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José Luis Montero. Por Lauren Risueño

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Puebla de Yeltes

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José Luis montero

lauren risueño

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Alo largo de mi vida he tenido la oportunidad de relacionarme con personas de valores y virtudes extraordinarias. Sin apenas conocerlos, se les adivinaba con el trato, su sencillez, bondad y educación, que para mí eran lecciones de vida y poco tardaba yo en ofrecerles mi amistad. Una amistad que se iba cimentando gracias a mi quehacer profesional, casi siempre de cara al público, en una exigente actividad comercial. Así surgieron personas generosas y desinteresadas, que compartieron conmigo su cultura y afecto, y como hacen los Amigos, me enseñaron a apreciar el lado bueno de las cosas, valorar la libertad y ser capaz de afrontar con valentía los sinsabores que la vida nos depara.

José Luis era de esa clase de personas. Hace unos años que nos dejó este “farinato” ejemplar y muchos somos los que lo echamos de menos. Pasó por la vida haciendo el bien de forma callada y discreta (así era él), ayudando a quien lo necesitaba y colaborando en lo que se le solicitaba y sobre todo amando intensamente a su familia y siendo fiel a sus Amigos hasta las últimas consecuencias. José Luis Montero era además un enamorado de Ciudad Rodrigo y presumía de su pueblo siempre que podía, sobre todo cuando viajaba al extranjero.

Recuerdo con mucho cariño los fenomenales artículos que publicaba en La Voz de Mirobriga siempre ponderados y respetuosos, recordando personajes y situaciones de antaño o hablando de la actualidad, porque, José Luis era un mirobrigense que conocía muy bien la vida en la ciudad, además de tener criterio y opinión y saber exponerlo. Muchos de sus artículos causaban admiración cada semana. Recuerdo algunos de ellos, sobre Navalón o Chuchi Domínguez; la calle de La Colada, peña Gutenberg o el bar Lampi. Y muchos más que sería largo de reseñar.

Antes de que falleciera Jesús Domínguez, presidente de la peña Gutenberg, nos comentó que cuando surgiera una baja o se pensara en una ampliación de socios, el primero en incorporarse debía ser José Luis; no tardó mucho y la peña le brindó una bienvenida muy celebrada pues conocíamos de antemano sus cualidades humanas. Sabíamos que aportaría ideas, unión, participación y sobre todo entusiasmo, y así fue en el tiempo que estuvo con nosotros.

Se podría decir muchas cosas buenas de José Luis Montero Vicente, pero seguro que su ánimo humilde y sencillo no estaría de acuerdo con lo que yo dijera. Solo apuntar que todo lo bueno que se le veía por fuera, lo llevaba también en su interior y aunque ya no se encuentra entre nosotros, quedará su vida y su ejemplo.

Hasta siempre José Luis.

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