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Gabriel Trujillo pág
* No era optimista, pero guardaba para sí la modesta utopía de seguir con vida.
* La ventaja de una doble vida es que alterno la mentira con la desolación.
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* Leemos obituarios en los diarios para acostumbrarnos a las baladas funerarias.
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* Temí una rebelión de las masas, pero éstas se hallaban anestesiadas por el miedo.
* Sales a la fiesta y en su agitado reino, entras al carnaval de los contagios.
* Ante la embestida del miedo las historias de los otros eran mi droga favorita.
* Para eludir la realidad me refugié en los sueños, como un territorio nocturno de respuestas.
* A la variación del virus debe corresponder una nueva y excéntrica raza de mutantes.
* De mi tiempo en campamentos, ferias y casinos, aprendí el arte de perderlo todo.
* La memoria de lo vivido es imprecisa, pero me queda el recuerdo intacto del momento del peligro.
* Voces del ayer me alertaron sobre el regreso de los heraldos negros. * La enfermedad fue síntoma, voz de alerta; ahora es un epitafio compartido.
* Se nos ofrece “la nueva normalidad”, como un contrato alevoso que debemos firmar con una pistola en la cabeza.
* Cegados por un viento de ceniza no supimos reconocer la primavera.
* Ocultaba a los demás el vicio necrófilo de leer esquelas funerarias.
* Crucé los sucesivos días del contagio como si atravesara un espejismo.
*
En la ciudad todo ha cambiado, pero nunca vimos los veloces mecanismos de su transfiguración. sarabialeobardo@gmail.com *Escritor, editor y promotor cultural. Reside en Tijuana,
Baja California. Ha sido director de las revistas Esquina baja, Escenarios y Tijuana Metro. Autor de los libros de crónica Zona de turbulencia, Manual de sobrevivencia en la ciudad Ty Halloween en la Calle Mayor. Su libro más reciente es Carlos Monsiváis en la frontera norte (SCICBC, 2020). Es editor responsable en Tijuana
Metro Editores. Director del
Festival Tijuana Interzona Por Cony Sigüenza*
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Una vez estaba viendo una comedia romántica estadunidense cuyo nombre no recuerdo –como me ocurre con frecuencia con las comedias románticas–, en una escena los protagonistas entran al apartamento de ella, que está limpio y ordenado. El muchacho hace un comentario al respecto y ella contesta que es porque es anal. Ella se refiere, desde luego, a una de las supuestas fases del desarrollo psicosexual infantil propuestas por Freud, que consiste en ser controlador de todos los detalles: organizado, que raya en lo obsesivo-compulsivo; es un término de uso corriente, al menos en el ambiente universitario de Estados Unidos, pero, la frase “soy anal” la tradujeron al francés como: “es que me gusta el sexo anal”. ¿Quién hizo esta traducción? ¿Un muchacho de secundaria?
Hace años, Jan, un amigo checo, me decía que la última obra de Kundera no la había podido leer en checo porque no estaba disponible –había sido escrita originalmente en francés– y el autor no quería que alguien más la tradujera, quería hacerlo él mismo, pero no había tenido tiempo. Y es que ya le pasó una vez, pero con una traducción del checo al francés de su libro La broma. En la versión francesa hay una nota del autor en que explica esto: dice que en una entrevista para Corriere della Sera, Alain Finkielkraut le comentó que “su estilo florido y barroco” en su novela La broma se había vuelto límpido en sus obras siguientes y le preguntó a qué se debía el cambio. El sorprendido Kundera no daba crédito a lo que escuchaba, “¿mi estilo florido y barroco?”. Fue así como leyó por primera vez la traducción de su novela; hasta entonces no controlaba sus traducciones, y comentaba que el traductor introdujo un montón de metáforas, y que no tradujo la novela, sino que la rescribió. Por ejemplo, donde él expresó “el cielo estaba azul”, el traductor compuso: “bajo un cielo de malva, octubre, fastuoso nos ponía por las nubes” –o algo así–. Donde él escribió “los árboles coloridos”, el otro tradujo: “En los árboles proliferaba una polifonía de tonos”. Donde Kundera había escrito “comenzó a manotear furiosamente alrededor de ella”, el traductor parafraseó: “Sus puños se des-
“Ella se refiere, encadenaron como un modesde luego, a una lino de viento de las supuestas frenético”. fases del desarrollo psicosexual infantil Dice Kundera que le sepropuestas por guía haciendo
Freud…” infeliz pensar que, durante doce años, en numerosas reimpresiones, La broma se exhibía en Francia disfrazada de tal manera. siguenza2@yahoo.com *Corresponsal de Palabra en Francia y traductora de Michel Onfray al castellano. Nació en Veracruz, donde estudió Biología en la Universidad Veracruzana, así como una maestría en el manejo de zonas áridas en la UABC, Ensenada
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A fines del siglo XlX, el puerto de Ensenada era un enclave cosmopolita donde la educación y la cultura florecieron en beneficio de su población
Por Gabriel Trujillo Muñoz*
Para finales del siglo XIX y principios del siglo XX, Baja California era una entidad de poblados precarios, de campamentos mineros, de rancherías aisladas. La única población que podía dar la imagen de una ciudad con calles, plazas y edificios era Ensenada, la capital entonces del Distrito Norte de la Baja California y su único puerto de altura por donde llegaban las comunicaciones y mercancías de otras partes de México y el mundo. Por eso mismo, era también el centro de las labores educativas en esta lejana región del país. Desde Ensenada, en plena época del porfiriato, se dictaban las agendas educativas y se establecían los cimientos de la escolaridad básica para todo el distrito.
El puerto de Ensenada era, a fines del siglo xix, un enclave cosmopolita donde los chinos, estadunidenses e ingleses, formaban el núcleo mayor de su comunidad. Los mexicanos eran, en su mayor parte, funcionarios públicos y militares de la Compañía fija que tenía a su cargo la defensa territorial y marítima de la entidad. Pero Ensenada era también, a partir de 1882, como capital del Distrito Norte, el centro de la educación en esta zona del país y no ya un centro rural de población escasa, sino una ciudad pequeña que crecía en ganas de aprender; una urbe porfiriana que deseaba cantar la canción del progreso. Por eso fue en este puerto que da al océano Pacífico, que en 1896 se estableció el Colegio Superior de Comercio que, como su nombre lo indica, tenía como propósito educar a sus alumnos en las ciencias del comercio, la industria y la administración.
A fines del siglo xix, Ensenada adquiere una gran intensidad y desarrollo de la educación, en comparación con otros núcleos poblacionales del estado. En 1882 Jorge Ryerson, el jefe político del Partido Norte, instruye para la construcción de la primera Escuela Pública Elemental de Tijuana, la cual fue erigida en las cercanías de la aduana, en una improvisada construcción. El gobierno federal expide en 1908 la ley de educación que modifica las reglas y normas educativas de ese entonces. En diciembre de 1911 se efectuó la primera división del distrito en tres zonas escolares –sur, centro y norte–. Según el estudio del profesor Hermenegildo Pérez: “De 1912 a 1916 hubo 15 escuelas primarias elementales; una menos en 1913; aumentan a 24 en 1914 y descienden a 20 hasta 1916”. En las primeras dos décadas del siglo xx el reto era establecer el sistema educativo en toda la entidad, establecer las normas de funcionamiento y garantizar aspectos presupuestales y de retribución a los maestros. Los testimonios de los bajacalifornianos que vivieron la época lo dice todo.