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~ De esto y aquello ~
Por Leonor Morales
OTRO DÍA DE LA MADRE …Y si yo pudiera, el Mundo te diera envuelto en amor. Pero solo puedo decirte: ¡Te quiero! Y ser cada día un poco mejor. (Tu hijo Pedro)
No recuerdo cuando se cambió de fecha el Día de la Madre, pero antiguamente, en nuestro país, se celebraba el ocho de diciembre, día de La Inmaculada Concepción. Al pasarlo al primer domingo de mayo España se unía al carro del consumismo que había convertido esta entrañable celebración en un sustancioso día de venta de regalos. Pedro lo tenía muy claro: El primer domingo de mayo era el día de “El Corte Inglés.” Y se negó a felicitar a su madre en esta fecha. Pedro era el artista de la familia. Desde muy pequeño llenaba de garabatos - que poco a poco fueron convirtiéndose en obras de arte - cuantos papeles o cartones caían en sus manos y el mejor juguete que podías ofrecerle era un bloc de dibujo con unas acuarelas o lápices de colores. Como además sus ansias de saber y su curiosidad por todo eran infinitas, se pasaba las horas muertas buceando en el Espasa, diccionario que su padre había comprado en una librería de ocasión. A su madre le preocupaba un poco tener aquel cerebrito en la familia y algunas veces lo mandaba a la calle a jugar con los demás niños.
-Anda, hijo, vete un rato por ahí a correr con los amigos… No eran buenos tiempos y el dinero apenas daba para comer y mal vestir: Las prendas de los mayores pasaban a los pequeños y se hacían toda clase de remiendos y composturas. Las “pagas” que los niños recibíamos los domingos eran paupérrimas y no nos permitían comprar un regalo a la madre que nos parió y nos criaba con tanto esfuerzo. Pero un artista tiene recursos y cada Día de la Madre Pedro regalaba a la suya, con gran ilusión, un precioso crisma pintado por él. Cada año eran más perfectos. Su madre, doña Patro, los enseñaba con más orgullo que si se tratara de joyas de gran valor y los guardaba cuidadosamente en un cajón de la cómoda. Pedro no perdió esta costumbre ni cuando salió de casa para hacer una carrera (por un cerebrito así merecía la pena apretarse el cinturón) ni después, de casado, cuando ya sí podía comprar regalos. Su felicitación llegaba cada año puntualmente a las manos de su madre. Eso sí: siempre el ocho de diciembre, día de la Inmaculada, madre de Jesús. Y no es que Pedro fuese especialmente religioso, pero se negaba a entrar en el juego de “hoy le toca comprar un regalo.” Algo que parece ineludible en ciertas celebraciones de esta sociedad consumista. Tampoco aceptó a San Valentín: -Para mí todos los días son “El Día de los Enamorados” y yo le hago un regalo a mi mujer cuando me parece oportuno, no cuando “El Corte Inglés” lo decrete para hacer caja… Estaba solo en su lucha anticomercialista, pero ¡no se rindió! Leonor Morales