Signo :: Suplemento de Arte y Cultura de ElDía (DICIEMBRE 2014)

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S gno sábado 13 DE diciembre DE 2014

día nacional del tango

La música del arrabal


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sábado 13 DE diciembre DE 2014 .:. GUALEGUAYCHÚ .:. ENTRE RÍOS

EFEMÉRIDES culturales

Esta fecha nació de un modo más que especial. Era una noche de 1965. Ben Molar estaba parado en la esquina del tango, esquina que, según sus palabras, “es la que mis amigos Francisco Pacránico y Celedonio Flores hicieron que se llamara Corrientes y Esmeralda...”

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11 de diciembre

Día Nacional del Tango B

en Molar fue un personaje casi mitológico del Buenos Aires porteño. Si bien fue famoso desde joven por la repercusión de sus boleros, fue el tango la herramienta que le permitió ser uno de los animadores más activos de la historia del mundo de la música ciudadana. Cultor por sobre todo de las grandes conversaciones y de las amistades que cultivó con nombres de resonancia como Julio De Caro, Aníbal Troilo, Enrique Cadícamo, Tita Merello y otros. Creador de la muestra “14 con el tango” que fue la primera expresión interdisciplinaria que congregó a escritores de la talla de Jorge Luis Borges, músicos como Pichuco y pintores de la altura de Raúl Soldi. Él fue quien impulsó la instauración del Día Nacional del Tango, que se festeja en todo el mundo cada 11 de diciembre, en conmemoración a las fechas de nacimiento de los creadores de dos vertientes del tango: “La Voz” (Carlos Gardel, el zorzal criollo, ídolo y figura representativa del tango) y “La Música” (Julio De

Caro, gran director de orquesta y renovador del género). Esta fecha nació de un modo más que especial. Era una noche de 1965. Ben Molar estaba parado en la esquina del tango, esquina que, según sus palabras, “es la que mis amigos Francisco Pacránico y Celedonio Flores hicieron que se llamara Corrientes y Esmeralda...”. Iba camino de la casa de Julio De Caro para festejar su cumpleaños cuando le surgió la gran idea: asoció la fecha de nacimiento de De Caro con la de Carlos Gardel. Cayó en la cuenta de que, además de ser las dos grandes vertientes, eran los dos grandes creadores nacionales. Presentó entonces la propuesta al Secretario de Cultura de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, Ricardo T. Freixá, quien le pidió la conformidad de las entidades artísticas. Ben Molar consiguió así la conformidad de Sadaic, Argentores, Sade, Casa del Teatro, Sindicato Argentino de Músicos, Unión Argentina de Artistas de Variedades, Academia Porteña del Lunfardo, Radio Rivadavia,

Fundación Banco Mercantil, La Gardeliana, Asociación Argentina de Actores y Asociación Amigos de la Calle Corrientes. Once años más tarde, después de mucho recorrer y de observar cómo sus pedidos quedaban en cajones oficiales, amenazó cordialmente al Secretario de Cultura de la Municipalidad de Buenos Aires, Ricardo Freixa, con hacer una gran movilización radial, televisiva y gráfica anunciando la organización de un festival monstruo en el Luna Park en apoyo del Día del Tango. Así, junto con una delegación de la Asociación Amigos de la Calle Corrientes, le pidió a Tito Lectoure el Luna Park para el 11 de diciembre. A las dos horas del ultimátum se produjo el milagro: la promulgación del decreto anhelado durante tantos años. Así, el 29 de noviembre de 1977 Ben Molar recibió la noticia de que había sido firmado el Decreto Nº 5830/77 de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. El 11 de diciembre el festival se realizó con la presencia enfervorizada de espectadores que cele-

braron el anuncio de ese merecido Día del Tango y vivaron de pie a sus máximos ídolos. Estuvieron presentes los más grandes músicos, orquestas, cantantes, animadores, locutores, periodistas y personalidades vinculadas con el tango. Esa noche, Julio De Caro recibió muy emocionado en el escenario el aplauso de unas 15 mil personas que cantaron su cumpleaños. Sin embargo, para Ben Molar esto no fue suficiente: se propuso llevar las cosas a nivel nacional. El 23 de diciembre de ese año, a pedido del Secretario de Estado de Cultura de la Nación, Doctor Raúl Alberto Casal, organizó una despedida tanguera de ese año 1977 en el Teatro Nacional Cervantes. Pero, a cambio, Ben Molar le pidió la aprobación del decreto a nivel nacional. En el Cervantes actuaron entonces grandes intérpretes, orquestas, cantantes y animadores y, además, se dio lectura al Decreto Nº 3781/77 del 19 de diciembre de 1977, en el que quedó establecido el Día Nacional del Tango para todos los 11 de diciembre.


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crónicas urbanas | Héctor Luis Castillo

Un cuento de Navidad

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l flaco Ovidio vive a unas veinte cuadras del centro, es un tipo honesto, amable, su único defecto −si es que se le puede llamar así− es que le gusta prenderse al tinto en horas indebidas. Tal vez por eso le cuesta tener un trabajo estable y vive de changas. Todos lo conocen, tanto en el barrio como en el centro, saben que es servicial y bien dispuesto a todo tipo de tareas pero también todos saben lo otro, por eso es que lo llaman una vez o dos y después prefieren no volver a hacerlo. El flaco sabe que tiene un problema, lo que no sabe es cómo solucionarlo; la vez que fue a alcohólicos anónimos terminó casi a las trompadas con el coordinador. Ah, porque eso sí, el flaco tiene su carácter. Y muy pocas pulgas. Cuando llega la época de las fiestas, el flaco se pone un poco melancólico, quizás hasta triste por momentos. Su única hermana falleció hace un par de años en la sala de salud mental del Hospital y desde entonces la soledad le pesa cada vez más. Antes por lo menos tenia a quien hablarle, aunque ella no contestara; porque los últimos meses la Julia estaba como ida, con la mirada siempre al techo y balbuceando quién sabe qué cosas. El flaco le daba de comer en la boca, le contaba cosas del barrio, le hacía chistes que nadie festejaba, la bañaba cada tanto y la acostaba antes de sentarse solo a tomarse unos vinitos en la puerta si era verano o al lado de un viejo calentador si la helada afuera castigaba los techos. Un día la encontró más dormida que de costumbre, ya no comía y ni siquiera balbuceaba. El flaco llamó al hospital y se la llevaron. No volvió nunca más. Esa navidad la pasó muy mal, se emborrachó temprano y todo el día siguiente estuvo malhumorado y más pendenciero que nunca. Como todos lo conocían y sabían de su dolor nadie le dio el gusto de trenzarse en una pelea. Eso lo puso peor y se durmió hasta el Año Nuevo. Pero este año el flaco quiere que su Navidad sea distinta, con-

siguió una compañera a la que invitó a compartir la Nochebuena y tiene todo el deseo de que también para él se haga realidad alguna vez eso que escuchó tantas veces del milagro de navidad. El problema es que no tiene un peso para comprar ni siquiera unas garrapiñadas. Necesita conseguir una changa, cualquier cosa que le permita comprar un pollo con papas fritas o unas milanesas aunque sea para compartir con su compañera. Hasta se prometió que iba a tomar jugo esa noche para ver si de una buena vez las cosas empezaban a cambiar para él. Recorrió una y otra vez la ciudad de punta a punta viendo si encontraba algo para hacer. Nada. Empezó a sentir que el mundo se desmoronaba sobre él y esa sensación de que todo estaba irremediablemente perdido lo asaltó una vez más. Qué poco había durado el sueño de no pasar solo la Nochebuena, de poder dejar aunque fuera por un tiempo la bebida, de tener una vida. Con qué cara iba a decirle a ella que no había nada para comer en esa fiesta. Cabizbajo regresaba para el barrio cuando sintió el grito: ¡Flaco! Giró y se encontró con uno de los muchachos que es bombero voluntario y que vive cerca de su casa. Flaco −le dijo−, si estas al pedo por qué no nos das una manito en el cuartel, es urgente. Sin salir de su asombro Ovidio cuestionó: Cómo una manito, qué, ¿tienen un incendio? No flaco, qué incendio, necesitamos un Papá Noel para que vaya arriba de la autobomba por los barrios. ¿Y me van a arrimar unos mangos? Porque estoy en la lona como para pasarme la tarde arriba del camión repartiendo juguetes. Quedate tranquilo, vamos a hacer una vaquita con los muchachos y algo te vamos a tirar. Llegaron al cuartel, el flaco se colocó dentro del insoportable traje de invierno con casi 38 grados a la sombra, trepó a la autobomba y salieron a los sirenazos limpios mientras él se terminaba de acomodar una falsa barba de

algodón. Recorrían los barrios y los gurises saludaban enloquecidos mientras corrían detrás y al lado del camión; el flaco saludaba cada vez más posesionado en su rol de Papá Noel. Realmente estaba disfrutando de todo eso a pesar de que la barba ya estaba empapada de sudor y podía sentir una catarata de transpiración que le caía por la espalda. Che, muchachos −dijo como al descuido−, ¿algo para tomar no habrá? Me estoy secando como una lechuga aquí arriba. Nadie pareció escucharlo excepto una mujer que, con un chico en brazos, caminaba al lado del camión; dejó al niño en el suelo, entró a la casa y salió rápidamente con una botella de sidra helada que le alcanzó al Papá Noel. Ovidio hizo volar el tapón y se prendió de la botella hasta vaciarla. Agradeció con la cabeza a la samaritana mientras el camión arrancaba de nuevo y se dirigía hacia el barrio del flaco, que iba durito arriba del camión que se sacudía más de lo aconsejable. Fue al pasar por la esquina, donde está el boliche donde suele recalar

toda la barra que, alertados por las sirenas, salieron algunos parroquianos a la calle. Uno de ellos lo reconoció y le pegó el grito creyendo o suponiendo que el flaco no había tomado nada: Che Papá Noel, ¿le robaste las guampas al reno o son las tuyas nomás? Nadie supo en qué momento el flaco Ovidio se tiró desde arriba del camión y se trenzó a las trompadas con el gracioso del bar. Los gurises, entusiasmados, hacían barra por Papá Noel que, con la barba por la espalda, tiraba trompadas para todas partes mientras insultaba al agresor. Tres bomberos hicieron falta para sacárselo de encima del otro al flaco que estaba totalmente desencajado. La muchacha, dicen, enterada de esto ni siquiera se molestó en esperarlo esa noche. El flaco pasó la noche en la jefatura con el disfraz de papá Noel, o mejor dicho, con lo que quedaba del traje. El gracioso del bar también quedó detenido junto al flaco pero, como la familia le llevó algunos turrones y Pan dulce, no pudo menos que compartirlo con el flaco. Después de todo, los dos eran del barrio.

Cuando llega la época de las fiestas, el flaco se pone un poco melancólico, quizás hasta triste por momentos. Su única hermana falleció hace un par de años en la sala de salud mental del Hospital y desde entonces la soledad le pesa cada vez más...

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lecturas en profundidad | Nerina Ross

Esta obra de lectura obligatoria es una puerta de entrada interesante a la obra de Paulo Freire, pero además, plantea cuestiones que todo docente se pregunta al iniciar su formación profesional y perduran durante toda su trayectoria docente: ¿Qué es un educador? ¿En qué se funda su autoridad docente? ¿Qué es enseñar y qué es aprender?

Preguntas para pensar la educación hoy

La docencia como pasión Cartas a quien pretende enseñar, de Paulo Freire, es una obra que amerita múltiples lecturas ya que analiza la “cuestión docente” poniéndola como eje de discusión de toda política pública educativa desde distintos ángulos.

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artas a quien pretende enseñar fue publicado en 1994, un libro escrito a los 72 años de Paulo Freire, en la madurez de su vida y de su trayectoria como educador. Tiene la particularidad de estar dirigido especialmente a los maestros, en el que intenta revisar algunos de sus conceptos, pensándolos en el contexto del docente en proceso de formación. Paulo Freire intenta mantener un diálogo con los docentes, interpelándolos desde un “nosotros”, con el propósito de defender su identidad y legitimidad como docentes, de ver a los docentes como condición y recurso, no como problema. Es este un libro que amerita múltiples lecturas, ya que analiza la “cuestión docente” poniéndola como eje de discusión de toda política pública educativa desde distintos ángulos: la política educativa en sí (a partir de su experiencia en la gestión pública en Brasil), la mirada gremial, la práctica pedagógica y desde lo que entiende debería ser la formación docente, enfoque que tomaremos en el presente artículo. Varias son las razones que lo convierten en un libro de lectura obligatoria en los primeros años de formación docente: en principio, vale destacar que es una puerta de entrada interesante a la obra de Paulo Freire, pero además, plantea cuestiones que todo docente se pregunta al iniciar su formación profesional y perduran durante toda su trayectoria docente: ¿Qué es un educador? ¿En qué se funda su autoridad docente? ¿Qué es enseñar y qué es aprender? ¿Cómo debería ser la relación entre el docente y sus alumnos? ¿Qué función cumple el conocimiento crítico en la formación docente? ¿Qué hacemos con las diferencias culturales dentro del aula? ¿Qué es una escuela democrática? Todas estas preguntas son el camino hacia una cuestión clave: ¿Cómo se construye la legitimidad social del ser docente hoy?

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La docencia como elección de vida La primera de las respuestas que intenta dar Paulo Freire es que la docencia es una profesión y que no se elige por descarte, dado que no es posible convertirse en un buen docente si no se asume la con-

dición docente como elección de vida y como pasión. En su edición original Brasileña, el título del libro fue “Maestra sí, tía no”, dado que allí los niños le dicen “tía” a su maestra, como si fuera parte de su familia. Freire trata de desentrañar cómo este modo de reconocer al docente termina ocultando “la sombra ideológica que descansa con maña en la intimidad de la falsa identificación”, lo que consolida su des-profesionalización y su des-valorización social. Traigo a colación al respecto una anécdota personal que viví en el marco de la cátedra “Seminario de Investigación”, de la Licenciatura en Pedagogía. Como parte de una instancia de capacitación docente, realizamos una dinámica donde los mismos docentes debían definirse en su tarea cotidiana en la escuela a través de un personaje. A partir de los resultados obtenidos, se deduce que tras la condición de “docente” existe aún hoy una heterogénea cantidad de sentidos adjudicados a la tarea profesional del maestro, y fundamentalmente, se percibe la idea de que el rol sigue siendo el de una “gran mamá”. Sólo una docente definió su espacio laboral a semejanza de su propia escuela primaria: recordó a su maestra y lo importante que era su incentivo cotidiano y referencia en la niñez. Cada una de las palabras con que se define un docente se inserta en una trama de relaciones y de significaciones construidas a partir de éstas. Freire sostiene que desde su formación los docentes deben visualizar la práctica docente como una práctica política y plantea algunas claves para devolverle el sentido profesionalizante a la práctica educativa: jamás entender la cuestión docente como una cuestión individual, reconocer que nuestra tarea es fundamental y que capacitarse es una exigencia política. En torno al enseñar y aprender dice que es la función constitutiva y exclusiva de la escuela y propone algunos ejes de análisis: nadie aprende si no es a partir de un movimiento dinámico entre lenguaje, pensamiento y realidad, y nadie aprende si no sabe leer y escribir. Destaca asimismo que se sigue pensando la práctica de educar desde una visión dicotomizada entre el leer y el escribir, como aspectos constituyentes del acto de aprender. Freire ofrece un ejemplo en el que una comunidad de padres campesinos pedían que a los chicos se les enseñara las letras, para que aprendieran a leer. Lo que él trataba de explicarles es que nadie aprende a hablar repitiendo letras sueltas, sino a partir de frases significativas que comunican algo, mediadas por el deseo de ser comprendidos por un otro. Sólo puede convertirse en sujeto crítico de su propio proceso de formación quien puede pensar, hacer, escribir, estudiar, leer, quien conoce con su “cuerpo entero”, y cuando todas estas operaciones conviven solidariamente, y sin separar lo cognoscitivo de lo emocional. Sin embargo, la escuela sigue sacando del proceso las emociones, los deseos, los miedos, las dudas, la pasión y sigue priorizando la “razón crítica” como el modelo de conocimiento. Freire va más allá y sostiene que “educar es un atrevimiento”. Docentes atrevidos son aquellos que siguen enseñando a pesar de ser mal pagos, aquellos que paran una clase para dar de comer o abrigar a sus alumnos, aquellos que denuncian las magras asignaciones escolares para mantener la escuela, los que se atreven a que todos sus alumnos pasen a la bandera independientemente de su rendimiento académico, porque, acaso ¿sólo los “buenos alumnos” son ciudadanos y tienen derechos políticos? Por otro lado, enseñar y aprender para Freire requiere de dos condiciones por parte del educador: lectura del mundo y lectura de la palabra. El enseñar no existe sin el aprender. Se aprende cuando se reconoce lo antes aprendido al volverlo a enseñar y al repensar lo ya pensado, mientras revisamos nuestras posiciones a partir de las preguntas que nos proponen nuestros propios alumnos. Una escuela democrática no puede ser una escuela que sólo trasmite contenidos, y los docentes tenemos la responsabilidad ética, política y profesional de tener que capacitarnos durante toda nuestra trayectoria docente. Para analizar críticamente la práctica, para evaluarla, en tanto camino de capacitación teórica y no como mero instrumento para recriminar a la maestra.


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Leer, escribir y conocer son indisociables. Se conoce a partir de leer y crear una comprensión nueva, creativa, de lo leído. Por ello, es tan necesario que un docente en formación sepa leer y escribir. Tampoco puede haber disociación entre la experiencia escolar y el mundo cotidiano de quien aprende. En esto Freire reconoce la influencia que ha tenido Vygotsky en su obra. Para él, la tarea de educar implica hacer ese pasaje de la experiencia sensorial cotidiana, a la experiencia escolar, mediada por el lenguaje, los conceptos abstractos, y de ahí a lo tangible. Hay una “lectura anterior del mundo que hay que recuperar” y el docente tiene que estar preparado para ponerla en juego en su práctica pedagógica. No se puede prescindir del conocimiento crítico de las condiciones sociales, culturales y económicas de los educandos, lo cual implica otra razón más para salir del aula y estudiar fuera de ella. Es necesario saber qué saben los niños (y adolescentes) y cómo lo saben. Para ello, es necesario que los docentes tomen distancia, aquella que viene de la “curiosidad epistemológica”: interrogar el texto, compararlo con similares o diferentes, confrontarlo con experiencias y emociones, mirar ahí donde nunca antes se había mirado. La escuela entonces se convierte en tiempo-espacio de producción de conocimientos tanto para el alumno como para el docente, como experiencia dialógica con otros. Aún así, se sigue enseñando a leer individualmente (cada uno en su banco y pidiéndole al que lea mejor que pase al frente a leer para los demás). Estas cuestiones resultan preocupantes, aún cuando los nuevos diseños curriculares incorporan temas críticos (y en buena hora que así sea) que décadas atrás no eran contemplados (derechos humanos, derechos del niño, ciudadanía y participación, pueblos originarios, cuestiones de género y educación sexual). Pero la sola incorporación no garantiza la construcción de conocimiento crítico, ni mucho menos un futuro con mayor inclusión, igualdad y justicia social. A modo de ejemplo, la construcción de ciudadanía, un tema que Freire aborda en profundidad en ésta obra. Ha sido tomado como contenido transversal en la escuela: hablamos de vida en comunidad, de respeto, de convivencia, pero los “informes sobre convivencia” siguen siendo evaluaciones desde el docente hacia el niño. Se evalúa que el niño levante la mano para hablar, el niño sea tolerante frente al diferente, el niño comparta, el niño no discrimine, el niño escuche a la seño cuando habla, el niño traiga los útiles y sea ordenado. ¿Y por qué el niño y sus padres no pueden evaluar al docente en el mismo sentido? Dice Freire que es necesario lograr que “se perciban las tramas sociales en las que se constituye y se reconstituye el lenguaje, la comunicación y la producción de conocimiento” en la escuela. Aquí reside la importancia de la investigación educativa para el docente, en tanto proceso de problematización de la práctica docente. El docente no sólo tiene que transmitir conocimientos sino también producir su propio conocimiento y transformar sus significados a partir de su experiencia cotidiana. del autoritarismo al espacio dialógico Otro aporte interesante de su obra es su visión acerca de cómo debe ser la relación entre educadores y educandos, para lo cual establece la distinción entre autoridad y autoritarismo. El sistema educativo sigue siendo un espacio autoritario y frente a él las reacciones son múltiples. Hay una diferencia entre ser autoritario y tener autoridad. Una se posiciona del lado de la manipulación, la otra del lado de la directividad, en tanto capacidad de decisión profesional por parte del docente como condición indispensable en el proceso de aprendizaje. ¿Cómo se construye esta autoridad del docente frente al padre y al alumno? Con formación, con capacidad de decisión y siendo coherente entre lo que se dice y lo que se hace, dice Freire. Si un docente no sabe justificar qué hace, porqué lo hace y para qué lo hace, no es un docente que muestre competencia profesional. Asimismo, cabe destacar la diferencia entre

decisión y arbitrariedad. Un ejemplo es la actual discusión de los códigos de convivencia en la escuela: lo ideal sería analizar juntos (directivos, docentes, padres y alumnos) el problema de la convivencia en la escuela y después tomar en conjunto las decisiones más apropiadas para cada caso. Quién discute las normas no es un tema menor, es un tema ético-político: o ponemos normas que cumplimos todos o la escuela pasa a ser un lugar de disciplinamiento social. Si lo tomamos desde el lado de la política educativa que establece el gobierno, el mismo Freire habla de lo autoritario que resulta la situación de ser un “docente empaquetado” que recibe empaquetado el contenido que debe enseñar, lo cual lo convierte en un esclavo de proyectos, guías y contenidos definidos por otros. Lo que no podemos negarle al partido del gobierno de turno es una coherencia altamente pedagógica e indispensable, que se visualiza a partir de sus opciones políticas, sus líneas ideológicas y su práctica gubernamental. En su obra, Freire problematiza acerca del respeto a la identidad cultural en el aula. Podemos pensar “es un niño agresivo” o bien, podríamos preguntarnos “¿no será que es la forma en que aprendió a relacionarse con los demás?”. La diferencia radica que en la primera de las situaciones, la maestra sólo tiene la opción de comunicar al directivo y luego a la familia para que “haga algo”, dado que se trata de un “problema de la casa”. En la segunda opción, el docente piensa qué puede hacer para construir otros modos de relación dentro de la escuela. Dice Freire “Aquí es donde el discurso progresista del prejuiciado, en contraste con su práctica, se transforma en un discurso falso” que no habilita posibilidades de cambio ni de transformación social. La práctica educativa necesariamente nos interpela en nuestra propia identidad y por esto la formación docente debe contemplar la presencia del docente como sujeto en el mundo, para visualizar entonces cómo todos estamos condicionados por la propia cultura en la que vivimos, por nuestra cultura de clase. También el docente es portador de una historia, y junto al alumno construye significaciones en torno al “otro” pensado y deseado como alumno. Una de las preguntas recurrentes del docente en ejercicio es ¿cómo hacemos para que el niño sea como yo necesito que sea? Generalmente, el educador se encuentra con un niño que no está en la escuela, y si está, no está como él quisiera que esté (y no sólo hablo de razones socioeconómicas), al igual que su familia. Freire nos plantea una gran herramienta: la del diálogo. Hablar “a los educandos” o “con los educandos”, o hablar “a los padres” o “con los padres”. Y lo haría extensivo a hablar a mi compañero docente y con mi compañero docente. Sólo así podremos construir espacios escolares más respetuosos de las diferencias y con mejor comunicación. ¿Puede repensarse ese “otro” si cerramos nuestra visión sobre lo que sucede con frases que operan como sentencias en el vínculo con los demás? Aquí es donde el “pensar epistemológicamente” adquiere sentido, ya que hay saberes que se han convertido en automáticos en nuestro proceso de sociabilidad. Entonces debe enseñarse al docente a pasar del juicio espontaneo -propio de la vida cotidiana- a mirar las situaciones desde los propios condicionamientos culturales. Freire sueña con una escuela donde se piense, se actúe, se hable, se recupere el gusto por la pregunta y el debate. Una escuela donde los docentes tengamos derecho a ser coherentes y a no actuar por miedo. Y nos deja una clave valiosa que debería ser incorporada en el análisis de la cuestión docente: los problemas relacionados con la educación son problemas pedagógicos pero también éticos y políticos. Quizá fue este el acontecimiento que delineó la mirada de aquella maestra que mencionaba inicialmente, que le permitió asociar su trabajo docente y su escuela con la alegría que le significaba tener una maestra que marcó profundamente su niñez. Dejar huellas en cada uno de los niños que pasan por nuestras aulas es el mayor desafío.

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Leer, escribir y conocer son indisociables. Se conoce a partir de leer y crear una comprensión nueva, creativa, de lo leído. Por ello, es tan necesario que un docente en formación sepa leer y escribir. Tampoco puede haber disociación entre la experiencia escolar y el mundo cotidiano de quien aprende...

nerina ross es Licenciada en Trabajo Social (UNER), Especialista en Diseño, Gestión y Evaluación de Programas y Proyectos Sociales (FLACSO). Se encuentra finalizando la Maestría en Metodología de la Investigación Científica (UNER). Es docente de la FHAyCS en cátedras de investigación aplicada al campo educativo tanto en la Licenciatura en Pedagogía (Sede Gualeguaychú) y Profesorado en Historia (Sede C. del Uruguay). Esta nota es parte de las colaboraciones sobre “Las obras de la Colección Pensamiento Contemporáneo” analizadas por los docentes de la Licenciatura en Pedagogía de la FHAYCS – UADER.

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miradas

Los viejos tabúes fueron reemplazados por la idea de que la libertad que airea a la literatura para adultos debe ser la misma que la destinada a los niños, siempre que, como todo buen texto, sea desde el compromiso, el cuidado y la sensibilidad. No sólo es correcto hablar de todo con los chicos sino que los nuevos tiempos lo exigen...

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Literatura infantil y diversidad sexual

Nuevos paradigmas Un paso más allá en la tendencia a instalar problemáticas reales, en los últimos meses la agenda temática de este género se amplió con el surgimiento de nuevos sellos y títulos que visibilizan cuestiones como la diversidad sexual y la subrogación de vientres.

L

a aparición de estos emprendimientos de origen independiente centrados en los derechos de las personas LGBTI se entronca con una avanzada jurídica que ya ha tiene correlato en 16 países, entre ellos España −que en 2004 aprobó el matrimonio entre personas del mismo sexo−, Argentina (que lo legalizó el 15 de julio de 2010) y Uruguay, mientras que en otros como Colombia o Venezuela se suceden los debates con vistas a lograr el mismo resultado. Hace tres años, una estudiante de letras llamada Sofí­a Olguí­n fundó Bajo el arco iris, la primera editorial infantil y juvenil LGBT de la Argentina y de Latinoamérica que hoy tiene más de quince títulos editados en versión e-book y se pueden descargar gratis de su página en Internet. El sello surgió a partir de una preocupación recurrente −la cantidad de noticias que circulaban sobre suicidios de niños y adolescentes gays, lesbianas o trans− y ostenta un catálogo integrado por textos de 16 narradores y otros tantos ilustradores que proceden de todo el continente y visibilizan cuestiones como el amor entre personas del mismo sexo, el matrimonio gay, la adopción homoparental y la identidad de género. Bajo el arco iris ofrece títulos como “La magia de una sonrisa”, de Verónika Bohorquez y Marí­­ a Lemus; “Mi conejo Mirlo”, de Sofí­a Olguí­­n y Silfos; “Rosa y Julieta, ma-

más”, de Daniel Oropeza y Silfos; y “El prí­ncipe Flint”, un cuento de amor en verso escrito también por Olguí­n. Otro de los sellos dedicados al tema es La Mariposa y la Iguana, un emprendimiento que fundaron las poetas Dafne Pidemount y Leticia Hernando y que tuvo su punto culminante con “Pollera pantalón”, el tí­­ tulo más vendido hasta la fecha desde que fundaron la editorial, en 2006. El último libro publicado en el rubro infantil por esta editorial es “Una historia de amor muy espacial”, una obra de Marí­­a Laura Sabino que cuenta con una ilustración muy sutil y está centrada en una familia homoparental encabezada por dos madres, Lucrecia y Ana, confrontadas por una bruja que las quiere separar. En el campo ensayí­­stico, la temática se fortalece con el reciente volumen “Los mundos posibles. Un estudio sobre la literatura LGBTTTI para niños”, donde la periodista Gabriela Larralde se interroga sobre la manera en que la literatura para niños retrata a las familias homoparentales y cómo aparecen representadas las identidades de género en este tipo de relatos. Su trabajo comenzó en 2011 cuando detectó un campo escaso de información sobre los tipos de libros centrados en temáticas de identidad de género: habló con libreros, editores y autores y así le fue dando forma a su texto, que ahora pasa a ser el primero en la materia

sobre literatura infantil centrada en sexualidades alternativas. “Los mundos posibles...”, editado por Blatt & Rí­­os, recorre más sesenta tí­­ tulos editados en todo el mundo en los últimos 12 años, todos ellos a tono con el requisito central: la presencia de por lo menos un personaje o tema que pueda inscribirse dentro del campo LGBTTTI (Lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, travestis, transexuales e intersexuales), publicados entre el 2000 y 2012. Dentro de las iniciativas afines se cuenta también el sello Molinos de Viento, que nació hace más de un año para reforzar la circulación de libros sobre este nuevo repertorio de temáticas que abarcan la homoparentalidad, la adopción, la subrrogación de vientres, el bullying y la diversidad sexual, condensadas en los primeros tres títulos de la editorial: “¿Cómo llegué a este mundo”, “Hay muchas cosas

que están bien” y “Anita y sus dos mamás” . “Con la ley de matrimonio y la de identidad de género salieron cosas a la luz y demostraron que no habí­a nada extraño, toda esa oscuridad que se le daba a la homosexualidad se empezó a disipar. Y en este contexto, el común de la gente comenzó a darse cuenta que no pasa nada con eso”, afirma Darío Fernández, quien junto a su marido Hernán Klein, es responsable del sello distinguido en septiembre por la Legislatura Porteña. La oferta se completa con 24 libros disponibles en la Librerí­ a de Mujeres sobre temas instalados pero aún no tan abordados, como lo son las jefas de familia o los oficios de mujeres tradicionalmente vinculados a los varones, o la iniciativa del sello Uranito, que este año publicó “¡Mi familia es de otro mundo!”, un libro sobre la diversidad de paradigmas familiares y aportó su testimonio a esta tendencia, acrecentada con más fuerza durante el último año. Los viejos tabúes fueron reemplazados por la idea de que la libertad que airea a la literatura para adultos debe ser la misma que la destinada a los niños, siempre que, como todo buen texto, sea desde el compromiso, el cuidado y la sensibilidad. No sólo es correcto hablar de todo con los chicos sino que los nuevos tiempos lo exigen. Y ya no quedan dudas, así­quedó asentado en la cantidad de novedades literarias relacionadas con la diversidad, los modelos familiares alternativos, la equidad de género, la inseminación artificial y otras representaciones, prácticas y relaciones de la sociedad contemporánea, muy alejada de aquellos estereotipos propios de los cuentos de prí­ncipes y hadas del siglo XIX.


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autores entrerrianos + relatos desde el abismo

Una postal de un instante

Mincho Ibarra

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n la vida de Mincho Ibarra había dos grandes pasiones: el vino -cualquier color, tipo, calidad o mar-

ca- y el singular deporte de provocar a la autoridad. (Dicen que una vez lo destrató fierísimo a un señor del Ejército de Salvación.

Es que Mincho veía un uniforme y se perdía...). Pero vayamos a la escena que quiero contarles. Esa tarde habia habido de todo en Raíces: baile, carreras cuadreras, peleas, empanadas, vino... y hasta un trashumante parque de diversiones. También −en cantidades impresionantes− borrachos de toda laya. Entre ellos, Mincho. Nuestro héroe habia quedado con ganitas de entreverarse en alguna con la “polecía’”. (El pobre tuvo la mala suerte de mamarse recién cuando la cosa terminaba. Y sin tragos de por medio no bochincheaba jamás). Asi que, medio resignado, medio con esperanzas, se arrecostó contra un mojón. Un poco, saboreando lo vivido y, mucho, aguardando el milagro... Hasta que desastre se produjo: del lado de atrás de la cantina aparecieron el sargento Modernell, un agente del que no recuerdo el apellido y el comisario Romero. Éste, desplegan-

do sus atributos jerárquicos es decir, golpéandose la fusta en la bota y caminando un poco más adelante que los otros. Hacía rato que no se le veía a Domingo Ibarra −tal el nombre completo de Mincho− una expresión tan feliz. Pegó un alarido que, dicen, se escuchó desde Durazno −más de dos leguas− y enseguida el grito desafió: −iVengan a agarrarme, moros de mierda! Y buscó su caballo. Parece que a esta altura de los acontecimientos Mincho ya no conocía ni a su mujer. Era demasiado, entonces, pretender que reconociera a su petiso malacara. Lo cierto es que, antes de que la calesita completara una vuelta, el sargento lo sacó limpito del caballo de madera al que se habia subido. En descargo, cabe agregar que el caballo de calesita era muy, pero muy parecido, al malacara de Mincho.

A

Luego caí hacia las aguas, al misterio, a la maravilla dolorosa de ser consciente de la caída, porque caída habrá, y misterio, siempre. La vida bien puede ser transitada en el misterio, desde el misterio. Se ve que lo aprendí mientras la caña de fibra de vidrio se combaba, y se acercaba a la tierra para apuntar presta al cielo, el otro misterio. La vida toda es misterio, me dije, me digo. Recordé que mi viejo dejó la pesca en la memoria y siguió con esa manera de tensar que nunca dejó: vivió tensando su paleta de pintor de gamas bajas: su manera de zambullirse en el óleo.

juan carlos alsina nació en Villaguay y se desempeñó como empleado de los tribunales. Apodado “El Gallo”, fue buen guitarrista, ejecutor y compositor de chamarritas y chamamés. Falleció en 2001. Excelente narrador de las costumbres entrerrianas: Con mirada sensible y humorística retrató personajes pintorescos. En 1992 publicó Apodocuentos y otros relatos (Editorial Corregidor), con prólogo de Joaquín Gómez Bas (1907-1984), destacado periodista, pintor y escritor quien había elogiado su obra antes de marcharse. La última visita de Juan Carlos Alsina a Gualeguaychú fue el 3 de mayo de 1993 en una memorable noche en la Biblioteca Sarmiento.

Tensar la línea llá lejos, cuando la adolescencia, tuve el impulso de comprar una caña de pescar. Una decisión acompañada por las historias de mi viejo: de muchacho iba a pescar con sus amigos de Boedo a la Costanera. Tuve mi experiencia sobre el borde de cemento, de cara al Río de La Plata; fui de pesca y campamento de fin de semana sobre el Paraná de las Palmas. Pude tensar la línea disparada hacia el cielo y ver luego el freno del plomo en el aire. Una manera de detenerme a pensar: Ay, el presente y su mejor cara, lo efímero.

En la vida de Mincho Ibarra había dos grandes pasiones: el vino y el singular deporte de provocar a la autoridad...

Pude tensar la línea disparada hacia el cielo y ver luego el freno del plomo en el aire... Dejé la pesca, esa otra manera de tensar, y comencé a tensar mi tanza de vida alrededor de la lectura y la escritura. Como el abuelo Julio, que fue poeta, y que casi con seguridad, supo de tensar la cuerda, su pesca, y también la dejó por su poesía. Mi viejo lo

imaginó, eso pienso, como yo lo imaginé tantas veces arrancando en Boedo para luego bocetar un paisaje sobre la tela, una acción de recordación inventiva: tensó su pintura en el paisaje que recordó y el que imaginó, y así pescó la vida.

Edgardo Lois nació en Buenos Aires. Es escritor y periodista. Entre sus libros publicados se encuentran: Bitácora de lluvia (1998), Anecdótica historia de la muerte (2001) y Morir por Perón (2007).

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S gno

sábado 13 DE diciembre DE 2014 .:. GUALEGUAYCHÚ .:. ENTRE RÍOS

fragmentos Edvard Munch (1863 - 1944)

la frase Osvaldo Soriano

ocio RECOMENDADO

(1943 - 1997)

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TODOS LOS DÍAS UNA COPITA x Paio

Quizás lo único que me propongo al escribir es quitarle a la literatura cierta solemnidad. Tengo poca relación con la crítica. Me importan los lectores, divertirme escribiendo y abrir un mundo que mezcle la aventura con la política y el humor...

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Director ElDía Sebastián Carbone Editor S!gno Luis Castillo Editor Suplementos Fernando Piciana Colaboradores Nerina Rossa J. C. Alsina | Edgardo Lois Paio Zuloaga

buscando a alaska John Green | Editorial Castillo “Voy en busca de un Gran quizá.” Miles se siente fascinado por estas últimas palabras del escritor François Rabelais. Aburrido de su monótona existencia, inicia su propia búsqueda y se muda a Alabama para terminar sus estudios en el internado Culver Creek. Ahí, su recién descubierta libertad y sus nuevos amigos, Chip, Takumi y Alaska, lo lanzan de lleno a la vida. Tiene experiencias nuevas y cada vez está más interesado en la enigmática e impredecible Alaska. Sin embargo, una inesperada enseñanza le mostrará la cara negra del Gran quizá, mientras reverberan en él otras últimas palabras que lo llenan de incertidumbre, las de Simón Bolívar: “¿Cómo voy a salir de este laberinto?”.

las neuronas de dios Diego Golombek | Siglo XXI Muchos pensarán que este es un libro más sobre el eterno enfrentamiento entre la ciencia y la religión, entre las fuerzas de la razón y la magia de la fe. Nada de eso. Diego Golombek propone una mirada mucho más novedosa e interesante: por primera vez, las ciencias naturales (la biología, la neurociencia) pueden estudiar la religión en lugar de burlarse de ella; por primera vez, la ciencia puede responder una pregunta inquietante: ¿por qué, en pleno siglo XXI, la mayoría de las personas siguen creyendo en algo o alguien superior, llámese dios, meditación trascendental, espiritualidad o sentido de la vida? ¿De dónde viene esta necesidad, antigua como nuestra especie, que nos lleva a creer en lo sobrenatural? La respuesta científica a este enigma es que la predisposición a algún tipo de creencia en dios “viene de fábrica” y está sujeta a las leyes de la evolución biológica. Esto sin negar, por supuesto, la influencia del ambiente (la familia, la cultura, las tradiciones). Para llegar a semejante conclusión, el autor pasa revista a un sinfín de experimentos que muestran cómo actúan las neuronas de monjas rezadoras, budistas meditadores, pentecostales, epilépticos en trance, iluminados con LSD, peyote, ayahuasca y hongos alucinógenos varios. Los resultados permiten identificar circuitos neuronales que están en la base de visiones y experiencias místicas. Y hay más: los estudios revelan también que la religión tiene un efecto ansiolítico, estimula la empatía con los demás y los lazos comunitarios, y aporta mayor seguridad personal. Con sentido del humor y una claridad a toda prueba, Diego Golombek llega a poner sobre la mesa del laboratorio su propio mapa genético y sus experiencias personales para marcar los mojones de un recorrido imperdible: la ruta de nuestro cableado cerebral.

signo@eldiaonline.com.ar


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