LA FONDA Paco, la última fonda
Antonio y Carmina con Manolo Ochoa.
FERIA DE OSUNA 2017
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eliquias de hospedaje en el tiempo, lugares de encuentro de obreros fuera de su casa, olor a cocido y comida casera. No existe fonda que no tenga historia, ni historia que no tenga fonda. La fonda huele a historia de pueblos, de gente sencilla, a cobijo de obreros, de personas solitarias que se daban calor unos a otros. Las fondas se han perdido. Sin darnos cuenta, una parte de la historia cotidiana de los pueblos ha sido engullida por ese comelotodo que llaman el progreso y nos ha robado parte de nuestro ser… Aún recuerdo a mi madre, esa precoz feminista, diciendo aquello de “cada uno hace su cama, que esto no es una fonda” o haber leído “en esta venta han tenido parada y fonda ilustres alpujarreños” o “estar fuera de fonda” que en Cuba significa alimentarse mal. La fonda huele a cariño y cobijo. ¿Cómo contarle a la gente lo que era una fonda? Si tuviera que definirlo diría que una fonda es el lugar en el que gente del común, que se hallaban fuera de su casa, encontraban el calor de sus iguales, la comida de su casa o la charla de cualquiera que allí estuviera. Los rancios señores de la Academia de la
Lengua le otorgan un rango “inferior al del hotel”; qué sabrán estos señores de chaqueta y de hospedaje de cinco estrellas donde nadie te llama por tu nombre. La fonda tiene la categoría de lo humano, de la vida sin dobleces, de lo llano de los pueblos. Cualquier fonda que se precie tenía como principal objetivo crear un clima familiar. A diferencia de las ventas, las fondas se localizaban en el centro de los pueblos y a diferencia de los hoteles, éstas tenían estructuras de vivienda.
Estructura de vivienda a no ser que Carmina, la última regente de la Fonda Paco, con su vitalidad e inquietud permanentes no iniciara una nueva obra que lo cambiara todo. La Fonda Paco fue la última de más de una docena que llegó a haber en Osuna y con ella se fue una ingente cantidad de recuerdos y vivencias que forman parte de la cotidiana historia de esta ciudad. Carmina era media vida de la Carrera Caballo y la otra media el ambulatorio que daba servicio a toda la comarca. Fonda y ambulatorio eran una extraña simbiosis de trasiego permanente con Antonio de nexo de unión. Antonio, al que mucha gente le llamaba Paco por su padre, era la antítesis de Carmina: pausado, tranquilo, observador, sin prisas… Detrás de la barra, siempre lo recordaré con un puñado de bicarbonato en la mano que se lanzaba hacia la boca para reducir sus dolencias estomacales. Seguro que alguno de los muchos médicos que por allí pasaban a diario se lo aconsejó algún día. Don Ángel Caraballo, Don Luis Borreguero, Don Agustín Pisón, Don Luis Miguel, Don José María Contreras… porque entonces los médicos se distinguían por el don. El mismo don que siempre tuvo Carmina para convertir su fonda
Antonio con Pepe Pachón en la barra del bar.