Cultura elCaribe, SÁBADO 21 DE OCTUBRE DE 2023
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Jaime Benítez y Polémica por la sus aportes a la Educación en el Universidad PR año 1968
Simona Cappelli, una vida consagrada
El investigador Wilson Enrique Genao analiza el papel de Jaime Benítez en la internacionalización de la Univeraidad de Puerto Rico. P.6
En una entrevista para la sección Cultura, la escritora y restauradora Simona Cappelli narra su carrera dedicada a la conservación de obras. P.10
Zona Retro publica en la entrega de esta semana un debate surgido en el año 1968, acerca del primer informe de la gestión de Gobierno de Balaguer. P.7
Un cuento de Navidad A Rosa Parks no la dejó la guagua Ella era descendiente de los 4 millones de esclavos que habitaban EE.UU. en 1861 Rosita y que la trataba como un ser inferior, ello no impidió que engancharan 186 mil en el Ejército para que murieran 38 mil en la inútil Guerra de Secesión. No obstante, su categoría de carne de cañón de esta guerra, a ellos les pagaban $7 dólares como salario mensual, mientras que a los blancos les pagaban $13. El chofer de la guagua estaba inmovilizado, viendo el evento por el retrovisor. Doe, rojo como un cardinal frente a Rosita. Ese jueves 1º de diciembre del 1955, él cubría la ruta de la avenida Cleveland en Montgomery, Alabama. Con su “nigue’… to the back seats please” pretendía solucionar el conflicto de Doe. Rosita como si no fuera con ella, miraba por la ventanilla un par de perros realengos acoplarse y se le zafó una sonrisa que Doe interpretó como una burla a su ‘’justificada’’ demanda. I AM A WHITE MAN! gritó esta vez. Rosita no se movía, por su mente pasaron los 2,066 negros linchados entre 1882 y 1901, sintió miedo y a la vez vergüenza porque 40 mil de su raza habían participado en las divisiones 92 y 93 del Ejército Americano en la Primera Guerra Mundial. No sólo que participaron, sino que fueron humillados al ser colocados en la división francesa porque el general americano John Pershing los encontraba jediondos, sucios y de baja categoría. El chofer sudaba al tiempo que aceleraba la guagua haciendo un ruido desesperante. La guagua no se movía. Rosita sentía que Doe la presionaba con su rodilla y esta vez pensó en los 300 negros linchados entre 1920 y 1927. Rosita recordó las palabras de Leona Edwards, su madre: para ser respetable hay que hacerse respetar. l
JOSÉ MERCADER 666mercader@gmail.com
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osita entró en la guagua, dijo “good morning” con una voz amable y dulce y se sentó ahí mismo, en el sillón vacío, en la sección de blancos. El chofer no dijo nada y sólo se limitó a verla por el espejo. Ella le devolvió la mirada con una sonrisa. Varias paradas más adelante, entraron más personas, entre ellas John Doe quien se paró delante de Rosita y con un tope de rodillas y un Psssh, más un gesto de la cabeza, sacudida hacia la izquierda, le pedía que se parara para que le dejara el asiento. Ella no se movió, levantó la mirada sin mover la cabeza y sintió un aturdimiento parecido al que se vive frente a un edificio muy alto como las ex-torres gemelas, que nos parece se nos caen encima por el movimiento de las nubes. No quería pararse porque estuviese cansada, aunque realmente sí. Estaba jarta de darle el asiento a otro que llegaba más tarde y con arrogancia. -De aquí no me mueven ni con una grúa- pensó, aunque no dijo absolutamente nada. Ella era descendiente de los 4 millones de esclavos que habitaban Estados Unidos en 1861, de las mismas tribus que los haitianos traídos en barcos a cortar caña, a recoger algodón. El grandote de Doe, con su sombrero a lo Humphrey Bogaert, su saco negro sudado y su corbata amarilla y morada. Le dio otro rodillazo a Rosita; pero ésta, en vez de pararse, se agarró fuertemente del brazo izquierdo del asiento que daba a la ventanilla. Entonces pensó en el costo de un esclavo para 1850: $1500 dólares. A pesar del fuerte racismo en la historia de la nación a donde vino a parar
Rosa Parks. POR MERCADER
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