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La Pandemia desde la Rebotica

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Camino Eulaliense

Camino Eulaliense

Un día te levantas oyendo en las noticias que hay un virus en China y lo comentas con tus compañeras como cualquier otra mañana a primera hora con un café en la mano; al poco tiempo, ves que este virus comienza a acercarse hasta que una llamada de teléfono lo cambia todo: pasas de ser una trabajadora normal a ser una trabajadora de carácter esencial y ahí empieza nuestra pequeña historia.

Entre el miedo que provoca lo desconocido y la falta de tiempo e información para poder organizarnos empezamos a utilizar nombres que nunca habíamos utilizado antes: EPIs, mascarilla, geles hidroalcohólicos, pantallas protectoras, distancia de seguridad, etc. Materiales que no estaban a nuestro alcance y que eran imprescindibles para no contagiarnos. Tuvimos que agudizar el ingenio y en menos tiempo del utilizado para escribir estas líneas ya lo teníamos todo organizado.

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Una simple mirada sin decir nada, lo decía todo. Vivíamos entre el miedo al contagio y la obligación de tener que cumplir con nuestro trabajo. La extraordinaria situación que estábamos viviendo se complicaba cada vez más, toque de queda y con el ejército en las calles, precisando incluso de una autorización para ir a trabajar ante las medidas restrictivas existentes y el confinamiento de la población.

Las colas eran interminables, la gente agobiada pensando que la medicación se les iba a acabar, la ausencia de material y la búsqueda de información que nadie nos daba, hacían que el día a día fuera muy duro y que el desgaste tanto físico como psíquico fuera haciendo mella en nuestros cuerpos.

Las miradas de tus clientes, de tus familiares, de tus amigos, etc, se te clavaban en el alma y nosotras tratábamos de poner siempre nuestra mejor sonrisa intentando cumplir con nuestro trabajo de la mejor manera posible y con todo el cariño del mundo. Pasamos de ser dispensadoras de medicamentos, a ser una de las pocas opciones de la gente de interrelacionarse y compartir todos sus miedos y angustias con nosotras. Dejaron de ser simples clientes y se convirtieron en parte de nuestras respectivas familias, sufríamos con ellos pero también nos permitió conocernos mejor mutuamente.

Si algo hemos aprendido de esta pandemia es lo fuerte que podemos llegar a ser, aunque muchas veces ni lo sepamos. Nosotras pasamos del miedo del contagio a nuestras familias a sentirnos orgullosas y satisfechas sabedoras de todas aquellas personas que cada día habíamos tenido la oportunidad de poder ayudar, muchas veces simplemente escuchándolas.

Vencer esta pandemia es responsabilidad de todos y todos juntos lo conseguiremos porque sin duda alguna lo mejor de vida es simplemente poder vivir.

Porque nunca es tarde, y el tiempo sólo se acaba cuando se acaba la vida y hasta ese momento siempre existe una posibilidad para todo.

Con todo nuestro cariño y afecto las chicas de la rebotica.

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