TERCERA ÉPOCA | Número. 18

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SubPaisaje abstracto

MAYO 2023 | NÚMERO 18
Por Chiara Acri
Fo to: Giampiero Acri

EL MUNDO Y EL LIBRO

El penúltimo domingo del mes pasado —favorecido, en todos los sentidos, por la lectura—, se celebró el Día de Sant Jordi, patrón de Cataluña y emblema cultural de otros lugares de Europa, el cual convierte su paginar alado en pregón de alegría.

Por la historia que resguarda la leyenda de San Jorge —princesa, dragón, espada, sangre, rosas—, el 23 de abril, promovido por la UNESCO en 1995, también se conmemora el Día Mundial del libro.

Y, en verdad, no podemos imaginar una fecha más propia, clara y contundente, recíproca entre escritor y lector —mediando entre lo excepcional y lo primaveral—, porque el orden de las palabras, esas hiladoras del telar del alma, y el sentido que acuna la suavidad lograda, hacen que soltemos amarras y naveguemos en la experiencia que ofrece la belleza de leer —en un cálido deshielo de bondad— en el mar de los entendimientos…

La lectura no modifica al lector, nos recuerda el escritor rumano Mircea Cartaresc, sino que saca lo que hay dentro de él.

Sócrates lo expresaba así: “Yo no te digo otra cosa distinta a lo que tú ya sabes, pero no sabes que lo sabes”. El lector puede no ser consciente de que “tiene semejantes reservas de amor, de cariño, de sensibilidad”, hasta que abre las páginas de un libro o una revista y se adentra en él o en ella. ¡Enhorabuena! R.S.

SubPaisaje abstracto / Chiara Acri págs. 3 a 7

La feminización creciente: presente y futuro / Sergio Gómez Montero págs. 8 a 10

Sheinbaum: el arte de hacer conciertos / Eduardo Cruz Vázquez pág. 11

El artista como fantasma: consideraciones en torno a su invisibilidad mediática / Gabriel Trujillo Muñoz págs. 12 a 14

Antonio Gramsci: Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad /

Fernando Mancillas págs. 15 a 17

Escribir, escribir / Carlos-Blas Galindo 18 y 19

Julio Rodríguez Ramos: El relieve de la belleza natural de la península / Jeanette Sánchez págs. 20 y 21

Balada del sordo / Iliana Hernández pág. 21

Mis años con Andy Warhol / José Carrillo Cedillo págs. 22 y 23

La transformación de la Feria Int. del Libro UABC / Miguel Lozano pág. 24

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2 Mayo 2023 / Número 18

SubPaisaje abstracto

A veces pasa que hay lugares donde caminas todos los días sin darte cuenta dónde te encuentras… andas entre el color de la vida y, de repente, alguien te empuja y te despierta de ese sueño que Kant hubiera llamado “sueño dogmático”, y, justamente desde ahí, comienza un viaje que te lleva más adentro de ti misma…

Llevo días recorriendo el mismo camino, que quizá sea más una calle que una carretera. Si alguien fuera un experto en carreteras y calles, estoy segura de que se daría cuenta de la diferencia; pero yo no lo soy. Sólo soy una persona que camina mucho. No lo hago ni por ejercicio físico ni por un afán declaradamente ecologista. Simplemente no sé montar en bicicleta, no tengo licencia de conducir y me hago muchas preguntas. Me dan un poco de vergüenza las primeras dos cosas, pero de todos modos vivo bastante bien con ellas. Hay cosas peores, lo reconozco. En realidad, están los autobuses —el servicio aquí es bastante bueno—, pero me siento como el protagonista de la novela que estoy leyendo; él reúne el dinero que le da su madre para el transporte y a final de mes siempre se compra un libro nuevo. Por supuesto, ahora a mí ya nadie me da dinero para el autobús, pero sigue pareciéndome un buen ahorro en mis gastos mensuales, y de vez en cuando también consigo comprarme un libro nuevo. Como el que estoy leyendo ahora, donde, por cierto, encontré esta historia.

La verdad es que todo cambia. Quiero decir que depende mucho de cómo nos movemos. Creo que es algo que se da mucho por sentado, pero no lo es en absoluto. Y si conociera un antónimo convincente de la expresión “dar por sentado”, lo usaría, pero ninguno me convence. Así que sólo repetiré que es algo que está muy lejos de darse por sentado, porque me parece un concepto importante. Y la gente se mueve todo el tiempo, lo hace de diversas maneras, y sin embargo no creo que nadie piense tanto en el “medio” y en el “cómo” Me hace pensar en esas largas líneas que mi profesora de geometría solía dibujar en la pizarra interactiva cuando funcionaba— para explicar la distancia entre dos puntos. En realidad, no se llamaban líneas sino segmentos (solía regañarme), y al dibujar ese segmento con un falso rotulador

negro no decía casi nada, sólo representaba gráficamente esa distancia, negra sobre fondo blanco, aséptica. Pero cuando la pizarra no funcionaba —y casi nunca funcionaba— ella no podía cubrir esa distancia con el rotulador, así que tenía que contárnoslo. Nos decía que la distancia entre dos puntos A y B es la suma de todos los puntos del espacio que separa A de B, que potencialmente podrían ser infinitos —de todas maneras, muchísimos— antes de llegar desde el punto inicial hasta el final. Y entonces yo me imaginaba todos esos puntos, imposibles de ver en la pizarra y de divisar algunos

dispersos dentro del segmento negro; me los imaginaba casi vivos, moviéndose dentro de mi cabeza, cada uno diferente del otro, creciendo, expandiéndose hasta que quedaban bien definidos, tanto que podía describirlos. De repente, ese espacio blanco se llenaba, se convertía en un paisaje casi fotografiable. Me gustaba la geometría en esos momentos, pero siempre seguía sacando notas muy bajas, quizá porque exageraba con la imaginación, y normalmente son cosas que no gustan en un instituto científico (salvo a la profesora de filosofía, que de todas formas siempre tenía poca consideración).

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POR CHIARA ACRI*

Me acuerdo de esto, muchos años después, cuando pienso que viajar por un espacio desde cualquier punto A hasta cualquier punto B, en cualquier medio de transporte que no implique el contacto directo de tu cuerpo con el suelo, es como moverse dentro de ese segmento negro que mi profesora dibujaba descuidadamente en la pizarra. Vas rápido, pero ¿dónde están los puntos? Caminar es contártelos; dentro de una línea descubrir que hay infinitos mundos.

Así que llevo días caminando por la misma carretera, que quizá sea más una calle que una carretera. El punto A es mi residencia universitaria, el punto B es la estación central de Bolonia. Entre A y B más allá de la calle que continúa unos setecientos metros— hay un largo subterráneo; y es de él que yo quiero hablar

Más que un subterráneo, en realidad podría llamarlo subsuelo, porque cumple la función de pasadizo creo que casi sólo para mí, en el sentido de que nadie pasa por él (al menos cuando yo lo hago); probablemente ni siquiera muchos saben de su existencia. De hecho, los escalones que hay que bajar para llegar son como un recoveco en el espacio en el que no habría reparado si no fuese por Google maps, que me sugirió este camino. Y ni siquiera es uno de esos típicos subterráneos —generalmente concurridos— que luego te llevan a las vías, los que construyen para que no pases por ellas. No, sólo sirve para atravesar invisiblemente esta parte de la ciudad y conectar los dos extremos, pasando por la estación. También es un segmento, sólo que subterráneo.

Para mí es la parte más fría de “bolonia” Una “bolonia” con b minúscula, porque podría ser el subterraneo de cualquiera ciudad del mundo. Esa es la belleza de los “subtes”. Bajo por estas escaleras que me parecen sucias, pero quizá esa suciedad esté sólo en mi cabeza, en mi expectativa de que esté sucio, porque quién podría imaginarse las es-

caleras de un “subte” limpias, quién podría tocar estas barandillas metálicas que estoy segura de que nadie se atreve a tocarlas de verdad, y por eso quizá estén más limpias que ciertos rincones de mi casa. Me gusta este metro porque me parece una suspensión momentánea de la realidad, de marzo si es marzo, del día si es día; de hecho, entro en él y me siento en otra parte. Aquí la ciudad desaparece. Y afuera todo sigue como antes, pero no te enteras, en el sentido de que puede pasar cualquier cosa mientras estás ahí abajo “y no te enteras”; los autos siguen pasando a toda velocidad, a lo mejor una moto ha atropellado a un transeúnte y ni siquiera se ha parado a preguntarle cómo está, alguien se toca los bolsillos porque cree que ha perdido el cambio de la compra pero sólo eran un par de monedas…, te desprendes del tiempo y te proyectas al otro lado de la ciudad, como en un teletransportador

Pero, “antes”, es un espacio lleno: larguísimo. Una cuerda infinita, como el pasillo suspendido de una casa de todos que no aparece en las planimetrías (si es que aún existen las planimetrías, si es que aún se dibujaban a mano). Y más que una casa, tal vez sería el pasillo de un gigantesco hospital urbano. Te paras sin detenerte porque corres con miedo. Y no sé por qué tengo miedo, si porque me asustan los hospitales o porque hace poco violaron a Mónica dentro de esa película mientras pasaba por el “subte” (y me adelanté en la barra del fondo engañando al tiempo, pero aquí no hay trucos) o si es porque es un espacio estrecho que parece una proyección de sí mismo como en una larga fila de espejos o si es culpa de los anarquistas. Es un túnel que me crea una inquietud gris, y por eso lo persigo, en el sentido de que realmente lo “persigo”, como si fuera algo que puedo ver Como todo lo gris que hay aquí

“Me gustaba la geometría en esos momentos, pero siempre seguía sacando notas muy bajas, quizá porque exageraba con la imaginación, y normalmente son cosas que no gustan en un instituto científico”

dentro, esta inquietud se multiplica, su número de exposiciones aumenta con cada otra cosa gris que toca, y que como consecuencia directa rebota hacia mis ojos que se las tragan; y así el suelo gris, las paredes grises, las puertas, las escaleras detrás de las puertas grises, las vías del tren bajo los trenes grises, mis pasos grises y los pasamanos grises, las incrustaciones grises en las paredes grises, los techos grises, las vallas publicitarias grises, el fondo gris de las vallas publicitarias grises. Al final todo es —sólo— gris, más allá de cualquier matemática y de cualquier potencia, y ahora me doy cuenta de que voy allí porque lo temo y quizá siempre lo he sabido, desde que leí esa frase que dice “donde hay peligro crece también lo que salva”, que quizá no tenga nada que ver pero me viene a la memoria mientras camino, o casi corro, y espero realmente poder “salvarme” mientras me pregunto ¿si pusieran una bomba, dónde la pondrían?, porque pienso que si alguien pusiera una bomba la escondería aquí mismo, pero ¿dónde? Y los anarquistas lo dijeron, hablaron que habrá un atentado y por eso estoy segura que éste será el lugar, pero por favor ahora no. Estoy vigilante, muy vigilante. Mi voz es un eco que estoy segura que si alguien estuviera en el fondo del “subte” podría escucharme como si le susurrara al oído, y tal vez alguien muy en el fondo está, “tan en el fondo” que no lo puedo ver, y si eres tú, por favor, ahora no, lo digo entre mis labios, lo digo, “por favor, ahora no”.

Y en medio de todo este gris sólo una línea amarilla, que me parece una esperanza y por eso la sigo (¿pero qué otra cosa puedo hacer?) y vuelvo a pensar en mi profesora, que me hubiera regañado llamándola así, pero esta sí que es una línea, “profe”, y también es amarilla, de vez en cuando se borra, de vez en cuando se rompe —quizás era una pegatina y el pegamento, ya se sabe, con el tiempo...— pero lue-

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go sigue y yo la sigo todavía, y hay una pequeña bajada por donde sigo andando, ahora está todo muy limpio, ahora la veo bien, y me pregunto ¿quién limpia aquí?, y hay las vías número 11, las vías número 10, atrapadas en las puertas...

Pero, ¿cómo no hablar de la luz? Todavía no he hablado de la luz. De esas luces de neón adentro de rectángulos perfectos, si al menos supiera cómo hacerlo, podría calcular el área, tal vez entonces entendería cuánto ocupa la luz adentro del gris y por qué no es suficiente de todos modos y él, el gris, siempre prevalece: una especie de penumbra de pabellón psiquiátrico, y sí, tal vez estamos en psiquiatría, pregúntame cómo está Marta, que de todos modos no te lo diré, soy la enfermera o soy Marta, y aquí las luces siguen vibrando tanto que mirarlas me deslumbraría —y entonces me deslumbro—, debe haber por lo menos treinta rectángulos dispuestos de lado a lo largo de todo el pasillo y siguen vibrando, oscilan como si quisieran mostrarte el camino, como si no fuera el único, tiemblan justo como las manos de Marta, tendida dentro de este túnel bestial, que tal vez no, tal vez esta vez no se salve.

Y ahora piensas si hubiera un apagón instantáneo. Pero eso es lo que piensas afuera también, así que no, no lo pienses ahora, tienes que seguir adelante, como si esto de poder ver no fuera más una cuestión de mecánica de lo que siempre es.

Y cómo no vas a hablar del olor que hay cuando entras aquí, que sólo lo descubres cuando vuelves. Como cuando dicen “olor a hospital”. Pero, ¿acaso todos los hospitales huelen igual? Los subtes no, yo creo que no. Qué extraña naturaleza tienen los olores, me vuelve ahora a la cabeza mientras lo pienso, este pensamiento sobre los olores que son extraños, y se aplica a todo, se aplica a las sábanas de tu casa, se aplica a tu hermana, se aplica a los objetos de cualquier material, y se aplica a este “subte” que huele a

hierro. Pero antes no sabías que olía a hierro, te diste cuenta de que era hierro de verdad cuando volviste y dijiste “sí, ayer también olía así” Quizás a hierro que se calienta porque los trenes pasan por encima de las vías, y los escuchas todos, aunque no sepas a dónde van, pero tienen la misma velocidad que chamusca los raíles y carboniza los adoquines. Y cómo no hablar del frío, que es tan frío como si fuera un nuevo invierno, pero que sólo yo conozco, todas las estaciones desaparecen aquí, tal vez nunca existieron, tal vez si existieran los habitantes de los subterráneos ellos lo sabrían, y tal vez existen pero no se ven, tal vez se esconden cuando alguien pasa y luego salen o se achican y están aquí ahora mientras camino, tal vez pasan entre mis piernas y yo creo que sea una corriente de aire que viene de las compuertas, de las compuertas que protegen de los trenes que pasan a toda velocidad moviendo el aire. Lo cual suena bastante raro porque creo que el aire que mueven está tan caliente que podrías cocer al vapor los raviolis chinos, esos que te gustan, pero en el acto de bajar aquí se descongela y se vuelve muy frío, o quizá es que estamos bajo tierra (de hecho, ni siquiera cogen los teléfonos) y al entrar aquí se congela al instante porque está la humedad de los subsuelos del sotobosque donde crecen los musgos, y si no hubiera este suelo gris, o si estuviera menos tupido de baldosas, a lo mejor empezarían a brotar hierbas, musgos y líquenes entre las juntas, como decían los libros de texto en primaria —todo anécdotas y fotografías— hablando de la vegetación típica de los bosques y de los microecosistemas que a veces se crean en las cortezas de los troncos cuando hay la combinación adecuada de aire y luz, cosas así. Pero ahora, aquí a mi lado, está todo lleno de verjas; para cada vía hay una, como si fueran niveles numerados que hay que desbloquear, pero de mayor a menor como una progresión hacia atrás, así de 11 a 10, de 9 a 8 y así hasta el 1, en una especie de camino de abandono o liberación, un anhelo de minimalismo. Y no se ve exactamente lo que hay detrás de ellas, me pregunto

si alguien las abre alguna vez, me interrogo quién tiene las llaves de todas ellas ya que hay un ojo de cerradura para cada una y quién sabe si son iguales o para cada cerradura una llave diferente, y así un manojo de 11 llaves que además deben ser pesadas, desde luego no de esas que puedes enganchar en las trabillas de tu jeans Son verjas muy altas, que en lingüística cognitiva serían el prototipo más “prototipo” de verja en la teoría de los prototipos, lo pienso al pasar por delante de ellas, que para todas las palabras hay varias representaciones mentales, pero si dices verja yo pienso en la verja del “subte”, que es una verja de hierro muy alta, que me gustaría escalar, que si fuera valiente lo haría, para ver mejor lo que hay detrás, arriba, o mejor dicho “más allá” Lo único que se ve desde aquí es una luz deslumbrante, que esta vez es la luz que viene de la estación, como si el Sol residiera allí, como si estas altas rejas de hierro fueran los barrotes de tu fría celda que da al exterior, y no se ve nada más que una sensación de pasos, de frenéticos montones de gente, en cúmulos, como una idea de movimiento hacia algo o alguien que no puedes ver ni conocer, porque a lo sumo desde estas profundidades podrías vislumbrar el acercamiento de dos rodillas contra otras dos rodillas —¿en el acto de un abrazo, un beso, una bofetada?—, todavía dos rodillas cualesquiera que sin el resto del cuerpo se pierden entre todas las demás rodillas que recorren esta estación. Y lo mismo pasaría si subiera estos otros escalones, podría asomarme un poco más, pero sería poco lo que vería, que de todas formas no me basta. Sí, porque hay como otra escalera bloqueada por la verja, lo que me hace pensar en Venecia, no sé por qué, tal vez ciertos canales tenían escalones de bajada y cuando el agua estaba baja se podían vislumbrar, o quizás eran las verjas que estaban a medio camino entre el agua y el no-agua y entonces, de repente aquí, para mí, todo podría inundarse y subir esos escalones sería la única opción que tendría, ni siquiera una cuestión de coraje.

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Y todo lo que no se puede ver desde aquí abajo ahora lo imagino y entonces imagino los trenes y los oigo, y todavía oigo los anuncios y uno de ellos que dice, gritando, “el tren regional de las 14:50 para Ferrara, sale del andén 9 en lugar del andén 6 Piazzale Ovest”, y creo que una vez leí una historia muy triste sobre una vieja que solía ir a la estación durante años para oír la voz grabada de su marido que había muerto; ella se iba a la misma hora todos los días, pero quién sabe quién graba estas voces ahora, que todas me parecen voces falsas, y creo que sea mejor así, y que ciertamente yo nunca hubiera tenido el mismo coraje de la mujer ya mayor

Y están los andenes 7 y 6, y en mi opinión esos números están hechos de las mismas luces de neón eléctricas de los rectángulos de arriba, también vibran un poco y un poco tiemblan, y hay otros anuncios con la misma voz anónima de antes, más fría que el frío que siento, y otras personas que imagino corriendo como para no llegar tarde, otras personas que perderán el tren y otras como yo que llegan temprano para un

tren que no tienen y lo esperan de todos modos, aunque nunca va a llegar. Creo que todos tienen su destino en los zapatos y los demás no lo saben. Siempre es así y los demás no lo saben. Quién sabe cuál de todos estos destinos escritos en mayúsculas en los carteles de llegada y salida; leo algo mientras sigo caminando, siempre son demasiados, y pienso en cuántos lugares aún no he visto en esta larga lista y así imagínate en el mundo: Lecce, Porretta T. (Via Ravenna), Prato C.le, Brennero, Vignola, Imola, Roveri, Ancona, Poggio Rusco, Marzabotto, Salerno, Trieste C.le, Brescia, Parma. Y son brillantes estas señales, entre blancas y azules, me retrotraen a toda la geografía que desconozco, y ahí están todas las variaciones, de las 14 en una escala ascendente, horarios que probablemente cambiarán porque piensa en lo difícil que es coordinar una estación con 26 vías, “tú” que apenas coordinas dos piernas. Siento que estos trenes siguen pasando zumbando a mi lado, zumbando por encima de mí, zumbando hacia mí, y tantas prohibiciones que gritan “No pasar,” “No invadir”, “No fumar”,

hay detectores de humo, aquí no se puede fumar. “¡Qué bien, papá, ya has vuelto!”, dice lo escrito en una publicidad, sería bonito encontrarte ahora en la estación, estás bajando del tren que llega desde Cagliari, llevas un equipaje ligero, pero igual lo llevo yo. Y luego otras puertas cerradas otros parches apretados, y todavía todo igual como en otro espejo donde yo voy avanzando y estoy casi al final como en el pasillo de un videojuego donde me digo que ahora casi lo he conseguido, “no te des la vuelta” , que si me doy la vuelta se acabó, como si fuera Hermes diciéndoselo a Orfeo, mas también soy Orfeo, y entonces me doy la vuelta porque no me queda otra, pero no pasa nada, sólo veo el largo camino vacío de tiempo, vacío de gente, que lo podía haber soñado exactamente así, y en cambio es real, todo hecho de ladrillos de cemento de esas cosas grises de antes, y ya hay escaleras para salir de este despojo de vida que se ha creado, que no sé cuánto duró exactamente ni qué pasó exactamente… Quizá todo esto, aunque no me basten las palabras.

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Fo tos: Giampiero Acri

Y Bolonia ahora está toda aquí.

Que sólo ahora me doy cuenta de que tal vez esa fue la larga preparación para este gran espectáculo, una especie de red carpet suburbano donde nadie te mira, y la ciudad se destaca delante de ti, así, a pesar de que todavía no es ciudad, sólo es la “Estación Central” llena de gente, y me parece como cuando sales del metro amarillo de Milán directamente en el Duomo y subes las escaleras, una tras otra, y “Él” se te construye delante de ti cada vez más, siempre es más blanco, siempre es más alto, siempre es más inmenso, quizás porque todo de una pieza… que si nunca lo has visto te dolería el pecho, así que hay que mirarlo despacio, así, darle el tiempo para que se forme delante de ti, dejar que se deslice en tus ojos como para construirlo mientras lo ves, hacerse cada vez más nuevo mientras subes los escalones del metro amarillo —salida Museo del siglo XX— que es realmente un espectáculo raro como esta Bolonia que tengo ahora delante, que no tiene Duomos pero esta acumulación de gente es toda su belleza, como si esto fuera un paso obligado para entrar en ella si

nunca has estado aquí, pero también si —como yo— ahora ya vives en ella.

Entonces el mundo ahora está todo aquí. Lo mires como lo mires, todo está aquí. Aquí que hay mil caras, este es un lugar perfecto para hacer un catálogo de las caras de la gente, tomar veinte como muestra, decir “vamos a hacer un experimento social” , las caras más raras y que nadie te haga caso porque todo el mundo tiene prisa, hay policías, hay gente con el pelo teñido de lunares, muchas maletas rojas. Mientras la voz grabada, siempre la misma, la de antes, muy fría (pero quizás ahora un poco menos), sigue repitiendo: “¡Atención!”, ahora casi más viva, en esa repetición de: “¡Atención!”, que casi me lo dice en los oídos otra vez: “¡Atención!”, que se sobrepone a los otros anuncios que no oigo. Sólo pienso que tiene razón, que siempre se nos olvida, y sin embargo hoy Bolonia me lo grita, que debo prestarle atención. Y me detengo, y sólo veo otras líneas en movimiento —que no son segmentos, no “profe”, esta vez debe escucharme—, son todas líneas donde todo a mi alrededor es un punto y no hay pizarras, sólo podemos decirnos que

de A a B el espacio no termina, que un punto lleva a otro y desde ahí todavía a otro lugar, que a partir de aquí hay infinitos caminos como las combinaciones de palabras más allá de la definición de la distancia, y otra vez: “¡Atención!”, que me gustaría oír esta voz en todas las calles del mundo, en todas las lenguas del mundo para que todos, pero todos de verdad la entiendan. Entonces: “¡Atención!”, para que luego no se nos olvide.

Que al final sólo es eso.

Y no es poco. (Sobre todo, si luego me lo cuentas.)

acrichia99@gmail.com

*Chiara Acri, 1999. Nació en Cagliari, Italia, donde se graduó en Letras Modernas. Vive en Bologna, donde estudia Ciencias Lingüísticas, amando la poesía y las palabras Giampiero Acri (1962, Iglesias, Cerdeña): Entusiasta de la fotografía como herramienta de lectura de mundos posibles, por invisibles y efímeros que a menudo sean.

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Entretelones

La feminización creciente:

Con tiempos largos para pensar y escribir pausadamente, abordo un tema que desde tiempo atrás me atrae y me apasiona: ¿qué pasa con la presencia femenina en nuestras sociedades contemporáneas que, reiterada y aceleradamente, tiende a ser, a nivel mundial, de manera abrumadora, extendida y dominante, una presencia que convierte cada vez más al mundo en un mundo de mujeres, volviéndose hoy esa presencia en una de las contradicciones clave del capitalismo contemporáneo, que no ha sabido y no sabe cómo enfrentar esa presencia sensible y masiva de mujeres en el ámbito social, lo que obliga a su estudio detallado, acucioso y reiterativo. Se cree aquí que dentro de esa pregunta caben muchísimas temáticas que dentro de este escrito quizá sólo se logren esbozar algunas de ellas y que sin duda explotan de manera cotidiana.

Así, reconociendo, pues, la parcialidad del abordaje de tal temática, este breve ensayo reflexivo es como un salto al vacío cuyo objetivo es, sólo, plantear algunas ideas sobre una temática que, hoy, apenas y se alcanza a vislumbrar, a pesar de que, desde diversas perspectivas, ha sido abordada por muy diversos autores y autoras desde variadas perspectivas. Como en otras ocasiones, más allá de todo rigor académico se trabajan sólo algunas ideas centrales que, en ocasiones, se ven respaldadas por citas académicas formales.

Lo biológico y lo antropológico

De esta manera, estudiar hoy la

presencia apabullante de las mujeres en nuestro mundo contemporáneo remite a una historia remota, muy remota, en donde la pregunta central, como bien lo argumenta Dalia Ventura en su excelente escrito La fascinante historia de cómo el sexo nació en América hace unos 250 millones de años (BBC News mundo, 19 de mayo de 2019) tiene que ver mucho con los orígenes de la especie humana (orígenes en muchos sentidos marítimos, lo que conlleva que seamos, hombres y mujeres, corporalmente acuosos en un gran porcentaje: 60 por ciento), la que, como parte de su evolución como ser vivo, en un determinado momento alcanzó su división sexual para poder reproducirse, en lugar de optar por algún otro tipo de reproducción (esporulación, gemación, bipartición, segmentación, partenogénesis). El sexo, pues, es una parte primordial de nuestra evolución como especie; aunque también, más adelante, parte de nuestros orígenes y evolución primaria ya como especie es la existencia del macho alfa en el grupo, que fijaba las tareas a desarrollar para sobrevivir y establecía quién debía, dentro del grupo humano —compuesto de hembras y machos—, desarrollarlas, sin olvidar, en ese entonces, el predominio generalizado y dominante dentro del grupo del pensamiento mágico como forma para ordenar la vida y que dio origen así, a la división de tareas dentro del grupo (en donde la conformación del cuerpo —como en el caso de todos los mamíferos— tuvo mucho que ver: musculoso el macho; tenue, sutil, estriado —por embarazo, parto y amamantamiento— el de la mujer). ¿Por qué a los machos tocó el desarrollo de las tareas más

“De la madre el ser humano hereda la lengua, la que no en balde, así, recibe el nombre de lengua materna”

pesadas —caza, pesca, siembra y recolección?—, ¿acaso ello permitió el predominio precisamente del macho alfa?, cuya evolución luego, en términos de pensamiento mágico, ejerció su predominio de comunicación, lenguaje y rituales —poco indagado aún el tema por la antropología—, por lo que así, desde el principio, predominaron en el grupo humano los símbolos y signos emitidos por el macho alfa para realizar las tareas básicas y proteger la especie, en donde, sin modificaciones sustanciales, el papel de la mujer implicó, en diversos sentidos, tareas sustantivas vinculadas a la reproducción y al cuidado de los críos, en el nicho primero y luego en la casa, lo que la llevó a una subordinación temprana hacia el hombre. Hipótesis, las anteriores, provenientes de un estudio detallado de la evolución de la especie, aunque dada su lejanía, requieren de estudios de confirmación.

A la etapa del pensamiento mágico le sigue la etapa del pensamiento

religioso, que no modifica sustantivamente la subordinación de la mujer hacia el hombre, al margen de que el orden de las tareas al interior del grupo humano sí comienzan a cambiar, aunque no sustantivamente.

Historia de cientos de millones de años, que no se detiene allí, sino que, ya más cerca de nosotros, con el surgimiento del pensamiento racional entre los griegos antiguos (y la referencia es obligada, porque falta estudiar más a fondo la historia de los pueblos de Oriente y del Norte de Europa —las raíces celtas son apasionantes—, al menos entre nosotros, los denominados pueblos de Occidente) y de lo que se denomina, en el pensamiento de los ya calificados como pueblos de Occidente, “civilización” (lo pongo entrecomillado para remarcar el carácter parcial y discriminatorio del término) poco se modifica el papel social de la mujer. En otras palabras, en general el salto que se da entre pensamiento religioso y pensamiento racional es confuso en general, incluyendo en ello lo que se refiere al género, aunque lo que no

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POR SERGIO GÓMEZ MONTERO* Rosa Luxemburgo, ac vista y teórica marxista.

presente y futuro

se puede negar es que a la mujer se le siguieron confiando desde aquellas épocas remotas (y se le siguen confiando en gran medida aún) dos tareas centrales más allá de la reproducción de la especie: una, el cuidado de los más jóvenes del núcleo familiar, y dos, el cuidado del hogar, con todo lo que ello conllevaba en términos económicos.

Así, por ejemplo, entre los griegos, la mujer es, por primera vez, admitida oficiosamente en los círculos del saber (filosofía y matemáticas) hasta Alejandría (entre el siglo IV y I a, C., y no en balde, ya que en esa ciudad confluyeron en aquel entonces saberes múltiples, provenientes unos de Egipto y otros del Mediterráneo), en donde la figura de Hipatia, ya cerca de la Edad Media, reluce de manera particular Pero eso, la admisión de las mujeres compitiendo en la vida pública, no sucede en la Grecia clásica, en donde la república y la democracia se originan y dejan al margen aún, en sus orígenes, a las mujeres. Pero, más allá de ejemplos aislados, a la mujer en la vida pública de Occidente casi nunca, desde entonces, se logra visualizarla con claridad, sino hasta épocas relativamente cercanas: fines del XIX y particularmente principios del XX.

Papeles ocultos pero relevantes

Aparentemente relegadas al hogar, las tareas desarrolladas por las mujeres en aquel entonces, hasta hoy no se han valorado de manera suficiente ni adecuada, dado que la Historia ha enfatizado más que nada lo militar y lo político de aquella época básicamente, sin tomar en consideración aquello que más allá de la guerra y la política era esencial para la vida diaria: el hogar y lo que sucedía dentro de él y que contribuía de manera sustantiva a que

esa vida diaria siguiera reproduciéndose y por tanto la mujer poco, muy poco, es una figura tomada en cuenta por la Historia hasta hoy, dado que la Historia es obsesiva y reiterativa.

Pero, por ejemplo, a la mujer toca no sólo crear en su seno al ser vivo —una tarea básica para darle continuidad a la especie—, sino que es allí, en el hogar, bajo el cuidado del seno materno, en donde ese ser humano va a adquirir —entre otras— una capacidad esencial: su posibilidad de comunicarse con el lenguaje del grupo. De la madre el ser humano hereda la lengua, la que no en balde, así, recibe el nombre de lengua materna. La lengua del ser humano ha sido pues, siempre, de manera precisa, la lengua materna.

Más relevante aún aunque poco estudiado todavía es la función económica destacada que siempre ha tenido la mujer en términos históricos, pues sin el mantenimiento del hogar aún en tiempos de guerra, ya no se diga cotidianamente, la sociedad no se hubiera sostenido y de allí se desprende un papel económico primordial de la mujer que hasta hoy no se ha perdido y que, por eso, desde épocas muy remotas, le otorga un papel primordial en términos de reproducción humana y que más nos vale, a todos los humanos, proteger si queremos que la especie continúe reproduciéndose.

La aparición histórica de la mujer

En el Occidente la mujer comienza a destacar en lo social, en términos históricos, sólo hasta después de la Edad Media, cuando deja de estar recluida en el hogar y comienza, al igual que el hombre, a visitar poco a poco las universidades de aquella época y ocupa territorios

del campo del saber también, que antes eran exclusivos para el género opuesto. Asimismo, poco a poco, llegan a disputar en la política, el empleo y los negocios, sin dejar nunca de desatender el hogar (la hoy famosa doble jornada, que hasta hoy no es aún reconocida). Pero mínimo son tres siglos los que deben de transcurrir (del XVI al XVIII) de azarosos ires y venires para que, en Occidente, la mujer pudiera competir con los varones en relativa igualdad de condiciones por su presencia social (que incluye allí todo lo referente a lo político y laboral) en medio de luchas de muy diversa naturaleza y que dejan constancia de lo difícil que fue alcanzar las metas y objetivos que se buscaban.

En esas épocas relativamente remotas, la presencia de la mujer en los campos de la sabiduría y el poder social no sólo se manifestó por las vías públicas tradicionales, sino que también de manera clandestina su presencia y poder se dejaron sentir: las brujas —de cuyo poder y sabiduría aún falta mucho por conocerse, dado a varios ingredientes de pensamiento mágico que se entremezclaron con sus saberes comunes— fueron una presencia femenina muy poderosa en aquel entonces.

A finales del XIX la lucha de las mujeres por consolidar esa presencia social comienza a cobrar cada vez dimensiones mayores, casi siempre cobijada por un marxismo que la protege, hace suya y alienta desde que comienza a surgir, pues entiende, desde un principio, que es una contradicción que el capitalismo nunca podrá resolver (Kollontai, Luxemburgo, Krupskaya) y es desde ese seno originario desde el cual surgen las luchas más radicales de las mujeres por el reconocimiento de sus derechos, hasta hoy, cuando

ro, un principio laboral fundamental: a trabajo igual salario igual, sino que, todavía hoy, es muy común que el trabajo femenino se vea menospreciado y sobreexplotado.

Pero no sólo en cuestiones laborales y políticas la mujer sigue emprendiendo luchas muy arduas, sino que, una de las luchas más duras que en la actualidad las mujeres emprenden es haciéndole frente al profundo sentido patriarcal y machista —y que por lo común se expresa en violencia— sobre el cual se erigen aún las sociedades contemporáneas y que particularmente en la actualidad es inexplicable dado que, desde mediados del siglo XX, la población de mujeres en el mundo es mayor a la de los varones, lo que está dando origen a una nueva realidad.

Nueva sociedad, nueva cultura

Así pues, en épocas recientes el desarrollo de la femineidad en el género humano ha pasado por etapas diversas a la vez que muy complejas y que necesitan seguir estudiándose para comprenderlas en su totalidad, como sucede con lo que en nuestros días comienza a pasar y cuya característica más relevante es el dominio numérico —cada vez creciente— de las mujeres sobre los hombres, a la vez que de manera paralela se dan dos fenómenos que

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pudieran denominarse naturales: primero, el incremento de las luchas de las mujeres en defensa de sus derechos, mientras, segundo, de manera paralela crecen (o se hacen más sensibles, al menos) los crímenes y agresiones en contra de las mujeres. A su vez, eso está generando dos fenómenos sociales muy significativos: la feminización creciente de nuestra vida diaria y el surgimiento de una nueva cultura en la vida social cotidiana.

Se anota aquí que, dada la naturaleza periodística de este escrito, mientras por un lado mucho de lo que aquí se afirma, si bien apenas se esboza, por el otro lado sus afirmaciones tienen un marcado carácter hipotético.

Así pues está el hecho innegable que se desprende de los números, desde años atrás las estadísticas de población mundial señalan la existencia de un empate en el número de mujeres y de hombres en el mundo (según el Banco Mundial, del 2001 hasta hoy hay una tendencia creciente de mujeres por razones hasta hoy no suficientemente explicadas y que van desde una mayor longevidad del género femenino hasta una tasa mayor de nacimientos de mujeres que de hombres), en una población mundial cercana ya a los 8 mil millones de habitantes con un 49.6% de mujeres y el restante 50.4% de hombres (empate técnico), que, por ejemplo para el caso del país en 2022 los indicadores de población señalan que la cantidad de mujeres asciende a 66.4 millones de personas, mientras los hombres son 63.7 millones, según el CONAPO (Consejo Nacional de Población). Frente a ese crecimiento indudable de la población de género femenino, como una contradicción sustantiva del capitalismo habría que marcar que las luchas feministas en el mundo se han incrementado, a la vez que, de manera paralela, sus demandas se han ampliado y radicalizado con

se sustentaba tanto en cuestiones materiales (salarios mayores para hombres que para mujeres, a pesar de que el trabajo es el mismo) como inmateriales (el lenguaje de uso corriente tiene una marcada carga masculina). Lo anterior, pues, da origen al incremento de las luchas feministas (Me too) a nivel mundial, por muy fuertes que sean las resistencias patriarcales, y eso, quiérase que no, deja cada vez su marca en la vida social de cualquier nación del mundo.

Si ese es hoy el presente de la feminización de nuestra vida diaria, ¿qué augura el futuro cercano al respecto?

Sobre ello nada es fácil de predecir por más armas proféticas que se esgriman, sobre todo si tomamos en cuenta que hasta hoy el espíritu patriarcal de nuestras sociedades predomina y se resiste a negociar con la feminización en ascenso, aunque, como sea, sí es posible vislumbrar el panorama siguiente para el relativo corto plazo.

Tomando en consideración el ascenso continuo de la feminización tanto como un hecho numérico como de influencia social es evi-

femenina será cada vez más avasallante en nuestras sociedades (no sólo en término de población, sino, por ejemplo, por profesiones: el trabajo doméstico, la enfermería y el magisterio de educación básica son hoy, básicamente, actividades y profesiones ejercidas por mujeres) y se tendrá que negociar con ella para el reparto del poder social (desde el aborto, hasta el reparto igualitario de puestos de trabajo, representación popular y prestaciones laborables) para que así no sólo se respete la mayoría femenina en términos de cantidad sino también de calidad.

Desde luego, de allí se desprende una pregunta obvia: ¿Se detendrá el crecimiento numérico de las mujeres como género? ¿Tendrán las sociedades del futuro la capacidad de conciliar entre géneros (otro dilema brutal, pues desde tiempo atrás los géneros ya no son sólo dos)? De no darse lo anterior, ¿tendrán nuestras sociedades futuras la capacidad de negociar con tranquilidad la repartición del poder social? ¿Cuál, en síntesis —si antes no nos ganan las visiones apocalípticas del cambio climático o la aún más traumática, de imponer una actitud terminal, criminal, en contra de las

mujeres por parte del género masculino (o todo lo contrario, por qué no, que es una de tantas lecciones de Kill Boksoon)—, será el futuro de las sociedades humanas?

Como sea que contestemos las preguntas anteriores, a futuro, como sea —vía conciliación o enfrentamiento entre géneros—, habrá no sólo una nueva sociedad, sino que esta nueva sociedad va a generar una nueva cultura, toda vez que las relaciones sociales van a sufrir una transformación radical y ello, quiérase o no, va dar origen a una nueva cultura, en los términos que lo plantea particularmente Bauman en su libro La cultura como praxis (Paidós, España 2002), en donde siguiendo las lecciones de la Escuela de Frankfurt considera que la cultura es la energía de la sociedad y que esa energía se modifica de acuerdo a los cambios que sufre precisamente el todo social, el cual, al irse disolviendo positivamente —es decir a favor de lo femenino— la contradicción entre géneros que hoy existe implicará que otras contradicciones propias del capitalismo (raza, clima, recursos naturales, etcétera) también se estarán disolviendo, augurando ello, al fin, la terminación de ese capitalismo como modo de producción, para ir abriendo paso así, poco a poco, al socialismo.

En fin, se cortan aquí las especulaciones y se abre paso a la discusión (a distancia, ni modo) de las tesis aquí planteadas.

gomeboka@yahoo.com.mx

*Sólo estructurador de historias cotidianas. Profesor jubilado de la UPN/Ensenada

Una lectura si no minuciosa y exhaustiva sí detenida de la novela El invencible verano de Liliana (Random House, México 2023) de Cristina Rivera Garza y la película coreana Kill Boksoon (2023) del director Byung Sung-hyun ayudaron a madurar varias ideas de este escrito

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Sheinbaum: el arte de hacer conciertos

POR EDUARDO CRUZ VÁZQUEZ*

Es una anécdota que adoro por venir de quien vino y cuando hay pretexto, vuelvo a ella. Organizamos con el entonces Instituto de Cultura de Morelos, en el Jardín Borda, una jornada de empresas culturales. Dos componentes se instrumentaron: por un lado espacios para los negocios y por otro, una serie de conferencias.

La estelar corrió a cargo de Alejandro Soberón, presidente del Consejo de Administración de la Corporación Interamericana de Entretenimiento (CIE). Para mucha gente esas siglas son desconocidas a pesar de tantos años. En efecto, la famosa OCESA (Operadora de Centro de Espectáculos S. A.) es parte del consorcio que viene de los años 90 del siglo pasado.

Algunos recordarán el tsunami de conciertos que se desató en el todavía Distrito Federal. Imborrables, maravillosos. Uno de ellos generó que del Palacio de San Lázaro saliera la intentona de prohibirlo: el de Madonna en 1993. En aquella charla, Soberón contó de las presiones que sufrieron para cancelarlo.

Con el agua en el cuello, tras negociaciones infructuosas con el regente Manuel Camacho —cuyo secretario de Gobierno era Marcelo Ebrard—, Soberón pidió audiencia con el presidente Salinas. Le puso al tanto. El mandatario tomó el teléfono. Marcó por la red al regente.

—Manuel, saludos, un favor. Como sabes, se presentará Madonna en la ciudad y quiero que me apartes unos lugares.

—Hola presidente, claro, con gusto.

Colgó. Se despidieron. Al poco rato, la empresa fue notificada de que todo estaba resuelto y que la cantante podría actuar sin mayor problema.

Desde Camacho hasta la ahora jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, los gobernantes de la capirucha han tenido en la CIE un aliado

incondicional para promover conciertos en el Zócalo. No son ya los únicos proveedores, en tanto el mercado se ha nutrido de otros promotores, pero OCESA sigue llevando la mano por ciertas razones.

Desde los tiempos del salinato, al consorcio se le concedió un PATR (Permiso Administrativo Temporal Revocable) figura de permisionario que sabe igual que una concesión. Se arrancaron con el legendario Palacio de los Deportes, siguieron con el Foro Sol (por la cerveza) y cuando ganaron la sede de la Fórmula 1 de la mano de Carlos Slim Domit, les dieron el Autódromo de los Hermanos Rodríguez.

Hacer conciertos en el Zócalo viene de los tiempos del priato. Se sofisticaron con la andanada de la apertura comercial bajo la guía de la CIE. No tienen idea del enjambre de intereses que se mueven alrededor de una figura de moda (o histórica) como ocurre con la fiebre del momento llamada Rosalía.

Se dice popularmente que nada es gratis. El gasto de los honorarios de la cantante y su banda, ha sido lo de menos. La ingeniería contractual, fiscal y financiera les permiten beneficios compensatorios. Por eso acceden. Rosalía, como Bono (vaya que U2 sabe del arte de hacer negocios) no son hermanitos de la caridad.

Los innumerables gastos de montaje, producción y largo etcétera, el “Gobierno de la Ciudad” los absorbe por reductos administrativos que les hacen prácticamente inadvertibles, amén de algunas otras almas caritativas. Pensemos simplemente en el gasto de energía.

Haya sido OCESA o cualquier otro promotor, lo cierto es que al darle a Sheinbaum el obsequio de Rosalía, confirma aquello de que favor con favor se paga.

angol97@yahoo.com.mx

*Periodista, gestor cultural, ex diplomático cultural, formador de emprendedores culturales y ante todo arqueólogo del sector cultural

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ESTAR NEPANTLA
El equipo editorial de Palabra lamenta el sensible fallecimiento del escritor y poeta David Salazar Miranda, Primer lugar de los Juegos Florales “Luis Pavía López” 2023 y quien fuese colaborador del suplemento cultural. Ensenada, Baja California, abril de 2023
Foto: Cortesía El periodista Vicente Gutiérrez publicó este tuit la noche del jueves 27 de abril.

El artista como fantasma: consideraciones en torno a su invisibilidad mediática

Cada cambio es una forma de liberación. Mi madre solía decir que el cambio es siempre bueno, incluso cuando es para peor

Por la mañana, entre mi primera y segunda taza de café, suelo ver los portales de noticias para enterarme de los desastres que cada nueva jornada trae consigo, para comparar las mismas noticias contadas desde distintas —y las más de las veces— opuestas perspectivas. Empiezo por las cadenas de noticias extranjeras, CNN de nuestro vecino del norte, The Guardian y la BBC de Gran Bretaña, France24 del país galo, DW de Alemania, RT de Rusia, Aljazeera de los países árabes, Europapress de España, Página12 de Argentina, CGTN de China, para luego entrar a los sitios nacionales, desde El Financiero hasta Sinembargo. Finalmente, exploro el mundo noticioso regional: La Crónica en primer lugar, luego El Mexicano y La voz de la frontera. Casi siempre me decanto por noticias internacionales y de cultura.

Hace pocos días, estando en tal ritual, leí un artículo del pintor Rubén García Benavides en La Crónica, que es un diario donde yo también soy columnista. No acostumbro hacerlo en el caso de Benavides porque sus textos son de machacona opinión política en la mayoría de los casos y pocas veces se dedica a comentar el panorama artístico de nuestra entidad, lo cual ciertamente es tema de mi interés como lector y periodista cultural. En las escasas ocasiones en que don Rubén así lo hace —en que el arte es el centro de su atención— dedica su columna a pedir que se haga su añorado proyecto de un museo de arte como ya hay en otras ciudades del interior del país. Pero en un reciente artículo,

gran pintor Ortega, que había pasado sin pena ni gloria. Y no por el valor artístico de lo exhibido en ella, que es mucho, sino, como decía don Rubén, por la falta de atención mediática a esta exposición: “Fuera de quicio me quedé cuando en la exposición pictórica de Carlos Coronado y mía en la Casa de la Cultura de Mexicali, la televisión, los periodistas estrellas, los comunicadores lumbreras y la prensa, incluso La Crónica en donde escribo, brillaron por su ausencia”. Y agregaba una explicación a lo que él llamaba el “menosprecio de los medios”, donde aseguraba que ni Carlos ni él eran requeridos por no ser “noticia de escándalo: crimen, droga, minusválidos o pobreza extrema”. Y al final se lamentaba, este artista reconocido nacional e internacionalmente, de que la exposición de Coronado y suya era resultado de “más de cincuenta años en la disciplina” pictórica que ambos creadores han practicado por más décadas: “se dice fácil, pero lo logran pocos”, concluía. ¿A qué se debe, entonces, este desdén por la cultura y el arte por parte de los medios, donde el artista se ha vuelto un fantasma si no

y tienen efecto en el arte como objeto de consumo y en el artista como figura pública. Benavides mismo lo reconoce: el artista que sólo es artista no es el preferido del público, no es el que concita el furor comercial, la multitud adoradora. De ahí que yo propongo, como explicación de tal desaire, los siguientes factores a considerar:

1.- El artista visual ya no es visto como un creador riguroso, con un mérito propio, sino como un ser narcisista para consumo en las redes, cuyo prestigio es la persona y no necesariamente su obra. El centro de atención está en la pose, en las polémicas en que se participa, en los “memes” que genera entre sus seguidores. Se espera de él que sea un influencer, alguien que busque a los medios para ser la comidilla del día, alguien que no ponga en entredicho el mercado mismo del arte. Los tiempos del artista como libertador creativo, del arte como obra visionaria, han quedado en el pasado ante un arte moldeado desde la subordinación a sus patrocinadores, desde el acatamiento a sus mecenas. Como en

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POR GABRIEL TRUJILLO MUÑOZ* Fo tos: Archivo Pa labr a Rubén García Benavides.

tiempos antiguos, el creador se adapta sin chistar a lo que la audiencia, las redes y la academia dicen que es arte. Quizá Benavides y Coronado debieron avisar a los medios que iban a lanzarse baldes con pintura mutuamente, que su exposición sobre la sierra de La Rumorosa iba a tener lugar en la cumbre misma de esta montaña o que iban a protestar por la falta de atención mediática para que los propios medios los consideraran un espectáculo que valía la pena compartir con su audiencia.

2.- La disminución de los especialistas en arte que ahora son especialistas en marketing. Se habla de arte para venderlo al mejor postor Es decir: se promueve al artista como un producto a publicitar, como el vocero de una tendencia de moda. O tal vez olvidan la máxima de Tyron Lannister, el famoso filósofo de Westeros: “Todo es válido, pero no todo es valioso”. Y aquí hay que ver que los académicos, aquellos que enseñan el arte o investigan el contexto en que éste se crea, han decidido que ellos también merecen los reflectores del artista, que ellos, como museógrafos, curadores o críticos, merecen sus quince minutos de fama. Y para ello, el artista es un pretexto para destacar como los únicos intérpretes de la verdad absoluta. Hace poco leí a uno de ellos decir que su interpretación —o hipótesis de trabajo— era una verdad irrefutable. Con tales arrogancias se construye una imagen de que el verdadero artista no es el creador sino su exégeta. Y así el artista se vuelve una nota a pie de página, una referencia, un argumento. La prueba visible de que su intérprete o promotor es quien tiene la última palabra y no el propio creador

3.- La desaparición de los espacios culturales en los medios. El periodista cultural es el “pájaro Dodo” de nuestro tiempo: es una especie extinta porque a nadie le interesó preservar su sentido crítico, su responsabilidad social. De ahí que el reportero actual ya sea un generalista: lo mismo puede escribir de nota roja, una conferencia de prensa en la Cámara de Comercio, un pijama party y una exposición de arte entre las damas

de sociedad. Para esta clase de periodista, todo vale igual. Y no es culpa de él o ella sino del nulo valor que los medios contemporáneos —desde televisoras hasta los portales de noticias— le dan a la cultura, pues para ellos sólo es otro acontecimiento a vender, una información que sirve exclusivamente para atraer a las empresas que patrocinarán a su medio. Un entretenimiento para pasar el rato. Un infomercial. La falta de espacios para difundir lo cultural y lo artístico es evidente, y cuando llegan a cubrirlos, los medios, especialmente los audiovisuales, integran el arte en la industria del espectáculo. Y por ello mismo, únicamente les interesan aquellos aspectos que son polémicos o que inciden en la situación política y partidista: dislates, tropiezos, ridiculeces. La información artística no es válida por sí misma sino por su vinculación con la agenda del momento, con los temas a debate, con los memes del día.

4.- Las instituciones públicas repiten los esquemas del siglo pasado, pero con menos recursos. No hablan ya de promover obras monumentales sino de hacer cultura en la calle. La vida artística se circunscribe a festivales, a jolgorio, a aglomeraciones festivas. Lo cual no está mal, pero no debe ser lo único. Esta lectura de lo cultural como eventos masivos funciona para las artes escénicas, pero no para las artes donde el creador individual se manifiesta con mayor fuerza, como la literatura y las artes visuales. De ahí el lamento de don Rubén. Pero también la percepción de que en el siglo XXI el artista es un promotor de sí mismo o nadie le prestará atención. Las instituciones ya no actúan con el paternalismo de la mamá de los pollitos. Ahora le exigen al artista que se rasque con sus propias uñas, que encuentre financiamiento por su cuenta y riesgo, que cacareé cada obra suya como un producto a vender, como una campaña publicitaria, como una tendencia de temporada: con caducidad fija. Y si hablamos de las instituciones privadas, vemos que éstas sólo quieren que el arte sea un evento social de la élite empresarial, un acontecimiento para los happy few. De ahí que, para esta minoría privilegiada, los residentes de las zonas doradas del estado, el arte debe ser algo agradable, que no cause conflictos, que no les agrie el día. El arte que exigen es que éste sea una inversión que deje beneficios, que dé ganancias, que proteja su dinero, que los muestre como los triunfadores, los ejemplos a seguir Y sucede que la gran mayoría de los artistas que trabajan para contentar a estos mecenas fronterizos crean

obras que no respingan, que no muerden, que no concitan más que la aceptación inane. No es arte lo que producen sino un sucedáneo del arte: una simulación decorativa que se vende como un objeto de prestigio. La ambición creativa como una marca de fábrica, como una atracción turística, como un lujo para quien puede pagarlo. Olvidan lo dicho por la pintora portuguesa Paula Rego: “El arte es el único lugar donde puedes hacer lo que quieras. Es libertad”. Desgraciadamente, para muchos artistas bajacalifornianos, su arte es un seguro financiero, una jaula de oro donde cantan para sus patrones, donde muestran su plumaje para admiración exclusiva de quien les da de comer. En vez de que el público se acomode a sus obras, estos artistas se adaptan a los gustos de su posible clientela: “¿Quieres un gatito con ojos amorosos? Mañana lo tienes”.

“El artista visual ya no es visto como un creador riguroso, con un mérito propio, sino como un ser narcisista para consumo en las redes, cuyo prestigio es la persona y no necesariamente su obra”

5.- El artista, como creador laborioso, ya es un fantasma irredimible: hasta la Inteligencia Artificial puede imitarlo. Pero una cosa es copiar sus manías y otra muy diferente es crear algo que deje marca en el mundo. El arte ya es un oficio obsoleto para muchos de nuestros contemporáneos, que creen que para hacerlo basta con ser ingenioso, mostrar alguna habilidad, ser carismático, aventarse al ruedo, porque ya no importa la disciplina o el talento, sino la pura osadía de hacer público lo privado, de mostrar quién eres y compartirlo en la red. Así son los tiempos del siglo XXI y no hay marcha atrás. Por eso tantos que quieren ser llamados artistas buscan la fama y la fortuna haciendo barullo, dando de qué hablar. No les interesa su obra sino su resonancia. No les importa su hechura sino su impacto mediático. Su lema es: “No te fijes en lo que hago. Fíjate en mí, en mi apariencia, en mi forma de ser y comportarme. ¿Verdad que soy fascinante?”

6.- El clima cultural prevaleciente, donde tantos se sienten ofendidos por cualquier cosa que los molesta, que va contra sus prejuicios y creencias, ha vuelto al arte un territorio en acoso permanente, un campo de batalla de las guerras culturales del momento. La libertad creativa, por estar bajo asedio, hace que muchos creadores que no tienen estómago para luchar por sus convicciones, se amolden a las restricciones y causas de su cultura, país o religión. Y la obra resultante se adapta a las normas en uso, no rompe ni un plato para no generar un clima hostil hacia su creador El arte es ya lo que los otros quieren que

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Ruth Hernández.

sea: un objeto apacible, un instrumento sin f un alimento procesado, un gesto bre y sumisión a los poderes autoritarismos de todo tipo, lecientes. ¿Con qué fin? Para de la concurrencia, el dinero res, el visto bueno de las instituciones públicas privadas. Y por ello, gran parte de los artistas de la actualidad aceptan que su dores de simple entretenimiento, garantizada diversión.

Así que, basado en lo anterior siderar todos los factores que invisibilidad mediática a muchos artistas bajacalifornianos de generaciones pasadas, esos que en vez de hacer experimentos ingeniosos se dedicaron a trabajar con ahínco su disciplina artística sin pensar qué institución iba a becarlos, quién iba a comprar su obra o qué museo la albergaría. ¿Y entonces? Pues empezar a resolver las restricciones mediáticas de nuestro tiempo con el mismo empecinamiento creativo de la generación de los pioneros. Que los artistas que comenzaron su periplo en la segunda mitad del siglo XX produjeron una obra que debe aquilatarse como legado artístico para las nuevas generaciones de bajacalifornianos. Es una herencia que nos pertenece y a la vez nos responsabiliza en su cuidado, en su promoción, en su permanencia.

Lo cierto es que el ambiente de nuestra época nos obliga no sólo a rendirles homenajes oficiales, aplausos de reconocimiento a los pintores de la generación de Benavides y Coronado. Lo que pide don Rubén es que el público acuda a su exposición, que los medios la difundan. Yo agregaría que lo que requieren estos artistas bajacalifornianos que ya han fallecido o que rondan los setenta, ochenta años de edad es un público crítico, una audiencia exigente con su obra, una lectura sobre su papel en el contexto de su época y circunstancias. Estudiar sus trabajos y sus días de esfuerzo, así como investigar las instituciones públicas y los espacios independientes a los que estos creadores, desde los años cincuenta del siglo pasado, dieron vida y aliento. Y eso es tarea de las secciones culturales (que tan pocas quedan en nuestra entidad), de las redes sociales (cuando dejen el chismorreo, los bots, los retos a imitar), de los mecenas empresariales (que creen en el arte como simple inversión a su prestigio social), del mercadeo a destajo (las ferias de arte que se contentan con ser el mercado de pulgas local), de las instituciones culturales (que siguen la ruta de lo inmediato sobre el trabajo a largo plazo) y de los centros educativos (más propensos a proponer discursos teóricos que a escu-

Ante semejante situación, el creador visual se halla en la encrucijada entre lo que quiere hacer y lo que su medio quiere que haga: “¿Hago un performance sobre la tragedia del albergue de migrantes de la frontera? ¿Presento una escultura de un mazapán y la titulo Tijuana? ¿Pinto los juguetes de mi infancia para que me patrocine una empresa japonesa?

¿Expreso mi amor por Miley Cyrus con una exposición que se llame Talk to Myself for Hours?”

E incluso con tales intentos por unirse a la cultura de masas, el creador contemporáneo pocas veces logra escapar de su condición de fantasma. Ahora se le ubica, al menos por los medios, dentro de esa amplia categoría donde caben cantantes populares, actores de telenovelas, presentadores de noticias, youtubers y productores de contenido. Una amalgama donde no hay una precisa caracterización de lo que es creación artística, de lo que implica hacer arte porque todo puede serlo y cualquiera puede decirse artista simplemente para cotizar mejor en el mercado de su preferencia. Y los artistas que no anhelan la pasarela de la fama, los reflectores de la cultura del éxito, la adulación personal, esos no cuentan, no se les da importancia. Y así, los medios actúan como si estos últimos no merecieran ser mencionados, ir a sus presentaciones, atender sus exposiciones. A Benavides lo saca de quicio semejante indiferencia, tamaña ingratitud. No para su persona sino para su trabajo. Tal vez debería recordar otra cita de Paula Rego: la que afirma que “todo cambio es una forma de liberación”; que el cambio, aunque sea para peor, “siempre es bueno” porque da la posibilidad de transformar el mundo, la vida, la creación, la manera de hacer las cosas, de ser artista. Que el cambio es un desafío, una oportunidad. La de empezar todo de nuevo. La de buscar soluciones por uno mismo.

Ahora bien, pintores como don Carlos y don Rubén no quieren ser fantasmas antes de tiempo. Y por eso tienen todo el derecho a exigir a la

sociedad bajacaliforniana, a las instituciones que se dicen culturales (en el caso de la Casa de la Cultura de Mexicali, donde se inauguró la exposición de ambos, es el IMACUM) y a los medios regionales que se pongan las pilas, que no desprecien lo propio, que no sean ciegos a sus verdaderos artistas. No es tiempo de desestimar lo nuestro. No es hora de ser groseros con quienes tanto arte nos han dado por tantos años y con tanta generosidad. así, después de dicho todo lo anterior, lo que permanece en pie es la obra misma. La de Carlos Coronado Ortega, la de Rubén García Benavides y la de tantos otros artistas bajacalifornianos, ya sea que sigan con nosotros o hayan fallecido: la de Francisco Arias y Ángel ValRa, la de Ruth Hernández y Francisco Chávez Corrujedo, la de Esther Aldaco y Benjamín Serrano, la de Manuel Bojórkez y Arturo Esquivias, la de Álvaro Blancarte y Daniela Gallois, la de José García Arroyo y Ernesto Muñoz Acosta. Y esa obra hablará con voz estentórea a pesar de todos los desdenes y todos los ninguneos actuales. Y esa obra seguirá diciendo a propios y extraños: “Aquí estoy Si buscas el espíritu de lo bajacaliforniano y lo universal a un mismo tiempo, veme, léeme, escúchame, atiéndeme. Yo nunca me iré. Yo jamás dejaré de ser fiel a esta región del mundo”

Y entonces la pregunta se traslada a cada uno de nosotros. ¿Podremos ser fieles al arte bajacaliforniano en estos tiempos de TikTok y retos virales? ¿Podemos pensar en la obra de nuestros artistas como la parte trascendente, vital de nuestra sociedad? ¿O la era del artista riguroso, leal a su trabajo creativo y no a los imperativos de las redes sociales, de la cultura mediática ha concluido? En todo caso, aquí va una carita feliz, un dedo pulgar en alto, una sonrisa de simpatía. Los signos más utilizados para no tener que dar explicaciones, para no tener que pensar en serio sobre lo que el arte es en realidad: una exigencia creativa, un terremoto perceptivo, un acervo de conocimientos, un trabajo bien hecho para compartirse en todo tiempo y lugar. No importa el dolor que provoque, las heridas que abra con su sola presencia. Porque el arte para ser arte no requiere de una clientela, de una multitud de seguidores, de los reflectores de la prensa o de referencias a tal o cual fenómeno en boga. Únicamente necesita una mirada atenta a la condición humana, una expresión veraz de nuestro entorno, un decir: “Yo soy testigo del mundo y no puedo callarme la boca”. Eso. Sólo eso.

angel.gabriel.trujillo.munoz@uabc.edu.mx

*Escritor y poeta, autor de Espantapájaros y Tijuana city, tres novelas cortas
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Ernesto Muñoz Acosta

Antonio Gramsci: Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad

El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer Y en ese claroscuro surgen los monstruos.

POR FERNANDO MANCILLAS TREVIÑO *

Através de una exhaustiva investigación de nuevas cartas de Gramsci, en un archivo inédito y el profundo análisis de los Cuadernos de la cárcel, el historiador Andrew Pearmain arroja nueva luz sobre la vida y obra de Antonio Francesco Sebastiano Gramsci (22 de enero de 1891, Ales, Cerdeña, Italia-27 de abril de 1937, Roma, Italia), el más destacado filósofo, político, teórico social, filólogo, periodista, crítico cultural y activista social que generó Italia en el siglo XX.

Su legado —en el siglo XXI— es enorme, como señala su biógrafo Andrew Pearmain, sobre todo en sus concepciones de hegemonía y subalternidad, además de su percepción orgánica de la cultura cuando observa: “La cultura es […] organizar, disciplinar el yo interior de cada cual, es tomar posesión de la personalidad propia, conquistar una conciencia superior, por la cual uno llega a comprender su propio valor histórico, su propia función en la vida, sus propios derechos y sus propios deberes” Y fue consecuente con ello.

Desde su infancia y adolescencia en la Cerdeña —una de las regiones más pobre de Italia— Gramsci a pesar de vivir en la miseria, sobresalió como el estudiante más diligente de su familia. Más tarde en 1911 ingresa a la Universidad de Turín, desnutrido y sin el abrigo adecuado, sobrevivió con una magra beca y una minúscula ayuda familiar como estudiante en la carrera de Filología Moderna en la Facultad de Letras, como da cuenta en una carta a su familia al tener que: “atravesar la ciudad tiritando, y después, al regreso encontrar una habitación fría y […] tener que quedarme sentado un par de horas tiritando todavía […] Lo peor es que la preocu-

o me paseo por la pieza para calentarme los pies, o bien tengo que quedarme envuelto con ropas y mantas porque no consigo soportar la primera helada [..] Espero todos tengan una feliz Navidad, sin temer el peligro de ser echados de la casa o tener que andar pateando el piso para calentarse los pies”

A pesar de vivir en la mayor austeridad Gramsci destacó en sus estudios universitarios obteniendo las más altas calificaciones en las materias de Geografía, Gramática Griega y Latina y Glotología. Debido a su conciencia política Gramsci se afilia en junio de 1913 al Partido Socialista Italiano sosteniendo una fuerte actividad en sus diversas campañas. En abril de 1915, Gramsci presentó su último examen en la universidad, dejando inconcluso su ciclo de grado y abandonó el sistema académico. Aunque dejó inconclusa su carrera universitaria, Gramsci aprovechó y asimiló creativamente lo mejor que le proporcionó la institución universitaria: “La Universidad de Turín era una institución académica importante, con reputación internacional en estudios avanzados e investigación, incluido el campo que eligió Gramsci, lingüística comparativa, en el cual se destacó. Sus estudios le habían aportado una sólida formación metodológica y valiosos contactos y redes, que darían frutos sustanciales en futuras colaboraciones y proyectos. Pero también habían requerido un intenso es-

fuerzo intelectual y serias adversidades personales; eso sin mencionar la adaptación cultural a la vida en una gran metrópoli italiana continental”.

En plena turbulencia de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Gramsci había contribuido con inquisitivos artículos en el influyente periódico Avanti! Y debido a la urgencia de los tiempos y acontecimientos internacionales, en noviembre de 1915 ingresa, como escritor y redactor, al equipo del semanario político IL Grido del Popolo Asimismo, en 1916 colabora con una columna regular en la sección turinesa de Avanti!, denominada “Soto la Mole”, dedicándose así al periodismo político y cultural de tiempo completo.

En sus casi diez años como periodista, Gramsci había publicado más de mil artículos, lo que implica un material como para quince o veinte volúmenes de cuatrocientas páginas. En su experiencia como escritor, señala Andrew Pearmain: “Gramsci también juzgaba con ojo de periodista avezado aquello que era actual, relevante y significativo en todo lo que leía o encontraba, y en sus escritos siempre trasluce una sólida sensación del ritmo y la estructura de la narración. Muchas de sus cartas personales desde la cárcel, en especial aquellas que describen incidentes, jornadas o personajes interesantes, se leen más como artículos que como mensajes privados”.

El 1° de mayo de 1919 Antonio Gramsci y los intelectuales Palmiro Togliatti (1893-1964), Umberto Terracini (1895-1983) y Angelo Tasca (18921960) fundan el periódico L´Ordine Nuovo con un programa de renovación social. Gramsci fue designado “secretario editorial”. En el primer número aparece su lema: “Instrúyanse, porque necesitaremos toda nuestra inteligencia. Sacúdanse, porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo. Organícense, porque necesitaremos toda nuestra fuerza”. Al inicio el periódico contaba con 300 suscriptores y 3 mil lectores. En 1920 tenía mil 100 suscriptores e imprimía cerca de 5 mil ejemplares, distribuidos en Turín y en el Piamonte.

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Fo tos: Archivo Pa labr a

Como periodista Gramsci era temido por la ironía de sus escritos con una aguda y penetrante visión del mundo político y social de la Modernidad, donde se expresa también la crítica a buena parte del periodismo prevaleciente: “Los hombres ingeniosos son una parte muy importante de la vida social moderna, y son muy populares. Suplantan la verdad con una ocurrencia que hace reír, la seriedad con una ocurrencia que hace reír, la profundidad con una ocurrencia que hace reír. El ideal de su vida espiritual es el salón elegante, la conversación fatua y brillante del salón, el aplauso mesurado y la sonrisa velada de los asiduos a salones. [Todo se reduce a] muchas palabras, amable escepticismo, levemente salpicado de sentimentalismo melancólico. El hombre ingenioso se volvió todavía más importante por obra de la última encarnación que sufrieron los salones: las redacciones de los periódicos burgueses. Así, el hombre ingenioso amplió el círculo de su auditorio y volvió ingeniosamente risible todo —la política, la guerra, el dolor, la vida y la muerte— y por ende obtuvo muchos aplausos y ganó mucho dinero”

Después de una estancia en Moscú, donde tuvo una entrevista con Lenin, Gramsci regresa el 12 de mayo de 1924, en una Italia con un movimiento obrero en reflujo y un paulatino ascenso del fascismo El 8 de noviembre de 1926 bajo un “Estado de excepción” Gramsci fue arrestado y conducido a la prisión de Regina Coeli, en Roma. En su cautiverio Gramsci concibió un plan general de sobrevivencia: a) conservar su frágil salud; b) estudiar ruso y alemán de forma sistemática; c) estudiar economía e historia, solicitando a su familia y amigos una considerable dotación e libros, a pesar de la extrema censur a en prisión.

En una carta a su hermano Carlo desde la cárcel le recuerda su filosofía de la perseverancia:

“Me parece que [en semejantes situaciones excepcionales], con semejantes vivencias psicológicas, el hombre debería […] haber adquirido una convicción muy profunda de que el hombre tiene en sí mismo la fuente de sus fuerzas morales, de que todo depende de él, de su energía, de su voluntad, de la férrea coherencia de los fines que se propone y de los medios que despliega para ponerlos en acto, de modo que nunca más se desaliente”

El juicio contra Antonio Gramsci y otros 32

líderes políticos inició en Roma el 28 de mayo de 1928. Fueron acusados ante tribunales compuestos por integrantes de milicias fascistas: de conspiración, de instigación y de promover el odio de clase. Ante la exigencia por parte de los abogados defensores de evidencias concretas de las acusaciones, y la absoluta inexistencia de ellas por parte de la fiscalía, se concluyó que los prisioneros fueron juzgados por sus ideas y actividades políticas, en lugar de algún delito cometido. El 4 de junio de 1928 Antonio Gramsci fue sentenciado a 20 años, cuatro meses y 5 días de cárcel. De ahí, la intención del fiscal Michele Isgrò en su ominosa y tristemente célebre declaración: “Durante veinte años, debemos impedir que este cerebro funcione” No lo lograron.

En condiciones carcelarias, por demás denigrantes e infrahumanas, Antonio Gramsci persistió en su trabajo intelectual. En su estancia carcelaria en Milán “Gramsci calculaba que su celda actual medía unos 3 por 5 metros, y unos 4 metros de alto (…) Estaba justo arriba del taller de la prisión, y el ruido de las máquinas hacía temblar las paredes durante todo el día y por la noche cuando había que terminar un trabajo. Gramsci guardaba todo esto en la memoria para luego registrarlo en sus cartas, porque no tenía como escribir sus observaciones. Siguiendo la misma línea de restricción mezquina que impregnaban los reglamentos de la cárcel y limitaba su interacción con los demás reclusos a una mirada y un saludo inclinando la cabeza cuando se cruzaban en el pasillo o en la escalera” En un informe médico previo se “estableció que Gramsci había perdido recientemente 12 piezas dentales y sufría gingivitis con formación de abscesos, causada por una perturbación urémica (disfunción renal) y acompañada por agotamiento nervioso”.

esa era la fórmula que Goethe usaba para la investigación y la escritura sin aplicación práctica inmediata y, en ese sentido, desinteresada. Pero, precisamente por ese motivo, le permitiría arrojar luz sobre los cambios históricos de la época que habían afectado a Italia y al resto del mundo en los últimos siglos. Por el momento, los temas que deseaba explorar eran cuatro: primero la formación de las castas intelectuales y su rol en la creación de las culturas nacionales; segundo, algo relacionado con la lingüística comparada, tema de su tesis de grado antes de abandonar la universidad; tercero, un estudio de las obras de Pirandello [Premio Nobel de Literatura 1934], que había reseñado para la prensa socialista durante los años de guerra cuando nadie más tomaba en serio al dramaturgo; y por último, un estudio acerca del gusto literario popular, con el propósito de identificar y analizar pura y exclusivamente aquello que atraía a las masas que devoraban las novelas seriales que publicaban los periódicos”

“En sus casi diez años como periodista, Gramsci había publicado más de mil artículos, lo que implica un material como para quince o veinte volúmenes de cuatrocientas páginas”

Con los años e innumerables peticiones, solicitudes y trámites jurídicos las restricciones de lectura y escritura se relajaron, permitiendo a Gramsci llevar a cabo su plan de sobrevivencia, a través del estudio e investigación: “Si se concentraba en los grandes temas históricos y c ulturales, podría superar las turbulencias cotidianas de la escena política, sin mencionar la aburrida miseria de la rutina carcelaria, y crear algo für ewig. Le explicó [en una carta a su cuñada Tania] que

Con el paso de los años y un intenso trabajo, en las peores condiciones posibles, sus estudios e investigaciones rindieron fruto. Por ejemplo, más allá del estudio tradicional del folklore como elemento costumbrista, Gramsci desplegó una perspectiva más amplia: “Habría que estudiar el folklore, en cambio, como ‘concepción del mundo y de la vida’, implícita en gran medida, de determinados estratos (determinados en el tiempo y en el espacio) de la sociedad, en contraposición (también ella por lo general implícita, mecánica, objetiva) con las concepciones del mundo ‘oficiales’.” Observando su movimiento histórico: “el folklore no debe concebirse como una extravagancia, una rareza o un elemento pintoresco, sino como una cosa muy seria y que hay que tomarse en serio. Sólo así será la enseñanza más eficaz y determinará el nacimiento de una nueva cultura en las grandes masas populares, o sea, sólo así desaparecerá la separación entre la cultura moderna y la cultura popular, el folklore”

Entre sus reflexiones teóricas, trascendiendo la concepción elitista o gremial de la filosofía, Antonio Gramsci argumentó: “se puede decir que la mayor parte de los hombres son filósofos, en cuanto actúan prácticamente y su actuar

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práctico (las líneas directrices de su conducta) contiene implícitamente una concepción del mundo, una filosofía”.

El 19 de noviembre de 1933, Antonio Gramsci fue trasladado de la clínica carcelaria de Turi a la clínica de Cusumano, en Formia. Después de pasar casi cinco años ahí: “Durante ese tiempo, perdió la salud, casi todos los dientes, así como la mayoría de sus contactos y su reputación en el mundo exterior, y además compuso el grueso de las notas y cartas que le darían fama póstuma. Antes de que abandonara Turi, Gustavo Trombetti se las ingenió para esconder sus cuadernos en el baúl, entre sus pertenencias personales, mientras él le daba conversación al guardia de la prisión”.

Como consecuencia de su larga y penosa vida carcelaria, Gramsci sufrió, en junio de 1935, una crisis en la clínica carcelaria Cusumano, denotando severas deficiencias médicas. En su solicitud y reporte se notificó en sus detalles donde: “estos incluían un ataque de gota producto de la negligencia médica. Durante más de un mes, sin resultado alguno, Gramsci se había quejado de dolores musculares e hinchazón en los tobillos y de una incipiente hernia causada en parte por la dieta inadecuada, la falta de higiene, las moscas y hormigas en la comida, y las marcas de los dedeos en los platos. Además de sucia, la clínica era ruidosa, sobre todo porque en su pequeño edificio residía la numerosa familia Cusumano, lo cual significaba un constante barullo arriba de su cabeza desde las 5 de la mañana hasta pasada la medianoche”

Durante 10 años y medio, entre 1926 y su fallecimiento en 1937, con toda la adversidad encima, Gramsci dejó un gran legado teórico y filosófico para la humanidad con sus Cuadernos de la cárcel, publicados póstumamente, en 6 volúmenes, entre 1948 y 1955. En 1975 se publicó una nueva edición completa, en cuatro volúmenes, dirigida por el eminente filósofo Valentino Gerratana. La primera edición de las Cartas de la cárcel (218 cartas) fue publicada por Einaudi en 1947. En 1965 se publicó una edición definitiva con 428 cartas.

Desde 1972 hasta el presente se han publicado en Italia más 20 mil obras de Antonio Gramsci o sobre él. Se generó una nueva edición completa de los Cuadernos de la cárcel en 2007. También se publicó en 2009 un monumental Diccionario

Gramsciano, con 660 entradas escritas por 60 personas y 920 páginas.

En 1950 se instituyó en Roma la Fundación Antonio Gramsci, denominada como Instituto Gramsci en 1954, con el propósito del acopio de documentos sobre la obra y pensamiento de Gramsci, así como de la historia del movimiento obrero italiano e internacional. En 1982 surgió la Fundación Instituto Gramsci heredando el patrimonio documental y bibliotecario del Instituto. A partir de mayo de 2016 se denominó como Fondazione Gramsci Onlus.

Su influencia llega hasta el siglo XXI cuando el prominente politólogo británico Bob Jessop (1946, Inglaterra, Reino Unido) lo recupera en su obra, ya que en su prólogo se señala: “La otra gran inspiración es Gramsci. El Estado en Gramsci es ´sociedad política + sociedad civil’. El Estado integral, en sentido ampliado, incorpora las actividades prácticas e ideológicas: “con las cuales la clase dirigente no sólo justifica y mantiene su dominio, sino que también logra el consenso activo de los gobernados.” (Bob Jessop, El Estado. Pasado, Presente, Futuro, 2021).

Después de inconmensurables sufrimientos y padecimientos, Antonio Gramsci sigue vivo con

nosotros a través de su pensamiento sociopolítico y concepción de la vida, manteniendo siempre su ímpetu, como cuando afirma desde la cárcel en una carta a su cuñada Tania Schucht: “Estoy desgastado y al mismo tiempo van aumentando las cargas [que arrastro]; la relación entre las fuerzas disponibles y el esfuerzo que sostener siguió empeorando. Con todo, no estoy desmoralizado; al contrario, mi voluntad encuentra alimento precisamente del realismo con que analizo los elementos de mi existencia y resistencia”

El biógrafo Andrew Pearmain nació en Leeds, Inglaterra. Estudió Filosofía en la Universidad de Manchester, siendo electo vicepresidente de Educación de la Unión Nacional de Estudiantes de 1980 a 1982. Asimismo, realizó en 2002 una Maestría en Escritura Creativa y en 2010 un doctorado en Historia de la Universidad de East Anglia, cuya tesis fue publicada como libro: La política del nuevo laborismo, en 2011. Se ha especializado en historia política del movimiento obrero y socialista, enfocado en la influencia del pensamiento de Antonio Gramsci.

Sobre la vida y obra de Antonio Gramsci se han escrito infinidad de estudios a nivel mundial, redescubriendo la vigencia, actualidad y relevancia de su pensamiento para el siglo XXI, entre ellos: Perry Anderson, Las antinomias de Antonio Gramsci, Madrid, Akal, 2018. Giuseppe Fiori, Antonio Gramsci. Vida de un revolucionario, Madrid, Capitán Swing, 2016. Jean-Yves Frétigné, To Live Is to Resist: The Life of Antonio Gramsci, University of Chicago Press, 2022. Diego Fusaro, Antonio Gramsci. La pasión de estar en el mundo, Madrid Siglo XXI, 2018. Giuseppe Vacca, Vida y pensamiento de Antonio Gramsci. 1926-1937 Madrid, Akal, 2020. Giuseppe Vacca, Modernidades alternativas. El siglo XX de Antonio Gramsci, México, Fondo de Cultura Económica, 2022. Miguel Valderrama, Antonio Gramsci. Artes del retrato, Santiago de Chile, Palinodia, 2022.

Andrew Pearmain, Antonio Gramsci. Una biografía, México, Ed. Siglo XXI, 2022, 326 páginas.

*Profesor-Investigador de la Universidad de Sonora

fernamancillas@yahoo.com

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Escribir, escribir

“Todavía hasta los primeros años de la década de los años 90 del siglo pasado, tomaba notas (al recorrer una exposición, por ejemplo) y consultaba mis fuentes biblio-hemerográficas para posteriormente elaborar un esquema o índice tentativo”

Con el riesgo de que esta colaboración para Palabra asemeje una segunda parte de un texto mayor “por entregas”, pues no lo es, aludo a mi artículo Leer cine, publicado en el número de abril del presente año en esta revista cultural de El Vigía. En efecto, el mes pasado afirmé que “leer cine” significó para mí una gozosa práctica de la que obtuve, como ganancia extra, la consolidación de mi capacidad para prefigurar imágenes en mi mente, mismas que con posterioridad he conseguido llevar —con buen éxito, en la mayor parte de las ocasiones— al plano de lo que denominamos realidad tangible (aludo a Matrix —1999, ¡ya casi 25 años!— indirectamente y de manera intencionada). En la presente colaboración me refiero a la manera como acometo escritos de crítica de artes plásticas, visuales y conceptuales para libros o para publicaciones llamadas académicas, muchas de las cuales cuentan con etapas de arbitraje. A título informativo y a modo de introducción, he de confesar que escribo sin haber estudiado para hacerlo. Y he de informar que, invitado por Blas Galindo (1910-1993, mi padre, a quien ya me he referido anteriormente en Palabra y en distintos medios) soy lector de textos de arte, de filosofía, de historia y de literatura, entre otras disciplinas, desde que cursaba mi educación primaria (“leer cine” fue algo ulterior y personal). Ingresé en 1968 al bachillerato de seis años de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que se cursa en el plantel dos de la Escuela Nacional Preparatoria; en mis primeros tres años como estudiante (periodo que equivale al de la educación secundaria), leí o releí para mis clases de literatura lo que se me pidió que leyera, mientras en lo personal disfrutaba a Parménides García Saldaña y a José Agustín, entre otras autorías. Empero, durante mis tres años finales en la prepa dos, procuré (sin mucho éxito, he de confesar) que la lectura y análisis de textos de la llamada “literatura de la onda” fuese algo institucional. No obtuve la anuencia de mi querida maestra de literatura Esperanza Meneses Minor quien, cuando propuse se leyera, como parte de su clase, Lux Aeterna de José Agustín (que yo había devorado gozoso en la revista El Cuento, de la que mi padre fue suscriptor), objetó ese texto calificándolo como “esperpento” Años después yo le contaría a José Agustín esa anécdota, quien me comentó que, de haber elegido un texto literario menos complejo, ya fuese suyo o no, tal vez hubiese conseguido mi propósito.

Cursé mis estudios de licenciatura en la Es-

cuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) de la UNAM (su actual Facultad de Artes y Diseño) a partir de 1974, con la intención de devenir autor de imágenes, lo cual he conseguido por fortuna. Como para entonces ya era lector de textos críticos acerca de las artes (amén de serlo de escritos de otros campos), y mi querido y respetado profesor Armando Torres Michúa (1943-1999) conducía en la ENAP un taller de crítica de arte en el que hacía énfasis en las normas de redacción, confié en que, como alumno suyo en la asignatura denominada Seminario de Investigación y Tesis, me remitiría a su taller, donde ejercitaría mi escritura y estaría en posibilidad de elaborar mi tesis. Para mi sorpresa, luego que le entregué el índice tentativo de mi trabajo recepcional y una argumentación escrita acerca del tema que había elegido (el videoarte), ¡me concedió su beneplácito para proceder a la elaboración de mi escrito!, algo del todo inusual en su proceder, dada su estricta observancia de las reglas escriturales y a la amplísima información con la que contaba. Eso constituyó, para mí, un auténtico plácet o agreement (términos utilizados en el contexto de la diplomacia, como se sabe) que, si bien fue muy placentero y halagador, me impidió participar en un taller literario de lo que con posterioridad sería mi quehacer profesional. Armando, quien fuera uno de mis queridos mentores en el camino de la crítica, accedió, además, a fungir como director de mi tesis y, en sus frecuentes viajes a Nueva York, adquirió para mí —por encargo expreso o como generoso obsequio— libros y catálogos con el tema del arte del video. Él me co-

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mentó que mi incipiente solvencia para escribir se debía a mi condición de lector En cambio, a la mayoría del estudiantado le indicaba de manera enfática: “¡Ponte a leer!” Y le señalaba de cuáles lecturas habría de ocuparse.

Escribo sin haber estudiado para hacerlo, entonces. Publico desde 1982 y únicamente me ocupo de las artes plásticas, visuales y conceptuales (alguna vez escribí sobre danza. A veces reseño libros), así como de temas de políticas culturales. Desde 1988 y hasta 2011 mantuve una columna (semanal, durante los primeros 10 u 11 años) en la sección cultura del periódico El Financiero, a cargo de la cual estuvo Víctor Roura. Para mis textos periodísticos o escritos breves de otra índole defino en mi mente el asunto principal a abordar, así como algunas de las ideas complementarias que deseo sustentar. Una vez que comienzo a escribir (en máquina mecánica, hasta 1988, que fue cuando tuve mi primera computadora y, durante un breve lapso, en procesadores de palabras con impresora incluida), sucede una situación particular: al mismo tiempo que tecleo, voy percibiendo breves anticipaciones de lo que enseguida escribiré. Esto no siempre ocurre con la misma fluidez; empero, en mi caso, invariablemente sucede. En cambio, cuando debo resolver textos de crítica para libros o para publicaciones periódicas especializadas —ya sean arbitradas o no—, así como colaboraciones periodísticas extensas, o bien ensayos, el proceso varía un poco. Todavía hasta los primeros años de la década de los años 90 del

siglo pasado, tomaba notas (al recorrer una exposición, por ejemplo) y consultaba mis fuentes biblio-hemerográficas para posteriormente elaborar un esquema o índice tentativo. Tal procedimiento no me resultó de utilidad pues, al acometer cada apartado o sección de ese esqueleto previo, regularmente lo subvertía de tal manera que, a la postre, resultaba inoperante.

Durante muchos años sometí a la consideración de personas que se dedican a lo que se denomina “corrección de estilo” (lo estilístico no se corrige; lo que se hace es aplicar las reglas de redacción y ya) mis textos amplios, antes de entregarlos para su publicación. Mucho aprendí de Elizabeth González González, quien revisaba en mi presencia mis escritos y me explicaba las razones por las que hacía cambios. Carlos Martínez Gordillo ha “pulido” (por aquello del lema de la Academia Española) varios de mis escritos recientes más difundidos. Y la erudita escritora y editora Mayra Inzunza Sánchez (quien lamentablemente ya no vive) accedió a retocar unos pocos de mis ensayos. Hace poco tiempo dejé de recurrir a personas profesionales en el empleo del idioma para que se ocuparan de enmendar mis faltas. Por fortuna Rael Salvador, quien es nuestro escrupuloso editor aquí en Palabra, ha tenido a bien consultarme sobre mejoras para algún escrito que, con el pretexto de la premura, entregué sin observar ciertas normas para la redacción y, finalmente, para la comunicación. Él sabe que cuenta con mi anuencia y mi gratitud, de antemano, para corregir lo que considere necesario, sin que medie consulta alguna. En tiempos recientes, cuando he trabajado para cumplir encomiendas destinadas a entregar escritos algo extensos (de mil 500 palabras o más), he procedido a hacer anotaciones, a mano y con pluma fuente, en hojas de blocks de papel ligeramente amarillento y con rayas guías horizontales. Al releer esas notas, las organizo por temas y subtemas, a veces adjudicándoles un número, sin transcribirlas. En cuanto comienzo a redactar en mi computadora, las voy abordando y desarrollando, como si se tratara de escritos breves que fuesen autónomos, pero teniendo en cuenta, desde luego, la totalidad de la c ual son parte. Una vez que he concluido con esta fase del proceso imprimo el texto, el cual constituye un borrador, mismo que reviso mientras lo leo, cual si fuese mi propio editor. Entonces incluyo correcciones en mi versión guardada en el disco duro del equipo en el que trabajo y repito este paso varias veces, haciendo marcas cada vez con un color diferente, sobre las mismas hojas impresas, aun cuando ocasionalmente requiero

una impresión más. Procuro dejar que mi trabajo “repose” mientras me ocupo de alguna otra actividad y, cuando retomo mi escrito, lo escucho en voz del programa Word, lo cual hago por recomendación de la artivista feminista Erika Rascón Márquez, de quien al momento de escribir estas líneas soy afortunado esposo, estatus conyugal que quisiera conservar durante mucho tiempo más. Mientras oigo, anoto en alguna hoja pequeña (casi siempre en papeles tamaño media carta, en su segundo uso), con portaminas, las correcciones finales, las cuales después copio.

Disfruto mucho escribir Experimento un gran placer mientras lo hago. Y por supuesto que me resulta gratificante concluir cada uno de mis textos. A esto me dedico, aun cuando no haya estudiado para hacerlo, amén de a elaborar imágenes y obras conceptuales (como aquella a la que me referí en mi primera colaboración para Palabra, en su número siete, hace ya casi un año). Continuaré escribiendo, amén de dedicarme a la preparación de alguna antología de textos, tanto inéditos como publicados, asunto sobre el que Erika Rascón insiste en que me ocupe.

carlosblasgalindo@yahoo.com

*Profesor-investigador de arte, crítico de arte, curador independiente, artista visual y conceptual

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s o a o e í a s a s e o r s i ió á P d j i
Fo tos: Carlos-Blas Galindo

JULIO RODRÍGUEZ RAMOS:

El relieve de la belleza natural de la península

A sabiendas de que pocas poblaciones en el mundo tienen el privilegio geográfico de Baja California, donde se conjunta mar, desierto, valles, montañas, arte rupestre y misiones, Julio ha dedicado décadas a explorar el territorio

Inimaginables paisajes existentes a lo largo y ancho de la península de Baja California han podido ser admirados a nivel nacional e internacional gracias a la sensibilidad artística de Julio Rodríguez Ramos, fotógrafo originario de Ciudad Obregón, Sonora y radicado desde hace 37 años en Tijuana.

Con estudios universitarios en el ramo de la administración empresarial, el también promotor cultural, llegó a la ciudad fronteriza contratado por una radiodifusora a la que hizo pionera en la organización de conciertos masivos donde la gente podía bailar los éxitos de sus grupos norteños favoritos, pero la vena artística ya se asomaba en él.

“Siempre me ha gustado la naturaleza, de alguna forma, desde muy chico he viajado a lugares donde se convive con la naturaleza, empecé a conocer la península desde muy joven, y cuando llego a Tijuana, hace 37 años, me di cuenta que no había mucha promoción de los lugares que había en el estado, como sí lo hacían en Baja California Sur”, recordó el ganador de la V Bienal de Fotografía de Baja California (2006), Premio Fotografía a Color de la Asociación de Vitivinícolas de BC (2004) y Premio Nacional Kodak en Fotografía Blanco y Negro (1975).

“Por un tiempo me di a la tarea de viajar para realizar un archivo muy grande, antes del año 2000, este archivo fue creciendo, poco a poco fui llegando a nuevos lugares del estado, y se me fueron presentando oportunidades de irlo dando a conocer a instituciones como la Secretaría de Turismo, a algunas editoriales, eso me fue abriendo puertas, para mí la fotografía de paisaje

es lo más bonito, sobre todo por la tranquilidad uno vive en el momento y el lugar donde haces cada fotografía”, refirió quien ha tenido significativa participación con National Geographic, Lotería Nacional para la Asistencia Pública y la empresa Telnor; además de ser el autor de imágenes distintivas en la promoción turística de Baja California a través de la Secretaría de Turismo del Estado (Secture) con la campaña “Sé turista en tu estado”, de otras más catalogadas como imágenes conmemorativas y de la obra Llano colorado que fuera impresa en las placas vehiculares del Estado.

Al ser un apasionado de la fotografía, Julio recuerda que en su adolescencia pasaba largos momentos admirando imágenes de revistas como National Geographic y Life.

“National Geographic siempre fue un referente, desde muy chico, recuerdo que mi papá la compraba, siempre estaba en la casa y me encantaba, igual que otra revista muy grande que se llamaba Life, que publicaba mucha fotografía

también, yo las hojeaba y las disfrutaba mucho. Pero National Geographic me impresionaba y claro que deseaba que me llegaran a publicar, es una de las cosas más satisfactorias, en el tema de la fotografía, que he realizado”, dijo Rodríguez Ramos quien ha colocado importantes colecciones en el acervo de empresas nacionales e internacionales como Toyota Tijuana, Uline Tijuana, DART, Grupo Aeroportuario del Pacífico Tijuana, L.A. Cetto, entre otras donde su lente logra transportar, a través de la fotografía, a los enigmáticos paisajes de Baja California, llenando cada uno de los espacios con la esencia de estos fascinantes y naturales entornos.

A sabiendas de que pocas poblaciones en el mundo tienen el privilegio geográfico de Baja California, un lugar donde se conjunta mar, desierto, valles, montañas, arte rupestre y vestigios misionales, Julio ha dedicado varias décadas a explorar el territorio, generalmente con expertos en temas de historia e investigación para no dejar pasar rincones que, en su conjunto, confor-

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POR JEANETT E SÁNCHEZ* Fo to: Cortesía

man un tesoro natural digno, no sólo de valorar sino de documentar.

Merecedor del Premio al XX Mérito Turístico Cotuco en 2010, Julio ha reunido parte de su archivo, bajo diversas temáticas, en formatos que le permiten acercarlo al público, ya sea mediante exposiciones o bien en libros, algunos de ellos en coordinación con expertos en temas como turismo, viticultura, historia, fotografía propiamente y otros.

“Entre sus exposiciones destacan Península de California, La vid, Atemperando la memoria, El camino de fe, Camillo Magoni La historia de la vid y el vino en Baja California y De mar a mar, estas dos últimas se desprenden de una publicación editorial homón-

ima, respectivamente

“Traigo varios proyectos editoriales, he estado trabajando con algunas editoriales de la Ciudad de México, otros a nivel personal, son proyectos que ya tengo en bocetos y quiero darles salida este año, ahora con la gran facilidad de Amazon Editorial es una gran posibilidad para lograr proyectos editoriales, porque no se tiene que imprimir grandes cantidades de ejemplares”

“National Geographic me impresionaba y claro que deseaba que me llegaran a publicar, es una de las cosas más satisfactorias, en el tema de la fotografía, que he realizado”. Julio Rodríguez R.

“He querido terminar dos temas que me ha hecho falta explorar, ya fuimos a uno y está programado el otro que es una de las últimas misiones a las cuales no he llegado, de todas las misiones de la península, tanto de Baja California como de Baja California Sur, con esto lograría tener completo el registro de todas las misiones”, expresó.

Exposición abierta en Mexicali

Actualmente la colección La California Mexicana representa una oportunidad de admirar parte del trabajo de Julio Rodríguez; ubicada en la Sala de Exhibición del Centro de Excelencia en Desarrollo Humano y Social (CEDHUS) de CETYS Universidad Campus Mexicali donde estará abierta al público hasta el 31 de mayo de 2023.

La exposición fotográfica recupera el paisaje para el deleite de quienes la aprecian y para la memoria colectiva, haciendo gala de su formato, calidad y habilidades de captura del autor.

periodistajsg@gmail.com

*Licenciada en Comunicación por la UABC, con 23 años de experiencia en periodismo y gestión de contenidos

Balada del sordo

POR ILIANA HERNÁNDEZ*

Nunca se queja, aunque me encuentre leyendo su diario. Su mirada es comprensiva y se lo toma como ocurrencia de hermanos, no es que importe lo que escribe, es su paciencia el motor de mi constancia por molestarlo.

El sordo quiere ser mi amigo, se acomoda su aparato de audición con desesperación, tratando de hacerse más grande la oreja para no perder detalle de mi voz y labios. Como si no fuera una carga eterna explicarle todo desde niños; como jugar y armar rompecabezas, lavarse los dientes o rasurarse sus primeros vellos de la barbilla, impacientes a que el sordo oiga su propio cuerpo y termine por atenderse solo.

Rollizo y con anteojos que delatan su pobre vista, ha sido testigo nervioso de mis pequeños asaltos

al bolso de mamá, del rapto a las botellas de tequila refugiadas en mi chamarra. El sordo pretende ser ciego ante mis desfalcos domésticos. No por eso me agrada, es un cobarde.

Pero ya no grita al principio, hoy es perro domesticado por la vida y mi devota ayuda.

ita como un ado u sa, azos,

Casi me costó un castigo de meses haberlo abandonado en el parque con los ojos tapados, sonreía en su balada silenciosa, estirando los brazos, seguro pensaba que me alcanzaría.

“¡Erick, Erick!” —lo llamé con alegría—, pegándole con el puño en la espalda y el pecho. Al guiarlo, mi frente hervía, el corazón crecido

me golpeaba el estómago, sí, lo conduje entre piedras con la intención de que se rompiera los huesos por un desnivel del parque, había arbustos secos, ardillas espantadas y pinos que no podían alertarlo, eran mudos.

Per avi i con ojos

ero su cuerpo le visó. El sudor que le mojaba las axilas, el olor del aire enrarecido por mis intenciones, o simplemente confirmó lo que siempre supo, que lo odio.

Se bajó el trapo el que cubrí sus ojos, sin moverse recorrió con la vista los metros de precipicio que estaban frente a él, juro que algo cambió en el sordo, me miró a la altura del cuello y se encorvó, todo él fue un animal herido dando pasos tímidos hasta la casa.

Mamá nos recibió con un pollo recién horneado, papá la observaba acartonado, le sirvió una copa de vino tinto y celebramos sus veinte años de casados, ellos se sonrieron como siempre, con ojos ciegos. Dedicaron algunas palabras de agradecimiento a los presentes. Ellos, envejecidos desde su ropa hasta la vajilla. Fui tan feliz ese día que me libré de un buen castigo (nada habría de saberse, la caída que no sucedió), tan de buen ánimo estuve que le serví ensalada al sordo. Mamá me ladeó su cabeza agradecida, papá me apretó cariñosamente el brazo.

De pronto, llegaron los primos y me jalaron de la mesa; subimos corriendo a mi habitación, los videojuegos nos esperaban. ¡Quién podía tener hambre esa noche de celebraciones!

premoniciones@hotmail.com

*Es docente y traductora. Escribe artículos, ensayos, cuentos y poesía

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Mis años con AndyWarhol

En esta parte, tenemos aquí a un homosexual albino, tímido, calvo y miope, procedente de un suburbio de Pittsburgh, y en la otra parte, a  una rica heredera francesa educada en una abadía, Isabelle Collin Dufresne, quien utiliza el seudónimo “Ultra Violet”. Tras ser expulsada de un convento (en Francia) y no adaptarse a los demás colegios que la enviaron, Isabelle  se trasladó a Nueva York y cayó como una tromba en la alta sociedad neoyorquina. Cuando Isabelle Collin visitó por primera vez el estudio de Andy Warhol, conocido como “The Factory”, ella descendió de la distinguida limusina de Dalí, elegantemente vestida, con un atuendo de Christian Dior; cuando entró, se quedó sorprendida del enorme espacio del cuarto piso donde el artista laboraba; le costó trabajo dar con Andy y lo primero que le preguntó: “¿Dónde están las joyas?”, refiriéndose a los cuadros.

“Por ahí”, fue la lacónica respuesta de Warhol.

Isabelle se da cuenta de que todo —¡todo!— está pintado de plateado, y las ventanas se encuentran cubiertas de papel aluminio. No dejan pasar la luz natural. Y hasta el gato está coloreado de plateado con pistola de aire. Isabelle, sólo por probar, intenta seducir a Warhol, pero después de dos intentos fallidos se da cuenta que Andy es de hielo, sólo su peluca rubia, casi blanca, le ofrece calor a él. En realidad el estudio plata es el segundo,  el original donde Warhol trabajó de 1963 a 1967, se encontraba en el número 137, del Este de la Calle 47, y era visitado por mucha gente, que entraba como a su propia casa, y había de todo, es decir entraban y salían jóvenes y jovencitas casi flotando por las drogas ingeridas; la policía se daba sus vueltas de vez en cuando sin arrestar a nadie; entraban reporteros, que después de charlar un rato salían rumbo a sus redacciones a teclear una nota  sensacionalista. De repente te encontrabas de frente con gente famosa; pero para Isabelle, los habitantes de la “The Factory” eran más fascinantes que los invitados. Uno de ellos era un fotógrafo llamado Billy Name, su nombre pop (según él, era un nombre fácil y difícil de olvidar), vivía en el cuarto oscuro y decía Andy Warhol que sólo salía por las noches a cenar algo, pues su verdadero alimento eran las anfetaminas, y era él, Billy, el que

rebautizaba a quien llegara al estudio, dándole nuevos nombres pop (también fue habitante del primer estudio); cuando Andy lo visitó en el cuarto oscuro, vio que todo —paredes de piso a techo— estaba forrado de papel aluminio, y Warhol le encargó que en la nueva Factory hicieran lo mismo: todo plateado, incluyendo el peluquín de él.

Los inicios de Warhol

mente que dice esto cada quince minutos a cuantos le interesa; sus películas son en blanco y negro y con una cámara de manivela, y al proyectarlas, son en tiempo real, pero son, según él, Underground”.

“Cobraba 25 mil dólares por un retrato: le tomaba una foto a quien se lo encargaba, y le pasaba la imagen al jefe de su taller y éste ordenaba imprimirla en serigrafía”

Andy Warhol nació en 1928 y  fue un niño debilucho; al crecer, sus hermanos y compañeros de la escuela le sacaban una cabeza; su piel fue perdiendo pigmentación y cada vez se tornó más blanca; se inscribió en clases de pintura los sábados por las mañanas y de ahí ganó una beca para la mejor escuela de arte de Pittsburgh; tiempo después una fábrica de zapatos lo contrató como su diseñador exclusivo diseñando estrafalarios zapatos para dama y que a muchas de ellas les encantaban; cuando ya tuvo un sueldo fijo, pudo comprar su primera casa, en la cual vivió con su mamá, quien solía ayudarle a rotular sus encargos comerciales publicitarios; tuvo empleados ayudantes que se encontraban bien, pues decían que el jefe no era mandón y su mamá los obsequiaba con delicias que salían de su cocina.

Ultra, la chica de la sopa de Andy

“Andy me atrajo a la Factory con la promesa de que voy a actuar en una de sus películas, y descubrí rápida-

«Y son “in”; filmó una película que dura ocho horas de proyección, que es el tiempo que el personaje permaneció dormido. Son muchos los que asisten a las proyecciones como si fuera algo prohibido y, en realidad, es por la cantidad de desnudos y relaciones homosexuales lo que les llama la atención. Andy me dice que tengo que cambiarme el nombre, “no es comercial, debe ser —dice— muy pegajoso”; inicia algunos nombres que no me agradan y le digo que yo buscaré el mío; lo encuentro en una revista científica donde leo ultraviolet y empiezo a mencionarlo, letra por letra, a diversas velocidades y me quedo con él y a Andy le pareció gracioso»

El pop art

Isabelle Collin Dufresne nos cuenta que una mañana, en un café de la Calle 84, ella y Andy se encontraron, y en la plática le preguntó: “¿Qué estás pintando?”

(tendremos que convenir que Andy, de hecho, no pintaba: su “trabajo” consistía en elegir la foto y dársela al jefe del taller para que la imprimieran sus ayudantes).

“Nada —responde Warhol—, no se me ocurre qué pintar”, y volteando a ver atrás del mostrador, Ultra Violet le mostró una hilera de latas de sopa Campbell y le sugirió: “¿Por qué no pintas eso?” Y, al parecer, el gay albino le hizo caso y fue todo un exitazo: se vendieron como pan caliente y  después vinieron otros vegetales,

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ESCRIBIENDO CON PINCEL

hasta llegar al famoso retrato de Marilyn Monroe, el cual eligió unos días después de la muerte de la rubia, y, como un homenaje a ella, en la técnica de la serigrafía… (Permítanme abrir un pequeño paréntesis para explicar brevemente esta técnica: La serigrafía la popularizaron los publicistas —recordemos que así se inició Andy Warhol, haciendo diseños publicitarios, contando con su taller y sus ayudantes—. La serigrafía es una tela de seda montada en un bastidor de madera del tamaño de cartel publicitario de 70 x 90 cm, donde se sensibiliza la tela para traspasar la foto elegida,

quedando el resto “tapado”; después se aplica la tinta y, como en el grabado clásico, es una tela por cada color. Hoy en día se usan telas más baratas, y ya se pueden imprimir a la vez varios colores y se sacan cientos o miles de copias; fue tal el éxito de Warhol, que surgieron varios falsificadores, pues es relativamente fácil hacer ese trabajo, lo que todavía da dolores de cabeza al mercado del arte).

«Dentro de las frases y ocurrencias de Andy, me dijo en una ocasión —nos recuerda Isabelle—  que todos

alguna vez vamos a tener nuestros “quince minutos de fama”»

El gran emporio de Warhol

El artista había logrado la  fama, ahora tenía en mente ganar mucho dinero, pues nunca era lo suficiente para él; cobraba 25 mil dólares por un retrato: le tomaba una foto a quien se lo encargaba, y le pasaba la imagen al jefe de su taller y éste ordenaba imprimirla en serigrafía; luego, como Warhol ni la tocaba —en un sentido estricto, lo que valía era su firma: ¡25 mil dólares!—. Había cambiado su estudio y ahora sólo entraban, previa cita, personas realmente importantes. “Una superviviente me contó que sufrió una pasada —rememora Isabelle Venus—, se desintoxicó de las drogas y se quedó sin hígado, sin dientes, sin riñones, sin cerebro… ¡Mi madre es una santa!” En 1984, Andy manejaba  una “General Motors” del arte, en un elegante edificio que ocupaba toda una manzana: la “Andy Enterprise”, y se hablaba de dar concesiones a una cadena de restaurantes a nivel nacional, “la Andymat”.

El fin de Warhol

El viernes 20 de febrero de 1987, Andy Warhol ingresó al hospital para una operación de vesícula biliar, la que se realizó satisfactoriamente, pero falleció mientras dormía. ¿Dónde estaban los múltiples ayudantes que siempre lo rodeaban? En la prensa circularon rumores de “sida”, los cuales fueron desechados al comprobar que antes de la operación se le habían tomado todos los estudios preoperatorios de rigor.

El funeral se llevó a cabo en la catedral de San Patricio, y su eminencia, el cardenal John O’Connors, se negó a oficiar la misa.

“¿Acaso —se pregunta Isabelle Collin Dufresne—  teme que la catedral se convierta en  el albergue de pecadores? ¿O teme que  se recuerde el reciente fallecimiento de un sacerdote por sida?”

La catedral estaba atestada de celebridades y personas de la alta sociedad que no quisieron perderse alguna nota en la prensa.

La fortuna que dejó Andy Warhol fue de mil millones de dólares. jcarrillocedillo@hotmail.com

*Es artista plástico, escribe la columna “La Turicata” en el diario El Vigía

Datos tomados del libro de Isabelle Collin Dufresne, Famosa durante 15 minutos. Mis años con Andy Warhol (1989).

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S erigr a a s: A ndy W arho l

La transformación de la Feria Internacional del Libro UABC

POR MIGUEL LOZANO*

El pasado mes de marzo, la tradicional Feria Internacional Libro de la UABC (Universidad Autónoma de Baja California) se llevó a cabo en la ciudad de Mexicali. Este evento se realiza desde hace ya más de veinte años, y su objetivo es conectar al público con la lectura, la literatura y el conocimiento. El evento fue todo un éxito en cuanto a logística, organización y asistencia. Sin embargo, personalmente siento que la feria ya no es lo que era, y en este breve escrito pretendo explicar por qué.

Como asiduo lector, he acudido a esta feria desde su inicio. Recuerdo que se hacía en el mismo lugar: la explanada de vicerrectoría, aunque de forma mucho más modesta. Había algunos escasos stands con libreros provenientes de diversos lugares del país e incluso de fuera. Recordaba más a los bazares que hoy en día existen en la ciudad, como en Misión Dragón o estacionamientos de lugares como el Bosque de la Ciudad. Pero casi lo único que se vendía eran libros. Había uno que otro stand con juguetes, separadores u otras cosas, pero eran una pequeñísima minoría.

Con los años, la ambición de la FIL ha crecido, de forma que hoy no sólo hay librerías, también se ofrecen conciertos, actividades infantiles, de gastronomía, stands de joyería, ropa, plantas, juguetes educativos, presentaciones de libros y una larga lista de actividades. El área que ocupa todo esto también ha crecido muchísimo, de forma que es un evento de entretenimiento familiar con algo que ofrecer a muchísima gente, sean lectores o no.

Y aquí viene el meollo del asunto. Siento que el área de libros se redujo drásticamente comparada con años anteriores. No sólo eso: la selección de

libros en oferta también dejó mucho que desear La mayor parte de ellos son sumamente comerciales: libros que es probable que encontremos en cualquier librería o que no son difíciles de conseguir. Muchos libros son clásicos que se encuentran en el dominio público, por lo que lanzar ediciones es relativamente sencillo y barato y que por lo general se venden.

Antes visitar la FIL UABC era una gran oportunidad de encontrar títulos difíciles de conseguir, conocer la propuesta de editoriales de otros países y enterarse de autores que uno desconocía. Y debíamos aprovecharla, porque cuando se acababa, era probable que no volveríamos a verlos. Aún me arrepiento de no haber comprado algunos ejemplares en su momento, ya que jamás los volví a ver Hoy en día el único lugar donde podría suceder son los escasos stands de libros usados, los cuales ofrecen algunas rarezas, pero también son pocos.

países como México, donde tenemos problemáticas sociales, educativas y económicas que dificultan el acceso o el interés por los libros. A lo largo del planeta las ferias del libro desaparecen o luchan por sobrevivir, especialmente las pequeñas. Existen algunos casos de éxito, pero la tendencia es clara.

nes, celulares o tablets, pero también los e-readers, o lectores de libros electrónicos como el Kindle, prometían erradicar a los libros físicos. Esto no ha sucedido aún, pero es un hecho que cualquier persona delante de una pantalla no está leyendo un libro, al menos no de manera física. Además, no olvidemos que la piratería de libros ha afectado de manera importante a la industria editorial.

“Lo que describo es un fenómeno global, aunque es más grave en países como México, donde tenemos problemáticas sociales, educativas y económicas que dificultan el acceso o el interés por los libros”

No quisiera que se malinterprete lo que escribo. Este cambio no es culpa de la FIL ni de la UABC, el equipo de trabajo hace una labor admirable año tras año. Lo que describo es un fenómeno global, aunque es más grave en

Hay varios factores que han contribuido a este cambio. Uno de ellos son las ventas de libros por Internet, comenzando con Amazon, las librerías en línea se han multiplicado exponencialmente y sus ofertas son increíblemente variadas. Incluso también existen las plataformas para comprar libros usados, o especializados, y es difícil que alguna librería física pueda contener todos los libros. Las librerías en línea reparten sus almacenes en diferentes puntos geográficos y a final de cuentas uno recibirá los ejemplares directamente en su propia casa. Además, con el confinamiento durante la pandemia del Covid-19, la gente se familiarizó mucho más con las compras en línea de manera que esto robó clientes a las librerías tradicionales.

Otro factor es, sin duda, el tiempo que los lectores emplean en las pantallas. Ya sea computadoras, televisio-

Todos estos factores han logrado que las ferias del libro ya no sean tan atractivas para las librerías y editoriales, de forma que concentran sus esfuerzos en otros métodos. Quizá estoy pintando un panorama muy pesimista, existen opiniones publicadas en diversos medios internacionales que mencionan que las ferias del libro jamás desaparecerán debido a la importancia que tienen en acercar a autores con agentes literarios, con editoriales y otros actores del mundo de los libros. Esto es muy probable, pero la impresión que me dejó la pasada FIL UABC fue muy clara.

La buena noticia es que esto quizá sea sólo una tendencia temporal. No creo que los libros digitales o las ventas por internet reemplacen las interacciones humanas que se dan en las ferias. Se sabe que estamos ante un resurgimiento de medios tradicionales como el disco de vinilo y la fotograf ía análoga. A la gente le gusta poseer objetos materiales, y un archivo dentro de un dispositivo electrónico no tiene la misma cualidad nostálgica que un bloque de papel. De la misma forma, hay pocas historias de amor que sucedan dentro de una librería en línea, pero sí muchas que iniciaron dentro de una librería física o una feria del libro.

badbit@disroot.org

*Escritor y docente de la Facultad de Artes de la UABC. Es autor de los libros Sombreros blancos y Fuera de la caja

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El autor José “Pepe” Gordon en la FIL UABC durante la presentación de su obra Gato encerrado. Un libro pop-up Fo to: Manuel Quintero

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