San Bartolomé Apóstol 2017
La ciudad
Para los antiguos griegos la ciudad era, sobre todo, un proyecto común, algo que les llevaba a vivir la unidad y lo común por encima de lo individual, supeditando los intereses particulares a los intereses generales de la colectividad. Eso les conducía a sentir la ciudad como un lugar al que se pertenece, no solo un lugar donde se habita circunstancialmente. Se sentía como lo que unía a sus ciudadanos y les diferenciaba del entorno que les rodeaba, y que todos los ciudadanos colaboraban en la mejora de sus condiciones de vida y de habitabilidad.
un batiburrillo de mesas, sillas, terrazas, toldillas de mil y un colores, donde se invade el espacio público sin preocuparse del resto de los ciudadanos, todo en aras del negocio. No es que el negocio, el generar riqueza en la ciudad, sea algo negativo, pero hay que articular y regular la relación entre el negocio privado y el bien y el interés público y eso pasa por cumplir y hacer cumplir las normas que regulan nuestra convivencia. Y las hemos cumplir y hacer cumplir todos, los poderes públicos, por supuesto, pero el resto de ciudadanos también.
A menudo he pensado en esto, comparando nuestro Almagro con esta idea de ciudad que los griegos clásicos tenían. Hasta un determinado momento histórico, en Almagro, hemos estado viviendo este concepto de ciudad entendido como algo que teníamos que mantener y mejorar entre todos los que la habitábamos, donde nada de lo que sucedía en la ciudad y a nuestros conciudadanos nos era ajeno, al fin y al cabo, vivimos en ese ámbito cultural que es el Mediterráneo, y tenemos características que nos unen a todos los pueblos que habitamos en las riberas de ese mar. La consecuencia fue la construcción de una ciudad armónica, bella, agradable para vivir y que causaba admiración entre los que nos visitaban. Muchos de ellos lo hacían solo por el placer de pasear por nuestras calles, por la plaza, respirar la paz de un enclave que, ciertamente, parecía dormido en el tiempo. Almagro era bello porque era armónico y porque sus habitantes colaborábamos, en la medida de nuestras posibilidades, porque la ciudad apareciera resplandeciente para los que vivíamos en ella y, claro está, para los visitantes. Esto suponía que había un sentimiento común que, consciente o inconscientemente, nos unía a todos los que vivíamos en Almagro.
Algo parecido sucede con la limpieza. Almagro ha sido muy ponderado como una ciudad limpia. Sin embargo, hoy, no podemos decir que Almagro sea una ciudad limpia. Papeles, bolsas, yacen en el suelo de nuestras calles más céntricas. Esto es, también, cuestión de ciudadanía y de sentir nuestra ciudad como un proyecto de vida común, esto es cuidar Almagro. Y es también una actividad económica, en el sentido de que estamos cuidando el lugar en que vivimos, estamos haciendo ecología, porque cuidamos nuestro entorno, y porque en la medida en que nuestra ciudad sea más limpia será más atractiva para aquellos que nos visiten, y estaremos contribuyendo a desarrollar el turismo y la actividad económica en nuestra ciudad.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte, uno siente que este concepto de ciudad como proyecto común se está comenzando a abandonar y que los intereses particulares, en muchas ocasiones, se ponen por encima del interés común, y eso nos está haciendo perder de vista ese proyecto común que nos unía a todos. Se nos está imponiendo el concepto liberal, anglosajón, en el que lo individual, lo particular está por encima de lo común y que es extraño a nuestra cultura mediterránea. Signos de esto los encontramos en Almagro en la actualidad. Solo es necesario asomarse a nuestra Plaza Mayor, que más que ágora, lugar de encuentro, alma de la ciudad, que es lo que el ágora, la plaza significa en el mundo clásico, es
Cuidar la ciudad es una actividad económica fundamental para Almagro. Cuanto más cuidemos nuestro entorno urbano, nuestra ciudad, nuestras casas, nuestras calles, cuanto más brille la blancura de nuestras fachadas, más pondremos en valor la ciudad, más visitantes acudirán a ella y más se podrá incrementar la actividad turística de la que tantas familias almagreñas viven. Pero esto pasa por el cuidado de la ciudad y los que más empeño deben poner en ello son aquellos que tienen su actividad económica relacionada con la hostelería y el turismo, porque del cuidado de la ciudad está dependiendo su propio futuro. No matemos la gallina de los huevos de oro, que eso es el turismo, porque de ella depende el desarrollo presente y futuro de las generaciones venideras y de Almagro. Que todos pasemos unas Felices Fiestas en las que nuestra ciudad brille con la belleza que siempre la ha caracterizado. Francisco del Río Muñoz
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