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Ernesto Sánchez y Sánchez-Villares. Por Isabel Sánchez Jacob
DOS CALLES DE CIUDAD RODRIGO. LAS CALLES SÁNCHEZ-VILLARES.
ANTONIO SÁNCHEZ- VILLARES Y SÁNCHEZ. ERNESTO SÁNCHEZ Y SÁNCHEZ-VILLARES
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Isabel Sánchez Jacob
Aalgunos de nuestros vecinos puede haberles llamado la atención el hecho de encontrar en nuestra ciudad dos calles con el mismo apellido, el apellido SánchezVillares. Una de ellas, en el Arrabal del Puente, dice “Calle Sánchez-Villares”. La otra, cercana al Centro de Salud dice “Calle del doctor Ernesto Sánchez y Sánchez-Villares”.
Se trata de un abuelo y un nieto, cuya memoria, las corporaciones municipales de Ciudad Rodrigo, de su momento, tuvieron a bien conservar, poniendo el nombre de cada uno de ellos en una calle de la ciudad. Abuelo y nieto curiosamente comparten los mismos apellidos, pero dispuestos en orden inverso. El abuelo es Antonio Sánchez-Villares y Sánchez, y el nieto es Ernesto Sánchez y Sánchez- Villares. Un poco lioso, la verdad. En esta familia los Sánchez salen por todos los lados.
Pensándolo bien, no es un hecho tan corriente el que un abuelo y un nieto tengan una calle con su nombre en la misma ciudad. En este año 2022, el 17 de junio, se cumplirán 100 años del nacimiento de Ernesto, y por este motivo me ha parecido oportuno tener un recuerdo para ellos.
Antonio Sánchez y Sánchez-Villares –de nombre completo Antonio Hilario- nació y murió en Ciudad Rodrigo, y vivió entre los años 1865 y 1932. De profesión era farmacéutico, con farmacia instalada en el Arrabal de San Francisco. Fue político liberal muy activo, diputado provincial de Salamanca por el partido de Ciudad Rodrigo, posteriormente presidente de la Diputación Provincial y director del banco del Oeste, entre otros cargos que representó. También fue gobernador civil interino de Salamanca. Debió tener un carácter afable, y en su rebotica se reunían tanto políticos como gente sencilla del campo que acudía para tratar de resolver sus asuntos.
Contribuyó a la publicación del Cancionero Salmantino de su amigo Dámaso Ledesma, y fue popularmente reconocido por su contribución a los trabajos de reconstrucción del Arrabal del Puente y la edificación de un muro de contención tras la riada de 1909.
Fueron él y sus hermanos Anacleto, Miguel y Marino quienes, en 1919, consiguieron unir el apellido Sánchez al apellido -más bien apodo- Villares, por el cual eran conocidos, formando un único apellido Sánchez-Villares.
Antonio Sánchez-Villares y Sánchez.
Antonio Sánchez y SánchezVillares nació y murió en Ciudad Rodrigo, y vivió entre los años 1865 y 1932. De profesión era farmacéutico, con farmacia instalada en el Arrabal de San Francisco.
Estuvo casado dos veces, pues su primera esposa falleció muy joven. De su primer matrimonio, con Esperanza Martín Navas, tuvo una sola hija que llegó a adulta, ya que otros dos niños murieron al poco tiempo de nacer. Esta hija fue María Sánchez-Villares Martín, quien con el tiempo se casó con Ernesto Sánchez Hernández, médico de profesión. De su segunda esposa, Socorro Martín Naveiro, tuvo otra hija, de nombre Milagros.
Ernesto Sánchez Hernández, el marido de María, era natural de Hinojosa de Duero y había estudiado medicina en la facultad de Salamanca. Quiso hacerse pediatra, pues allí encontró a un maestro de pediatría, el profesor Nogueras, que le despertó esa vocación. Pero la vida tenía otros planes para él. Justamente el año en que acabó la carrera, 1918, había estallado la pandemia mundial de gripe, la mal llamada gripe española. Y los pueblos de la provincia de Salamanca estaban muy necesitados de médicos. Así el alcalde de Villavieja de Yeltes requirió sus servicios. El profesor Nogueras le animó a irse al pueblo para atender esa necesidad urgente, prometiéndole que una vez la epidemia hubiera terminado, él le recibiría en su escuela para hacerse especialista de pediatría.
Así que el recién estrenado médico partió en tren hacia Villavieja de Yeltes, con dos baúles de ropa que su madre le había preparado. En la estación de Villavieja le esperaba la banda municipal de música, y así, a bombo y platillo inició su andadura profesional. Tuvo mucho éxito, y fue tan feliz como médico de cabecera, que decidió que seguiría siéndolo siempre, que ya no iba a hacerse pediatra.
Allí conoció a quien sería su mujer, María Sánchez-Villares, quien circunstancialmente estaba pasando unos días en casa de una familia amiga, la familia Galache, conocidos ganaderos de esa región. Ernesto Sánchez Hernández y María Sánchez-Villares se casaron y tuvieron tres hijos; Ernesto (el de la otra calle), Antonio y Agustina Sánchez y Sánchez-Villares (Tina), los tres nacidos en Villavieja. .
Acercándose el tiempo de que los chicos tuvieran que empezar el bachillerato, el padre Ernesto decide trasladarse con su familia a Ciudad Rodrigo, para que pudieran seguir sus estudios en el instituto. Oposita a la plaza de médico titular de Ciudad Rodrigo, gana la plaza, y la familia se traslada. Aquí se instalarán ya para siempre los padres, y aquí, Ernesto Sánchez Hernández ejercerá el resto de su vida como médico.
Así que el nieto Ernesto Sánchez y Sánchez-Villares, aunque no nació en Ciudad Rodrigo, sí estudió aquí el bachillerato. Hay un dicho que sentencia que uno es de donde ha hecho el bachillerato. Mirándolo así, podría decirse que Ernesto Sánchez y Sánchez-Villares es de Ciudad Rodrigo. Desde luego, a esta ciudad estuvo ya para siempre vinculado, puesto que sus padres ya siempre vivieron aquí y con mucha frecuencia venía a visitarlos.
En su caso, el bachillerato estudiado en el instituto de segunda enseñanza de Ciudad Rodrigo le marcó, pues tuvo unos profesores extraordinarios que guardó siempre en su recuerdo. Eran los tiempos de la República, y algunos de ellos fueron el profesor Barcia, que enseñaba Ciencias Naturales en el propio ambiente del campo, don Joaquín Gaite (tío de Carmen Martín Gaite), el profesor Benedicto Nieto, y el profesor Matié, un hombre muy liberal que deslumbraba a sus alumnos porque todos los años aprovechaba las vacaciones para marchar a Rusia, Estados Unidos y otros países. Fue para Ernesto una época muy grata y muy importante en su futuro, pues aquí adquirió una sólida base en las asignaturas de Ciencias Naturales, Fisiología, Botánica, Mineralogía, Física y Química. Estos conocimientos le fueron orientando a hacer una carrera de ciencias. Y unidos a la influencia de su padre médico le llevaron decididamente a estudiar medicina.
Calle Sánchez-Villares.
Y aquí la historia se repite. El hijo Ernesto va a estudiar medicina a la facultad de Salamanca, y allí encuentra un maestro de pediatría, el profesor don Guillermo Arce, que le fascina y le transmite la vocación. Y esta vez sí, él logra hacerse pediatra. Acude a la escuela de pediatría del profesor Arce en el hospital Valdecilla de Santander, y pronto se convierte en su adjunto. Parece como si la historia de la vocación del padre se continuara en la de su hijo.
Regresa de nuevo a Salamanca y allí transcurren los primeros años de su ejercicio como pediatra y profesor adjunto de Pediatría y Puericultura, ligado a su maestro el doctor Arce. Se casa con una joven pediatra que había sido su alumna más brillante, y que estaba haciendo el postgrado en su escuela, Mercedes Jacob. El matrimonio de pediatras Ernesto y Merche tendrán ocho hijos. De los siete que llegaron a adultos -pues una niña falleció en accidente a corta edad- cinco son también médicos. Más adelante, al ganar la cátedra de Pediatría de Valladolid, la familia se traslada a esta ciudad. Tanto en Salamanca como en Valladolid atendió a muchos niños de Ciudad Rodrigo y nuestra comarca, motivo por el cual bastantes personas le recuerdan aún.
Con una capacidad de trabajo asombrosa, en Valladolid creó la Escuela Profesional de Pediatría (como también había hecho en Salamanca), a la que venían a formarse los pediatras antes de que se instaurara el sistema MIR, y donde consolidó un gran grupo de investigadores y docentes. Se le considera un renovador de la pediatría española, defendiendo la atención integral e individualizada de los niños e impulsando, junto con otros colegas, el desarrollo de las especialidades pediátricas. Desde su escuela, comenzó a enviar a sus discípulos a las clínicas europeas y americanas de vanguardia para que pudieran formarse en las distintas especialidades de la Pediatría. Como culminación de su carrera, proyectó un gran Hospital Materno-Infantil en Valladolid, que por desgracia y por motivos políticos no se llegó a abrir.
Siguiendo el ejemplo de su maestro don Guillermo, al que siempre veneró, él también fue un maestro para generaciones de discípulos. Maestro es algo más que profesor; es quien transmite una vocación, quien además de enseñar generosamente sus conocimientos, enseña también una manera de ser y de actuar, quien ilusiona y estimula a sus alumnos y disfruta cuando ellos le sobrepasan en conocimientos y capacidades. Sostenía que para enseñar hay que establecer primero una relación afectiva con los alumnos. Maestro es quien es exigente y riguroso primero consigo mismo y luego con los discípulos, pero sabe ser benévolo con los que empiezan. Quien alienta el trabajo en equipo y aglutina discrepancias. Quien sirve de ejemplo. Eso decían de él sus discípulos, que venían de distintos punto del país a formarse como pediatras en su escuela profesional y con quienes formaba una familia espiritual.
El humanismo fue otro componente de su personalidad. Desde joven leyó mucho, y tuvo la fortuna de convivir en su etapa universitaria de Salamanca con escritores y pensadores como Antonio Tovar, Alonso Zamora Vicente, Lázaro Carreter, Carmen Martín Gaite.., algunos de los cuales fueron grandes amigos suyos. Disfrutaba de todo y tenía un rico mundo afectivo, que ensanchaba constantemente. Fue gran cultivador de la amistad y gran conversador. En sus últimos años, en que sus obligaciones profesionales se lo permitieron, formaba parte de una tertulia que mantenían en Valladolid, los sábados por la tarde, un grupo de amigos en los salones del Hotel Felipe IV, de la que
Ernesto Sánchez-Villares y Sánchez.
Ernesto va a estudiar medicina a la facultad de Salamanca, y allí encuentra un maestro de pediatría, el profesor don Guillermo Arce, que le fascina y le transmite la vocación. Y esta vez sí, él logra hacerse pediatra.
eran contertulianos Miguel Delibes y varios profesores de la universidad. No faltaba a ella ni en los últimos momentos de su enfermedad, ya cercano al final.
Siempre se sintió orgulloso de sus orígenes salmantinos, en los que decía que confluían las aguas y los aires de cuatro ríos; el Yeltes, el Águeda, el Duero y el Tormes. Del Yeltes por haber nacido en Villavieja de Yeltes, donde su padre ejercía de médico en aquel momento. Del Águeda por el origen de su familia materna, pues su madre María y su abuelo Antonio eran de Ciudad Rodrigo -de su abuelo Antonio Sánchez-Villares sentía que había heredado el talante liberal-. Del Duero por su familia paterna, procedentes de Hinojosa de Duero. Por esta parte de su familia sentía también un gran cariño, y todos los años acudía a Las Arribes pare celebrar con ellos y con toda la familia la floración de los almendros. Y del Tormes, pues en Salamanca estudió la carrera, ejerció los primeros años de su profesión, encontró a su amor y nacieron siete de sus ocho hijos.
He hablado aquí de dos personas. De una de ellas, de Ernesto, lo que sé lo sé de buena tinta. Era mi padre. Y también mi profesor en la facultad de Medicina, como lo fue asimismo de la mayoría de mis hermanos. Y me siento muy afortunada, porque aparte de su talla humana y profesional, para mí fue un gran padre. Por él y por mi madre siento devoción y honda gratitud, pues la mayor parte de las cosas importantes de la vida, como persona, como madre y como médico, las he aprendido de ellos. La figura de Antonio me queda más lejana, y lo conozco a través de relatos. Era mi bisabuelo.
Abuelo y nieto reposan juntos en una sepultura de nuestro cementerio municipal. Fue la sepultura que Antonio compró para que toda la familia se reuniera a descansar después de las alegrías y fatigas de la vida.
Sirva este pequeño recordatorio como un homenaje a su memoria. La de dos hombres de vida fecunda. Como decía Ernesto, cuando aún en los últimos días de su vida seguía recordando y honrando la memoria de su maestro don Guillermo “es bueno recordar, recordar es vivir”.
Calle Doctor Ernesto Sánchez y Sánchez-Villares.