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El ojo del universo

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Potajes

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EL OJO DEL UNIVERSO

Arrancar el día con la ley de la relatividad de Einstein, la que puso en marcha todo el engranaje de la astronomía moderna, es una bola complicada de digerir, a menos que seas un entusiasta de la divulgación científica o un cerebrito

Para el resto de los comunes, toda referencia a las leyes de la física o las matemáticas despiertan, en un principio, la más absoluta perplejidad, -esto en el mejor de los casos-, o la total animadversión, en el peor, habida cuenta de que vivimos en un planeta que cada vez se mira más a sí mismo y poco o nada quiere saber de lo que le deparan los próximos cincuenta años. Afortunadamente, la vinculación del hombre con el universo es tan antigua como nuestra propia especie. Desde los primeros homínidos, el hombre siempre ha contemplado el cielo ensimismado, bien en busca de respuestas ¿Qué hacemos aquí? O por la simple ansia de saciar su sed de conocimiento. Sin lugar a dudas, esta última es la mayor de las virtudes que hemos podido desarrollar como especie.

Fotos cedidas y realizadas por el Observatorio de Calar Alto

En 2019 se cumplen 50 años de la llegada del hombre a la luna. Un hito histórico que viene a reconocer nuestro increíble potencial cuando nos empeñamos en sacar algo adelante, aunque ese algo haya sido fruto de una feroz competencia entre los dos bloques enfrentados en plena Guerra Fría por ganar la batalla espacial. El 20 de julio de 1969 el hombre puso por primera vez un pie en nuestro satélite. Un total de 6 misiones Apolo llegaron a la luna para recabar información y materiales, en principio, con fines científicos. Hoy sabemos que en el año 2024 dará comienzo un nuevo programa espacial que llevará a la NASA, esta vez en colaboración con otras agencias espaciales, a la superficie selenita para establecer una base desde la que dar el salto a Marte.

Todo el interés que pueda generar un proyecto de esta envergadura sitúa en alza la fascinación que sigue despertando el universo, quizás como respuesta a muchas preguntas que aún continúan sin resolverse.

Observatorio de primer orden

Almería cuenta con el centro astronómico más grande del continente europeo: el Observatorio Astronómico de Calar Alto, situado en la Sierra de Los Filabres, en el norte de la provincia. Desde el año 2016, el centro admite visitas guiadas, bien de manera individual o en grupos que deben solicitarse con antelación. La provincia dispone así de un recurso que acrecienta su capacidad como generadora de turismo experiencial. La andadura del centro comienza en 1973 tras un acuerdo firmado entre los gobiernos alemán y español. Hasta 2005 el observatorio pertenecía en exclusiva al Max-Planck-Institut für Astronomie y solo disponía de un diez por ciento del tiempo de observación para los astrónomos españoles. Sin embargo, en 2005 se firmó un acuerdo por el cual el observatorio estaba operado conjuntamente por el Instituto de Astrofísica de Andalucía - CSIC en Granada y el Max-Planck-Institut für Astronomie en Heidelberg en una proporción del 50% cada uno. Desde 2019, con la salida del socio alemán y la entrada de la Junta de Andalucía en la Agrupación de Interés Económico CAHA, AIE, el observatorio pasa a ser íntegramente español. A partir de este año el nombre oficial de Calar Alto es Centro Astronómico Hispano en Andalucía (CAHA). El observatorio proporciona tres telescopios con aperturas de 1.23 m, 2.2 m y 3.5 m. Un telescopio de 1.5 m, también localizado en la montaña, se encuentra bajo el control del Observatorio de Madrid.

UN RECETARIO SUBLIME

Más que un recetario, Almería tiene fórmulas magistrales acrisoladas por el paso del tiempo. Cada una de ellas encierra una tradición latente y una vocación por sacar el mayor partido posible a unos ingredientes muchas veces humildes.

Cuando la inventiva está tocada por el amor al producto, la excelencia cae por su propio peso. El tardío despegue económico favoreció la escasa alteración de usos y costumbres culinarios, con lo que la cocina tradicional se mantiene viva y presente en toda la provincia. Es lógico amar unos platos que forman parte del carácter almeriense: imaginativos, sencillos y honestos. En una palabra, ¡brillantes!

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