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Más de medio siglo de vestidor
En primer lugar quisiera manifestar mi profundo agradecimiento al Consejo Local de HH. Y CC, por su invitación a participar en esta publicación cuaresmal, aunque lo mío no es la pluma, pero una vez más y ya van muchas, no me puedo negar ante la solicitud de cualquier persona a desvelar lo que para muchos cofrades sigue siendo un arte y en muchas circunstancias un privilegio como la que vengo realizando desde mi más tierna infancia, Vestidor de varias imágenes de la Santísima Virgen. Pero a modo de introducción he de manifestar, que de la multitud de imágenes procesionales que desfilan hoy por nuestros pueblos, pocas son las que hay documentadas, sobre todo las anteriores al siglo XIX. El siglo XIX comienza con una gran producción y restauración de imágenes, que se desarrolla a partir de la marcha de los franceses, ya que como se sabe estos originaron la desaparición temporal o definitiva de muchas entidades religiosas, que ya venían acusando decadencia desde el último tercio del siglo anterior. La estilística de estas imágenes ha variado poco a lo largo de estos siglos, aunque algunas diferencias son apreciables. El modelo lo dan las imágenes del siglo XVII, aquellas que corresponden al Siglo de Oro, presentando rostros suaves, de dolor contenido, de correctísimas facciones, de aspecto refinado y ciudadano y con carnación trigueña, como corresponde al modelo escultórico de Montañés y Mesa. A finales del siglo comienza a añadírsele postizos a las tallas, consistente en lágrimas y ojos de cristal, también pestañas y pelo natural, para dar un mayor realismo a la imagen, lo cual se corresponde con el momento auténticamente barroco del momento. La primera mitad del siglo XVIII continúa en estas líneas estilísticas, especialmente en lo que a aditamento se refiere, generalizándose los ojos de cristal que en la segunda mitad del siglo se hacen ya insustituibles. A mediados del siglo XVIII el estilo rococó se extiende por la península procedente de la corte borbónica, y las imágenes marianas, aun estando dentro del espíritu barroco, muestran unos rasgos más finos y un cierto adelgazamiento del rostro. Estas mismas características pero más acentuadas se advierten durante el siglo XIX, a las que hay que añadir una mayor palidez del rostro, con una carnación de tipo porcelana. En el siglo XX, la realización de las tallas de Vírgenes aumentaron de una forma considerable, ya que la formación de cofradías nuevas o la renovación de las antiguas casi superan al número de las primitivas. Estas imágenes del siglo XX han seguido en líneas generales el modelo iconográfico del siglo XVII, aunque naturalmente, la mano personal del escultor y los modelos de belleza contemporáneos han introducido pequeños cambios, como por ejemplo el mayor tamaño de los ojos, el alargamiento de las pestañas, y el color algo más aceitunado de las mejillas, en algunos casos. Pero en general, puede decirse que salvo pequeñas alteraciones, el modelo iconográfico barroco se conserva. Imágenes todas de una gran belleza, de perfección en los rasgos y de expresión de dolor contenido, sin el aspecto desgarrado y cruento que caracteriza a la imaginería barroca de otras regiones españolas. El vestido contribuye de una manera definitiva a conseguir la apariencia suntuosa de la imagen. El vestido de la Virgen es ampuloso, bordado, con falda acampanada, corpiño ajustado, amplio manto, tocas plegadas y mantilla de encaje, en la mayoría de los casos. El vestido actual de las imágenes procesionales, es convencional, y se halla más cercano a la indumentaria de corte del siglo XIX que a ninguna otra, aunque conserva elementos más antiguos, mezclándose en él prendas profanas y religiosas. Las tocas son quizás el elemento más antiguo, ya que es una prenda de origen medieval, que a partir del siglo XVI solo usaban las congregaciones religiosas y las mujeres de cierta edad, así como algunos estratos populares. El resto del ropaje es puramente profano, siendo la mantilla de encaje una vestidura popular de fines del XVIII, pero adaptada en los siglos XIX y XX. El vestido propiamente dicho, formado por saya, corpiño y manto, constituye el traje de corte propio de la segunda mitad del siglo XIX. Saya y manto de seda, terciopelo o tisú, suele ir ricamente bordado con técnicas de gran realce y temas que van desde el estilo neorrenacimiento, al neobarroco o neorrococó, sin olvidar la estética imperio. Las joyas y la corona, son el complemento del vestido, pero a su vez constituyen piezas independientes, especialmente a lo que a su estilo y fecha se refiere. La corona es la parte más importante del tocado y su tipología data de la misma época que la de la imagen, pues como tal corona imperial se generalizó a fines del XVI. Es un símbolo religioso y a la vez de realeza, que acompaña a la Virgen desde muy antiguo, pues ya en el arte bizantino, del siglo V al VI, María aparece coronada. Las coronas que usan las Dolorosas procesionales son las llamadas de tipo imperial, que se componen de un aro o diadema ajustado a la cabeza, y un gorro o parte superior, también llamado canasto, que desde el siglo XVII quedó convertido en unas bandas cruzadas y una ráfaga o aureola. Las joyas son abundantísimas en la mayoría de las imágenes, aunque si es verdad que en la actualidad, cada vez menos, y suelen colocarse sobre el pecho, alcanzando a veces a la cintura. Otras Vírgenes suelen usar como contraste únicamente un puñal de plata, tradicional en las Dolorosas. Las joyas utilizadas en la actualidad son la mayoría modernas, si bien hay imágenes que poseen una magnífica colección de joyas antiguas. La tipología es de lo más variado y pueden verse entre ellas toda clase de adornos, desde alfileres, hasta broches, collares y anillos. De todas las joyas que adornan a la imagen, únicamente el puñal, el rosario y la cruz pectoral tienen carácter sacro. Siendo todo lo demás completamente profanos. Muy resumidamente estas son las características y las procedencias de los bellísimo conjuntos que con mucha fe y mucho amor conseguimos de nuestras imágenes que con gran devoción y orgullo paseamos por nuestras calles. Después de estos datos históricos, quisiera hacer referencia a un debate que siempre escuché sobre si el vestir imágenes es un arte o no. Unos dicen que somos artistas, yo particularmente no me creo artista, aunque si pienso muchas veces, que cada vez que vestimos a una imagen, es una nueva creación y en muchas ocasiones dependen de tu estado de ánimo e inspiración. En algunas ocasiones escuché decir que la belleza de una imagen depende en el 50% del escultor y el 50% del vestidor. El escultor se inspira una vez y consigue su obra para siempre. El vestidor, cada vez que se pone delante de la imagen para vestirla, se tiene que sentir
inspirado para darle vida a la obra del escultor. No me agrada mucho esta definición pero quizás sea la más acertada. Bien, después de estos detalles que nos ponen un poco en antecedentes de porqué el estilo de nuestras imágenes tanto de Pasión como de Gloria, quisiera entrar y aclarar dentro de lo posible, algunas preguntas que me hacen con mucha frecuencia, cuando se acercan y conocen mis habilidades para desarrollar de una forma fácil sobre todo la colocación del tocado de las imágenes Dolorosas, y lo primero que te preguntan ¿Quién te enseñó el oficio de Vestidor?. En primer lugar yo no tengo ni he tenido esta actividad como oficio, pues he tenido toda mi vida una actividad laboral y ahora estoy jubilado, que me permite dedicar más tiempo a desarrollar este oficio que me apasiona. Otros vestidores, yo diría que son profesionales, que los hay, sobre todo en Sevilla, entre ellos admiro a los Hermanos Garduño, a los Hermanos Asián y de los más jóvenes a José Antonio Grande de León, magnífico vestidor de Sevilla y gran bordador y restaurador de bordados. Me rindo ante el arte, la innovación y revolución cofrade realizada a finales del XIX y principios del XX por el bordador Juan Manuel Rodríguez Ojeda. Algunos mantienen que el vestidor, nace, no se hace, yo discrepo bastante, pues yo entiendo que para ser vestidor es necesario primero, tener gran devoción a María, como corredentora con Cristo del género humano y segundo tener mucha paciencia y humildad, para acercarte a estos vestidores y querer aprender y no imponer tus ideas a “priori”. Yo soy una persona que no oculta absolutamente nada a las camareras, priostes y jóvenes de las distintas Hermandades que se interesan por esta actividad muy importante en la Hermandad. Yo me subí por primera vez a un paso de palio a los 12 años, siendo monaguillo de mi parroquia, desde entonces tuve una gran maestra Concepción Ortiz de la Vega, que me enseñó sobre todo a tener paciencia, pues para ella, no contaba el tiempo cuando se ponía delante de su Virgen. De ella aprendí a vestir el tocado de la Virgen con mantilla, de blonda, me decía que es muy difícil poner una mantilla, si, digo bien, una mantilla, y no de grandes dimensiones, porque hoy utilizamos dos, una para el pecho y otra para la cabeza, pero el éxito estaba en que los pliegues se queden como tú deseas y no como la mantilla quiera, de ahí la paciencia que hay que tener para quitar una y otra vez los pliegues, hasta conseguir la perfección que buscas. Por tanto el vestidor, nace con esa inquietud, pero sin duda se hace a través de los tiempos y experimentando con nuevas telas, encajes y formas actuales. Otra pregunta que me hacen con mucha frecuencia es si existen las modas en el estilo de vestir a las imágenes. Yo siempre digo y así lo he experimentado a lo largo de los cincuenta y seis años dedicados a esta preciosa actividad, cuando me hago cargo de una imagen lo primero que tienes que hacer, sin prisa pero sin pausa, es un estudio de la imagen. Con todos los estilos que conoces y toda esa experiencia que solo existe dentro de tu cabeza es dotar a esa imagen de una personalidad propia, de acuerdo con el tipo de Hermandad, el momento de la pasión del Misterio a que acompaña y sobre todo escuchar las distintas opiniones de los hermanos que viven su devoción diariamente. Con todo ello yo particularmente procuro dar a cada imagen su personalidad y estilo propio. He de deciros que soy vestidor de varias imágenes y en nada se parecen una a otra, bien sea por su ajuar, su posición y sobre todo la seriedad de la imagen. Otra de las preguntas muy frecuentes, es ¿Cuántas imágenes vistes en la actualidad?. Es una pregunta que me fastidia bastante, porque parece como si fuese de Hermandad en Hermandad solicitando vestir a la Virgen, algo bastante lejos de la realidad, de las imágenes que en la actualidad visto que son más de doce, hay multitud de razones para ello, siempre razones humanas, soy incapaz de negarme a realizar una actividad que domino a la perfección cuando una serie de personas me lo piden. Al igual que no me afecta negativamente, cuando en la Hermandad veo que surgen personas con capacidad para solucionar el problema de vestidor y me encanta dar paso a nuevas generaciones que sean capaz de desarrollar esta actividad, máxime cuando utilizan algunas de las técnicas que yo realizo. También he de decir que en dos ocasiones he desistido de vestir a dos imágenes, porque no soporto que se utilicen a las imágenes para humillar a las persona y ello lo he vivido en dos ocasiones, negándome totalmente y cortando las relaciones con esas personas y no con la Hermandad. Otra pregunta que me hacen con frecuencia, es si me siento presionado por los priostes y camareras. En ocasiones cuesta trabajo convencer a estas personas de que el arreglo e indumentaria de otras imágenes no es lo propio para la suya, pero en muchas ocasiones suelo plasmar sus ideas con el consiguiente cambio para adaptarla a la personalidad de la imagen. También me preguntan qué es lo más difícil para un vestidor. Indiscutiblemente para mí lo más difícil es vestir a la Virgen para la salida procesional, es mucho el movimiento que sufren las imágenes en los pasos y hay que afianzarlo todo muy bien, pues un fallo en la calle es imperdonable. El tener acceso a tantas Hermandades, me permiten observar el estado de conservación del magnífico y rico patrimonio de nuestras Hermandades, asesorándoles siempre para la adquisición y conservación del mismo. Afortunadamente hoy en días son muchas la Hermandades que disfrutan de magníficas Casas de Hermandad indispensable para la conservación del patrimonio. En esta actividad, he encontrado muchos amigos y también por qué no decirlo algunos enemigos. Nunca me ha gustado criticar, solo procuro defender mi trabajo. Hay gente que se instala delante de los pasos para acribillar y criticar a toda costa, es lo que menos me gusta de esta actividad. Entiendo que pueda haber personas a las que puede o no gustar mi trabajo, y eso lo respeto porque cada uno es libre para tener un criterio u otro. Lo que llevo mal es que haya personas que se invente cosas y critican por hacer daño. En todas las Hermandades que intervengo, observo que todas las piezas del ajuar y joyas de la Virgen tienen su anécdota y su historia, bien por la persona que la donó y el consiguiente motivo o bien por las circunstancias al adquirirlas. De las tareas de vestidor, la que me apasiona es confeccionar el tocado con mantilla de blonda, colocar el manto, la corona, el puñal, al menos una cruz, el rosario y el pañuelo.
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