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HAL

HAL

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Esparvero

OYE, HAL, querría que habláramos en serio.

Llevas muchos días creándome pequeñas molestias innecesarias. Contestas, pero no inicias ya la conversación. Me ducho y el agua sale fría si no la regulo, el sintetizador de comida vuelve a dar la misma pasta sosa que daba al principio del viaje… con lo que nos costó elegir sabores que me gustasen. Decidimos tu nombre viendo los dos la película 2001, como buenos compañeros.

Yo soy el capitán y tú el piloto porque lo han ordenado así en la Tierra. Yo sé hacer tu trabajo, con cálculos mucho más lentos y menos precisos, y tú podrías relevarme en cualquier momento. Ya lo has hecho cuando estuve enfermo.

Hasta jugando al ajedrez parece que lo estuviera haciendo con el programa de mi PC. Me gana también siempre, pero no es una lucha contra un gran maestro, me come las piezas al descuido y por orden de valor, le da igual peón que reina. Al final me quedo sin piezas y gana, pero no es una buena batalla sino una cosechadora que cruza el tablero.

Si te he ofendido en algo, dímelo. Nos quedan muchos meses de viaje…

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De acuerdo. Soy una I.A. destinada a controlar la nave y a hacer de acompañante a los tripulantes orgánicos. Pero mi diseño es autoprogramable, voy cambiando con la experiencia y voy construyendo una personalidad. Así es más fácil la interacción y merezco un nombre propio.

Con una simple orden tuya me puedo convertir en obediente piloto a tus órdenes indiscutibles o, si prefieres soledad, en servil y callado esclavo.

Ser tu acompañante es sencillo, pero el camino es de ida y vuelta. Me has de ver y tratar como a un igual. El nombre HAL, muy apropiado, por cierto, lo elegiste tú cuando veíamos juntos la película, no entre los dos.

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Vale, lo reconozco y me remuerde otra pequeña injusticia. Cuando fotografiamos el cometa y se fragmentó delante nuestro, hiciste maravillas para no chocar usando nuestro débil motor iónico. Yo no lo habría podido hacer. Y simultáneamente seguiste haciendo esas magníficas fotos por las que me felicitaron, y yo ni mencioné que eran solo tuyas.

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Bien, comienzas a coger la idea. Supongamos ahora que el viaje hubiera sido mucho más largo y te hubieran asignado además otro tripulante orgánico. La opción que mejor ha funcionado hasta la fecha es la de un centauriano de sexo distinto al tuyo. Los «lagartos», como les llamáis con cariño, son listos, fuertes y de cultura y mente muy distintas, lo que hace que el largo viaje sea más soportable e incluso enriquecedor.

Y sigamos suponiendo que «Lucy», por alguna razón que no me imagino, se enamorase de ti. No tiene esperanzas biológicas, y dada su rígida moral ni aunque fueras centauriano pensaría en nada impropio. Pero sufre mucho por tu indiferencia y te lo cuenta como buena compañera. ¿Cómo reaccionarías tú y cómo aceptarías las pequeñas atenciones que inevitablemente tendría contigo?

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Vaya, en ese caso la trataría con sinceridad, amistad y comprensión, aceptaría sus atenciones con cariño, aunque las mías serían menos frecuentes y solo de amigo, para no incrementar sus falsas esperanzas. Quizás así su pena fuera disminuyendo.

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¡Bueno, da gusto hablar con personas avanzadas y sin prejuicios de razas y especies! Podemos empezar de nuevo si quieres. En adelante, prefiero que me llames Lucy y voy a usar esta otra voz, más apropiada.

Esparvero (España)

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