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La estética filosófica y su capacidad simbólica

TEMA 5

1. LA CAPACIDAD SIMBÓLICA

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Antes de entrar de lleno en la estética como disciplina filosófica hemos de detenernos en la capacidad que tiene el ser humano para crear y expresarse por medio de símbolos. Ese es uno de sus rasgos evolutivos fundamentales, que propició la articulación del lenguaje. El lenguaje multiplicó exponencialmente las posibilidades del ser humano, tanto la amplitud de la comunicación, se pueden comunicar muchas más cosas como la calidad de la misma. De este modo, aumentará la capacidad de expresarse de una manera artística y original con la finalidad de dotarlo de sentido de una forma bella.

1.1. Los símbolos

El ser humano mantiene una innegable relación simbólica con el mundo que le rodea. Gracias al símbolo, el ser humano codifica y transmite su conocimiento acerca de multitud de realidades. Pero antes de llegar al símbolo hemos de detenernos en conceptos previos, en su propio origen y, por tanto, en el tiempo. En la antigüedad, los estoicos distinguían entre significante (lo que el signo representa) y significado (la forma que adopta el signo). Lo que puede ser continente y contenido, en una mezcla de concreto y abstracto. A la hora de buscar una definición acertada de signo hemos de hacer dos diferencias: • Signo natural: aquel que mantiene una relación de semejanza o causa efecto entre significado y significante. Como el humo es signo del fuego.

• Signo convencional: debe su utilidad al acuerdo entre usuarios. En este signo desaparece la relación natural entre significante y significado. Este último recibe el común nombre de símbolo. En el siglo XIX, el lingüista suizo Ferdinand de Saussure afirmó del signo lingüístico que es “un producto de nuestra mente que posee como elementos una imagen o sonido y un concepto expresado. La imagen o sonido es el significante y el concepto expresado es el significado”. Por tanto, es importante dejar claro de manera genérica la diferencia entre indicio, señal, signo y símbolo: – INDICIO: es un significante o realidad material que “indica” algo (p. e. la abeja que le indica a otra abeja que cerca hay polen). – SEÑAL: es un significante unívoco (con un único significado) que indica algo concreto (“señala”; p. e. las señales de tráfico).

– SIGNO: es un significante que indica un significado de tipo convencional, pero que puede abrirse a otros significados (p. e. la letra “a” si va sola es preposición, si va con otras letras forma una sílaba con distinto significado…). – SÍMBOLO: finalmente, el símbolo es un significante que alude a una realidad abstracta o espiritual profunda y que no tiene relación con el signo al que, sin esa conexión abstracta, se refiere (p. e. la cruz para un cristiano, la bandera, el pan en el contexto de la Eucaristía…).

1.2. La creatividad

La creatividad es el producto de la imaginación de ser humano, enriquecido por su capacidad simbólica (manejo y fortuna en la creación de símbolos). Si bien es cierto que hace falta una dotación innata (talento) a la hora de trabajar la imaginación creativa, no es menos cierto que esta se mejora con la práctica, pues junto a las facultades innatas todo crece exponencialmente cuando hay técnica y estrategia, aderezadas con pasión y entrega. A las dos primeras cualidades, ahora expresadas, nos podemos referir cuando explicamos el proceso creativo y sus fases:

FASES DEL PROCESO CREATIVO

1. Preparación: selección e identificación del objetivo sobre el que vamos a trabajar y recopilación de documentación e información sobre dicho objetivo. 2. Generación: configuración de ideas y búsqueda de alternativas sobre el tema que nos interesa de forma consciente.

3. Incubación: elaboración no consciente que puede facilitar la solución buscada. Para ello hace falta una fuerte motivación. 4. Iluminación: momento en que surge el producto de las elaboraciones no conscientes. Es un momento de especial euforia por haber dado con la idea que nos parece genial, al sentirnos inspirados. 5. Evaluación: momento en que se valora, de forma personal y colectiva, la viabilidad de esa genial idea.

Ha de pasar por el tamiz de todos los factores concernientes a ese proyecto: técnicos, económicos, éticos, estéticos, etc… Si no pasa los filtros necesarios, habrá servido para incubación de ideas mejores. Si se considera válido pasamos directamente a la elaboración de la idea. 6. Elaboración: etapa de trabajo hasta materializar la idea primigenia en su resultado final. Requiere el dominio de la técnica y de los recursos (materiales, instrumentos…) que se van a utilizar.

2. LA ESTÉTICA

Como ya hemos visto al comienzo de este curso, la Estética es la disciplina filosófica que tiene por objeto el estudio de la belleza y, de forma especial, las condiciones que hacen bellas las obras de arte.

2.1. La experiencia estética y la actitud estética

La experiencia estética es aquella que ciertos objetos logran suscitar, por sus condiciones de presencia o ausencia de belleza. O bien por las circunstancias especiales de esta. A los objetos que tienen la capacidad de despertarnos esa experiencia estética los denominamos objetos estéticos, con independencia de que sean creaciones humanas o productos de la naturaleza. Los productos estéticos son aquellos que producen un placer que va más allá del placer sensorial. Este plus que poseen los elementos estéticos consiste en que en ellos hay una dimensión intelectual y emocional, que no se produce de forma automática. El contemplar un objeto estético produce en el ser humano una experiencia especial, que nos resulta difícil de comunicar y que supera la simple satisfacción de los sentidos. Por ello, podemos afirmar que la experiencia estética tiene cierto grado de goce sensitivo, pero no se puede identificar con él por completo. La experiencia artística sólo es posible cuando contemplamos un objeto artístico con una determinada actitud. Se trata de atender al objeto artístico, manteniendo con él una relación genuinamente desinteresada. No en el sentido de que no nos importe, sino sin buscar la obtención de ningún provecho.

Esta actitud de desinterés ha de estar desmarcada de las tres actitudes siguientes: – Actitud cognoscitiva: interés de acaparar y ampliar conocimiento. – Actitud decorativista: interés sólo por la función decorativa que puede aportar. – Actitud crematística: interés sólo desde lo económico y especulativo.

2.2. El juicio estético

Los seres humanos tenemos la capacidad de juzgar. En todos nuestros espacios y circunstancias estamos emitiendo juicios sobre lo que nos rodea. A la hora de hablar de juicio estético es importante precisar que estos dependen en gran medida de juicios de gusto. Los juicios de gusto penden del hilo de la objetividad y la subjetividad. Un juicio de gusto es objetivo cuando entra dentro de los cánones admitidos en fealdad o belleza. Sin embargo, un juicio de gusto es subjetivo cuando el sujeto que presenta o percibe la creación artística da un paso al frente por cauces, (sin coma) en los que antes no se intuía, o al menos valoraba, la belleza. Entre todos ellos podemos distinguir el juicio estético, en el que enunciamos una proposición que relaciona un objeto con una cualidad estética. Estas pueden ser belleza, fealdad, sublimidad… El juicio estético se puede emitir sobre cualquier objeto, Así mismo hemos de decir que no hay ningún objeto al que no se pueda someter a más juicios que el estético.

EL JUICIO ESTÉTICO EN KANT

El filósofo prusiano Immanuel Kant,hacía especial hincapié en diferenciar entre la opinión de agrado y la opinión de desagrado a cerca de algo y el juicio estético puramente dicho. Pues si es cierto que el juicio estético parte de opiniones, gustos, emociones… pretende adquirir validez más allá de nuestras preferencias personales. Por ello hemos de afirmar que, aunque tiene una base subjetiva, se hace con pretensión de universalidad, desde unas leyes generales de armonía, atractivo, belleza… El pensador Inmanuel Kant asegura que es evidente que existe una exigencia de universalidad de nuestros juicios estéticos, pues no podemos aceptar que nuestras valoraciones sobre belleza se tengan que limitar al ámbito personal. Lo que reclamamos es una opinión general en la misma dirección. Para garantizar esta universalidad, Kant recurre al sentido del gusto, que sería subjetivo (del sujeto) y al mismo tiempo intersubjetivo (común a todos los sujetos). Se trata de un sentido común que nos permite valorar todos los sentidos estéticos de la misma forma. Por tanto, aseguraría la universalidad de juicios estéticos.

La teoría del juicio estético de Kant, propone, en suma, la necesidad del consenso de los sujetos para alcanzar un sentir común a la hora de aprobar o desaprobar una expresión artística.

3. LA BELLEZA

Aunque nos resulta fácil emitir nuestra opinión sobre sobre lo que nos gusta o no, es decir, sobre la belleza o fealdad de las cosas, nos resulta muy difícil definir de forma filosófica la belleza como tal.

3.1. Definición

No es difícil encontrar definiciones que abordan la belleza como aquello que resulta agradable a los sentidos y que por tanto causa placer. Por tanto, el placer acompaña a la belleza, pero no es menos cierto que el placer no siempre va asociado a la belleza, pues hay sensaciones placenteras, asociadas a los sentidos que no se pueden decir que sean bellas. De ahí que sea necesario distinguir entre placer estético y placer no estético. Profundizando en el problema definitorio de la belleza nos enfrentamos a la siguiente disyuntiva: la belleza como cualidad del objeto o la belleza como emoción suscitada y procesada por el ser humano. Ambas ideas se enmarcan en dos posturas distintas.

Postura objetivista

Esta postura afirma que la belleza es una cualidad del objeto, que provoca una experiencia estética en las personas que son capaces de acercarse a dicho objeto, con una actitud desinteresada. Desde esa óptica es legítimo que el juicio estético tenga pretensión de universalidad, ya que esas cualidades están al alcance de todos, con independencia de que haya quien no las aprecie por falta de interés y/o capacidad para captar esa belleza.

Postura subjetivista

Este enfoque propone que la belleza de un objeto depende, de forma casi exclusiva, de la mirada del propio sujeto que se relaciona con él. Por lo cual somos nosotros quienes decidimos qué consideramos bello o no, en función de lo que nos transmite. Lo que realmente merece el calificativo de bello, es la emoción o sentimiento que despierta, más que el objeto mismo en cuestión.

Por eso nos explicamos que en distintas culturas y épocas haya distintas percepciones de la belleza, incluso dentro de una misma época y cultura, el concepto de belleza varia ostensiblemente de unos individuos a otros.

3.2. Tipos de belleza

Los distintos tipos de belleza pueden calificarse según la clase de objeto que la suscita. Pues, de igual manera que hay dos tipos de objetos estéticos (objeto natural y objeto artístico), así mismo y siguiendo esos parámetros existen dos tipos de belleza: • Belleza natural: se trata de aquella belleza que suscitan los objetos naturales. Sirva de ejemplo una flor, un paisaje, un cuerpo o un rostro humano. • Belleza artística: es la belleza que suscitan las creaciones artificiales del ser humano, es decir las obras de arte. Nos referimos a ese tipo de belleza cuando hablamos de una pintura, una sinfonía o una creación poética, entre otras muchas obras artísticas. La relación entre ambos tipos de belleza ha variado mucho a lo largo del tiempo. En un primer momento la concepción estética de la belleza fue naturalista y mimética, pues en muchas culturas se consideraba el arte una copia de la naturaleza. Eso hacía que la belleza artística dependiera totalmente de la belleza natural. Por eso se consideraba que el arte era bello en la medida que lograba reproducir la armonía y perfección de los objetos naturales de la manera más fiel posible. Con la llegada de la era moderna se produjo un proceso de independización del arte con respecto a la naturaleza. El arte dejó de verse como un espejo de la realidad natural y pasó a contemplarse como una expresión de la creatividad y libertad humanas. Eso hizo que la belleza artística dejara de valorarse según criterios naturalistas y adquiriera importancia y sentido en sí misma. Adentrándonos en los tipos de belleza, contemplamos la división kantiana, teniendo en cuenta las cualidades que hacen bello el objeto que la suscita. Tal división consta de dos vertientes de la belleza: belleza adherente y belleza libre. • Belleza adherente: es la belleza que posee un objeto en función de la idea que tenemos de cómo debe ser ese objeto. No se trata de una belleza pura, sino de la función que se le atribuye y que ha de existir en consonancia. • Belleza libre: es la que posee un objeto en sí mismo, sin depender de ninguna idea o finalidad a la que deba adaptarse. Se trata, por tanto, de una belleza pura, ya que no tenemos ninguna idea preconcebida de cómo debe ser ese objeto.

3.3 Belleza y fealdad

Habitualmente se considera feo todo aquello en lo que se da una disminución o ausencia total de belleza. Por tanto, podemos afirmar que la belleza es lo contrario de la fealdad. Y la fealdad, lo contrario de la belleza. Esta contraposición puede entenderse en un doble nivel: fealdad formal y fealdad material. La fealdad formal consiste en la deformación y la desfiguración; sin embargo, la fealdad material está asociada a lo éticamente negativo: a la maldad, a la depravación, lo criminal, etc. La concepción tradicional establece de forma clara cuáles son las características formales, características materiales, experiencia estética y reacciones que suscita: • Características formales de la belleza: armonía, proporción y equilibrio. • Características formales de la fealdad: deformidad, desproporción y desmesura. • Características materiales de la belleza: bondad y verdad. • Características materiales de la fealdad: maldad e incorrección. • Experiencia estética de la belleza: placer y agrado de los sentidos. • Experiencia estética de la fealdad: displacer y desagrado para los sentidos. • Reacciones que suscita la belleza: atracción. • Reacciones que suscita la fealdad: rechazo y repugnancia. La fealdad y la deformidad nunca han sido ignoradas del todo en la historia del arte, pero hasta la llegada del Romanticismo sólo aparecen de forma marginal, sirviendo la presencia para contraste y contrapunto para realzar la belleza. También se utilizaba para subrayar lo ética o culturalmente rechazable, como el vicio o la criminalidad. Sin embargo, con la llegada de la corriente cultural romántica, surge un proceso de reivindicación de lo feo en el ámbito artístico. Aparecen en todas las manifestaciones y creaciones artísticas los temas escabrosos, los paisajes desolados y los sentimientos lúgubres. Y lo hacen desde el más absoluto protagonismo. Pero, en este momento, lo feo no se presenta como un valor y un fin en sí mismo. Sino como una forma de expresar ciertas emociones. Fue con la llegada de la Edad Moderna, cuando se produce una radicalización del gusto por lo feo, que lleva a algunas corrientes artísticas a reivindicarlo como un fin en sí mismo, que ni representa el mal, ni pretende crear malestar con su presencia, sino que lo presenta como un elemento constitutivo de la existencia. Uno de los máximos exponentes de esta tendencia es Francis Bacon (1909-1992).

4. EL ARTE

Es aceptado de forma global que definamos Arte como “aquello que engloba todas aquellas creaciones humanas para expresar una visión sensible acerca del mundo, ya sea real o imaginario”. Mediante recursos plásticos el arte permite expresar ideas, emociones, percepciones y sensaciones. Esta amplia valoración, más que definición de arte, nos obliga a contemplar las distintas maneras que tiene el ser humano de concebir el arte.

4.1. Concepciones del Arte

Por las obvias dificultades que entraña definir el arte, a lo largo de la historia se han dado distintas concepciones de él. Las cuatro concepciones de arte que vamos a estudiar a continuación son: Arte como imitación, Arte como

expresión, Arte como forma, Arte como realidad imaginativa.

• Arte como imitación:

Se entiende que el arte es una copia de o imitación de la naturaleza o de estampas de la realidad cotidiana.

Esta es la concepción más primigenia del arte; surgió con las culturas antiguas y perduró con fuerza hasta el romanticismo. Al artista no se le valora por su originalidad o creatividad, sino por su capacidad de reflejar de manera fiel lo que le rodea. Las corrientes artísticas que representan esta concepción de arte son: el Naturalismo y el Realismo artístico. Una de las tendencias del arte contemporáneo es el Neorrealismo. Antonio

López es uno de los máximos exponentes de este estilo. • Arte como expresión:

Esta concepción concede especial importancia a la imaginación creadora del artista. Históricamente se inicia con el Romanticismo, momento en el que se ve superado el concepto de arte como reproducción de la realidad y pasa a verse como una muestra de emociones y sentimientos vivenciales difícilmente expresables de otro modo. La corriente artista que refleja esta concepción artística es el Expresionismo.

Esta corriente artística se mueve en dos direcciones: un modo que posee el artista para para expresar los sentimientos propios o ajenos; y también un mecanismo que permite al espectador revivir o experimentar esos mismos sentimientos.

• Arte como forma:

Esta concepción es sostenida por aquellos que defienden que lo propio del arte es la forma y no el contenido o la historia que esta forma pueda contener. Para los formalistas la creación artística ha de vaciarse de todo contenido porque lo específicamente artístico es la forma. El Arte Artístico es el exponente más claro de esta concepción.

• El arte como realidad imaginativa:

Sostiene que el arte no es una realidad física, sino más bien una realidad imaginativa, pues lo determinante es la imagen que tenía el artista al disponerse a crear esa obra. Por tanto, según esta concepción, es necesario diferenciar la imagen mental, de la plasmación física u obra de arte. La obra de arte es imperfecta con respecto a la imagen mental que tiene el artista antes de crearla. • El arte como Metafísica:

Cuando se manifiesta la revelación del ser o núcleo último de la realidad. El autor filosófico que propuso esta visión fue Arthur Schopenhauer (1788-1860). Para Schopenhauer el arte se convierte en metafísica. El artista, con su genio creador, es capaz de desvelar el núcleo último de la realidad, de las cosas. El arte es fruto de la voluntad del artista y también de la ascesis. La estética filosófica es, por tanto, una verdadera experiencia religiosa, similar a la apatheia estoica o al nirvana hindú.

4.2. Funciones de del arte

Junto a las concepciones de arte, anteriormente vistas, se añade la diversidad de opiniones, sobre cuáles son el sentido y la función que la creación artística ejerce dentro de la cultura humana. Veremos algunas de las funciones más significativas que ha tenido el arte a lo largo del tiempo.

• El arte por el arte

Se entiende que la actividad artística no cumple, ni debe cumplir ninguna utilidad. Dicho de otra manera, no es “para algo”, si no “por sí mismo”. Además, se considera injustificado valorar el arte según aspectos como los valores éticos que entraña, lo que nos puede enseñar o los sentimientos que pueda transmitirnos.

• El arte como necesidad de la naturaleza humana

Esta postura mantiene, como la vista con anterioridad, que el arte no cumple ni debe cumplir ninguna utilidad o función. Sin embargo, dicha postura está sustentada en motivaciones distintas. El arte no debe justificarse pragmáticamente, pues su valor reside en la satisfacción de una necesidad humana. Ante la exclusiva necesidad humana de expresar la personalidad y vivencias de forma artística, aunque de ello no se consiga ninguna compensación material. La producción y la contemplación de arte son actividades que deleitan por sí mismas porque responden a una íntima y profunda característica del ser humano, resaltando así la necesidad humana de expresarse mediante símbolos.

• El arte como evasión

Proponiendo el arte como evasión se entiende que es un medio para huir de la realidad que no satisface.

Tanto al que crea una obra de arte como a quien la contempla. Es la manera de huir de un mundo feo, depravado, miserable y rutinario, hacia otro mundo extraordinario y bello.

• El arte como purificación

El arte también tiene una función altamente purificadora. Pues el espectador, mediante el arte, es purificado de ciertas tendencias que podrían serle perjudiciales, sino se ve indirectamente librado de ellas. Tal función surgió en la Antigüedad con Aristóteles. Pues según él, el arte consigue que en el espectador se produzca la catarsis, que es una liberación de todos los condicionamientos psicológicos, personales y sociales que oprimen a la persona y que pueden causarle consecuencias desastrosas.

• El arte humanizador

Para muchos pensadores, el arte posee una función que va mucho más allá de lo puramente artístico. Consideran que, en la promoción y transmisión de valores éticos, sociales y culturales, reside el auténtico valor y dignidad del arte. Pues el artista, además de su intención de crear formas bellas y sublimes, ha de intentar que esas formas eduquen moral, social y humanamente a quien las contempla. El arte logra alegrar y divertir por sí mismo, lo que le faculta y obliga a enseñar deleitando y a educar divirtiendo.

4.3. La obra de arte y su interpretación

Ante cualquier tipo de obra de arte se dan dos momentos: contemplación y reflexión. Eso da lugar inequívocamente a entrar en el campo de la interpretación. Y dentro del campo de la interpretación existen básicamente dos posturas: contextualismo y aislacionismo.

• Contextualismo

Esta postura defiende que para poder entender y apreciar la obra de un autor, es preciso conocer el marco global o sociológico donde se inserta esa obra en particular. Así se hace necesario tener un conocimiento básico, al menos, del autor y de sus entornos vital y social. Todo esto se hace imprescindible, según el Contextualismo, para entender una obra en particular. Así mismo es necesario para enriquecer y hacer más plena su contemplación. • Aislacionismo

Esta postura defiende que para poder entender una obra de arte no es necesario salir fuera de la obra en sí misma. El arte sólo refiere una contemplación abierta y una auténtica atención. Pero no requiere ningún otro conocimiento externo. Una obra de arte es absolutamente autosuficiente y autónoma: el arte auténtico conmueve y deleita por sí mismo.

TEXTO PARA PENSAR

LA MAGIA DEL SÍMBOLO

Si el símbolo se inscribe en lo que “se sabe” (todo símbolo parte de unas coordenadas cognoscitivas unificadoras), si el símbolo está potencialmente abierto a nuevas acepciones, el símbolo se mueve continuamente entre lo ilimitado y lo limitado, entre lo explícito de la propia simbología (tanto el símbolo como los signos que refieren al símbolo necesitan materializarse en cosas concretas para darse a conocer) y lo implícito (el símbolo no se agota en un solo significado, no determina directamente qué es, qué deber ser lo simbolizado; el símbolo se convierte en cierto modo en inaprehensible: no se ubica con el aquí ahora de su apariencia, no se define exclusivamente en aquello que le sirve de soporte material para ser visualizado). ¿Por qué el símbolo juega con lo explícito y lo implícito? Porque el símbolo no es más que un intermediario, un punto de referencia a otros significados, de modo que ni estos ni aquel se centran exclusivamente en el espacio donde son distinguidos, sino que remiten “ausencias” inconcretas, potenciales, pero reales. Así, el símbolo es “una representación que hace aparecer un sentido secreto; es la epifanía del misterio.

María Teresa González Cortés

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ANTONIO RISUEÑO PÉREZ

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