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Una cualidad poco com\u00FAn
Una cualidad poco común
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Antonio Bolant
ERA UN TIPO CORDIAL, culto sin pretenderlo; con un ligero halo de sofisticación que compensaba su apariencia no demasiado cuidada. Cierta sobriedad acompañaba a su forma de hablar pausada, lo que no le impedía ser un excelente conversador con una notable desenvoltura dentro del espacio que el silencio suele abrir en los diálogos y que su elocuencia sabía ocupar, sin palabrería ni ostentación. Resumía sus ideas con razonada intuición sin subestimar nada de lo que se le decía, quizá por ello era capaz de hacerte sentir pequeño y enorme a la vez. Pero de largo, lo que más me llamó la atención fue su profundo conocimiento de la trastienda de la condición humana.
Lo conocí por casualidad, en mi consulta, cuando acudió como acompañante de un paciente habitual aquejado de un síndrome muy complejo que me tenía tan fascinado como despistado. Crucé con él un saludo y algunas breves impresiones sobre su amigo que llamaron mi atención: me habló de una forma de relacionarse construida sobre un lindero confortable aunque resbaladizo que separaba su caos y su orden, fortificado este último con una cordialidad de doble filo que mantenía alejados a quienes intentaban aproximarse, al tiempo que dañaba a quien protegía; resultó un análisis que encajaba a la perfección en el neurótico puzle de mi paciente. No siempre le acompañaba, pero cuando lo hacía, solía compartir este tipo de reflexiones que resultaron claves para replantearme la terapia y a la postre diseñar un revolucionario tratamiento extraordinariamente eficaz. Quedé muy impresionado, tanto que me atreví a llamarle para compartir el éxito. Él se limitó a darme las gracias y a ofrecerme amablemente su opinión cada vez que se la solicitara. Acepté sin dudar: puede ser muy valioso disponer de una guía cuando se palpa a oscuras en el subsuelo de una mente caótica. En ese momento —yo, un reputado psicólogo clínico—
desconocía hasta qué punto acabaría dependiendo de sus consejos en casos especialmente complicados.
Decidí invitarle a comer; sentía curiosidad por saber más sobre tan singular persona. Confieso que albergaba la tácita intención de escarbar en los recovecos de su pasado, de tender un puente a su formación con el fin de averiguar los fundamentos de semejante habilidad. Solo alcancé a constatar su pasión por la gente y su amor por los libros, porque poco tardaron mis deseos y temores en fluir cómodos bajo el estimulante abrigo de su exquisita atención.
Antonio Bolant Rodríguez (España)