”. Tenías razón del Carril, los cantos se levantaban desde la música popular. Como escribió Carlos Fuentes en una de sus novelas (Los años con Laura Díaz): “Yo nomás digo que un artista está por encima de esas pinches pendejadas. Lo importante es la obra. Eso queda, no hay quien lo borre, y eso le habla al pueblo cuando los políticos y los críticos se han ido a empujar margaritas”. Las coplas florecieron en las pulperías, y se hicieron famosas: Cielito y cielo nublado Por la muerte de Dorrego, Enlútense las provincias Lloren, cantando este cielo.

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59. ÉXODOS PATRIÓTICOS La palabra éxodo tiene reminiscencias Bíblicas. En el Antiguo testamento, el pueblo judío, siguiendo a su caudillo Moisés, abandona Egipto y se interna en el desierto, en un viaje impredecible huyendo de sus esclavizadores, soportando las tribulaciones del camino y la ira, en algunas circunstancias, de su dios, y su ayuda en otras. Nos interesa aquí consignar dos éxodos ocurridos en nuestras tierras, en los que el pueblo abandona todas sus pertenencias y sigue con sacrificio a sus caudillos: José Gervasio Artigas y Manuel Belgrano. El primero ocurrió en la Banda Oriental, cuando Artigas, comprendiendo que los porteños sólo buscaban proteger sus intereses, repliega sus milicias para reforzarlas y continuar la lucha. Se produce entonces un hecho asombroso: la gente, el pueblo, lo sigue, en una larga marcha de miles de hombres, mujeres y niños avanzando tras de él y sus milicias, porque reconocían que podía guiarlos hacia un futuro mejor. El episodio tuvo como nombre “la redota”, y según una carta de Artigas a la Junta paraguaya, refiriéndose a la marcha: “Cada día veo con más admiración sus rasgos singulares de heroicidad y constancia. Unos, quemando sus casas y los muebles que no podían conducir; otros caminando leguas y leguas a pie por falta de auxilios o por haber consumido sus cabalgaduras en el servicio. Mujeres ancianas, viejos decrépitos, párvulos inocentes, manifestando todos la mayor energía y resignación en medio de todas las privaciones”. Dice Carlos Maggi “unas 4.000 mil personas de toda clase y condición, integradas en una larga 159


caravana a pie, a caballo, en carros, carruajes, carretas (…) abandonan sus casas y andan a campo con sus mujeres y niños, viviendo de la caza y de la pesca, y lo más sorprendente: reduciendo sus bienes personales a lo puesto, lo que se carga en un caballo o en un pequeño carruaje donde, además, van las criaturas, los viejos, las señoras”. El segundo tuvo lugar en Jujuy, cuando el ejército español avanzaba hacia el sur contra el ejército de Belgrano, que se vio obligado a retroceder. Belgrano se dirige al pueblo: “desde que puse el pie en vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa os he hablado con la verdad…Llegó pues la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reunirnos al ejército si, como aseguráis, queréis ser libres”. El pueblo responde siguiendo a su líder, y marcha con sus soldados, llevándose todo lo que podía ser transportado en carretas, mulas y caballos. Belgrano retrocede hasta Tucumán. El gobierno le ordenaba seguir retrocediendo, y su enemigo más tenaz, Rivadavia (también lo fue de San Martín, como vimos), redacta un acta: “la falta de cumplimiento de nuestras órdenes producirán a V.S. los más graves cargos de responsabilidad”. Como dice Mitre, la nota se envió con dos firmas, las de Rivadavia y la de Pueyrredón; Chiclana no quiso firmarla. Pero Belgrano, desobedeciendo, ya había obtenido el triunfo en la batalla de Tucumán. Recién entonces los jujeños volvieron a sus tierras, después de seis duros meses. Notable comportamiento de los pueblos que reconocen a sus líderes, ya que son capaces de seguirlos con grandes sacrificios, abandonando todo, entregándose a su conducción, poniendo en ellos todas sus esperanzas. En esto está la gran 160


diferencia entre los que son capaces de tomar las responsabilidades de su liderazgo y conducir a los pueblos, y aquellos que desde una oficina, desconociendo la realidad, pretenden liderar a pueblos que no conocen, basåndose en algunas ideas copiadas de libros que fueron escritos frente a otras circunstancias. Hemos visto, hasta aquí, varios ejemplos‌

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60. SAN MARTÍN Padre de la Patria, Libertador de América, exitoso militar que realizó la hazaña de cruzar los Andes, dispuesto a no mezclarse en luchas internas, conductor de sus ejércitos en el norte aún frente a la oposición de Rivadavia, defensor de la soberanía nacional, exiliado en Francia, intérprete en guitarra de obras de Fernando Sors. Todo es reconocido, admirado, exaltado y cierto. Para ocuparnos de un par de temas de interés que no son tan comentados, agregaremos algo. 1) San Martín es llevado a España a los seis años, participa en treinta batallas como militar español, y a los treinta y tres años abandona todo —siendo teniente coronel— para venir a Buenos Aires. ¿Por qué? Según la opinión del autor español García del Real, “San Martín es liberal y no puede seguir viviendo en España; vuelve a América para luchar, no contra España, sino contra los gobiernos que padecíamos (…) San Martín era profundamente hispánico”. Es decir, no estaba contra España, sino contra la tendencia absolutista, contra el gobierno español, y ve en Buenos Aires el inicio de una revolución que puede concluir con abusos y privilegios. Años después, San Martín dirá “Nuestra lucha no era una guerra de conquista y gloria, sino enteramente de opinión, guerra de principios modernos y liberales contra los prejuicios, el fanatismo y la tiranía”. Así, regresa a América. ¿Y qué ocurre en el camino? Sale de Cádiz y va a Londres, donde reside unos meses. Allí puede haber tenido contactos con algunas figuras de la política británica, de donde pudo haber tomado el proyecto de 162


Thomas Maitland de liberar también Chile y Perú, para que caigan, por supuesto, en la órbita inglesa. Este planteo, sostenido por Juan Bautista Sejean en el libro “San Martín y la tercera invasión inglesa”, caracteriza a San Martín como agente inglés. Si bien ese inicio puede haber sido como agente inglés, después dio claras muestras de su posición en defensa de la soberanía nacional, hasta entregar su sable a Juan Manuel de Rosas. 2) Una descendiente de Alvear, Joaquina de Alvear Quintanilla y Arrotea, anotó en su diario que en la familia Alvear siempre se supo que San Martín era hijo de Diego de Alvear y Rosa Guarú, una india guaraní. En esas tierras correntinas de Yapeyú fue tomado y educado por Gregoria Matorras y Juan de San Martín, quienes lo criaron y lo llevaron luego a España. Ese origen era evidente para muchos por el color de su piel, lo que hizo que el Capitán General de Chile, Casimiro Marcó del Pont, dijera: “San Martín firma con mano negra”. Después de la derrota realista en Chacabuco, se encuentran los dos. La oligarquía chilena lo llamaba a San Martín “el paraguayo”. En ese encuentro, recordando aquella expresión, San Martín lo saludó con una ironía: “Señor general, venga esa blanca mano”. Aún hoy, en Perú lo llaman zambo, no con mala intención, sino como apodo que quedó por el color de su piel. En febrero de 1884 José Martí comenta en La América un libro de Henry Hill —comerciante, misionero y cónsul estadounidense que estuvo en Chile en los tiempos de la lucha emancipatoria— y entrega la semblanza de San Martín: “grande y sereno, alto y de tez oscura…” 163


Cuando se revelaron estas cosas que acabamos de comentar se produjo un gran revuelo, pero mayor fue sobre lo segundo que sobre lo primero. Comenta Norberto Galasso: “lo cual revela que en algunos círculos culturales y políticos de la Argentina constituye un delito grave ser hijo de una india, pero no lo es ponerse al servicio de los ingleses”.

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61. LA MUERTE DE LAVALLE Hemos analizado el comportamiento de varios personajes que se jugaron por lo popular, que tomaron una posición contraria a los intereses mezquinos y colonialistas de una parte de la población porteña, pero que fueron doblegados por esos intereses. El último fue Manuel Dorrego, a quien la intolerancia unitaria asesinó. El ejecutor fue Juan Galo de Lavalle. Luego de esa tragedia se lanzó una salvaje campaña unitaria por la provincia de Buenos Aires, con saqueos, incendios, robos y asesinatos de gente común. “Una locura homicida se apodera de los más dignos militares. Juan Apóstol Martínez, héroe de la Independencia, recorre el campo matando gauchos a los que hace cavar sus propias tumbas; a veces los ata a la boca de los cañones para destrozarlos. Estomba, otro héroe de la Independencia, mata de esa manera al mayordomo de la estancia de Anchorena. Hay gente acabada a hachazos. Se destaca en las represiones el coronel Rauch”, escribe J.M. Rosa. Se calculan en mil los asesinados por los unitarios; en la ciudad funcionan grupos para reprimir sumariamente. En ese año (1829) las defunciones superan a los nacimientos en la Provincia, debido a la cantidad de asesinatos. Temían que Dorrego, aún después de muerto, produjera un levantamiento contra los intereses unitarios, debido a la trascendencia popular de su figura y al aprecio de la gente. Lavalle, su asesino material, continúa por entonces en campaña. En una oportunidad deja a su tropa en Luján y se va con 1.000 hombres a Navarro, con la excusa de unas partidas federales que había que desbaratar. Entra a Navarro y va a acampar a la estancia en la que fusiló a Dorrego. Se que165


da cinco días sin hacer nada, “profundamente melancólico”, como lo nota Tomás de Iriarte, sentado en el escritorio donde firmó la orden de muerte. El mayordomo de la estancia había conservado como recuerdo el tintero que usó Lavalle para firmar la condena de Dorrego; Lavalle “lo tomó y lo arrojó con ira lejos de sí”. El recuerdo de Dorrego lo asolaba, su depresión se agrandaba. Llega el momento de su fracasada huida hacia el norte. Con pocos hombres avanza hacia Jujuy, siempre en compañía de su amante, Damasita Boedo, que lo seguía siempre. También esa relación tuvo tortuosos orígenes: Lavalle fusiló al Coronel Boedo en Metán, Salta; su madre y su hermana fueron a pedir compasión, que Lavalle no tuvo. Esa hermana que pedía gracia por el coronel, era Damasita. Siempre se contó que un disparo al azar proveniente de una partida federal atravesó la cerradura de la puerta de la casa en la que se refugiaba y mató al general Lavalle. Analizada la situación, como lo hizo José María Rosa en “El cóndor ciego”, lo comentado resulta casi imposible. Es más probable que en una persona que había fracasado en su campaña, que estaba en un estado depresivo, abandonado por sus colegas, en una interminable huída sin esperanza, sin voluntad más que la de “vencer o morir”, como había jurado… es más probable que sea cierta la afirmación de Rosa: “Creo que Lavalle se eliminó a sí mismo”. El relato común tiene un tirador y, en consecuencia, a quien atribuir la muerte; fue apoyada por todos, incluyéndolo a Rosas, amigo de la familia. Pero la conclusión comentada, después de un minucioso análisis, es más creíble: Lavalle se suicidó. 166


62. LITERATURA Y ODIO A partir de un solo verso de Quintana, “¡Virgen del mundo, América inocente!”, que se refiere obviamente al descubrimiento de América, Calixto Oyuela comenta: “En esa inocente América no faltaban antropófagos, ni plena y ruda barbarie en su mayor extensión, ni horrorosos y continuos sacrificios humanos en Méjico, ni implacables guerras civiles como las de Perú, en donde Atahualpa, ya prisionero de Pizarro, daba orden de muerte contra su hermano Huáscar. Pura inocencia.” ¿Qué profundo odio hacia lo americano puede producir esa ceguera tremenda para que, a partir de un trivial verso, resulte un comentario que encierra tanto desprecio? Es cierto que Atahualpa y Huáscar estaban en conflicto; Francisco Pizarro conquistó un imperio inmenso en descomposición. ¿Y no existieron en Europa tremendas guerras, desalmados asesinatos, traiciones, venganzas, para mantener el poder de los reyes y los papas? ¿Quiénes fueron más salvajes? Colón escribió, en su Diario: “No hay mejor gente, ni mejor tierra. Ellos aman a su prójimo como a sí mismo y tienen su habla la más dulce del mundo, y mansa, y siempre con risa”. Suena un tanto inocente, pero distinto… Sobre la “pura inocencia” de la que habla burlonamente Oyuela, podemos recordar el documento que mostró el filósofo francés Michel Foucault, cuando un hombre fue condenado el 2 de marzo de 1757 frente a la Iglesia de París: “Debía ser conducido en una carreta, desnudo, en camisa; en 167


dicha carreta, y sobre un cadalso que allí habrá sido levantado, deberán serle atenaceadas las tetillas, brazos, muslos y pantorrillas, y su mano derecha quemada con fuego de azufre, y sobre las partes atenaceadas se le verterá plomo derretido, aceite hirviendo, pez resina ardiente, cera y azufre fundidos juntamente, y a continuación, su cuerpo estirado y desmembrado por cuatro caballos y sus miembros y tronco consumidos en el fuego, reducidos a cenizas y sus cenizas arrojadas al viento.” Todo bien detallado, instrucciones precisas. Pura inocencia… ¿Dónde estaba la civilización y dónde el salvajismo? Civilización y barbarie… escribió Domingo F. Sarmiento. Y agregó Leonardo Castellani: Civilización deriva De cives,civis,civil, Pero en este tiempo vil Civilizao es el gringo, Barbaro llamó Domingo Al que es criollo mil por mil. Bárbaro era el extranjero En el Lacio y en el Atica, Mas hoy día esa premática La volvieron al revés, Y bárbaro el criollo es Con esa nueva gramática.

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63. LITERATURA, ODIOS Y AMORES Llamando a Inglaterra la rubia Albión, Cabanyes escribe: ¡Las proas británicas se lanzan De libertad y poderío fieras! ¡Albión! ¡Albión! Raza de héroes En tus pupilas escondes; de Washigton Y de Franklin vas a plantar el germen. Vas a plantarle en las comarcas donde Cual siervo de los bosques vagueaba El cazador salvaje, y los celestes Custodiadores del país inmenso, Los ángeles, lloraban sobre el hombre Cual fiera entre las fieras confundido.

El hombre americano, fiera confundida, viene a ser salvado por Inglaterra, y Calixto Oyuela sentencia sobre ese poema: “bello elogio que le arranca (al poeta) la acción colonizadora de Inglaterra”. La primera edición del libro citado es de 1889 (primer tomo) y de 1915 (segundo); la que cito es de 1943. Hemos hablado de colonización cultural, y esto muestra que viene de lejos. La “acción colonizadora” de Inglaterra es alabada, aunque destruya al país. Ya hemos visto el comportamiento de muchos supuestos héroes nacionales que estaban en lo mismo… En el amor por la dominación colonial. Le toca el turno en este parágrafo, al odio. Citaremos dos obras importantes en la literatura argentina, que se han enseñado durante décadas como notables, con cierta intención histórica. El Matadero, de Esteban Echeverría. Se muestra como el cuento que funda el realismo argentino. Es una expresión del 169


odio hacia Rosas. Dice Noé Jitrik: “En principio es un relato costumbrista situado en un ámbito que encarna las significaciones principales del rosismo: la carne (o sea, el origen ganadero del caudillo), la ferocidad (la Mazorca), los tipos populares (que sostienen a Rosas) y, como contraste, el joven unitario que será víctima de ese siniestro mundo”. De nuevo el iluminismo (Echeverría se había formado en el Colegio de Ciencias Morales, fundado por Rivadavia). El libro fue publicado mucho después de la muerte de Echeverría por Juan María Gutiérrez, que fue árbitro de la literatura argentina en el período 1852-1878, año de su muerte. Un dato interesante para agregar: Gutiérrez sostenía que había que abandonar la lengua castellana y adoptar la francesa, proyecto apoyado por Juan Bautista Alberdi. Son una muestra de próceres argentinos… Facundo, de Domingo F. Sarmiento. Se propone atacar a Rosas a través del caudillo riojano Juan Facundo Quiroga, y contiene una gran carga ideológica a partir del esquema binario “Civilización y Barbarie”. Desde que fue publicado se han usado ríos de tinta en las críticas y alabanzas a este libro. En este contexto interesa no su valor literario sino su ubicación histórica. Las palabras de su autor, al enviarle al General José María Paz un ejemplar del libro, nos exime de comentarios. Dice Sarmiento: “Remito a V.E. un ejemplar de “Facundo”, que he escrito con el objeto de favorecer la revolución y preparar los espíritus. Obra improvisada, llena por necesidad de inexactitudes a designio a veces, no tiene otra importancia que la de ser uno de los tantos medios tocados para ayudar a destruir un gobierno absurdo y preparar el camino a otro nuevo”. Interesante confesión, que muestra claramente para qué fue escrito. 170


64. EL BLOQUEO BRASILEÑO Y LA ECONOMÍA La guerra con Brasil por la Banda Oriental tuvo un frente terrestre, como hemos visto, y otro marítimo. La armada brasileña, superior, se enfrentó en el Río de la Plata con la dirigida por Guillermo Brown. Esto significaba un problema para el comercio inglés, ya que el puerto estaba bloqueado. Como afirma H.S. Ferns —y lo hemos comprobado en parágrafos anteriores— “el interés que Gran Bretaña tenía en el Río de la Plata era, sin disimulo posible, económico. (…) Nunca consideró la diplomacia otro objetivo que el de emplear la influencia británica para establecer un arreglo político práctico que hiciera posible la actividad comercial”. La connivencia entre ciertos intereses porteños y los del imperialismo inglés causaron males a nuestro país durante mucho tiempo, tal como hemos comprobado en secciones anteriores. La discusión entre proteccionismo y libertad de comercio venía desde la época española, de manera que vale la pena comentar aquí algunos detalles económicos del bloqueo brasileño y sus consecuencias. Cuando estalló la guerra los valores británicos en nuestro territorio se estimaban en 1.536.411 libras en artículos de exportación y dinero en efectivo. Además, se hallaban en manos británicas unas 750.000 en títulos del Gobierno y valores bancarios. Eso no comprendía el empréstito Baring, una estafa que ya mencionamos, que llegaba a 970.000 libras. Por supuesto, cuando se concretó el bloqueo los ingleses comenzaron a embarcar la mayor cantidad posible de 171


mercancías para sacarlas de Buenos Aires. Pero la cosa les iba mal: en 1825 habían entrado al país 85 barcos británicos, en 1826, 7, y en 1827, 1. Astutamente, una vez terminada la posibilidad de liquidar bienes mediante el embarque de mercaderías, los hombres de negocios británicos comenzaron a adquirir metálico, al que podían sacar del país en un barco al que se le permitía pasar el bloqueo para llevar los despachos y el correo del Gobierno de Su Majestad. Finalmente, el Gobierno prohibió la exportación de oro y plata un poco tarde; el país estaba desprovisto ya de metálico. Como afirma Ferns, “El efecto del bloqueo en la economía argentina misma no fue del todo desastroso. Es más aún, para ciertas partes de la economía el bloqueo vino a ser como una bendición restauradora. (…) El bloqueo como medida de protección para la industria local obró mejor que cualquier otra medida tomada desde el derrocamiento del Virrey español”. Una vez más, medidas que cerraban los puertos a la actividad extranjera, que tenía fines muy claros, activaban las economías regionales del país, sin necesidad de tomar préstamos tramposos ni aceptar entregas miserables de la soberanía. Según el mismo autor “acaso sea lícito ver alguna relación entre este resurgimiento de la economía provincial y el contraataque de las fuerzas federales, que abatieron a Rivadavia y su sistema y prepararon el camino para el general Rosas”.

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65. ROSAS Hemos visto en parágrafos anteriores la lucha entablada entre los intereses comerciales y extranjerizantes de cierto sector de la sociedad porteña y los intereses populares de otros sectores porteños y provincianos, que tuvieron personalidades representativas que dirigieron a cada uno de ellos. En el campo popular, acaudillados entre otros por Cornelio Saavedra; más tarde los habitantes de las orillas porteñas dirigidos por Joaquín Campana; en el interior, la conducción de Artigas y otros. Hubo idas y vueltas, cambio de personajes en el escenario central; el círculo se fue extendiendo, y aparecen los estancieros, de esos estancieros que administraban personalmente sus estancias, es decir, que vivían en el campo. Este es un problema importante, vivir o no en el campo. Recordemos que cuando Artigas debía impedir la entrada de portugueses a la Banda Oriental, distribuyó tierras del norte a pobladores que las ocuparan, con gran indignación de los que se creían dueños de ellas… pero las dejaban deshabitadas porque vivían en la ciudad. Aquí entran en la política los estancieros que vivían en sus estancias, que las administraban personalmente, que tenían contacto con la clase popular, que estaban identificados con sus peones, los gauchos. Uno de ellos fue Juan Manuel de Rosas. El instrumento de su llegada al poder fueron las milicias rurales. A partir de entonces Buenos Aires no mirará sólo al puerto, sino a la pampa. Dice J.M. Rosa: “Algo de eso había empezado en el corto gobierno de Dorrego, donde las orillas predominaron sobre el centro, pero los compadres no atinaron a defender la nacionalidad con el mismo ím173


petu que los gauchos. De allí la debilidad de Dorrego y la fortaleza de Rosas; si aquél significó el advenimiento de las masas urbanas, éste le agregó el factor decisivo de las masas rurales”.

Rosas fue denostado por la “historia oficial”, la que se enseñó durante décadas con intenciones políticas, la que perturbó la vida de nuestro país tanto tiempo —dado que no puede sino perturbar la difusión de falsedades a designio, como confesó Sarmiento acerca de su libro Facundo—. La discusión aún existe, aunque las cosas van cambiando en la opinión de la población. Se reconoce más que cualquier otro aspecto del gobierno de Rosas, su indoblegable defensa de la soberanía nacional. Recién en el año 2010 se instituyó como feriado nacional el 20 de noviembre, rememorando el día de 1845 en que se combatió en la Vuelta de Obligado, en las orillas del Paraná, al norte de San Pedro.

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66. LAS ISLAS MALVINAS Una de las primeras oraciones que escribí en mi cuaderno de Primer Grado Inferior —así se llamaba entonces al grado inicial de la primaria— fue “Las islas Malvinas son Argentinas”. Esas islas fueron y son motivo de fuertes controversias entre Inglaterra y nuestro país, y hasta de una guerra, en 1982. El dominio de ellas estuvo en distintas manos. Primero, de España cuando los ingleses se retiraron en 1774 (los franceses lo habían hecho en 1770, reconociendo el dominio de España); luego en 1820, el corsario argentino Heroína, por orden del gobierno, tomó posesión de esos lugares abandonados en nombre de Buenos Aires. Lejanas e inhóspitas, fueron antes codiciadas por asuntos estratégicos, y ahora por su potencial petrolero e ictícola. La primera protesta británica se registra en 1829, alegando el ministro de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña las “reclamaciones que Su Majestad tenía apoyadas constantemente sobre la soberanía de las islas”. No era así, dado que tales reclamos no existieron desde 1774, cuando se retiraron. La actividad en esa zona consistía en la caza de focas y ballenas y la utilización de las ovejas salvajes que habitaban las islas. En esas tareas estaban también unos barcos norteamericanos que fueron apresados por Luis Vernet —que era por entonces gobernador político y militar—, en defensa de nuestros intereses. El cónsul norteamericano en Buenos Aires mandó a la corbeta Lexington (diciembre de 1831) a someter a “los piratas”, que eran las autoridades locales (Curiosamente, en 2012, el primer ministro inglés Cameron nos trató a los argentinos de “colonialistas”) El buque entró a Puerto Soledad con bandera francesa, secuestraron a los colonos que no 175


pudieron escapar, destruyeron armas y casas, y llevaron a los habitantes a Montevideo en 1832. Por supuesto el gobierno de la Confederación Argentina, a cargo de Juan Manuel de Rosas, protestó y exigió una indemnización. Para zafar de ese pago, el nuevo ministro norteamericano en Buenos Aires –Francis Baylies— sostuvo que las Malvinas eran inglesas. Rosas lo declaró “persona no grata” y el personaje tuvo que irse de Buenos Aires, aconsejando que “Los Estados Unidos declarasen la guerra al insolente gobierno de Buenos Aires”. En la protesta se sostuvo que “tal conducta no se habría ejercido con naciones como la Inglaterra o la Francia: ella sólo puede haber tenido lugar por un abuso innoble del poderoso contra el débil”. Pero ambos países retiraron sus representaciones diplomáticas, situación que Rosas mantuvo hasta 1838. El asunto con los norteamericanos pasó a segundo plano porque —aprovechando la situación— en 1833 la fragata inglesa Clío navega a las Malvinas y toma Puerto Soledad cuyo responsable era José María Pinedo –en ausencia de Vernet— quien no tenía fuerzas militares para resistirse. El 3 de enero los británicos arriaron la bandera argentina e izaron la inglesa. Nuestro país formuló reclamos por esa usurpación, aunque desgraciadamente no todos asumieron la defensa de la soberanía nacional frente al ataque. En el diario “El Progreso” de Chile, Domingo Faustino Sarmiento, el 28 de noviembre de 1842, escribe: “y seamos francos, no obstante esta invasión de la Europa sobre nosotros nos sea perjudicial y ruinosa, es útil a la humanidad y al comercio. Los pueblos ganan en ello, y el globo todo se enriquece y se puebla de naciones cultas a merced de injusticias momentáneas. Los únicos que pierden 176


somos nosotros, los pueblos de raza española, que, cercados por todas partes por la industria europea, y estrechados por los focos de riqueza y civilización que se levantan a nuestro lado, permanecemos siempre anonadados por nuestra propia inferioridad y nuestra impotencia”. Impresionante, la entrega del país, sin reservas. Había una palabra que casi no se usa: cipayos. Se designaba así a quienes luchaban en un país por el triunfo de otro sobre el propio. El parágrafo que sigue es de Vicente Sierra. Fue Juan Manuel de Rosas el gobernante que con más tesón y durante más tiempo mantuvo la afirmación de los derechos argentinos sobre las Malvinas. Pasaron luego por la primera magistratura del país Urquiza, Derqui, Sarmiento, Mitre, Avellaneda; ninguno de ellos se ocupó del asunto. Sólo en 1884 siendo presidente de la República Julio A. Roca, al recibir una reclamación del ministro británico en Buenos Aires, Mr. Edmundo Monson, porque en algunos mapas del país figuraban las islas Malvinas como formando parte de la Nación Argentina, pidió antecedentes sobre el asunto, oficialmente olvidado. Para el estudio de la cuestión se recurrió a un legajo titulado Importante sobre Malvinas, de puño y letra de Rosas, en el que se encontró toda la documentación oficial sobre el debatido problema. Dicho legajo estaba en poder del Dr. Adolfo Saldías, quien lo entregó al Gral. Roca, el cual, dada la gravedad de los hechos, volvió a reclamar en defensa de los derechos argentinos ante la corte de Londres, posición que el país ha mantenido desde entonces, con el mismo tesón que se ha procurado que no se enseñe en ninguna escuela ni colegio la actuación de Rosas en el problema, a fin de facilitar a los docentes poder dedicar más tiempo a honrar a Sarmiento. 177


67. LA VUELTA DE OBLIGADO Grandes esfuerzos hizo el general Lucio N. Mansilla —veterano de las guerras de la Independencia— para llevar a ese recodo del río Paraná las cadenas3, arrastrarlas sobre las barcazas hasta la otra orilla y frenar con ellas el avance de la escuadra anglo-francesa; mover los cañones para instalar las cuatro baterías a un metro y medio de altura sobre el agua, en la costa elegida; acomodar en un monte cercano a los 600 infantes y los dos escuadrones de caballería; encolumnar, detrás de esas tropas, a los 300 vecinos que se reunieron para apoyar. Después de un duro combate, los barcos extranjeros pasaron, y, atrás, los buques con la mercadería que pretendían introducir en el norte. Pasaron, sí, pero como escribió Adolfo Saldías, “la victoria fue problemática. Ellos forzaron el pasaje del río Paraná (…) pero no podían avanzar tierra adentro por la resistencia que encontraron desde el principio; acababan de sublevar contra ellos a todo un pueblo viril atacado en sus hogares. Quizá contaban con otros sentimientos de parte de los argentinos, confiando demasiado en ellos (…) Quizá creían efectivamente que a su presencia los pueblos de las costas argentinas “sacudirían el yugo de Rosas y harían causa común con ello”, como les aseguraban los emigrados argentinos 3.  ¿De dónde provenían las cadenas que se usaron en Obligado? Hoy son el símbolo fundamental del monumento levantado en ese lugar como homenaje a los heroicos defensores de la soberanía nacional que se enfrentaron a las más grandes potencias. Provenían de los Cuarteles de Santos Lugares, lugar en el que el ejército de Rosas se entrenaba, donde se construían armas y uniformes, donde había herrerías, y se cuidaba a las caballadas. En esas herrerías se fabricaron las cadenas, y se transportaron hasta la costa del Paraná mediante carretas, dado que el río estaba bloqueado por los colonialistas anglo-franceses.

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(los unitarios) y como lo predicaban en su prensa y sus libros. (…) En sus publicaciones infamaban a los propios conciudadanos que acababan de defender la patria de esas agresiones y estimulaban al extranjero vencedor”. Por eso llamaban a los unitarios como los llamaban, salvajes, como encabeza cada una de sus cartas el general Mansilla, que, seguramente, escribía esa palabra con auténtica indignación… Volvamos a Saldías, que escribe en 1881 “Si hoy, en medio del desarrollo económico y social (…) si hoy, la Gran Bretaña y la Francia interviniesen con sus escuadras poderosas (…) y pretextando perjuicios a su comercio o a sus súbditos se impusiesen con sus cañones, apresaran a la escuadra argentina, bloquearan los puertos, ocuparan parte del territorio y de los ríos (…), indudablemente la indignación nacional estallaría y todos los argentinos, fuese cual fuese su opinión política, rodearían al gobierno establecido para defender la patria invadida y vulnerada. Todos esos hechos se produjeron en 1845. Sólo que en 1845 hubo muchos argentinos, los unitarios, que no sólo no defendieron la bandera de la patria, sino que hicieron causa común con los extranjeros interventores.” Descalificante y exacto el comentario de Adolfo Saldías; gracias a su honestidad intelectual conocemos estas cosas que comentamos; honestidad, dado que era parte de una familia de origen unitario, pero que, teniendo acceso a la documentación adecuada —el archivo de Rosas que le facilitó Manuelita Rosas—, no torció los hechos, sino que los describió tal como fueron. 179


No todos se comportaron así. Cuando Saldías le envía su libro a Mitre le señala en su nota que la “prédica de los odios constituye un verdadero peligro para el porvenir de las ideas, cuyo desenvolvimiento retarda”, es decir, le señala una clara verdad. Pero Mitre le responde “guardo los nobles odios contra el crimen que me animaron en la lucha”. Mitre leyó el extenso libro durante todo el día y gran parte de la noche, rumiando sus viejos “nobles odios”. Al mismo tiempo habrá pensado que una de las primeras voces disonantes —la de Adolfo Saldías-- le mostraba que el relato de la historia, lentamente, empezaba a cambiar…

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68. THORNE Seguimos a Saldías: “Puede decirse que su vida fue un continuo batallar, siempre al lado del cañón, que era su arma favorita. (…) Jefe de la artillería federal en casi todas las batallas, mereció ser encomiado por generales como Paz, su enemigo. Retirado de las guerras “pobre, cubierto de cicatrices y de gloria, empezó a ganarse el sustento con su trabajo; que parece fuese esta la última prueba a que son sometidos los que en los mejores años de su vida no se dieron tiempo a pensar en sí mismos, porque vivieron del pensamiento en la patria a la cual vincularon su nombre.”. Su actuación en el combate de Obligado fue memorable. Estuvo a cargo de una de las baterías que desde la costa trataron de impedir la penetración colonialista. La siguiente nota está firmada por el almirante B. J. Sullivan, de la armada británica: “En la batalla de Obligado, un oficial que mandaba la batería principal causó la admiración de los oficiales ingleses que nos hallábamos más cerca de él. (…) La bandera de la batería que había defendido tan noblemente fue arriada por uno de los hombres de mi mando, y me la entregó el oficial inglés de mayor rango, capitán Hotham. Al ser arriada la bandera cayó sobre algunos de los cuerpos de los caídos y fue manchada con su sangre. (…) Quiero restituir esa bandera a él, a su familia, o al regimiento al que pertenecía, bandera bajo la cual y en la noble defensa de su patria, cayeron tantos de los que en aquella época lo componían”. El 26 de octubre de 1883 se recibió la bandera en el Consulado Argentino en Inglaterra. 181


Es notable la actitud del almirante inglés y obliga a compararla con la de los unitarios argentinos en Montevideo, que exclamaban loas a los cañones anglo-franceses que escarmentaban a “las hordas del tirano Rosas”, hordas en las que se encontraba el coronel Juan Bautista Thorne, entre muchos patriotas. Basta consignar aquí uno solo de esos escritos unitarios, el de Florencio Varela en su periódico El Comercio del Plata, saludando a “las dos banderas [la inglesa y la francesa] que juntas se impusieron en Navarino y han vuelto a cubrirse de gloria en el Paraná”. Hidalguía por un lado, miseria moral por otro... En las escuelas se enseña el nombre de muchos de esos unitarios de comportamiento despreciable, pero no se habla del comportamiento del coronel Thorne. ¿Por qué será?

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69. PROTECCIONISMO ECONÓMICO La elección entre el proteccionismo o la apertura de la economía ha sido un tema recurrente en la vida argentina desde 1809, cuando se permitió la libre introducción de mercaderías extranjeras. Doscientos años después se discute sobre lo mismo, y existen opiniones encontradas. Lo cierto es que, después de tanto tiempo de experiencias, en los momentos en los que se descuidó a la producción local y se favoreció la extranjera, la economía y el trabajo cayeron abruptamente. Ya hemos citado los argumentos proteccionistas de Yáñez y Agüero (“¡Qué importa si lo que cuesta 4 se importe a 2, si por esa razón el trabajador ganará 1!”); también hemos comprobado el derrumbe de la economía y del nivel de empleo cuando las corrientes llamadas neoliberales —siglos XX y XXI— condujeron la economía (dictaduras cívico-militares con Martínez de Hoz dirigiendo la economía, o gobiernos democráticos como el de Menem con Cavallo como ministro, por citar algunos). El problema comenzó en 1809, como fue dicho. Las economías del interior sufrieron un efecto devastador. En 1829 se manifestó un pequeño cambio, cuando se impuso un impuesto del 2 al 10% a las mercaderías importadas. Es que los industriales y comerciantes se quejaban del librecambio en 1825, y pedían “prohibir toda obra manufacturada que pueda hacerse aquí”. Rosas aumentó los aranceles a algunas importaciones durante su primer gobierno para proteger—ese fue el término usado— ciertas industrias. Ya en 1835 —cuando contaba con la suma de poderes— se propone la ley de aduanas, 183


imponiendo un cambio. La legislatura la aprueba el 31 de diciembre de 1835. Tiene dos objetivos: 1) la defensa de las manufacturas locales, 2) el crecimiento de la riqueza agrícola, desarrollo afectado por la entrada de granos y harinas. Ejemplos: la papa (cuya producción local no era suficiente para el consumo) estaba gravada con el 50% porque podía reemplazarse con otras hortalizas, en el mismo nivel que las monturas inglesas y la cerveza. Con 35% productos que se producían en cantidades insuficientes pero que convenía estimular; con el 25% los que no se hacían o no se cultivaban en el país. Las exportaciones, en cambio, con el 4% si salían en buques del país, para estimular su construcción. En cambio los cueros, cuya demanda en Europa era grande, pagaban un 25% porque el productor local lo podía pasar al precio. ¿Cuál fue el resultado? Importante. El censo de 1853 muestra que en Buenos Aires había 106 fábricas, una con la primera máquina a vapor, y 743 talleres. Las provincias avanzaron en su producción notablemente En tiempos de Rivadavia, en 1825, se importaba por 8.000.000, y se exportaba por 5.000.000 de pesos. En 1851, las importaciones fueron por 10.000.000, y las exportaciones 10.000.000, es decir, se había nivelado la balanza comercial. Se prohibió exportar oro, medida que se extendió hasta 1852; caído Rosas ese año, el siguiente gobierno restableció la libre extracción. ¡Cuántas críticas se hicieron por una medida similar de restricción tomada en el gobierno de Cristina Fernández en 2012! Es que el manejo de un país impone esas medidas, aunque contradigan gustos personales, como comer papas o mandar dólares afuera. 184


70. EL BANCO Abierto el puerto de Buenos Aires en 1809, los comerciantes habían sacado casi todo el oro y la plata ya que su libre exportación estaba permitida. Esta situación llegó a un límite en 1821, ya que faltaba moneda para las transacciones y se encareció el crédito. Entonces Rivadavia y su ministro García reunieron a los principales comerciantes de Buenos Aires para discutir ese tema. ¿Cuál era la solución evidente? Nivelar la balanza comercial haciendo crecer la industria local, y prohibir la exportación de oro y plata. Pero ¿quiénes eran los principales comerciantes de Buenos Aires? Justamente los importadores de mercaderías inglesas y exportadores de metal, de manera que era impensable que tomaran esa solución. Entonces Rivadavia pensó en crear un banco que emitiese billetes para sustituir la circulación de oro y plata. Pero como sus ideas eran liberales —observa J.M. Rosa— no pensó en banco del estado sino uno privado. En enero de 1822 se crea el Banco de Buenos Aires, más conocido como Banco de Descuentos, cuyas bases fueron: capital de $ 1.000.000 en acciones de $ 1.000 libres de impuestos, monopolio del crédito por 20 años, y emisión de billetes canjeables a la vista por oro y plata. Pero las acciones se fueron del país. El ministro García lo dijo: “La mayor parte de las acciones no pertenecen ya ni los extranjeros residentes aquí ni a los naturales del país, sino a capitalistas muy distantes”. ¿Se lamentaba por eso? Para nada. Pedía que esos capitalistas foráneos fueran protegidos, porque “el país necesita de Inglaterra”. Notable comienzo de nuestra historia bancaria. 185


¿Cuál fue la política desarrollada por el Banco? Como era un monopolio, y entregado al extranjero, su política fue antinacional. En 1824 le prestaba dinero al general portugués Lecor —que había sido expulsado de Montevideo— para que mantenga su dominación en la Banda Oriental; en 1825 le negó fondos al general Las Heras para pagar a los integrantes del ejército que se preparaba para la guerra con Brasil. En 1836 Rosas disolvió el Banco. En su mensaje anual lo explicó: “El Banco ya no existe. Esta institución ha desaparecido después de haber contaminado a la provincia y dejado en pos de sí rastros profundos de su aciaga existencia (…) Hecho árbitro de los destinos del país, dio rienda suelta a todos los desórdenes que se pueden cometer con una influencia tan poderosa”. Se lo reemplazó por un banco del estado, que funcionaba en la Casa de Moneda, nombre con el que fue conocido. Después se denominaría Banco de la Provincia de Buenos Aires, que, como afirma J.P. Oliver, “modesto, sencillamente correcto y basado en la realidad del ambiente (…) continuó cada vez más próspero hasta convertirse en el pilar de la economía”.

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71. LA TIERRA La ley de enfiteusis se dictó bajo el gobierno de Rivadavia. Enfiteusis significa alquiler, es decir, se alquilaba la tierra. ¿Por qué no se vendía? Porque para conseguir préstamos en Londres se usaba a la tierra del país como garantía (ver la sección sobre Baring), y, en consecuencia, el país no podía venderla. Muy curioso, pero era así. Por lo tanto, se sancionó una ley que permitía alquilarla. En lugar de alquilar las tierras en fracciones pequeñas, se dividió en grandes fracciones, del orden de 20.000, 30.000 o más hectáreas. Muchas de ellas en zonas fronterizas como Dolores o Tandil, pero otras no, como Luján, Cañuelas, San Vicente, Pergamino, Rojas. Importantes concesiones fueron obtenidas por la Sociedad Rural Argentina –fundada en 1826-- que consiguió 122.000 hectáreas en Saladillo. Arrendaba a su vez esas tierras y esperaba su valorización. Por supuesto, esas tierras desiertas fueron usadas por criollos que instalaron su rancho y su rodeo de vacas. Pero Rivadavia los desalojó, porque, por supuesto, no tenían títulos sobre ellas. Así se comenzó a desalojar a los que trabajaban la tierra, para favorecer a los latifundios. Los enfiteutas o inquilinos pagaban un canon o arrendamiento durante diez años, pasados los cuales se produciría una tasación de las tierras. No se puso como obligación poblar esos terrenos. Así siguió todo por diez años, pero en 1836 gobernaba Rosas, que tenía otra política agraria. Entonces se restableció la propiedad de la tierra pública, a pesar de la garantía por los préstamos. 187


72. ROSAS, DERROTADO, VA A INGLATERRA Fue un destacado defensor de la soberanía nacional frente a los ataques de potencias como Inglaterra y Francia, que no dudaban en enviar a su flota para bloquear o atacar nuestras costas. Tanto que, como vimos, San Martín —que estaba en una de las potencias invasoras, Francia— le da luego su espada como reconocimiento. Sin embargo, después de Caseros, derrotado, se va a Inglaterra, vive un exilio de 25 años, y cultiva amistades con varios personajes importantes. Todo esto abrió una discusión: ¿fue probritánico? ¿o antibritánico? Sigamos con detalle su salida de Buenos Aires. Cuando todo estaba perdido en Caseros, herido en una mano por una esquirla, abandonó el campo de batalla seguido por el soldado Lorenzo López. Rosas era muy reglamentarista, legalista, de manera que a la sombra de un árbol, en el camino, escribió su renuncia. La dirigió a los Representantes, que lo habían nombrado, y pidió disculpas por escribirla con lápiz y mala letra por su mano herida. Pero mostró ese aspecto de su personalidad que comentamos antes: en medio de esas circunstancias, rodeado de dificultades, escribió una copia para guardarla en su archivo. Se dirigió a Buenos Aires seguido por su fiel soldado —que le pasó su uniforme, por las dudas— y entró a la ciudad. ¿Habrán sospechado el baño de sangre que Urquiza derramaría sobre la ciudad? ¿Habrán intuido la matanza y el saqueo que se llevaría a cabo cuando las tropas arribaran al centro porteño? No se sabe, pero Rosas había decidido abandonar el país. 188


Eso significaba salir en un barco y dirigirse a Europa. Los que estaban en el puerto eran ingleses y franceses, y se dirige a la casa de Robert Gore, encargado de negocios británico, buscando refugio. Gore habla con el almirante Henderson para planear su embarque y el de su familia. La lancha usada en el río fue ofrecida por el capitán Magnan, del buque francés Le Bon Père, que llevó a los pasajeros al buque inglés Locust, listo para zarpar hacia Montevideo. Al llegar el Locust a la rada trasbordaron al Centaur y luego al Conflict, para dirigirse a Pernanbuco. El plan era pasar al Teviot allí para ir a Inglaterra, pero como hubo un atraso considerable, el mismo Conflict siguió viaje. Finalmente, Rosas desembarcó en Plymouth, y fue recibido con honores. En Buenos Aires, después de la batalla, y a pesar de las palabras pacificadores que había pronunciado Urquiza, dice A. Saldías “a las embriagadoras explosiones del triunfo se siguió la sed de venganza con el vencido. El degüello de los que huían era para proporcionar mayores atractivos a sus sacrificadores; la matanza de diez, de veinte prisioneros, colocados en pirámide sangrienta para solaz de los que más lejos esparcían a balazos los miembros mutilados. Los allegados del general vencedor le pedían la vida de tal o cual jefe vencido, y se las concedía. Uno de ellos tomó al coronel Santa Coloma, y lo hizo lancear teniéndolo él por los cabellos, como para sentir los estremecimientos de ese desgraciado”. Otros soldados se lanzaron al saqueo de la ciudad, y la del 3 al 4 de febrero fue “una de las noches más trágicas de la historia de la ciudad”. El general César Díaz escribió: “Hecho el saqueo de un barrio, pasaban a otro con una voracidad 189


creciente (…) Aterrado el vecindario, nada pudo hacer en defensa de sus intereses”. Esa fue la situación de Rosas y de Buenos Aires. Era razonable la decisión de salir del país, dado que conocía a los vencedores… Sólo un regimiento levantó la bandera argentina, los demás eran extranjeros… A la imputación de que su largo exilio en Gran Bretaña es prueba de un comportamiento probritánico, José María Rosa respondió: “Ambos bandos —imperialista y nacionalista— podrán ser enemigos en el campo de batalla o en la contienda política, pero se comprenden, pues a los dos los mueve la pasión del patriotismo. Este de su patria chica, aquel de su patria grande… “ Otra posición toma Norberto Galasso: “ La historia enseña que los imperialistas no demuestran cariño por los antiimperialistas de los países que ellos pretenden dominar: no encontramos ejemplos de imperios dando asilo y protegiendo a líderes antiimperialistas, sino más bien que se preocupan por aniquilarlos, tal el caso del descuartizado Tupac Amarú, o de los asesinados Sandino, Che Guevara o Lumumba”. Pero parece necesario reconocer que algún respeto existe entre ambos bandos, al menos en la época de la que nos estamos ocupando. Recordemos que San Martín estaba en Francia cuando protestaba por el ataque francés al Río de la Plata, ofreciéndose como militar para defender a su país, y no fue expulsado; recordemos el episodio que ya relatamos sobre el coronel Thorne y el almirante inglés Sullivan, que muestran que el reconocimiento al honor y la valentía existían… Eso es lo que no tuvieron los que cometieron los asesinatos que menciona Galasso. 190


73. CHILAVERT Es interesante seguir a Adolfo Saldías, ya que, como afirma, “siendo muy niño en las rodillas del sargento Aguilar, le he oído a él mismo esta referencia”. Después de Caseros, Chilavert, destacado artillero a las órdenes de Rosas, fue llevado como un criminal hasta Palermo, donde Urquiza había instalado su cuartel dado que eran los dominios del vencido Rosas. Aguilar le había pedido a Chilavert que —antes de ser capturado— huyese en su caballo. La respuesta fue “Pobre Aguilar, te perdono lo que me propone tu cariño. Los hombres como yo no huyen. Toma mi reloj y mi anillo y dáselos a Rafael (su hijo); toma mi caballo y mi apero y sé feliz”. Así rechazó la oportunidad de escapar a la venganza que se le tenía preparada. Urquiza mandó traerlo a su presencia. Es llamativa la pregunta que se formula Saldías: “¿Quiso ver humillado al que una vez lastimó su amor propio de amante? ” ¡Cuántas cosas personales se mezclan en estas decisiones dramáticas! ¡Cuánta miseria manifiestan estas acciones violentas y vengativas! Cuando el general lo despidió, le dijo “vaya no más”; y cuando salió le ordenó a su secretario que lo hiciese fusilar como a traidor por la espalda. “Lo que no puede soportar el hombre que rindió culto invariable a la siempre grata religión del honor, es que le quiera degradar en el recuerdo, condenándolo a muerte infame, más infame todavía que la que las leyes escritas a los parricidas y a los piratas”. Los soldados no pudieron ponerlo de espaldas, y se entabló una lucha salvaje. “Un tiro sonó. Chilavert tambaleó y su rostro cubrióse de sangre. Las bayonetas, las culatas y las espadas fueron los instrumentos del martirio que postró 191


al fin a Chilavert”. El general César Díaz escribió “Chilavert fue hecho prisionero en la batalla, y no habiendo muerto en el acto de su prisión, parece natural suponer que el motivo por el cual se lo privó de la vida, fue posterior a la batalla”. Sarmiento —redactor del boletín del ejército que hizo la campaña de Caseros— preguntaba: “¿Por qué mató, general, a Chilavert al día siguiente de la batalla, después de la conversación que tuvieron? Contemplando con Mitre el cadáver desfigurado me decía ¿a quién habrá degollado el general en este pobre Chilavert?” Francisco Castellote y su hijo Pedro, padre y hermano políticos de Chilavert, fueron a Palermo a implorarle a Urquiza por su vida. No los recibió. Unos días después les entregó el cadáver destrozado y tirado en el piso, al que le dieron sepultura. Miserable decisión de Urquiza, semejante a la de Lavalle frente a Dorrego. Nota: Para comprender mejor la pregunta de Adolfo Saldías, analicemos ese rasgo psicológico de Urquiza: sus celos enfermizos. Cuenta su secretario J. Coronado que una tarde, en el palacio San José, Urquiza vio entrar al joven Franklin Bond Rosas sobre quien “el general se precipitó como una fiera creyendo sin duda que lo sorprendería en conversación con su señora o alguna de sus hijas. Frenético como un loco se avalanzó sobre el joven llenándolo de improperios al mismo tiempo que lo amenazaba con un rifle. (…) Sólo se oía el llanto y las lamentaciones de la esposa y personas de la familia que gritaban desde sus habitaciones. (…) La señora de Urquiza, llevando en brazos a un niño, con los cabellos desgreñados y el rostro bañado en lágrimas se presentó en la secretaría…y entonces aquella hiena enfurecida que un momento antes lo habría devorado todo, inclinó la cabeza, meditó y se puso triste y pensativo”.

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74. URQUIZA COIMERO Muchas cosas se atribuyen a Urquiza. Entre ellas, la gran cantidad de hijos que tuvo con muchas mujeres: los que se conocen son 23, más muchos otros que el rumor popular hizo circular. Por supuesto, el astuto Justo José nunca se casó, aunque una vez amagó hacerlo; fue con Dolores Costa, a quien conoció cuando ella tenía 21 años y el general tenía cinco hijos más grandes que ella. Por 1855 se le ocurrió casarse y llamó a un cura para que lo hiciera. La ceremonia se desarrolló en su casa, pero sin la cantidad de testigos exigida por las normas. Por eso, el matrimonio no fue convalidado… Sarmiento decía que Urquiza fomentaba “el concubinaje, que es el sistema provincial”, y en Entre Ríos se convirtió en moda: “cuando el general tiene tres amantes públicas, jueces, empleados, comandantes y coroneles se esfuerzan en ostentar igual número”. Pero nos interesa aquí otra faceta de su comportamiento, la de coimero. Noviembre de 1851: los brasileños entregan 400.000 patacones (más de 2.000.000 de francos franceses) para que Urquiza cruce el Paraná y combata contra Rosas en unión con el ejército brasileño. Febrero de 1852: 100.000 patacones cobró para abandonar la República Oriental. En 1865, cobró 300.000 de manos brasileñas, pagados por Paranhos, vizconde de Río Branco, para hacer lo que Brasil quisiese, que era poner militarmente a Paraguay a merced 193


Justo José de Urquiza

de Brasil; un tratado sobre navegación de los ríos; mantener esclavos a aquellos que lo eran en Brasil, aunque se pasasen al territorio argentino; entregar una parte del territorio de Misiones. Los 300.000 fueron pagados en seis cuotas mensuales de 50.000 cada una. Después de eso, Paranhos se dirigió a Paraguay, pero allí gobernaba Francisco Solano López, y con ellos la coima no funcionaba. Más adelante atacaron al Paraguay para destruirlo, como veremos, con Mitre como comandante del genocidio. (Cap. 90) También analizaremos el comportamiento de Urquiza cuando combata contra Mitre, donde el poder y el dinero determinaron sus decisiones, como criticó Alberdi. (Cap. 84) 194


75. LA VENGANZA BRASILEÑA ITUZAINGÓ Una batalla en la que las tropas nacionales, conducidas por Carlos María Alvear, derrotaron al ejército brasileño. Es curioso el final de esa batalla. Alvear deja que el ejército derrotado huya con todo su armamento, y sólo se ocupa de los objetos abandonados en el campo de batalla: la platería del general y otras cosas por el estilo. ¿Qué hay detrás de ese comportamiento? La posición política de Buenos Aires respecto de la Banda Oriental, que, por supuesto, coincidía con la posición británica: crear un pueblo independiente para separar políticamente a las dos orillas del Plata.

CASEROS El gobierno provisional había dispuesto la entrada triunfal del general Urquiza en Buenos Aires se realizara el 8 de febrero, pero se postergó. Saldrían las tropas desde Retiro, avanzarían por Florida para llegar a la Catedral, donde se había levantado un tablado. El ejército que derrocó a Rosas era internacional, por lo que el orden del desfile fue establecido de la siguiente manera: primero las fuerzas dirigidas por Urquiza, después las brasileñas y luego las Orientales. Dice Vicente Sierra que “Urquiza, montado en un caballo de Rosas, vestía poncho y galera, como si quisiera demostrar con el poncho que era un hombre de pueblo, y con la galera, que nada tenían que temer las ochocientas señoras más distinguidas, que, según puntualizó Sarmiento, asistían al acto. Sobre la galera se destacaba una cinta punzó”. Importantes cuestiones eran estas de las presentaciones, tanto que Sarmiento, que era el boletinero del ejército ven195


cedor, aclara: “Yo era el único oficial que ostentaba una severidad estrictamente europea. Silla, espuelas, espada bruñida, levita abotonada, guantes, quepí francés, paletot en lugar de poncho; todo yo era una protesta contra el espíritu gauchesco”. El, en su mentalidad, se sentía importante… Sigamos con Sierra: “El desfile fue para los brasileños una vindicación, y así pudo decir un historiador de esa nación, que si después de Ituzaingó las tropas argentinas no entraron en Río de Janeiro, después de Caseros habían entrado las brasileñas en Buenos Aires”. El mismo Sierra dice que el desfile ocurrió el 19 de febrero. Si estaba programado para el 8 y se suspendió, se puede pensar que fue el 20, como sostiene, entre otros, Jorge Abelardo Ramos. “El 20 de febrero, aniversario simbólico de la batalla de Ituzaingó, fue formidable revancha de las fuerzas esclavistas”.

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76. DESPUÉS DE CASEROS Según Vicente Sierra, Urquiza comete varios errores: uno “el de suponer posible lograr la unión de unitarios y federales y ofrecer a Buenos Aires la posibilidad de que comprendiera que, si alguna vez pensó otra cosa, había renunciado a sustituir a Rosas en el afecto popular”; otro, el “error político de querer legalizar el gobierno de Vicente López, reinstalando la Sala de Representantes de Buenos Aires. No vio lo que era inevitable que ocurriera, o sea que la composición de la Legislatura, aunque resultara una mezcla de unitarios y federales, sería, ante todo, un cuerpo porteñista, y, por lo mismo, antiurquicista”. Se formaron varias listas para las elecciones de la Sala de Representantes, aunque no había mucha diferencia entre ellas, ya que diferían en muy pocos nombres. Sin embargo, la lucha ya estaba dada, y los porteños querían imponerse. A juzgar por Carlos D’Amico, hombre del partido de Adolfo Alsina que más tarde fue gobernador de Buenos Aires, y quien, tras afirmar que fue Mitre el primero que en Buenos Aires inventó los medios fraudulentos de hacer ilusorios los derechos electorales del pueblo, dijo: “Fue Mitre que, para oponerse al veto de los soldados de Urquiza, en vez de recurrir a las armas […] inventó el fraude, que se hizo en gran escala”. Como dice V. Sierra, “el fraude fue, posteriormente, norma del oficialismo liberal”. Urquiza sostenía que debía ser electo gobernador Vicente López. ¿Qué hizo para divulgar esa idea? Invitó a un grupo de amigos a visitar el campo de Caseros, donde explicó aspectos de la batalla, tras lo cual hizo servir un almuerzo. Vélez Sarsfield no fue invitado a la reunión, pero, comedido, 197


fue; cuando llegó la hora del almuerzo, a pesar de estar presente, no fue invitado a participar y regresó solo y amargado. Como anotó Juan Cárcano “frecuentemente las molestias al amor propio deciden la actitud de los hombres”. En la legislatura se había presentado un proyecto que contenía tres puntos básicos: un agradecimiento a Urquiza por haber liberado a Buenos Aires “del tirano que la oprimía”, y, los otros dos, la designación de Urquiza como encargado de la relaciones exteriores y de las que competen a una autoridad nacional. El proyecto fue enviado a la Comisión de Negocios Constitucionales que presidía… ¿quién?... Dalmacio Vélez Sarsfield. De los tres artículos el único que pasó fue el del agradecimiento. Por supuesto, Urquiza se sintió agraviado al serle negados los poderes nacionales que alguien debía tener, y nadie con mayores títulos que él. Como dice V. Sierra: “al negarse Buenos Aires a reconocerle autoridad para el manejo de las relaciones exteriores, se denunciaba la intención de anularlo. Era una declaración de guerra a Urquiza, y, de hecho, contra la organización nacional”.

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77. UN CORTO PASO: DEL ODIO AL RECONOCIMIENTO El odio fue siempre una gran componente presente en la política argentina, y no es la primera vez que lo citamos. Aquí mostraremos un ejemplo más. Ya derrocado Rosas, la legislatura de Buenos Aires, en 1857, votó una ley que lo declaraba “reo de lesa patria por la tiranía que ejerció sobre el pueblo durante todo el período de su dictadura violando hasta las leyes de la naturaleza (¡!) y por haber hecho traición, en muchos casos, a la independencia de su patria, y sacrificando a su ambición su libertad y sus glorias”. Es notable, todas las expresiones son producto de un ciego odio. En el debate de la ley intervino Nicanor Albarellos, y es muy instructivo observar como el odio lo fue llevando por un camino absurdo. Detengámonos en sus palabras. “Rosas, ese tirano, ese bárbaro, así bárbaro y cruel, no era considerado lo mismo por las naciones europeas y civilizadas, y ese juicio de las naciones europeas y civilizadas, pasando a la posteridad, pondrá en duda, cuando menos, esa tiranía bárbara y execrable que Rosas ejerció entre nosotros. Es necesario, pues, marcar con una sanción legislativa declarándole reo de lesa patria para que siquiera quede marcado ese punto en la historia (…) Es evidente que no puede librarse el juicio de Rosas a la historia, como quieren algunos (…) ¿Qué se dirá en la historia? ¿Qué se dirá cuando se diga que el almirante Brown, el héroe de la marina en la guerra de la independencia, era el almirante que defendió los derechos de Rosas? ¿Qué se dirá cuando se diga que el general San Martín, el vencedor de los Andes, el padre de las glorias argentinas, le hizo el homenaje más grandioso que puede 199


hacer un militar legándole su espada? (…) ¿Se creerá eso si no lanzamos un anatema contra el tirano Rosas? No, dirán, los salvajes unitarios, sus enemigos, mentían. No ha sido un tirano: lejos de eso ha sido un gran hombre, un gran general. (…) Si el juicio de Rosas lo librásemos al fallo de la historia, no conseguiremos que Rosas sea condenado como tirano, y sí tal vez que fuese en ella el más grande y glorioso de los argentinos”. Impresiona ver a este hombre consumido por un odio incontenible, reconociendo, aunque no quiera hacerlo, los méritos del personaje al que ataca. Es odio hasta la estupidez. Y no es lo primero que vemos en ese sentido. Sin embargo, una avenida en Buenos Aires lleva su nombre por una ordenanza de 1904, que recuerda que fue médico y decano de la Facultad de Medicina. Nada se menciona acerca de su miserable ética histórica…

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78. MARÍA REMEDIOS DEL VALLE Cuando instauró el Día de la Soberanía Nacional conmemorando la Vuelta de Obligado, la presidenta Cristina Fernández nombró a una de las mujeres que combatieron en esa batalla: Petrona Simonino, que había llegado desde San Nicolás, acompañando a su marido y a su hijo. Fernando Baldrich publicó la lista de oficiales y jefes que revistaron en las fuerzas de la Confederación Argentina durante parte o toda la época del gobierno de Rosas. En ella figura la sargento mayor María Remedios del Valle. Escribió sobre ella el general Viamonte en 1828: “Yo conocí a esta mujer en la campaña del Alto Perú y la conozco aquí; ella pide limosna… Esta mujer es realmente una benemérita. Ha seguido al ejército de la patria desde el año 1810. No hay acción en que no se haya encontrado en el Perú. Era conocida desde el primer general hasta el último oficial en todo el Ejército. Es bien digna de ser atendida porque presenta su cuerpo lleno de herida de balas, y lleno además de cicatrices de azotes, y no se la debe dejar pedir limosna como lo hace”. Ella hizo toda la campaña del Ejército del Norte hasta que fue herida en Ayohuma, donde quedó prisionera, y perdió en campaña a su marido, a su hijo propio y a otro adoptivo; tuvo seis heridas de bala graves y cicatrices por la pena de azotes. Era negra. La rescató de la miseria Juan Manuel de Rosas, y ella, en su homenaje, cambió su nombre por Remedios Rosas. Nuestro homenaje a la heroica sargento mayor. 201


79. ALBERDI: LAS BASES… El 1 de mayo de 1852 Juan Bautista Alberdi publicaba en Chile su libro Bases y puntos de partida para la organización de la

República Argentina derivados de la ley que preside el desarrollo de la civilización en la América del Sur, que, como el mismo autor dijo

en la tercera edición, fue una obra improvisada en carrera con el tiempo. Pasaron tres meses desde la llegada a Valparaíso de la noticia de la caída de Rosas y la fecha de la edición, por lo que Paul Groussac supone que debió escribirse en veinte días. ¿Por qué en Chile? Porque Alberdi era representante de William Wheelwright, que explotaba capitales ingleses en ese país, y, además de redactar los contratos y gestionar concesiones, escribía en el diario El Mercurio sobre los beneficios del capital extranjero en América del Sur.

Copiemos algunos de sus párrafos. “Con tres millones de indígenas, cristianos y católicos, no realizaréis la República ciertamente”. Entonces, una mentalidad tan lúcida como la de Alberdi encuentra la solución, que es escribir primero la constitución para después eliminar a la población y sustituirla por otra que se adapte al escrito. Notable. “Si hemos de componer nuestra población para el sistema de gobierno, si ha de sernos más posible hacer la población para el sistema proclamado que el sistema para la población, es necesario fomentar en nuestro suelo la población anglosajona. Ella está identificada al vapor, al comercio, a la libertad, y nos será imposible radicar estas cosas entre nosotros sin la cooperación activa de esa raza de progreso y civilización”. Pero claro, ese pueblo recién vencido en Caseros podía tener la ocurrencia de reaccionar, de rebelarse. Pero el genio singular 202


de Alberdi tenía la solución: “(…) firmad tratados con el extranjero en que deis garantías de que sus derechos serán respetados. Proteged empresas particulares para la construcción de ferrocarriles. Colmadlas de ventajas, de privilegios, de todo favor imaginable sin deteneros en los medios… entregad todo a capitales extranjeros”. Muy claro. Alberdi se equivocó al poner título a su libro, ya que debió llamarse Bases para la dominación extranjera de la República Argentina.

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80. ALBERDI Y LA INMIGRACIÓN Como observa Juan Pablo Oliver y resulta claro de lo anterior, la preocupación de Alberdi respecto del inmigrante era para un tipo determinado, una élite de empresarios, gerentes o empleados de los capitales extranjeros, preferentemente anglosajones. “Le encandilaban los inmigrantes británicos, tales como sus ricos clientes de Valparaíso, únicos que conocía”. Sentencia Alberdi en las Bases: “El inmigrante sin dinero es como un soldado sin armas”. Sigamos con Oliver: “Cuando en 1876 creció tal ola inmigratoria, Alberdi, después de hacerse cruces acerca de la cantidad de italianos y españoles desembarcados y cuya cifra estadística reproduce con espanto, los calificó de “siete plagas”, porque “poblar puede ser apestar, embrutecer, esclavizar, según la población trasplantada o inmigrada; si en vez de ser civilizada (como la anglosajona) es atrasada, pobre, corrompida (…) esas vienen por sí mismas como la mala yerba (…) cuando se la puebla con la basura de Europa atrasada o menos culta” “Siete plagas, “mala yerba”, “basura”, “atrasados”… Alberdi no ahorró ningún término ofensivo. Quien esto escribe desciende de españoles e italianos, como gran parte de la población argentina. Nos dedicamos a construir el país, cada cual en su tarea. No es lo que hizo Alberdi, y aún se notan sus nefastas consecuencias. Por eso, para reivindicar a nuestros antepasados y mejorar las condiciones de nuestro país, debemos enseñar a los que nos siguen lo que escribió Alberdi. Fue, como se ve, grosero, despreciativo, mal educado, parcial, discriminatorio. Podemos, sin dudas, usar esos mismos términos despectivos contra él. Pero no lo haremos. 204


Sólo nos asociamos a las palabras de Oliver, más juiciosas: “¡Caramba con estos próceres, que no han dejado un abuelo sano!”. Dice José María Rosa: “Esta antinomia entre un pueblo indoespañol y una constitución liberal anglosajona (no había otra forma de constitucionalismo en los libros de derecho político) la resolvía quedándose con la constitución y eliminando a los argentinos”. En efecto, escribe Alberdi en Las Bases: “No son las leyes las que precisamos cambiar: son los hombres, las cosas. Necesitamos cambiar nuestras mentes incapaces de libertad por otras gentes hábiles para ella… Si hemos de componer nuestra población para el sistema de gobierno, si ha de sernos más posible hacer la población para el sistema proclamado que el sistema para la población, es necesario fomentar en nuestro suelo la población anglosajona. Ella está identificada al vapor, al comercio, a la libertad, y nos será imposible radicar estas cosas entre nosotros sin la cooperación activa de esa raza de progreso y civilización… La libertad es una máquina que, como el vapor, requiere maquinistas ingleses de origen. Sin la cooperación de esa raza es imposible aclimatar la libertad en parte alguna de la tierra”. Pensar que en esos principios destructivos fueron educadas generaciones de argentinos…

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81. ALBERDI: EL SISTEMA ECONÓMICO Como vimos, Alberdi escribe “Las Bases…” en veinte días, y se las dedica a Urquiza en una carta que le envía. Oportunista el hombre. Pero resulta que Urquiza, designado presidente de la Confederación en marzo de 1853, nombra Ministro de Hacienda a Mariano Fragueiro, ¡y no a él! Alberdi queda anonadado, porque Fragueiro había escrito todo lo contrario a lo aconsejado por él. ¿Qué hizo Alberdi? Escribió otro libro: “Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina” ¿Qué sostiene en esa obra? Sigamos el resumen que nos ofrece J.P. Oliver. “Se explaya contra cualquier actividad del Estado que no sea puramente política o para el mantenimiento del orden policial, condenando expresamente su intervención o quehacer en materia bancaria, de seguros, ferrocarriles, navegación, obras públicas, de tipo industrial; particularmente merecen su fobia los bancos estatales, el Banco Nacional de 1853 y el Banco de la Provincia de 1836, únicos que teníamos. Impugna la posibilidad de reglamentar la producción, de proteger desde el gobierno las industrias contra la competencia extranjera y aboga por la extirpación de las aduanas. Defiende, en cambio, toda actividad empresaria extranjera, aconsejando se le otorguen exenciones impositivas, garantías especiales, donaciones de tierras. Aún cuando nunca se preocupó mucho por la suerte del propietario argentino, sostiene un concepto absoluto acerca de la propiedad del suelo, desechando cualquier limitación motivada por factores sociales o de bienestar general. Se opone a las leyes contra la usura o que reglamenten la tasa de interés 206


o réditos al capital. Condena las leyes suntuarias dictadas para combatir el fasto o lujo. Se despacha contra el socialismo y nuevas doctrinas sociales. Impugna las nuevas teorías sobre organización del trabajo, reconocimiento de gremios y defensa o fijación legal de salarios, a todo lo cual se opone acerbamente. Es partidario de contraer empréstitos extranjeros en lugar de apelar al crédito interno. Contrario a los impuestos directos aplicados al capital o a la propiedad, para hacerlos recaer, en cambio, sobre el consumo”. (Evito las páginas de la edición de donde salieron estos comentarios para no abrumar con datos). ¿Cuántas medidas de nuestras políticas económicas del siguiente siglo y medio tienen su origen en esas ideas? ¿Cuánto del odio existente en nuestra política tiene sus orígenes en pensamientos como el de Alberdi? Es que la historia que se enseñó en ese siglo y medio fue fundamentada en esas bases, y fueron incorporadas por gran parte de la sociedad para formar parte de su bagaje intelectual básico. Por eso explica Arturo Jauretche que el odio lo tienen las minorías de privilegiados o sus imitadores, porque pierden los beneficios que les confirieron personajes como Alberdi; en cambio no lo tienen las mayorías, ya que se ven beneficiadas por medidas que acotan el poder económico de los que más tienen para distribuir mejor la riqueza nacional. Dice un personaje de Leonardo Castellani, el Padre Metri, que no hay cosa más despreciadora que el mediocre y satisfecho; satisfecho, quizá, no de bienes, sino con realidades que no quiere ni se anima a cambiar. 207


82. MARIANO FRAGUEIRO Hemos citado en el punto anterior a Mariano Fragueiro, nombrado ministro de Hacienda por Urquiza, lo que significó un duro golpe para Juan Bautista Alberdi que representaba los intereses antinacionales y probritánicos. Fragueiro se encontraba entonces en Chile dirigiendo su establecimiento metalúrgico, y había vivido en Buenos Aires durante el gobierno de Rosas, donde observó los resultados de una economía estatal y nacional. Escribió: “Una larga experiencia en el comercio y en el banco de Buenos Aires en donde fui uno de sus directores por varios años, y una seria observación sobre los abusos del crédito particular en la industria de Copiapó, me han demostrado que todo el mal proviene de la individualidad [diríamos hoy del liberalismo económico]; y he encontrado una confirmación de esa verdad en mi última residencia en Buenos Aires desde 1846 a 1849. Allí encontré removidos los dos grandes inconvenientes para la realización de la democracia y socialismo —la individualidad— y toda influencia de extraña autoridad en la autoridad nacional. Allí existe una autoridad perfecta con toda la originalidad e independencia de la Nación. La Confederación Argentina está preparada para ser la primera en la reforma social”. Esa experiencia, dice J.P. Oliver, “lo llevó a concebir una grandiosa reforma social y económica, consistente en dar forma orgánica y doctrinaria a esta realidad para todo el país (…) Constituye el conjunto orgánico de tipo económico y social más revolucionariamente antiliberal jamás sancionado por un cuerpo legislativo argentino, si bien no ha sido entendido por historiadores y economistas, obnubilados por Alberdi”. 208


El 9 de diciembre de 1853, el Congreso Constituyente de Santa Fe aprobó el Estatuto para la Organización de la Hacienda y el Crédito Público, escrito por Fragueiro. La Argentina adoptaba un régimen económico nacional estatista, “Antítesis —seguimos con Oliver—, del liberal que ha venido sufriendo a través del tiempo y que ha terminado por conducirla a una evidente retrogradación y decrepitud”. Se comprende que la figura de Mariano Fragueiro haya desaparecido prácticamente de la “historia oficial” para tratar de que su nombre se olvide, permitiendo de esa manera exaltar el de Alberdi. Y aquí encontramos uno de los problemas que nos aqueja como sociedad. La enseñanza de la historia modeliza la forma de pensar de un pueblo. Durante más de un siglo y medio se inculcó —a través de escuelas, universidades y prensa— la economía liberal basada en Alberdi, sin mencionar siquiera a pensadores como Fragueiro. Es muy difícil cambiar de forma de pensar en tales condiciones, porque están integradas esas ideas a un supuesto “sentido común” de la población. Eso es lo que introduce una inercia en la mentalidad, en particular de los docentes, es decir, una resistencia marcada al cambio, dado que, en general —y no sólo en la historia sino también en las ciencias como la matemática— enseñan tal como aprendieron. Es, sencillamente, la negación del trabajo intelectual docente, en la que hemos caído. Escribió Jean Paul Sartre: “No nos convertimos en lo que somos sino mediante la negación íntima y radical de lo que han hecho de nosotros”. 209


83. ALBERDI: EL PENSAMIENTO ANTINACIONAL Los siguientes parágrafos son del libro Estudios Económicos, de Juan Bautista Alberdi. “Los discípulos deben pagar los salarios de sus maestros. (…) Las ciencias son un saber de mero lujo, como las letras muertas, donde sus productos no tienen aplicación. Tal producción no será la que haga la riqueza del país. Un simple cuero seco, un saco de lana, un barril de sebo, servirán mejor a la civilización de Sud América que el mejor de sus poemas, o su mejor novela, o sus mejores inventos científicos”. “Las ventas de las tierras desiertas de la Patagonia, Chaco y Misiones a los acreedores extranjeros en pago de la deuda nacional. Convertirlas en capitales extranjeros y establecerlos en el país”. “El progreso no es la obra directa de los gobiernos. No han sido instituidos para constructores de obras públicas”. “La idea de bancos provinciales o nacionales fundados en gobiernos insolventes, es ridícula. Serían bancos sin capitales, como los ríos sin agua, para navegar en la arena”. La pregunta que corresponde es ¿y si tienen capitales? Para Alberdi: peor. “Un banco de Estado es el poder ilimitado del gobierno; es más que el poder de un soberano: es el poder de un Sha de Persia, de un Zar de Rusia; dispone de la fortuna entera del país a su mando, sin necesidad de que una ley lo invista de facultades extraordinarias. Ni la libertad, ni la paz, ni el comercio, ni la riqueza, pueden existir a la sombra de esa institución nefasta, como el poder omnímodo del gobierno que la tiene a su servicio”. Lo increíble es que si ese poder estuviese en manos de capitales del exterior, no le parecería mal. 210


Notable, Alberdi, notable. Lo malo es que esas opiniones permanecen. Con respecto al primero de los parágrafos citados, otro nefasto personaje de la economía de nuestro país en los finales del siglo XX, Domingo Cavallo, nos mandó a quienes nos dedicamos a la investigación científica “a lavar los platos”, en la línea de pensamiento antinacional de Alberdi. Para don Juan Bautista, los hombres de antes no habían comprendido nada; escribe: “Nuestros patriotas de la primera época no son los que poseen ideas más acertadas sobre el modo de hacer prosperar esta América. Las ficciones del patriotismo, el artificio de una causa puramente americana de que se valieron como medio de guerra los dominan y poseen hasta hoy mismo. Así hemos visto a Bolívar hasta 1826 provocar, ligar, para contener a Europa, y al general San Martín aplaudir en 1844 la resistencia de Rosas a las reclamaciones accidentales de algunos estados europeos”. Como comentó Julio Irazusta respecto de Alberdi, “tuvo que apoyar tanto la pluma sobre el acento internacionalista, que su inteligencia quedaría definitivamente trabada para la tarea a que aparecía destinado: comprender a su país”. Lamentable, Juan Bautista.

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84. MITRE Y URQUIZA: DOS BATALLAS El enfrentamiento estaba planteado, y crecía la tensión entre la Confederación y Buenos Aires. Episodios sangrientos desatan la violencia. Mientras era gobernador de San Juan, Nizario Benavídez era amenazado por Sarmiento y sus amigos desde el diario El Nacional, que sostenían su eliminación por cualquier medio. Benavídez es metido en una cárcel y asesinado. Siguiendo el comportamiento que llevó al pueblo a ponerles el mote de “salvajes”, “medio muerto, fue enseguida arrastrado con sus grillos y casi desnudo, precipitado de los altos del Cabildo a la balaustrada de la plaza, donde algunos oficiales se complacieron en teñir sus espadas con su sangre, atravesando repetidas veces el cadáver y profanándolo hasta escupirlo y pisotearlo”. Urquiza se indigna. ¿Quiénes eran sus asesinos? Los de Buenos Aires: Sarmiento, Mitre, Vélez Sarsfield… Cuenta Juan Coronado que Urquiza gritó “¡Guerra a muerte a los salvajes unitarios!, inflamándosele las narices y con los ojos inyectados de sangre”. Cuenta Julio Victorica que dijo “con los salvajes porteños no puede haber ya más política que la de la lanza”. Avanza con el ejército de la Confederación, y derrota en Cepeda a las tropas bonaerenses de Mitre. Luego llega a San José de Flores y sitia a la ciudad de Buenos Aires. En muchos existe la idea de que el general debe tomar la ciudad e imponer la voluntad nacional. Pero Urquiza pacta y se retira. Es más, le entrega 10.000 caballos al gobierno bonaerense para que los utilizase para defender la frontera con los indios. 212


Las tensiones siguen, y un nuevo enfrentamiento se produce: la batalla de Pavón. Otra vez los mismos personajes, Mitre y Urquiza. La victoria es de Urquiza, pero, así como antes había pactado, ahora se retira y deja el campo de batalla en manos del enemigo. ¿Por qué? Existen importantes razones económicas. Dice Norberto Galasso: “Si Urquiza triunfa en Pavón, necesitará el apoyo del interior para resistir la oposición de la oligarquía porteña. Pero, en este caso, debería optar por un modelo de crecimiento hacia adentro. […] Opta por ser cómplice del mitrismo y decide retirarse del campo de Pavón dejando vía libre al proyecto agroexportador sometido a la división internacional del trabajo”. Recordemos, como dice el mismo autor, que “su condición de ganadero lo hermana a la suerte de Buenos Aires en su vocación por el mercado mundial”. El desbocado Sarmiento, exultante con esa victoria le escribe a Mitre: “No trate de economizar sangre de gauchos. Es lo único que tienen de humano. Este es un abono que es preciso hacer útil al país”. Y un poco después, “No deje cicatrizar la herida de Pavón. Urquiza debe desaparecer de la escena, cueste lo que cueste. Southampton [se refiere, por supuesto, al exilio] o la horca. Él es la única mancha negra que queda en el horizonte.” Paradójicamente, Sarmiento es el creador de la Sociedad Protectora de Animales. Un espíritu bondadoso y comprensivo, sin dudas…

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85. SALDÍAS, MITRE Y EL DIARIO LA NACIÓN Hemos comentado que Adolfo Saldías escribe el libro citado basado en los archivos del mismo Rosas, y tuerce con él el camino de la historia oficial. Mitre lo lee, a pesar de su extensión, durante todo el día y parte de la noche. ¿Qué lee? “El general Juan Manuel de Rosas llegó al apogeo de su poder en la política de su país, el cual, por primera vez desde su emancipación de la corona de España, se encontró unido y fuerte bajo la obediencia de un gobierno general.” (…) “La resistencia que opuso a las exigencias y agresiones de las dos naciones más poderosas de Europa; la previsión con que sostuvo incólumes derechos trascendentes para el porvenir de la Argentina y de las demás repúblicas de América”. (…) “La admiración que despertó en todo el mundo civilizado, que vio producirse el hecho sorprendente de que una débil república, casi ignorada hasta entonces, ponía en raya la diplomacia y las escuadras conquistadoras de la India, de la China, de Egipto y de Argel”. (…) “Por otra parte, la emigración volvía tranquilamente a sus hogares.” (…) “Las relaciones sociales y políticas se ensanchaban a impulsos de la tolerancia recíproca. El comercio reanudaba con ventaja sus corrientes espontáneas, a favor del levantamiento del bloqueo que verificó la Francia poco después de la Gran Bretaña; las industrias recobraban su actividad de manos de los milicianos que colgaban el sable para ir a los talleres o a las faenas rurales.” (…) “El gobierno comenzaba a vencer dificultades financieras merced a una prudente economía y a la estricta observancia de la reglas de una administración controlada y honorable que había erigido en sistema.” (…) 214


“Hasta las letras comenzaban a brillar como luminares de un cielo apacible que, si no era el de la libertad orgánica y dueña de sí, tampoco lo obscurecían las nubes de borrasca que otrora desataron los extravíos y los odios.” Todo eso escrito por alguien que había nacido en 1850 y que tenía formación antirrosista, pero que fue un sincero y honesto historiador. Mitre leyó esos parágrafos y muchos más, y habrá pensado… ¡y tantos ríos de tinta hicimos correr para denostar a Rosas, para mostrarlo como un monstruo degenerado!… Se dio cuenta, seguramente, que las cosas empezaban a cambiar… Pero para asegurarse la influencia de sus ideas en la política, asegurarse que sus historias siguieran contándose a través del tiempo, había fundado, el 4 de enero de 1870, el diario La Nación, cuyo lema puesto en el primer número y que aún hoy mantiene, es “La Nación será una tribuna de doctrina”. Comenta Arturo Jauretche que un nacionalista católico, el poeta Ignacio B. Anzoátegui, de prosa ácida y humorista, escribió satíricamente sobre muchas de las figuras de nuestra historia, menos una: Mitre; siempre es bueno para un escritor que el diario La Nación lo califique como “fino poeta, límpido prosista y cáustico observador”. Así se comportaron muchos escritores, hasta hoy… En forma aguda otro poeta, Homero Manzi, escribió dirigiéndose a Anzoátegui: “Usted se ha metido con todos los próceres menos con uno: el que dejó un diario como guardaespaldas”.

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86. LAS EXPEDICIONES AL DESIERTO Por los años 2000 se comenzaron a escuchar con más fuerza voces que reclamaban por los pueblos originarios, su destrucción y su discriminación. El ataque estaba dirigido no sólo a los españoles que arribaron a América y a sus seguidores, hasta el punto de cambiar al 12 de octubre su tradicional título de Día de la Raza. En nuestro país el blanco principal de los ataques fue Julio Argentino Roca y su campaña al desierto en 1879, hasta el punto de escribir en su contra en su monumento en Diagonal Sur y pedir su destrucción. Sin embargo, hubo otras campañas anteriores sobre los indios; ¿por qué la de Roca fue la combatida? Veamos. El primer avance sobre los territorios indios en la Provincia de Buenos Aires fue el de Martín Rodríguez en 1823. El motivo: tratar de impedir las invasiones sobre las estancias y expandir el territorio para establecer más de ellas. En un sacrificado viaje —tanto para los hombres como para los caballos, ya que avanzaron por campos quemados por los indios— llegaron hasta lo que hoy es la ciudad de Tandil. La conclusión que se anota en el diario de la expedición fue; “la guerra con ellos debe llevarse hasta el exterminio. Hemos oído muchas veces a genios más filantrópicos sobre la susceptibilidad de su civilización e industria, y lo fácil de su seducción a la amistad. Sería un error permanecer en un concepto de esta naturaleza, y tal vez perjudicial. […] En la guerra se presenta el único remedio, considerarlos como enemigos que es preciso destruir y exterminar”. Sin embargo, tan terrible conclusión era falsa, como se comprobó más adelante. En efecto, en las Observaciones, publicadas en 1828 (ver Diario de la Expedición al Desierto 216


citado en la bibliografía), se comprueba la discrepancia entre el pensamiento de Martín Rodríguez y el de Juan Manuel de Rosas, encargado de la paz con los indios y del establecimiento de cuatro fuertes nuevos mientras Manuel Dorrego era gobernador. Rosas demostró en la práctica que también daban resultados los tratados de paz y amistad. La campaña de Rosas se realiza en 1833. Cuenta con la colaboración de indios amigos, seiscientos de los cuales se incorporan a sus tropas. El secretario de Rosas, Antonino Reyes, dice: “El gobierno no proveía nada. Las reses y las yeguas eran mandadas por Vicente González y Manuel Guerrico, amigos de Rosas. De lo que se preocupaban los hombres de gobierno era de que se sublevasen los pampas de Tapalqué y los borogas de Salinas Grandes, y de introducir la anarquía en el ejército procurando su desbande, todo lo cual tenía que conjurarlo Rosas”. Es decir, el gobierno no sólo no apoyaba, sino pateaba en contra. La situación, como se ve, era tensa, por lo que Rosas reunió a sus ciento cuarenta oficiales a orillas del río Colorado y les propuso que decidieran: acompañarlo o irse; sólo doce se retiraron, y, como dice Carlos Ibarguren, “todos los demás se mantuvieron fieles y entusiastas al lado de su jefe y caudillo”. Escribió José María Rosa, “La expedición no se proponía el exterminio de los indios, fuera de los bandoleros de Choele-Choel” (manejaban desde allí el llamado camino de los chilenos, por donde arreaban a decenas de miles de animales robados hacia Chile, para venderlos). En diciembre de 1833 la misión estaba cumplida, y Rosas ordena el regreso. El cacique Calfucurá obró como su agente y fue quien repartió las prestaciones que mandaba Rosas: caballos, vacas, alcohol, vacunas contra la viruela. 217


87. LA CAMPAÑA DE ROCA La campaña de Rosas es reconocida hasta por Sarmiento — más afecto a consejos sanguinarios, como hemos visto, que a las ponderaciones—, quien escribió: “La expedición aseguró fronteras, alejando a los bárbaros indómitos y sometiendo muchas tribus, que han formado una barrera que pone a cubierto las estancias de las incursiones de aquellos; y que, merced a estas ventajas obtenidas, la población ha podido extenderse hacia el sur. La geografía hizo también importantes conquistas, descubriendo territorios hasta entonces desconocidos, y aclarando muchas dudas”. “Hasta 1852, año de la caída de Rosas, en que se abandonaron los fuertes del Colorado y el Negro, no hubo malones. Los indios quedaron tranquilos y amigos”, dice José María Rosa. Como hemos visto muchas veces en nuestra historia, cuando se voltea con odio a un gobierno se destruyen hasta las obras beneficiosas para el país que ese gobierno ha construido. Así, más adelante debió hacerse una nueva expedición al desierto para ocupar Neuquén antes que los chilenos, repartir la superficie ganada y hacer de toda esa operación un acontecimiento político que favoreciera a su comandante. Después de Rosas “no significará una hazaña penetrar en el desierto y vencer a los indios”. En ese momento aparece aparece Roca, que era parte del gobierno. Hay relatos que muestran los costados más brutales de su campaña. El ingeniero francés Alfred Ebelot —que acompañaba a la expedición como experto— escribe: “Los niños de poca edad cuyos padres desaparecen son donados a diestra y siniestra. Las familias distinguidas de Buenos Aires 218


buscan diligentemente estos esclavos jóvenes. Un oficial de frontera no deja de enviar a su novia una sirvienta india. En ello se reconocen las tradiciones de la conquista”. Son viejas costumbres que desgraciadamente no desaparecieron; durante la dictadura iniciada en 1976 muchos niños —hijos de mujeres secuestradas y desaparecidas— fueron entregados a familias que los criaron, dando lugar a una intensa y difícil búsqueda para restablecer su verdadera identidad. Pero movimientos militares como el de Roca son costosos. ¿De dónde sale el dinero para esta campaña? Roca se apoya en una ley que se promulgó en 1878, la Nº 947, en la que se autoriza a “invertir hasta la suma de 1.600.000 pesos fuertes […] que se imputarán al producido de las tierras públicas que se conquisten, pudiendo el Poder Ejecutivo, en caso necesario, disponer de las rentas generales como anticipo. Queda autorizada una suscripción pública por el importe mencionado, que se hará por medio de 4.000 títulos de 400 pesos fuertes cada uno, nominales o al portador, pagaderos en cuotas de 100 pesos fuertes cada una, cada tres meses”. ¿Qué significaban esas cuatro cuotas trimestrales de 100 pesos fuertes? Cada título, es decir los cuatrocientos pesos, equivalían a 2.500 Ha, y correspondían a un mismo propietario un mínimo de 4 lotes, es decir, 10.000 Ha. Según la discusión en la Cámara de Senadores al tratarse la ley, el precio era bajísimo ya que “fuera de la línea de frontera en la provincia de Buenos Aires se vendían las dos mil quinientas hectáreas a 3.000 pesos fuertes”, consigna Silvia C. Mallo, y agrega que precios entre 5.000 y 8.000 se publicaron en “La Tribuna” del 12 de noviembre de 1878. Pero el negocio siguió, manteniendo esos precios bajos hasta mucho después. Critica Sarmiento desde El Censor 219


(18 de diciembre de 1885): “El pensamiento de un paseo por la Pampa cuando no había en ella un solo indio fue un pretexto para levantar un empréstito enajenando la tierra fiscal a razón de 400 nacionales por legua, en cuya operación la Nación ha perdido 250 millones de pesos oro, ganados por […] parientes y amigos de Roca. Pero si se puede explicar, aun cuando no se justifique, esta medida antieconómica y ruinosa para el Estado […] no hay razón, no hay motivo legítimo para que tal empréstito continúe hoy vigente […] para los amigos del general Roca, máxime cuando la inscripción se cerró hace ya mucho tiempo. […] ¿En virtud de qué ley el general Roca sigue enajenando tierra pública a razón de 400 nacionales la legua que vale 3.000?”

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88. LA LEY DE PREMIOS En 1885 se sanciona la ley 1628 sobre entrega de tierras a jefes y oficiales expedicionarios del Río Negro. Establece una distribución de la siguiente forma: “15.000 Ha a los herederos del Dr. Adolfo Alsina; 8.000 a cada jefe de frontera; 5.000 a cada jefe de batallón o regimiento; 4.000 a los sargentos mayores; 2.500 a los capitanes; 2.000 a los tenientes primeros y segundos, y 1.500 a los subtenientes y alféreces”. En el artículo 3º consigna: “correspondiendo a los individuos de tropa […] un terreno para chacra de 100 Ha y un cuarto de manzana en el pueblo”. No se establece en la ley qué zonas se repartirán, pero es de suponer que las peores corresponderían a los soldados. Como pasó en otras oportunidades posteriores —por ejemplo, en un empréstito dado como pago obligatorio del estado a particulares, en épocas del ministro de economía Alvaro Alsogaray— los más necesitados venden a precios bajos sus títulos, y los que pueden los acaparan y ganan. Escribió el comandante Prado: ”¡Pobres y buenos milicos! Habían conquistado veinte mil leguas de territorio y, más tarde, cuando esa inmensa riqueza hubo pasado a manos del especulador que la adquirió sin mayor esfuerzo ni trabajo, muchos de ellos no hallaron —siquiera en el estiercolero del hospital— rincón mezquino en que exhalar el último aliento de una vida de heroísmo, de abnegación y de verdadero patriotismo. Al verse después despilfarrada, en muchos casos, la tierra pública, marchanteada en concesiones fabulosas de treinta y más leguas; al ver la garra de favoritos audaces clavada hasta las entrañas del país, y al ver cómo la codicia les 221


dilataba las fauces y les provocaba babeos innobles de lujurioso apetito, daban ganas de maldecir la gloriosa conquista, lamentando que todo aquel desierto no se hallase aún en manos de los caciques indios�.

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89. PARAGUAY, 1860 “Los gobiernos sucesivos de Gaspar Rodríguez de Francia, Carlos Antonio López y Francisco Solano López habían convertido al Paraguay en el país más desarrollado de la zona, con un fuerte crecimiento económico y una intensa modernización”, sostiene Norberto Galasso. No existían grandes diferencias sociales, tampoco latifundios sino pequeños y medianos productores, artesanos, y un estado que conducía la vida económica. ¿De dónde provenían esas características, diferentes a las de otras regiones? De la organización jesuítica de toda la zona guaraní, que constituyó un imperio de destacables cualidades sociales, hasta que los jesuitas fueron expulsados por la corona española. El Paraguay fue el primer país que tuvo explotaciones de minas de hierro, industrias de fundición, fábricas de jabón, de aceite, que construyó el primer ferrocarril en 1861con capitales propios, y desarrolló telégrafos, imprentas, industria naval y metalúrgica; la educación era obligatoria —cuando todavía no lo era en la mayoría de los países— y existían becas para estudiar en Europa con la obligación de regresar. Ya en 1828 el científico Humbolt observaba que “casi no hay analfabetos en Paraguay”. Según Jorge Abelardo Ramos “Paraguay era una demostración de que el progreso técnico de América Latina no sólo podía sino que debía verificarse sin la influencia deformadora de las potencias europeas”. Pero, por supuesto, otra era la visión inglesa. El diplomático Edward Thornton se lamentaba: “nadie posee una fortuna moderada, los derechos de importación son enormes, se perjudica la introducción de mercaderías del exterior”. 223


Los exportadores ingleses se impacientaban, los bancos británicos deseaban colocar préstamos. No era un buen ejemplo para el desarrollo del liberalismo económico en América. Los productos producidos en Paraguay eran codiciados, como el algodón para la industria inglesa. Mitre reprimía a las provincias del interior, como vimos; Brasil estaba alineado con la política británica, y en la Banda Oriental el partido colorado era aliado de Mitre. Demasiados enemigos.

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90. LA GUERRA. EL GENOCIDIO Se la llama “la guerra de la triple alianza”, es decir, todos los nombrados contra Paraguay. La falta de visión militar de Mitre lo llevó a afirmar que en tres meses los aliados ocuparían Asunción. Fueron cinco años de una sangrienta guerra. Las guerras salen caras. ¿De dónde salió el dinero para sostener semejante contienda? La Baring Brothers (ya conocida por su desastrosa actuación contra nuestro país en épocas de Rivadavia, como vimos) aparece nuevamente, otorgando un préstamo de 2.500.000 libras a Mitre. También hay préstamos de la Casa de Moneda y del Banco de la Provincia de Buenos Aires, del Banco de Londres y de familias porteñas para las que la guerra sería un gran negocio; Sarmiento nombra a varias, como Lezica, Lanús, Galván, y consigna que la misma casa de Mitre en la calle San Martín (hoy museo) le fue regalada por esos hombres, que “le deben o la impunidad o la fortuna mal adquirida”. Esa guerra fue muy impopular, hasta el punto que las tropas desertaban, no por cobardía, sino porque no querían combatir. Escribe Ramón Cárcano: “En las provincias, la guerra es impopular y odiosa. Cuando en la plaza pública leen los bandos de los gobernantes y los tambores recorren la ciudad convocando a la guardia nacional, los hombres huyen a la selva próxima. No los empuja el terror. Han nacido y vivido en batallas. Resisten a Buenos Aires y al imperio. El Paraguay es el amigo y el vecino histórico”. Pero la guerra continuó, y el fin fue un Paraguay devasta225


do, destruido. Un hecho simbólico es la destrucción de los altos hornos de Ibicuy a manos de las tropas brasileñas. La población fue exterminada, lo que convirtió a Mitre, comandante en jefe de las fuerzas aliadas, en un genocida. Sarmiento escribió, con su fiereza acostumbrada: “hemos eliminado a la población masculina de Paraguay mayor de diez años”. Sarmiento era periodista y educador. ¿Qué habrá querido expresar con esa frase? ¿Una noticia? ¿O una amenaza?

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91. ANGEL VICENTE “CHACHO” PEÑALOZA Después de Pavón se desató una orgía de sangre que superó a las anteriores, algunas de las cuales comentamos, como la posterior a Caseros, o las que sucedieron al asesinato de Dorrego. El jefe federal, Urquiza, descansaba en su palacio San José asegurado en las promesas de Mitre. Alberdi hará un análisis del comportamiento de Urquiza, que oscilaba entre actos nobles y bajas acciones con beneficios económicos (como las coimas que cobraba, que ya vimos): “Hay dos Urquiza, el que ha hecho Dios, que es entrerriano, y el que ha hecho a medias su propia avaricia y la avaricia de sus cómplices de Buenos Aires […] ¿Para qué ha dado Urquiza tres batallas? Caseros para ganar la presidencia, Cepeda para ganar una fortuna, Pavón para asegurarla”. No pensó que, por obtener beneficios personales se perdieron gran cantidad de vidas… Retirado en San José, donde se creía seguro cuidando su fortuna (allí fue asesinado más adelante) abandonó a los federales de la Confederación. Esa bandera fue alzada por Peñaloza, brigadier general y jefe del Ejército de Cuyo, que apareció como líder de los movimientos populares. El Chacho se preguntaba ¿por qué exterminar a los federales —tal era la tarea de Mitre y Sarmiento— y por qué hacer una guerra a muerte entre hermanos? La respuesta fue el retiro de su grado militar y el ataque de las fuerzas mitristas con las tropelías de degüellos, violaciones y robos. Dirigidas por el caudillo, se reúnen a su alrededor quienes van a defender los intereses nacionales frente al avasallamiento liberal: las montoneras. 227


El “Chacho” Peñaloza

Sarmiento, director de la guerra nombrado por Mitre, le escribe a su jefe:”Sandes [oficial mitrista] ha marchado a San Luis. Está saltando por llegar a La Rioja y darle una buena tunda al Chacho. ¿Qué regla seguir en esta emergencia? Si va, déjelo ir. Si mata gente, cállese la boca. Son anímales bípedos de tal infame condición que no sé qué se obtenga con tratarlos mejor”. Mitre es más cuidadoso en 228


su lenguaje, aunque coincide en el deseo de exterminio. Le escribe:”Quiero hacer en La Rioja una guerra de policía. Declarando ladrones a los montoneros sin hacerles el honor de considerarlos como partidarios políticos ni elevar sus depredaciones al rango de reacciones; lo que hay que hacer es muy sencillo…”. Pero Sarmiento es directamente sanguinario, y le aclara a sus coroneles: “es permitido, entonces, quitarles la vida donde los encuentren”. Se suceden los combates, hasta el último, en Caucete (San Juan). La montonera se dispersa y el Chacho se refugia en la casa de un amigo, en Olta. Pero tropas mitristas toman prisioneros a 24 hombres de Peñaloza. Los interrogan (siempre se usó ese término…) Seis murieron, y el séptimo habló. Fueron a buscar al Chacho. Lo lancearon y le cortaron la cabeza, que fue expuesta en una pica en la plaza de Olta. Sarmiento, como vimos, desbocado y sanguinario, escribe a Mitre: “he aplaudido la medida, precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses”.

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92. LA MUERTE DEL CHACHO EN LA LITERATURA Es curioso, pero los poetas que citamos a continuación son conocidos y enseñados en las aulas, aunque, en general, sólo como poetas, sin que se mencionen sus posiciones políticas.

LEÓN BENARÓS Mudos quedan de sorpresa quienes lo están contemplando: se le hundió hasta la moharra y el asta quedó temblando. Todavía moribundo, Pudo firme ser oído: ¡Cobardes!, murmura el Chacho ¡Matar a un hombre rendido! En un horcón de algarrobo el Chacho queda sujeto, ya le pegan cuatro tiros ya el crimen está completo Y para que haya, señores, De todo como en botica, A la cabeza del Chacho La exponen en una pica. Ya se acabó Peñaloza, Ya lo pudieron matar. ¡Tengan cuidado, señores´, No vaya a resucitar!

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OLEGARIO VÍCTOR ANDRADE Mártir del pueblo, tu cadáver yerto, Como el ombú que el huracán desgaja, Tiene su tumba digna en el desierto Y el cielo de la patria por mortaja.

JOSÉ HERNÁNDEZ Los salvajes unitarios están de fiesta. Celebran la muerte de uno de los caudillos más prestigiosos, más generosos y valientes. El partido federal tiene un nuevo mártir. El partido unitario tiene un crimen más que escribir en la página de sus horrendos crímenes. El general Peñaloza ha sido degollado. El hombre ennoblecido por su inagotable patriotismo, ante cuyo prestigio se estrellaban las huestes conquistadoras, acaba de ser cosido a puñaladas en su propio lecho, degollado, y su cabeza ha sido conducida al bárbaro Sarmiento.

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93. HASTA AQUÍ Hasta aquí llegamos. La campaña al desierto dirigida por Roca, las montoneras y sus caudillos, y la guerra contra el Paraguay son los últimos temas que trataremos. Nos encontramos a las puertas del siglo XX, y muchas cosas, por supuesto, pasaron en él. Presidentes, revoluciones, golpes militares, dictaduras, asesinatos, desastres económicos, desapariciones, movimientos populares, represión. Pero lo básico —en el fondo—está en la oposición entre liberalismo, iluminismo, libre mercado, intereses sectoriales, y proteccionismo, estado, pueblo, bien común. Este planteo fue una constante en lo que hemos analizado de nuestra historia. En los parágrafos anteriores vimos la actuación de muchos personajes importantes y trascendentes que fueron claves. Esa actuación no fue siempre meritoria para el país. Sin embargo, muchas veces la historia no se cuenta así —es decir, como en estas páginas— aunque ahora el relato está cambiando y otras ideas, distintas a las de la historia oficial, circulan con más facilidad. En la política cotidiana se nota que ciertas medidas o actitudes no son comprendidas porque no se conoce la historia argentina suficientemente bien. Es que, como dice José María Rosa, “El gran instrumento para desargentinizar la Argentina y hacer de la Patria de la Independencia y la Restauración la colonia feliz del 1880 había sido la falsificación de la historia. […] Era necesario dotar a la nueva Argentina de una conciencia compatible con el dominio de una clase y el tutelaje foráneo. […] Había que dotar a los argentinos de una historia “arreglada” (la palabra es de Juan Bautista Alberdi), de “mentiras a designio” (la frase es de Domingo Faustino Sarmiento), que enalteciera la civilización ajena en 232


perjuicio de la “barbarie” nativa”. Como Bartolomé Mitre le dijo a Adolfo Saldías “mantengo los nobles odios”… Para ver las cosas de otra manera hay que analizar a destacados personajes desde otra óptica. Eso intentamos hacer. Ellos hicieron, pensaron y escribieron muchas cosas, pero también las que aquí expusimos, que muchas veces se ocultan. Como decía en una de sus novelas Leonardo Castellani, “Es odioso y nos sabe mal, tener que ridiculizar o deshonrar; pero si uno quiere honrar a los patriotas, tiene que deshonrar a los perdueles o apátridas”. Es duro, pero es así. Y bien, Yo cumplí. Aplausos ni críticas No busco ni reverencio. Hoy dejo aquí la guitarra Para hundirme en el silencio… ***

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ÍNDICE 0. PROEMIO GALEATO.................................................................................3 1. UN HECHO ÚNICO EN NUESTRA HISTORIA .............................................. 9 2. PUEBLO Y REPRESENTANTES DEL PUEBLO .......................................... 13 3. GRACIAS ARGENTINA .......................................................................... 16 4. EL INTENTO DE FUNDAR BUENOS AIRES .............................................. 18 5. DESASTRE Y RETIRADA ....................................................................... 21 6. MALDICIONES Y MALA SUERTE ............................................................ 23 7. LA LUJANERA ..................................................................................... 25 8. LOS LIBROS ........................................................................................ 28 9. LA HUMANIDAD QUE NO TUVIERON LOS HOMBRES ............................. 29 10. EL INTERREGNO, ASUNCIÓN .............................................................. 31 11. LA FUNDACIÓN DE BUENOS AIRES ..................................................... 35 12. SALARIOS Y EXPORTACIONES ............................................................ 39 13. TODO EN ORDEN ............................................................................... 42 14. LA ECONOMÍA COLONIAL .................................................................. 44 15. FUNCIONARIOS, LEYES Y ABOGADOS ................................................. 46 16. FUNCIONARIOS, LEYES Y ABOGADOS II............................................... 47 17. MONOPOLIO Y LIBRE COMERCIO ....................................................... 51 18. CAPITALISMO .................................................................................... 55 19. LAS DOS ZONAS ECONÓMICAS ......................................................... 57 20. LA GUERRA COMERCIAL ................................................................... 60 21. EN CUEROS Y SIN CUEROS ................................................................ 62 22. SOCIEDADES SECRETAS .................................................................... 65 23. ALGUNAS CIFRAS .............................................................................. 68 24. EL PODER CAMBIA DE SEDE .............................................................. 71


25. FRANCIA CONTRA INGLATERRA ......................................................... 74 26. LA PRIMERA INVASIÓN INGLESA ........................................................ 75 27. QUILMES ........................................................................................... 78 28. LAS TERTULIAS PORTEÑAS ............................................................... 80 29. BUENOS AIRES DESPUÉS DE LA INVASIÓN ......................................... 83 30. LOS INGLESES SON DERROTADOS NUEVAMENTE Y CAMBIAN DE ESTRATEGIA .................................................................... 84 31. 1809: EL PUERTO Y LA ECONOMÍA .................................................... 86 32. ILUMINISMO ...................................................................................... 89 33. AÑO 1810 ......................................................................................... 91 34. 20 DE MAYO DE 1810 ....................................................................... 93 35. 21 DE MAYO DE 1810 ....................................................................... 95 36. 22 Y 23 DE MAYO DE 1810 ............................................................... 97 37. 24 DE MAYO DE 1810 ....................................................................... 99 38. 25 DE MAYO DE 1810 ..................................................................... 101 39. MARIANO MORENO, SECRETARIO .................................................... 104 40. MARIANO MORENO, TERRORISTA .................................................... 106 41. MARIANO MORENO, EL FIN ............................................................. 108 42. LA REVOLUCIÓN DE LOS ORILLEROS PORTEÑOS ............................. 110 43. ARTIGAS ......................................................................................... 112 44. EL PODER CAMBIA DE MANO .......................................................... 115 45. BERNARDINO RIVADAVIA ................................................................. 116 46. EL CERRO FAMATINA ...................................................................... 120 47. LA BANDA ORIENTAL ....................................................................... 122 48. LA REVOLUCIÓN DEL PELO CORTO .................................................. 124


49. LA CIENCIA ..................................................................................... 125 50. EL POPULISMO ............................................................................... 129 51. ALVEAR ........................................................................................... 131 52. LA COLONIZACIÓN CULTURAL ......................................................... 135 53. LIBERTAD DE PRENSA ..................................................................... 138 54. LOS PRÉSTAMOS INGLESES ............................................................ 141 55. RIVADAVIA Y LOS PUEBLOS ORIGINARIOS ........................................ 144 56. MANUEL DORREGO ......................................................................... 147 57. MANUEL DORREGO, DEMÓCRATA .................................................... 151 58. EL ASESINATO DE DORREGO ........................................................... 153 59. ÉXODOS PATRIÓTICOS .................................................................... 157 60. SAN MARTÍN ................................................................................... 160 61. LA MUERTE DE LAVALLE ................................................................. 163 62. LITERATURA Y ODIO ........................................................................ 165 63. LITERATURA, ODIOS Y AMORES ....................................................... 167 64. EL BLOQUEO BRASILEÑO Y LA ECONOMÍA ....................................... 169 65. ROSAS ............................................................................................ 171 66. LAS ISLAS MALVINAS ...................................................................... 173 67. LA VUELTA DE OBLIGADO ................................................................ 176 68. THORNE .......................................................................................... 179 69. PROTECCIONISMO ECONÓMICO ...................................................... 181 70. EL BANCO ....................................................................................... 183 71. LA TIERRA ....................................................................................... 185 72. ROSAS, DERROTADO VA A INGLATERRA ........................................... 186 73. CHILAVERT ...................................................................................... 189


74. URQUIZA COIMERO.......................................................................... 191 75. LA VENGANZA BRASILEÑA ............................................................... 193 76. DESPUÉS DE CASEROS ................................................................... 195 77. UN CORTO PASO: DEL ODIO AL RECONOCIMIENTO .......................... 197 78. MARÍA REMEDIOS DEL VALLE .......................................................... 199 79. ALBERDI: LAS BASES ....................................................................... 200 80. ALBERDI Y LA INMIGRACIÓN ............................................................ 202 81. ALBERDI: EL SISTEMA ECONÓMICO ................................................. 205 82. MARIANO FRAGUEIRO ..................................................................... 206 83. ALBERDI: EL PENSAMIENTO ANTINACIONAL ..................................... 208 84. MITRE Y URQUIZA: DOS BATALLAS .................................................. 210 85. SALDÍAS, MITRE Y EL DIARIO LA NACIÓN ......................................... 212 86. LAS EXPEDICIONES AL DESIERTO .................................................... 214 87. LA CAMPAÑA DE ROCA ................................................................... 216 88. LA LEY DE PREMIOS ........................................................................ 219 89. PARAGUAY, 1860 ............................................................................. 221 90. LA GUERRA. EL GENOCIDIO ............................................................. 223 91. ANGEL VICENTE “CHACHO” PEÑALOZA ............................................ 225 92. LA MUERTE DEL CHACHO EN LA LITERATURA .................................. 228 93. HASTA AQUÍ .................................................................................... 230 BIBLIOGRAFÍA.........................................................................................232




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