S gno SĂ BADO 9 DE JULIO DE 2016
1816-2016 argentina bicentenaria
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SÁBADO 9 DE JULIO DE 2016 .:. GUALEGUAYCHÚ .:. ENTRE RÍOS
EFEMÉRIDES CULTURALES
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La Declaración de la Independencia fue un acto soberano y colectivo. El histórico Congreso de Tucumán reunió por primera vez, en 1816, a 28 diputados que sesionaron y debatieron día a día durante muchos meses para proyectar una nueva nación. Allí se trazaron los primeros lineamientos de lo que luego sería la Argentina...
9 de julio de 1816
Declaración de la Independencia Argentina
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l 9 de Julio evoca la jornada en que un grupo de representantes de las Provincias Unidas confirmó en una declaración su intención de poner fin a siglos de dominio colonial español. La declaración de la independencia fue un acto soberano y colectivo. El histórico Congreso de Tucumán reunió a 28 diputados, que sesionaron y debatieron día a día durante muchos meses para proyectar una nueva nación. Allí se trazaron los primeros li-
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neamientos de lo que luego sería la Argentina. El Congreso fue convocado cuando la Santa Alianza promovía en Europa la restauración monárquica y combatía los movimientos liberales y democráticos. Comenzó en Tucumán, por el creciente disgusto de los pueblos del interior con Buenos Aires. Desde la supresión de la Junta Grande por el Primer Triunvirato en 1811 y hasta el Directorio de Alvear, la conducción porteña había impuesto
sus criterios centralistas, desconociendo las tendencias confederales de la mayoría de esos pueblos. Las provincias fueron convocadas para reunirse en Tucumán y enviaron sus diputados. Estuvieron incluidas algunas del Alto Perú, por entonces en manos realistas, pero no participaron Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos y la Banda Oriental, por diferencias políticas. Entre los congresistas predominaba el sentimiento antiporteño. Las sesiones comenzaron el 24 de marzo de 1816, con Álvarez Thomas como Director Supremo, en la casa de doña Francisca Bazán de Laguna, y fueron anunciadas por una salva de 21 cañonazos. Pero pronto Álvarez Thomas renunció, y el 16 de abril fue reemplazado por Antonio González Balcarce, que también renunció. El 3 de mayo, Juan Martín de Pueyrredón, del grupo porteño, fue elegido Director Supremo, con el objetivo de pacificar y unir a todo el territorio. Los diputados Esteban Agustín Gazcón, Teodoro Sánchez de Bustamante y José Mariano Serrano presentaron un plan aceptado por todos y cuyos puntos fundamentales fueron:
•Comunicarse con todas las provincias para insistir en la necesidad de unión y así enfrentar al enemigo externo. •Declarar la Independencia. •Discutir la forma de gobierno más conveniente para las Provincias Unidas y elaborar un proyecto de Constitución. • Preparar un plan para apoyar y sostener la guerra en defensa propia, proveyendo de armamentos a los ejércitos patriotas. Tras una serie de medidas y después de arduas discusiones acerca de la forma de gobierno, el 9 de julio de 1816, a pedido de Teodoro Sánchez de Bustamante, se discutió el proyecto de Declaración de la Independencia. Después de tres meses y medio de sesiones, el Congreso proclamó este día la existencia de una nueva nación libre e independiente de España u otras naciones: las Provincias Unidas de Sud América. El diputado sanjuanino Francisco Narciso de Laprida preguntó: "¿Queréis que las Provincias de la Unión sean una Nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli?". Todos los diputados contestaron afirmativamente. De inmediato, se labró el Acta de la Emancipación.
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CRÓNICAS URBANAS | Héctor Luis Castillo
El método de Diana T ras haber revisado los últimos pronósticos emanados de su oráculo personal, decidió que estaba para cosas más importantes, no sólo en lo personal sino —por qué no— para realizar vaticinios de mayor envergadura. Tras esta trascendental decisión, puso manos a la obra en una nueva planilla de Excel, pero esta vez consignando grandes catástrofes naturales, guerras, magnicidios, así como eventos más domesticos tales como concejales accidentados, ministros infieles sorprendidos infraganti u homicidios con algún que otro toque espeluznante. El dado habló. Su cuaderno de notas se pobló de imágenes tan dantescas como ambiguas; probables tifones y erupciones volcánicas se entremezclaban con aseveraciones de mellizas mutiladas a machetazos por el padrastro en una villa del conurbanoy la reelección segura de un jefe comunal de alguna provincia del norte; su mesa devenida escritorio era, parafraseando a Discépolo, el Nostradamus junto al calefón. Entusiasmada con la tarea, pasó cerca de una semana abandonando su escritorio sólo para ir al baño o calentar el agua para el mate. Casi no comía y el sueño parecía haberla abandonado junto con la cordura. Sin darse cuenta, había perdido casi ocho kilos y su piel se había tornado de un color céreo que no hacía un adecuado contraste cromático con las ojeras azul verdosas que habían formado un verdadero cráter debajo de los ojos. Su cabello rubio iba poblándose rápidamente de raíces negras y grises y hasta Pepe, su gato de peluche, se volvía más gris por el polvillo que lo cubría de a poco. Al cumplir el décimo día, decidió que era hora de dar a conocer sus profecías(además, comenzó a sentir hambre). Lo que no tenía claro era cómo. El diario que publicaba sus horóscopos había reemplazado —dada su ausencia sin aviso— su espacio con palabras cruzadas sacadas del archivo; descontaba el interés de alguna editorial en publicárselas ya que sabía que ese no era un terreno fácil siendo aún una desconocida. Más adelante—se decía— cuando ya todo el mundo supiera de ella y sus dones, no debería ni siquiera molestarse en ofrecer sus escritos sino que las más grandes editoriales se pelearían por publicar lo que sin dudas sería un best seller mayor aún que los de Horangel o LudovicaSquirrú, quienes desde hace décadas—se decía a sí misma— viven del mensaje de los
astros. ¿La radio? Era una opción que no descartaba. ¿El canal de televisión? Sonaba más interesante ya que sentía que su imagen irradiaba magnetismo y su mirada podría —muchas veces— expresar lo que la prudencia sugiriera callar a sus labios. Decidió arrancar por el canal de cable. Llegó hasta allí sin preocuparse mucho por mejorar su aspecto (al que, naturalmente, no daba demasiada importancia). Tocó timbre. Quienes la observaron por la cámara de seguridad tuvieron la sensación de que se trataba de una mendiga. El gerente pidió que enviaran alguien —tras no cesar los timbrazos— a librarse de ella. Uno de los productores abrió la puerta. ¿Señora?, dijo intentando ser cortés pero terminante.
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—Vengo a ofrecer mis servicios como pronosticadora de eventos, adivina del futuro y lectora delos mensaje del más allá. —Un momentito, por favor — dijo, y cerró la puerta. —Una pirada —le dijo secamente al gerente—, ¿qué hacemos? —Echala a la mierda —fue toda la respuesta. El joven productor se dirigió nuevamente a la puerta y, tratando de no ser agresivo, le dijo a la mujer que no se había movido de su lugar: Dése una vueltita la semana que viene, el jefe de contrataciones está de viaje. —¿Cómo a qué hora le parece? —No sé —tartamudeó— como a esta hora. Desde ese momento, cada miércoles a las 6 de la tarde,
final)
Diana llegaba hasta la puerta del canal, tocaba el timbre y aguardaba ser atendida. Cada vez que le dicen que regrese la semana próxima para ella suena como si fuera la primera vez que lo escucha y, respetuosamente, agradece y se despide, aunque, desde hace ya varias semanas que se anima y antes de retirarse pregunta con una sonrisa: ¿no tiene nada para darme? La semana pasada, alguien dijo: ¿Che, y si le hacemos una nota? De esas tipo la Anabela Ascar, la mina esa de Crónica que siempre lleva frikis. El lunes siguiente, llegó muy temprano al canal, la peinaron y maquillaron, acomodó sus papeles y, a las dos en punto de la tarde, comenzó a leer sus vaticinios.
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Decidió arrancar por el canal de cable. Llegó hasta allí sin preocuparse mucho por mejorar su aspecto (al que, naturalmente, no daba demasiada importancia). Tocó timbre. Quienes la observaron por la cámara de seguridad tuvieron la sensación de que se trataba de una mendiga. El gerente pidió que enviaran alguien —tras no cesar los timbrazos— a librarse de ella. Uno de los productores abrió la puerta...
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ENTREVISTA | Osvaldo Aguirre
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Relanzamiento editorial
Juanele vuelve a las librerías
Leer a Juanele nos hace ver de otra manera el mundo, nos vuelve más atentos y sensibles para comprender que en el paisaje no hay solamente paisaje, como él decía, sino muchas presencias que lo trascienden o lo abisman...
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na poesía del futuro, libro publicado en 2008 que reúne seis entrevistas a Juan L. Ortiz (1896-1978), vuelve a la librerías bajo una nueva edición a cargo de Osvaldo Aguirre, y no sólo incluye todos los reportajes disponibles que se le hicieron a Juanele sino también aportes novedosos como el encuentro que mantuvo con la poeta Juana Bignozzi en 1968, entre otros materiales. Publicado por Mansalva, el libro presenta notas de Francisco Urondo, José Tcherkaski, Jorge Conti, Carmelina de Castellanos, Carlos Tarsitano, Tamara Kamenszain, Ricardo Zelarayán, Guillermo Boido y Alicia Dujovne Ortiz, entre otros, que abordan el universo del poeta entrerriano: su juventud política, la distancia con Buenos Aires, el recuerdo de Gualeguay, la vida en Paraná, su viaje a China, la compañía de su esposa Gerarda Silvana Irazusta y la importancia del río en una obra marcada por la presencia del paisaje. Osvaldo Aguirre habló sobre esta nueva edición del libro y sostuvo que "el conjunto permite ver de otra manera a Juanele respecto de la edición anterior, y sobre todo apreciar en detalle los modos en que relata su historia y su formación como poeta y a la vez las figuras que él representa para quienes lo entrevistan". ¿Cómo nació la idea de compilar las entrevistas y trabajos periodísticos que abordan la figura de Juanele? Surgió cuando me puse a ver la bibliografía de Juanele en la edición de su obra que publicó la Universidad Nacional del Litoral. Había un corpus de entrevistas con autores particularmente interesantes, como Juana Bignozzi, Ricardo Zelarayán y Guillermo Boido. En 2008, trabajando en el Festival de Poesía de Rosario, se lo propuse a Francisco Garamona, que lo impulsó con muchas ganas y bancó la edición. En ese momento la idea fue hacer una selección de las entrevistas. El proceso de edición resultó intenso y productivo porque lo hicimos en un par de meses, contra reloj, para presentar el libro en el festival. En definitiva quedó algo muy lindo.
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¿Cuáles son las diferencias de esta edición con la publicada en 2008, además de la cantidad de reportajes? La principal es que, al pensar con más tiempo en una nueva edición, ya con la perspectiva de incluir el conjunto de las entrevistas, emprendí una investigación en busca de textos desconocidos. Así aparecieron varias entrevistas que no formaban parte de la bibliografía. Algunas por casualidad -por ejemplo, la que salió en Primera Plana la descubrí un día en la Biblioteca Nacional cuando estaba siguiendo un tema completamente diferente- y otras por referencias de lectores o hallazgos en otros archivos, como la que publicó la revista Familia Cristiana y cuyo recorte encontré entre los papeles de Francisco Gandolfo. La reedición agrega un prólogo con mayor desarrollo que el anterior y un apéndice con un texto de Salvadora Medina Onrubia sobre la llegada de Juanele a Buenos Aires, en 1914, importante como documento de su período de juventud, y una entrevista donde Juana Bignozzi recuerda las circunstancias en que lo entrevistó a Ortiz, en 1968, cuando recién se iniciaba su descubrimiento periodístico.
"Yo les pregunto a los que protestaban contra la generación anterior porque no los entendían, ¿por qué ellos ahora ignoran a la que los sigue?", se pregunta Juanele en una de las notas publicadas en el libro. ¿Considerás que en esa reflexión se resume la mirada hacia el futuro que tenía el poeta? En principio tiene más que ver con sus reflexiones sobre el ambiente literario. Un punto de inflexión en su historia personal, tal como lo reelabora en varias entrevistas, es el momento en que decidió volverse de Buenos Aires, donde había vivido varios años, y radicarse en Entre Ríos. Juanele se vuelve desencantado, con un fuerte rechazo al ambiente literario, y entonces comienza a pensar su lugar como poeta en la provincia. Ahí aparece la referencia a Antonio Machado sobre la prueba de soledad en el paisaje, tan importante en ese sentido; Machado, Aimé Césaire -de donde toma la relación de la poesía con la revolución- y Rainer Maria Rilke -en particular la idea de que se escribe por necesidad- son los vértices de su reflexión. La imagen que ha cristalizado, volviendo a lo anterior, es la de un poeta solitario y desconocido, cuyos escasos contactos ponen más bien de relieve el aislamiento en el que se encuentra. Pero estudios recientes nos muestran que no eran tan así; por ejemplo, en la antología "Estas primeras tardes y otros poemas para la revolución" (2012), Agustín Alzari reconstruye una trama cultural y política donde Juanele tuvo una participación muy activa. Me parece que Juanele señala un acto de mezquindad típico de los escritores que demandan reconocimiento pero son incapaces de valorar a los demás. Ahora bien, la idea de la poesía del futuro en Juanele también comprende la superación de esas cuestiones, tal como la plantea en la conversación con Juana Bignozzi. - T: En otra parte del libro se lee: "La poesía es narración de ciertos estados íntimos, siempre fue narración". ¿Se puede pensar que Juanele apunta sobre esa división entre lírica y narrativa y se adelanta a una poesía combinada que llega hasta el presente? Sí. En el prólogo a "En el aura del sauce", Hugo Gola dice que la presencia de la obra funda de por sí una nueva tradición, y una de esas líneas es precisamente la convergencia de lírica y narrativa, la exploración de la poesía como forma narrativa, o de las posibilidades poéticas de la narración, que encontramos por ejemplo en "El Gualeguay" y en otros textos. La poesía como forma de narración, anticipada por Ortiz, es una búsqueda de los escritores del presente y uno de los motivos de la actualidad de la obra de Ortiz, que anticipa o más bien inaugura esa línea. Podemos leer en esa clave algunos de sus poemas más importantes, como "Fui al río", por ejemplo, donde la "narración de estados íntimos" se resuelve con una revelación que es central en su pensamiento, como la comunión del sujeto con el paisaje. ¿Cuáles fueron, a tu criterio, los motivos por los que Juanele dejó de ser visto como una figura marginal y empezó a ser frecuentado, visitado y admirado a partir de los 60? - A: Hubo varios. La edición de "En el aura del sauce", por parte de la Editorial Biblioteca, dispara su descubrimiento periodístico, y es así como lo entrevistan los principales diarios y revistas. Las visitas de los poetas jóvenes a Juanele preceden a la publicación del libro, como muestra la entrevista de José Tcherkaski, y aquí aparece un segundo factor, que es la movida de una generación de escritores que reivindican a Juanele como centro de una nueva tradición: Francisco Urondo, que ya lo menciona como tal en un texto de 1952, Hugo Gola, Saer. Por otra parte, en una época altamente politizada, Juanele tenía un perfil igualmente atractivo con su militancia juvenil en el comunismo, su ideario anarquista, el viaje a China de 1957 y la idea de que "poesía y revolución son dos cosas paralelas". ¿Cómo definirías el legado poético de Juan L. Ortiz? Como un conjunto de recursos y posibilidades para escribir más poesía y para pensar el lugar y la responsabilidad del poeta. Leer a Juanele nos hace ver de otra manera el mundo, nos vuelve más atentos y sensibles para comprender que en el paisaje no hay solamente paisaje, como él decía, sino muchas presencias que lo trascienden o lo abisman. Para desarrollar ese oído "sereno y sutil" que él reclamaba para escuchar lo que habitualmente pasa desapercibido y saber que la poesía "nos habla de las cosas que inquietan". . Entrevista realizada por Juan Rapacioli para Télam
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MIRADAS | Osvaldo Delmonte
Los bandoleros sociales
¡Viva El Chivo Peralta!
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aymundo Adrián "El Chivo" Peralta estuvo 20 años preso en el Penal de Gualeguaychú condenado por un crimen que decía no haber cometido. Protagonizó resonantes fugas. Memorables festivales de boxeo, música y teatro, como así también torneos de fútbol realizados en la cárcel lo tuvieron como principal animador. Murió en 1984, a los 63 años. La noticia se repetía cada tanto y era siempre impactante: “Se fugó de la cárcel El Chivo Peralta”. Para los gurises de entonces era una nueva hazaña de nuestro héroe y lo expresábamos escribiendo con tiza en las paredes del barrio: “¡Viva El Chivo!”. Inmediatamente, grandes y chicos repetíamos cuentos, aumentados siempre según la imaginación del relator. Así, nuestro ídolo trepaba por los murallones del Penal con una facilidad que asombraría hoy al Hombre Araña, o desarmaba a los guardias con réplicas de armas perfectas e idénticas a las originales y que, luego, regalaba a los niños que encontraba a su paso. Nosotros soñábamos con uno de estos trofeos. Los montes de Costa Uruguay lo albergaron siempre. En ese lugar se hacía invisible y disfrutaba durante un tiempo de la libertad injustamente cercenada. Luego volvía a la cárcel para prestigiar-
se pronto con una nueva fuga, de este modo agrandaba nuestra idolatría, porque se escapaba, según algunas versiones, sólo para saludar a su mamá y de paso burlar a los cerrojos. Mi padre lo consideraba su amigo, aunque El Chivo, nos decía, es amigo de todos, también de los árboles y de los pájaros. Por eso nunca tomé muy en serio la afirmación de su amistad. Con el tiempo descubrí una categoría teórica con la que El Chivo comparte algunos rasgos, sólo algunos rasgos, y es la de Bandolero Social. Este tema ha motivado interesantes debates de carácter sociológico e histórico y también en el campo de la antropología y de la psicología social. Eric Howsbawn, historiador inglés contemporáneo, es quien introduce el tema y abre así un nuevo campo de investigación: “Lo esencial de los bandoleros sociales es que son campesinos fuera de la ley a los que el Señor y el Estado considera criminales, mientras que son considerados por su gente como héroes, paladines, vengadores y luchadores por la justicia”. Se los encuentra en diferentes épocas y culturas; y en algunos casos, como formas prepolíticas de protesta y como germen de movimientos de liberación social. Imposible no mencionar como
ejemplo a Robin Hood, el héroe medieval del folklore inglés. Más allá de las refutaciones posteriores y nuevas teorías sobre el tema, lo cierto es que son profusas las fuentes históricas, folklóricas y literarias que dan cuenta de este fenómeno, la de los bandoleros sociales. Hay muchos, pero por citar algunos de los nuestros, empecemos por Antonio Gil, El Gauchito.Encarnizadamente perseguido por los poderosos, de mirada profunda, enamoraba a las mujeres y paralizaba a sus enemigos. Tanto es así que para ejecutarlo lo colgaron de los tobillos (para que no vea) y así, cabeza abajo lo degollaron. Justiciero, amado por los pobres, aún después de muerto les sigue derramando favores. Otro de esta categoría fue Juan Bautista Bairoletto. Se lo considera el último “gaucho alzado”, murió violentamente en un tiroteo en General Alvear, Mendoza, en 1941. Sus correrías fueron principalmente en La Pampa y según la leyenda les robaba a los ricos para ayudar a los pobres por eso siempre había en los ranchos un catre para que descanse y un caballo listo para que escape. También podemos mencionar a Segundo David Peralta (Mate Cosido). Nacido en Tucumán, tuvo una banda que asoló varias provincias. Fue tipógrafo, de ahí que se lo vincule al anarquismo, de códigos rígidos: Nunca robar a los pobres, por el contrario ayudarlos y protegerlos. Terminó refugiado en el impenetrable chaqueño cercado por partidas policiales y de gendarmería. Isidro Velásquez, es otro. Correntino de ley, igual que El Gauchito con su mirada penetrante inmovilizaba a los enemigos. Los payes de los montes y los esteros lo protegían y las puntas de su pañuelo lo guiaban. Junto a su lugarteniente Gauna son sinónimos de sapucay y chamamé, según algunas versiones, nunca del todo confirmadas, unas incipientes Fuerzas Armadas Peronistas intentaron incorporarlo a la resistencia armada. La Martina Chapanay, también entra dentro de los bandoleros sociales. Montonera de origen Huarpe, vestía como hombre y esgrimía la daga como el mejor gaucho. Su tumba es lugar de culto y devoción. Santos Guayana, Servando Cardozo y así la lista de vengadores populares puede seguir según la zona del país de América o del mundo. En Brasil, por ejemplo, tuvieron el nombre de Cangaceiros,
el más nombrado fue Virgilio Ferreira más conocido como Lampiao, tenía como compañera en sus correrías y en la vida a María Bonita. Otro, tan famoso como negado, de nacionalidad disputada entre chilenos y mejicanos fue Joaquín Murieta. Pablo Neruda escribió una obra de teatro ( la única de su autoría) llamada: “Fulgor y Muerte de Joaquín Murieta”, en la que cuenta que "el fantasma de Joaquín Murieta recorre aún las Californias. En las noches de luna se le ve cruzar, cabalgando su caballo vengativo, por los páramos de Sonora, o desaparecer en las soledades de la Sierra Madre mexicana... Cuando salió de Valparaíso a conquistar el oro y a buscar la muerte, no sabía que su nacionalidad sería repartida y su personalidad desmenuzada". Vaya si sería desmenuzada, que se convirtió, según una versión estadounidense, en el aristocrático Zorro. Pero sigamos a Pablo Neruda: "No sabía que su recuerdo sería decapitado como él mismo lo fuera por aquellos que lo injusticiaron. Pero Joaquin Murieta fue chileno . Yo conozco las pruebas... Una nueva teoría se ha agregado a las otras. Que no hubo un Murieta, sino varios: un Joaquín, sino siete. Siete jefes, siete bandas. Esta es una manera de disolver al rebelde”. Entramos así en otra apasionante cuestión. Al rebelde hay que disolverlo, repito así la expresión de Neruda y no puedo dejar de relacionar esto con la figura de El Che, de Artigas, de Evita y de tantos más. Para finalizar, deseo compartir un recuerdo. No sé la fecha exacta, tal vez fue por los ochentas. Luego de los festejos de fin de año nos sentamos en la vereda de nuestra casa. De pronto se acercó un hombre bajo, de aspecto humilde y solitario, me pareció que su rostro tenía manchas, al verse con mi papá se estrecharon en un fuerte abrazo. Cuando se fue, nos dijo: "Pobre, es El Chivo Peralta, está enfermo y va para el Hospital". Entonces comprendí por qué El Chivo no alcanzó a ser una leyenda, aunque para mí lo fuera. No murió joven, ni en forma violenta, ni en una celda oscura de la Penitenciaria provincial. Nunca supe si fueron ciertas todas sus hazañas, pero no importa, alimentó mi infancia de aventuras y fantasías libertarias. Además tuve la certeza de que fue amigo de mi padre y con eso para recordarlo me alcanza.
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Nunca supe si fueron ciertas todas las hazañas de El Chivo Peralta, pero no importa, alimentó mi infancia de aventuras y fantasías libertarias. Además tuve la certeza de que fue amigo de mi padre y con eso para recordarlo me alcanza...
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MIRADAS
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Conversaciones con Eduardo Julio Giqueaux
Entre la crítica y la detracción
Es posible que las ideas que circulan por nuestro tiempo y en cierta forma define de un modo considerable nuestra mirada del mundo, hayan servido para estimular su vigencia y consolidar así esa mirada más positivista, esa mirada más materialista que parece definir el espíritu de nuestro tiempo. La creciente confianza que el hombre deposita en la ciencia ha contribuido, sin dudas...
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rofesor, noté que, curiosamente, no sólo hoy en día sino que a lo largo de la historia se cuestionó a la filosofía o porque no se le encuentra una utilidad práctica o bien porque hasta puede acusársela de pretenciosa en cuanto a intentar dar respuestas a todo y, además, no lograrlo, es decir, como si faltara alguna acusación, ineficiente... Es verdad, Luis–y prestemos mucha atención: estas son críticas –de diverso calibre- que no necesariamente provienen de sectores ajenos a la actividad filosófica: proceden, no pocas veces y en ocasiones con lucido embozamiento, de algunas “provincias” muy cercanas, es decir, de ciertas zonas epistemológicamente ubicadas en la vecindad de sus planteos; y, aún a veces –por qué negarlo- los abanderados de la disidencia se han gestado silenciosamente en sus propias entrañas. Quizá lo más apropiado para iniciar nuestra conversación, sería comenzar por establecer algunas precisiones terminológicas, que en modo alguno y aunque a veces lo parezcan deberán ser consideradas como una vana sutileza de nuestro entendimiento: una cosa es hablar de adversarios o detractores de la filosofía; en todas las épocas los hubo y, seguramente, también los habrá; en cambio, otra muy distinta es hablar de críticos. La diferencia entre ambos términos debe buscarse, pensamos, en la falta o no de consistencia conceptual: el crítico, argumenta, el detractor se burla, menosprecia y, aún en ciertos casos, denuesta. Los argumentos, surgen de la reflexión, del análisis; la detracción proviene con frecuencia de las ideologías e incluye casi siempre componentes emocionales, es decir, un “plus” que no necesariamente se origina en las actividades de la razón. Cuando la pasión se convierte en guía de nuestros pasos, muy pronto llega el momento en el que cesan los argumentos y se abre –anchuroso y tentador - el florido portal de las diatribas. Tal es, por ejemplo y a nuestro criterio, el caso de Francis Bacon, Augusto Comte, John Stuart Mill, Charles S. Peirce entre otros. Comte y quienes venimos de mencionar, no fueron realmente detractores -como en ocasiones suele presentárseles- sino críticos de la filosofía y, muy especialmente, de una cierta filosofía. En efecto, y para comenzar por alguna parte: lo que Comte critica en sus obras, es la filosofía teológica; como contrapartida, en cambio, reclama para ella el carácter científico natural que considera propio de una “filosofía positiva”, es decir, una especie de “filosofía científica”, si se me concede la expresión y para ser más claro. Y por si alguien albergara aún alguna duda, lo invito a que imagine el papel que Comte le reservaba a la filosofía social, en medio de su encuadre general de las ciencias: “Esta es la única, aunque grande laguna que hay que rellenar –escribía- para acabar de constituir la filosofía positiva. Ahora que el espíritu humano ha fundado la física celeste, la física terrestre mecánica o química, la física orgánica, vegetal o animal, fáltale completar el sistema de las ciencias de la observación fundando la física social. Esta es la más grande y la más acuciante necesidad de nuestra inteligencia; esta es, me atrevo a decir, la primera finalidad de este curso, su finalidad especial.
Hace un rato, precisamente, hablábamos acerca de lo que Comte considera propiamente filosofía… Para lograr, quizás, una comprensión más ajustada de sus ideas al respecto, convendría tal vez establecer aquí la diferencia entre lo que Comte llamaba filosofía y no lo era, y lo que Comte no llamaba filosofía y a nuestro juicio sí lo era. Su postura general frente a la vida, su manifiesto desdén por cualquier forma de pensamiento que se relacionara con la teología o la metafísica, eso sin duda alguna formaba parte de su concepción general del mundo, es decir, de su “filosofía”; en cambio, la pretensión de convalidar científicamente tan sólo las formas del conocer que se ajustasen a las exigencias de una epistemología científico natural -en cierta forma, temprana expresión del reduccionismo cientificista-estaba mucho más cerca de los legítimos reclamos de la ciencia y muy difícilmente podría resultar compatible con una idea bien delineada de lo que debe entenderse por filosofía, “ya que el carácter fundamental de la filosofía positiva –según él mismo escribiera- consiste en considerar todos los fenómenos como sujetos a leyes naturales invariables, cuyo descubrimiento preciso y la posterior reducción al menor número posible constituyen la finalidad de nuestros esfuerzos”. Si a lo largo de su “Curso…”proclama que la única forma válida de conocimiento es el conocimiento científico experimental, poco de filosofía tendrá su filosofía. Si el ideal del conocimiento se identifica –de acuerdo a sus pretensiones- con el saber científico natural, con el saber fundamentado en una epistemología naturalista, poco de filosofía tendrá su “filosofía”, aunque la llame filosofía positiva o filosofía social. Esto es precisamente lo que ha observado con acierto el investigador español D. Francisco Ayala, profesor de derecho político en la Universidad de Madrid y de sociología en la Universidad de La Plata (Bs. As.), cuando en su “Tratado de Sociología” nos dice que “la posición metodológica que adopta Comte frente al objeto de conocimiento de la nueva disciplina (física social), corresponde, en efecto, rigurosamente a la teoría del conocimiento del cientificismo naturalista”. Su concepción positivista –nos referimos a Comte, claro está- disimula mal su desprecio por la filosofía teológica y metafísica. Ciertamente, en un siglo obsesionado por la idea de progreso, un siglo que en todas las formas posibles acentuaba sus críticas a las concepciones teológicas, no podía sino privilegiar el conocimiento científico natural por encima de cualquier otra forma de conocimiento. Hoy –escribe Comte en la primera lección de su “Curso…”- “la razón humana es ya lo suficientemente madura, como para entregarse a laboriosas búsquedas científicas, sin tener a la vista ningún motivo ajeno a la ciencia, que sea capaz de actuar con fuerza sobre la imaginación, como los que se propusieron en su tiempo, por ejemplo, los astrólogos o los alquimistas”. Sus críticas a la teología y a la metafísica de alguna manera alcanzaron también a la filosofía, al menos, tal como en estas conversaciones la hemos venido considerando. Es, precisamente por este motivo que aún hoy -impropiamente, sin duda alguna- se sigue hablando de “filosofía positiva”. De todos modos, bajo una u otra forma el positivismo llegó a nuestros días y, creo que coincidirá conmigo, se mantiene con vigor. Es posible que las ideas que circulan por nuestro tiempo y en cierta forma define de un modo considerable nuestra mirada del mundo, hayan servido para estimular su vigencia y consolidar así esa mirada más positivista, esa mirada más materialista que parece definir el espíritu de nuestro tiempo. La creciente confianza que el hombre deposita en la ciencia ha contribuido, sin dudas. ¿Quiénes cree que han contribuido en nuestros días a consolidar esa mirada positivista del mundo? No son pocos los filósofos que de un modo u otro, con variaciones de diverso género o sin ellas han puesto su grano de arena para fortalecerla. Podríamos, por ejemplo, dedicar un comentario a Charles Sanders Peirce –considerado como uno de los fundadores del pragmatismo modernoquien muy bien podría suscribir los reproches que Comte formula a la filosofía tradicional: en sus Lecciones de Harvard (1903)y ante la requisitoria de sus oyentes, Peirce lanzó esta pregunta a su auditorio: ¿qué es lo que se espera que lleve a cabo el pragmatismo?, y fue el propio Peirce quien se apresuró a responder:“se espera que ponga fin a esas prolongadas disputas de los filósofos que nunca podría zanjar la observación de los hechos, y en las cuales, sin embargo, cada facción pretende probar que es la otra quien está equivocada”. El pragmatismo cree que esta situación se origina en el uso de palabras mal definidas –continúa argumentando- razón por la cual lo que se necesita es un método que permita “averiguar la significación real de todo concepto, doctrina, proposición, palabra o de cualquier otro signo”. No olvidemos que “el objeto de un signo es una cosa; su significado es otra”.
SÁBADO 9 DE JULIO DE 2016 .:. GUALEGUAYCHÚ .:. ENTRE RÍOS
Tenemos por bien entendido que la mayoría de los filósofos tiene por bien entendido –especialmente después de los trabajos de L. Wittgensteinque la tarea de conocer bien puede– y debería, si así no lo fuera- explicarse en términos de una construcción conceptual. Conocer es construir ¿qué duda puede haber? ¿Qué otra cosa podría ser? Y si fuese necesario, podríamos aún verlo de otra manera: a lo largo de las diferentes etapas de la historia, la concepción del conocimiento fue experimentando no pocas variaciones, casi todas ellas en consonancia con las ideas metafísicas, hecho explicable, si los hay, ya que de conocer los “seres” que nos rodean es de lo que siempre se ha tratado. Hay sin embargo a quienes, como es el caso de Rorty (el giro lingüístico), no les basta conque su pragmatismo ponga el acento de la verdad en la acción. Es más: él considera que la mayor parte de los problemas filosóficos no encuentra solución, porque no son en realidad problemas filosóficos, sino problemas del lenguaje que utilizamos para plantearnos los problemas filosóficos. No es raro que hoy -como bien lo plantea el escritor precitado siguiendo las huellas de Habermas- muchos filósofos se pregunten si la filosofía no sería, al fin de cuentas, un uso específico de los lenguajes humanos, una suerte de género retórico que se disimuló como tal durante siglos, o incluso un mito inventado por los griegos en los orígenes de la cultura occidental, apenas una liturgia practicada por quienes veneraban la verdad y esa pomposa divinidad llamada ser, cuyo rostro nadie vio jamás (Cf. Scabino 14). De todas maneras, querámoslo o no, el discurso filosófico siempre se tratará de la respuesta del sujeto a un llamado del objeto. Todos coinciden hoy en la necesidad de replantear el problema de la verdad abandonando todo tipo de absolutos y universalidades, procurando recostarse cada vez más sobre la experiencia y renunciando con ello a ciertas y de modadas filosofías. Y esto es lo que acerca y a la vez aleja a la filosofía contemporánea de los planteos –a veces sutiles, a veces frontales- de Comte. Siempre se tratará del objeto en el sujeto. El viejo idealismo parece renacer así de la mano del pragmatismo moderno. La subjetividad resultará siempre insoslayable. El cognitivismo lo ha demostrado –creemos- de una vez y para siempre. Mencionaba hace poco a W. James y John Dewey en relación a su alineación en la filosofía del pragmatismo… Efectivamente, estimado Luis: James desde una vertiente psicológica y John Dewey desde un costado más bien ligado a la pedagogía. Y ya que los ha mencionado, no sería del todo inoportuno dedicarles algunas reflexiones, con el propósito de destacar ciertos aspectos relevantes de sus obras. Si le parece, podríamos comenzar por William James, quien, precisamente, fue uno de los fundadores del movimiento. Un pasaje de la segunda conferencia que pronunciara en el Lowell Institute de la ciudad de Boston, incluida al año siguiente en su obra “Pragmatismo”, cuya primera edición vio la luz en 1907, deja claramente al descubierto la idea que el pragmatismo sostiene acerca de la esencia de la filosofía, para nosotros muy cercana a la concepción que de ella se había formado Augusto Comte: “El pragmatismo representa una actitud perfectamente familiar en filosofía, la actitud empírica: pero la representa, a mi parecer, de un modo más radical y en una forma menos objetable. El pragmatismo vuelve su espalda de una vez para siempre a una gran cantidad de hábitos muy estimados por los filósofos profesionales. Se aleja de abstracciones e insuficiencias, de soluciones verbales, de malas razones a priori, de principios inmutables, de sistemas cerrados y pretendidos “absolutos” y “orígenes”. Se vuelve hacia lo concreto y adecuado, hacia los hechos, hacia la acción y el poder. Esto significa el predominio del temperamento empirista y el abandono de la actitud racionalista. Significa el aire libre y las posibilidades de la Naturaleza contra los dogmas, lo artificial y la pretensión de una finalidad en la verdad. Ideas verdaderas son las que podemos asimilar, hacer válidas, corroborar y verificar. Ideas falsas son las que no. Esta es la diferencia práctica que supone para nosotros tener ideas verdaderas; éste es, por lo tanto, el significado de la verdad, pues ello es todo lo que es conocido de la verdad.
El valor práctico de las ideas verdaderas se deriva…primariamente de la importancia práctica de sus objetos para nosotros. Una de las tareas que debe acometer una filosofía reconstruida –afirma Dewey- es la de acopiar y presentar las razones por las que no debe existir la separación antigua entre la teoría y la práctica, a fin de que hombres como el juez Holmes (Dewey se refiere aquí al Dr. Oliver Mendell Holmes Jr., célebre jurista norteamericano, de gran influencia en la sociedad y la cultura de su tiempo) puedan decir que la teoría es una cosa sumamente práctica en el mundo, para bien o para mal “. Para una filosofía que, por lo demás, sostiene que lo verdadero es lo que nos conviene, ¿hace falta alguna precisión aclaratoria? Quiero creer que no. Por lo demás, en otras oportunidades nos referido ya en alguna medida a este tema. Insistamos de todos modos en un par de puntos. Todos sabemos que el replanteo conceptual y metodológico llevado a cabo por el renacimiento, dio origen a lo que hoy se conoce con el nombre de “la nueva ciencia” (Galileo, Newton, Kepler y otros), hecho que modificó sustancialmente el tablero del conocimiento humano y provocó un formidable quiebre cultural que, sin desdeñar el conocimiento filosófico, acentuó la importancia de la investigación de la naturaleza y marcó nuevos rumbos en la metodología científica (ver cap. sobre los métodos de la filosofía), dejando de lado los enfoques teológico-metafísicos, como así también una lógica puramente retórica, vacía de todo contenido, para poner el acento en la importancia de la investigación experimental. En el marco de esta nueva orientación, resultan más fácilmente comprensibles los esfuerzos de un Bacon, de un Comte, de un Stuart Mill y de tantos otros. Forzoso es reconocer que el siglo XIX se halló bajo la influencia de dos ideas básicas que gravitaron en forma casi excluyente, dominando el panorama de la investigación contemporánea: el progreso humano y la investigación de la naturaleza. La ciencia terminó por instalarse en el centro de la vida social y se puso enteramente al servicio del hombre. Hasta tal punto fue valorada la importancia del cambio de paradigma, que Comte llegó a escribir: “Las mentes más clarividentes reconocen ya unánimemente la necesidad de reemplazar nuestra educación europea, todavía teológica, metafísica y literaria, por una educación positiva conforme al espíritu de nuestra época y adaptada a las necesidades de la civilización moderna”. También John Stuart Mill se adhirió a esta perspectiva, como así lo manifiesta en sus convicciones utilitaristas. Resulta innegable que este pensador inglés aportó también sus valiosas ideas para contribuir al desarrollo del pragmatismo filosófico: no tardó en relacionar el placer con la utilidad: a su criterio, la mayor utilidad debe corresponderse con el mayor estado de felicidad. Lo útil es el placer, pero no sólo ni tan siquiera principalmente el placer sensible…¿por qué entonces –se preguntaría- los hombres parecen inclinarse por el placer sensible? Su respuesta no tardaría más que un segundo en hacerse oír: porque “los hombres pierden sus aspiraciones elevadas como pierden su agudeza intelectual, porque no tienen tiempo ni oportunidad para favorecerlas. Se adhieren a los placeres inferiores, no porque los prefieran deliberadamente, sino porque son los únicos a que tienen acceso, los únicos de que pueden gozar duraderamente. Podría preguntarse si alguno que haya permanecido igualmente próximo a ambas clases de placer, ha preferido serena y conscientemente al inferior; si bien es cierto que muchos de todas las edades han fracasado en el intento inútil de combinar ambos”.
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Ideas verdaderas son las que podemos asimilar, hacer válidas, corroborar y verificar. Ideas falsas son las que no. Esta es la diferencia práctica que supone para nosotros tener ideas verdaderas; éste es, por lo tanto, el significado de la verdad, pues ello es todo lo que es conocido de la verdad...
Si entendí bien lo que ha tratado de mostrar, hay dos formas usualmente empleadas con el propósito de desacreditar a la filosofía: desde dentro, con el mayor disimulo, o desde afuera, abiertamente, como suele hacerlo en general la crítica menos cuidadosa, pasando por alto el hecho de que no se puede criticar la filosofía sin hacer filosofía, como lo hemos reconocido ya en más de una ocasión... Precisamente por este motivo, para tales detractores vendría al dedillo recordar una vez más aquella significativa expresión de la comedia francesa: “Los muertos que vos matáis gozan de buena salud”.
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SÁBADO 9 DE JULIO DE 2016 .:. GUALEGUAYCHÚ .:. ENTRE RÍOS
FRAGMENTOS Eduardo Sívori (1847-1918)
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LA FRASE José de San Martín (1778-1850)
STAFF
TODOS LOS DÍAS UNA COPITA x Paio
Las bibliotecas, destinadas a la educación universal, son más poderosas que nuestros ejércitos para sostener la independencia. La Biblioteca Nacional es una de las obras emprendidas que prometen más ventajas a la causa americana...
Director ElDía Sebastián Carbone Editor S!gno Luis Castillo Editor Suplementos Fernando Piciana Colaboradores Osvaldo Delmonte Paio Zuloaga Diseño de tapa: Ilustración de Cape ©
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