RETRATOS
L
a Muerte, escrita así, con mayúscula, arrastra una vanidad insoportable. La misma que arrastramos Nosotros, escritos así, con mayúscula. Porque estamos hechos a su imagen y semejanza por mucho que intentemos obviarla o negarla.
FERIA DE OSUNA 2017
Te sales del hogar un día de perros agarrado a tu teléfono móvil de últi-
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ma generación, ese tótem de nuestra contemporaneidad, cruzas la calle, que es un río de agua de lluvia. Llegas al malecón y te dispones a hacerte un selfie con una ola de cinco metros antes de que rompa contra las rocas, porque entiendes que la vida es un apetito indestructible y la tecnología su aliado. Tienes el encuadre, la grandeza, el temporal, la adrenalina disparada, y
justo cuando vas a hacer la foto de la estúpida vanagloria tecnificada, la Muerte se te cuela en el enfoque y te roba el primer plano. Tú ya no sales. Tú ya estás en el limbo violento del agua agarrado a tu móvil de alta gama. El denominador común es el infantilismo en el que vivimos instalados desde que somos consumidores hastiados. La diferencia es que la Muerte es una niña crudelísima sin empatía y nuestra inocencia infantil es directamente proporcional a nuestra soberbia y certidumbres. A la Muerte como actividad metafísica, como fantasma aburrido, le encantan los primeros planos. Su arrogancia puede superar con creces a la nuestra. Aprovecha cualquier resquicio para colarse en la foto de nuestras vidas, porque le encanta llamar la atención igual que a Nosotros. Le da igual aparecer en la simpleza de un selfie o en la maldad de un coche bomba o anidar en el corazón de una mujer maltratada. Tenía 25 años y amaneció dormido, soñado, muerto. Hay días que la Muerte toma la iniciativa y decide Ella hacerse el selfie contigo en la soledad del dormitorio, en el apetitoso silencio con