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Mis años con AndyWarhol
POR JOSÉ CARRILLO CEDILLO*
En esta parte, tenemos aquí a un homosexual albino, tímido, calvo y miope, procedente de un suburbio de Pittsburgh, y en la otra parte, a una rica heredera francesa educada en una abadía, Isabelle Collin Dufresne, quien utiliza el seudónimo “Ultra Violet”. Tras ser expulsada de un convento (en Francia) y no adaptarse a los demás colegios que la enviaron, Isabelle se trasladó a Nueva York y cayó como una tromba en la alta sociedad neoyorquina. Cuando Isabelle Collin visitó por primera vez el estudio de Andy Warhol, conocido como “The Factory”, ella descendió de la distinguida limusina de Dalí, elegantemente vestida, con un atuendo de Christian Dior; cuando entró, se quedó sorprendida del enorme espacio del cuarto piso donde el artista laboraba; le costó trabajo dar con Andy y lo primero que le preguntó: “¿Dónde están las joyas?”, refiriéndose a los cuadros.
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“Por ahí”, fue la lacónica respuesta de Warhol.
Isabelle se da cuenta de que todo —¡todo!— está pintado de plateado, y las ventanas se encuentran cubiertas de papel aluminio. No dejan pasar la luz natural. Y hasta el gato está coloreado de plateado con pistola de aire. Isabelle, sólo por probar, intenta seducir a Warhol, pero después de dos intentos fallidos se da cuenta que Andy es de hielo, sólo su peluca rubia, casi blanca, le ofrece calor a él. En realidad el estudio plata es el segundo, el original donde Warhol trabajó de 1963 a 1967, se encontraba en el número 137, del Este de la Calle 47, y era visitado por mucha gente, que entraba como a su propia casa, y había de todo, es decir entraban y salían jóvenes y jovencitas casi flotando por las drogas ingeridas; la policía se daba sus vueltas de vez en cuando sin arrestar a nadie; entraban reporteros, que después de charlar un rato salían rumbo a sus redacciones a teclear una nota sensacionalista. De repente te encontrabas de frente con gente famosa; pero para Isabelle, los habitantes de la “The Factory” eran más fascinantes que los invitados. Uno de ellos era un fotógrafo llamado Billy Name, su nombre pop (según él, era un nombre fácil y difícil de olvidar), vivía en el cuarto oscuro y decía Andy Warhol que sólo salía por las noches a cenar algo, pues su verdadero alimento eran las anfetaminas, y era él, Billy, el que rebautizaba a quien llegara al estudio, dándole nuevos nombres pop (también fue habitante del primer estudio); cuando Andy lo visitó en el cuarto oscuro, vio que todo —paredes de piso a techo— estaba forrado de papel aluminio, y Warhol le encargó que en la nueva Factory hicieran lo mismo: todo plateado, incluyendo el peluquín de él.
Los inicios de Warhol mente que dice esto cada quince minutos a cuantos le interesa; sus películas son en blanco y negro y con una cámara de manivela, y al proyectarlas, son en tiempo real, pero son, según él, Underground”.
“Cobraba 25 mil dólares por un retrato: le tomaba una foto a quien se lo encargaba, y le pasaba la imagen al jefe de su taller y éste ordenaba imprimirla en serigrafía”
Andy Warhol nació en 1928 y fue un niño debilucho; al crecer, sus hermanos y compañeros de la escuela le sacaban una cabeza; su piel fue perdiendo pigmentación y cada vez se tornó más blanca; se inscribió en clases de pintura los sábados por las mañanas y de ahí ganó una beca para la mejor escuela de arte de Pittsburgh; tiempo después una fábrica de zapatos lo contrató como su diseñador exclusivo diseñando estrafalarios zapatos para dama y que a muchas de ellas les encantaban; cuando ya tuvo un sueldo fijo, pudo comprar su primera casa, en la cual vivió con su mamá, quien solía ayudarle a rotular sus encargos comerciales publicitarios; tuvo empleados ayudantes que se encontraban bien, pues decían que el jefe no era mandón y su mamá los obsequiaba con delicias que salían de su cocina.
Ultra, la chica de la sopa de Andy
“Andy me atrajo a la Factory con la promesa de que voy a actuar en una de sus películas, y descubrí rápida-
«Y son “in”; filmó una película que dura ocho horas de proyección, que es el tiempo que el personaje permaneció dormido. Son muchos los que asisten a las proyecciones como si fuera algo prohibido y, en realidad, es por la cantidad de desnudos y relaciones homosexuales lo que les llama la atención. Andy me dice que tengo que cambiarme el nombre, “no es comercial, debe ser —dice— muy pegajoso”; inicia algunos nombres que no me agradan y le digo que yo buscaré el mío; lo encuentro en una revista científica donde leo ultraviolet y empiezo a mencionarlo, letra por letra, a diversas velocidades y me quedo con él y a Andy le pareció gracioso»
El pop art
Isabelle Collin Dufresne nos cuenta que una mañana, en un café de la Calle 84, ella y Andy se encontraron, y en la plática le preguntó: “¿Qué estás pintando?”
(tendremos que convenir que Andy, de hecho, no pintaba: su “trabajo” consistía en elegir la foto y dársela al jefe del taller para que la imprimieran sus ayudantes).
“Nada —responde Warhol—, no se me ocurre qué pintar”, y volteando a ver atrás del mostrador, Ultra Violet le mostró una hilera de latas de sopa Campbell y le sugirió: “¿Por qué no pintas eso?” Y, al parecer, el gay albino le hizo caso y fue todo un exitazo: se vendieron como pan caliente y después vinieron otros vegetales, hasta llegar al famoso retrato de Marilyn Monroe, el cual eligió unos días después de la muerte de la rubia, y, como un homenaje a ella, en la técnica de la serigrafía… (Permítanme abrir un pequeño paréntesis para explicar brevemente esta técnica: La serigrafía la popularizaron los publicistas —recordemos que así se inició Andy Warhol, haciendo diseños publicitarios, contando con su taller y sus ayudantes—. La serigrafía es una tela de seda montada en un bastidor de madera del tamaño de cartel publicitario de 70 x 90 cm, donde se sensibiliza la tela para traspasar la foto elegida, quedando el resto “tapado”; después se aplica la tinta y, como en el grabado clásico, es una tela por cada color. Hoy en día se usan telas más baratas, y ya se pueden imprimir a la vez varios colores y se sacan cientos o miles de copias; fue tal el éxito de Warhol, que surgieron varios falsificadores, pues es relativamente fácil hacer ese trabajo, lo que todavía da dolores de cabeza al mercado del arte).
«Dentro de las frases y ocurrencias de Andy, me dijo en una ocasión —nos recuerda Isabelle— que todos
alguna vez vamos a tener nuestros “quince minutos de fama”»
El gran emporio de Warhol
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El artista había logrado la fama, ahora tenía en mente ganar mucho dinero, pues nunca era lo suficiente para él; cobraba 25 mil dólares por un retrato: le tomaba una foto a quien se lo encargaba, y le pasaba la imagen al jefe de su taller y éste ordenaba imprimirla en serigrafía; luego, como Warhol ni la tocaba —en un sentido estricto, lo que valía era su firma: ¡25 mil dólares!—. Había cambiado su estudio y ahora sólo entraban, previa cita, personas realmente importantes. “Una superviviente me contó que sufrió una pasada —rememora Isabelle Venus—, se desintoxicó de las drogas y se quedó sin hígado, sin dientes, sin riñones, sin cerebro… ¡Mi madre es una santa!” En 1984, Andy manejaba una “General Motors” del arte, en un elegante edificio que ocupaba toda una manzana: la “Andy Enterprise”, y se hablaba de dar concesiones a una cadena de restaurantes a nivel nacional, “la Andymat”.
El fin de Warhol
El viernes 20 de febrero de 1987, Andy Warhol ingresó al hospital para una operación de vesícula biliar, la que se realizó satisfactoriamente, pero falleció mientras dormía. ¿Dónde estaban los múltiples ayudantes que siempre lo rodeaban? En la prensa circularon rumores de “sida”, los cuales fueron desechados al comprobar que antes de la operación se le habían tomado todos los estudios preoperatorios de rigor.
El funeral se llevó a cabo en la catedral de San Patricio, y su eminencia, el cardenal John O’Connors, se negó a oficiar la misa.
“¿Acaso —se pregunta Isabelle Collin Dufresne— teme que la catedral se convierta en el albergue de pecadores? ¿O teme que se recuerde el reciente fallecimiento de un sacerdote por sida?”
La catedral estaba atestada de celebridades y personas de la alta sociedad que no quisieron perderse alguna nota en la prensa.
La fortuna que dejó Andy Warhol fue de mil millones de dólares. jcarrillocedillo@hotmail.com
*Es artista plástico, escribe la columna “La Turicata” en el diario El Vigía
Datos tomados del libro de Isabelle Collin Dufresne, Famosa durante 15 minutos. Mis años con Andy Warhol (1989).