S gno Sテ。ADO 10 DE ENERO DE 2015
edgar allan poe
Laberintos de una imaginaciテウn inquieta
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SÁBADO 10 DE ENERO DE 2015 .:. GUALEGUAYCHÚ .:. ENTRE RÍOS
EFEMÉRIDES CULTURALES
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No me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar... Espantapájaros (frangmento)
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24 de enero de 1967
Oliverio Girondo 0
liverio Girondo nació el 17 de agosto de 1891 en Buenos Aires en el seno de una familia adinerada. Sus padres, Josefa Uriburu y Juan Girondo, le permitieron desde niño viajar a Alemania, Italia, Bélgica y España. En Buenos Aires vivió sus primeros días en la calle Lavalle 1035. Debido a estos viajes, parte de sus estudios secundarios fueron realizados en Inglaterra (Londres) y en el Colegio Albert Le Grand en Acueil de Francia, país en el que entabló amistad con el poeta Supervielle, con quien asistiría a manifestaciones surrealistas. Una vez radicado en Buenos Aires, recibe su título de abogado. En 1930 recorre el Nilo desde Egipto hasta el lago Victoria, y visita Marruecos. En 1919 concurre a las tertulias de José Ingenieros en el hotel París. A los 20 años dirige el periódico artístico literario “Comoedia” con René Zapata Quesada y Raúl Monsegur.
En 1922 publica en una tirada limitada, impresa en Francia, “Veinte poemas para ser leidos en el tranvia”, que incluye ilustraciones realizadas por él mismo. En 1924 participa en el periódico “Martin Fierro” junto a Samuel Glusberg y Evar Mendez. Allí publica diversos poemas y realiza hasta 1926 una serie de aforismos denominados “Membretes” “Los bustos romanos serían incapaces de pensar si el tiempo no les hubiera destrozado la nariz.” Participó en las revistas que señalaron la llegada del ultraísmo (la primera vanguardia que se desarrolló en Argentina), como Proa, Prisma y Martín Fierro, en las que también escribieron Jorge Luis Borges, Raúl González Tuñón, Macedonio Fernández y Leopoldo Marechal, la mayoría de ellos del Grupo de Florida que en contraposición al Grupo de Boedo se caracterizaba por su estilo elitista y vanguardista. Girondo fue uno de los animadores principales de ese movimiento. Y ejerció influencia sobre poetas de las generaciones posteriores, entre ellos el surrealista Enrique Molina, con quien tradujo Una temporada en el infierno, de Arthur Rimbaud. Sus primeros poemas, llenos de color e ironía, superan el simple apunte pintoresco y constituyen una exaltación del cosmopolitismo y de la nueva vida urbana e intentan una crítica de costumbres. En 1925 publica su segundo libro, “Calcomanías”, y la edición de bolsillo de “Veinte poemas...” En 1926, en un almuerzo organizado en honor a Ricardo Güiraldes, conoce a Norah
Lange, poeta con la cual se casa en 1943 y con quien emprendería innumerables viajes. En 1932, para la publicación de “Espantapájaros”, lleva a cabo una extraña campaña publicitaria. Girondo realiza una réplica en papel maché del «espantapájaros-académico» que el pintor Bonomi había diseñado para la tapa del libro. El espanatapájaros fue colocado, según cuenta Norah Lange, «en una carroza coronaria -de esas que llevan las flores y van detrás del coche fúnebre- tirada por seis caballos, con su auriga y lacallos, vestidos según la moda Directorio, apostados a cada lado». Además, alquiló un local en la calle Florida atendido por muchachas hermosas y llamativas para la venta del libro. La experiencia publicitaria resultó un éxito y el libro se agotó en un mes. El muñeco, que durante años presidió la entrada de su casa de Suipacha al 1444, hoy puede visitarse en el Museo de la Ciudad de Buenos Aires. Desde 1934 mantuvo una importante amistad con Pablo Neruda y Federico García Lorca, quienes por esa época se hallaban en Buenos Aires. En 1937 publica “Interlunio” por Editorial Sur, y en 1942 “Persuasión de los días”. En 1946 publica el poema “Campo nuestro” A partir de 1950 comenzó también a pintar con una orientación surrealista, aunque nunca expuso sus cuadros. Acerca de su último libro, “En la masmédula” (1953), Enrique Molina señaló: “Hasta la estructura misma del lenguaje sufre el impacto de la energía poética desencadenada en este libro único. Al punto que las palabras mismas
dejan de separarse individualmente para fundirse en grupos, en otras unidades más complejas, especie de superpalabras con significaciones múltiples y polivalentes, que proceden tanto de su sentido semántico como de las asociaciones fonéticas”. Algunos críticos relacionaron este último gesto vanguardista de Girondo con un libro igualmente desesperado, constructor y destructor del sentido: “Trilce”, del peruano César Vallejo. Sus autores favoritos eran Remy de Gourmont, Rubén Dario, Nietzsche. Su mentor fue su hermano Eduardo. Entre sus numerosas amistades figuran Salvador Dali, Macedonio Fernandez, Rafael Alberti, Gómez de la Serna (quien publicó un ensayo sobre Girondo en “Retratos Contemporaneos”) y Aus Keller (con quien asistía a tertulias llamadas “Peñas” de la revista “Martín Fierro”) En 1961 sufrió un accidente que lo dejó imposibilitado físicamente. Murió el 24 de enero de 1967.
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CRÓNICAS URBANAS | Héctor Luis Castillo
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Sueños...
Mi cuerpo y yo quizás seamos lo mismo, acaso los sueños no sean sino mi propia trampa, en la que caigo una y otra vez, noche tras noche y de la cual escapo, sin saber cómo ni por qué, cada mañana...
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ada noche me acuesto con la certidumbre inobjetable de la muerte, sin embargo, cada uno de los días que siguen a cada una de esas noches me despierto con la certeza irrevocable de la vida. Abro los ojos, restriego mis lagañas, cepillo mis dientes y la primera imagen de mí, frente al espejo, me recuerda el laberinto incomprensible del que involuntariamente acabo de escapar y -por lo tanto- desconozco tanto sus códices como su salida. Sé que inexorablemente volveré a él, apenas mis ojos otra vez se hayan cerrado y comience el misterioso juego de la vida sin vida, de los movimientos involuntarios y los escenarios inasibles, de paredes blandas, soles laxos y oscuridades tan aterradoras que afortunadamente solo duran lo que dura el cotidiano y perpetuo martirio del sueño. A veces, algunas noches, me siento en la cama y fumo. Echo el humo suavemente, lentamente, y trato de descifrar el significado de sus formas informes, de su viaje efímero y sin rumbo apenas empujado por el hálito exangüe de alguien condenado indefectiblemente a contemplar perplejo lo indescifrable. Otras veces miro el techo, gris, opaco, vacío y no me dice nada, no me sugiere nada, me aburre, no tiene secretos que ocultar, está vacío, sí, vacío y muerto, y no cobija la luz, no juega con el humo, no me incita a ver detrás de él, ni dentro de él. Por eso muy raras veces miro el techo. Prefiero que mis ojos persigan las volutas de humo que
salen de mi boca aún a sabiendas de que esa persecución culminará en nada; no se puede alcanzar lo inalcanzable, no se puede atrapar lo que es etéreo. Otras veces miro la oscuridad, que es como mirar el silencio; ni la oscuridad es negra ni el silencio mudo. Son apenas las dos conclusiones a las que he llegado, no sin esfuerzo, y sin intentar comprender, por alguna razón, la razón de tal certeza. La ausencia de luz, no le llamemos ya oscuridad, me trae imágenes que se proyectan no sé bien si hacia mí o desde mí, al igual que los sonidos, o su ausencia mejor, que son esos otros sonidos a los que por ignorancia o pereza llamo silencios, que me cuesta saber si salen desde mis recuerdos y nostalgias y recorren cada mueble inmueble de mi cuarto o si llegan desde algún sitio que no sé puntualizar o no me atrevo a hacerlo. Y entonces llega el sueño, precedido siempre de la incómoda angustia de la muerte, ante la muerte. Me atemoriza pensar que voy a despojarme por algún tiempo de mi cuerpo, que voy a abandonarlo, a dejar de ser su dueño (si acaso lo fuera en la vigilia) que va a quedar mi mente a la intemperie, desprotegida, sin vallas ni cadenas, alejada del celoso carcelero de la conciencia. Quizás me aterra su libertad, que no es la mía, tal vez me atemoriza su abandono. Quién soy yo, entonces, me pregunto, esa masa de músculos y nervios que sudan en la sábana, o eso otro que
abandona su terrena protección y vaga por el inhóspito espacio de la nada, a merced de los sueños, de los olvidos, de los recuerdos, de las ausencias de distancia. Mi cuerpo y yo quizás seamos lo mismo; acaso los sueños no sean sino mi propia trampa, en la que caigo una y otra vez, noche tras noche y de la cual escapo, sin saber cómo ni por qué, cada mañana. Tal vez nazca y muera sin quererlo a cada instante, tal vez esto que ahora creo que escribo no sea otra cosa que una imagen borrosa que, conjeturo, debería escri-
bir para dejar un testimonio de lo que me sucede en el confuso intervalo entre el sueño y la vigilia, entre la cordura y el delirio, entre la vida y la muerte. Pero cómo diferenciar lo que a Shuan Tzu ya hace mil años desvelaba y que yo hoy, como en una cíclica burla, me sigo preguntando. Creo que solo puede salvarme de la muerte estar viviendo, a pesar de vivir con la certeza de que más allá de la vida ya no hay vida, excepto si no lograra reponerse, de su diurno letargo, mi propia muerte.
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ENTREVISTA POST MORTEN | Fernando Piciana
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Los hombres me han llamado loco, pero no está esclarecida aún la cuestión de si la locura es o no la más elevada inteligencia, si mucho de lo que es glorioso –todo lo que es profundo– no nace de una enfermedad del pensamiento, de unos estados del espíritu exaltado a expensas del intelecto en general. Los que sueñan de día son sabedores de muchas cosas que escapan a los que únicamente sueñan de noche...
Diálogo con las obras de Edgar Allan Poe
Los laberintos de una imaginación inquieta
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as líneas que siguen pueden llegar a desconcertar a algún desprevenido, hasta alguien puede llegar a pensar que utilizamos la ouija o alguna sesión espiritista para comunicarnos con él. Pero no, todo fue producto de la imaginación inquieta solo para rendirle homenaje a uno de los más grandes escritores que ha dado la literatura oscura. Y aunque parezca demencial, se me ocurrió mantener una charla con su obra, con sus escritos. Pues así nació lo que sigue, una conversación que, aclaro, se basa en la más delirante arbitrariedad. Todo lo que contesta Poe, que está entre comillas, lo escribió, es textual, pero excéntricamente sacado de contexto. Sus respuestas, extractadas de “El entierro prematuro”, “Los crímenes de la calle Morgue”, “Berenice”, “El pozo y el péndulo”, “Morella”, “El hombre de la multitud”, “Corazón delator”, “El demonio de la perversidad”, “Ligeia” y “Eleonora”, muestran a las claras su forma de ver el mundo: un sitio lúgubre, asfixiante, gélido, lleno de muerte, locura, fantasmas y mujeres.
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En muchos de sus relatos se aborda el impulso criminal y siempre se habla de un sentimiento tan odioso como de irresistible atracción. Es lo que generalmente conocemos por “perversión”, pero ¿podría decirnos cómo nos afecta más claramente este fenómeno y cuál es su mecanismo? “Nos hallamos al borde de un precipicio. Contemplamos el abismo. Sentimos vértigo y malestar. Nuestra primera intención es retroceder ante el riesgo. Pero, inexplicablemente, no nos movemos de allí. Paulatinamente, el malestar, el vértigo y el horror se confunden en un nebuloso e indefinible sentimiento. De forma gradual, insensible, la nube adquiere forma, lo mismo que el vapor de la botella de la que surgía el genio de Las mil y una noches. Pero, al borde del precipicio, de nuestra nube, se levanta, cada vez más palpable, una forma mil veces más terrible que el genio, que cualquier fabuloso demonio. No obstante, es sólo un pensamiento que hiela hasta la propia mé-
dula de nuestros huesos, y les inculca la feroz delicia de su horror. Sencillamente, es esta idea: ¿cuáles serían nuestras sensaciones durante el transcurso de una caída verificada desde tal altura? Y por la sencilla razón de que esta caída –este anonadamiento fulminante– implica la más horrible, la más odiosa de cuantas odiosas y horribles imágenes de la muerte y del sufrimiento puede nuestra mente haber concebido, por esta sencilla razón, la deseamos con mayor intensidad”. ¿Qué opina sobre la locura? ¿Es algo patológico o una facultad del genio muy propia de espíritus sensibles? “Los hombres me han llamado loco, pero no está esclarecida aún la cuestión de si la locura es o no la más elevada inteligencia, si mucho de lo que es glorioso –todo lo que es profundo– no nace de una enfermedad del pensamiento, de unos estados del espíritu exaltado a expensas del intelecto en general. Los que sueñan de día son sabedores de muchas cosas que escapan a los que únicamente sueñan de noche”. ¿Se refiere a aquellas personas que dejan volar sus pensamientos mirando la nada? Exacto, yo soy una de esas personas. Suelo “reflexionar largas, infatigables horas con la atención fija en alguna nota trivial, en los márgenes de un libro o en su tipografía; estar absorto durante buena parte de un día de verano en una sombra extraña que caía oblicuamente sobre el tapiz o sobre la puerta; perderme toda una noche observando la tranquila llama de una lámpara o los rescoldos del fuego; soñar días enteros con el perfume de una flor; repetir monótonamente una palabra común hasta que el sonido, gracias a la continua repetición, dejaba de suscitar en mi mente alguna idea; perder todo sentido del movimiento o de la existencia física, mediante una absoluta y obstinada quietud del cuerpo, mucho tiempo manteni-
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da: éstas eran algunas de las extravagancias más comunes y menos perniciosas provocadas por un estado de las facultades mentales, en realidad no único, pero capaz de desafiar cualquier tipo de análisis o explicación”. Entonces, ¿su imaginación inquieta fue su principal fuente de inspiración? Bueno, “la excesiva, intensa y morbosa atención, excitada así por objetos triviales en sí, no tiene que confundirse con la tendencia a la meditación, común en todos los hombres, y a la que se entregan de forma particular las personas de una imaginación inquieta. Tampoco era, como pudo suponerse al principio, una situación grave ni la exageración de esa tendencia, sino primaria y esencialmente distinta, diferente. En un caso, el soñador o el fanático, interesado por un objeto normalmente no trivial, lo pierde poco a poco de vista en un bosque de deducciones y sugerencias que surgen de él, hasta que, al final de una ensoñación llena muchas veces de voluptuosidad, el incitamentum o primera causa de sus meditaciones desaparece completamente y queda olvidado. En mi caso, el objeto primario era invariablemente trivial, aunque adquiría, mediante mi visión perturbada, una importancia refleja e irreal. Pocas deducciones, si había alguna, surgían, y esas pocas volvían pertinazmente al objeto original como a su centro. Las meditaciones nunca eran agradables, y al final de la ensoñación, la primera causa, lejos de perderse de vista, había alcanzado ese interés sobrenaturalmente exagerado que constituía el rasgo primordial de la enfermedad. En una palabra, las facultades que más ejercía la mente en mi caso eran, como ya he dicho, las de la atención; mientras que en el caso del soñador son las de la especulación”. Cambiemos de tema, hablemos de mujeres. ¿Quién ha sido el amor de su vida? “Jamás había visto otra que se pareciese ni remotamente a ella. Recuerdo bien que mi primer pensamiento al verla fue que si Retsch la hubiera visto, la habría tomado como modelo preferente para sus interpretaciones pictóricas del demonio”. Si se siente incómodo o nervioso, le damos un giro a nuestra conversación… “¡Es verdad! Soy nervioso, terriblemente nervioso. Siempre lo he sido y lo soy”. Pero, “escuche y observe con qué tranquilidad, con qué cordura puedo contarle toda la historia.” Lo escucho, continúe por favor… “Éramos primos y crecimos juntos en la mansión de nuestros antepasados. Pero crecimos de modo distinto: yo, enfermizo, envuelto en tristeza; ella, ágil, graciosa, llena de fuerza; suyos eran los paseos
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Jamás había visto otra que se pareciese ni remotamente a ella. Recuerdo bien que mi primer pensamiento al verla fue que si Retsch la hubiera visto, la habría tomado como modelo preferente para sus interpretaciones pictóricas del demonio...
por la colina; míos, los estudios del claustro; yo, viviendo encerrado en mí mismo, entregado en cuerpo y alma a la intensa y penosa meditación; ella, vagando sin preocuparse de la vida, sin pensar en las sombras del camino ni en el silencioso vuelo de las horas de alas negras.” ”¡Ah, acude vívida su imagen a mí, como en sus primeros días de alegría y de dicha! ¡Oh encantadora y fantástica belleza! ¡Oh sílfide entre los arbustos de Arnheim! ¡Oh náyade entre sus fuentes! Y entonces..., entonces todo es misterio y terror, y una historia que no se debe contar”. Quizás... ¿Un desengaño amoroso o algo parecido? No fue éste el caso. “La enfermedad –una enfermedad mortal– cayó sobre ella como el simún, y, mientras yo la contemplaba, el espíritu del cambio la arrasó, penetrando en su mente, en sus costumbres y en su carácter, y de la forma más sutil y terrible llegó a alterar incluso su identidad”.
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En 2015, el copyright venció y el mundo tendrá acceso libre a obras de dos gigantes del arte abstracto del siglo XX, al pintor de uno de los cuadros más reproducidos del mundo, al autor de uno de los libros infantiles más traducidos y al creador del agente del Servicio Secreto más famoso del planeta...
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Copyright y propiedad intelectual
Liberación de derechos Las obras de Edvard Munch, Antoine de Saint-Exupéry, Ian Fleming, Glenn Miller, Wassily Kandinsky y Piet Mondrian, entre otros, entraron en enero al dominio público, al cumplirse 70 años de sus muertes, reconfigurando nuevas formas de circulación y reavivando debates.
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as leyes de la mayoría de los países estipulan que al cumplirse 70 años de la muerte de un creador, su obra pasa al dominio público a partir del 1° de enero de ese año. En 2015, el copyright venció y el mundo tendrá acceso libre a obras de dos gigantes del arte abstracto del siglo XX, al pintor de uno de los cuadros más reproducidos del mundo, al autor de uno de los libros infantiles más traducidos y al creador del agente del Servicio Secreto más famoso del planeta. Durante 2014 alrededor de El Principito y en todo el mundo se activó una maquinaria de ediciones y merchandising justamente porque se venía el año de la liberación. Pero, los sobrinos de Antoine Saint-Exupéry -previo culebrón testamentario- lograron convertir en marca registrada los dibujos originales y a cada uno de los personajes de la obra, desde el pequeño príncipe hasta la rosa. Le Petit Prince, tal es su tít ulo original, obra clave para varias generaciones que se publicó por primera vez en Estados Unidos en plena Segunda Guerra Mundial y recién en Francia en 1946 durante la Liberación, fue traducido a más de 180 lenguas y dialectos y tiene más de 80 millones de ejemplares vendidos. “Hasta el 31 de diciembre de 2014, los derechos exclusivos en español los tenía Emecé por convenio con el sello francés Gallimard, ahora pasó a dominio público
pero la traducción de Bonifacio del Carril nos pertenece”, dijo Alberto Díaz, de Planeta e histórico editor de la obra en Argentina. La característica central de la traducción de Del Carril es nada más y nada menos que el título: El principito fue su creación y, por varios años más, su marca registrada. “En todos los idiomas es El pequeño príncipe, en la única que aparece en diminutivo es en castellano. Se puede poner el título pero tienen que pagar derechos por la traducción”, aclara Díaz. Pero no sólo eso: “El Principito está ilustrado por el propio autor, las ilustraciones son parte del libro, son varias generaciones que se formaron con ese formato, si se cambia se está traicionando la lectura de mucha gente”, dice Díaz, algo que retrotrae al revuelo reciente en las redes sociales tras el anuncio de la versión del dibujante Nik, que acaba de lanzar el sello Catapulta. “Está bien que circulen otras ediciones, pero una cosa es que ilustres un libro y otra son los plagios de las ilustraciones para hacerlas con otro estilo”, sostiene Díaz, algo que durante más de 70 años cuidó Gallimard, la editorial francesa -que por estos días no emitió ni una palabra sobre la liberación de derechos- con estrictas reglas para mantener los dibujos y el color tal cual. Este año también se liberaron los derechos de las obras del pintor judío alemán Felix Nussbaum; la poeta vanguardista inglesa Edith
Sitwell; el poeta, editor y fundador del movimiento futurista, el italiano Filippo Tommaso Marinetti y la bióloga marina estadounidense Rachel Carson cuyos escritos jugaron un papel fundamental en el desarrollo del movimiento ambiental mundial. “Cuando un autor se muere, salvo que sea muy grande, comienzan a declinar sus ventas, pasa al olvido. Durante 70 años los herederos pueden vivir de eso y cuando pasa a dominio público pueden reciclarse, está correcto ese tiempo, sobre todo con autores de mediana fama o venta”, explica Díaz. En Argentina, sin embargo, no se libera del todo. “Es uno de los pocos países del mundo que no tiene dominio público puro, sino que es fruto de un decreto de
ley de la dictadura en 1958 donde la obra pasa al dominio público pagante, no se libera totalmente, sino que se debe pagar un porcentaje que administra el Fondo Nacional de las Artes. Si bien no hace falta pedir autorización, no se abarata el acceso”, aseguró Beatriz Busaniche, magister en Propiedad Intelectual (FLACSO) y miembro de la Fundación Vía Libre. La antigüedad del decreto reaviva el debate sobre la propiedad intelectual y las nuevas formas de circulación en la era virtual. Si bien para que las obras circulen en un proyecto no lucrativo no es necesario pagar, para ganar dinero se debe abonar un 0,5% del precio de tapa, dinero que se utiliza para becas, subsidios y premios para fomentar la obra de jóvenes autores, en el caso de la literatura. Desde Vía Libre, una fundación que aboga por la difusión del conocimiento y el desarrollo sustentable en el movimiento del Software Libre, reclaman por la abolición de este dominio público pagante, que en países como Brasil fue eliminado en 1998. “Son obras que deberían estar disponibles, gratuitas y que son parte del acervo cultural común, en este sentido cualquier precio que se pague es alto. Sea el monto que sea, pagar es un despropósito”, recalca la especialista. La libertad abre nuevos sentidos, invita a buscar rescates literarios y a una circulación por canales distintos, pero también trae debates necesarios para discutir leyes de antaño, propiedades intelectuales y apropiaciones de obras, derechos y obligaciones.
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AUTORES ENTRERRIANOS + RELATOS DESDE EL ABISMO
La capital de Corea del Norte I
nteresado en las cuestiones sociales, especialmente las que provocan tensiones y ocasionan fracturas en las relaciones humanas (que parecería ser la actividad principal de esa maestra de vida que es la Historia) estuve indagando en los hechos trágicos del año 21 en la Plaza Independencia de Gualeguaychú, donde un enfrentamiento entre estancieros (mejor dicho su ejército de peones) por un lado y obreros saladeristas afiliados a la FORA por el otro, y que dejó un saldo de seis muertos, cinco en el bando de los rojos y un policía que quería apartar –como se ve, igual que en las películas: ninguno en el bando de los buenos–; y por esta investigación llegué a descubrir que ese mismo año también ocurrieron incidentes graves en la plaza de Villaguay, entre la policía y “estibadores de Domínguez y Clara, encabezados por el sindicalista Miguel Kipen...”según se lee en la escueta crónica que relata la muerte de un ocasional testigo. Instantáneamente se me presentó la figura solemne, patriarcal, de gruesos anteojos de carey y bigotes a lo Marx (a lo Groucho Marx) de quien fuera mi profesor de matemática en Primer Año de la Escuela de Comercio de Domínguez en el año 66. Me interrogué si se trataría de la misma persona. Por su compromiso con las causas sociales si no era, lo merecía. Pero luego recordé que se llamaba Valerio y además por razones etarias no podría haber sido el promotor de esa “...tamaña alteración del orden público con un reclamo fuera de lugar...” como seguramente habrán dicho los medios serios de entonces; más aún si se piensa que el motivo era pedir condiciones dignas de trabajo para los que doblaban el lomo en la estiba de las estaciones de carga, un verdadero disparate. Averiguando llegué a determinar que mi profesor era hijo de ese agitador social, que venía de Rusia y que allá en los albores de la revolución bolchevique había conocido Siberia, nada más y nada menos que por su participación en la toma del acorazado Potemkin, pavada de condecoración. Me parece verlo –a Valerio– a media tarde, pasar frente a la ventana del curso, a caballo, sombrero aludo, de bombachas anchas, cinto de rastra, botas (de montar con buen tiempo, de goma con lluvia o barro) taloneando el ala-
zán escarceador. Venía del campo (nunca supe si chico o mediano, estoy seguro que grande no). Parecía sacado del relato de su paisano Gerchunoff. Dicho sea de paso: entre Domínguez y Las Moscas había un apeadero del coche motor con el nombre del, tal vez, más renombrado vecino de Domínguez. Por ahí vivió (y no creo que cultivara ya que siendo muy chico emigró a Buenos Aires) quien pergeñara “Los Gauchos Judíos”, obra literaria que al ser llevada al cine motivó una de las tantas acciones de purificación concretadas por la Triple A en defensa de los valores occidentales y cristia-
nos: quemaron la sala donde se estrenaba, forma muy práctica de poner los trabajos culturales en la lista negra. Y don Kipen, también conocido como “el viejo de Matemática”, infaltable, puntual, mutaba su atuendo y se aparecía a la hora señalada con su portafolios, corbata de nudo perfecto, traje marrón y zapatos al tono en el rellano de la puerta del aula que daba a la calle para desazón de los que esperaban un faltazo que nunca vendría. Su presencia imponía respeto aunque no quisieras. A mí me producía sensaciones encontradas: por un lado lo asociaba
a una materia que, literalmente, odiaba y por otro me atrapaba con su decir encendido (incendiario podría decir quien se encontrara en la vereda ideológica de enfrente) bajando línea contra la dictadura de Onganía. Se me grabó, más en el alma que en la razón, su sermón condenando la muerte del estudiante Pampillón en Córdoba y que a él le traían recuerdos de su pasado estudiantil. Contó cómo se frustró su carrera de médico por ser afiliado a la Federación Juvenil Comunista, lo que le valió la expulsión de la Universidad a poco (o mucho, no se) de recibirse. Y ese día lagrimeó reviviendo
su pasado y ese presente de bastones largos que –nadie podía imaginarlo– era apenas fuegos de artificio que preludiaban un futuro mucho más negro... Sin duda que esa muerte reciente a manos de la represión movía la justa indignación de quien había vivido luchando contra la injusticia y soñaba para el mundo una aurora proletaria. Su pasión por la medicina la sacaba a relucir cada vez que se prestaba la ocasión y nos apabullaba con terminologías que a nosotros nos rebotaban en las orejas. A pesar de su porte adusto, casi intimidante ante el alumnado, en la conversación
informal perdía la cáscara y se mostraba como un tipo tierno y de buen talante. Un día lo toreé: -Usted que es comunista... ¿Cómo se llama la capital de Corea del Norte?-, lo crucé con un tema fuera de contexto, de política internacional digamos, cuando recorría los bancos revisando las tareas. -No sé, no me acuerdo- me dijo mirándome fijo-, pero se lo averiguo y le digo. Y siguió con la recorrida, pastoreando actividades que ayudaban a comprender que el matrimonio de números naturales y negativos forman la familia infinita de los números enteros según el catecismo de Repetto, Linskens y Fesquet… Habrán pasado dos días y volvimos a tener su materia. Hizo su entrada solemne, saludando y haciéndose saludar, ya que estaba claro que en eso era muy conservador; se sentó, llenó el libro de temas, me miró por arriba de los anteojos y me llamó: -Venga, alumno, por favor... Como yo era más grande que el común de los compañeros me trataba de “usted”, aunque pensándolo bien me parece que con todos mantenía la misma prudente distancia. Me levanté trabajosamente allá en el último pupitre, con cierta incertidumbre, pensando “que cagada me habré mandado”. Cuando estuve al lado del escritorio, me volvió a mirar por arriba de la gruesa armazón y me dijo tipo telegrama: -Pyongyang- con voz clara, casi deletreándolo.-ese es el nombre: Pyongyang. No lo olvidé nunca más y cada vez que escucho o leo que en la Capital de Corea del Norte apoya una de sus cabezas la ciclotímica Hidra de Mal, vuelve a mi mente, y a mis afectos, este personaje inolvidable. El mismo que al evocarlo a caballo, con megáfono, por las calles circulares de Domínguez, invitando a reuniones proletarias organizativas de revoluciones que nunca tendrían un nuevo octubre me sirvió, dando clases como profesor de Historia, para dar ejemplo vivo de lo que es el romanticismo. Docente más comprometido con la educación que con la instrucción. Justo y equilibrado. Por él supe que las paralelas no se tocan y de él aprendí que la dignidad no se dobla. Maestro.
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Me parece verlo –a Valerio– a media tarde, pasar frente a la ventana del curso, a caballo, sombrero aludo, de bombachas anchas, cinto de rastra, botas (de montar con buen tiempo, de goma con lluvia o barro) taloneando el alazán escarceador. Venía del campo (nunca supe si chico o mediano, estoy seguro que grande no). Parecía sacado del relato de su paisano Gerchunoff...
OSCAR BLANC nació en Villaguay en 1947, pero fue criado en la Colonia San Jorge, con un padre afecto a la lectura. Desde el ¡Upa! lo intrigaron las letras y su contenido. Tal vez eso lo impulsó a seguir estudios secundarios en tiempos de ingreso restrictivo en la Escuela de Comercio de Domínguez. Participó en el trabajo de Marcos Henchoz “Gualeguaychú fragmentos de su historia”. Ganó el “Primer Certamen de Recetas con Historia” de la Facultad de Bromatología. Con motivo de los 100 años de su escuela primaria, escribió cuentos ambientados en la niñez, publicados en el libro “Cielos Viejos”. Participó en la obra compilatoria “Humor entrerriano” y antes de que sea tarde, trata de terminar un ensayo histórico de hechos ocurridos en Entre Ríos como tragedia, hace un siglo, y que sería bueno no se repitan como farsa.
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FRAGMENTOS Lino Enea Spilimbergo (1896 - 1964)
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LA FRASE Arnold Newman (1918-2006)
OCIO RECOMENDADO
STAFF
TODOS LOS DÍAS UNA COPITA x Paio
Muchos fotógrafos piensan que si compran una cámara mejor serán capaces de hacer mejores fotos. Una cámara mejor no hará nada por vos si no hay nada en tu cabeza o en tu corazón...
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Director ElDía Sebastián Carbone Editor S!gno Luis Castillo Editor Suplementos Fernando Piciana Colaboradores Oscar Blanc Paio Zuloaga
prosa politica León Ferrari| Siglo XXI Editores Ineludible y polémica, la obra artística de León Ferrari es uno de los más contundentes ejemplos de radicalización de la relación entre vanguardia estética y vanguardia política, entre ética y estética. Desde 1965, cuando escribe su primera carta pública en respuesta a una crítico que censuraba sus obras de contenido ideológico expuestas en el Instituto Torcuato Di Tella, el artista interviene con sus textos en diversos debates. Si en los primeros años sus escritos se centraron en la controversia sobre arte y política, sobre las instituciones artísticas y los límites del arte, desde 1986 apuntan, en particular, a la intolerancia de Occidente y su religión. Testimonios verbales asociados con la actividad plástica, estos escritos evidencian la complicidad de la cultura occidental con la violencia y los castigos que describen los libros sagrados; abordan la discriminación de los homosexuales y de las mujeres en la Biblia, así como el antisemitismo
borges y la fisica cuantica Alberto Rojo| Siglo XXI En uno de sus relatos más conocidos, Borges dice que la metafísica es una rama de la literatura fantástica: el discurso de la verdad y el de la ficción no serían sino dos caras de una misma moneda. Acaso haciéndose eco de esta singular hipótesis, Alberto Rojo aventura en este libro la provocadora idea de que la ciencia (discurso metafísico por excelencia) tal vez no esté del todo divorciada del arte. Tanto una, con su inteligencia razonada, como el otro, con sus juegos de la imaginación, se complementan y confunden para llevar el conocimiento humano –siempre parcial y limitado– un paso más allá. Muestra de ello es el propio Borges, quien –sin saber de física, según él mismo bromeaba, más que el funcionamiento del barómetro– anticipó en sus ficciones las modernas teorías de la mecánica cuántica. Así, los ensayos aquí reunidos nos proponen un recorrido audaz y personalísimo por este territorio de convergencia: de la teoría de la relatividad a la antimateria, de la serie de Fibonacci a las partículas elementales, de Galileo a Einstein, y por supuesto, de Borges a Borges (tema recurrente a lo largo de estas páginas), Rojo nos explica con simpleza las complejidades del universo y nos revela cuánto hay de poesía en la ciencia y cuánto de ciencia en la poesía. Una vez más, Alberto Rojo da muestras de su talento para conjugar rigurosidad, claridad y sensibilidad estética, con el propósito de acercar al lector a las sutilezas del arte y de la física moderna, y brindarle una original mirada sobre ambas.
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