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Comercio ético de especies exóticas Están surgiendo alternativas al modelo actual de comercio de animales exóticos, que revierten en la recuperación de especies amenazadas. Sergi Conde Lázaro Imágenes cedidas por el autor

La investigación biomédica, la industria del espectáculo, los zoológicos o el sector peletero son algunas de las principales razones por las que mantenemos animales exóticos en cautividad en los países occidentales. Existe otra razón que tiene su origen en una demanda del ser humano por la que pretende establecer un vínculo directo con un animal exótico que originó el comercio de este tipo de animales para mantenerlos como mascotas. La evolución de este sector se ha demostrado en constante evolución hacía cada vez una mayor responsabilidad social y medioambiental. Un recorrido aún incierto, y no exento de polémica. Cuotas de captura en la naturaleza En pocos años, este mercado ha experimentado grandes cambios. El primer paso fue establecer regulaciones legales, separando el comercio legal del tráfico ilegal. Especialmente, las medidas de protección de la fauna y la flora desde la entrada en vigor del Convenio sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES) permitieron un claro avance en la protección de la biodiversidad.

Es una alternativa que permite una mayor adaptación de los animales comercializados. Algunos de los mayores criadores se establecieron en Estados Unidos y Europa, principales importadores de fauna exótica. De igual modo, en los países exportadores se evolucionó, creándose granjas de rancheo y cría en lugares tan diversos como Colombia, Perú, Egipto, Indonesia, Tanzania, Togo, Madagascar o Ghana. La creciente oferta por parte de aficionados que crían animales abastece también gran parte del mercado de mascotas exóticas. Y en este sentido, los gobiernos tienen ante sí un reto para evitar la cría no controlada, así como el fraude fiscal. El rancheo constituye una alternativa intermedia entre la captura y la cría en cautividad. Se usa principalmente en reptiles, y consiste en controlar poblaciones libres para obtener huevos que se incuban en cautividad para asegurar un mayor éxito de nacimientos. Siempre y cuando se realice acompañado de asesoramiento científico, se ha demostrado como una opción sostenible. Perspectivas de futuro. ¿Hacia el biocomercio? El comercio de especies exóticas es en gran medida responsable del declive de

Desde el punto de vista empresarial, el biocomercio permite ofrecer al público un valor añadido que podría contribuir a mejorar las ventas. Sin embargo, las cuotas de captura legal permitidas para recolectar especímenes salvajes resultan difícilmente controlables. En muchos de los lugares de origen de los animales, el furtivismo se practica habitualmente y es fácil encontrar especies protegidas en los mercados locales. En estos países los documentos pueden ser modificados con relativa facilidad, incluso hacer pasar animales de un país no exportador a otro que disponga de cuotas de exportación. Exceptuando en casos muy concretos, para garantizar la diversidad genética en programas de cría en cautividad, ciertamente no tiene sentido seguir expoliando el patrimonio natural de estas zonas. Rancheo y reproducción en cautividad Las restricciones normativas derivadas de una mayor concienciación social han comportado que progresivamente se haya ido substituyendo la captura de ejemplares en su medio natural por la cría en cautividad. 192

sus poblaciones salvajes. Ahora, bajo un nuevo prisma, esta actividad podría llegar a convertirse en su tabla de salvación. La responsabilidad social y medioambiental está cada vez más presente en cualquier actividad empresarial. Y al amparo de este paraguas surge una idea bautizada como biocomercio. Un concepto que en 2013, durante la II Cumbre Internacional del Medio Ambiente (CIMA) de Guayaquil, se definió como “toda actividad de producción, procesamiento y comercialización de bienes y servicios derivados de la biodiversidad pero bajo los criterios de sostenibilidad ambiental, social y económica”. Una empresa ecuatoriana, Wikiri, ha sido la primera en plantear el comercio de anfibios bajo estas directrices para que los principales beneficiarios de la actividad sean estos, y no los humanos. La venta supone un medio, no un fin en sí mismo, y las ganancias obtenidas a través de la comercialización se destinan

a la conservación del hábitat de anfibios en riesgo de extinción para desarrollar posteriormente actividades ecoturísticas y educativas, a la educación y difusión científica y a la investigación sobre técnicas de reproducción y de reintroducción en el medio natural de anfibios. Este es un modo de hacer frente a la insuficiencia de recursos públicos para financiar proyectos de conservación de especies. Para conseguir que estos proyectos sean económicamente viables, deben operar con una variedad de especies suficiente como para atraer a los importadores. Se deberán pues coordinar esfuerzos entre empresas similares y exportar conjuntamente con el fin de que los costes de transporte sean razonables. La responsabilidad del comercio minorista y de los compradores El sector minorista no es ajeno a los cambios, y juega un papel crucial en el biocomercio. Algunos establecimientos ya han optado por no vender perros o gatos y ofrecen en adopción a animales sin hogar, Una iniciativa que permite aliviar un grave problema. ¿Por qué no actuar de un modo similar respecto a los animales exóticos, exigiendo que con su venta se contribuya a mantener la biodiversidad? En términos sociales la ventaja es clara, pero además desde el punto de vista empresarial permite ofrecer al público un valor añadido que podría contribuir a mejorar las ventas. El biocomercio debe contribuir a la tenencia responsable de los animales que se comercialicen. Es decir, actuar en pro de la supervivencia y el bienestar de los ejemplares salvajes, y de la de sus congéneres que viven en cautividad.

Mercado Souq Waqif, Doha (Qatar).

Rana mono (Agalychnis spurrelli) nacida en Wikiri.

Criadero agama de cola espinosa (Uromastyx ornata), El Cairo (Egipto).

Para ello el destinatario final debe disponer de suficiente información, recibiendo documentación que acredite el origen de los ejemplares, sus principales aspectos biológicos y las directrices para su mantenimiento, además de detallar el destino de los beneficios obtenidos con la compraventa. Aún es pronto para evaluar todas las consecuencias que supone este nuevo paradigma comercial. Y si bien sigue sobre la mesa el dilema de mantener o no animales exóticos por parte de particulares, lo cierto es que el biocomercio plantea mejoras significativas respecto al sistema actual que deberemos seguir atentamente.


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