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Redes, pantallas y poder real

Inicios

Una de las cosas más significativas de la postmodernidad contemporánea es, sin duda, el manejo del ciberespacio, el que, desde su aparición hoy remota (por poner una fecha arbitraria: mediados de los años cuarenta del siglo pasado), registra, por un lado, una aceleración creciente de su perfeccionamiento tecnológico, a la vez que, por otro lado, una vinculación estrecha con el poder ideológico del capitalismo, lo que lo ha convertido en una de las armas letales de dicho poder.

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Si bien el ciberespacio ha sido objeto de atención extrema (desde Wittgenstein, hasta Eco y Bauman han incursionado al respecto, y bien vale la pena leer el artículo “Filosofía de las redes sociales y sus posibles efectos en la sociedad del siglo XXI”, en Filosofía de la Red del 24/XII/2021 o, también, leer a ByungChul Han con Capitalismo y tensión de muerte, entre otros), habría que seguir profundizando en ello para borrar así muchas falsas ideas que, se considera, rondan las temáticas complejas que tienen que ver con el manejo del ciberespacio (“Benditas redes”, calificarlas así, como alguna vez las calificó Andrés Manuel López Obrador (AMLO), debe considerarse un grave error o una inocentada no justificable).

Muchas, y muy complejas, son pues las implicaciones que hoy tiene el manejo arbitrario que caracteriza el uso de la red (otros y otras dicen, en plural, las redes) y que, aquí, da origen a las siguientes reflexiones.

Lo remoto-cercano

Lo remoto de la red es el nacimiento de la computadora, que en sentido estricto tuvo fines militares, al igual que la aparición del internet, cuya intención exacta sólo el Pentágono la puede establecer, aunque su diseño fue responsabilidad de un grupo de tecnócratas del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) para, durante la denominada Guerra Fría, garantizar los intereses militares del gobierno de Estados Unidos. ARPANET fue el nombre que originalmente se le dio a esa red militar así creada, que luego, por razones hasta hoy difíciles de precisar, quedó, en apariencia, al arbitrio de quien la quisiera utilizar virtualmente a nivel mundial, contando, claro, con la capacidad técnica requerida para acceder a lo que hoy se denomina ciberespacio, el cual se ha venido extendiendo de una manera exponencial tanto desde el punto de vista tecnológico (sus vinculaciones con la nueva revolución industrial y la IA -Inteligencia Artificial- son cada vez mayores e igualmente oscuras, en muchos sentidos) y de manejo de la conciencia humana. Pero, ¿ese paso de lo militar a lo público fue tan arbitrario y casual como se cree? Al respecto, para entender los intríngulis de esa acción bien vale la pena leer a Franco Berardi (Bifo) y su libro Generación Post-Alfa (Tinta Limón, España 2010) para encuadrar con precisión qué es en realidad el ciberespacio y de cómo, hoy, se ha convertido en una de las armas predilectas, insustituibles, de la ideología capitalista sobre todo, precisamente, porque permite el manejo de la conciencia humana de una manera si no total, sí muy extendida, toda vez que es muy difícil resistirse a sus mecanismos de atracción —que rondan, indistinta y confusamente, entre la adicción y la comunicación—, aunque tomando en consideración, sin duda, que para contrarrestar sus efectos perversos es necesario conocer a fondo los múltiples mecanismos que utiliza para concretarse.

Al respecto, previo a las redes, no hay que olvidar cómo las pantallas (primero el cine y luego la TV sobre todo) desde un poco antes comenzaron a ejercer sobre el ser humano efectos perversos que afectaron, en particular, los procesos de socialización y conocimiento y modificaron así la cotidianidad (ubicando allí, en particular a la educación) en la que se movía ese ser humano, lucha que hoy, luego del surgimiento de las redes, se ha intensificado de manera sensible (luego de la pandemia reciente, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés)

«“Ese libre acceso, al convertirse en adicción anula la conciencia y por ende anula a la libertad y, contradictoriamente, somete a los usuarios de la red» ha estimado que en términos concretos, a nivel mundial, los procesos escolares han perdido un promedio de dos años de enseñanza, con todo y la intervención que tuvieron las pantallas, no se sabe hasta ahora si para bien o para mal, en esos procesos).

No trataré aquí ningún aspecto tecnológico de la concreción del uso y manejo del ciberespacio (un tema de extravagante complejidad), sino sólo ver de qué manera, casi subrepticiamente, ese manejo complejo de la tecnología ciberespacial (que hoy, lo mismo se concreta en Estados Unidos que en Rusia o China, aunque sólo el primer país mencionado utiliza el manejo del ciberespacio con fines abiertamente ideológicos).

Por donde se vea, pues, es muy complejo abordar el análisis de la red sin tomar en cuenta las múltiples tramas tecnológicas e ideológicas que atraviesan esa temática.

La falsa dualidad

Una de las primeras cosas que hoy de manera obligada hay que tomar en consideración al analizar a la red (o uso comunicacional del ciberespacio, de manera más precisa) es la falsa dualidad que la envuelve: consideran muchos que es absolutamente libre dado que nadie, aparentemente, la cubre ni la controla. ¿Pero es en realidad libre o esa libertad es una engañifa de los verdaderos controladores del ciberespacio para apoderarse y manipular la conciencia de sus usuarios? Desde luego, esa pregunta no se la formulan, ni mucho menos, los usuarios de la red, pues para ellos es una especie de deidad incontrovertible. Para ellos, la red es libre y funciona sin control por la cantidad de basura (eso sí se sabe) que circula por ella: desde fake news, bots, montajes, hasta pornografía del más bajo nivel, junto con todo un conjunto de contenidos (música, canciones, discursos diversos) que de manera incansable se mueven por sus múltiples canales para expresarse y a los que uno puede acceder libremente o con pagos publicitarios unos, en efectivo otros. Si bien lo anterior es cierto, es que ese libre acceso, al convertirse en adicción anula la conciencia y por ende anula a la libertad y, contradictoriamente, somete a los usuarios de la red. Ese es el juego de la ideología capitalista: volver en sus esclavos a los usuarios de la red. de conciencia (de poder conocer) casi total, descubriéndose así el fin último de este juego que plantea la red: conocer o no conocer, ése es el dilema (conocer los fines y razones de la hermenéutica ayuda a descifrar tal dilema o más sencillo, leer el texto de Carlos Mongar “Sobre la estupidez 2.0”, en el número 11 de Palabra, de octubre de 2022, que en mucho ayuda también a ese desciframiento).

Esa carrera del ser humano por informarse, es decir, por saber más allá de lo que sensorial o mentalmente puede captar, es la base de despegue del ciberespacio y lo que explica, además, el crecimiento de la red, fuente inagotable de “información” de naturaleza múltiple que virtualmente agobia a sus usuarios: ¿cuánto de lo que hoy se recibe como información de la red tiene un sentido de utilidad verdadera para sus receptores? ¿Alguien tiene una idea de ello? Pero la utilidad no es la razón de ser de la red. Su verdadera razón es meter en su circuito de operación al mayor número de usuarios/esclavos cuya razón de ser es convertirse en verdaderos adictos de la red, que es la que finalmente consume a sus usuarios. Ese es hoy el verdadero juego perverso del ciberespacio: restarle poder de discernimiento al mayor número de seres humanos que sea posible.

Así de simple, así de sencillo.

El poder real le imprimen a la tecnología una velocidad acelerada para ir perfeccionando sus mecanismos de funcionamiento. Pero, por el otro, un control enfermizo de la conciencia de los seres humanos, son hoy las tendencias opuestas que caracterizan a la red y que llevan a uno a preguntarse: ¿a qué entonces apostar al respecto? (leer el escrito de Peio H. Riaño “Pantalla, la única realidad que no contagia”, en Nueva Sociedad del 12/I/2023).

“Lo que conlleva la ideología capitalista: falsa conciencia, consumo, destrucción del ambiente, patriarcado, racismo, destrucción de culturas ancestrales y otros vicios”

¿Cuál es entonces el poder real de la red? Desde luego, la pregunta si bien se plantea con relativa facilidad, su respuesta es de una complejidad apabullante pues en ella se entrelazan asuntos embrollados y muy complicados que tienen que ver con algo ya mencionado (la cuarta revolución industrial y la inteligencia artificial) cuyo uso y manejo, hasta hoy, está reducido a la sabiduría de think thanks que se reserva sus saberes de forma muy estricta, aunque uno de los objetivos de la red sea, contradictoriamente, involucrar al mayor número de usuarios…, que no tienen idea de en qué están metidos.

El dilema hoy, de esta manera, no es libertad plena o control de los medios, sino el enunciado en el párrafo anterior, que lleva, entre otras cosas, a preguntarse si puede uno, en su sano juicio, oponerse a los avances verdaderos de la ciencia expresados en la tecnología, al margen de que ello, hoy, implique el sometimiento de los seres humanos a todo lo que conlleva la ideología capitalista: falsa conciencia, consumo, destrucción del ambiente, patriarcado, racismo, destrucción de culturas ancestrales y otros vicios de la misma naturaleza.

Caer en el juego de la falsa dualidad (libertad plena o sumisión plena) es caer en la trampa ideológica de esta arma letal (el ciberespacio) que el capitalismo utiliza para someter a millones de usuarios a una pérdida

Por un lado, pues, un uso y manejo de la tecnología por parte de equipos de expertos altamente capacitados (el MIT o Silicon Valley, por ejemplo, ambos muy supervisados por el poder militar de Estados Unidos), que gomeboka@yahoo.com.mx

No es pues de corto plazo ni sencilla la batalla que hay que dar en contra de la red y las pantallas. Todo lo contrario, al respecto es aún largo el camino a recorrer y muy arduas las contiendas a dar para evitar ser dominados por los efectos perversos de ellas. Mucho también es aún lo que hay que reflexionar al respecto.

*Sólo estructurador de historias cotidianas. Profesor jubilado de la UPN/Ensenada

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