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Violencia desatada
de ellos menores de edad– que se eliminan a mansalva en una violencia hermética de inusitada exposición mediática.
Las interpretaciones son múltiples y nadie se puede atribuir el patrimonio de la razón absoluta y revelada. Sin embargo, los hechos hablan por sí solos y las cifras también. La violencia en la otrora ‘isla - paraíso’ de paz, está desatada y por ahora no parece detener su marcha.
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Faltan escritores
Instintivamente, al menos en público, había desarrollado una aversión a la dulzura, escondiendo sus modales suaves con las miradas duras y perdidas en el horizonte que les daba a los pocos mortales con los que interactuaba.
Su costrosa personalidad, su frialdad en el trato, hacían juego perfecto con el mármol pálido que era su piel, el pelo blanco amarillento hasta los tobillos, sus pestañas translúcidas, y unos ojos naranja que titilaban sin coordinación.
La imagen que alguna vez se vio como un ángel, a fuerza de hacerse vieja había empezado a ser más un fantasma, sus pasos lentos y su aborrecimiento a la luz del sol, no hacían más que reforzar la leyenda. Aunque nadie decía saber bien cómo se alimentaba o cuántos años tenía, para el pueblo entero había unas certezas que la pusieron siempre en el centro de cualquier relato sobrenatural, milagro o acontecimiento fantástico.
Si moría súbitamente un hombre joven, se sospechaba que ella le había arrancado la vida celosa de sus besos; si un gato desaparecía de su casa, se decía, hasta no tener otra evidencia, que ella lo había cocinado y comido en luna llena.
Quizás, sin darnos cuenta, la escuela de la corrupción con su narrativa de colegios convertidos en ‘elefantes blancos’ y cientos de desescolarizados transformados en peones de un tablero maldito, podría darnos alguna pista. Alguna senda por dónde empezar la regeneración del tejido social.
Es hora también de que –como lo viene adelantando en las últimas horas– la fuerza pública intensifique su poder disuasivo focalizando su accionar en los actores de - lincuenciales específicos que están cometiendo estos delitos letales con una frecuencia tan feroz como inusitada.
Por lo pronto, solo nos resta orar y actuar, como Dios manda, con la tranquilidad de conciencia convertida en bitácora para recuperar la ansiada armonía insular, renovada con el aroma marino característico de la vida Caribe… En lugar de esta pólvora, tan ajena como diabólica.
Si un barco se perdía en el mar, había siempre quien juraba haberla visto desatando maldiciones y conjuros. En un pueblo tan aburrido como este, su vida proveía todo el entretenimiento que estaba disponible.
Pero nada era cierto. Ella que apenas leía, jamás habría podido memorizar invocaciones en latín, y su vista corta no le permitía distinguir las siluetas de esos personajes que la acusaban haber sacrificado. Su pelo llegaba apenas hasta la cintura y no había tal dureza, ni siquiera había un rango de emociones que se le pudieran adjudicar.
Vivía en una casa como cualquier otra, sin embargo, el pueblo a fuerza de señalar en sus historias, se había convertido en fantasmal. Una, a la que la niebla, obediente a los dichos y las habladurías, había cubierto en contra del clima soleado del resto de la aldea. Este era un pueblo con una imaginación colectiva, lo suficientemente fuerte para hacer que un rumor tomara vida propia, y ella, rara como era, se hacía la diana perfecta de los chismosos.
Este relato no tiene nada que ver con una albina taciturna, que si no fuera una criatura casi transparente no sería nada espectacular. Ella no fue más que el blanco de un pueblo al que, le sobraban un par de chismosos, le faltaba una biblioteca y un par de escritores.