231° Aniversario de la Fundación de Gualeguaychú

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SUPLEMENTO ESPECIAL

Una ciudad que crece...

DE GUALEGUAYCHÚ

Foto: Jerónimo Fernandez


SUPLEMENTO ESPECIAL

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GUALEGUAYCHÚ ENTRE RÍOS SÁBADO 18 DE OCTUBRE DE 2014

231° aniversario de la fundación de gualeguaychú

El propio ADN de los gualeguaychuenses Nos preguntamos si la condición de la comunidad de Gualeguaychú de valerse por sí misma, tiene alguna relación con el carácter de los primeros habitantes. Algo hay. GUSTAVO rIVAS Colaboración

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llos no vinieron con una expedición fundadora; ya estaban afincados desde antes. No tenían una autoridad a quien someterle sus problemas: se las arreglaban solos. Se habían congregado cerca de una capilla, en el centro del rancherío. Pero ésta no tenía un cura estable y estaba en virtual abandono. Por si algo faltara, los vecinos no tenían títulos de sus terrenos y a los terratenientes -que sí los tenían- pretendían expulsarlos por “ocupas”, como diríamos hoy. Así vivían cuando pasó por acá el primer Obispo del Río de la Plata, Sebastián Malvar y Pinto –que instó la fundación de estos pueblos– y cuando llegó Tomas de Rocamora. Ellos sí que practicaban aquello de “vivir con lo nuestro”. Sólo por agua, podían viajar a la única población cercana de la región: Santo Domino de Soriano.

El aislamiento se prolonga

Tanta adversidad generó en aquellos pioneros tal fortaleza de espíritu, que se ha transmitido a las sucesivas generaciones. Sin embargo, esa situación en origen, no es suficiente para validar esas conclusiones.

Fotos: Jerónimo Fernández

Hay algo más; y es que esa situación inicial de soledad se mantuvo durante un siglo. Y aunque después se atemperó, podemos decir que el aislamiento se extendió por otro siglo más. Entonces sí, cobra sentido la relación con la idiosincrasia gualeguaychuense. Porque la integración fue gradual: primero con el puerto, después con las rutas terrestres, a Buenos Aires y al resto de la provincia. Y con la apertura de los grandes puentes y la autopista mesopotámica, para la época de nuestro bicentenario, se alcanzó la integración territorial que dejó atrás el aislamiento. En los inicios, esa situación dificultaba todo y por ello el desarrollo se hacía muy lento. Para mediados del siglo 19, las calles aún eran de tierra, las casas y hasta la capilla, de adobe y paja, sin alumbrado ni otros servicios. La población crecía en forma vegetativa y con lentitud, aunque empezaban a llegar inmigrantes. Venían por agua y bajaban en un pequeño puerto.

Y algunos ataques…

El espíritu de los gualeguaychuenses se fue forjando en esa soledad. Además, tuvieron que defenderse de algunas invasiones, como la de Juan Ángel Michelena en 1810, corrido luego por las huestes de los primeros caudillos regionales, Bartolomé Zapata y Gregorio Samaniego. Nos ayudó mucho José Gervasio Artigas y después Francisco Ramírez, contra nuevas invasiones enviadas desde Buenos Aires. En 1845 Gualeguaychú fue ocupada por las tropas de José Garibaldi, y aunque algunos ya lo hemos perdonado, nuestros antepasados debieron soportar ese mal trago. En 1852 llegaron las huestes antiurquicistas del

General Manuel Hornos y en 1868 tuvimos la invasión más letal: el cólera que dejó miles de muertos; en el campo se hacían fosas comunes para enterrarlos. En 1870 nuevamente la guerra civil con Ricardo López Jordán, y la batalla de la Isla. Sin embargo, algo se había movido en la ciudad- que lo fue desde 1851- ya teníamos el Teatro 1° de Mayo, los cimientos

de la Parroquia, iniciada en 1863, mismo año en que se remodeló el puerto. Y algunas industrias –saladeros y molinos– ya funcionaban. Salvo el puerto, todo se fue haciendo con el esfuerzo de los propios gualeguaychuenses, lo que iba perfilando aquello de “madre de sus propias obras”.

Primer gran salto en el desarrollo

Pero fue después de las revueltas de Lopez Jordán, 1875 en adelante, cuando se dieron las condiciones para el primer gran salto de desarrollo: la pacificación de la provincia, la Ley Avellaneda de inmigración y las compañías colonizadoras. Oleadas de extranjeros llegaban para aposentarse en los campos y hacerlos producir. Se iban terminando los grandes latifundios, nacían las colonias y empezaba a moverse la riqueza dormida del campo. Todo ello se trasuntaba en la ciudad, en la que, inmigrantes como Domingo Garbino, instalaban sus molinos, saladeros, casas de comercio, bancos y hasta empresas navieras. Se edificaba con ladrillo y a


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Cambios en la década del centenario

Todo ello modificó la estructura social. Nacían nuevas entidades: mutuales de inmigrantes (con sus hermosos edificios), sociedades de baile, de beneficencia y las culturales, con gran impulso. Pero en la década del Centenario de la Patria, la ciudad cambia su fisonomía. El palacio municipal, el de tribunales, el frente de la Parroquia, el Banco de la Nación (actual Neptunia) y la Escuela Normal se suman a bellas residencias particulares. En la siguiente, varios clubes deportivos se fundaron en esa década. La Sociedad de Beneficencia construye el Hospital Centenario y un grupo de vecinos hace el

Teatro Gualeguaychú. Que, a diferencia de otros, se financia con una gran colecta societaria. Esto último vuelve a marcar esa condición gualeguaychuense: la del esfuerzo común. Por si faltara una prueba, en 1923 un grupo de ganaderos se agrupa para emprender la obra más emblemática de nuestra historia: el Frigorífico Gualeguaychú, con alma de cooperativa y forma de sociedad anónima. ¡He ahí el sello Gualeguaychú! La zona rural ofrecía su correlato: en los años 20 los frentistas se agrupaban en consorcios para construir y mantener caminos. Cabe destacar que todas estas obras, el impulso nacía de los particulares, pero con al apoyo del Estado. Uno de aquello consorcios, cambió la historia de la región. Fue cuando a Don David Della Chiesa se le ocurrió abrir ¡una ruta a Buenos Aires! Aquel jalón tuvo su continuidad en 1968, si bien en este caso nos fueron los gualeguaychuenses quienes hicieron la obra. Pero fue nuestra ciudad la protagonista de la mayor gesta que se recuerde, para solicitar la obra Zárate Brazo Largo. Dos gualeguaychuenses encabezaban ese movimiento interprovincial: mi padre, Andrés R. Rivas y David Della Chiesa (h). En 1927 llegaron las obras sanitarias mientras la ciudad crecía

al ritmo de las actividades; el barrio Pueblo Nuevo es muestra de ello y otros se iban formando. Y en cada uno se iban levantando las nuevas capillas y parroquias. Algo de todo eso se habrá tenido en cuenta para que en 1957, fuéramos sede de la nueva Diócesis.

ADN Gualeguaychú

Dos años más tarde, sufrimos la creciente más amplia de su historia. Y ratificando aquello de no sentirse vencidos, Eclio Giusto, uno los más perjudicados, 6 meses después, le regalaba a los estudiantes, la primera carroza. Desde entonces el ADN gualeguaychuense tuvo una 5ta. base nucleótida: la “carrocina”. Esa tradición carrocera fue uno de los factores que viabilizaron el carnaval del país. Que se gestó en la misma década en que nacía nuestro Parque Industrial, fruto del esfuerzo mancomunado de comerciantes, industriales, y Municipalidad. Y el movimiento ambiental reciente nos muestra que ese espíritu de lucha sigue vivo. En conclusión: Gualeguaychú es madre de sus propias obras por el mérito de su habitantes a largo del tiempo y lo seguirá siendo; está en su ADN.

HERMANN presente en los 231 años de GUALEGUAYCHÚ CO M P R E

ND TI N UST RIA ARGEN

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mayor altura. Vinieron los empedrados, el alumbrado a gas, el teléfono y el tranvía. Estos servicios eran atendidos por empresario locales. La llegada del ferrocarril en 1889 fue casi concomitante con la inauguración en 1890 de la Parroquia San José, obra gigantesca para el Gualeguaychú de entonces. La impulsó un curita de 27 años: Luis N. Palma, y se hizo con el aporte de la comunidad. Se iba plasmando en obras aquel ímpetu de no darse por vencidos. A las escuelitas particulares, se sumaron en 1892 las Rocamora y Mateu, además de la Rawson, que ya existía.

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Celebremos con mucha alegría un nuevo cumpleaños de nuestra querida ciudad juan jose bahillo * Opinión

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ace casi 8 años, tomé la responsabilidad de asumir como Presidente Municipal y lo hice sabiendo que tenía un buen proyecto pero sobre todo, que formaba parte de un gran equipo y eso me daba mucha confianza en el futuro. Y desde aquellos días hasta hoy, valoro el crecimiento que ha tenido nuestra ciudad, crecimiento que no se mide en cantidad de habitantes, sino en calidad de vida, en cómo esa ciudad ofrece las condiciones para que las personas que viven en ella puedan desarrollarse, educarse, trabajar, recrearse y tener garantizado el acceso a la salud, entre otros tantos derechos, como el de vivir en un ambiente sano, o el de convivir en base al respeto mutuo. • Hoy tenemos buenos accesos a la ciudad, una autopista segura, cientos de nuevas calles asfaltadas y enripiadas, avenidas, bulevares embellecidos y nuevas rutas alrededor de la ciudad. • Tenemos un teatro recuperado a nuevo (como pocas ciudades en la provincia) y varios edificios, como el propio edificio municipal, que recobran la impronta de nuestra cultura y nuestra historia.

• Tenemos mejores servicios: una mayor capacidad de producir agua potable de calidad y de distribuirla a todos los barrios, miles de metros de nuevas redes de gas natural, de cloacas. • Tenemos miles de nuevas viviendas que van dando forma a nuevos barrios consolidados con todos los servicios. • Tenemos nuevas escuelas,

fundación de la ciudad

hermosas, modernas, y otras cuyos edificios históricos fueron revalorizados. Tenemos un gimnasio polideportivo de uso público, nuestra histórica costanera recuperada, con nuevos paseos y espacios verdes, playas públicas extendidas y mejoradas. • Tenemos nuevos centros de atención primaria de la salud que brindan programas que in-

cluyen cada vez a más familias y vecinos. • Tenemos un nuevo Ecoparque, que inauguraremos antes de fin de año, el primero en la provincia. • Tenemos nuevas opciones de estudio terciario y universitario en la ciudad, a lo que se suma el proyecto del Polo Educativo que ya cuenta con la elegibilidad

Calle 25 de Mayo

Gualeguaychú fue fundada el 18 de octubre de 1783 por el sargento mayor Don Tomás de Rocamora, durante el Virreinato de Vertiz. Arribado al poblado y recibido por los vecinos, observa que el lugar dónde estaba el primer asentamiento era bajo y anegadizo, decidiendo el traslado mas al norte, frente a la isla, hoy llamada Libertad. De acuerdo a las Leyes de Indias, desbroza el terreno, realiza las mensuras, asigna los lugares públicos, reparte 85 solares, elige los integrantes del Primer Cabildo y el Santo Patrono, pasando a llamarse la Villa, San José de Gualeguaychú.

Cementerio Norte

Concesionario Dodge

para lograr el financiamiento. • Y, además, tenemos decenas de programas funcionando de contención e inclusión social, de apoyo a los emprendedores, de construcción de ciudadanía, de participación, de cuidado del ambiente, de impulso a la cultura, al trabajo, al turismo. No niego nada de lo que todavía falta, pero prefiero siempre – como actitud ante la vida- mirar el vaso medio lleno y valorar lo logrado. Porque en definitiva, lo que tenemos es la certeza de que es posible hacer y seguir haciendo, está demostrado. Hemos llegado lejos: vecinos y gobierno, ciudadanos, empresas, emprendedores, instituciones y gobernantes quienes juntos hemos logrado tanto y quienes tenemos todavía enormes desafíos. Una ciudad crece con obras, con servicios, con proyectos, con ideas creativas, con inversión, con trabajo, con educación, pero sobre todo, crece bien porque su gente la quiere, la defiende y la valora todos los días. Celebremos con alegría 231 años de nuestra querida ciudad. Somos 100 mil corazones latiendo fuerte en Entre Ríos. (*) Intendente de Gualeguaychú


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Peluquería Martínez

Teatro 1º de Mayo

Hospital Centenario

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Parroquia Santa Teresita

Jardines Sociedad Rural

El nombre de Gualeguaychú La ciudad toma su nombre del río que lo vió nacer. Según el documento del Padre Policarpo Dufó (1715) la palabra Gualeguaychú es una deformación del termino guaraní Yaguarí Guazú: Yaguar: Tigre; I: Río; Guazú: Grande, o sea “Río del Tigre Grande”. Según estudiosos de la toponimia hay otras definiciones como “Agua de andar lento” o “Río de las cuevas de los chanchos”. Para entender la importancia de este lugar, debemos recordar un poco de la historia de Gualeguaychú, desde sus orígenes. Los primeros pobladores de la zona de Gualeguaychú eligieron el lugar que nos ocupa para comenzar una nueva vida en estas “nuevas tierras fértiles”, antes ocupadas por indígenas. Construyeron un templo, el cual ofrecieron a Nuestra Señora del Rosario y San José y alrededor de éste edificaron sus viviendas. Años más tarde, en 1783, llegan enviados del Virreinato a observar el lugar. Entre ellos vino el “gran fundador” Don Tomás de Rocamora y

dispuso trasladar la población a una zona con terrenos más elevados. La gente ya instalada apoya esta idea, a pesar que debían dejar años de esfuerzo y trabajo, para continuar su lucha en un pueblo planificado y con fecha de fundación: 18 de octubre. Olvidado el primer caserío, en nuestro siglo, hombres y mujeres quieren conocer esa gente. En 1934 encontraron restos humanos al sur de la ciudad y comprenden que se trata de un cementerio, se confirma que éste era el terreno de la primitiva capilla. Trabajaron con esmero para brindarles homenaje a nuestros antepasados y es así que el 8 de julio de 1945 se inaugura el monumento y se levanta la capilla hoy existente. En 1983, al cumplirse 200 años de la fundación de Gualeguaychú, se crea la plazoleta alrededor del monumento y se pintan los murales con la leyenda de la ciudad del poeta local José S. Alvarez, “Fray Mocho”.


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GUALEGUAYCHÚ ENTRE RÍOS SÁBADO 18 DE OCTUBRE DE 2014

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Tomás de Rocamora, fundador de pueblos MARIO GIORDÁN Colaboración

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on Tomás de Rocamora, oriundo de Granada de Nicaragua, perteneciente al Reino de Guatemala, es considerado como el primer defensor de la autonomía entrerriana. Desarrolló una incansable obra social, económica y militar. Supo comprender los problemas de su tiempo, conviviendo con los habitantes de este suelo. Precedió con su pensamiento y su acción a quienes años después concretaron la realidad entrerriana en forma definitiva. La región entrerriana, antes de la llegada de Rocamora, abandonada como estaba, no despertaba interés de las autoridades, pero sí de aquéllos que conocían su potencial riqueza por tener excelentes tierras y estar asentada geográficamente en una ubicación privilegiada. Si bien hacia mediados del siglo XVIII el problema de los pueblos originarios ya había desaparecido, los montes tupidos que aún seguían siendo salvajes, pre-

sentaba un serio inconveniente para los pocos habitantes que se encontraban diseminados en su territorio, quienes eran atacados por malhechores que persegui-

dos por la justicia, aprovechaban estos lugares para su refugio. El año 1779 podría fijarse como el inicio de un proceso que sacaría a la provincia de su estancamiento al que había sido sometida por su dependencia de Santa Fe. Ese año es nombrado Obispo de Buenos Aires, Fray Sebastián Malvar y Pinto, quien antes de ocupar su sede visitó a los pobladores del sur de la provincia y la Bajada del Paraná. El flamante obispo mostró gran interés por aliviar la situación de la población. Para ello proveyó a la fundación de Parroquias en lugares que estimó conveniente. Como fruto de su acción, el Virrey Vértiz creó las Parroquias de Gualeguay, Arroyo de la China y Gualeguaychú.

La presencia de Rocamora en estos parajes se debió a un conflicto suscitado en la parroquia de Gualeguay entre los pobladores, debido al traslado de la Capilla, ordenado por su párroco, el Pbro. Fernando Quiroga y Taboada. Enterado el Virrey de esta situación firma un decreto en febrero de 1782 designando a Tomás de Rocamora como Comisionado, quien hasta ese momento se desempeñaba como Ayudante Mayor de Dragones de Montevideo. No hay dudas de que el Virrey vio en Rocamora a la persona más indicada para llevar a cabo esta misión por su capacidad y equidad. Con los aciertos de sus actos logró establecer con firmeza su autoridad.

Celebremos nuestra vida en familia, rodeados por la mejor naturaleza, en comunidad y con trabajo. Celebremos vivir en Gualeguaychú. Rindiendo un reconocido homenaje a quienes la forjaron y a un pueblo que hoy aporta para que la ciudad sea cada día mejor.

Natalio A. Gerdau

Senador Provincial – FPV – Dpto. Gualeguaychú

Al arribar a estas tierras pudo comprobar la situación de los pobladores sometidos a dos administraciones que compartían la región: Buenos Aires y Santa Fe. Recorrió el desamparado territorio con el fin de conocerlo y contribuir, con soluciones equitativas, para mejorar la situación de emergencia de muchas familias amenazadas de desalojo por los grandes terratenientes que argumentaban ser los verdaderos dueños.

Encargo del Virrey

El 4 de noviembre de 1782, el Virrey le encargaba la erección de villas en los cinco partidos: Gualeguay, Arroyo de la China, Gualeguaychú, Nogoyá y La Bajada. El 19 de marzo de 1783, Rocamora dejaba establecida la Villa de Gualeguay, eligiendo los miembros del Ayuntamiento, distribuyendo los terrenos entre los vecinos. La fundación se hizo bajo la advocación de San Antonio, nombre que llevará luego la villa y que sustituyó al de San Sebastián que llevaba la Parroquia impuesto por su párroco Quiroga y Taboada. Una vez finalizada esta creación, Rocamora marchó de inmediato hacia el Arroyo de la China, sobre la ribera del río Uruguay, con el fin de fundar allí una villa donde ya estaba establecida la Parroquia. Para ello eligió un terreno que creyó conveniente con el consentimiento de los pobladores. A principios de junio, los vecinos trabajaron junto a Rocamora para dejar en condiciones el terreno situado al norte del Arroyo de la China, a una distancia aproximada de media legua de la Capilla existente.


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Fue un inteligente e indiscutible observador. El acierto del Virrey en su nombramiento favoreció notablemente a nuestra provincia. Finalizadas las fundaciones de las Villas, Rocamora se dispuso a cumplir las órdenes superiores, con respecto a La Bajada y Nogoyá, pero el reinicio de las rencillas con Santa Fe, sumadas las ambiciones de sus adversarios, terminan por frustrar estos intentos. En mayo de 1786, Rocamora

El 25 de junio, una vez finalizados los trabajos, se distribuyeron los lotes y se eligieron los Regidores y el Alcalde. Rocamora indicó que el pueblo llevara el nombre Concepción del Uruguay, designando como su Patrona la Purísima Concepción. Hacia fines de septiembre se trasladó a Gualeguaychú con el objeto de dejar sentada otra villa. Tomó como base la Capilla ya existente, creada por el Obispo Malvar y Pinto. Junto con los más acreditados pobladores decidió el terreno ubicado cerca de una cuchilla y que finaliza en el río homónimo. Desechó el que ocupaba la Capilla por ser anegadizo. El 18 de octubre quedó finalizada la fundación. Se eligieron los miembros del Cabildo de la Villa. Para el cargo de Alcalde, fue designado Esteban García y Regidores, Agustín de León, Eusebio Galiano y Salvador González. A instancias de Rocamora la villa se llamaría San José de Gualeguaychú. Una vez comunicada al Virrey la fundación, su obra fue aprobada.

En todas las fundaciones sugirió a Vértiz ideas y soluciones. Mencionó como obras públicas imprescindibles: una Iglesia, cementerio, hospital, escuela con albergue para el maestro y una

casa para el Cabildo. Hasta el momento de estas fundaciones, nadie como Rocamora se había ocupado de las poblaciones de cada lugar. Nada escapó a su observación.

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fue relevado de su cargo por el sucesor de Vértiz, el Marqués de Loreto. Era el tiempo de la partida de una tierra a la que había dedicado sus mejores años y esfuerzos, pero a su vez comenzaba el tiempo del futuro sucesor de su obra en la defensa de la autonomía entrerriana: había nacido Francisco “Pancho” Ramírez. Falleció en Buenos Aires el 17 de marzo de 1819. Al momento de su muerte, Rocamora gozaba de toda la estimación pública.


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Una leyenda para la historia

Por los años 1600, un rico estanciero, Don Gonzalo Pérez de la Viña, corría por estos campos buscando una mujer que era para su vida el horizonte y había desaparecido de su lado. En una de sus recorridas, el amante desesperado llegó a la costa de un río. Con decisión se internó en el agua y pronto alcanzó la otra orilla, aunque en mala hora: un toro cerril que pastaba a pocos pasos y no estaba habituado a la vista

de caminantes, se cuadró bravamente, batió su flanco con la cola en ademán nervioso y embistió hacia Don Gonzalo que, sin tiempo para montar, corrió a pie, seguido de cerca por el animal embravecido. El pobre perseguido, recordando que un hombre echado a muerto era respetado del asta penetrante, se tiró en una depresión del terreno donde brotaban pajas y junquillos. Llegó el toro, dio un bufido, escarbó el suelo, movió su cola con bravura y se dispuso a embestir nuevamente, cuando Don Gonzalo vio avanzar hacia su cabeza, la achatada y reluciente de una víbora venenosa. Entre Scylla y Caribdis estaba Don Gonzalo: levantarse era caer en las astas de su enemigo; dejarse estar era correr el albur de no levantarse más. Optó por lo segundo pero juró que si salvaba su vida, levantaría en ese lugar, una capilla a San José, el patrono de su casa. Baja el toro la testuz, huele el cuerpo de su víctima pero algo lo espanta: la víbora ha clavado en su nariz, el colmillo agudo y venenoso. Repuesto, el toro embiste nuevamente y otra nueva punzada lo obliga a retroceder. Luego bambolea y cae jadeante. Años más tarde, Pérez de la Viña cumplió su promesa y fue en las cercanías de esa capilla, que comenzaron a afincarse los primeros pobladores de Gualeguaychú. Fray Mocho (José Seferino Álvarez)

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Acta de Constitución del Primer Cabildo

“En el Partido de Gualeguaychú, con conocimiento de las facultades que se nos han concedido, sobre el sitio destinado a Casas del Cabildo y en presencia del Comisionado General del Ecxmo Sr Virrey para la formalización de Poblaciones en estos destinos, juntos y de común acuerdo, en voz de todo el vecindario, elegimos para Alcalde Ordinario de esta nueva Villa a don Esteban Díaz, teniente de su Compañía de Milicias; para Regidor Decano a don Agustín José de León; para Segundo Regidor a don Eusebio Galeano; para Tercer Regidor a don Carlos de Ximénez y para Quarto y Ultimo Regidor a don Salvador González, sujetos todos de las buenas circunstancias que se necesitan para desempeñar los empleos que se les señalan y para que conste lo firmamos en el presente sitio y Partido, a 18 de octubre de 1783. Eugenio González, Isidro Caballero. Por no saber escribir, Francisco Fernández hizo la señal de la cruz; Gregorio González, Juan José Escobar, Juan Blas Sánchez, José María Añasco, Francisco Orué, José Peñalva. Por no saber firmar, Domingo Díaz hizo la señal de la cruz; Pedro Pablo García”.


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