S gno Sテ。ADO 13 DE JUNIO DE 2015
mano a mano con nテゥstor dテュaz
Spinetta se hizo folklore
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SÁBADO 13 DE JUNIO DE 2015 .:. GUALEGUAYCHÚ .:. ENTRE RÍOS
EFEMÉRIDES CULTURALES | Luis Recalde
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5 de junio de 1976
Carlos Mastronardi
Con manos extranjeras Recojo en tierras lueñes mi usado corazón. Un rotoso muñeco es el ayer. Y están los viejos días colgando de mi voz Lenta loma flamante de gramillas y amansada de soles y venteos. La primeriza luz se estrena en ella, juega como una infancia por los cercos. Yo la supe sabrosa de imprevistos, y anduve el recoleto caserío. Le fui legando meses a los murosy herbazales. La dicha fue conmigo... Rincón (fragmento)
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l 5 de junio de 1976 murió en Buenos aires Carlos Mastronardi. Había nacido en Gualeguay, Entre Ríos, en 1901. De muy joven, se dedicó al dibujo y a la pintura y comenzó a escribir artículos humorísticos en periódicos entrerrianos. Ya en Buenos Aires, a los 19 años se dedicó de lleno al periodismo, a la crítica y traducción literaria, el ensayo y la poesía. Integró el grupo de poetas que colaboró en la revista Martín Fierro, aunque con actitud totalmente alejada de vanguardismos, o más bien renovadora. Realizó una adhesión parcial al Ultraísmo, sobre el que incidió sometiéndolo a su subjetivismo, a su dejo romántico y a una temática distinta, la región. Ése es el justo lugar en el
que debe colocárselo dentro de la corriente ultraísta. El binomio hombre-tierra expresa de alguna manera la esencia del poeta. Sólo al descubrir esa síntesis que opera en lo constitutivo de su ser se puede entender su particular forma de ser, de comprender y expresar la realidad. Mastronardi penetra profundamente las cosas de la tierra y convierte su palabra en la voz del terruño. Es un claro ejemplo de identificación, de unión, del hombre con la “terra patrum”, que se transforma en conocimiento, en el sentido de saber y en el sentido bíblico de unirse a algo. Su poesía tien caracteres que la definen de hechura entrerriana. Trabaja con elementos sacados de la tierra
e incorporados a su temática y escritura. El paisaje como elemento común a todos los poetas entrerrianos, en este hombre opera una modificación por el procedimiento y por la singularidad del espíritu creador. Lo vernáculo en su obra adquiere categoría estética. La razón es que esos temas ya estaban en su alma, es un hombre con la tierra en su alma, no es que se hubiera metido en ellos. Son las cosas que están desde siempre en su voz, en su tiempo, en su sangre, como constitutivos de su ser, prueba de la fidelidad del hombre con su mundo. Prueba de esa asimilación de lo entornal y de ese tiempo pasado que lamenta como perdido con un cierto tono elegíaco, son sus versos “… Y están los viejos versos colgando de mi voz…”. En el poema "Rincón" se observa la concepción del tiempo subjetivo del poeta. Es un texto que actúa como hipotexto, texto base, o antecedente del célebre poema "Luz de provincia", en el cual retoma la infancia con un sentido elegíaco, pero a la vez, establece una ruptura ante el lamento de la pérdida, pues se da una recuperación del antiguo tiempo, y es un tiempo “no perdido”, ciertamente porque hay un rincón cuyo silencio tutela los destinos. Son esos rincones de la infancia que lo han atravesado de entrerrianía y de campo, y que dan cuenta de su profunda humanidad, a pesar de haber desarrollado gran parte de su vida en Buenos Aires. La provincia con su gente, sus caseríos, sus días, le han entrado desde la infancia y son su único y perdurable alimento, como si toda su vida se hubiese configurado alrededor de solo esas co-
sas conocidas. Percibe nuestras cosas en sus rasgos particulares. Revé todo lo que nos singulariza comarcanos y nos hace vivir. No tiene una actitud folklórica, que consiste en solamente nombrar y dibujar los elementos; sino que el contorno provincial brota de su vos, animado, espiritualizado, ordenado alrededor de una presencia humana en la que se descubre el ejercicio de amar “… Añejas devociones voy cruzando...". En los versos de Mastronardi, hombre y paisaje han generado un ser nuevo, indivisible. Se han dado de sí lo suficiente para establecer una comunión, se han consubstanciado hasta formar el hombretierra, por eso puede decir: “… Me ennoblecí de campo y liso cielo…”. El comienzo del poema "Luz de provincia" se equipara a los grandes comienzos de obras universales, que permanecen en el imaginario popular: “En un lugar de la mancha…”, “Aquí me pongo a cantar…”, “Había una vez…”. Entre Ríos tiene también en el poema de Mastronardi un comienzo de obra convertido y valorado como clásico: “Un fresco abrazo de agua la nombra para siempre”. Aunque no la nombra en ningún momento, en la perífrasis metafórica aparece en todo su esplendor y espiritualidad la provincia de Entre Ríos. El poema recupera ese tiempo perdido de la infancia, cuando la provincia era otra, pero se recupera como construcción elegíaca. Es también un emblema de la condición del poeta; la provincia perdida es la perdida de la infancia. Pero se puede recuperar porque existen esos rincones que le provocan una alucinación temporal que traen el pasado al presente.
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CRÓNICAS URBANAS | Héctor Luis Castillo
El dilema de Laura
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aura siente que ya es hora de involucrarse. Cada mañana los diarios la aturden de bronca y de impotencia. Una impotencia que se nutre de otras impotencias, de llantos desgarradores, de marchas desconsoladas, de esperas de justicia. Escucha argumentos de abogados defendiendo lo indefendible hasta el absurdo; repasa las noticias, una y otra vez, tratando de convencerse de que no es cierto lo que ese juez acaba de dictaminar, lo que cierta cámara termina de notificar, la frialdad con la que aquel fiscal justifica su fracaso transmitiendo la sensación de que la justicia es cautiva de la capacidad argumentativa de los eventuales contendientes judiciales. Laura siente que ya es hora de hacer algo, lo que se pueda, pero hacer algo. Sobre la mesa del comedor en donde está desayunando, la tapa del diario local muestra la foto pixelada de una adolescente abusada por su profesor de música. Supuestamente abusada, aclara el diario para evitar que la onda expansiva de la defensa del supuesto autor del
crimen lo alcance en su demanda. El supuesto autor está en su casa. Se negó a declarar, refiere el diario, y con eso alcanzó para que vuelva a su hogar a esperar el avance de las investigaciones que sin duda, según refiere su abogado -una figura que reiteradamente ilustra las páginas policiales flanqueando a los más conspicuos delincuentes- demostrará la falsedad de las afirmaciones fantasiosas y nocivas de la adolescente hacia el buen nombre de quien ejerce la docencia como un sacerdocio, dice. Y esa figura retórica no hace más que traer en Laura el abominable recuerdo de otras crónicas de vejaciones que también terminaron en el olvido y la impunidad. Laura es profundamente religiosa, por eso le duelen sus propios pensamientos, pero alguien tiene que hacer algo, se repite como para que la convicción la inmunice contra la culpa. Levanta el teléfono y marca un número que conoce; aguarda que contesten, lo que no se hace esperar y, tras escuchar el saludo protocolar que llega desde el otro lado, dice sin emoción: Deme con
Bermúdez. Bermúdez es el comisario Rogelio Bermúdez, jefe de la seccional y quien se pone al teléfono rápidamente. Pasame la dirección de ese degenerado, le dice, y no hace falta que aclare mucho más, es el tema del que todos hablan en la ciudad, que es tan chica pero a la que por orgullo se niegan a llamar pueblo. Escucháme, Laura, balbucea el comisario. No, escucháme vos, no hace falta que te recuerde que esto que te pido es nada comparado con lo que yo hice por vos. Silencio. Anotá, dice finalmente la voz casi como un susurro. La noche es oscura, cómplice perfecta. Laura sale de su casa con ropa oscura y la cabeza cubierta por un pasamontaña. Las calles están vacías y las luces de las esquinas, rodeadas de un halo de niebla frío, dan un aspecto más solitario aun a la ciudad callada. A los pocos minutos –privilegio de los lugares pequeños- ya está frente a la casa del profesor; se acerca a la ventana sorteando un cantero de rosas chinas y desde ahí lo observa. Está sentado, solo, en un sofá de dos cuerpos frente al televisor mirando el pro-
grama de bailes que estupidiza todas las noches a la gran mayoría de la gente. Se dirige a la puerta de entrada y golpea con suavidad. Alcanza a escuchar que el volumen del televisor se reduce y a los pocos segundos el picaporte se baja. El perverso no alcanza a ver bien de quien se trata ya que apenas entreabre la puerta un fuerte golpe sobre la nariz nubla toda su visión, trastabilla hacia atrás y cae sobre la mesita ratona en donde hasta recién tenía apoyados los pies descalzos. Quiere preguntar quién es pero un nuevo golpe con algo frío lo hace perder el sentido. Cuando vuelve a abrir los ojos, se descubre atado de pies y manos sobre su cama, un pañuelo de colores le impide hablar y asimismo dificulta su respiración; los ojos se agrandan intentando pedir explicaciones a la mujer que, a su lado, desliza con delicadeza una cuchilla sobre una chaira. Los ojos se agrandan aún más y la desesperación crece junto con las venas de sus sienes mientras Laura disfruta del prolongado ritual del afilado. La emasculación es lenta y dolorosa; Laura va haciendo pausas cuando percibe que el dolor disminuye y luego arranca de nuevo. Con aguja e hilo rojo que llevó desde su casa, hace unos torpes puntos con el solo fin de evitar la hemorragia; cuando termina, el maestro está en una especie de shock, inmóvil y pálido. Ella le suelta las manos y los pies y se retira cerrando la puerta de calle sin estridencia. Laura está en su casa, con el diario del día sobre las piernas y los ojos cerrados. No puede evitar, pese a intentarlo, no sentir culpa. Acerca el sillón de ruedas hasta la cama y se desliza hacia ella, se cubre con las frazadas, toma un rosario y empieza a rezar confiando en que Dios la perdonará por sus malos pensamientos.
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Laura es profundamente religiosa, por eso le duelen sus propios pensamientos, pero alguien tiene que hacer algo, se repite como para que la convicción la inmunice contra la culpa. Levanta el teléfono y marca un número que conoce; aguarda que contesten, lo que no se hace esperar y, tras escuchar el saludo protocolar que llega desde el otro lado, dice sin emoción: Deme con Bermúdez. Bermúdez es el comisario Rogelio Bermúdez, jefe de la seccional y quien se pone al teléfono rápidamente...
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AUTORES ENTRERRIANOS | Luis Luján
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Relatos desde el abismo
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El hombre sonrió por primera vez, pero sin festejar mucho el chiste. Fue hasta el auto, levantó en capot, miró unos minutos, hasta comprobar que de motores no sabía nada. Al rato habló. Con un tono de voz y una manera extraña, preguntó si había en este pueblo un taller mecánico...
Ga la ro C
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orría el año 1967, era la una de la tarde y el verano aún se hacía sentir. Nosotros estábamos precalentando en la cancha de enfrente al boliche porque teníamos un partido desafío. Vimos que en la banquina de la ruta se detenía una inmensa nube de vapor. Nos acercamos y comprobamos que el origen de la nube era un automóvil recalentado. Vimos a través de la nebulosa que unos metros más allá un señor morocho de bigotes negros y tupidos se había bajado del auto y de brazos cruzados miraba resignado. Vinimos todos los de nuestro equipo “La Chancha Atada”; los demás, es decir los contrarios, no habían llegado. Detrás del hombre que observaba su auto (inutilizable por el momento), se extendía “Ceibas City”, el boliche del pueblo, y una docena de parroquianos dispuestos a ver el partido debajo del alero. Nos acercamos con cierto temor. El Petiso García, marcador de punta, al ver semejante caos exclamó: “fooo che… va a reventar esto…”. Los demás expresaban su asombro con frases cortas y pertinentes. El hombre miraba su automóvil todavía humeante y nos miraba como lo rodeábamos. A los pocos minutos comenzó la charla: “¿Qué le pasó don…?”. “No sé… se calentó…”, dijo y continuaron las hipótesis por parte de los jugadores que, cada vez, arriesgaban más sus comentarios… “Capaz que es el tapón de la nafta que está flojo”, dijo Fuyito, que no tenía ni idea. “Puede ser la batería…”, agregó Chancho Colorau que tampoco la embocaba, ni con el balón, ni con la mecánica. El hombre escuchaba y asentía callado como para no echar al infierno a esa horda que intentaba colaborar con alguna idea esclarecedora. “Yo tenía un auto que andaba a pila…”, dijo el Rengo Charles y cuando le preguntaron: “¿Cómo a pila…?”. Agregó: “Sí… con una pila de boludos que empujaban”. El hombre sonrió por primera vez, pero sin festejar mucho el chiste. Fue hasta el auto, levantó en capot, miró unos minutos hasta comprobar que de motores no sabía nada. Al rato habló. Con un tono de voz y una manera extraña, preguntó si había en este pueblo un taller mecánico. Lo miramos y cinco a la vez respondimos: “Acá a la vuelta… Taller El Dios…”. "Pero hoy no atiende…", me apuré de decirle, "porque hoy es sábado y el Dios los sábados no abre su taller". Abrió grandes sus ojos, frunció el ceño y dijo para sus adentros: “Guácala, será posible…”. Preguntó dónde vivía, le indicamos y le dijimos que no se haga ilusiones, que los sábados se dedicaba a curar y entonces dijo: “Si es así que cure mi carro…”, y se fue a convencer al Dios. Nos quedamos comentando su manera extraña de hablar. Piluncho Amarillo dijo: “Debe ser alemán”; “qué va a ser alemán es paraguayo”, agregó Palito Ferreyra y continuó la deliberación acerca de su nacionalidad. Media hora más tarde regresó. “¿Y…?”, le preguntamos. El hombre esbozó una mueca amarga y respondió: “Lo va a curar después
de la misa…”. La misa final era a las siete de la tarde así que el forastero tendría unas cuantas horas de espera y no le quedaba otra que confraternizar con los jugadores del club, con quienes de alguna manera ya había trabado amistad. Luego comenzó el interrogatorio: “¿De dónde es usted… es paraguayo no es cierto?”, le preguntaron… “Colombiano”, respondió a secas. “¿Y de dónde viene… pa´ande va…? “Vengo de Buenos Aires y voy para Brasil…”. “Sabe que yo le veo cara de conocido…”, infirió Vizcacha contenta mientras se ataba los cordones de los zapatos y agregó: “¿Cómo se llama usté…? Yo lo he visto antes… “Gabriel García Márquez…”, dijo el hombre y Vizcacha exclamó: “Aaaaah… miré usté… pero claro usté es el del diario… el escritor…” “Sí”, dijo García Márquez… y Vizcacha agregó: “Pero hay que estar al bien pedo pa´ser escritor… no es cierto…” y le preguntó: “¿Juega al fubol … también?” Porque le vio pinta de nueve. Justo el jugador que nos faltaba para el partido. “Casi nada”, dijo y fue suficiente, de inmediato nuestros jugadores empezaron a convencerlo de que pateara para nosotros, que después si andaba bien ya lo dejaríamos de titular, y no sé cuántas cosas más le ofrecían para que aceptara el puesto. El colombiano se negó por un buen rato, dijo que hacía mucho que no jugaba, que estaba viejo, que la madre en coche, pero de a poco su negativa se fue debilitando. Hasta que accedió. Le habían caído bien chévere esos buenotes del equipo nuestro y como tenía la tarde libre… Para todo esto ya el equipo desafiante estaba en el campo de juego y el referí había llamado reiteradas veces. De apuro le encajaron la camiseta número 9, y con unos pantalones que traía, no muy adecuados que se diga, con bolsillos a los costados y eso, salió al ruedo junto con los demás integrantes de La Chacha Atada ante la ovación de los diez o doce hinchas apoyados en la pared del boliche. Comenzó el partido y el colombiano entró a brillar. Una, porque de nueve jugaba muy bien, y otra, porque los desgraciados de mis compañeros, que no le dan un pase ni a Cristo, a él se la daban servida porque era forastero o qué sé yo por qué. La cuestión es que García Márquez, engolosinado por el éxito que hasta ese momento tenía, entró a hacer firuletes, gambetas cortas, la pisaba, se la mostraba y se la escondía, y los contrarios pasaban de largo como colectivo lleno. Pero a la hora de definir hacía agua, no la metía y no la metía. Más tarde, a tres metros del arco, ensaya un violento remate que dio en el travesaño y a consecuencia de ese rebote los contrarios se fueron al ataque y entraron como Pedro por su casa a nuestro arco. 1 a 0, resultado mentiroso para el primer tiempo. Pitazo del juez y afuera de la cancha a descansar cinco minutos. El técnico nuestro, Miringa Churruarín, se encontraba debajo del alero del boliche y desde ahí dirigía. Llamó a sus jugadores que fueron de inmediato, no por las indicaciones sino porque se estaba mandando
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abo ompe un cervecita bien fría y ahí les dio, cerveza y consejos. “Busquen el claro muchachos… si te la da, se la das… pero con precisión… viste… y calladitos la boca porque este árbitro, ustedes saben, siempre nos tira al bombo y cobra a favor de los otros…” Miringa pidió más cerveza. “¿Y vos cómo te llamás?”, preguntó el técnico al nueve nuevo. “Dígame Gabo nomás”, respondió Gabo y se dispuso a escuchar las instrucciones… “A vos te voy a cambiar de puesto… vos ahora vas de 10, me gustaste para armador… y pegale, prendele de media distancia… si tenés ángulo prendele al arco… entendiste… Coso… ¿cómo era que te llamabas vos…?”, dijo Miringa y el colombiano le respondió: “Gabo, o dígame Coso si no se acuerda”. A Miringa le sonó mucho más Coso que Gabo, así que le dio la última premisa: “Vos… Coso ya sabés… escuchá esto… hoy hay que ganar, cueste lo que cueste…”. Y el equipo salió a la cancha, envalentonado ahora por la charla del técnico y por la nueva adquisición del equipo: Coso. Eso es lo que tenemos acá, los bautizamos enseguida. Sacamos nosotros, dos o tres toques atrás y me llega un pase… veo que el Gabo se proyecta por el margen derecho y le meto un pelotazo en profundidad. El Gabo se eleva, la baja de pechito entre dos marcadores y la duerme. Con la pelota muerta amaga a la derecha y engancha para la izquierda… y “¡Ole…!”, gritó la hinchada desde abajo del alero porque el colombiano hizo pasar de largo a dos de ellos. Y le dio de zurda, frenético bombazo que entró en el ángulo izquierdo. “La metiste donde anidan las arañas, Coso…”, gritó Miringa y volcó la cerveza recién comprada. Gran festejo en medio de la cancha y el Gabo me dice: “Qué buena vaina me diste Chico…”, y me abrazó emocionado. Después del gol empezamos a dominar. El colombiano enloquecido iba y venía. Resultó ser un jugador de fuste, muy delicado en el trato del balón y con mucha prestancia. En una que los contra revientan una pelota complicada, Gabo se acerca y
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me comenta: “El empate es un resultado de mierda, compadre… Vamos a meterle otro”. "Pero claro, don Coso…", le dije, porque ya me había mimetizado con el lenguaje del técnico que gritaba y gritaba desde el boliche. Hacen el lateral y Gabo disputa una pelota. La gana. Avanza hacia el arco, le salen tres y hace una bicicleta espectacular que deja a los contra mirando la fiambrera como los gansos de Cuadra… La bicicleta viene de arriba, cabeceo el balón y se lo pongo cuatro metros adelante, bruta pared y Coso que venía en carrera se eleva y la baja en el aire con el empeine derecho, cuando toca tierra, corre dos o tres pasos sólo con la pierna izquierda mientras que en la derecha lleva en balón adormecido. Lo marcan dos. Amaga para ambos costados. Mueve la pierna en la que llevaba la pelota con movimientos laterales y despista a los marcadores. Se da cuenta que acompaño por el otro lado. Amenaza al arco pero me la pasa, se la devuelvo por la misma y Gabo queda solo frente al arquero. Indica con todo el cuerpo que le va a pegar y el arquerito vuela para tapar y Gabo (¡grande Maestro!) entra caminando en dirección al gol. Me ve que estoy contra el palo y me pregunta: “¿Querés hacerlo?”. Le hago señas que no y el Gabo empuja la pelota al fondo de la red. Le ganamos 2 a 1 a Los Lagartos del Médano con dos golazos del colombiano y después vino el festejo en el boliche como corresponde. La tarde se alargó entre comentarios y risas hasta que apareció El Dios con el auto reparado. El colombiano se despidió y dijo de tenía que continuar su viaje hacia el norte. Lo bueno de aquella tarde fue que ganamos bien y Los Lagartos quedaron calientes como siempre. Lo malo de aquella tarde fue que Gabriel García Márquez no quiso aceptar la titularidad en nuestro equipo a pesar de las tentadoras ofertas que le hicimos… Increíble.
Comenzó el partido y el colombiano entró a brillar. Una, porque de nueve jugaba muy bien; y otra, porque los desgraciados de mis compañeros, que no le dan un pase ni a Cristo, a él se la daban servida porque era forastero o qué sé yo por qué. La cuestión es que García Márquez, engolosinado por el éxito que hasta ese momento tenía, entró a hacer firuletes, gambetas cortas, la pisaba, se la mostraba y se la escondía, y los contrarios pasaban de largo como colectivo lleno...
LUIS LUJÁN nació el 27 de agosto de 1953 en Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos, Bibliotecario Documentalista Ha publicado: “Entre Ríos al sur”, Cuento, Editorial Amaru, 1994. “A pesar de todo” Poesía, Ediciones del Clé, 1996. “Muerto el Pedro se acabó la rabia”. Cuento, Ed. Tierra del sur, 2005. “Ceibas tierra grandiosa – Crónicas del País de los matreros” Ediciones del Clé, 2007. ”Materia primitiva” Poesía, Singular Ediciones, 2013.
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MIRADAS | Luis Castillo
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Este disco nació de una idea madre de homenajear a Luis Alberto Spinetta desde el folklore. La convocatoria inicial fue para arreglar dos o tres canciones y eso lo llevamos a cabo prácticamente en una semana; lo que pasó después fue como una cadena de casualidades, pues algunos artistas que ya me conocían, repararon en mis conocimientos sobre Spinetta y, obviamente, del folklore...
Néstor Díaz
“No hay que hacer música para el éxito” Así lo afirma el flamante ganador del premio Carlos Gardel por su disco Raíz Spinetta, un triple álbum conceptual que remoza la discografía de Luis Alberto Spinetta mediante nuevas voces y una admirable paleta de ritmos folklóricos.
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l gualeguaychuense Néstor Díaz viene de una familia de músicos apasionados por el folklore. Como tantos otros, hace ya varios años, en 1983, viajó a Buenos Aires para perfeccionarse y crecer como músico. Allí, producto de su tenacidad y su talento, fue ganándose espacios que le permitieron comenzar a trabajar con los más importantes artistas de nuestro país. Realizó numerosas giras por Europa y Asia junto a la voz tanguera de quien es su esposa y madre de sus dos hijas: Laura Casariego. Admirador incondicional de Luis Alberto Spinetta, uno de los más importantes referentes del rock nacional, no solamente tuvo la fortuna de poder trabajar con toda su obra sino que, además, pudo hacerlo con su mirada personal y la impronta de la música folclórica. El resultado fue Raíz Spinetta, un álbum triple que contiene 53 canciones del mentor de Almendra, Invisible y Pescado Rabioso. Por esta producción, recibió recientemente el premio argentino más importante de la música, el Carlos Gardel al mejor disco conceptual.
▶ Spinetta en ritmos folklóricos, ¿cómo nace esta idea? ▶ Este disco nació de una idea madre de homenajear a Luis Al-
berto Spinetta desde el folklore. La convocatoria inicial fue para arreglar dos o tres canciones y eso lo llevamos a cabo prácticamente en una semana; lo que pasó después fue como una cadena de casualidades, pues algunos artistas que ya me conocían, repararon en mis conocimientos sobre Spinetta y, obviamente, del folklore. Cuando uno de mis arreglos llegó a destino, me llamó Mauro Torres para decirme que le pareció buenísimo y que quería conocerme. Pues bien, nos juntamos en mi estudio y yo le dije: “Che, hay que hacer un disco, pero cuidando las versiones y que el estilo de cada ritmo sea un folklore de mucho vuelo”, o sea algo cercano al mundo Spinetta. Torres me dijo que lo que yo le proponía, también se lo diría, nada menos que, a Rodolfo García (baterista de Almendra, el primer grupo de Spinetta), así que con su padrinazgo, más mi dirección artística y producción general, arranqué con las grabaciones en mi estudio, lo que llevó más de un año y medio.
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En tu época de adolescente spinettiano ¿podrías haber imaginado arreglar todos estos temas en ritmo folklórico? ▶ Creo que jamás... La verdad es que descubrí a Spinetta con su
primer grupo, Almendra, y tal vez la canción que primero escuché fue “Fermín”, luego “Muchacha ojos de papel”, serían los años 70 y yo tendría unos 8 años. Lo que te puedo contar es que so-
ñaba con que Spinetta escuchaba una canción mía y me invitaba a tocar con él (en los sueños todo es más fácil, ja ja), pero nunca pensé que podría arreglar un disco tan conocido y menos llevarlo a formas y ritmos folklóricos. Esto tiene que ver con que yo nunca haría un disco con canciones de Luis, tal cual él las grabó, para eso está él. Yo le di otra lectura a su obra.
▶ ¿Cómo se hace para que las
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canciones no pierdan le esencia y conserven lo que quiso expresar el compositor en cada tema? ▶ Este fue un verdadero desafío, meterse con la obra de Spinetta es muy complicado, su gente no acepta otra cosa que no sea su propia obra, así que me armé de un guion para la prensa, donde explicaba de que se trataba este disco. A partir de ese momento trabaje muy duro para que las canciones que eligieran los artistas invitados tuvieran Raíz, aire folklórico, interpretación de la poesía,
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y fundamentalmente, que conservaran el vuelo y la magia de cada canción. Creo que la mezcla de todo esto más un toque de energía del más allá... Es como se logró esto que mencionas, no perder nunca la esencia de su obra.
▶ ¿Cómo fue la experiencia de
trabajar prácticamente con todos los monstruos sagrados de la música nacional actual? ▶ Fue una experiencia reveladora en mi vida y las vivencias con cada uno de los artistas que admiré desde siempre… Es algo imposible de describir. Sólo por dar un ejemplo: Cuando tuve que hacer el arreglo para la canción que le sugerí a Machi Rufino (bajista de Invisible), el día pactado para grabar, me tocó timbre, salí a recibirlo y no bien lo vi entrar a mi casa, mi cabeza regresó en ese segundo a Gualeguaychú, cuando escuchaba los discos de Invisible y me maravillaba con esa banda; algo similar pasó cuando me recordaba saliendo desde mis pagos a dedo para ver conciertos en Buenos Aires, en los que tocaban estos tipos con los que hoy toco y se toman un vino conmigo. A muchos de los músicos actuales los fui conociendo a lo largo de conciertos, o en mi propio estudio, como a Bruno Arias que grabó en casa para otra producción y lo invité a versionar “Bajan” (del disco Artaud).
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¿Cómo manejaste la selección y adecuación de cada tema a quien iba a interpretarlo? ▶ Ése fue un poco mi trabajo de relojero en esta producción. Pensar en una canción de Luis e imaginar el ritmo nuevo que tendría y luego volver a imaginar
con que voz sonaría tal como lo pensé, fue una tarea casi de alquimista. Para darte un ejemplo, en un momento dije: “Este disco es federal, están presentes casi la totalidad de ritmos folklóricos representados; pues bien, tengo que tener una lengua originaria y así fue que convoqué a una cantante mapuche: Beatriz Pichi Malen. Ella aceptó, pero el problema era qué canción podría interpretar, ya que el mapuche es un idioma que usa muchos conceptos, es una lengua ágrafa; es decir, no tuvo escritura. Al momento de elegir una canción, se me ocurrió el tema “Por” del disco Artaud, ya que Spinetta construyó esa poesía con palabras sueltas y algunas suenan dentro de la canción hasta puestas al azar. Después hay canciones más concretas que le quedaron justo al intérprete por cuestiones de zona geográfica o trabajos que había hecho anteriormente. Por ejemplo, cuando llamé a León Gieco, no dudé en ofrecerle una canción que tuviera un aire litoraleño, ya que él es cercano al Paraná y el Litoral no le es ajeno en sus canciones; así que hicimos “Todas las hojas son del viento” y le hice arreglos en los cuales una chamarrita a lo largo del tema se va convirtiendo en candombe. Me gustó mucho trabajar con León, todo lo hace fácil.
▶ ¿Cómo vivieron este material
la familia y los viejos compañeros de las bandas? ▶ La familia Spinetta estaba permanentemente en contacto conmigo. Les iba enviando la gráfica y algunas pocas versiones del disco para que escucharan como iba sonando. El contacto con ellos
fue realmente muy emocionante para mí: hablar con Catarina o tener la visita de Patricia Salazar de Spinetta en casa, fue grandioso. No te das una idea cuánto. Respecto a sus músicos, fue muy fuerte el contacto, pero a la vez no bien escuchaban la propuesta musical del arreglo a versionar, ya me integraban como un músico más, cosa que confieso, fue definitivamente muy movilizador para mí; de pronto me vi tocando la guitarra con con Machi (Rufino) en el bajo, Rodolfo García en batería, Juan del Barrio en piano y yo en la guitarra… me parecía estar soñándolo.
▶ ¿Qué proyectos tenés por de-
lante para el futuro inmediato? ▶ Varios, para éste y el próximo año. En lo personal, reinicié una obra que habla sobre el río Gualeguaychú, con músicas mías y letras de Luis Castillo. Esta obra me encanta porque, obviamente, habla de mí mismo en un gran punto; quiero decir, habla de mi lugar, de mis paisajes, de mi río y mi gente. También estoy grabando con Rubén Goldin, este rosarino que desembarcó con Baglietto, Fito Páez y Garré, entre otros. Estoy arreglando unas tres canciones para su primer disco que editará de folklore. También estoy como productor y haré varios arreglos para lo que será el primer disco de Machi Rufino como cantante. La última vez que grabó cantando, lo hizo con Luis Alberto Spinetta. Y también estoy por grabar un disco con el Mono Hurtado, sólo con guitarra y contrabajo. Hay algunas cosas más , pero aún están en la etapa de proyecto.
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¿La importancia tanto de este trabajo, como el haber recibido tamaño reconocimiento, te condiciona en alguna manera para tus próximos emprendimientos? ▶ Creo que este trabajo me dio más de lo que pensé, o en realidad, nunca pensé que lo me podría traer este trabajo. De importante lo tiene todo, estuve al mando y a cargo de la dirección artística de más de 70 artistas, entre los cuales estuvieron León Gieco, Teresa Parodi, Sandra Mi-hanovich, Rubén Goldin, Juan Carlos Baglietto, Lito Vitale, Rodo García, Leo Sujatovich, Grace Cosceri, Bruno Arias, Suna Rocha, Marcelo Torres, Rodolfo Mederos... Lo que sí puede pasar es que mis próximas producciones puedan tener un poco más de prensa, o que músicos o productores que vieron mi trabajo, pudieran tener en cuenta qué disco edite, sobre todo teniendo en cuenta el Premio Gardel que acabo de recibir... Terminando ya la charla y cuando el grabador está a punto de apagarse, Néstor Díaz dice más para sí que para la nota: "Creo que volvería a hacer todo lo que hice... En algún momento, casi nos quedamos a vivir en París y hoy la verdad a la distancia creo que hicimos muy bien en apostar a estas pampas. El arte es bellísimo, estar dentro de la cultura y la música es de alguna forma estar cerca de lo sanador, de las vibraciones lindas, de la armonización del cuerpo y el alma. No hay que hacer música para el éxito, como dijo mi amigo Dino Saluzzi, cuando alguien tiene éxito, otro ha sido derrotado y el arte no se manifiesta para eso".
Este trabajo me dio más de lo que pensé; o en realidad, nunca pensé que lo me podría dar este trabajo. De importante lo tiene todo, estuve al mando y a cargo de la dirección artística de más de 70 artistas, entre los cuales estuvieron León Gieco, Teresa Parodi, Sandra Mi-hanovich, Rubén Goldin, Juan Carlos Baglietto, Lito Vitale, Rodo García, Leo Sujatovich, Grace Cosceri, Bruno Arias, Suna Ro-cha, Marcelo Torres, Rodolfo Me-deros...
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FRAGMENTOS Umberto Boccioni (1882-1916)
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LA FRASE Octavio Paz
OCIO RECOMENDADO
(1914-1998)
STAFF
TODOS LOS DÍAS UNA COPITA x Paio
Cada poema es único e irrepetible. En cada obra late, con mayor o menor grado, toda la poesía. Cada lector busca algo en el poema. Y no es insólito que lo encuentre: Ya lo llevaba dentro...
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Director ElDía Sebastián Carbone Editor S!gno Luis Castillo Editor Suplementos Fernando Piciana Colaboradores Luis Luján Luis Recalde Paio Zuloaga
raíz spinetta Varios Intérpretes | Sony Music Álbum triple que contiene 53 canciones del mentor de Almendra, Invisible y Pescado Rabioso en versiones folklóricas, en una edición de lujo, que incluye tres dibujos originales de Luis Alberto Spinetta, más las fotografías y el diseño gráfico y las fotos de Alejandro Ros y Eduardo Dylan Martí, quienes fueron sus colaboradores habituales.La galería de participantes la engrosan León Gieco, Liliana Herrero, Juan Carlos Baglietto, Teresa Parodi, Sandra Mihanovich, Suna Rocha, Rodolfo Mederos, Bruno Arias, Lito Vitale, Juan Quintero, Olga Román, Juan Del Barrio, Leo Sujatovich, Grace Cosceri y Marcelo Torres, entre otros. El material se compone de registros originales, realizados en 22 estudios de Buenos Aires entre marzo de 2013 y julio de 2014. La trilogía tiene puntos altos y navega entre un abundante collage de versiones, en el que prevalece una sonoridad acústica que parece un guiño a la austeridad del sonido del Kamikaze spinettiano que mejor se entiende con el universo folklórico.
los terratenientes de la pampa argentina Roy Hora | Siglo XXI Editores Los terratenientes de la pampa fueron la más opulenta de todas las clases propietarias de Latinoamérica en la era agroexportadora que comenzó tras la independencia y se extendió hasta mediados del siglo XX. Descripta en su momento como una elite poderosa y distinguida, y más tarde como una oligarquía culpable de todos los males del país, la burguesía terrateniente argentina ha sido objeto de elogios y condenas. Tomando distancia de las corrientes de interpretación dominadas por el juicio moral, siempre polémicas y simplistas, este libro es el primer estudio que se propone comprender, de manera sistemática, la trayectoria histórica de este grupo. Roy Hora concentra su atención en la historia social y política de la burguesía rural, pero también se refiere a las dimensiones económicas y culturales. Analiza su emergencia como el sector dominante de la clase capitalista y su contribución al desarrollo productivo en el sector agrario; la naturaleza de su poder y sus vínculos con la elite gobernante; sus relaciones con los empresarios industriales y con las clases medias y populares; sus conflictos con los agricultores y los ganaderos pequeños y medianos a partir de la década de 1910; y su declive luego de la crisis del 30, cuando el patrón de desarrollo dominado por el ímpetu exportador comenzó a ceder frente al ascenso del sector manufacturero y las promesas del proteccionismo industrial. Edición definitiva de una obra de referencia, con un prefacio esclarecedor sobre los desafíos del presente, este libro contribuye a ensanchar los horizontes para un debate necesario sobre las razones del auge y declinación no sólo de los grandes terratenientes sino también de la Argentina agroexportadora.
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