22 minute read
TORONTO
El lado superlativo de Canadá
Texto: Carla Guerrero
Fotos: Víctor Mendiola
Urbanismo de alta gama
Estamos en The Gladstone Hotel, nombrado Sitio Histórico de Toronto, que data de los 1800’s. Recién remodelado, cada una de sus 37 habitaciones está decorada de forma distinta. El establecimiento además funge como galería de arte temporal. Tiene un elevador de 1907 que aún funciona manualmente, y (lo constatamos) alberga el mejor karaoke de toda la ciudad: el Melody Bar.
Este hotel de estilo vintage y luces de neón está en West Queen West (WQW) y es el icono del barrio de moda en Toronto, donde mucha gente del lugar ha establecido sus residencias, estudios, galerías de arte y negocios.
Caminar por los dos kilómetros de WQW es el atractivo más simple en esta urbe canadiense, pero nos indica en qué se está convirtiendo. Desde Bathurst Street hasta Gladstone Avenue, es muy probable que el viajero quede atrapado entre tantas alternativas de compra y entretenimiento: boutiques de ropa (no de marcas transnacionales), tiendas de antigüedades, cafés locales, bistrós, galerías, bares, librerías y restaurantes que ofrecen varios tipos de comida.
Pareciera que Queen Street es el microcosmos de lo que actualmente es Toronto: una de las ciudades más cosmopolitas del mundo, donde se hablan 130 idiomas en una población de 2.8 millones de habitantes. Su ambiente es joven, rebosante de creativos, emprendedores, militantes en pro de los derechos sociales, críticos activos del gobierno en turno, activistas del graffiti y defensores de los derechos de los animales. Como un imán atrae a personas de diferentes latitudes que andan en busca de lo que aún no han encontrado en su vida. Al parecer, Toronto también les ofrece eso según su nombre, que significa “lugar de encuentro” en la lengua de los indios hurones.
En esta calle de edificios, casas y áreas verdes donde pasean niños y perros sin correa, vemos a sus habitantes con presentes exitosos y futuros promisorios que montan en bicicleta, toman el tranvía, beben una cerveza en la terraza de un pub, atienden sus propios negocios o bien degustan platillos de restaurantes de cocina francesa, tailandesa, india, turca, etíope, japonesa y persa.
Imitamos un poco este estilo de vida relajado a ver si nos va bien. Entramos en una taberna para probar el cordero con queso parmesano y un risotto con setas. La especialidad es un tarro de cerveza de barril con jugo de naranja. Nada mal. Seguimos el camino por WQW y entramos en una exquisita pâtisserie llamada Clafouti para degustar un cupcake de maple. Luego el aroma de especias y vinagretas de sabor nos deleita en The Spice Trader & Oliver Pit. Cruzamos de acera a acera y entramos en la tienda de vinilos Rotate This. Luego nos topamos con el mejor Spa citadino, The Ten Spot, compramos un perfume de flores de bach en una elegante tienda de cosméticos, cruzamos por el centro de yoga Downward Dog para culminar, varias horas después, en The Indigo Books.
Es tan vibrante esta zona que hay 100 eventos al año entre conciertos, festivales, aperturas de restaurantes, ciclos de cine y ventas de garage.
Nos detenemos frente a las vitrinas de galerías de arte que exhiben piezas contemporáneas, fotografías, cajas de luz y videos de performance. Visitamos el Museo de Arte Contemporáneo Canadiense (MOCCA), conocemos al artista responsable en la Galería Clint Roenisch, conversamos con el fotógrafo Stephen Bulger en su homónima galería y terminamos admirando las obras en Daniel Faria Gallery. Cuando cae el sol, uno de los mejores lugares para estar es The Drake Hotel, de estilo retro y con el mejor coctel de todo este strip: un Campari con vermouth dulce, unas gotas de mezcal, agua mineral y una flor de manzanilla de adorno.
La noche nos toma de sorpresa en el downtown, ya lejos de WQW, en uno de los eventos euforia de la ciudad que se lleva a cabo en un singular recinto: el Museo Real de Ontario (ROM). Todos los viernes las principales salas del museo están abiertas para el disfrute del público. Hay una barra abierta, servicio de canapés y música DJ cuyos reflectores azules iluminan el esqueleto gigante de un alosaurio ubicado en el lobby del museo.
01.
Los Tours Guys realizan visitas guiadas para observar los graffitis más emblemáticos de esta ciudad.
02.
El Museo Real de Ontario (ROM) alberga grandes obras y exposiciones temporales, pero los viernes por la noche hay música de DJ.
03. En el restaurante de comida japonesa Don Don Izakaya, los tambores dan la bienvenida a los comensales.
04.
The Monkey’s Paw concentra una gran variedad de libros antiguos e insólitos. La máquina dispensadora de libros Biblio-Matique entrega un ejemplar sorpresa por un dólar.
e yes wi n e sh U t
Estamos en Lombard Street, frente a un edificio alto de ladrillo rojo. Las 5 de la tarde marcan el fin de la jornada laboral y poco a poco el inmueble de oficinas y departamentos se vacía. “Llegó la hora” nos indica nuestro anfitrión, Scott Savoie, chef y fundador de Culinary Adventure Company. Entramos en el edificio completamente silencioso, imitando la actitud ceremoniosa de Scott, quien parece estar a punto de revelarnos un secreto. Caminamos por un pasillo angosto hasta detenernos frente a una puerta de acero. Como miembro, Scott ingresa su código biométrico y la puerta se abre.
La entrada nos descubre un gran salón en donde percibimos un intenso olor a madera, quizá roble y notas fuertes de encino. El mobiliario es moderno y elegante, con varios sillones de piel y mesas rectangulares. La luz que se filtra por las pequeñas ventanas es ambarina.
Nos saluda sonriente Andrew Carleton Smith, uno de los dueños del lugar, quien ha destapado para nosotros, a modo de bienvenida, unas cuantas botellas de la casa, que sirve de forma generosa en nuestras copas. Nos ha preparado bocadillos diversos: rebanadas de jamón ibérico, mascarpone, queso azul y Camembert bañados con salsa de eneldo, además de delicias locales como el queso de oveja negra y el queso de cabra Le Cendrillon.
Estamos en The Vintage Conservatory, un concepto de club privado de vinos único en el mundo, donde sólo sus miembros pueden almacenar su propia colección en bodegas totalmente acondicionadas para mantener su buen estado. Quienes vienen a The Vintage Conservatory son, en su mayoría, banqueros, políticos, empresarios, sommeliers y celebridades que sienten la pasión por degustar una exquisita copa de vino en un ambiente íntimo y exclusivo.
Existen 11 clubes privados en las ciudades más activas. ”Puede ser que estés de viaje de trabajo y al final del día desees acudir a nuestro club, tomar una botella de tu colección y degustar con tus invitados acompañado de buena gastronomía, con absoluta privacidad”.
En esta gran área de almacenamiento de vinos prevalecen la temperatura y la humedad adecuadas para mantener y monitorear, a través de tecnología de punta, el correcto estado de las bebidas de los coleccionistas que pagan una mensualidad por este servicio. Son varias hileras de cajones de madera con el tamaño correcto para albergar acopios privados con un valor de hasta cien mil dólares. La bodega cuenta con cámaras de seguridad y sensores de reconocimiento facial y dactilar de cada miembro. El valor agregado que ofrece este exclusivo club es que garantiza que no se alteren el aroma, el color y el sabor de quien confía a Carleton Smith y a su socio Constantine Patiniotis, uno de sus tesoros más preciados.
“Nuestros miembros acuden a este dominio de Baco para disfrutar el elixir, amparados por la privacidad: quizá un Château Brillette de 1985, un Musigny de 1971 o un Domaine de la Rectorie de 1999”.
Ingresan a este club anónimo a través de su huella digital, acuden a la bodega temperada a 12 grados, toman la botella de su colección y disfrutan en cómodas salas bocadillos hechos en casa.
Después de compartir este ambiente íntimo, donde quizá conversen con otro miembro, se retiran.
“Tenemos un código de honor muy estricto. Como el 40 por ciento de nuestros socios son mujeres, en el momento en que detectamos algún incidente, ese miembro que lo ocasionó es expulsado definitivamente. Sin embargo, por el concepto que ofrecemos, nunca ha ocurrido ningún caso extremo”, garantiza Carleton Smith.
Bohemia En Verde
The Beet Organic Café es una auténtica cafetería orgánica. Su dueña, Michelle Vella, es una nutrióloga certificada y doctora homeópata, que combina la nutrición con un sabor peculiar como saludables rollos de trucha con una salsa de aguacate y yogurt o una rica sopa de coliflor con pechuga de pollo y arúgula o un pastel de chocolate con quinua. Este lugar ha hecho un gran esfuerzo extra para convertirse en un negocio amigable con el medio ambiente. Su principal misión es apoyar a los agricultores locales, al transformarlos en sus principales proveedores. Se enorgullece de ser una empresa socialmente responsable y de que sus excelentes artículos cuentan con un certificado de Comercio Justo.
Ésta es la bandera de The Junction, que aun tras haberse vuelto conurbado de Toronto, sigue siendo un barrio que ha logrado mantener el atractivo de una comunidad pequeña y sustentable, que fraterniza y se apoya.
Aquí la vida transcurre entre el café orgánico en Locomotive, una comida naturista en The Beet y tardes de cerveza artesanal en Axis Gallery & Grill o en el 3030.
Caminamos hasta Vesuvio Pizzeria, fundada por la familia Pugliese en 1957. No se vendía alcohol en The Junction desde 1904, con el fin de salvaguardar la tranquilidad de la zona. Después de una larga lucha liderada por el dueño de Vesuvio Pizzeria para recuperar el permiso, fue hasta el año 2000 que se sirvió la primera copa entre vítores.
En el barrio The Junction se encuentran las cafeterías tradicionales, donde el dueño atiende y departe con los comensales.
Para los trasnochadores, en The Dakota Tavern sirven papas, huevos estrellados y pancakes mientras música country ameniza el lugar.
Kensington era el antiguo Barrio Judío, reconvertido hoy en un área bohemia.
En la esquina entre Spadina y Dundas está el Barrio Chino de Toronto, con tiendas, restaurantes y venta callejera de productos asiáticos.
“En la cuarta votación ganamos por un voto. Yo no tenía credencial para votar y entonces tomé la de mi hermano. Ese voto hizo toda la diferencia”, nos confiesa Ettore Pugliese. Salimos de este lugar por un postre y nos topamos con Junction Fromagerie, especializada en quesos canadienses artesanales y chocolate orgánico. Su dueño es un experto en mermeladas y helados orgánicos hechos a mano. Nos da a probar los de fresa y menta, menta con jengibre, ciruela con especias, fresa al Cabernet, chabacano del Niágara y durazno. ¿El clásico? El helado de cerveza stout.
Nuestra caminata por este barrio, que llamamos verde por los esfuerzos de su población por mantenerlo sustentable y orgánico, nos lleva al Post and Beam Reclamation, cuyo dueño es experto en mueblería y decoración así como adicto a las subastas. Recupera tapices de los 70´s, muebles estilo Luis XV, plafones y otras antigüedades que pueden ser reutilizables, como un pedazo de un edificio de Detroit que, según nos comenta, es su principal adquisición.
Rematamos el viaje celebrando en Indie Ale House, que fabrica cerveza artesanal en una gran variedad de destilaciones para maridarlas con las diferentes comidas según los cambios de estaciones. Probamos la Ralph con sabor a nuez, la Red State Strout con vino rojo y un toque de cacahuate, la cerveza oscura con un sabor a calabaza y la favorita de muchos: The Broken Hipster, una mezcla pretenciosa de jengibre y lavanda. Todas son excelentes.
01.
En el Barrio Chino se puede encontrar toda clase de ingredientes para cocinar al estilo oriental.
02. The Beet es una cafetería orgánica en The Junction, que utiliza productos locales.
03. Caminar por los dos kilómetros de West Queen Street brinda un panorama de la pujante actividad de Toronto y de su gente joven, llena de creatividad.
04. The Libertine es el lounge underground de moda, donde una tarotista adivina el futuro entre entradas y postres.
01. La Torre CN (Torre Nacional de Canadá) tiene una altura de 553.33 metros y cuenta con un observatorio ubicado a los 447 metros.
02. Detrás de este edificio se encuentra uno de los secretos mejor guardados de Toronto, para quienes aman el vino y la privacidad.
DÓNDE DORMIR
The Gladstone Hotel 1214 Queen Street West 416-531-4635 gladstonehotel.com
DÓNDE COMER
The Libertine 1307 Dundas Street West 647-74 8-8288 thelibertinespeak.com
Locomotive Coffee 3070 Dundas St W thejunctionbia.ca/
Bluegrass Brunch at Dakota Tavern 249 Ossington Avenue 416-850-4579 thedakotatavern.com
OTROS
Culinary Adventure Company
181 Bathurst culinaryadventureco.com
Su dueño Scott Savoie es el único conducto para conocer:
The Vintage Conservatory Lombard Street 416-603-8986 vintageconservatory.com
Brasil
Río de Janeiro y São Paulo: Teatros de sueños entre realidad, imaginación y deseo.
Brasil es una tierra de fantasías. Y como ocurre en todo sueño, no resulta sencillo distinguir cuánto incluye de realidad y cuánto de imaginación o deseo. Si uno le hace caso al lugar común, daría la impresión de que es un paraíso repleto de mujeres como Gisele Bündchen, playas maravillosas y gente festiva incapaz de deprimirse. Como yo he vivido allí y conozco de primera mano sus luces y sombras, se supone que estoy en condiciones de revelar la intimidad del país que es sinónimo de carnaval. Pero la verdad es que, si quiero ser fiel a mi experiencia, primero debo decir que el cliché no miente. Es cierto que en Rio de Janeiro, Belém, São Paulo, Salvador de Bahía, Manaus o adonde quiera que uno vaya en el reino verdeamarelho, hay mujeres tan o más hermosas que la célebre Gisele. Sus playas son sensacionales y no tienen comparación. Y es innegable que, en general, los brasileños tienden a mirar la vida con optimismo, rara vez se quejan y confían en el poder de la sonrisa. Lo que sí podría agregar, en mi condición de ex residente en Rio de Janeiro, es que el encanto de Brasil no se agota allí. Hay muchísimo más por descubrir y disfrutar.
Embrujos De La Noche Carioca
Hace mucho tiempo ya que visito Brasil al menos una vez por año y en 2007 dejé todo y me instalé en el barrio de Lapa, el corazón musical y bohemio de Rio. Bastión mundial de la fiesta callejera, Lapa se ubica al pie de los Arcos que conforman el viejo acueducto, a un lado del centro histórico y justo debajo de Santa Teresa, uno de los barrios más agradables de la ciudad. Hoy recuerdo con nostalgia y ternura que, cuando a mis amigos cariocas les comenté que había rentado un viejo y amplísimo piso en la calle Riachuelo, ellos no sabían si felicitarme o compadecerme. Para no hacer el cuento largo, me limitaré a decir que la parranda abajo de mi ventana recién comenzaba a perder algo de impulso a las 7 de la mañana, y que ninguno de los incautos que me visitaron desde el extranjero aceptó mi ofrecimiento de alojarlos en casa. Como descubrí entonces, Lapa es un lugar perfecto para enloquecer de euforia, no para vivir. Lo que sé ahora es que, en Rio, vivir y enloquecer de euforia es más o menos lo mismo y... ¡aún hay más!
Páginas anteriores. Desde el Pan de Azúcar se ven la ensenada de Botafogo, la playa de Copacabana y el cerro del Corcovado.
01.
El nuevo barrio de Barra da Tijuca es el de mayor crecimiento demográfico y cuenta con 27 kilómetros de playas, algunas casi desiertas.
02.
La playa de Ipanema, al atardecer, es un punto de encuentro de los amantes del futbol.
Páginas siguientes. El barrio bucólico de Santa Teresa es como un pueblo de provincia, rodeado por el agitado centro de la ciudad.
Aunque no podría negar que en otras épocas de mi vida he dormido mejor, no me arrepiento en absoluto de haber vivido en Lapa. El espíritu carioca enseña a no complicarse la existencia, disfrutar el estado de relax y disponer el ánimo para la dicha. Y en ningún otro lugar esa enseñanza late con más fuerza que en Lapa, donde la cadencia erótica del samba y la gracia de la amistad instantánea afloran en cada uno de sus bares y restaurantes. Si yo fuera un viajero que quiere descubrir el alma de Rio, lo primero que haría sería pasar una noche entre los callejones y secretos de este barrio antigüo y misterioso, que desde hace décadas alberga muchas de las mejores opciones de entretenimiento de la ciudad. Primero iría a cenar al histórico Bar Brasil, templo de comida brasileña y alemana inaugurado en 1907, o al Nova Capela, para probar especialidades brasileñas como el arroz con brócolis o el frango a passarinho (porciones de pollo frito en ajo, cebolla y salsa). Luego pasearía tranquilamente para mezclarme entre la muchedumbre y buscaría el ambiente de samba de mi preferencia: la elegancia aristocrática de Rio Scenarium, una espectacular casona acondicionada para cenas con música en vivo; el refinado Carioca da Gema, donde tocan muchos de los mejores jóvenes sambistas de la ciudad; el tradicional Clube dos Democráticos cuyo origen se remonta a 1867, y hoy es el principal enclave para bailar y enamorarse; o el Semente da Lapa, el bar musical más auténtico de la zona, justo debajo de los Arcos y de camino a la escalera que el artista Selarón creó con souvenirs de distintos lugares del globo. Al final de la noche, iría a tomar una última copa al popularísimo Beco do Rato, refugio de artistas y bohemios que alguna vez fue la base de operaciones del transformista inmortalizado como Madame Satã; o, en caso de que a esa altura del carrousel necesitara alejarme del estruendo de Lapa, me acercaría al Bar dos Descasados, en el Hotel Santa Teresa, a diez minutos de taxi, donde la tenue luz de las lámparas de Marruecos y la sobriedad con clase de ese remanso cinco estrellas me garantizarían un final noctámbulo acorde a la eterna simpatía que vibra en la que sin dudas es una de las ciudades más hermosas del mundo. Nunca hay que olvidar que la noche carioca es siempre joven y que sus embrujos son irresistibles.
01.
Río es una ciudad que vive en celebración. Maracatu es una danza del nordeste brasileño, que anima las calles en días especiales.
02.
El tranquilo cerro de Conceição cuenta con casas construidas en el siglo XIX.
03. y 04.
Samba es la música más tradicional de los cariocas. Especialmente en el verano y en el carnaval las escolas de samba dan vida a los barrios de la ciudad con desfiles y fiestas.
Páginas siguientes. Un folião se disfraza para participar en el desfile de las escolas de samba durante el carnaval.
Cidade Maravilhosa
Mientras escribo esta crónica, advierto que empecé al revés, es decir, por los embrujos de la noche carioca. Ni una palabra acerca de los lugares donde hospedarse, como el bellísimo Castelinho 38, el clásico Copacabana Palace Hotel o el práctico Marina All Suites, en Leblon, entre las hermosas playas de Ipanema y la zona comercial de Barra de Tijuca. No es por azar que haya comenzado por la vida nocturna, me justifico, ya que la noche representa uno de los grandes atractivos de la ciudad, y nadie que la visite debería dejar de aventurarse por la magia que nace cuando sus calles se visten de música y adrenalina. Los otros grandes motivos por los que Rio merece el calificativo de cidade maravilhosa son, a mi manera de ver, el esplendor de la naturaleza y la calidez de su gente. En el primer caso, el acuerdo es unánime; en el segundo, hay alguna polémica. En general, el carioca es visto por el resto de los brasileños como alguien que huye de los compromisos (sobre todo, el laboral), con escaso interés en honrar su palabra y abandonado al único y excluyente interés de la diversión. Yo, que he convivido con ellos, entiendo la crítica pero no la comparto. Como cualquiera que pase por Rio podrá comprobar, el protagonismo popular es justamente lo que transforma a esta ciudad en un espacio libre y feliz, donde cualquiera puede hacer lo que guste sin que por ello sea juzgado o mal visto. Lo mejor del carnaval no son las impactantes carrozas que pasean por el Sambódromo, sino la imaginación y la alegría de las personas que se disfrazan para bailar en la calle durante varios días sin parar ni un instante (el llamado carnaval da rua). Lo de veras extraordinario de un partido de futbol en el legendario estadio Maracaná nunca son los equipos que se enfrentan, sino el show de pasión, música y colorido que se celebra en las tribunas con capacidad para 96.000 torcedores. Y en las playas, la belleza no es patrimonio exclusivo del paisaje o de las garotas en bikini, y alcanza a todos aquellos desprejuiciados que, aun muy lejos de exhibir cuerpos de pasarela, se vuelven hermosos precisamente porque no permiten que el pudor los esclavice. Adonde uno vaya en Rio, el espectáculo siempre lo entregan la simpatía, el buen humor y el respeto fraternal que enorgullece a los cariocas. Allí, la libertad se vive sin pedir permiso y no son pocas las lecciones que se aprenden al sumergirse en una sociedad que ha hecho del aliviane una cuestión de principios. El arte de vivir y de cultivar las relaciones humanas es parte del alma carioca y se vuelve contagiosa.
Entre Corcovado Y Pan De Az Car
Al mismo tiempo, y aun bajo el riesgo de exagerar, confieso que mi experiencia vital en Rio me lleva a pensar que hay una profunda relación entre la escandalosa belleza de la ciudad y el no menos escandaloso desprecio de los cariocas por los formalismos y las obligaciones. En un paisaje que siempre luce magnífico, donde a cada paso surge un monumento natural a la inspiración divina, ¿qué puede haber más importante que contemplar la hermosura y ver la vida pasar? La respuesta carioca está clarísima. La de un turista no tiene por qué ser muy diferente, pero antes exige conocer algunos de los rincones privilegiados del lugar que el propio Cristo parece haber escogido para bendecir desde las alturas. En efecto, el Corcovado, elegido en 2007 como una de las “Maravillas del Mundo”, constituye uno de los paseos obligados, una invitación que Rio de Janeiro le extiende al visitante para mostrar su imponente majestuosidad. El camino hacia el Cristo puede hacerse a pie (con el premio de descubrir cascadas naturales o cachoeiras durante la subida) o en tren y en ambos casos el trayecto representa una experiencia inolvidable. Lo mismo ocurre en el viaje hacia el Pan de Azúcar, la montaña (o morro) más característica de Rio, imagen de tarjeta postal que ofrece una vista única, justo sobre la incomparable Bahía de Guanabara. Para llegar, hay que tomar el teleférico y la verdad es que sólo aquellos afectados por el mal del vértigo están disculpados de no subirse.
Páginas anteriores. La estatua de Cristo con sus 38 metros de altura es uno de los símbolos de la ciudad, a 710 metros de altitud. 01.
Río es una ciudad entre las montañas y el mar. Los cerros de Pan de Azúcar y Corcovado, con la estatua de Cristo, marcan la entrada de la Bahía de Guanabara, donde se fundó la ciudad.
La Alegr A De Vivir
Claro que, como toda gran ciudad, Rio de Janeiro ofrece secretos para todos los públicos. Los amantes de la música y la cultura popular encontrarán su sueño hecho realidad en la Ciudad de Samba, un conjunto de galpones que el Estado proporcionó a las escolas de samba presentes en el carnaval para que durante todo el año ensayen y trabajen allí. Costureras que preparan los asombrosos atuendos de los desfiles, diseñadores de imagen de las carrozas, bailarines y músicos colaboran en la creación colectiva carnavalesca, y en esos gigantescos pasillos los visitantes pueden presenciar (con clase de samba incluída) los movimientos que ponen en marcha el máximo evento cultural de la ciudad. Por su parte, aquellos seducidos por la naturaleza se sentirán a sus anchas en el crucero de un día que recorre las islas tropicales de la bahía de Sepetiba, un auténtico lujo que incluye nadar a un lado de delfines y descubrir una flora y fauna extraordinarias; y, también, en la Isla de Paquetá, que combina la arquitectura colonial del poblado con la insuperable magia de sus rincones y playas de aguas transparentes. Los aventureros no pueden perderse un paseo por la impresionante Floresta de Tijuca, que representa una selva enclavada en el corazón urbano, y quienes prefieren descansar y moverse poco no necesitan ir muy lejos para relajarse por completo en las playas de Ipanema (particularmente, el Puesto 9), o en el exhuberante Jardín Botánico, cuyas 83 hectáreas de bosque sorprendieron al mismísimo Albert Einstein. En cada uno de estos lugares, yo he sentido que la vida es maravillosa. Y si cierro los ojos, evoco los sabores de la infinidad de jugos de frutas que se ofrecen en las lanchonetes, el brillo del sol sobre el mar de Ipanema, las tardes de cachaça en el Bar do Gómez y recuerdo que la gracia de Rio de Janeiro consiste en su bombardeo a los sentidos. Por eso, mi mayor recomendación en esta ciudad adorable no es más que la de animarse a descubrirla y dejarse llevar.
La Urbe Que Nunca Para
No sería tan lírico para referirme a São Paulo, que en su condición de espectáculo urbano interminable constituye una de las grandes capitales culturales del continente. Si el encanto de Río de Janeiro se basa en la naturaleza y las mil y una tentaciones del descanso, la diversión y el placer, hay que decir que São Paulo tiene mucho de antítesis. Se trata de la ciudad a la que el concepto de “megalópolis” le quedó chico, como si los más de 20 millones de habitantes que la pueblan y los 7 millones de coches que la recorren día tras día hubieran inventado algo parecido al vértigo demográfico. Motor de la gran potencia económica en la que se ha convertido Brasil, en su corazón conviven los latidos financieros, las pulsaciones sociales y los infartos políticos. Por donde se la mire, es inabarcable. Y, quizás por todo eso, resulta tan atractiva.
Recuerdo que, la última vez que la visité, el conserje del hotel 5 estrellas Unique, una joya arquitectónica que imita la mitad de una sandía, me dio la que según él era una de las habitaciones con mejor vista de la ciudad. Cuando entré al cuarto, lo que me asombró no fue el paisaje, sino el rugido de un helicóptero que pasó a un costado de la ventana. Esos poquísimos segundos fueron suficientes para dejarme claro que me encontraba en el lugar del planeta donde los embotellamientos del tráfico aéreo son apenas un poco menos habituales que los automovilísticos. Teatro de sueños y pesadillas que ha superado la escala humana, São Paulo es ángel y demonio a la vez. La ciudad ideal para aquellos de alma curiosa, el escenario perfecto para sentirse 100% vivo y activo.
Páginas anteriores. Centro de São Paulo, núcleo financiero, cultural y de entretenimiento.
01. y 02. La Estación de Luz es un predio histórico que alberga el Museo de la Lengua Portuguesa y la estación del tren. Por aquí pasa una buena parte del café que se exporta a otros países.
Por Los Barrios De S O Paulo
De lo bueno y lo malo, São Paulo tiene de todo y mucho. La clave, si es que en su caso hay una sola, es encontrar una buena base de operaciones y desde allí adentrarse con táctica y voluntad de miliciano de Julio César. Para hospedarse, la opción en el centro es el Tivoli Mofarrej, a un paso de la movida nocturna del barrio de Augusta; la alternativa práctica y elegante es el Fasano; y la tradicional, el Golden Tower, ubicado en una de las zonas más exclusivas de la ciudad. Desde allí, y con algunas pistas en la brújula, el peso de la megaurbe deja de intimidar. Si yo fuera un guía turístico en la ciudad imposible, recomendaría perderse por los barrios Augusta, Baixo Augusta, Centro o Vila Madalena, que en el fondo están unidos por una misma sensibilidad moderna, desprejuiciada y chic. En Augusta me toparía con lugares inimaginables, como el insólito restaurante bar Z Carniceria, donde se come y se bebe delicioso rodeado por una escenografía de motivos carniceros. En sus alrededores, el paisaje callejero convertido en meca de la diversidad sexual me recordaría que, en São Paulo, el desfile por el Día del Orgullo Gay constituye la más grande movilización callejera del país. Si la búsqueda consiste en hallar un lugar quizás más bohemio y menos fervoroso, aconsejaría ir a Vila Madalena, donde la Mercearia São Pedro reúne a artistas de todas las edades y tendencias en un espacio -entre cuyos habitués se destacaron el músico Nick Cave y el futbolista Sócrates- que es restaurante, bar, sala de cine y video club a la vez; y en caso de que el interés sea el de conocer las tradiciones de la ciudad, no pasaría por alto el Mercado Municipal, inaugurado en 1933, un verdadero laberinto de esencias y sabores donde es posible conocer de primera mano la gastronomía popular de la ciudad.
El Alma Paulista
Con toda la razón del mundo, se dice que Rio de Janeiro es la ciudad del carnaval. Sin embargo, y sin afán de contradecir a nadie, yo diría que São Paulo es el carnaval hecho espacio público, ya que en su vida e historia conviven, como en ningún otro lugar de Brasil, lo bajo con lo alto, lo ultramoderno con lo antigüo y lo lujoso con lo humilde. Los ejemplos sobran y exhiben la grandeza del alma paulista. El caso que a mí más me gusta es el de la legendaria Plaza Roosevelt, ubicada entre las calles Augusta y Consolação, no muy lejos del Edificio Copan, el rascacielos sinuoso creado por Óscar Niemeyer. Durante sus años de gloria bohemia, la Roosevelt recibió a músicos y artistas (dicen que allí tuvo lugar la primera presentación de Elis Regina en la ciudad), pero a fines de los ‘70, producto de la desidia de los sucesivos gobiernos, se transformó en uno de los grandes centros de la marginalidad local. La zona parecía perdida, hasta que un grupo de teatro de vanguardia, Os Satyros, se instaló en uno de los edificios de la plaza, con todos sus miembros convencidos de que su activismo artístico podría contrarrestar la decadencia del barrio. Y así fue: hoy la Roosevelt reúne a dramaturgos, músicos, actores y público en una zona vibrante y de gran actividad, en la la que el Festival Satyrianas llega a presentar más de 200 shows y convocar a más de 50 mil espectadores. Un proyecto similar ocurrió en el barrio italiano Bixiga, al que hoy nadie puede dejar de ir para probar las míticas pastas y pizzas de sus cientos de locales, pero que hasta la intervención urbana del grupo del Teatro Oficina no era sino otra zona de la megaurbe que había perdido su esplendor y glamour.
RÍO VS. SÃO PAULO
São Paulo vive de extremos, y para disfrutarla mejor hay que permitirse conocer esos contrastes. De la extraordinaria y diversa oferta cultural que late en los casi 1600 kilómetros cuadrados del Parque Ibirapuera al centro comercial Galeria Ouro Fino y el impactante shopping Jardim Sul, donde conviven las marcas internacionales con proyectos locales de dimensión casera, pasando por los tours de arquitectura urbana a la euforia comercial y gastronómica de Liberdade, el barrio japonés que convirtió el buffet de pescados, mariscos y sushi en una ilimitada orgía de placer.
En Brasil, la rivalidad entre Rio de Janeiro y São Paulo tiene una larga historia y alcanza la manera de entender la vida, el futbol, el gusto por el trabajo y la belleza de sus mujeres. Sin dudas hay muchos asuntos que causan envidia de los brasileños, pero esa antinomia no es uno de ellos. Nosotros no tenemos que elegir una u otra. Podemos, sin contradicción alguna, disfrutar de ambas y creer que, quizás, una no sería la maravilla que es si le faltara su contraparte, ese espejo que representa la otra. El yin y el yang, como se suele decir. O el brillo de una tierra mágica, cuyo mejor truco consiste en demostrarnos que la fantasía es pura realidad y la realidad es fantasía.
01.
Shopping Cidade Jardim es un elegante y sofisticado centro comercial con boutiques, cines y restaurantes.
02.
La Livraria da Vila es un importante polo cultural ubicado en Jardins, la zona hipster del momento.
03. Restaurante Kaá, de excelente comida franco-italiana.
04.
La Pinacoteca es un importante museo de arte, que reúne más de 6,000 obras. Se ubica frente al Museo de la Lengua Portuguesa.