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presente y futuro

se puede negar es que a la mujer se le siguieron confiando desde aquellas épocas remotas (y se le siguen confiando en gran medida aún) dos tareas centrales más allá de la reproducción de la especie: una, el cuidado de los más jóvenes del núcleo familiar, y dos, el cuidado del hogar, con todo lo que ello conllevaba en términos económicos.

Así, por ejemplo, entre los griegos, la mujer es, por primera vez, admitida oficiosamente en los círculos del saber (filosofía y matemáticas) hasta Alejandría (entre el siglo IV y I a, C., y no en balde, ya que en esa ciudad confluyeron en aquel entonces saberes múltiples, provenientes unos de Egipto y otros del Mediterráneo), en donde la figura de Hipatia, ya cerca de la Edad Media, reluce de manera particular Pero eso, la admisión de las mujeres compitiendo en la vida pública, no sucede en la Grecia clásica, en donde la república y la democracia se originan y dejan al margen aún, en sus orígenes, a las mujeres. Pero, más allá de ejemplos aislados, a la mujer en la vida pública de Occidente casi nunca, desde entonces, se logra visualizarla con claridad, sino hasta épocas relativamente cercanas: fines del XIX y particularmente principios del XX.

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Papeles ocultos pero relevantes

Aparentemente relegadas al hogar, las tareas desarrolladas por las mujeres en aquel entonces, hasta hoy no se han valorado de manera suficiente ni adecuada, dado que la Historia ha enfatizado más que nada lo militar y lo político de aquella época básicamente, sin tomar en consideración aquello que más allá de la guerra y la política era esencial para la vida diaria: el hogar y lo que sucedía dentro de él y que contribuía de manera sustantiva a que esa vida diaria siguiera reproduciéndose y por tanto la mujer poco, muy poco, es una figura tomada en cuenta por la Historia hasta hoy, dado que la Historia es obsesiva y reiterativa.

Pero, por ejemplo, a la mujer toca no sólo crear en su seno al ser vivo —una tarea básica para darle continuidad a la especie—, sino que es allí, en el hogar, bajo el cuidado del seno materno, en donde ese ser humano va a adquirir —entre otras— una capacidad esencial: su posibilidad de comunicarse con el lenguaje del grupo. De la madre el ser humano hereda la lengua, la que no en balde, así, recibe el nombre de lengua materna. La lengua del ser humano ha sido pues, siempre, de manera precisa, la lengua materna.

Más relevante aún aunque poco estudiado todavía es la función económica destacada que siempre ha tenido la mujer en términos históricos, pues sin el mantenimiento del hogar aún en tiempos de guerra, ya no se diga cotidianamente, la sociedad no se hubiera sostenido y de allí se desprende un papel económico primordial de la mujer que hasta hoy no se ha perdido y que, por eso, desde épocas muy remotas, le otorga un papel primordial en términos de reproducción humana y que más nos vale, a todos los humanos, proteger si queremos que la especie continúe reproduciéndose.

La aparición histórica de la mujer

En el Occidente la mujer comienza a destacar en lo social, en términos históricos, sólo hasta después de la Edad Media, cuando deja de estar recluida en el hogar y comienza, al igual que el hombre, a visitar poco a poco las universidades de aquella época y ocupa territorios del campo del saber también, que antes eran exclusivos para el género opuesto. Asimismo, poco a poco, llegan a disputar en la política, el empleo y los negocios, sin dejar nunca de desatender el hogar (la hoy famosa doble jornada, que hasta hoy no es aún reconocida). Pero mínimo son tres siglos los que deben de transcurrir (del XVI al XVIII) de azarosos ires y venires para que, en Occidente, la mujer pudiera competir con los varones en relativa igualdad de condiciones por su presencia social (que incluye allí todo lo referente a lo político y laboral) en medio de luchas de muy diversa naturaleza y que dejan constancia de lo difícil que fue alcanzar las metas y objetivos que se buscaban.

En esas épocas relativamente remotas, la presencia de la mujer en los campos de la sabiduría y el poder social no sólo se manifestó por las vías públicas tradicionales, sino que también de manera clandestina su presencia y poder se dejaron sentir: las brujas —de cuyo poder y sabiduría aún falta mucho por conocerse, dado a varios ingredientes de pensamiento mágico que se entremezclaron con sus saberes comunes— fueron una presencia femenina muy poderosa en aquel entonces.

A finales del XIX la lucha de las mujeres por consolidar esa presencia social comienza a cobrar cada vez dimensiones mayores, casi siempre cobijada por un marxismo que la protege, hace suya y alienta desde que comienza a surgir, pues entiende, desde un principio, que es una contradicción que el capitalismo nunca podrá resolver (Kollontai, Luxemburgo, Krupskaya) y es desde ese seno originario desde el cual surgen las luchas más radicales de las mujeres por el reconocimiento de sus derechos, hasta hoy, cuando ro, un principio laboral fundamental: a trabajo igual salario igual, sino que, todavía hoy, es muy común que el trabajo femenino se vea menospreciado y sobreexplotado.

Pero no sólo en cuestiones laborales y políticas la mujer sigue emprendiendo luchas muy arduas, sino que, una de las luchas más duras que en la actualidad las mujeres emprenden es haciéndole frente al profundo sentido patriarcal y machista —y que por lo común se expresa en violencia— sobre el cual se erigen aún las sociedades contemporáneas y que particularmente en la actualidad es inexplicable dado que, desde mediados del siglo XX, la población de mujeres en el mundo es mayor a la de los varones, lo que está dando origen a una nueva realidad.

Nueva sociedad, nueva cultura

Así pues, en épocas recientes el desarrollo de la femineidad en el género humano ha pasado por etapas diversas a la vez que muy complejas y que necesitan seguir estudiándose para comprenderlas en su totalidad, como sucede con lo que en nuestros días comienza a pasar y cuya característica más relevante es el dominio numérico —cada vez creciente— de las mujeres sobre los hombres, a la vez que de manera paralela se dan dos fenómenos que pudieran denominarse naturales: primero, el incremento de las luchas de las mujeres en defensa de sus derechos, mientras, segundo, de manera paralela crecen (o se hacen más sensibles, al menos) los crímenes y agresiones en contra de las mujeres. A su vez, eso está generando dos fenómenos sociales muy significativos: la feminización creciente de nuestra vida diaria y el surgimiento de una nueva cultura en la vida social cotidiana.

Se anota aquí que, dada la naturaleza periodística de este escrito, mientras por un lado mucho de lo que aquí se afirma, si bien apenas se esboza, por el otro lado sus afirmaciones tienen un marcado carácter hipotético.

Así pues está el hecho innegable que se desprende de los números, desde años atrás las estadísticas de población mundial señalan la existencia de un empate en el número de mujeres y de hombres en el mundo (según el Banco Mundial, del 2001 hasta hoy hay una tendencia creciente de mujeres por razones hasta hoy no suficientemente explicadas y que van desde una mayor longevidad del género femenino hasta una tasa mayor de nacimientos de mujeres que de hombres), en una población mundial cercana ya a los 8 mil millones de habitantes con un 49.6% de mujeres y el restante 50.4% de hombres (empate técnico), que, por ejemplo para el caso del país en 2022 los indicadores de población señalan que la cantidad de mujeres asciende a 66.4 millones de personas, mientras los hombres son 63.7 millones, según el CONAPO (Consejo Nacional de Población). Frente a ese crecimiento indudable de la población de género femenino, como una contradicción sustantiva del capitalismo habría que marcar que las luchas feministas en el mundo se han incrementado, a la vez que, de manera paralela, sus demandas se han ampliado y radicalizado con se sustentaba tanto en cuestiones materiales (salarios mayores para hombres que para mujeres, a pesar de que el trabajo es el mismo) como inmateriales (el lenguaje de uso corriente tiene una marcada carga masculina). Lo anterior, pues, da origen al incremento de las luchas feministas (Me too) a nivel mundial, por muy fuertes que sean las resistencias patriarcales, y eso, quiérase que no, deja cada vez su marca en la vida social de cualquier nación del mundo.

Si ese es hoy el presente de la feminización de nuestra vida diaria, ¿qué augura el futuro cercano al respecto?

Sobre ello nada es fácil de predecir por más armas proféticas que se esgriman, sobre todo si tomamos en cuenta que hasta hoy el espíritu patriarcal de nuestras sociedades predomina y se resiste a negociar con la feminización en ascenso, aunque, como sea, sí es posible vislumbrar el panorama siguiente para el relativo corto plazo.

Tomando en consideración el ascenso continuo de la feminización tanto como un hecho numérico como de influencia social es evi- femenina será cada vez más avasallante en nuestras sociedades (no sólo en término de población, sino, por ejemplo, por profesiones: el trabajo doméstico, la enfermería y el magisterio de educación básica son hoy, básicamente, actividades y profesiones ejercidas por mujeres) y se tendrá que negociar con ella para el reparto del poder social (desde el aborto, hasta el reparto igualitario de puestos de trabajo, representación popular y prestaciones laborables) para que así no sólo se respete la mayoría femenina en términos de cantidad sino también de calidad.

Desde luego, de allí se desprende una pregunta obvia: ¿Se detendrá el crecimiento numérico de las mujeres como género? ¿Tendrán las sociedades del futuro la capacidad de conciliar entre géneros (otro dilema brutal, pues desde tiempo atrás los géneros ya no son sólo dos)? De no darse lo anterior, ¿tendrán nuestras sociedades futuras la capacidad de negociar con tranquilidad la repartición del poder social? ¿Cuál, en síntesis —si antes no nos ganan las visiones apocalípticas del cambio climático o la aún más traumática, de imponer una actitud terminal, criminal, en contra de las mujeres por parte del género masculino (o todo lo contrario, por qué no, que es una de tantas lecciones de Kill Boksoon)—, será el futuro de las sociedades humanas? gomeboka@yahoo.com.mx

Como sea que contestemos las preguntas anteriores, a futuro, como sea —vía conciliación o enfrentamiento entre géneros—, habrá no sólo una nueva sociedad, sino que esta nueva sociedad va a generar una nueva cultura, toda vez que las relaciones sociales van a sufrir una transformación radical y ello, quiérase o no, va dar origen a una nueva cultura, en los términos que lo plantea particularmente Bauman en su libro La cultura como praxis (Paidós, España 2002), en donde siguiendo las lecciones de la Escuela de Frankfurt considera que la cultura es la energía de la sociedad y que esa energía se modifica de acuerdo a los cambios que sufre precisamente el todo social, el cual, al irse disolviendo positivamente —es decir a favor de lo femenino— la contradicción entre géneros que hoy existe implicará que otras contradicciones propias del capitalismo (raza, clima, recursos naturales, etcétera) también se estarán disolviendo, augurando ello, al fin, la terminación de ese capitalismo como modo de producción, para ir abriendo paso así, poco a poco, al socialismo.

En fin, se cortan aquí las especulaciones y se abre paso a la discusión (a distancia, ni modo) de las tesis aquí planteadas.

*Sólo estructurador de historias cotidianas. Profesor jubilado de la UPN/Ensenada

Una lectura si no minuciosa y exhaustiva sí detenida de la novela El invencible verano de Liliana (Random House, México 2023) de Cristina Rivera Garza y la película coreana Kill Boksoon (2023) del director Byung Sung-hyun ayudaron a madurar varias ideas de este escrito

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