Peñafiel Fiestas de Nuestra Señora y San Roque 2019
Los recuerdos prestados
Los toros
María Jesús Frómesta Ruiz
Pedrito, el hijo de Dorotea, la asistenta en casa del abuelo Tomás, hizo buenas migas con el tío Perucho, así que cuando este regresó a Cuba, allá por el mes de julio, le dijo que si algún día quería ir en busca de fortuna, al otro lado del océano, pues que no tenía más que decírselo. Pedrito dio vueltas en la cabeza al ofrecimiento del tío Perucho. Se tomó su tiempo, porque no fue hasta después de la vendimia que oímos unos alaridos que provenían de la cocina. Era Dorotea. Todos, alarmados, nos levantamos en el mismo momento que Dorotea, con las manos en la cara, enjugándose con un paño, entró en el salón. No fue hasta que se calmó que pudimos comprobar que no había tenido percance alguno en la cocina como creímos todos en un principio.
cuenta del feliz arribo del viajero a tierras cubanas. En ese momento Dorotea, que llevaba tres meses gimoteando por las esquinas, dejó de llorar. El tío Perucho buscó a Pedrito trabajo en el colmado de Don Teódulo Serrano, un gallego amigo suyo, dueño de la tienda de coloniales más grande de La Habana en la calle Salud, esquina con Manrique, y que igual te vendía frijoles que tabaco, unas alpargatas que tela de fina muselina, o vino que lejía. El abuelo Tomás solía decir que la nostalgia es una semilla que te plantan en el corazón cuando te alejas de tu tierra, que va creciendo con el tiempo, y lo malo no es lo grande que puede hacerse sino que, de vez en cuando, te atraviesa el corazón, como si te clavasen un rejón, y te ves morir. Por eso el decía que con tanto rejonazo como le había dado la nostalgia desde que salió de Cuba, que de seguro tenía el corazón como un colador. La semilla de Pedrito creció lentamente. La emoción de lo nuevo, o que cada día le deparaba una vivencia a cual más sorprendente, contribuyó a que la nostalgia no empezase a atacarle hasta entrado el mes de agosto.
-El muy desagradecido, con lo que me he sacrificado por el, y ahora va y me dice que se marcha a Cuba. ¡Vendemadres!gritaba la mujer. Y todos dedujimos que su hijo acababa de decirla que aceptaba la invitación del tío Perucho. La segunda semana de enero, una vez terminadas las navidades, las más amargas de la historia según Dorotea, Pedrito partió camino de Santander, donde el 23 de enero embarcó en el buque Toledo, con dirección a La Habana. Quince días después recibimos un telegrama del tío Perucho dando
Pedrito era muy bueno en algo que con el tiempo vinieron a llamar recortar los toros, y que en esos tiempo simplemente
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