Signo :: Suplemento de Arte y Cultura de ElDía (NOVIEMBRE 2014)

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S gno s谩bado 8 DE noviembre DE 2014

responsabilidad y delito

Cibercomunicaci贸n


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sábado 8 DE noviembre DE 2014 .:. GUALEGUAYCHÚ .:. ENTRE RÍOS

EFEMÉRIDES culturales

Lo que movilizó las masas hacia Perón no fue el resentimiento, fue la esperanza. Recuerde usted aquellas multitudes de octubre del ‘45, dueñas de la ciudad durante dos días, que no rompieron una vidriera y cuyo mayor crimen fue lavarse los pies en la Plaza de Mayo, provocando la indignación de la señora de Oyuela, rodeada de artefactos sanitarios. Recuerde esas multitudes, aún en circunstancias trágicas y las recordará siempre cantando en coro —cosa absolutamente inusitada entre nosotros— y tan cantores todavía, que les han tenido que prohibir el canto por decreto-ley. No eran resentidos. Eran criollos alegres porque podían tirar las alpargatas para comprar zapatos y hasta libros, discos fonográficos, veranear, concurrir a los restaurantes, tener seguro el pan y el techo y asomar siquiera a formas de vida “occidentales” que hasta entonces les habían sido negadas. Carta a Ernesto Sábato Los profetas del odio.

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13 de noviembre de 1901

Arturo Martín Jauretche A

rturo Martín Jauretche fue un intelectual criollo, uno de los más destacados panegiristas de la cultura nacional, que renegó del europeísmo de las elites y clases medias y se volcó a la causa de los paisanos, de los hombres de a pie, del pueblo trabajador. Nació en la localidad bonaerense de Lincoln, el 13 de noviembre de 1901. Mayor entre diez hermanos, hijos de un empleado y una maestra, Jauretche agradeció siempre haberse trenzado en aventuras con los hijos de los paisanos del pueblo, hecho que –según dijera- le permitió conocer el otro mundo, “la vida de los boyeritos”. Convertido en yrigoyenista, en 1928 fue funcionario durante su segundo mandato hasta que, en 1930, es protagonista del primer golpe militar de la Argentina, que diera lugar a lo que se conoció como el comienzo de la década infame. Jauretche no solo defendió al caído régimen con la palabra sino también con las armas, combatiendo en las calles contra los Generales Félix Uriburu y Agustín P. Justo, y en 1933 combatió en

las batallas de Paso de los Libres y de San Joaquín, tras el levantamiento radical en Corrientes, fue detenido y encarcelado. Allí escribió el célebre poemario Paso de los Libres, publicado en 1934 con prólogo de Jorge Luis Borges, con quien, por ese entonces, aun compartían ideologías; dicha amistad terminaría cuando Jauretche se sumó a las filas del incipiente Movimiento Justicialista. En 1939, cuando Alvear decide presentarse a elecciones, la izquierda Radical forma una agrupación disidente en la que participan, junto a Jauretche, Homero Manzi, Luis Dellepiane, Gabriel del Mazo, Raúl Scalabrini Ortiz, Manuel Ortiz Pereyra y otros más bajo el nombre de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina). En las célebres comunicaciones conocidas como los cuadernos de FORJA criticaban las medidas del gobierno y uno de sus principios incondicionales fue el mantenimiento de la neutralidad argentina ante la proximidad de la Segunda Guerra Mundial. En 1940, Jauretche se aleja de Dellepiane y de Del Mazo, y continúa la lucha codo a codo con Raúl

Scalabrini Ortiz, hasta que, tras una serie de circunstancias políticas, se siente persuadido por la figura del entonces Secretario de trabajo y previsión Juan D. Perón. Tras el golpe de 1955, se dedicó a escribir en defensa de lo conquistado durante diez años de gobierno popular con el semanario El 45 y el periódico El líder. En 1956 publica el ensayo El Plan Prebisch: retorno al coloniaje, criticando el informe que Raúl Prebisch, secretario de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), había hecho a pedido del régimen de Pedro Eugenio Aramburu. Luego de su exilio en Montevideo, el agotamiento de sus posibilidades políticas indujo a Jaureteche a retomar la pluma, que se caracterizó por su contenido populista. En 1962 apareció Forja y la Década Infame, dos años más tarde Filo, contrafilo y punta, y en 1966 El medio pelo en la sociedad argentina, una punzante interpelación a la clase media que tiene inmediata repercusión. En 1968 publica su Manual de zonceras argentinas, un listado de ideas negativas sobre su propio país que gene-

ralmente tienen los argentinos. En 1972 publica De memoria. Pantalones cortos. Era el primer tomo de una trilogía que debía rescatar los recuerdos de su vida y las enseñanzas políticas y nacionales que ésta la fue dejando. La muerte le impidió publicar sus continuaciones. Entristecido por la realidad del país, falleció el 25 de mayo de 1974.


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crónicas urbanas | Héctor Luis Castillo

Cada uno en su mundo, en su propia realidad, aunque haya quienes pretenden hacer creer que la realidad es una sola; los mismos que negarán después que esa realidad única no es sino la mirada del poder, la realidad de los medios que venden realidades a medida del consumidor...

La lluvia y el espejo E

stá lloviendo. Ayer llovió y la semana pasada también. Los televisores de los negocios y los bares muestras imágenes que no por reiteradas son menos dolorosas: la fuerza de la correntada, las maderas de los muebles que se abren como libros sin palabras y sin sentido, los ojos de los animales refugiados arriba de los techos o sobre improvisadas canoas. La música del viento suena a lamento. Todo se reduce a una sola palabra: impotencia. Nada puede hacerse –o muy poco– contra la embestida de la naturaleza; ahora, y hasta que escampe, recordaremos el calentamiento global, la deforestación, los bosques destruidos y el agua escasa utilizada para buscar oro; en pocos días más, cuando los ríos vuelvan a sus cauces, el agua salga de las casas y los perros bajen de los techos, los televisores volverán a poblarse de culos y de playas, de peleas de vedetongas y políticos en malla opinando sobre la necesidad de cambiar el país apenas retomen la actividad en marzo o abril, de vacuidad estupidizante. Pero ahora llueve y la angustia marca el rostro de quienes dejan sus casas y sus cosas a merced de los vientos cambiantes; en alguna radio se oye pedidos de frazadas, de ropa, de pañales, en otra persiste la polémica acerca de si Tinelli es per-

sonaje destacado de la cultura o no, si el baile del caño es artístico o prostibulario, si Halloween o chacarera, si asentamientos o viviendas gratuitas, si hay izquierdas y derechas, si hay abajo y hay arriba. Cada uno en su mundo, en su propia realidad, aunque haya quienes pretenden hacer creer que la realidad es una sola; los mismos que negarán después que esa realidad única no es sino la mirada del poder, la realidad de los medios que venden realidades a medida del consumidor, la realidad del ilusionista que nos pide elegir una carta en la calle, sabedores todos ellos que, como afirmaba Nietzsche: “la ilusión es una condición necesaria para la vida”. Entonces nos venden eso, ilusión disfrazada de realidad indiscutible. En una calle alejada del centro, veo dos niños excitados haciendo caso omiso a la llovizna pertinaz que los envuelve, cada uno de ellos tiene un barquito de papel entre las manos y corren hacia el extremo de la calle para que éstos comiencen su viaje hacia el otro extremo del mundo que es la próxima esquina. No es difícil adivinar la felicidad en sus miradas, tampoco yo puedo ocultar una sonrisa de satisfacción al observar ese espectáculo, tan banal y frecuente en mi infancia y hoy por hoy casi

una rareza. Niños jugando en la calle, niños ignorando la lluvia, con barcos de verdad, no en 3D ni con piratas 2.0, barcos de papel de diario que van dejando estelas de tinta en su breve pero eterno recorrido. Veo niños felices ajenos a esa realidad de la que hablan los noticieros y los diarios, están felices porque aprovechan para jugar ya que no hay escuela debido a que llueve, nada saben de las angustias de los maestros ni de los déficit de

infraestructura o de los jardines de infantes que cierran porque no hay presupuesto. Los niños juegan con sus barcos bajo la lluvia y el espejo del agua es el espejo de su propia realidad, como cada espejo en el que nos miramos cada día, ya sea este un espejo propio o una realidad recibida desde alguna voz que no es la nuestra. No se puede tapar el sol con un harnero, dicen, pero ¿acaso alguien intentó tapar la lluvia?

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lecturas en profundidad | Andrés Honorio Casaretto

El pensamiento de Paulo Freire es reflejo de praxis (palabra en acción, palabra y acción con conciencia) en el contexto de los años 60, pero su pensamiento, riguroso pero no dogmático, trasciende geografías y tiempos (aún con realidades cambiantes) por lo que la “Pedagogía del oprimido” y su autor, siguen siendo una referencia ineludible en el mundo entero, aún en nuestros días...

Preguntas para pensar la educación hoy

Un clásico aún vigente Un análisis riguroso que también incluya elementos novedosos o aportes singulares de “Pedagogía del oprimido” de Paulo Freire en clave educativa es una pretensión utópica. Un horizonte imposible de alcanzar, pero que permite caminar hacia esa utopía.

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casi medio siglo de su aparición (1968 en el manuscrito portugués y 1970 en su edición en inglés y en español), “Pedagogía del oprimido” es un libro que merece ser leído (o releído) y pensado (o repensado) por todo educador (o aspirante a serlo) en versión completa, con ojos y conciencia propia y actual. Es un texto clásico de la educación popular (en su teoría, en su práctica y en la formación de docentes) que, sin embargo, ha sido demasiado “simplificado” en sinopsis, resúmenes, selección de frases, recorte de conceptos básicos para “facilitar” su comprensión. Y en esa simplificación, el texto de base y el sentido profundo de los postulados suelen quedar “pasteurizados”, perdiendo el potencial concientizador y transformador de la realidad que se desprenden de la prédica de Paulo Freire en el texto original. Así como el Che Guevara es mucho más que una foto impresa en una remera, Paulo Freire es mucho más que un slogan acertado (y políticamente correcto) sobre el sentido de la educación. Hecha esa distinción y esa recomendación de lectura y de reflexión, vale consignar otra: la “Pedagogía del oprimido” es un texto de teoría política (y cultural) más que un texto de teoría educativa. “Todo acto educativo es un acto político” y la educación es una herramienta fundamental (y fundante) para transformar la realidad social desde (y para) las clases populares (en oposición a las clases dominantes). Una educación popular entonces que promueva matrices de acción cultural distintas. Es un texto que analiza, dialécticamente las relaciones de opresión y liberación como categorías antagónicas. Hablaba de medio siglo pues, aunque escrito en su exilio chileno por Paulo Freire a finales de la década de los 60, sistematiza el pensamiento y el análisis de la acción educativa y política desarrollada en el nordeste brasileño (Recife) en el primer lustro de la década y hasta el golpe de estado de 1964. Medio siglo de influencia. Devienen en el texto categorías resultantes del Freire educador y del Freire comprometido con su realidad social. En ese exilio nacen dos obras “Educación como práctica de la libertad” (1967) en primer lugar y “Pedagogía del

oprimido” (1969) que dan sustento a la concepción del mundo (y de la educación) del Paulo Freire que es objeto de análisis (entonces y ahora) por educadores, militantes sociales, educadores y estudiantes. El Freire que promueve la reflexión y la acción en una praxis que es palabra en acción, “que fluye en la historicidad; que es palabra viva y dinámica y no categoría inerme y exánime”. Una praxis que desoculte los mecanismos “antidialógicos” del opresor (por conquista, por división, por manipulación o por invasión cultural) y que permita constituir instancias para liberar al “oprimido”, sin “miedo a la libertad” (desalojando de su interior y de su sentido común al opresor) mediante mecanismos “dialógicos” (la colaboración, la unión, la organización y la síntesis cultural). Esas categorías fueron y siguen siendo absolutamente válidas para comprender aquel mundo (el de la década de los 60 y sus expresiones latinoamericanas de los 70). Esos conceptos (a veces “estereotipados” y simplificados), propios de una pedagogía liberadora (a partir de la “concientización”), con respecto a la “sociedad” (cerrada, en transición o democratizada), a la “conciencia” (intransitiva, ingenua, mágica, crítica) o la educación (como práctica de la libertad, como concepción bancaria, como problematizadora) siguen siendo referencia ineludible para la comprensión de una educación popular de cuño latinoamericanista y de orientación nacional y popular. El pensamiento de Paulo Freire es reflejo de praxis (palabra en acción, palabra y acción con conciencia) en el contexto de los años 60, pero su pensamiento, riguroso pero no dogmático, trasciende geografías y tiempos (aún con realidades cambiantes) por lo que la “Pedaqogía del oprimido” y su autor, siguen siendo una referencia ineludible en el mundo entero, aún en nuestros días. Aún a riesgo de caer en las simplificaciones que he criticado con anterioridad es preciso comentar brevemente algunas de esas nociones. En las “primeras palabras” llama al trabajo social, a la recuperación de la palabra (“su” palabra) de los oprimidos en un mundo


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desequilibrado entre las clases populares (“oprimidos”) y las clases dominantes (“opresoras”) en una relación de antagonismo necesario como condición de existencia. Esa “resignación” ante la opresión de los oprimidos es consecuencia de acciones mucho más sutiles que la simple “represión” por la violencia física sino que a través de mecanismos infinitamente más sutiles. Es necesario desenmascarar esas acciones y su sentido profundo, “concientizando”. “Así como el opresor necesita una teoría para mantener la acción dominadora, los oprimidos igualmente precisan de una teoría para alcanzar la libertad”. El hombre es un ser inconcluso pero que habita un mundo “mitificado” en el cual se siembra el “miedo a la libertad” (en Erich Fromm) como acción antidialógica sistemática, en situaciones siempre concretas, siempre consistentes. La concientización debe partir de la “radicalización” siempre liberadora siempre liberadora por la criticidad que alimenta pero alertando contra toda forma de “sectarismo” siempre castrador por el fanatismo que lo nutre. En el capítulo I justifica y contextualiza la pedagogía del oprimido desde ambas miradas (las del que oprime y la del oprimido) entendiendo que la liberación es un “parto doloroso” que no puede construirse con acciones paternalistas sino desde la confianza como condición indispensable (“nadie libera a nadie, ni nadie se libera solo; los hombres se liberan en comunión”). En el capítulo II describe y desenmascara a la “concepción bancaria de la educación” como “un modelo de opresión estandarizado y naturalizado en la relación entre un ignorante absoluto, el educando y un sabio absoluto, el educador que deposita datos dentro de la cabeza –en una acción unidireccional- sin considerar ni cultura ni saberes previos, ni ningún otro elemento de la relación y manteniendo naturalizada la sumisión”. Freire opone un educando activo, en búsqueda y en una relación bidireccional con el educador (“nadie educa a nadie, ni se educa a sí mismo; los hombres se educan entre sí con mediación del mundo”) En el capítulo III analiza y conceptualiza la dialogicidad (en la cual la educación es realmente práctica de la libertad) y en el capítulo IV despliega (magistralmente) la teoría antidialógica (como teoría de los opresores) y la teoría dialógica (como teoría de los oprimidos). La teoría antidialógica (que impone, que se apoya en el no diálogo, que se afirma en la supremacía, que “falsea el mundo para dominarlo mejor” a través de operaciones tales como la conquista (dominación militar o fascismo), el paternalismo o la dominación económica, propiciando la división de los sectores populares o su manipulación llegando la a invasión cultural (entendida como la penetración intencionada de la cultura de los opresores en el sentido común de los oprimidos, “naturalizando “ esa penetración). Freire postula que, “como la división (a partir del no-diálogo) es una de las principales herramientas para la domi9nación, el diálogo resultará en la principal arma para la unión, la organización para derrotar la opresión cultural. Porque “la acción cultural debe ser de una de dos formas: o ayuda a la opresión (conciente o inconcientemente) por parte de sus agentes, o estar al servicio de la liberación”. La teoría dialógica entonces debe apoyarse en la colaboración, la unión, la organización y la síntesis cultural entendiendo que diálogo es “amor” y es “valentía”. Tomando palabras apropiadas: “la teoría dialógica es posible de desarrollar en la medida en que se tenga fe, confianza y esperanza en el pueblo para hacer un verdadero diálogo, sin imposición del educador, donde ambos copartan y se expresen libremente, para sintetizar las diferencias de lucha de clases y lograr una acción liberadora que se consolide en una pedagogía “permanente”. Reitero: fe, confianza y esperanza… En un texto reciente, leía (y compartía) “Freire jamás pensó la educación popular como una simple clase de salón, sino como el punto de partida para la liberación social. Al fin y al cabo, no había recorrido tanto sendero sinuoso con el sólo propósito de enseñar a leer. Ese algo

más, sin duda, expresaba la confianza de Freire en el pueblo: y esa iba a ser la raíz de su pensamiento” (Martín Azcurra, 2012). La esperanza, el “inédito viable” que tanto menciona Paulo Freire en sus libros y que motiva la práctica de la Educación Popular. Esa noción de no quedarse, de no resignarse es la que nos conduce a su idea de transformación concreta, posible, del mundo. Y es esa noción la que tiende un puente entre “aquellos” desafíos (los que se planteaban en el tiempo y contexto histórico en que se escribió “Pedagogía del oprimido) y “estos” desafíos (los que se plantean en nuestra sociedad de según da década del siglo XXI). “El mundo no es, el mundo está siendo”. Pero ese puente debe partir de revisar aquellos postulados y adecuarlos (con rigurosidad y sin simplificaciones) al mundo de hoy (que es… ¿El mundo de los opresores? ¿El de los oprimidos? ¿U otro mundo postmoderno?) El mismo Paulo Freire se “revisitó” a sí mismo y a sus postulados cuando escribió “Pedagogía de la esperanza: un reencuentro con la pedagogía del oprimido” en 1992, siendo consciente que sus postulados habían sido “desvirtuados” (inclusive “alienados” por las clases dominantes) durante la “derrota” de muchos procesos populares por dictaduras latinoamericanas. Y mucho más se “revisitó” en su texto casi póstumo (que analizaremos en una oportunidad venidera) “Cartas a quien pretende enseñar” (1996). En ambos sostiene lo mismo que pretendo decir: se mantienen los conceptos y las categorías pero es necesario “leerlas” en contextos distintos en los cuales, los sectores dominantes han demostrado una capacidad de mutación, de adaptación y un “pragmatismo” notable para sostener mecanismos de injusticia social. El capitalismo económico, la hegemonía, y la acción cultural son mucho más “flexibles” que la acción cultural de los sectores populares. Vivimos en una sociedad fragmentada, dividida y crecientemente injusta en la cual la educación cumple un rol fundamental (como instrumento de enajenación o domesticación o como instrumento de concientización). Una de las características del mundo actual es la “sociedad del conocimiento” en la cual la disputa por los sentidos y el acceso al conocimiento (y a los significados de los mismos); es una disputa central y que debe hacerse desde categorías mucho más sutiles. Hoy los sistemas educativos han expandido su cobertura, han propiciado la inclusión de “todos” y puesto sobre el tapete la necesidad del cuidado de trayectorias escolares “exitosas” para todos. Pero esas buenas intenciones son formuladas por quienes detentan el poder (político, o económico pero, sobre todo, cultural) como la expresión de un derecho que se otorga…pero con mucho de paternalismo, de invasión cultural, de predeterminación de qué es lo bueno y qué es lo malo, qué es lo necesario y qué no lo es en la vida de los “neooprimidos” (perdón por el neologismo, expresa al sector social de los llamados oprimidos en los 60 y que hoy deberían llamarse…marginados?... excluídos?). Otras vez, en otro contexto, las seudosoluciones vienen de arriba-abajo, volviendo a negar la palabra y la definición del rumbo apropiado por parte de los protagonistas. Otra vez, se desalienta la praxis y se deshumaniza, sin fe, sin confianza y sin esperanza, pero con un discurso que dice apoyarse en esos principios: humanidad, fe, confianza y esperanza… A modo de cierre, “Pedagogía del oprimido” es un libro que merece ser leído (o releído) y pensado (o repensado) por todo educador (o aspirante a serlo) en versión completa, con ojos y conciencia propia y actual. Valió la pena para mí cuando mi Nona Cata me regaló una segunda edición española de 1978 de “Pedagogía del oprimido” en el lejano 1982…y me cambió la vida…fue con ese regalo y con ese libro que resolví ser educador como opción de vida. Vale la pena para cualquier persona sensible que siga creyendo que la educación es la herramienta igualadora por excelencia y un instrumento formidable para construir un mundo mejor, más justo, más solidario y mucho más humano para habitar, entre todos.

Vivimos en una sociedad fragmentada, dividida y crecientemente injusta en la cual la educación cumple un rol fundamental (como instrumento de enajenación o domesticación o como instrumento de concientización). Una de las características del mundo actual es la “sociedad del conocimiento” en la cual la disputa por los sentidos y el acceso al conocimiento (y a los significados de los mismos)...

Andrés Honorio Casaretto es Licenciado en Educación con orientación en Gestión Institucional (Universidad Nacional de Quilmes). Actualmente, se desempeña como director de la Escuela Nina N° 20 “Justo José de Urquiza” de la localidad de Maciá. También en el IFD de nivel primario de esa localidad y en las cátedras UADER de la Licenciatura en Pedagogía de Gualeguaychú. Esta nota es parte de las colaboraciones sobre “Las obras de la Colección “Pensamiento Contemporáneo” analizadas por los docentes de la Licenciatura en Pedagogía de la FHAyCS – UADER.

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miradas | Eduardo Julio Giqueaux

El vertiginoso crecimiento de la tecnología informática impulsó de una manera no menos vertiginosa el desarrollo de las telecomunicaciones. El mundo cambió aceleradamente y, en consonancia con esta transformación, el hombre se vio obligado a reorganizar sus hábitos y su conducta para adaptarlos a las nuevas exigencias de la tecnología...

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Responsabilidad y delito

Cibercomunicación La cibernética es el arte de asegurar la eficacia de la acción, una definición que que le da un nuevo alcance al concepto para integrar también los mecanismos naturales.

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eremy Rifkin, en una obra publicada al promediar la década de los 90, reseñaba brevemente las tres grandes revoluciones que le fueron permitiendo al hombre superar progresivamente los condicionamientos biosociales a los que su existencia se mantuvo por siglos supeditada. La primera de tales revoluciones, se produjo básicamente asociada con la invención del motor a vapor, cuya potencia física excedió con creces la fuerza conjunta de animales y seres humanos. La segunda, que se desarrolló entre 1860 y la primera guerra mundial, estuvo esencialmente unida al petróleo, la electricidad, y las comunicaciones. En ella se acentuó rápidamente la importancia de la máquina en la vida productiva del hombre y, como lógica consecuencia, la progresiva superación del trabajo manual y de la fuerza física. Por último, la tercera, sobrevenida inmediatamente después de la segunda guerra mundial, marcó el ingreso en la era de la robótica y los ordenadores, esa especie de “máquinas pensantes” capaces de realizar con velocidad y exactitud las más variadas operaciones y comenzar, con su compleja y avanzada programación, a invadir el último espacio que se encontraba aún disponible: el mundo de la mente. El vertiginoso crecimiento de la tecnología informática impulsó de una manera no menos vertiginosa el desarrollo de las telecomunicaciones. El mundo cambió aceleradamente y, en consonancia con esta transformación, el hombre se

vio obligado a reorganizar sus hábitos y su conducta para adaptarlos a las nuevas exigencias de la tecnología. Así como en los años 60 era casi impensable una casa sin su radio y en los 80 sin su televisor, hoy es inconcebible un hogar o un estudio sin sus computadoras. La rápida globalización de los recursos informáticos ha producido una alucinante transformación en el mundo de las comunicaciones. Las posibilidades de acceso a la red han multiplicado el flujo de la información de un modo que hasta hace algunos años era decididamente inimaginable. Dicho acceso ha posibilitado la apertura del hombre a un mundo sin fronteras ni limitaciones. Michael Dertouzos, ex director del laboratorio de computación del Instituto Tecnológico de Massachusetts, no ha vacilado en afirmar que gracias al e-mail – una de las tantas posibilidades que ofrece hoy la nueva tecnología- “la persona que está sola dispone ahora de una puerta mágica que le abre a miles de relaciones con personas que comparten sus mismos intereses o tienen la misma necesidad de compañía”, agregando más adelante que los textos, sonidos, imágenes y videos, programas y todas las señales de entradas y salidas de cualquier interfaz, corren y circulan sin limitaciones enriqueciendo esta apasionante realidad que llamamos realidad virtual. Si quisiéramos preguntarnos cuál es el fundamento de esta irrefrenable atracción que la nueva tecnología ejerce sobre el hombre, no vacilaríamos en imaginar que la

mayoría de las personas, en alguna medida y a partir de espontáneas coincidencias, tendrían más o menos una misma respuesta a flor de labios, lista para ser disparada: se trata –dirían- de una herramienta altamente operativa que hace posible el acceso a la información necesaria como para otorgarle al trabajo inusual rapidez, marcada eficiencia y notoria seguridad. Pero no hay tan sólo eso. Hay más. Mucho más. No dejemos de lado el encanto los juegos interactivos ni cometamos la ligereza de minimizar la atracción que experimentan los menores por dichos juegos, ya sea desde el ordenador o desde el celular. Tampoco lo hagamos con el “chateo”. Especialmente para los jóvenes, el chateo ha inaugurado un pentagrama de posibilidades fascinantes: relacionarse con gente

desconocida, fingir personalidades diferentes, bromear o burlarse de las personas acerca de situaciones reales o ficticias, y otras igualmente tentadoras. Recordemos que el fingimiento ha ejercido siempre un poderoso atractivo sobre el hombre: la invención del “otro yo”, por más deliberada o intencional que la supongamos, ha tenido siempre algo que ver con las fantasías inconscientes; en todos nosotros existe también un “otro yo del Dr. Merengue”, aquel célebre personaje con reminiscencias freudianas ideado por Divito en la década de los años 40. Junto a otras posibilidades, claro está, en el chateo hay diversión, hay entretenimiento, pero también un ápice de picardía y a veces de malicia. El hombre tiene sin dudas su flanco sádico, y si el chateo le permite mantenerlo en el anonimato, la tentación multiplica por ene sus atractivos. Los hombres, al fin de cuentas, son como la luna, solía repetir con fina ironía Mark Twain: tienen un lado oscuro que no le muestran a nadie. Resulta igualmente atrapante la posibilidad de establecer enlaces entre la telefonía celular y los ordenadores, enlaces a través de los cuales el usuario puede armar su propio blogs –fotografías, videos, música, textos, caricaturas, dibujos- y subirlo a la red con libre acceso para quienes deseen visitarlo. Otro tanto puede hacerse con Facebook, My Space, Linkedln, Twitter y el resto de las redes sociales existentes. La experiencia nos muestra que la diagramación y sobre todo el ingreso a estos sitios personales ejerce irresistible atracción sobre una banda pobla-


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cional que obra, en general, motivada por los intereses y los gustos propios de la pubertad y la adolescencia. Hasta tal punto jóvenes -y no tan jóvenes- son cautivados por las atracciones que ofrece la nueva tecnología, que al presente ha sido posible elaborar una lista de malestares manifiestamente derivados de esta nueva forma de adicción, que con el tiempo pueden llegar a volverse crónicos: irritación en los ojos, contracturas, dolor en las articulaciones, problemas circulatorios y muchos otros que han sido ya destacados por los especialistas. Y lo que es peor aún, en otro nivel de perturbaciones: “Al poner en la punta de sus dedos y en el mouse toda la información del mundo disponible -se pregunta Piscitelli- ¿no corremos el riesgo de quemar etapas, saltear estadios de desarrollo y finalmente (de)formar a nuestros chicos? Con la posibilidad de que cualquiera se meta en nuestra casa ¿la Internet no podría convertirse en un anzuelo/virus más peligroso y desestructurante que la propia televisión?”. El impacto producido por la informática en la vida social ha sido verdaderamente impresionante. Y es esperable que lo sea aún mucho, muchísimo más. Sus posibilidades son inconmensurables. Dominique Wolton -director del Centro de Investigaciones Científicas de Francia- que ha reflexionado seriamente sobre el tema, llegó a la conclusión de que el efecto seductor al que más arriba nos hemos referido, podría explicarse satisfactoriamente argumentando que las nuevas tecnologías representan “el símbolo de la libertad y de la capacidad para organizar el tiempo y el espacio”. Tres palabras –agrega- son esenciales para entender su rápida aceptación: “autonomía, organización y velocidad”. De todas las posibilidades –finaliza- “sin duda, el correo electrónico y las funciones anexas de tratamiento de texto son las aplicaciones más seductoras. Escribir, intercambiar, almacenar y borrar, sin límite, sin esfuerzo, continuamente, fuera de las obligaciones del tiempo y del espacio, constituyen el principal triunfo de los sistemas automatizados. Sin duda alguna, tanto los resultados como la autonomía son los que seducen. Cada uno hace lo que quiere: ni Dios ni profesor. Nos encontramos en el corazón del ideal individualista liberal. El individuo entra y, fuera de toda estructura, puede desarrollar libremente su competencia, asegurar su destino, instruirse, intercambiar mensajes o conocer gente”. La posibilidad de obtener un rápido acceso a los grandes centros de información ha representado y representa una ventaja extraordi-

naria; la información se encuentra hoy en la punta de los dedos, suele repetir un solazado Bill Gates en sus conferencias. Sin embargo -no hay que olvidarlo- como acontece con todos los avances de la ciencia, el uso que de ellos se puede llevar a cabo tiene su lado bueno y su lado malo. “¿Qué quedaría de la vida privada –se preguntaba hacia fines de la década del 70 el ensayista y político francés Michel Poniatowski- si no se impusiera una limitación legislativa a las investigaciones informáticas de la administración, la justicia y la policía?”, añadiendo con preocupación que es imperioso “procurar los medios tendientes a evitar esta dominación de la informática sobre el hombre y su libertad”. Precisamente, y en coincidencia con este viejo reclamo, no hace mucho tiempo y en un fallo histórico la Suprema Corte de Justicia de nuestro país declaró la inconstitucionalidad de la ley 25.873 y decidió preservar el derecho ciudadano a la privacidad de las comunicaciones prohibiendo la intervención de teléfonos y sistemas informáticos. Es evidente que junto a sus muchas bondades, el advenimiento de la informática ha posibilitado también la ideación y ulterior perpetración de innumerables delitos. Si bien es cierto que en nuestros días se encuentra ya planteada una polémica jurídica acerca de si es necesaria o no la existencia de una legislación penal para la sanción de las transgresiones informáticas –para algunos sí, para otros basta la existente- también es verdad que algunos países la han desarrollado, otros tienen el tema en estudio y muchos carecen por completo de ella. De acuerdo a una información publicada hace algunos meses por Yahoo Noticias, el creador de la triple w, Tim Bemers Lee, que fuera estafado al comprar un regalo en la red -de los “delitos virtuales no se salva nadie”- anuncia su participación en la Conferencia “Web Science 09” que se llevará a cabo en Atenas y cuya temática se relacionará con el futuro de la red y sus principales desafíos, entre los que se encuentra, justamente, el problema de la seguridad. Sería bueno recordar aquí, como se repite a menudo, que el delito marcha siempre delante de la norma. La ventaja que representa una rápida divulgación de los mensajes, la multiplicación automática de los envíos y la posibilidad de mantener el anonimato del agresor, hace de las nuevas tecnologías un medio tentador y muy calificado para llevar adelante la más variada gama de ilícitos, en especial, de calumnias, difa-

maciones e injurias. Una simple ojeada a la bibliografía jurídica que ya existe sobre el tema nos dejaría literalmente atónitos. La proximidad virtual, como bien lo ha señalado Dertouzos, tiene también sus inconvenientes, ya que “cualquier usuario de la red, por modesto o lejano que sea, podría ser víctima del vandalismo y la difamación”, preocupación compartida por Gaston Hillar cuando al analizar los efectos de la informática sobre la vida social, reconoce que uno de ellos es precisamente la facilidad que ofrece para cometer delitos. Y lo que es aún más grave: en un sólido trabajo realizado en forma conjunta con un grupo de especialistas, Leonardo C. Fillia nos advierte además que estas conductas delictivas son de muy difícil imputabilidad porque “la delincuencia informática en cualquiera de sus formas, plantea, por definición, un gran óbice para el éxito jurisdiccional, que no es otro que la improbabilidad de dar con el sujeto activo del ilícito”, ya que la clandestinidad y el ocultamiento –precisamente, tema de un escándalo recienteson la nota saliente de este tipo de conductas, ante las cuales el ofendido se encuentra completamente desprotegido; y por añadidura, a ello se suma otra contrariedad: la internacionalidad o extraterritorialidad del delito, que multiplica las dificultades para el rastreo de sus orígenes. Sin embargo, valga la aclaración, desde hace ya algún tiempo se viene trabajando intensamente en este sentido. El libro publicado en 2007 por Manuel Jaén Vallejo “Aplicación Extraterritorial del Derecho Penal: Principio de Universalidad” –entre otros, muy interesante por cierto- así lo demuestra. Aunque no faltan voces especializadas que aseguran la garantía del resguardo y la privacidad de la comunicación digital -más allá de los “troyans horses”, los “Worms”, los “Spyware” y el resto de esta infesta “cofradía”existe una muy difundida convicción de que esconderse de la tecnología representaría más bien una ilusión que una realidad; en otros términos, mucha gente piensa que cuando hay un verdadero interés, los “avezados” encuentran siempre una manera de violentarla; casi no habría para ellos -eso dicen- “misión imposible”. Sin embargo y a pesar de esta convicción popular, técnicos y especialistas en recursos informáticos afirman que, al menos en las condiciones actuales, es absolutamente imposible la identificación del usuario del ordenador cuando éste toma los

recaudos necesarios para no ser identificado. De este modo, muchas de las diferentes formas de maldad que se manifiestan a lo largo de la vida cotidiana, han sentado también sus reales en el mundo de la informática, mundo en el cual han encontrado toda una gama de facilidades para generar una nueva modalidad delictiva, en cierto modo protegida por los recursos que la misma tecnología ha puesto a su servicio. Difamadores y chismosos podrán, al menos como hasta ahora, seguir disfrutando impunemente de la “banda ancha”. Si pudiéramos manejarnos con cierta soltura y no limitáramos el uso de la palabra informática tan sólo para designar el procesamiento automático de la información, podríamos asegurar que los orígenes de dicho procesamiento -inicialmente realizado sobre la base de soportes biológicos- deberían buscarse en un pasado ya muy lejano en la historia: las primeras herramientas utilizadas por el hombre para lograr la transferencia de información fueron sin duda los gestos y la lengua, y el primer procesador, el cerebro, procesador que, al fin de cuentas, tuvo la ductilidad necesaria como para organizar tempranamente sus circuitos y estructurar su variado abanico de automatismos. Con el correr del tiempo y sobrevolando la información contenida en los registros arqueológicos, vates y juglares se encargaron de amplificar el alcance del gesto y la palabra. En un desprolijo y muy simplificado “racconto”, al impulso inicial se añadieron luego tablillas, papiros y pergaminos; la imprenta y el libro revolucionaron el mundo de la cultura y por fin, el renacimiento y la modernidad, iniciaron el camino de las tecnologías subsiguientes, en nuestros días cada vez más variadas y eficaces. Sin dudas, la informática se ha encargado de marcar el rumbo de los nuevos tiempos y ha inaugurado un camino por el que transitan y transitarán frenéticamente las generaciones; pero ha brindado también una nueva y generosa oportunidad para estructurar con “eficiencia” las renovadas formas del delito. Lo curioso -siempre hay un motivo para la sorpresaes constatar que por añadidura y a despecho del crecimiento de la técnica, las viejas herramientas -el gesto y la lengua- han conservado intacta su lozanía y siguen compartiendo el estrado a la hora de merituar sus efectos. En el principio fue la palabra…y, según parece, nos acompañará también hasta el final.

La posibilidad de obtener un rápido acceso a los grandes centros de información ha representado y representa una ventaja extraordinaria; la información se encuentra hoy en la punta de los dedos, suele repetir un solazado Bill Gates en sus conferencias...

Eduardo Julio Giqueaux es profesor de la Universidad de Concepción del Uruguay

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La cámara tiene el poder de sorprender a la gente presuntamente normal de modo que la hace parecer anormal. El fotógrafo selecciona la rareza, la persigue, la encuadra, la procesa, la titula...

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Director ElDía Sebastián Carbone Editor S!gno Luis Castillo Editor Suplementos Fernando Piciana Colaboradores Eduardo Julio Giqueaux Andrés Honorio Casaretto Paio Zuloaga

imitacion de la fabula Antonio Dal Masetto | Penguin Random House Desde su departamento en la ciudad, Vito parte en un ómnibus rumbo al sur y viaja más de veinte horas. Al descender hace dedo, se sube a un camión, baja en cualquier parte del camino y se aventura a pie a través de los bosques patagónicos hacia la cordillera. En el largo trayecto saldrán a su encuentro personajes que le resultan conocido. Uno de ellos será una niña de doce años, testimonio del mundo humillado y de todos los tiempos, que se convertirá en su compañera de ruta. En su más reciente novela, Antonio Dal Masetto recrea con maestría un universo mágico que lleva al límite la imaginación del lector. Una vez más, este autor imprescindible de la literatura argentina pone en juego sus recuerdos y hace de la memoria el rasgo distintivo de su inigualable ficción.

mitomanias de la educacion argentina Alejandro Grimson y Emilio Tenti Fanfani| Siglo XXI

signo@eldiaonline.com.ar

Se sabe que en cada argentino se esconden un director técnico de fútbol y también un “experto” en educación, capaz de diagnosticar los grandes problemas de la escuela y prescribir recetas mágicas para solucionarlos. Todos nos sentimos autorizados a hablar de la educación, porque fuimos a la escuela o porque volvimos a ella como docentes o como padres. El problema no es que opinemos, sino que esas opiniones se conviertan en estereotipos, que en un extremo consideran a la educación como la culpable de todos los desastres nacionales y, en el otro, como la única institución sagrada que nos queda. “A la escuela pública de antes asistían todos, desde el hijo del obrero hasta el hijo del médico”, “Antes la educación era de mejor calidad, y además había orden y disciplina”, “Hay que adecuar la escuela a las demandas del mercado”, “El maestro perdió autoridad”, “La educación mejoraría automáticamente si se invirtiera más”, “La culpa la tienen los sindicatos”, “La política no debe entrar en la escuela”… Todos alguna vez oímos, pronunciamos y hasta defendimos ideas como estas. Y no es raro, porque son comunes en los medios de comunicación, en las salas de profesores, en la sobremesa del domingo o en las charlas de café. Son nuestra mitolandia educativa. Con reconocidas trayectorias en los campos de la educación y las ciencias sociales, Alejandro Grimson y Emilio Tenti Fanfani revisan cada una de esas creencias, no para levantar un dedo acusador o para demostrar que son enteramente falsas, sino para analizarlas y contrastarlas con datos y argumentos. Si se han convertido en arraigados lugares comunes, es porque tienen su parte de razón y tocan un nervio de la sociedad. Lo malo es que, con su pretensión de verdad absoluta, se han vuelto auténticas mitomanías que nos impiden pensar. Por eso, antes que ignorarlas, hay que ponerlas en cuestión para construir, sin prejuicios, la educación que merece una sociedad que aspira a ser democrática e igualitaria.


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