Hacendera I 2020
PRÓXIMA PARADA… RICARDO FERNÁNDEZ
U
na mañana anodina, similar a la anterior y donde todo transcurría tranquilamente, me llamó la atención ese viajero al que nunca había visto; simplemente un buenos días para dejar entrever una voz tranquila, cargada de amabilidad y una educación que lo convertía en una rara avis en un mundo actual cargado de prisas, de dudas, de desconfianzas y en ocasiones de falta de los valores más elementales. No era el típico viajero habitual de todos los días, así que paso una semana hasta que lo volví a ver, eso sí, en la misma parada que la semana anterior, del paseo de Santa María de la Cabeza, en dirección al Batán. Otra vez sus buenos modales acompañados de una sonrisa y, después de pasar su abono transporte se acomodaba allí donde no molestase a nadie. Ya entonces me comenzaba a intrigar tal personaje, me decía a mí mismo: debe ser buena persona. Bajaba siempre en la parada de la calle La Oca, y desaparecía de nuevo hasta la siguiente semana. Yo quedaba pensativo entonces…, -algún día tengo que entablar una conversación con él-,
seguían llamando mi atención sus modales y su saber estar. Un día subió en su parada habitual, hizo lo que las semanas anteriores. Para mí todo normal, pero cuando transitábamos hacía la mitad del trayecto sentí una voz que me hablaba desde el lateral y un poco detrás de mí. Su voz era fácilmente reconocible, sus primeras palabras hacía mí fueron para alabar mi forma de trabajar; me estaba felicitando, yo me quedé un poco sorprendido pues son muy pocos los que hacen este tipo de comentarios Después de darle las merecidas gracias y hacerle saber que solo cumplía con mi cometido de la mejor manera posible y que había distintas opiniones al respecto, entablamos una conversación en la que el principal tema era acerca de mi trabajo. Apenas tuvimos tiempo de cruzar unas palabras, él llegaba a su parada donde se apeaba todos los días, se despidió con suma amabilidad y educación y de nuevo a mí me dejo intrigado. De dónde había salido esta persona…. Durante unos instantes seguí dándole vueltas en mi cabeza, pero debía continuar con
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mi trabajo y todo eso pasó a otro plano. No volví a acordarme de él hasta el día de la semana siguiente en que le tocaba coger el autobús, entonces, antes de llegar a su parada, ya prestaba atención a ver si le veía. Yo me preguntaba, me hablará hoy o no… Me di cuenta de que sí me hablaría. Al observar el detalle de que se quedaba el último para subir. Detalles del día a día. - Buenos días, qué tal está usted -me dijo. - Buenos días, y usted qué tal… - Pues bien, gracias a dios, para mi edad no me puedo quejar. - Ya, pero a trabajar no creo que vaya. - No, jajaja, ya hace años que no trabajo - Entonces a dar una vuelta. - Sí, mire, yo tengo un local ahí en la calle Tintas. Allí me entretengo haciendo cuatro cosillas que me ayudan a pasar el tiempo. - Pues le veo muy bien, la actividad le sienta bien. - Bueno muchas gracias; se hace lo que se puede, pero los años están ahí. Cuántos años diría usted que tengo –añadió. - A mí no me llame de usted, que