S gno Sテ。ADO 14 DE NOVIEMBRE DE 2015
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SÁBADO 14 DE NOVIEMBRE DE 2015 .:. GUALEGUAYCHÚ .:. ENTRE RÍOS
EFEMÉRIDES CULTURALES
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2 de noviembre de 2015
Antonio Dal Masetto
Mi forma de acceder a la escritura es a través del desorden, no tengo otra manera de acercarme a un proyecto literario. El desorden me da libertad. No tengo obligaciones ni estructuras, entonces tiro material y después de abundar mucho en ese desorden, viene un paso posterior de ordenamiento. En mi cabeza la escritura tiene mucho que ver con la arquitectura....
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acido en Italia en 1938, observó personajes urbanos, escribió con un lenguaje crudo y reflexionó sobre la inmigración. Le decían "El Tano". Así, "El Tano" Dal Masetto, el escritor Antonio Dal Masetto murió en la madrugada del 2 de noviembre de este año, por una complicación cardíaca. Y esta vez el apodo era una referencia real: el Tano había nacido en Intra y allí vivió hasta los 12 años. Ese dato: la biografía, la migración, sería un eje de su vida y de su obra. Cuando llegó a la Argentina, la familia Dal Masetto se instaló en Salto, al norte de la provincia de Buenos Aires. Allí, en la biblioteca del pueblo, se hizo hispanoparlante y se fue haciendo escritor. "Iba a la biblioteca porque me interesaban los libros. Había leído a Salgari, a Verne. Frente a la circunstancia de cambiar de idioma los libros sirvieron para incursionar en esta nueva lengua", contaba. A los 18 años se escapó de su casa y se fue a Buenos Aires. Trabajó de muchas cosas antes de ser escritor. Fue pintor de paredes, vendedor ambulante, heladero, obreros, empleado público y periodista. Vivió algunos años en Bariloche donde nació su primer hijo, Marcos. Ya de vuelta en Buenos Aires, y casado
en segundas nupcias, nacería su hija Daniela. Su primer libro de cuentos, Lacre (1964), mereció una mención en el Premio Casa de las Américas de La Habana. Recibió el Primer Premio Municipal y el Premio Club de los XIII por Oscuramente fuerte es la vida, y el Premio Planeta Biblioteca del Sur y la Beca Fundación Antorchas por La tierra incomparable. En estas dos últimas novelas retomó la historia de su madre y así habló de los dolores y los anhelos de los inmigrantes. En la primera, de 1990, una mujer, Agata, recuerda su infancia en un pueblito italiano. Pasan por su historia, por su vida, la Primera Guerra Mundial, las luchas obreras, el fascismo. Y la decisión de partir. En la segunda, La tierra incomparable, Agata reaparece. Ha decidido volver a ese pueblito, a los 80 años. ¿Se puede recuperar lo perdido durante 40 años? El que había vuelto, en realidad, era Dal Masetto. Y trataba de ver Intra con los ojos de su madre. Dos de sus libros fueron llevados al cine. Uno, sobre la dictadura, los miedos, la paranoia, fue Hay unos tipos abajo, codirigida por Rafael Filipelli, Emilio Alfaro, Andrés Di Tella
y Julio Karp. Actuaban, entre otros, Luis Brandoni, Luisina Brando, Marta Bianchi y Soledad Silveyra. El otro libro de Dal Masetto que se llevó a la pantalla grande fue Siempre es difícil volver a casa, se trata de cuatro hombres que asaltan un banco. Vivió en el Bajo, le gustaba el Bajo. Supo decir: "De día había mucha actividad de turistas y empleados de las oficinas, los bancos y los negocios. Pero al caer la noche todo ese mundo tendía a desaparecer y emergían de sus madrigueras otros protagonistas, una fauna totalmente diferente". Iba a los bares, se quedaba hasta la madrugaba, observaba. Se definió alguna vez como "espía". Lo explicó después: "Algo de eso tiene esta actividad de escribir, uno anda por el mundo espiando acá y allá, acechando gestos, frases, caras. En realidad se ejercita para este permanecer alerta todo el tiempo, el ojo y el oído atentos, siempre listo para capturar algo. Diría que no solamente se es espía, sino también una especie de ladrón". Otros de sus libros son: Gente del bajo, Demasiado cerca desaparece, Bosque, El padre y otras historias, Crónicas Argentinas y Tres genias en la magnolia. En 2014 lanzó "Imitación de la fábula", donde retoma la temática del viaje para construir la historia de un hombre que repentinamente decide adentrarse en un bosque patagónico en búsqueda de algo que no puede definir y que será, a su vez, un recorrido por su propio pasado. "Mi forma de acceder a la escritura es a través del desorden,
no tengo otra manera de acercarme a un proyecto literario. El desorden me da libertad. No tengo obligaciones ni estructuras, entonces tiro material y después de abundar mucho en ese desorden, viene un paso posterior de ordenamiento. En mi cabeza la escritura tiene mucho que ver con la arquitectura. Cuando imagino un texto lo pienso desde el punto de vista estructural, como un edificio: para que sea coherente, bello y sólido tiene que estar bien armado; un texto está sometido a las mismas leyes", deslizó en una entrevista el año pasado. "El viaje -agregó- es la historia, sin viaje no hay historia: 'La Odisea', 'Moby Dick', Verne, Salgari, las grandes historias son sobre viajes. El viaje está incorporado en la vida del ser humano, esto lo sabemos, todo el tiempo estamos viajando hacia alguna parte. En casi todos mis libros está el tema del viaje", declaró hace poco este irremplazable autor que se definía a símismo como un "escritor-espía". Poco sociable pero de amigos firmes, caótico y metódico a la hora de estructurar su trabajo, marcado por el desarraigo pero anclado en una porteñidad que también definió su obra, Dal Masetto delineó un universo autobiográfico, donde interpelaba sus vivencias y dejaba huellas personales que atraparon a miles de lectores. "En mis novelas siempre reflejo el mundo que viví, el mundo que le tocó a mi generación tal como yo lo veo; un mundo complicado, espantoso en cierto sentido", contó Dal Masetto hace poco. Un mundo que ahora lo ve partir.
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CRÓNICAS URBANAS | Héctor Luis Castillo
Un viaje apenas un poco al norte de Macondo
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l "bus" salía desde Portobelo y se dirigía a Sabanitas, al oeste de Panamá. Al consultar la hora de salida del último colectivo –curiosamente denominados "diablos rojos"–, que nos llevaría de regreso hasta la capital desde aquel paradisíaco rincón caribeño, el chofer, un joven moreno, vestido con pantalones de colores y camisa en tonos similares que remataba con una gorra con la visera hacia atrás en donde se leía NY, respondió de modo amable aunque con cierta displicencia: "a las cinco, cinco y media, míster". "Es el último ¿verdad?", insistí como remarcando que necesitaba un poco más de precisión al tratarse del último viaje del día. Se rió mostrando una dentadura enorme y blanca; no se preocupe, míster –me dijo ignorando mi aclaración previa de que yo no era gringo sino argentino– no se van a quedar sin viajar. Mientras caía velozmente el sol sobre el mar, la gente comenzó a acercarse, sin prisa, hacia la parada del diablo rojo ubicada en lo que alguna vez debió ser una Plaza Mayor y hoy sólo guarda escombros de antiguas cons-
trucciones que hacen resaltar aun más su iglesia, lo único que luce por fuera un color blanco intenso y adentro cobija la curiosa imagen de un Cristo llevando la cruz... pero negro. El calor era agobiante, la humedad empapaba las ropas y los rostros en nosotros, los extranjeros, ya que ninguno de los lugareños parecía molestarse por el clima. Subió el chofer y el acompañante –al que se conoce familiarmente como "pavo"– se acomodó a su lado sentado sobre un balde vacío de plástico (no sé porqué se me ocurrió que podría haber sido de la pintura con que blanquearon la iglesia) y allí charlaban mientras más gente se iba acercando y ubicándose en el colectivo cuyas ventanas abiertas nada podían hacer para reducir el calor del interior del vehículo. Un pequeño que no pasaría los diez años se acercó a la puerta y desde allí les gritó: "dice la Joana que ahorita viene porque está demorada". El chofer asintió con la cabeza como toda respuesta y siguió conversando con el pavo. Algunos minutos después llegó la Joana, una treinta-
ñera que me recordó a la entrañable mulatona de Clemente, el inolvidable personaje de Caloi; saludó a ambos y subió buscando un asiento ente los pocos que quedaban libres para ese momento. A las seis de la tarde, tras varios bocinazos que anunciaban la partida, arrancó el diablo rojo, multicolor por fuera y con intensas luces rojas en el interior que surcaban todo el marco de la luneta delantera mientras que unas luces amarillas hacían lo propio con la trasera; desde dos enormes parlantes ubicados tanto adelante como atrás, la voz de Rubén Blades comenzó a recorrer cada rincón del colectivo con un volumen que nada tenía que envidiar a una discoteca. Antes de abandonar el camino de tierra para alcanzar la ruta, el chofer –a quien todos llaman ”busero”–, bebió de dos sorbos una transpirada lata de cerveza y la arrojó por la puerta que, abierta, dejaba entrar un reconfortante aire fresco. Pocos kilómetros más adelante, la primera parada dio lugar al ingreso de numerosos pasajeros que iban acomodándose
en lo poco que quedaba de pasillo; una joven quedó de pie cerca de la puerta delantera y el pavo no dudó en ofrecerle su balde plástico invertido como asiento y ella, naturalmente, agradeció y se sentó al lado de la palanca de cambios. El pavo entonces se colgó del estribo de la puerta abierta y desde allí saludaba y miraba hacia los costados de la ruta por si había algún ocasional pasajero distraído mientras bailaba al compás de la música. Una hora más tarde, Blades dio paso al reggaetón al tiempo que la tarde daba paso a la noche; la gente, en forma incesante, subía y bajaba en cada parada mientras el pavo continuaba colgado de la puerta. Un anciano de edad incierta subió en una de las paradas, una vez arriba le dijo al busero: ahorita mismo no tengo dinero así que no te voy a pagar. Vamos, arriba papi, fue toda la respuesta que el ronroneo del motor casi no dejó percibir. Subió una mujer joven con un bebé en brazos; la muchacha que estaba sentada sobre el balde no dudó en cederlo y la otra en aceptarlo. Una hora después, llegábamos a donde debíamos hacer el cambio de colectivo para llegar hasta Panamá, todos se habían bajado ya y sólo nosotros permanecíamos en nuestros asientos. "¿Van hasta la terminal, verdad?", me preguntó el pavo. Asentí. "Bueno –prosiguió– ahora vamos a cargar combustible y luego seguimos para la terminal". Perplejos, nos dejamos conducir hasta la estación de servicio, en donde el sonriente pavo bajó a los saltos, saludó al que estaba trabajando allí y él mismo comenzó a cargar combustible con el motor en marcha. Una vez completada la tarea, nos dirigimos a la terminal de ómnibus. Al llegar allí nos preguntó si sabíamos cual autobús debíamos tomar; ante nuestra negativa, descendió del colectivo y nos dijo: "vengan que yo los acompaño". Fuimos detrás de él hasta el andén, saludó al chofer y le avisó nuestro destino. Nos sonrió, nos dio un apretón de manos y se perdió entre el gentío de la terminal rumbo a su colectivo. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, ¿o no, papi? A Walter y Juliana
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Antes de abandonar el camino de tierra para alcanzar la ruta, el chofer –a quien todos llaman ”busero”–, bebió de dos sorbos una transpirada lata de cerveza y la arrojó por la puerta que, abierta, dejaba entrar un reconfortante aire fresco...
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ENTREVISTA | Héctor Luis Castillo
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Aprenden que el escritor debe formarse, entrenarse, desarrollar sus capacidades al máximo. Lo que no sirve es la tertulia, donde no hay crítica, no hay aprendizaje, sino que apenas un encuentro de egos...
Juan Ángel Cabaleiro
“Para bien o para mal vivo sólo de la literatura” se inicial fue lo que me motivó). Esa frase es tan contundente que me impactó y escribí una expresión muy parecida. A Bazano le gustó el departamento y Cortázar refiere que a su personaje le gustó el hotel desde el principio también* y en donde luego suceden cosas extrañas, va creando una atmosfera muy especial y es lo que yo hago con mi cuento. Con un personaje solitario sometido a situaciones extrañas. En eso también guarda cierta similitud con el de Cortázar.
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a obtención del primer premio del certamen municipal de literatura de Tucumán fue el desencadenante de esta charla en el mítico café La Cosechera de la calle 24 de Septiembre en el centro tucumano. Habla pausadamente aunque sin escoger las palabras, que surgen con la espontaneidad de quien habla de su vida como quien narra un cuento; Licenciado en Filosofía, detective privado, corrector de textos y docente de Lengua y Literatura son profesiones que parece que hubiera atravesado a los solos fines de recopilar historias que, luego, se entremezclan magistralmente en sus relatos. "Nací en Buenos Aires –cuenta mientras revuelve una taza de café con leche– y de muy chico me vine a vivir a Tucumán, a los 29 años me fui a España y estuve 16 años trabajando y viviendo en Madrid...". ¿Cuál es tu profesión? Yo soy profesor de filosofía. Trabajé de profesor de Filosofía y de Lengua y Literatura en el secundario y hace poco más de un año y medio volví a Tucumán.
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El cuento con que ganaste este certamen habla sobre un ajedrecista, ¿cómo surgió esa historia? Empecé a escribirlo en Madrid hace como tres años, pero no podía terminarlo porque
no tenía bien claro el final, así que estuvo relegado bastante tiempo. el protagonista del cuento –el ajedrecista que mencionas–, era un personaje real, un compañero del colegio; dio la casualidad que cuando regresé a Tucumán me encontré con esa persona que es un ajedrecista profesional y empezamos a juntarnos para tomar café y charlar hasta que un día le comenté acerca de ese cuento inconcluso del cual él era el protagonista, le comenté el argumento y le confesé que no sabía cómo terminarlo y mientras charlamos se me iban ocurriendo ideas hasta que se me ocurrió la resolución del cuento. Llegué a mi casa y lo terminé después de tres años. ¿Te sentís influenciado por algún autor en particular? Sin duda que tengo mucha influencia de muchos autores, de muchas lecturas. Borges es una influencia que podemos encontrar en todos los cuentistas… A mí me recordó mucho a Raymond Carver tu forma de narrar las historias... Buenos, Carver es un autor al que he leído mucho, su estilo es mucho más seco, más escueto si se quiere que el mío. La frase inicial de mi cuento está en un cuento de Cortázar, que transcurre en un hotel de Montevideo (naturalmente no tiene nada que ver ese cuento con el mío, sino que la fra-
¿Publicaste muchos libros? En realidad podría decir que publiqué muchísimos libros ya que en España trabajaba en una editorial como redactor; allí escribí libros sobre historia de España, de la Literatura, de Lengua, de Filosofía, manuales de distintas temáticas. Me formé como redactor profesional y por eso escribí mucho y sobre temas muy diversos. Ahora bien, como narrativa de ficción publiqué en muchísimas antologías y al poco tiempo de regresar al país gané un certamen de cuentos a nivel nacional en 2013, se trata de “Cuentos de las dos orillas” y el certamen en cuestión es el Adolfo Bioy Casares. El libro ganó y fue publicado (El examen, el cuento que publicamos junto a esta nota, pertenece a esta obra). Este año publiqué una novela que se titula “La vida bochornosa del negro Carrizo” y que ganó un premio en España como novela corta. Por lo tanto está solamente a la venta en España (risas). ¿Cómo es tu relación con el ambiente editorial local? La verdad es que no me preocupa demasiado andar buscando editoriales. Yo simplemente escribo y participo de concursos. Nada más. ¿Trabajas como docente? No, me dedico solamente a la literatura. Exclusivamente. Tengo un taller literario que funciona en la Casa de la Cultura y esa podría llamarse, si se quiere, mi única actividad docente, pero trato de dedicarme a escribir. Sé que no es fácil en nuestro país pero lo he hecho antes y pienso seguir haciéndolo acá también. Es difícil, puede ser una decisión aventurada pero es la decisión que tomé. Para bien o para mal vivo solamente de la literatura.
¿Tenés un blog en el que publicas periódicamente tus trabajos, verdad? Sí, allí subo la información acerca de lo que hago, las novedades que me interesa comunicar y unos diez cuentos pueden leerse ahí también. Del mismo modo, si alguien quiere conseguir algún libro mío que no esté en librerías yo gestiono para conseguírselo. ¿Cómo ves el panorama literario local? Hay muchos y muy buenos escritores en Tucumán, no puedo decir demasiado porque hace relativamente poco tiempo que regresé después de más de quince años de ausencia. No obstante, he visto que hay bastante producción. El problema es, como en la mayoría de las provincias, que no hay editoriales. Del mismo modo, hay poca promoción de la actividad literaria pero, no obstante, veo mucho entusiasmo y mucha gente con ganas de escribir. ¿Cómo es tu trabajo de taller? Mis alumnos empezaron todos prácticamente de cero y se nota una evolución impresionante en pocos meses (empezamos en marzo) y los que siguieron con continuidad avanzaron muchísimo; hay una de las alumnas que ya ganó varios premios y otros muchos mejoraron bastante. Es decir que sos de los que creen en el trabajo de taller... Te confieso que al principio tenía muchas dudas hasta que experimenté y comprobé que realmente era algo muy bueno. La gente que llega al taller aprende muchísimo. Muchísimo. La gramática, la escritura, la construcción de las frases, la puntuación, técnicas narrativas, estrategias... En fin, no solamente es interesante sino, además, apasionante. Se busca que adquieran una mentalidad de escritor profesional en definitiva. Una visión del trabajo del escritor. Aprenden que el escritor debe formarse, entrenarse, desarrollar sus capacidades al máximo. Lo que no sirve es la tertulia, donde no hay crítica, no hay aprendizaje, sino que apenas un encuentro de egos. En un lado uno va sólo a leer y en el taller uno va a aprender. A mejorar a partir de aceptar las críticas.
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El examen
Pero esa duda, esa intriga fatal, ese pequeño inconveniente que te niegas a reconocer como consecuencia de tu impericia, no te abandona mientras te giras y te diriges a la puerta, sintiendo, sabiendo que los anestesistas y los ayudantes murmuran con los ojos a tus espaldas mientras apagan los aparatos inútiles...
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n medio del trasplante te ha surgido un pequeño inconveniente. Algo completamente imprevisto, un comportamiento anómalo de una arteria, y te ha puesto una cara de espasmo, de perplejidad, como cuando hace años, en algún examen de la facultad de medicina te espetaban una de esas preguntas imprevistas. Has dudado unos segundos y lo que tenías entre manos ha dejado de latir, y has comprendido que la operación, que estaba a medio camino, de pronto, aca-
ba de concluir. Entonces, das las instrucciones al ayudante para que cierre con toscas puntadas el cuerpo ya inerte del señor Castorius. Pero esa duda, esa intriga fatal, ese pequeño inconveniente que te niegas a reconocer como consecuencia de tu impericia, no te abandona mientras te giras y te diriges a la puerta, sintiendo, sabiendo que los anestesistas y los ayudantes murmuran con los ojos a tus espaldas mientras apagan los aparatos inútiles. Culpable y abatido, como cuando salías de aquellos exámenes
de patología con la sensación aquella de vacío, de impotencia, para explicarle a Sonia los motivos del fracaso. Cruzas la puerta quitándote los guantes de látex, que guardas escrupulosamente en el bolsillo derecho del delantal blanco, y sacas un pañuelo, o aparece de pronto un pañuelo en tu mano izquierda –porque estas aturdido y confundido- y te secas unas mínimas gotas de sudor de la frente, más que nada para frenar unos instantes el tiempo, para demorarlo antes de enfrentarte a la viuda que acabas
de inaugurar y que no sabe que es viuda, aunque ya lo va presintiendo en el reflejo abatido de tus ojos, como lo presentía Sonia, que siempre te esperaba a la salida de los exámenes y a veces tenía que escuchar (no muchas veces, pero algunas veces sí)la explicación del traspié en alguna asignatura, en el camino azaroso de una graduación. Fuera del quirófano repites el nombre del cuerpo mientras avanzas por el pasillo, porque sería un fatídico error, una imperdonable falta de tacto equivocarte en el nombre del paciente que ya es un cadáver cubierto con unas sábanas: Castorius…, Castorius, vas repitiendo para tus adentros, y recuerdas el nombre de aquel profesor de Patología: Casteli ¿o era Castelli, con doble ele? Avanzas por el pasillo y al fin te enfrentas a la viuda, que lleva horas esperando y que ha dejado dormido dos niños en un banco de madera del hospital, agotados, incómodos seguramente, como solía esperar Sonia en los bancos de la Facultad. Y el momento de las palabras pesadas como losas ha llegado, y debes pronunciarlas. Castorius, repites para tus adentros una última vez, y dices: -Señora Castorius, lo siento, pero el profesor nos aseguró que ese tema no iba a entrar en el examen.
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LECTURAS EN PROFUNDIDAD
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No darse cuenta de que este fenómeno universal tiene su connotación lógica en la Argentina es no darse cuenta de que el enfrentamiento de las generaciones es una cosa necesaria. Porque si los jóvenes carecen de la madurez que le reclamamos, nosotros carecemos de la adecuación a la realidad que ellos nos reclaman...
Arturo Jauretche
Reflexiones sobre la victoria
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l 13 de noviembre de 1902, nacía en Lincoln, provincia de Buenos Aires, este pensador, escritor y político argentino. Figura relevante de la Unión Cívica Radical y del peronismo a partir del llamado día de la Lealtad en el 17 de octubre de 1945; transcribimos a continuación, un artículo aparecido en la Revista Cuestionario, donde Jauretche comenta el triunfo de Héctor Cámpora en las elecciones libres de 1973, tras la dictadura iniciada con Onganía en 1966. “Hay mucha gente que se asusta de ver en la escena pública lo que ve todos los días en su casa. Casi hay que preguntarle, al que se asusta por las actitudes políticas de los jóvenes, cómo andan las cosas por casa. ¿Tiene que dar la llave de la puerta de casa o hace rato que la llave ha sido tomada? Los temas que se tocan, ¿son los temas gratos al pater familiae o los temas gratos a los jóvenes? El mantenimiento del hogar, ¿pesa sólo sobre las espaldas de los padres o pesa sobre toda la comunidad familiar, empezando por los más jóvenes? Y esos cambios que se sienten profundamente, en los modos de comportamiento, en la economía familiar, en las líneas de autoridad, son el producto de que el mundo camina; y camina muy rápidamente. Lo mismo que en la vida privada ocurre en la política social.
En mi último libro –Pantalones cortos– señalo que me ha tocado vivir una época tan vertiginosa, que he conocido desde la tracción a sangre, casi como único medio de transporte, hasta las naves estratosféricas y las visitas a la Luna. No darse cuenta de que este fenómeno universal tiene su connotación lógica en la Argentina es no darse cuenta de que el enfrentamiento de las generaciones es una cosa necesaria. Porque si los jóvenes carecen de la madurez que le reclamamos, nosotros carecemos de la adecuación a la realidad que ellos nos reclaman. Somos hijos de nuestro tiempo, aunque no queramos serlo; aunque queramos ser revolucionarios. Quien no entiende esto se halla imposibilitado de entender al general Perón cuando habla del trasvasamiento generacional. En un libro, creo que en Los profetas del odio, he dicho que no hay frase más errada que aquella acuñada por Mirabeau: ‘La revolución es como Saturno, que devoraba a sus hijos’. No es cierto. La revolución no devora a sus hijos: devora a sus padres. Porque los padres, por revolucionarios que sean, están conformados por un mundo de hábitos, gustos, ideas, de todo lo cual no es posible desprenderse como de un traje. Esas cosas están consustanciadas con nosotros y la presencia de generaciones
que no han tenido nuestra formación hace que la revolución exceda los límites previstos por los hombres del ayer y tome características que debemos considerar baratas cuando no ocurre lo que ocurrió en la Revolución Francesa, que llegó a poner en la guillotina a los ‘hombres del ayer’ de la misma revolución. En la Argentina, hubo un proceso revolucionario que transcurrió desde que, de nuevo, tuvimos –a partir de 1945– la presencia del pueblo en el poder. Ese hecho, es cierto, no fue comprendido entonces por razones ideológicas. Es el caso del fubismo. La juventud se escindió en aquella época en dos fracciones: la letrada y la iletrada. La de quienes preferían el libro y la de quienes preferían la alpargata para emplear una imagen grata al culterano adversario. Recuerdo haber comentado un artículo de David Viñas. El decía que ‘la generación del 45’ se había equivocado. Y yo preguntaba: ¿desde cuándo los estudiantes son la generación del 45? También eran generación del 45 los jóvenes peones, los jóvenes empleados, los jóvenes seminaristas y los jóvenes cadetes. Y esa generación del 45 no se equivocó; estuvo en su posición. El que estuvo en la posición equivocada fue el fubismo de los universitarios. La del 45 fue una revolución de jóvenes, a pesar de esa au-
sencia. Recuerdo que el día de la proclamación de la fórmula Perón-Quijano, frente al obelisco, en medio de la multitud me encontré con un viejo camarada de lucha: el teniente coronel Gregorio Pomar. Veía la multitud y se afligía: ‘¿Será posible que éstos triunfen?’. No tengo ninguna duda. Estate seguro de que van a triunfar’, le dije. ‘Lo que caracteriza a esa multitud es la edad. ¿No ves que son todos jóvenes?’, le pregunté. Pocos días después, era la proclamación de la fórmula Tamborín-Mosca, en una esquina homóloga: Avenida de Mayo y Nueve de Julio. Fui a ‘mosquetear’ y lo encontré a Pomar que ahora estaba en lo suyo. Estaba eufórico. Y empezó a hacer la consabida cuenta: son tantos metros cuadrados, tantas personas por metro cuadrado…para llegar a la conclusión de que había más gente que en el acto de programación de la fórmula PerónQuijano. Le recalqué: ‘Lo que da la sensación de la fuerza de un movimiento, como te dije el otro día, ‘Goyo’, es la presencia de la juventud. ¿No ves que éste es un mitin de ‘viudos tristes’? Esa era la sensación que daba la proclamación de la Unión Democrática. Esa gente se había parado en el tiempo. No comprendía que el país daba un salto adelante; eso lo comprendían los jóvenes. Los jóvenes, excluidos los estudiantes, que – creyendo estar mucho más adelantados – también estaban parados en el tiempo. Por eso, yo deseo para mis viejos camaradas peronistas que no se pongan en viudos tristes. Espero que contemplen este avance de la juventud con la alegría propia de nuestro movimiento. Este proceso, nosotros tenemos que verlo desde atrás, otearlo desde arriba, o mejor desde abajo, desde los cimientos. Seamos el basamento sólido de lo que viene, pero no pretendamos ser los arquitectos de las torres. Nuestro orgullo va a ser sostenerlas desde el ayer. Nos asustamos, a veces, de los jóvenes que usan la palabra socialismo. Yo también me temo que la introducción de esa palabra traiga algunos inconvenientes. Tal vez sería más acertado decir nacional-socialismo, pero esa expresión tiene una mala imagen, y con razón. Pero toda idea política, para ser eficaz, debe ser producto de las circunstancias y condicionada a las circunstancias históricas; es decir debe ser, ante todo nacional. Es peligroso condicionarla a esquemas im-
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portados, y éste es el peligro de la expresión ‘socialismo nacional’, en cuanto es producto de importación. En la época de Forja, cuando hablábamos en las esquinas, a veces se nos preguntaba: ‘¿Son ustedes fascistas?’. ‘No’, contestábamos. ‘¿Son ustedes liberales?’. ‘No’. “Entonces son comunistas’, nos decían. Había, al parecer, tres opciones forzadas y necesarias. Pero no eran opciones nuestras; venían de afuera. Y yo, entonces, le preguntaba al mismo que me hacía la encuesta. ‘¿Usted es carpintero?’. ‘No’, me contestaba. ‘¿Es usted empapelador?’. ‘No’. ‘Entonces usted es abogado’, le decía como si no hubiera una infinita gama de posibilidades, de oficios. Era para satirizar la pretensión de encasillarnos en opciones importadas sin aceptar la posibilidad de una creación original. Nosotros no éramos más que una tentativa de pensar, a partir de nosotros mismos a partir de la praxis. Una alternativa de ir elaborando, sí, con la utilización de los elementos universales – filtrados a través de nuestra realidad– la propia ideología. Perón manejó ese modo de pensar y dio la creación original que buscábamos sin suerte. Por eso la palabra justicialismo, que la designa, tiene la riqueza jugosa de su virginidad, mientras que la palabra socialismo trae connotaciones librescas, que nos son ajenas y, por tanto, propicias a la confusión, la sincera y la interesada. Pero no creo que eso desoriente a los jóvenes, si ellos parten de esta misma concepción justicialista. El nombre es una cosa secundaria. Por lo demás, el ‘socialismo nacional’, en su verdadera acepción, tiene orígenes en nuestro país. ¿Acaso el concepto de Tercer Mundo no es el desarrollo de la ‘tercera posición’, propuesta por Perón? Cuando el mundo se dividía en dos; cuando se enfrentaban las consignas de Moscú por un lado y, por el otro, las consignas de Londres o Nueva York, la Argentina de Perón elaboró una actitud de
independencia que era, en lo externo, la prosecución de una doctrina que, en lo interno, se basaba en la justicia social. Una doctrina no inspirada en otra anterior, y exterior. Una doctrina que era el resultado de un método, del pragmatismo; más que construir un modo de p Los jóvenes de forja queríamos evitar el narcisismo; edificar el país, más que redactar alegatos para ganar bellas polémicas. Queríamos ser prudentes con los libros. Sabíamos que muerden, aunque se diga que no. No renunciábamos a leerlo, pero los sometíamos a la revisión, a través del cristal de nuestra realidad. Sin embargo, conservábamos las anteojeras ideológicas. Perón construyó nuestra doctrina desde lo pragmático; mirando a las exigencias del país y sus posibilidades. No basado en un mundo abstracto de ideas y sistemas. Los liberales, y no sólo los liberales (también los socialistas) habían querido ‘incorporar el país a la civilización’… Y nosotros pensábamos que debían haber incorporado la civilización al país. Toda nuestra cultura ha sido, hasta hace poco, el resultado de la trasculturación. Aun en el vocabulario se observa ese fenómeno: es el caso de la opción entre ‘derecha’ e ‘izquierda’ que no podemos sacarnos de encima. Esa es una opción trasculturada. Nacional o antinacional: ésa es la cuestión. No tengo ninguna objeción que hacer al socialismo nacional, fuera de señalar el peligro de que lo primero oscurezca lo segundo; lo de nacional. Creo que, suficientemente prevenidos nuestros jóvenes sabrán construir el socialismo nacional como una auténtica versión, del justicialismo, siempre actualizado, por su misma actitud pragmática. Y dejarán atrás a los viejos que se aferren a un proceso ya cumplido, cuya condición de permanencia histórica es, precisamente, que se lo continúe, a la luz de las exigencias actuales. No es posible quedarse a contemplar el ombligo del ayer y no ver el cordón umbilical que aparece, a medida que todos los días nace una
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Toda nuestra cultura ha sido, hasta hace poco, el resultado de la trasculturación. Aun en el vocabulario se observa ese fenómeno: es el caso de la opción entre ‘derecha’ e ‘izquierda’ que no podemos sacarnos de encima. Esa es una opción trasculturada. Nacional o antinacional: ésa es la cuestión... nueva Argentina a través de los jóvenes. No podemos convertir la revolución de 1973 en una simple restauración burocrática. El trasvasamiento generacional es la solución, como lo ha dicho quien puede orientarlo. Conviene, además, que advirtamos una diferencia con lo ocurrido hace 30 años: la postura de la intelectualidad. La inteligencia de aquella época pertenecía, casi ‘in totum’, a la Argentina colonial. Sobrevivió durante el peronismo y fue factor determinante en su caída. Pero la inteligencia ahora es otra: es nacional. Estas nuevas generaciones no tienen nada en común con los rezagos intelectuales de un pasado que, antes de ser muerto en el comicio del 11 de marzo, había sido muerto, en el pensamiento, a mano de los jóvenes. De ellos es esta revolución. Ello, claro está, a condición de que la nueva inteligencia no devenga ‘intelligentzia’. Que piense desde esquemas tomados de la realidad, propios para construir un país, no para librar batallas intelectuales. Esto exige no proponerse una sociedad ideal, sino
mejor. Y ajustada al querer de los más, aunque se aparte del modelo técnico, siempre ajeno. Esto del querer de los más es importante porque el ‘despotismo ilustrado’ se da en todos los ángulos; es propio de quienes quieren condicionar la historia a su sistema ideológico. El peronismo, o justicialismo, o socialismo nacional, entendidos como nombre común de un modo de pensar y obrar de acuerdo con el aquí y el hoy, prevendrá a los jóvenes de aquellos peligros. Y no se asusten los viejos peronistas. Si no quieren quedarse en ‘viudos tristes’ tienen que acelerar el paso para seguir a los de adelante. No se lamenten, tampoco, de que los recién venidos ocupen los primeros puestos de la fila; porque siempre es así: se gana con los nuevos, no con los antiguos. Los precursores deben sentir el orgullo de perdurar como cimientos. Si no, quedan como testigos airados de algo que quieren pero no puede ser. Se convierten en sepulcros blanqueados. Esta marcha del movimiento va por sobre las tumbas.
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FRAGMENTOS Ernesto de la Cárcova (1866-1927)
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LA FRASE José Ortega y Gasset (1883-1955)
código enigma Walter Graziano | Editorial Planeta
STAFF
TODOS LOS DÍAS UNA COPITA x Paio
La vida es una serie de colisiones con el futuro; no es una suma de lo que hemos sido, sino de lo que anhelamos ser. Nuestras convicciones más arraigadas, más indubitables, son las más sospechosas y constituyen nuestro límite, nuestra prisión...
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Director ElDía Sebastián Carbone Editor S!gno Luis Castillo Editor Suplementos Fernando Piciana Colaboradores Jorge Arzak Paio Zuloaga
OCIO RECOMENDADO
Jack Grant, un banquero multimillonario neoyorkino, integrante de la sociedad secreta Skull & Bones, debe postergar todos sus negocios para investigar la extraña muerte de su tío, único miembro vivo de su familia. Para ello, contrata a un detective francés ex subdirector del DGSE, servicio secreto de ese país. Tras la aparente y rápida resolución policial del caso se abren todo tipo de incógnitas: el muerto dejó un extraño mensaje que Jack no recibe y que el francés detecta. El mensaje está en código. Para descifrarlo, el banquero contrata a una bella historiadora italiana, que los introduce en el sorprendente mundo de las sociedades secretas. Éstas, a pesar de haber cumplido papeles determinantes en la historia, son totalmente desconocidas, aun por especialistas en la materia. Armar el rompecabezas se convierte en una auténtica carrera contra el tiempo para Jack Grant. Código Enigma es un verdadero page turner con los mejores elementos de la literatura de suspenso y un muy novedoso material histórico que el lector agradecerá. Todas las especulaciones posibles caerán en inevitable seguidilla, porque el enigma es triple: el asesinato y sus señales, la investigación histórica y la naturaleza de la relación amorosa entre dos de los protagonistas. Los enigmas se abren uno tras otro en vertiginosa sucesión para brindar una novela de violencia y glamour inteligente, divertida y atrapante que su autor, escritor y economista argentino que durante muchos años colaboró con importantes medios de prensa escritos y audiovisuales, sabe tan bien escribir.
tres genias en la magnolia Antonio Dal Masetto | Editorial Sudamericana Tres genias en la magnolia cuenta cómo tres niñas observan y cambian los circuitos y el funcionamiento de un barrio típico de Buenos Aires y cómo, a partir de este juego supremo, la realidad responde. De cada una de sus aventuras, las niñas vuelven con la experiencia que recupera el sabor esencial de algunas de las cosas que se ponen en juego en la infancia: la verdad, el honor, la justicia. El elemento integrado parece ser el árbol, árbol de la sabiduría y de la magia: la magnolia. El territorio compartido es el que permite observar, en escala, la corrupción solicitada por los adultos con su codicia, sus mezquindades, sus camándulas. Parábola inteligente, con el candor necesario para atraer lectores de todas las edades, Tres genias en la magnolia pone en juego una cantidad enorme de valores del diario existir y señala el ejercicio perdurable de la imaginación literaria para encapsular, con elementos efectivos y simples, una fábula. Dal Masetto vuelve a demostrarnos su oficio con un añadido: él es también un maestro de lo imprevisible.
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