RAFAEL SARMIENTO
JOSÉ CLEMENTE SARMIENTO
El padre de Domingo Faustino E der
JosĂŠ Clemente Sarmiento, el padre de Domingo Faustino
JosĂŠ Clemente Sarmiento, el padre de
Domingo Faustino
Rafael Sarmiento
E der
Sarmiento, Rafael José Clemente Sarmiento : el padre de Domingo Faustino. 1a ed. - Buenos Aires : Eder, 2011. 76 p. ; 20x14 cm. isbn 978-987-27539-1-7 1. Historia Argentina. I. Título. cdd 982 Fecha de catalogación: 31/10/2011 Edición y diseño: Javier Beramendi Email del autor: rafaelsarmie@gmail.com © 2011, eder Perú 89, 5° piso. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Teléfonos (011) 15–5752–3843 editorialeder@gmail.com http://editorialeder.blogspot.com Reservados todos los derechos. Queda prohibida, sin autorización expresa de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático. Queda hecho el depósito que previene la Ley 11.723 Impreso en Argentina isbn 978–987–27539–1–7
A mi mujer, Cristina Ansorena de Sarmiento; a mis hijos: Leonor, Rafael Pedro, Diego y Paula; a mis hermanas, Mabel y María Luisa; y a mis nietos: Agustín, Delfina, Julián, Martín y Francisco.
Agradecimientos: al Instituto Sarmiento de Sociolog铆a e Historia, a la Biblioteca Franklin de San Juan, al Club Social de San Juan, al Jockey Club de Buenos Aires a la Instituci贸n de Magistrados Judiciales de la Naci贸n en Retiro, a la Biblioteca Nacional y al Museo Sarmiento.
Dos palabras
Desde que un conocido autor de línea anti sarmientista manifestó que José Clemente Cecilio Sarmiento Funes y Morales, el padre de Domingo Faustino Sarmiento, era un “vago haragán y embustero”, tomó vuelo esta injuria impulsada “por más de un aristarco de la historia”, como dice Cesar H. Guerrero en su obra José Clemente Sarmiento, Paladín de Mayo en San Juan; lo que dio lugar, inmerecidamente, a una leyenda negra que todavía anda como alma en pena entre autores que no hacen debido uso de la investigación científica, copiándose los unos a los otro. 9
Nada más odioso y despreciable que una leyenda negra, claramente injuriosa, destinada a menoscabar la honra, la reputación, la fama de históricos contenidos, cuando es “fogoneada” por autores, cuando menos, claramente desinformados. A comienzos del siglo veintiuno parece mentira que debamos tomarnos el trabajo de revolver el pasado para restablecer la verdad, para reponer la honra del apellido que aparece mancillado, y vindicarlo, con rigor científico, con el reconocimiento que merece por sus servicios patrióticos Don José Clemente Cecilio Sarmiento Funes y Morales, el padre de Domingo Faustino Sarmiento. El País ya le ha reconocido al historiador de San Juan Cesar H. Guerrero el empeño puesto con su obra citada, para desmantelar las injuriosas versiones, y reconocerle a José Clemente Cecilio Sarmiento Funes y Morales los servicios prestados a su Patria. Modestamente vuelvo sobre el tema. Rafael Sarmiento
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JosĂŠ Clemente Sarmiento El padre de Domingo Faustino
Orígenes de José Clemente
Don José Clemente Cecilio Sarmiento Funes y Morales, hijo de José Ignacio Sarmiento y Acosta y de doña Juana Isabel Funes y Morales, nació en San Juan de la Frontera (Argentina) el 21 de noviembre de 1778, a poco de establecerse el Virreynato del Rio de La Plata. Fue bautizado por el Cura Rector Simón de Lima y Melo el 23 de noviembre en la Iglesia Matriz de la Ciudad de San Juan. 13
Falleció en su tierra natal el 22 de diciembre de 1848, a los 70 años, cuando su hijo Domingo Faustino, de 37 años, se encontraba exiliado en Chile perseguido por Juan Manuel de Rosas y sus secuaces. Su partida de defunción extraviada. Desaparecidos sus restos mortales Aunque extraviada, el 23 de diciembre de 1848, el Cura de la Catedral José Manuel Videla Lima dio “boleto para sepultar a don José Clemente Cecilio Sarmiento”. Desaparecido también sus restos mortales, por haberse perdido la cruz de madera colocada en su sepultura, su hijo Domingo Faustino mandó construir en 1883 un Mausoleo en honor de sus padres cerca de la puerta principal del Cementerio de la Ciudad Capital de San Juan; y allí en 1884, en su última visita a San Juan, rindió culto a sus progenitores. Señala Cesar H. Guerrero, en su obra José Clemente Sarmiento, Paladín de Mayo en San Juan, que el Mausoleo es de piedra porosa de la localidad de La Laja, San Juan, con una cruz de mármol en lo alto del sepulcro envuelta en un manto de la misma materia. 14
Este mausoleo, a pedido de la Comisión Provincial Pro Semana Sarmientina, por Decreto sanjuanino numero 2799 G dictado 3 de septiembre de 1957 por el Interventor Federal Brigadier Retirado Don Edmundo Hugo Civati Bernasconi y su Ministro de Gobierno y Acción Social Don Carlos A. Fernández, fue declarado Monumento Histórico Provincial. Fue también monumento nacional. Junto con doña Paula Zoila de Albarracín e Irrazabal de José Clemente Sarmiento Funes y Morales, reposan los restos de sus hijas Francisca Paula Sarmiento Albarracín de Gómez, Bienvenida Sarmiento Albarracín, Procesa Sarmiento Albarracín de Lenoir y Rosario Sarmiento Albarracín. Faustina Sarmiento de Belin se encuentra en la Recoleta de Capital Federal. El matrimonio de José Clemente y Paula Albarracin tuvo, además, a Manuel Fernando de Jesús de la Trinidad, a Horacio María y a Juan Crisóstomo, que fallecieron jóvenes; el último a los tres días de nacer.
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Marcos Gómez Sarmiento Guerrero del Paraguay Francisca Paula Sarmiento Albarracín, hermana de Domingo Faustino Sarmiento, casó en San Juan con el cordobés, o puntano, Don Marcos Gómez el 8 de noviembre de 1833. Tuvieron dos mujeres y dos varones; uno de ellos, Marcos, fue Capitán durante la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay. Como es sabido, y lo señala Carlos Domingo Sarmiento, Coronel y Gobernador de San Juan entre 1908 al 1911, en su trabajo, de 1890, Estudio Crítico sobre la Guerra del Paraguay, página 47, compilado y editado por el suscripto en Dunken en el 2008: “El General Mitre tuvo que bajar a Buenos Aires a causa de haberse producido movimientos subversivos en varias provincias argentinas, a los cuales no era ajena la diplomacia chilena y la misma guerra que sostenía la Nación”. En ese contexto, se produjo la muerte del Capitán Marcos Gómez Sarmiento en las filas del General Paunero. Señala Cútolo que el General Wenceslao Paunero le comunicó oficialmente a la madre la muerte de su hijo, en términos altamente consoladores, y que ella, 16
Tumba de Domingo Faustino Sarmiento 17
en serena respuesta, le contestó que su hijo había caído en defensa de las instituciones de la Patria. Sarmiento aunque no escribió sobre Marcos no fue un tío carnal indiferente, ya que existen cartas cruzadas con don Domingo Faustino que muestran a Marcos ofreciéndosele a acompañarlo en una de sus travesías por los Andes hasta Chile. Como se ve, este sobrino carnal también participó en la guerra del Paraguay junto con Dominguito. El Cementerio de la Recoleta El Cementerio de la Recoleta, monumento histórico y artístico, considerado el primer cementerio público, fue inaugurado el 17 de noviembre de 1822 y es obra del gobierno de Martín Rodríguez y de su Ministro de Gobierno Bernardino Rivadavia. Domingo f. Sarmiento en el cementerio de la recoleta Domingo Faustino reposa en su mausoleo, en el Cementerio de la Recoleta, en Capital Federal, donde nuestro Instituto Sarmiento de Sociología e Historia, fundado en 1945, con nuestra Cátedra Argentina Sar18
Tumba de Dominguito, hijo adoptivo de D. F. Sarmiento 19
miento de Sociología e Historia fundada en 1999, la Asociación Sarmientina, el Museo Histórico Sarmiento, los Residentes Sanjuaninos de la Capital Federal y otras Instituciones como la Asociación Patriótica Argentina, los Institutos Sarmiento de Estados Unidos, que preside Alberto Delloca en Boston y en Texas Julián Perez, le rinden homenaje permanente ante su tumba el 15 de febrero, como también el 11 de septiembre, previa misa rezada en la Iglesia Del Pilar; últimamente, el 15 de febrero de 2011. La misa, a la que hago referencia, fue oficiada por el Padre Eduardo Drabble a solicitud de nuestro Instituto Sarmiento de Sociología e Historia de Capital Federal, que presido, al conmemorarse el bicentenario del nacimiento del sanjuanino, prócer civilizador, maestro de América, Gobernador de San Juan, Diplomático, Senador Nacional, Director de Escuelas, General de División y Presidente de la Nación, entre otros servicios a la República. El sepulcro de Sarmiento, monumento historico nacional Fallece en Paraguay el 11 de septiembre de 1888 y el 21 de septiembre ingresa a la Recoleta, donde es alojado provisoriamente en la tumba de Dominguito, hasta 20
que en 1889 se lo traslada a su Monumento ubicado en la sección 17 del Cementerio. Fue su hija Faustina Sarmiento de Belin quien, el 21 de enero de 1889, fundó el sepulcro que, por ley nacional 12.556 de 1938, fue reconocido Monumento Histórico Nacional durante la Presidencia de Roberto M. Ortiz. Esta ley 12.556 también dio origen al Museo Histórico Sarmiento. Curiosamente, la ley no fue publicada en el Boletín Oficial, versión que destaca “Anales de Legislación Argentina”, en la cita 449 de página 817 del tomo correspondiente a los años 1920-1940. El sepulcro de Dominguito Debe destacarse que Domingo Fidel Castro y Calvo, hijo legítimo del chileno Domingo Castro y Calvo y de la sanjuanina Doña Benita Martinez Pastoriza, nacido en Santiago de Chile en 1845 y muerto el 22 de septiembre de 1886 en la batalla de Curupaytí durante la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, fue adoptado por Domingo Faustino. No se encuentra en el sepulcro de Domingo Faustino, tiene su propio sitio en el mismo Cementerio de la Recoleta a donde fue 21
llevado el 8 de octubre de 1866; sepulcro que se registra en la sección segunda, según constancias de fs. 371 del Libro Histórico del Cementerio de la Recoleta. La fundadora del sepulcro de Dominguito fue su madre doña Benita Martinez Pastoriza, quien yace junto a su hijo. Aclaración a la opinion de cutolo Es necesaria una aclaración porque Vicente Osvaldo Cútolo en su obra ya citada, en la pág. 718, señala que “…se encuentran depositados sus restos junto a su padre adoptivo bajo la imagen de una columna corintia tronchada a media a asta” (pag.718) todo lo que no es exacto puesto que Sarmiento descansa en su Mausoleo, como ya he dicho. Doña Paula Albarracin de Sarmiento Paula Zoila de Albarracín e Irrazabal, mujer de José Clemente, fue hija de José Cornelio Albarracín Balmaceda y de doña Juana Irrazabal; nacida en San Juan el 27 de junio de 1774 falleció, también en San Juan, el 22
22 de diciembre de 1861, a los 87 años de edad, por lo que permaneció viuda durante 31 años. El padre de Paula José Cornelio Albarracín Balmaceda, hijo de Bernardino Albarracín, quien fuera Alcalde de San Juan, pertenecía, como los Sarmiento, a una familia del patriciado sanjuanino, y fue un destacado hombre de sociedad y de negocios que por enfermedad, que duró 12 años, empobreció. Dejó a su hija Paula, como herencia, el terreno donde edificó su casa, sita hoy en calle Sarmiento del entonces barrio de Carrascal. Fue un hombre de fortuna, dueño de la mitad del valle de Zonda, en San Juan, junto con Matías Sanchez de Loria. La genealogia de los Albarracin Para conocer en detalles la genealogía de los Albarracín, aconsejo leer a Marcelo Ignacio Sanchez en su obra “Diccionario Biográfico y Genealógico de San Juan de la frontera, 1700-1900, desde la página 11 hasta la 19 (2da. edición ampliada y corregida en 2010), así como para conocer los Sarmiento de San Juan, desde página 700 a página 725 de la obra citada. 23
La casa de Paula y la compra de un terreno por parte de José Clemente La casa del barrio de Carrascal se fue ampliando por obra de José Clemente a medida que nacían sus hijos y hay constancias de que el 7 de abril de 1820, a sus 42 años, con bienes propios, compró a doña Maria Rosa Sanchez hija de Francisco Sanchez y de Martina Quiroga, casada con José Recabarren Irrazabal, “un pedazo de sitio”, colindante a la heredada por su mujer Paula. En ese sitio, José Clemente sembraba y cosechaba frutas y verduras como era costumbre en esa época en San Juan.
Tumba de los padres y hermanas de D. F. Sarmiento en San Juan 24
Opiniones
José Clemente Sarmiento, patriota. La opinión de Guerrero Nos dice Cesar H. Guerrero, en su ya citada obra, que José Clemente, “… ha sido calumniado por más de un aristarco de la historia”; y tengo claro a quienes más parece referirse, pues entre los que se menciona figura Don Manuel Gálvez quien en su obra Vida de Sarmiento (edición de 1979) trata a José Clemente de “vago, haragán y embustero”, versión también adop25
tada por otros historiadores acostumbrados a copiarse los unos a los otros sin tomarse las molestias de practicar adecuadas y necesarias investigaciones. La opinión de Germán Berdiales Germán Berdiales (o Verdiales), por su parte, en su artículo publicado en La Prensa el 19 de enero de 1964 con el título de “El padre de Sarmiento” señala su discrepancia con Leopoldo Lugones, que en su Historia de Sarmiento “lo deja mal parado al hombre de la casa cuando, por el contrario, don José Clemente ejerció honda, firme, noble influencia en la hechura mental y, sobre todo, en la modelación viril del carácter del hijo…” y que “No en vano tuvo Domingo ante sí… el ejemplo amable, saludable del buen hombre…de espíritu ávido de cultura, del espontáneo benefactor patriota que auxilia al desfallecido Ejército del Norte, ganándose así el ‘remoquete’ de la Madre Patria”, agregando que José Clemente era “un oscuro oficial encargado de una misión de confianza por el General José de San Martín pues es José Clemente quien conduce hasta San Juan a un contingente de prisioneros españoles después de Chacabuco”. 26
La opinión de Mónica Martín Mónica Martín, en su magnífico trabajo aparecido en el Diario de Cuyo de San Juan el día 19 de junio de 2005 con el título “El arriero de San Martín”, nos dice: “fue una pieza fundamental en el cruce de la cordillera de Los Andes, ya que señaló los pasos accesibles de la cordillera. Su carácter revolucionario marcó a su hijo, a quien acompañó en todos sus exilios a Chile”.
La opinión de Alfredo Orgaz Alfredo Orgaz, en ocasión de incorporarse como miembro de número al Instituto Sarmiento de Sociología e Historia, el 11 de agosto de 1960 en conferencia titulada “Linaje Espiritual de Sarmiento”, luego editada en Córdoba por Assandri, refiriéndose a José Clemente (página 35) dijo: “…Yo creo que la influencia y la contribución de don José Clemente en la formación de tal hijo, han sido injustamente olvidadas o disminuidas… que el claro resplandor que se desprende de doña Paula lo ha dejado a él excesivamente en la sombra”; agregando: “pero Sarmiento es hijo, verdaderamente, de su padre y de su madre, y no una 27
mera repetición de cualquiera de ellos, así sea en proporciones colosales. Cada uno de ellos, como dos ríos silenciosos, llevan sus aguas al tierno cauce del hijo, pero dejan en su propio lecho la mayor parte de sus heces y sus ripios, que podrían disminuirlo. Este es, probablemente, siempre, el misterio del nacimiento de un gran hombre”. Más adelante, nos indica que: “El primer triunfo literario de Sarmiento en Chile, que le abre al fin las puertas, contiene la descripción de la batalla de Chacabuco, que él había escuchado con asombro, repetidas veces, sentado en las rodillas de su padre”. Las indicaciones de Orgaz no tienen desperdicio. Más adelante refiere como José Clemente “le inculca, también, con el ejemplo de su vida, los sentimientos de decoro y de responsabilidad en las horas aciagas”. Después de la catástrofe de Pilar, por no querer seguir a Córdoba sin su Domingo, don José Clemente permaneció días enteros rondando en torno a las avanzadas enemigas, hasta que cayó en poder –dice el hijo– “como aquellos tigres a quienes han robado sus cachorros y vienen llevadas del instinto maternal a entregarse a los cazadores implacables” (se refiere a Facundo Quiroga, “el Tigre de los Llanos”). 28
Abusaré de Orgaz, esta vez, para señalar cuanto refiere de la herencia familiar. Orgaz dice: “Pero don José Clemente le trasmite aún, y sobre todo, un bien precioso, algo inestimable que el hijo no podía recibir de la madre sensata y práctica, demasiado adherida al suelo como la higuera del hogar familiar, solo preocupada en dar puntualmente los frutos que alimentaran a la prole numerosa; le da, en efecto, el don de la imaginación y de la fantasía, la capacidad de exaltación suprema de los sentimientos y de las ideas, ese divino desarreglo que los contemporáneos y los enemigos de Sarmiento llamaron y llaman su locura, y sin lo cual Sarmiento no sería el que fue”. Por último, Orgaz interpreta la fantasía y la exaltación de don Domingo y de su padre, destacando que “Entre las más altas excitaciones del padre, ha de contarse su exaltación patriótica cuando se inician las luchas de la independencia: entonces predica con tal fuego la guerra contra los godos y la necesidad de ayudar a la nueva Patria; que en el pueblo le ponen el mote Sarmiento Patria. Y realiza arriesgadas acciones y largas travesías... para librar batallas por un ideal imposible y noble”. 29
Orgaz está probando por qué Sarmiento tenía desdén por la fortuna y, bajo el título La pobreza, el autor nos dice: “Y de aquí les viene también al manchego, al sanjuanino, y a todos los grandes hombres… una alegre despreocupación por las seguridades mundanales que puede ofrecer la fortuna… Desde niño había aprendido a amar, al lado de la madre, la santidad de la pobreza, y poco más tarde comprendió, para siempre, que la fortuna era bagaje pesado para la incesante pugna… esto lo sabía muy bien el hijo de Paula y de José Clemente”. Quien fue Alfredo Orgaz Solo un desprevenido ignorará quién fue Alfredo Orgaz. Alberto Palcos, al presentarlo en ocasión de la conferencia que dio en el Instituto Sarmiento de Sociología e Historia, dice: “Pertenece Orgaz, como es arto notorio, a una familia de intelectuales conspicuos de la provincia de Córdoba, que honra a la Nación… Cuando había que proceder a la reconstrucción nacional, en una hora colmada de graves responsabilidades en la que se iba a poner de pie de nuevo a muchas instituciones, entregando su dirección a manos expertas y de indiscutibles aptitudes intelectuales y éticas, el 30
General Lonardi requirió del Doctor Orgaz su aceptación para designarlo miembro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación… en todo momento lo alentó el noble afán de servir a la Patria…”. La opinión de Ricardo Rojas Ricardo Rojas, en su obra El Profeta de la Pampa. Vida de Sarmiento (Editorial Guillermo Kraft, 27 de agosto de 1962), nos refiere, (pág.10) que Domingo Faustino decía: “Mi padre era de la milicia afecta al servicio del ejército, y como tal se encontró en la batalla de Chacabuco…” Nuevamente, Ricardo Rojas, dice: “Don José Clemente Sarmiento, durante la gestación de la independencia era atacado de demencia patriótica que no hallamos otro término para definir su caso. Salía a la calle vivando a la Madre Patria, lo que le valió ser arrestado, creyendo el vulgo que se refería a España, explicando él que la madre era la patria que había nacido, y no la otra, convertida en madrasta. Recolectaba de casa en casa donativos, y cuando había reunidos la carga de sus mulas, se largaba al través de aquellos desiertos a llevar a los Ejércitos de Belgrano esas humildes ofrendas”. 31
Es indispensable leer El Profeta de la Pampa. Vida de Sarmiento para comprender como Domingo Faustino fue reflejo de la inicial y fundamental influencias de su padre José Clemente. La opinión de Arturo Ricardo Yungano También Arturo Ricardo Yungano –ex Juez Nacional de la Capital Federal; miembro de número de la Academia Sanmartiniana y del Instituto Sarmiento de Sociología e Historia de la que fue Rector de la Cátedra del Instituto, al ocuparse del Libertador San Martín y de Sarmiento, en conferencia que dio en el Sanmartiniano el 20 de septiembre de 1995, destacó que el nombre de José Clemente figuró, en 1815, entre los que pidieron que San Martín siguiera al frente de la Intendencia de Cuyo y que quedara sin efecto la designación del coronel Pedriel; que San Martín lo confirmó en el grado de Capitán de Milicianos con los que cruzó Los Andes y participó en la victoriosa batalla de Chacabuco, sucesos que el Libertador recordaría en ocasión de la visita que le hace Domingo Faustino. Domingo Faustino, refiriéndose a su padre, dijo: “…me seguía como un ángel tutelar…” 32
La opinión de Alberto Palcos Dicho sea de paso Alberto Palcos, que en 1945 fuera el primer Presidente del Instituto Sarmiento de Sociología e Historia en Buenos Aires, citado por Augusto Rodríguez en su Sarmiento Militar en la página 20 dice que “…El padre de Domingo Faustino formó parte del Ejército de San Martín…” y que “El Libertador, cuando fue visitado por el autor de Facundo en Francia, se acordaba de Clemente Sarmiento que llevó a San Juan los prisioneros españoles tomados en Chacabuco”.
La opinión de Juan Francisco Lorente Juan Francisco Lorente, mendocino, abogado platense desde 1933, que perteneció a la Junta de Estudios históricos de Mendoza, al Instituto Sarmiento de San Juan como al Instituto Sanmartiniano, catedrático, hombre de la Justicia, escritor, historiador, dice en la Revista Sarmiento de San Juan de 1947, en la página 16, que “ José Clemente Sarmiento le hizo un hijo a la historia nacional”, refiriéndose a Domingo, aclarando que “cuando Sarmiento estampa ‘mi padre ignoran33
te’… no debe interpretarse tal como suena, analfabeto, sino que no era una persona cultivada y que numerosos instrumentos aparecen suscriptos por Clemente por lo que no puede decirse que fuera iletrado”. La opinión de Vicente Osvaldo Cútolo Vicente Osvaldo Cútolo, en su obra Nuevo Diccionario Biográfico Argentino (tomo VI página 721) dice que José Clemente “era alto, membrudo, apuesto y simpático y que recibió una educación esmerada; tenía buena letra y redacción, y se interesaba por la lectura”. Domingo Faustino, que no escribió una biografía de su padre, en Recuerdos de Provincia nos dice en el capítulo “Mi educación”: “Mi pobre padre, ignorante, pero solicito de que sus hijos no lo fuesen, aguijoneaba en casa esa sed naciente de educación, me tomaba diariamente la lección de la escuela y me hacia leer sin piedad por mis cortos años… debí, pues, a mi padre, la afición a la lectura, que ha hecho la ocupación constante de una buena parte de mi vida, y si no pudo después darme educación por su pobreza, diome en cambio por aquella solicitud paterna, el instrumento poderoso con que yo por mi propio esfuerzo suplí a 34
todo llenando el más constante, el más ferviente de sus votos”. Domingo Faustino agrega: “por mi madre me alcanzaban las vocaciones coloniales, por mi padre se infiltraban las ideas y preocupaciones de aquella época revolucionaria y obedeciendo a estas impulsiones contradictorias…” es decir que, por la influencia de su padre –por su solicitud paterna-, como dice Domingo Faustino, tomó el camino de la lucha por la educación, la organización nacional y toda cuestión civilizadora, dejando de lado el reclamo materno para que fuese sacerdote. Tengo para mí que cuando Don Domingo Faustino dijo que su padre era ignorante no necesariamente señalaba que no supiese leer ni escribir, por lo que estoy de acuerdo con los autores que estoy siguiendo. Se sabe, repito, que don José Ignacio Sarmiento y Acosta, padre de José Clemente y abuelo de Domingo Faustino, fue también propietario de la hacienda llamada “La Bebida” ubicada en Zonda, donde José Clemente realizaba tareas agropecuarias, obviamente, con su padre y que, como era costumbre en esa época en Cuyo, fue el arriero sanjuanino por antonomasia, toda vez que hiciera de ello una profesión. “En esta acción, 35
dice Guerrero, empleó sus mejores años, por aquello de que, gustándole mucho el andar por los pueblos, vio en el arreo la oportunidad de viajar, de recorrer tierras en el deseo de darle expansión al espíritu y a su inclinación natural de trotamundos, como de buscar ganancias para el bienestar que indudablemente anhelaba para su hogar”; y nos agrega: “En tal forma emprendía viajes a menudo por las provincias argentinas, principalmente por las del Litoral, a donde llevaba productos sanjuaninos que convertía en dinero o cosas que paulatinamente iban a engrosar su haber con que contribuía al sostenimiento de la familia y ensanche de sus bienes”. Guerrero se refiere a la importancia del arriero y nos señala que “Era por entonces la del arriero, una carrera lucrativa…que así recorrió varias veces la cordillera llevando vacunos a Chile y por el norte mulas al Alto Perú…que si en principio le fue dificultosa esta tarea, al poco tiempo fue un experto en la conducción…y un hábil baqueano de la cordillera, cuya actitud supo aprovechar más tarde el General San Martín en su histórico paso de Los Andes…esta nueva actividad preparó al hombre para ser conductor de tropas milicianas después, cuando la Patria requirió sus servicios… 36
”(Obviamente, se refiere al Gral. San Martín, al Padre de la Patria). Lorente, ya citado, como Palcos, destacan que José Clemente, de inmediato, al formarse la expedición libertadora al Alto Perú corrió a engrosar sus filas, militando bajo las órdenes del General Belgrano. Nos indica Guerrero, desde la página 29 de su obra, que “…era necesario que el tropero conociera, no solamente el camino, sino también las alternativas de la naturaleza en ese sector, muy distintas por cierto a los cambios atmosféricos de la llanura…”. También señala que Victorina Lenoir Sarmiento de Navarro escribió sobre José Clemente en La Razón del 12 de noviembre de 1923 destacando la figura de José Clemente, su enfermedad y esfuerzo de Domingo Faustino para que los médicos lo atendieran hasta el 22 de diciembre de 1848 en que muere.
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Datos biográficos
El casamiento con Paula El 21 de diciembre de 1802, en la Iglesia de San José, en San Juan, el cura y pariente Juan Manuel Sarmiento lo casa con Paula Zoila de Albarracín e Irrazabal, con quien tuvo, tiempo después, entre sus hijos a Domingo Faustino, legítimo de ese matrimonio católico, apostólico, romano. Nuevamente, es Guerrero quien nos dice “…fue adquiriendo experiencia y también algunos pesos con los cuales afrontó la empresa de su casamiento”. 39
“Y tuvo suerte para elegir compañera porque encontró, en ella, la esposa que anhela todo hombre que aspira a la formación de un hogar feliz…Paula fue esbelta niña, recatada y hacendosa e hija de padres honorables de viejo arraigo colonial en San Juan. El, joven apuesto…estaba dotado de mil cualidades buenas…El traía una ascendencia española cuyo linaje se remonta en nuestra provincia a principios de 1600 y ella, de igual estirpe, se remonta también entre nosotros a poco tiempo después; familias ambas que se fueron entroncando con las principales del medio aldeano de la colonia y han llegado hasta nosotros representando las distintas actividades del comercio, la industria, el foro, las ciencias, el arte, las letras, la milicia, el clero…. a partir de esta nueva etapa de su vida D. José Clemente multiplicó sus viajes en procura de un mayor rendimiento a su trabajo tesonero…sin embargo, casi nunca estuvo ausente cuando hubo de esperar la llegada de algunos hijos”. Véase en esto el apego al hogar y el cariño que sentía por su familia. En este quehacer se mezclaba con figuras destacadas en la política lugareña como Isidoro Mariano de Zavalla, José M. Echegaray, Marco Rufino, Matías Zavalla, Fernando de la Roza, Santiago 40
Cortinez, Luis Aberastain, Mariano de Godoy, Ignacio Sarmiento, Saturnino M. de Laspiur, José Rudecindo Rojo, Juan Luis de Funes, Juan C. Quiroga, Placido Maradona y tantos otros sanjuaninos. Se sabe que, al producirse la Revolución de Mayo de 1810, José Clemente se plegó de inmediato al movimiento revolucionario. Los Sarmiento de San Juan pertenecían, como todos los “Sarmiento patria”, a la rama fundadora del apellido que en 1212 nace en la Batalla de Navas de Tolosa, España, cuando Alfonso VIII señala a uno de sus nobles seguidores, don Antonio Ruiz de La Bureba, hijo del Conde de la Bureba y de María Gomez de Trastámara , como “el Sarmiento” a raíz de que Antonio Ruiz de La Bureba había contribuido a la derrota de Mohamed al-Nasir por llevar “sarmientos” en su montura para incendiar el polvorín del Califa. Entonces es cuando Antonio Ruiz de la Bureba pasa a ser conocido como “el Sarmiento” y con el tiempo Sarmiento se transforma en apellido que se luce en España por navegantes, diplomáticos, virreyes por América, hechos de armas y casamientos con los Sotomayor, los Salvatierra, los Rivadavia, los Acuña, apellido que luego se extiende por Portugal, España y América, especialmente por Colombia, Chile y Argentina. 41
Destaco, como curiosidad, que Cristóbal García Sarmiento, Piloto de la Pinta, fue el primer Sarmiento en llegar a América junto con Cristóbal Colon en 1492. Se dice que Cristóbal García Sarmiento hizo los dos primeros viajes como Piloto de “La Pinta”. Así también se recuerda al navegante Sarmiento de Gamboa luchando contra el pirata ingles Drake, o navegando desde el Pacífico hasta el Atlántico; o a Don Diego Sarmiento y Acuña, el Conde de Gondomar que fuera embajador español por Inglaterra y Alemania; o a los Virreyes Sarmiento Sotomayor y Sarmiento Salvatierra por América. Lo cierto es que ni las ocupaciones de peón ni de arriero le quitaron el derecho a pertenecer a una familia nacida el 16 de diciembre de 1212 durante la Batalla de Navas de Tolosa y llevar sangre noble. El escudo de armas de los Sarmiento luce trece bezantes de oro en campo de gules.Pues parece que, como el apellido se origina en una batalla, a José Clemente, como después a su hijo Domingo Faustino, la atracción por la lucha armada no le fue ajena. Véase Sarmiento Militar de Augusto G. Rodríguez. El sable que José Clemente usó en Chacabuco fue el que luego utilizó Domingo Faustino en Caseros para derrotar al tirano Juan Manuel Ortiz de Rosas. 42
Tengo para mí que Domingo Faustino no pasó su infancia en el regazo de su madre y que fue su padre, José Clemente Cecilio, quien le dio la impronta del futuro hombre público, del educador, del militar, del estadista, del civilizador. Si algo le faltaba a Domingo Faustino, de cuanto había recibido de su padre, lo percibe luego de su tío el Presbitero José de Oro, al que acompaña a San Francisco del Monte de San Luis y se transforma en maestro de quien dice: “a él debo los instintos por la vida pública, mi amor a la libertad y a mi patria y mi consagración al estudio de las cosas de mi país, de que nunca pudieron distraerme ni la pobreza ni el destierro ni la ausencia de largos años agregando… salí valentón como él, insolente con los mandatarios absolutos, honrado como un ángel…” de lo que se desprende que la impronta original, genética, dada por su padre había calado profundamente en su condición caracterológica. Como destacó Orgaz, el hijo se debía a sus orígenes. José Clemente Y la revolución de Mayo Producida la Revolución de Mayo se enrola al movimiento de 1810; en 1812, a los 34 años de edad, 43
encontrándose por el norte con sus arreos, vio en Tucumán la pobreza del ejército de Belgrano por lo que, al regresar a San Juan, emprendió una colecta a favor de ellos y que, como lo recaudado era cuantioso, por indicación del gobierno sanjuanino, fue encargado de hacer la entrega al General D. Manuel Belgrano. Se nos indica que “es probable que por esa circunstancia intervino en la batalla de Tucumán…que reintegrado a su hogar volvió a llevarle a Belgrano otra contribución en especies para la tropa que comandaba”. Desde entonces le quedó el sobrenombre de el madre patria. En san juan y en chacabuco, junto con San Martin Cútolo –pag.720- destaca que, a comienzo de 1814, condujo a Mendoza a 50 hombres, entre ellos, 20 desertores; que en 1815 se sumó al vecindario que pedía al gobierno nacional la continuación de San Martín al frente de la Intendencia de Cuyo en contra de la designación de Pedriel, dedicándose después a fortalecer la política seguida por el Libertador en la formación del ejército de Los Andes. 44
San Martín lo conoció directa y personalmente y lo confirmó en su grado de Capitán para que reorganizara un Regimiento de Milicianos de San Juan. Compuesto de 90 hombres, se presentó ante San Martín en Mendoza en diciembre de 1816. Con los milicianos bajo su mando, cruzó Los Andes y siguió a San Martín y participó de la batalla de Chacabuco el 12 de febrero de 1817. Luego de Chacabuco, llevó a San Juan, por orden del General San Martín, el parte de la victoria y 300 realistas prisioneros del Libertador, los que entregó al Gobernador de San Juan don José Ignacio de la Rosa. Se sabe que, cuando Domingo Faustino visita al General San Martín en Grand Bourg y Domingo Faustino le habla de su padre, el General le dice que conoció un capitán de milicias de San Juan, Clemente Sarmiento, a quien entregó después de la batalla de Chacabuco los prisioneros españoles que debían llevarse a San Juan y que Sarmiento le repite “es mi padre, señor, y yo vi llegar a los prisioneros, agregándole que tenía seis años. Guerrero cita a Germán Arciniegas, quien indica que “El padre soldado trepó la cordillera, peleó y regreso con la gloria de haber estado en la batalla de Chacabuco”. 45
Bartolomé Mitre, en su obra Historia de San Martín y de la emancipación Sudamericana, Tomo 1ro. página 613, se refiere a la relación subordinación de José Clemente con el Libertador. Es así como debe verse que José Clemente. Fue soldado de Belgrano y de San Martín; cruzó Los Andes con sus milicianos y e intervino en la batalla de Chacabuco; así como antes había intervenido con Belgrano en la de Tucumán, sin olvidar que cumplió delicadas órdenes dictadas por el Libertador. Comisario de policia José Clemente fue Comisario de Policía durante la gobernación de Juan Aguilar. Debe saberse que, el día 6 de abril de 1830, el Coronel Juan Aguilar fue elegido gobernador de San Juan, en reemplazo de Nicolás Vega, que era Comandante de Armas interino y que suplía la ausencia del por entonces Gobernador José María Echegaray Toranzo. Diputado provincial José Clemente remontaba como político, tanto es así que, a fines de diciembre de 1830, fue elegido Di46
putado ante la Sala de Representantes de San Juan, mandato que seguramente abandonó para salir en socorro de Domingo Faustino, costándole prisión en Mendoza; que fue trasladado a San Juan detenido a órdenes directas de Facundo Quiroga quien primero lo condena a muerte, pero luego conmuta la pena por la de multa, impresionado por la entereza y valentía del preso. La espada en Chabuco Su espada estuvo en la victoria de Chacabuco, a la que se refiere su hijo Domingo Faustino en el artículo que seguidamente expondré como homenaje al padre y al hijo.
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“LA VICTORIA DE CHACABUCO”. Por Domingo F. Sarmiento. 12 de febrero de 1817.
Un día pasa todos los años precedido y seguido de otros días; si en algo se distingue de los que anteceden y suceden, si el habitante de Chile fija por un instante en él sus miradas, es sólo por las frías fórmulas con que se representa el regocijo público, como las viejas religiones sustituyen la pompa de ceremonias emblemáticas, a los grandes recuerdos que no mueven ya el corazón de los creyentes. Algunas salvas en las fortalezas, algunos pabellones flotando en lo alto de los edificios, he aquí todo lo que, recuerda un día que debiera ser tan 49
caro al corazón de todo chileno. La fría fisonomía de los ciudadanos corresponde también a la alegría decretada, como la de la virgen a quien un sórdido cálculo de familia une al esposo que su corazón no ha elegido, con los atavíos nupciales sobre el cuerpo y el disgusto reconcentrado en su pecho, coronada de guirnaldas la cabeza y el pesar pintado en su semblante. El extranjero que nos observa, creería los hijos de los españoles vencidos en aquel gran día, fastidiados de ver repetirse un recuerdo humillante y odioso. Veinticuatro años han transcurrido apenas, desde que aquel memorable día alumbró en Chacabuco un combate de vida o de muerte para la Independencia americana, y ya ni se mentan los nombres ilustres que lo inmortalizaron. ¡Ah! ¡Los pedruscos que cubren aquel suelo sagrado, no han conservado las manchas de la sangre patriota que los salpicó, y el cóndor de los Andes ha dejado de revolotear en tomo de ese vasto campo de carnicería en que el amo y el esclavo lucharon con furor! Centenares de patriotas chilenos, huyendo de los horrores de la esclavitud habíamos traspasado los Andes en 1814, y conocido todas las penurias y todos los sinsabores que acompañan a una larga emigración. Un ejército al mando del general San Martín se apres50
taba al fin a cruzar los Andes y traer a nuestra desgraciada patria la libertad perdida. Nosotros volamos presurosos a engrosar las filas del ejército libertador. ¡Ay! Entonces la República, la libertad y la patria se nos presentan radiantes y puras, como son siempre las concepciones del espíritu, cuando la experiencia no ha venido aún a sustituirlas con sus tristes realidades, como el frío invierno que nos enseña el monótono y desapacible ramaje del árbol, cuyo lozano verdor nos había antes recreado. Chilenos y argentinos dejamos la ciudad de Mendoza el 17 de enero de 1817. Teníamos la cordillera al frente, y detrás de ésta estaba Chile, la patria querida, nuestras familias y todas nuestras simpatías; los españoles en medio de nuestro entusiasmo y ardor, se presentaban confusamente a la imaginación como los puntos distantes de un paisaje que el pintor bosqueja. Mas, bien pronto principiamos a escalar con trabajos y padecimientos inauditos, la gigantesca, solitaria e interminable cordillera de los Andes. El hambre, el frío, el viento glacial que nos helaba la respiración, y la puna que agregaba su penosa angustia a tantos padecimientos, formaba la primera página de la terrible campaña que abría el ejército. La victoria de Marengo, que salvó 51
a la Francia, tenia entre sus laureles el paso del San Bernardo. Mil historiadores han ponderado sus dificultades casi insuperables, y el gran capitán lo ha clasificado como uno de los prodigios que había obrado el ardor francés. ¡Y bien, el pasaje de la cordillera por un ejercito sin pretextos, sin tiendas, sin capotes, yace oscuro, y apenas una pluma le ha tributado un pasajero asombro! ¡El San Bernardo y los Andes! Un solo día de trabajos en aquél, y enseguida la risueña Italia con sus alegres campiñas, sus ciudades y sus encantos. Un día de trabajos inauditos en ésta, en medio de sus erizadas crestas, ¿y luego? ... la cordillera siempre, con su soledad espantosa, sus torrentes, sus abismos, sus laderas y sus precipicios; ¿y diez días después?..., la cordillera siempre, con sus nevados picos, cerrando el paso, coronada de nubes blanquecinas, amenazando por momentos sepultar para siempre entre sus desnudos e inhospitalarios peñascos a los audaces patriotas que osaban escalarlos. Nuestro ejército, pobremente equipado, cansado de sufrimientos y extenuado de fatiga, descendió por fin en los días 7, 8 y 9 de febrero al’ hermoso valle de Aconcagua, y los encuentros del mayor Martínez en la Guardia, y del teniente coronel Necochea en las 52
Coimas, nos hicieron augurar un día de gloria para todo el ejército. Todo el valle estaba en nuestro poder el 10, y el 11 de febrero avistamos a los españoles en la cuesta de Chacabuco, cuyas cumbres coronaban gruesos destacamentos de infantería. Fue preciso vivaquear en presencia de ellos. ¡Noche de alarma y vigilia la del 11! La cuesta de Chacabuco se interponía, como una siniestra mampara, que oculta a nuestros ojos la fuerza verdadera de los españoles, los destinos de América y la suerte futura de Chile. Los jefes argentinos y chilenos, bajo un exterior severo e imponente, ocultaban todo el sobresalto, que les inspiraba el desenlace de la batalla del día siguiente. Soldados inexpertos y bisoños, iban a medir por la primera vez sus armas con aquellos viejos batallones españoles que hablan humillado en Europa las altivas águilas de la guardia imperial de Napoleón. Si un desastre era el triste resultado de tantos esfuerzos, los argentinos velan consolidarse la dominación española a su lado y expuestos los flancos de la nueva República, mientras que sus fuerzas contenían apenas los ataques de los realistas por el Alto Perú. Los chilenos del ejército, si salvaban de la refriega, tendrían que decir adiós para siempre a la patria que volvían a ver, y a sus sueños de libertad e independencia; y 53
para unos y otros, la muerte honrosa en el campo de batalla, era preferible a caer prisioneros y ser tratados como insurgentes. Los gauchos que formaban el valiente regimiento de granaderos a caballo, tendían con desasosiego sus miradas por ese horizonte estrecho y limitado por todas partes de cerros, echando de menos aquellas inmensas llanuras de su tierra, donde el cielo está pegado a la superficie, donde el sol sale y se entra por entre los pastos y matorrales, y donde no hay barrera ni obstáculo insuperables para el jinete que monta un buen caballo, pero ellos hablan probado el filo de sus sables en las Coimas, los españoles eran maturrangos, y esta última consideración los hacía aguardar con indiferencia el próximo combate. Los negros del 7 y del 8 dirigían con horror sus inquietas miradas sobre las cúpulas nevadas de la cordillera, que tenían a sus espaldas, en donde el frío habla martirizado sus constituciones africanas, y en donde el cabo de guardia había sorprendido al centinela de los puestos avanzados que no respondía al ¡alerta! ,¡Muerto en su puesto, parado, con el fusil al brazo, y endurecido por el hielo que le había penetrado en las entrañas y suspendido el movimiento de la sangre! Mas sabían porque así se lo repetían sus jefes, que todo negro que cayese prisio54
nero en poder de los españoles, sería transportado a Lima y vendido para los ingenios de azúcar, y esta sola idea les volvía todo su feroz y brutal coraje. En cuanto a nosotros, oficiales subalternos, nos comunicábamos al oído algunos rumores alarmantes que circulaban, y nos animábamos en voz alta con noticias favorables, deleitándonos con la esperanza de ver pronto a nuestras familias y entrar en Santiago, en este Santiago, que la ausencia y los acontecimientos hablan hecho tan querido para nosotros. La noche del 11 de febrero fue larga, como son largas siempre las noches que preceden a un día que ha de influir poderosamente en nuestra suerte futura. Las diucas del campo, estas aves chilenas cuyo canto matinal y vivificante no habíamos oído en nuestro largo destierro, nos anunciaron al fin la proximidad de la mañana del 12 de febrero; y entre los preparativos del combate, vimos asomarse brillante por entre los picos nevados de los Andes, el sol que iba a ser testigo impasible de nuestra lucha. Los españoles que ocupaban la cumbre de la cuesta, se replegaron al oír sonar la marcha de nuestros tambores. Trepábamos con entusiasmo, reprimiendo el cansancio que nos ocasionaba el ascenso, y alargando el cuello para ver desde su 55
cumbre el valle de Chacabuco, la cuesta de Colina, e imaginarnos, ya que no pudiéramos verlo, aquel Santiago objeto de tantos recuerdos y de tantas esperanzas. Pero ¡ay! dos filas negras de soldados españoles, ligadas por un parque de artillería y erizadas de fusiles, en que vibraban los rayos del sol, y a su izquierda una extensa línea de caballería, dejaron bien pronto como enclavadas nuestras miradas en el sitio que ocupaban. Un momento después, el general O’Higgins estaba en presencia del enemigo; los granaderos a caballo, mandados por el valiente Zapiola, habían ido a arrostrar en vano la metralla del enemigo, no pudiendo salvar el barranco que hacía inaccesibles sus posiciones. Crámer, que había volado con el 8 a sostener la caballería, y Conde con el 7, se hallaron muy luego comprometidos en la refriega. Un momento vaciló el 8; las balas enemigas lo diezmaban, y el general Soler y el bravo Las Heras, que debían flanquear las posiciones enemigas por un circuito ignorado del enemigo, no aparecían aún. ¡Momento de angustia y de excitación para quienes podíamos observar, en medio de los estampidos del cañón, el fuego graneado, las bocanadas de humo que se elevaban de todas partes, y los gritos de nuestros jefes que dirigían las maniobras, restablecían 56
el orden y nos animaban al combate! En fin, en medio de tanto estruendo, vimos cargar a los granaderos a caballo; nuestros jefes gritaron ¡de frente! y mil voces confusas, ¡El general Soler! ¡Se mueven! ¡Disparan! ... ¡Ah, qué momento! ¡Qué nueva vida! Los granaderos lo arrollaron todo, y el camino de Santiago se presenta libre, aunque sembrado de moribundos y cadáveres. La defensa de las casas de Chacabuco no sirvió sino para hacer más sangrienta una escena, sin esto demasiado gloriosa. Efectivamente, ochocientos prisioneros, setecientos muertos, banderas españolas, bagajes, artillería, y el 14 pisando, en fin, el puente de Santiago en triunfo, llenos de sangre, polvos y andrajos! ... ¿Qué nos queda mientras tanto de tanta gloria? Tendamos la vista sobre esta época presente, aquí y en otros puntos de América. Escuchemos los juicios de esta generación ingrata que nos ha sucedido, y extrañado como instrumentos gastados e inútiles; oidla en sus odios, que no turba ya el temor de los enemigos, que nosotros destruimos, para que ella se folgase tranquila; oídla echarnos en cara nuestros desaciertos, y los crímenes de algunos, como si debiéramos haber sido en todo superiores a la época en que nos tocó figurar; como si el régimen colonial en que fuimos criados, y la 57
ignorancia y abyección de nuestros padres, nos hubiesen dejado sólo virtudes; como si hubiese sido posible desarraigar el respeto servil a nuestros tiranos sin violencia; como si las pasiones pudiesen ser tenidas siempre a raya; y como si las grandes revoluciones pudiesen completarse sin sangre, sin violencia, sin extorsiones y aún sin crímenes! ¡Vedla hacerse olvidadiza de nuestras largas fatigas, y de nuestros esfuerzos para hacerla independiente y poderosa! ¡Hombres sin patriotismo y sin indulgencia! ¡Un día los que lidiamos juntos en Chacabuco y en otros lugares tan gloriosos corno éste; un día el extranjero, porque vosotros no sois capaces, vendrá a recoger los inmortales documentos de nuestras gloriosas hazañas, y desechará con desprecio vuestro abultado catálogo de recriminaciones, sólo dignas de figurar en la historia, como un aviso de que eran hombres los que tales cosas y tan grandes hicieron! Un día el viajero que pase la famosa cuesta, verá asociados en el mármol, los nombres de O’Higgins y Prieto, Las Heras y Bulnes, Lavalle y San Martín, Necochea y Soler, y tantos otros patriotas ilustres, cuyos nombres os han de sobrevivir, mientras que vosotros pasaréis obscuros, sin que nada de grande haga olvidar vuestras miserias de partido, vuestra ingratitud y vuestro 58
Monumento a D. F. Sarmiento, por Auguste Rodin 59
egoísmo. Los peruanos recuerdan sólo las extorsiones del ejército libertador, y ni las frías formas de la gratitud afectan por nuestros pasados esfuerzos, mientras que nosotros, como si una nación generosa fuese responsable de los desvaríos y pasiones de sus generales, estamos viendo a la desgraciada República Argentina, nuestra antigua amiga, sucumbir despedazada por la guerra civil. ¡Lucha horrorosa y eterna! ¿No habrá de llegar un día de confraternidad, de olvido y de rehabilitación para todos? ¿La tumba sólo podrá reunirnos? Si hubiéramos de buscar todos nuestros compañeros de armas de aquel glorioso día; si resucitadas las simpatías que entonces nos unieron, quisiésemos estrecharnos entre nuestros brazos, cuántas desgracias nos contaríamos, cuántas heridas no sangrarían de nuevo, cuántas lágrimas no verteríamos, al ver nuestros destinos tan contrarios cuan contados los felices, y tantos tan intolerables, tan despiadados! ¡Deseo inútil, empero! ¡Ilusión engañosa! Toda la América está sembrada de gloriosos campeones de Chacabuco. Unos han sucumbido en el cadalso; el destierro o el extrañamiento de la patria ha dejado a los otros; la miseria envilece y degrada a muchos; el crimen ha manchado las bellas páginas de la historia de algunos; tal sale de su largo 60
reposo y sucumbe para salvar la patria de un tirano horroroso; y cual otro, lucha casi sin fruto contra el colosal poder de un suspicaz déspota que ha jurado exterminio a todo soldado de la guerra de la independencia, porque él no oyó nunca silbar las balas españolas, porque su nombre oscuro, su nombre de ayer, no está asociado a los inmortales nombres de los que se ilustraron en Chacabuco, Maipú, Tucumán, Callao, Talcahuano, Junin y Ayacucho! ¡Felices, en extremo felices algunos, si gozando de la estimación de sus conciudadanos, desempeñan destinos honrosos o dirigen con acierto el timón del estado; felices en extremo, los que en el seno de sus familias Llevan una vida obscura, pero sin alarmas; felices, mil veces felices, los que puedan volver sus miradas sobre lo pasado, sin desear ver borrado un día deshonroso de la historia de su vida! Mientras la prensa guarda un criminal silencio sobre nuestros hechos históricos, y mientras se levanta esta generación que no comprende lo que importan para Chile estas salvas y estas banderas que decoran el 12 de febrero, nosotros, cada vez que pase por nuestras cabezas el sol de este augusto día, lo saludaremos con veneración religiosa, y deplorando la suerte que ha cabido a tantos patriotas, cualquiera que sea el país o el 61
color político a que pertenezcan, elevaremos nuestros votos al cielo por que en los cansados días de su vejez, hallen un pan que no esté amasado con lágrimas para su alimento, el abrigo del techo de sus padres y las bendiciones y respeto de sus compatriotas”.
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Un teniente de Artillería en Chacabuco. El Mercurio, 11 de febrero de 1841.
La espada y su legado
La espada de Chacabuco y de Caseros Cesar Guerrero, en su libro José Clemente Sarmiento. Paladín de Mayo en San Juan, en el capítulo que titula “La espada del Patriota” nos dice: “Don José Clemente Sarmiento había colgado en su cinto una espada de capitán, abollada después de Chacabuco mientras defendía la causa americana al lado del conductor de la libertad, Gral. San Martín, su tocayo. Pero terminada su campaña aquella espada fue colgada como trofeo de guerra en la pared de su cuarto 63
de dormir, para que velara sus sueños ilusionado con la libertad de su patria, obsesionado permanentemente de un deseo confesado a grandes voces, desde que se escuchara en San Juan el grito de Mayo. Y allí permaneció dicha reliquia por muchos años al cuidado de todos los de la casa, hasta que, un buen día de aquellos efervescentes de las luchas intestinas del interior que movían las fibras del entusiasmo en la juventud anhelosa de libertad, fue descolgada por el hijo de su sueño, con ímpetu guerrero incontenido”. Guerrero nos cuenta el acoso de Facundo Quiroga, la caída de Aldao sobre la retaguardia de los defensores sanjuaninos, hasta que surgió la idea de de organizar la defensa de la ciudad y su pueblo invadido...” y tratándose de una defensa de la juventud por la libertad, no podía faltar el hijo de aquél que había peleado en Tucumán, cruzado Los Andes con San Martín y combatido en Chacabuco, sin tomar parte en la contienda que se aproximaba ante la presencia de los caudillos en marcha. Entonces, corrió a su casa y, de un tirón, descolgó la espada del patriota que pendía de un clavo en la pared y se la colgó en su cintura con el correaje de la misma, y al aprestarse a salir a la calle en busca del cuartel que debía servirle de campo de adiestra64
miento y albergue mientras tomaban conocimiento de las pocas instrucciones que podían recibir, el padre que observaba todos sus movimientos con emoción, le preguntó: ¿a dónde va hijo con esa espada tan cara a mis sentimientos?”; y Domingo Faustino: “A defender la libertad, padre, le contestó al instante el dispuesto mocetón”. Y José Clemente respondió: “Si es así que ella te proteja de las acechanzas del destino como lo hiciera conmigo cuando la desenvainé en Chacabuco con idéntico propósito”; agregándole el consejo: “Recuerde, hijo, un arma como esa no se cuelga al cinto para la ostentación, sino, para hacer uso de ella cuando las circunstancias lo requieran. Domingo Faustino, sorprendido y confundido por las palabras que acababa de escuchar y la voz del clarín que sonaba a lo lejos, salió presuroso de la casa y como musitando un juramento, respondió: así será”. Domingo Faustino dejó su trabajo en lo de su tía Ángela Salcedo y se dirigió al Pocito “después de haber tomado en casa la espada de mi padre que era una pieza de aparato, con guarniciones de entorchado”. “Era en efecto, un sable de caballería con borlas doradas y vaina empavonada, de arrogante prestancia”. ¿Dónde está ese sable? 65
Sigo a Guerrero, que además señala: “En Niquivil, el nuevo poseedor de esta espada, recibió con ella su bautismo de guerra enfrentando a las huestes de Aldao que pusieron a prueba su habilidad y su valentía, hecho que corrobora el parte de este combate que dice así en lo atinente al novel combatiente”: “En esta brillante jornada, se distinguieron don Domingo Reaña, Teniente Coronel del numero 11 y durante la guerra del Brasil comandante de Patagones, y don Domingo Faustino Sarmiento, que era uno de los ayudantes de campo del general Vega, el cual atravesó los fuegos enemigos para llevar la orden del general al comandante don Julián Castro Albarracín, de que flanqueara al enemigo por su derecha, cuyo movimiento, efectuado con precisión, ocasionó su completa derrota”. “Después esta espada blandió en el Pilar defendiendo su conductor la libertad y por último en Caseros, donde con ella tomó al enemigo una bandera que ostentaba una insultante leyenda. ¡Muera los salvaje unitarios! y que Rosas hiciera confeccionar para el Batallón de su cuarte General”. Finalmente, dice Guerrero: “Así fue como pasó de padre a hijo esta espada que, como el corvo del General San Martín, podríamos llamarla sin paradoja ni 66
analogías, la espada de la libertad, por la misión que desempeñó en ambas manos, tantas veces como fue necesario hacerlo, en defensa de la patria”.
Su regreso y últimos días en San Juan Después, se exilió junto con su hijo Domingo Faustino en Chile, para lo cual tuvo que atravesar Los Andes por el paso de Los Patos. Allí se dedicó al comercio. Se sabe bien que Paula acompañó con su familia a Domingo Faustino en Chile. Lo dice el propio Sarmiento en carta que le escribe a su amigo José Posse y, en Recuerdos de Provincia, señala la felicidad que le causa tenerla a su lado. En Chile José Clemente estaba dedicado al comercio con San Juan hasta que un día de 1845 se dispuso a regresar para emprender una vida que lo llenó de privaciones y de achaques junto con su hija mayor Paula y Bienvenida que se ocuparon del cuidado de su padre enfermo que finalmente murió el 22 de diciembre de 1848, lejos de su mujer Paula y de su hijo Domingo Faustino. Señala Guerrero que el sepelio se efectuó sin pompa y con un cortejo escaso. 67
Victorina Lenoir Sarmiento de Navarro le dedicó su obra Un patriota olvidado, biografía del Capitán José Clemente Sarmiento en La Razón de Buenos Aires del 12 de noviembre de 1923. Murió con la mención de su patria. Pero terminada su campaña, aquella espada fue colgada como trofeo de guerra en la pared de su cuarto de dormir, para que velara sus sueños ilusionado con la libertad de su patria, obsesionado permanentemente de un deseo confesado a grandes voces, desde que se escuchara en San Juan el grito de Mayo. Su retrato en el Museo Sarmiento En el Museo Histórico, dedicado a la vida y obra de Domingo Faustino Sarmiento, se muestra el retrato de José Clemente Cecilio Sarmiento Funes y Morales, el padres del Maestro de América, del civilizador. Una escuela, un busto, una calle En el Museo Sarmiento, en la antigua casa en la que vivió, en el barrio de Carrascal de San Juan, luce su figura en bronce. También, una calle de Concep68
Retrato de JosĂŠ Clemente Sarmiento
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ción, San Juan, lleva su nombre. Por si fuera poco, una Escuela de San Juan se denomina José Clemente Sarmiento. Aunque el pueblo de San Juan le rindió oportunamente los honores que su hijo en 1883, nuestro país, la tradición republicana y liberal, así como las generaciones actuales le siguen debiendo un homenaje reivindicador a este patriota sanjuanino, al padre de Domingo Faustino Sarmiento y ladero de Belgrano y San Martín. La muerte del patriota Aunque extraviada su partida de defunción, el 23 de diciembre de 1848, el Cura de la Catedral José Manuel Videla Lima dio “boleto para sepultar a don José Clemente Cecilio Sarmiento”. Desaparecido también sus restos mortales, por haberse perdido la cruz de madera colocada en su sepultura, su hijo Domingo Faustino mandó construir en 1883 un Mausoleo en honor de sus padres cerca de la puerta principal del Cementerio de la Ciudad Capital de San Juan; y allí en 1884, en su última visita a San Juan, rindió culto a sus progenitores. 70
Señala Cesar H. Guerrero, en su obra José Clemente Sarmiento, Paladín de Mayo en San Juan, que el Mausoleo es de piedra porosa de la localidad de La Laja, San Juan con una cruz de mármol en lo alto del sepulcro envuelta en un manto de la misma materia. Este mausoleo, a pedido de la Comisión Provincial Pro Semana Sarmientina, por Decreto sanjuanino numero 2799 G dictado 3 de septiembre de 1957 por el Interventor Federal Brigadier Retirado Don Edmundo Hugo Civati Bernasconi y su Ministro de Gobierno y Acción Social Don Carlos A. Fernández, fue declarado Monumento Histórico Provincial. Fue también monumento nacional. Junto con doña Paula Zoila de Albarracín e Irrazabal de José Clemente Sarmiento Funes y Morales, reposan los restos de sus hijas Francisca Paula Sarmiento Albarracín de Gómez, Bienvenida Sarmiento Albarracín, Procesa Sarmiento Albarracín de Lenoir y Rosario Sarmiento Albarracín. Faustina Sarmiento de Belin se encuentra en la Recoleta de Capital Federal. El matrimonio de José Clemente y Paula Albarracin tuvo, además, a Manuel Fernando de Jesús de la Trinidad, a Horacio María y a Juan Crisóstomo que fallecieron jóvenes; el último a los tres días de nacer. 71
Su vida estuvo llena de luchas, privaciones, de exilios y de servicios prestados patrióticamente. Murió con la patria dentro de sí mismo, recordando los momentos gloriosos que vivió en mayo de 1810 y luego junto con Belgrano a San Martín y a su hijo tan querido el civilizador. Cuando muere, Domingo Faustino sigue exiliado en Chile luego de su viaje por Europa, África, Canadá y en los Estados Unidos donde en Boston conoce al educador Horace Mann y a su mujer la educadora Missis Peabody. En el bicentenario del nacimiento de Domingo F. Sarmiento y por el nombre de José Clemente Sarmiento, me sumo a Alfredo Orgaz; a Cesar H. Guerrero; a Ricardo Rojas; a Arturo Ricardo Yungano; a Alberto Palcos; a Osvaldo Cútolo, a Juan F. Lorente, a Germán Berdiales, a Mónica Martín, y a Victorina Lenoir Sarmiento de Navarro, en la tarea de desmantelar esta infame leyenda que agravian a José Clemente, a Paula Albarracín, a Domingo Faustino y a los sanjuaninos.
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Índice
Dos palabras
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José Clemente Sarmiento
1.Orígenes de José Clemente
13
2.Opiniones
25
3.Datos Biográficos
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4. La victoria de Chacabuco (D. F. Sarmiento)
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5.La espada y su legado
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Este libro se termin贸 de imprimir en el mes de noviembre de 2011 en Imprenta Dorrego, Av. Dorrego 1102, caba.