El Impostor 5

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EDITORIAL mendación de la Librería Galatea. También hemos querido recordar a Robert Walser o Jaime Gil de Biedma y presentaros El Proyecto Lázaro. Grupos musicales como Muse, referencia de la calidad, o Nick Cave, un histórico de los márgenes, hacen compañía en nuestro número a Clint, Manel o Gabo Ferro. Escúchalos en el Spotify de El Impostor. Películas como Little Children, en las antípodas de lo políticamente correcto, un repaso a las películas de terror Warner Premiere, el inicio del movimiento Dogma, Festen, la violencia de la coreana Old Boy, la intensidad de La eternidad son nuestras propuestas cinematográficas, además de una interesante entrevista con los creadores de la serie underground Mrs. Carrington. En nuestra sección de firmas invitadas disfrutaremos de la fotografía-collage de Alfonso Brezmes, que recientemente expuso una de sus piezas en ARCO, y la fotografías de Valentín Álvarez para la obra de teatro Urtain. Álvarez está nominado a los premios Max de teatro en la categoría de Mejor iluminación por dicha obra. Desde El Impostor, desde algún lugar de los márgenes, esperamos que disfrutéis tanto como nosotros de este quinto número.

Los márgenes de una página son espacios en los que casi nunca pasa nada, aparentemente. Páramos desolados en torno a los cuales el escritor edificó su obra. Hasta que nos decidimos a usarlos, nos situamos en los márgenes y anotamos. ¿Qué nos moverá a (re)llenar ese margen? Estas notas marginales podrían considerarse nuestros oasis, ahí donde descansamos/escapamos del texto central y dejamos huella. Estos nuevos oasis, llegan a convertir en desiertos a la cultura central, y son inmensos y fértiles a un tiempo, pues hay escritores, cineastas, o músicos, creadores todos, que emigran a los márgenes cansados de vivir en el cuerpo único y delimitado de sus disciplinas, del ruido de las masas, del asentimiento generalmente aceptado. Seres únicos, habitantes del desierto, que saben vivir al calor de la soledad y el silencio de los neones y las entrevistas, de los premios y las escuelas. Que desde la distancia, observan la realidad y la dibujan con otros ojos, con otros oídos, con otras letras. Pero que sientan y se expresen desde los márgenes no convierte a estos artistas en seres marginados. Más bien al contrario, como los márgenes de una página, los artistas de los que hablamos constituyen puntos de referencia. Joyas naturales, como las rosas del desierto, a las que El Impostor ha querido dedicar su quinto número. Libros como Nadie Gana, de Jack Black, ladrón que al final de su vida, después de años en presidio, decidió contar sus memorias porque también en los márgenes hay justicia; o Diario de Oaxaca, de Peter Kuper, neoyorquino que viajó al margen, México, para enseñar a su hija que hay otra realidad. Escritores como Juan Bonilla, siempre al margen de modas, corrientes o géneros, reco5


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DIARIO DE OAXACA PETER KUPER POR JuDITH PéREz MAyO

que el libro sea, méritos aparte, una auténtica joya visual (además de estar maravillosamente encuadernado y de una acertada edición bilingüe). El momento que elige Kuper para tomarse su apacible año sabático en Oaxaca coincide con un momento poco afortunado de la historia de la ciudad. una huelga de profesores que se venía repitiendo anualmente acaba con el envío de antidisturbios por parte del gobernador, ulises Ruiz Ortiz (uRO, un acrónimo tan gráfico que da escalofríos), para reprimir las protestas. Murieron tres maestros y un periodista estadounidense. La idea de escribir, dibujar y fotografiar surge de la necesidad que tiene Kuper de expresar lo que está viviendo. y de esa necesidad de expresar surge la de contar a sus amigos cómo son las cosas desde dentro, harto de ver cómo la prensa nacional e internacional interpreta a su manera unos hechos tan dramáticos; de esta forma el libro se convierte en un reportaje periodístico...entre otras cosas.

ISBN: 978-849686741-3; 208 páginas PVP: 20 €; Sexto piso, 2009

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aya por delante que nunca he estado ni en Oaxaca ni en México, así que les voy a hablar únicamente de un libro, no de una ciudad ni de un país. ustedes disculparán. Peter Kuper es un ilustrador (The New Yorker, Time, Newsweek...) del upper West Side neoyorkino que decide tomarse un año sabático con el objetivo de «sacudir la limitada cosmovisión» de su hija Emily y de alejarse un poco de los Estados unidos de la era Bush. El lugar elegido para Emily es Oaxaca, México. Con ese punto de partida comienza el Diario de Oaxaca que decide «escribir» Kuper. Escribir está entrecomillado porque, desde luego, éste no es un diario al uso. Fotografía, texto y dibujos conforman un collage que hace

de Tonatiuh Figueroa

Porque Kuper no sólo cuenta las sombras de Oaxaca y de la corrupción política de todo un país. Cuenta mucho más. Cuenta México. 7


la página web de Peter Kuper. En ella descubrirán la peculiar visión del mundo y del «cómo son las cosas» de este autor neoyorkino tan especial y tan polifacético. y, si les quedan ganas, y espero que sí, disfruten de su interpretación de La metamorfosis de Kafka. Busquen una excusa para regalar o regalarse Diario de Oaxaca. Además de disfrutar mucho estarán deseando tener también un año sabático o, si no, irán corriendo a su agencia de viajes a reservar un vuelo de ida a Oaxaca. yo estoy en ello. Más información en http://www.peterkuper.com/

El libro está lleno de luces (deliciosa la «Visión aromática») y de humor: la interpretación de la historia de México (estupendo el enfrentamiento entre Hernán Cortés y Moctezuma), la recreación de las ruinas de Teotihuacán, el boxeo, la Noche de los Muertos, Diego Rivera... un México mágico, mítico y místico. Armado con una cámara, una libreta y lápices de colores, Kuper, uno de los pocos extranjeros que permanecen en Oaxaca tras el estallido de los disturbios, recorre durante dos años la cotidianeidad de una ciudad en la que la injusticia es la rutina de todo un pueblo: buena prueba de ello son las numerosas fotos y recreaciones de grafitis, una de las pocas formas de protesta que tienen los oaxaqueños ante la fuerza del todopoderoso uRO (unos grafitis que gritaban y que fueron borrados y dejaron de existir durante el año posterior a la revuelta. «Silencio visual», lo llama Kuper. Terrible). Antes de terminar déjenme que esta impostora les recomiende también un paseo por 8


EL PROYECTO LÁZARO ALEKSANDAR HEMON POR PATRICIA GONzALO DE JESúS

nes con márgenes misérrimos que tienen al lector en vilo, pendiente de si la próxima s de plural o la siguiente preposición al final de una línea deciden poner fin a su oprimida existencia y precipitarse por el canto del libro hacia el vacío. No, no se trata sólo de eso: el lector atento sabe, aunque sea de modo inconsciente, que en esas ediciones falta algo esencial, aunque su esencia sea la nada en contraposición al texto. y también sabe que en los márgenes a veces se encuentra lo más interesante: las glosas y notas que, como las dedicatorias en los reversos de las fotografías, dan un nuevo sentido a un todo monolítico que parecía herméticamente cerrado y perfectamente acabado. A estas alturas es ya más que probable que se estén preguntando qué tiene esto que ver con la reseña de un libro. Antes de que decidan hacer una colecta para contribuir a mi terapia psicoanalítica, y en primer lugar, les recuerdo que una aspira, aunque sólo sea parcialmente, a la no-reseña szymborskiana. y en segundo lugar, aclaro que una de las virtudes que más aprecio en un escritor, y en general en cualquier creador, es que tenga una mirada excéntrica, es decir, que aun estando dentro del mundo se sepa en los márgenes y, desde allí, intente explicar el conjunto con mayor lucidez que el que se encuentra en el centro. Cuestión de perspectiva, supongo. Eso es lo que me fascina de Josef Roth; eso es lo que impide que aborrezca a Franz Kafka a pesar del empacho kafkiano al que se nos somete por todos los flancos; y eso es lo que hace que admire a Wisława Szymborska sin fisuras. De modo que me he dicho: si vamos a hablar de márgenes y literatura, hagámoslo a lo grande. Con un escritor bosnio exiliado en Estados unidos que escribe una novela en inglés (véase Aleksandar

Traducción de Rita Da Costa ISBN: 978 84 92723 010 368 páginas; PVP: 18 € Duomo Ediciones, Barcelona, 2009

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e gustan las viejas cajas de música con extrañas melodías distorsionadas, las fotografías antiguas con dedicatoria olvidadas en el fondo de cajas de zapatos, los calcetines y guantes desparejados, las maletas de cartón sin dueño, las pajareras sin pájaro y en general todo tipo de cosas superfluas y desconcertantes. Con estos antecedentes supongo que no les parecerá demasiado estrafalario que les declare además mi amor por los márgenes. No se trata sólo de que me guste flotar en ese extraño vacío que está dentro y fuera a la vez: dentro del libro y fuera del texto. Siempre me han angustiado esas edicio9


adoración letraherida que gasto, todavía se me ponen las plumillas como escarpias cuando se pronuncia el nombre de Nabókov o Sebald en vano (por no hablar del Maestro Bulgákov...). Sobre esta aura flotaba además la bruma casi mitológica de cierta reseña de Alberto Manguel en cierto suplemento cultural. Sudores fríos. Continúo. Solapas: biografía del autor (comprueben la inusitada brillantez de la misma con sus propios ojos) y foto en blanco y negro en la más sofisticada tradición editorial anglosajona. Como una además está aquejada de un masoquismo literario sin límite, engulló de principio a fin y sin apenas tragar saliva varias entrevistas en las que el sospechoso hacía gala de un charme balcánico-sajón y de una ironía cautivadores. Tanta perfección ( y aún no había hojeado más que unas cuantas páginas de la novela) me empezaba a resultar inquietantemente insultante o insultantemente inquietante, según el momento. Apenas he comenzado el primer capítulo de El proyecto Lázaro y, sin poder desembarazarme de una media sonrisa sardónica que se ha acomodado (dice que de modo indefinido) en mis labios, haciendo pausas para releer (y releer, y releer) frases de una arquitectura que, por su elaborada y pulida sencillez, es digna del propio Gehry, me encuentro ya sin solución de continuidad en el cuarto. Maldito sea. Acaba de conseguir un más que merecido puesto en la Lista. Sí, Aleksandar: así, con mayúsculas. Porque si tú puedes tener un Proyecto Lázaro, dear, yo puedo tener mi propia lista, la que acabo de bautizar como Lista Steiner (no confundir con melodramas spielbergianos). y en este selecto círculo tienen cabida sólo aquellos escritores extraterritoriales que han conseguido la maestría en el exilio más radical, que es el de la lengua. Puedo imaginar al meticuloso Nabokov escogiendo y clasificando palabras inglesas como si de una taxonomía entomológica se tratara, como mariposas atravesadas por un alfiler en una pequeña vitrina rusa. A la circunspecta Agota Kristof ensamblando palabras en francés, como si encajara piezas en el delicado mecanismo de los relojes de la fábrica suiza en la que trabajó nada más huir de Hungría. A la frágil Herta Müller junto

Hemon y su Proyecto Lázaro) sobre un escritor bosnio exiliado en Estados unidos (véase Vladimir Brik, protagonista –o no– de la novela) que intenta escribir un libro sobre un inmigrante judío de comienzos del siglo XX que, tras sobrevivir a los pogromos del Imperio Ruso y marchar a Estados unidos, muere en Chicago a manos del jefe de policía de esta ciudad, acusado de intentar cometer un atentado anarquista (véase Lázaro Averbuch, Macguffin –o no– de la novela). una vez hayan salido del laberinto de este juego especular del que parte Hemon, de sutil, misterioso y paradójico aroma nabokoviano, reconocerán que es bastante difícil encontrar más marginalidad por centímetro cuadrado de página. No les voy a ocultar que esta impostora se acercó al libro con cierta aprensión. Me explico. Cubierta y contracubierta: toneladas de elogiosas críticas de todos los suplementos norteamericanos que constituyen un must para cualquier escritor post-postmoderno que se precie y de autores como el también post-postmodernísimo Junot Díaz, todas ellas mencionando influencias de los más grandes de los grandes. y a mí, en esta absurda y anacrónica 10


desde Sarajevo hasta la misma ciudad estadounidense), y a partir de las fotografías, cartas, objetos, fragmentos de recuerdos, anécdotas aparentemente insustanciales que ha encontrado en su interior compusiera un mosaico de realidad. O al menos de una de las realidades posibles... Aleksandar Hemon tituló una de sus primera novelas, cuyo protagonista es fan incondicional de The Beatles, Nowhere Man, y la letra de esta canción sigue resonando en El Proyecto Lázaro. En un vaivén permanente entre el pasado y el presente, compartimos la visión marginal (y puede que por ello más clara y desgarrada) de una galería de personajes perdidos a medio camino de ninguna parte. Lázaro y su hermana Olga, ciudadanos de segunda clase sometidos a la violencia allá donde se encuentren: judíos en Rusia, emigrantes (para colmo, de nuevo, judíos) en los Estados unidos. Brik, incapaz de encontrar su lugar en el mundo: nacido en un país que ya no existe y exiliado en otro que no entiende a causa de una guerra que, para mayor absurdo, ni siquiera llegó a vivir. El fotógrafo Rora, que sí vivió el absurdo de la guerra, prefiere fabular el pasado y observar el mundo a través del objetivo de su cámara. Supervivientes del Holocausto, corresponsales norteamericanos en la Guerra de los Balcanes, jerifaltes del ejército bosnio con métodos más que discutibles, mafiosos que nadan como pez en el agua en el caos surgido tras la caída del Muro, salvajes taxistas (o eso dicen) ucranianos que desprecian el cinturón de seguridad, prostitutas, chicas moldavas que están a un tris de verse obligadas a serlo... Es cierto que el demiurgo Hemon ha jugado con casos extremos en este libro-universo en el que los márgenes tienen vida propia y nos explican una verdad que no siempre aparece en los textos oficiales. Pero quizás la novela funciona precisamente porque, como dice Lennon en su canción, estos personajes perdidos en ninguna parte son un poco como cualquiera de nosotros. O, en palabras de Vladimir Brik, porque «Ellos eran yo. Habíamos vivido la misma vida; desapareceríamos en la misma muerte. éramos como todos los demás, porque no había nadie como nosotros».

a su diminuta mesa de té, componiendo, recorte a recorte, un collage de palabras alemanas pegadas con adhesivo rumano. Con esta misma precisión quirúrgica que sólo permite el extrañamiento y que únicamente logra aquél que no se siente como en su propia casa dentro de una lengua dada (T. W. Adorno dixit), Aleksandar Hemon tiende un cable entre el skyline de Chicago y la ciudad moldava de Kishinev para atravesarlo, vía Bosnia, en un equilibrio que podría parecer a primera vista precario pero que él dota de increíble solidez: la ironía (y autoironía) y la perfección estructural de Nabókov; el humor delirante de Bulgákov (o sencillamente de todo aquél que sabe de lo arbitrario de los mecanismos del poder); una descarnada y lírica crudeza en la descripción de la violencia, que recuerda a Isaak Bábel; la terrible conciencia de que el hombre está a merced de la Historia, no sólo presente en la obra de W. G. Sebald sino también en toda la literatura centroeuropea («Cuántas historias podrían contarse, pero sólo algunas pueden ser verdaderas»); la alternancia entre la ostalgia y el sarcasmo ante la sordidez post-com de Dubravka ugreai («Las principales exportaciones de mi país son los vehículos robados y las desdichas»); el gusto por las anécdotas grotescas, típicamente balcánico pero que en ocasiones puede recordar a Bohumil Hrabal; y, sobre todo, el color sepia de la memoria que tiñe la prosa de Danilo Kiš. y es que Hemon va un paso más allá de La enciclopedia de los muertos de Kiš y, como un demiurgo en su pequeño universo literario, se entrega a un ejercicio de resurrección, de recuperación de la memoria, aun siendo consciente desde el principio de que «aunque supieras lo que quieres saber, seguirías sin saber nada». El autor embarca a Vladimir Brik (y con él al lector) en un viaje en el que intenta reconstruir la historia y la identidad de Lázaro Averbuch y que acaba siendo una reconstrucción de las suyas propias. Como si abriera la maleta de cartón que un día perteneció a Lázaro y que lo acompañó en su odisea desde los confines del Imperio hasta Chicago, pero a la vez su propia samsonite (que siguió un itinerario similar, 11


NADIE GANA JACK BLACK POR AITOR AGuIRRE

la vida del ladrón mítico y reflexivo que es Jack Black, o al menos del hombre que se hizo llamar Jack Black.

Traducción de Pilar Álvarez Sierra ISBN: 978-84-937018-3-3; 448 páginas; PVP: 19 € Ediciones Escalera, Madrid, 2009 Puedes leer aquí el primer capítulo

Black nació en 1881 en Vancouver, aunque pasó su infancia en Missouri. Cuando su madre murió su padre vendió su casa y se trasladaron a una habitación de hotel. Sería en Kansas City, en su adolescencia carente de figura paterna, constantemente de viaje y sin apenas comunicación, donde tuvo el primer contacto con el mundo que su educación religiosa le había ocultado. En los tiempos en que un cobarde llamado Robert Ford mataba por la espalda al asaltador de trenes y asesino Jesse James, el joven Jack Black obtenía su primer empleo como cobrador de facturas de un lechero. un día, mientras cobraba la factura de un burdel la policía hizo una redada y pasó la noche en la cárcel. Las prostitutas tuvieron que pagar la fianza ya que era el único que no había sobornado a los honorables agentes de la ley. Desencantado con la policía y los jueces no volvería a tener empleo hasta 40 años más

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econozco que cuando me recomendaron Nadie gana, el libro de Jack Black con el que Ediciones Escalera comenzaba el año, no sabía nada acerca del autor ni del libro. En mi ignorancia pensé que uno de mis actores/cantantes favoritos también hacía sus pinitos como escritor, y confieso que no me extrañó dada su polifacética carrera. Al abrir el libro me topé con la foto del autor en la solapa, desde ahora mi Jack Black favorito. Su cara de delincuente gastado por la vida en el camino y los años de cárcel me pareció más la de un enterrador que la de un escritor. Entonces leí el prólogo de William S. Burroughs, fascinado como toda la Generación Beat por el escritor delincuente, que abre la puerta hacia 12


como un desgraciado, siempre me han tomado por ello». Antes de arrojarse a las aguas del Puerto de Nueva york en 1932, Jack Black tuvo unos años de tranquilidad, sin problemas ni posesiones, que dedicó a escribir su novela autobiográfica Nadie gana, y algún artículo en Harper´s, incluido en esta edición de Escalera, sobre el sentido de los castigos físicos en los penales norteamericanos, sobre la naturaleza del bien y el mal, por si pudieran ayudar a algún joven delincuente o juez. En la edición americana, en la página de créditos, añaden que se mandará una copia del libro a cualquier convicto si dirigen una carta a la editorial con 10 dólares y una dirección de contacto. El libro cuesta 16 dólares. Nadie gana es una obra admirable no solo por su valor literario, sino por su carácter documental de una época y unos personajes ya desaparecidos, como la vida errante de los bandidos del Wild West. El rodaje de la adaptación del libro a la gran pantalla se iniciará el próximo julio en localizaciones de Oklahoma.

tarde, como bibliotecario en el San Francisco Call. Aquel fue el comienzo de una carrera al margen de la ley que Black narra con maestría, desde los primeros trabajos con un tal Smiler, que le enseña el oficio de robar en las casas por las noches, hasta los trabajos más sofisticados y estudiados que realizará al final de su vida delictiva, donde la tensión acabó con sus nervios, y con su dinero, abandonándose al consumo de opio. A través de su relato aprenderemos que no es aconsejable robar a los mormones o a los chinos, leeremos cómo se vivía en los caminos, sabremos de las multitudinarias reuniones de mendigos, los Yeggs, donde se compartía comida y bebida hasta el fin de existencias. Nos adentraremos en los bares de Winos, esos seres que vivían en antros de mala muerte donde, tras caer inconscientes, el camarero los sacaba y los ponía a dormir la borrachera unos al lado de los otros, hasta que se despertaban y podían volver a entrar a beber en latas, o tarros. Visitaremos ruinosas habitaciones de hotel, seremos testigos de detallados golpes, evasiones heroicas de las cárceles, muertes de honrados ladrones… y todo en los años de decadencia del salvaje oeste. Con el tiempo Jack Black se fue convirtiendo en un Stetson, nombre dado a los miembros de la primera clase entre los ladrones, «desde el día que dejé a mi padre mi camino había quedado trazado, entre la gente torcida. No había pasado ni una hora en compañía de un hombre honrado… si vives con lobos aprendes a aullar». Entre viaje y viaje escondido en trenes de mercancía, esquivando a los revisores y a la policía, entrando y saliendo de las cárceles de Estados unidos y Canadá, dejándose sangrar por los prestamistas, Jack Black comparte con nosotros sus vivencias con compañeros entrañables como Sanctimonious Kid, George Pie y medio o Salt Chunk Mary, miembros de la familia Johnson. Familia que para ser miembro de ella solo había que ser un ladrón honrado y decente con los compañeros, «He pasado casi toda mi vida en compañía de gente sin suerte y, aunque yo nunca me he visto a mí mismo 13


JUAN BONILLA EL HOMBRE QUE ENCONTRÓ A MATILDE URBACH POR NATALIA z ARCO

Los lectores de estos habitantes de las afueras, consumidores de lo especial, buscadores de lo diferente, que le piden mucho más a la lectura, mucho más a cada historia son, como nos cita el propio Bonilla, sociedades secretas de solitarios, seguramente formados por un único miembro, fácilmente distinguibles por los libreros que les observan..., pues son los que llegan a los títulos rebuscando y husmeando en los estantes de las librerías, persiguiendo ese ejemplar mágico, milagroso, que estaba ahí esperando ser encontrado. Descubrí a Juan Bonilla hace muchos años, en una librería de Barcelona. Cayó en mis manos un ejemplar de El que apaga la luz, de aquella primera edición que hizo Pre-Textos hoy agotada, con una portada preciosa como pocas… Compré el libro, por supuesto, pero lo leí íntegro antes, allí clavada ante el estante en el pasillo de la librería, de pie durante una hora o más, no sé. La literatura de verdad es la que nos desnuda de golpe, la que sin hablar de nosotros ni de lejos nos delata señalándonos con el dedo, la que parece que nos revela un secreto y sobre todo de la que no sale uno de la misma manera que entra: después de leer la obra algo, por pequeño que sea, ha cambiado… Poco tenía yo que ver con cualquiera de los personajes de los relatos de Bonilla, en cambio sentí con asombro que ese autor sabía prácticamente todo de mi persona. Hay que leer a Juan Bonilla. Hay que leerlo para entender que hay muchas formas de escribir pero hay una que sabe adentrarse por las grietas, infiltrarse como el viento hasta el alma, y no porque sepa crear esa facilona empatía o identificación del lector con sus personajes, sino porque sus criaturas son tan concretas e individuales como universales. Hay

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uan Bonilla, cónsul en Jerez del Reino de Redonda, fue el hombre que encontró a Matilde urbach…; fue el hombre que jugó una partida de ajedrez con Barcelona que acabó en zuzgwang…, il viaggiatore di una notte d’inverno, el que apaga la luz… Por misteriosas causas o casualidades sobre las cuales los libreros nos interrogamos, Juan Bonilla no ha ganado nunca un concurso de relatos del mismo modo que un poeta tan intenso y original como Jesús Aguado no ha ganado jamás un certamen de poesía. Los autores que habitan en las afueras del mundo editorial suelen ser, al contrario de lo que puedan decir las listas de ventas, los encargados de dar cuerpo y solidez a la literatura de cada país. Sus obras libres de condicionamientos, al margen de la llamada actualidad, son textos originales puesto que pertenecen exclusivamente al universo íntimo del autor y no al del público general. Esto significa que son libros con rasgos inconfundibles, con esa huella única que los distingue y aísla, que los rescata del marasmo de páginas impresas que se publican no porque contengan fuegos artificiales ni efectos especiales, sino porque están escritos desde una perspectiva individual, personal y concreta. 14


manera de aparecer y desaparecer él mismo en sus historias, en sus poemas, de revelarse y ocultarse después, de dar una pista o dejarse ver para después borrarse entre las líneas del texto y confundirse entre haches y emes y no dejar más rastro que una frase aquí o allí… Cuentos como «El terrorista pasivo» o «Las Musarañas», de El que apaga la luz, cuentos magníficos como «El mejor escritor de su generación» de La compañía de los solitarios, en el cual hay un monólogo enfadado en boca de la madre del protagonista que me hizo llorar de risa las mil veces que lo leí. Cuentos como los de La noche del Skylab, y los de El Estadio de Mármol… Según ha ido creciendo su obra, más sólido se ha hecho su universo, siempre lleno de referencias y citas magníficas, pues si algo valoro profundamente de Bonilla es la cantidad de autores que cita en sus escritos y que te llevan a otros mil lugares y páginas. Recuerdo el personaje protagonista de la novela Nadie conoce a nadie, le recuerdo como un enfermo de literatura total y absoluto, con un discurso mental tan fascinante que el resto de la historia, que sin duda era interesante, se me quedó en pura anécdota pues yo pasaba las páginas persiguiendo todos los agudísimos y divertidos devaneos mentales del personaje, su peculiar filtro convertía su realidad en otra cosa, en ficción… «Hay dos maneras de regresar al punto que acabas de dejar a tus espaldas. una consiste en darse la vuelta. La otra en dar la vuelta al mundo». Recuerdo también los personajes tan periféricos de esa novela que está «escrita en blanco y negro», esa novela desaparecida y olvidada que sólo unos pocos recordamos, Cansados de estar muertos, y que me gustó tanto que me convirtió durante un tiempo en una Morgana errante por la ciudad, por una Barce-

que leer a Bonilla y empezar por sus cuentos de El que apaga la luz, o de La Compañía de los Solitarios, donde hay relatos incomparables que una vez leídos una vuelve a querer leer y no olvida fácilmente. El autor sabe jugar con las palabras, sus textos saben jugar con el lector, su humor al mismo nivel casi que su melancolía convierten su literatura en un delicioso ejercicio que se termina con ganas de más. En sus libros, aunque se desarrollen en la aparente normalidad y sus habitantes sean de lo más común, siempre hay un gesto, un nombre o apellido, un detalle mágico, un momento decisivo en el que ese texto se aleja definitivamente de lo verosímil, de lo real, para sumergirse de lleno en lo literario, en la ficción, en todo lo que de realidad absoluta tiene la ficción. Ese juego, ese umbral que cruzan sus personajes, como si entraran y salieran a través de un espejo, esa facilidad para convencernos de estar contando algo absolutamente cotidiano y acabar dándole la vuelta hasta rozar lo increíble es lo que hace de los relatos de Bonilla un precioso juego en el que apetece entrar. Tanta gente sola, su último libro en Seix Barral, es un ejemplo fabuloso de ese juego, de esa oscilación entre la ficción y la realidad, entre la literatura y la metaliteratura. Las historias se interconectan entre sí por puntos minúsculos, por lazos invisibles tejiendo una trama, una tela de araña en la que incluso una como lectora acaba sintiéndose ficción, parte de la ficción, parte de ese universo literario tan personal. Hay que leer a Bonilla sí, como hice yo, persiguiendo al autor desconocido por las páginas y los párrafos, enamorada de esa elegante 15


también publicado en Pre-Textos hay un buen ejemplo de los primeros artículos, los que publicó La Carbonería de Sevilla en un precioso ejemplar titulado Veinticinco años de éxitos. Sus escritos periodísticos sobre literatura han sido para mí la guía perfecta para descubrir caminos, atajos, nombres y títulos, textos extraordinarios de los que están o estuvieron en las afueras y que poco a poco han ido ocupando el lugar que se merecen y llegando al lector que les esperaba en el transcurso del tiempo, para hacer que esa maquinaria delicada y oculta funcione. Hay que leer a Juan Bonilla, si uno consigue hacerse con sus libros, y después contarlo a un amigo, a dos como mucho, para que sus textos sigan vivos, moviéndose de una mano a otra, de un estante a otro, de un lugar a otro… y se vayan encontrando cada uno con su lector, con ese que aún no lo sabe, que no le conoce, pero que de algún modo, le está esperando.

lona secreta de cielos crepusculares azul de Prusia, que usaba perfume de mandarina y lloraba en los parques… «Por qué no. Me parece una idea preciosa, pero las ideas preciosas que se dejan morir sin hacer nada por convertirlas en hechos son todavía peores que las demás ideas. Vamos, con un poco de suerte averiguaremos a qué pisos corresponden las ventanas encendidas, llamaremos a los timbres de los porteros automáticos y le contaremos a quien conteste que el televisor se nos estropeó justo cuando iba a empezar Novecento, y entonces le preguntamos si nos puede invitar a verla en su casa, dice Morgana elevando las cejas para indicar que la idea le parece lo suficientemente luminosa como para no dejarla envejecer en el limbo de los propósitos inviables...» O la inolvidable novelita que habré recomendado mil veces en la librería y que tristemente ahora está agotada, Yo soy, Yo eres, Yo es, narrada por un muchacho de trece años que hemos sido todos, incluso los que no hemos sido muchachos… «yo soy. yo eres. yo es. yo somos. yo sois. yo son... Si quieres sobrevivir, habrás de aprender a conjugar el verbo ser de esta manera. No es fácil, resulta costoso, no basta repetírselo una y otra vez hasta tatuárselo en la corteza del alma, hay que creérselo, lo más difícil es creérselo, pero una vez lo consigues puedes dar el siguiente paso, aprender a conjugar el verbo amar para no conformarse con sobrevivir, para que tus deseos dicten a la realidad la forma en que ha de desarrollarse: yo me amo. Tú me amas. él me ama. Nosotros me amamos. Vosotros me amáis. Ellos me aman.» Sus libros de poemas, sus textos para niños, sus libros de artículos periodísticos entre los cuales hay algunos que son verdaderas piezas literarias, brillantes y lúcidas, coherentes y llenas de ironía y de humor. En El arte del yo-yo 16


LAS PERSONAS DEL VERBO JAIME GIL DE BIEDMA POR A. CARRIóN

magazine queremos invocar, citando uno de sus versos, en una de esas memorables noches de rara comunión, con la botella medio vacía, los ceniceros sucios, y después de agotado el tema de la vida. Porque no es de la existencia terrenal del poeta de la que deseamos hacernos eco, o al menos no de manera central. Entre otros motivos, porque poco más puede añadirse a la completa biografía escrita en 2004 por Miguel Dalmau y editada por Circe. una obra a todas luces recomendable porque, además de desgranar todos los claroscuros del poeta a través de los recuerdos de muchas de las amistades que fue labrando a lo largo de su vida, como la de Carlos Barral o Ángel González, también permite relacionar su producción literaria con los diferentes momentos vitales del poeta; cuestión esta que no carece de importancia, pues la poesía de Gil de Biedma, o gran parte de ella, se enmarca dentro de la llamada «poesía de la experiencia», que a muy grandes rasgos se significa por valerse de imágenes o situaciones vividas, no necesariamente desde la objetividad, como base del poema. Parafraseando de nuevo al poeta, para conocer a Jaime Gil, para aprenderle, la Editorial Lumen publicó en 1998 una nueva edición de su antología poética Las Personas del Verbo, prologada por Carme Riera, en la que recoge junto al poemario completo del autor, las notas del mismo a las diferentes ediciones publicadas en las que fue incluyendo, eliminando o cambiando de orden alguno de sus poemas. una actividad absorbente, en palabras del propio poeta, que para él justificaba en buena medida la casi nula producción literaria a partir de su muerte. Digo bien, a partir de su muerte. Porque como mencionaba al comienzo de este

ISBN:978-84-322-0780-8 Páginas: 213; PVP: 12,50 € Editorial Lumen; Barcelona, 1998

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aime Gil de Biedma (Barcelona, 19291990) vivió dos vidas, como mínimo, y murió dos veces, también como mínimo. Alto ejecutivo y poeta, burgués de izquierdas (aunque él mismo dijo en alguna ocasión que dejó de ejercer), bisexual quizás a su pesar, su vida y su obra fueron tan compleja la primera y tan completa la segunda que aún hoy, veinte años después de su muerte, sigue inspirando a autores, estudiosos, biógrafos y e incluso cineastas. La película El cónsul de Sodoma, dirigida por Sigfrid Monleón, protagonizada por Jordi Moyá y que logró cinco nominaciones para los premios Goya, es la más reciente expresión del magnetismo que despierta la figura de este autor. un ser irrepetible, con una vida al margen de las imposturas, al que desde nuestro 17


Porque, como el título de la antología indica, las personas del verbo son yo, Tú, él, Nosotros, Vosotros y Ellos.

texto, Jaime Gil de Biedma murió como poeta «activo» mucho antes de su fallecimiento. Su último libro, aunque no su último poema, titulado precisamente Poemas Póstumos (1968) (título que valió más de un malentendido) recoge versos tan deliciosos como los del poema «Contra Jaime Gil de Biedma», «No volveré a ser joven», «De Senectute» o «Tras la muerte de Jaime Gil de Biedma». Respecto a su muerte literaria, el propio poeta tenía varias teorías, entre las cuales la más recurrente, y probablemente la más verdadera, era que a través de la identidad literaria que se había creado a lo largo de su obra y que había llegado a asumir como propia, Jaime Gil de Biedma había pasado de ser poeta a convertirse, finalmente, en poema. El poeta que vivió una doble vida y que sufrió una muerte doble nos dejó, pese a su breve obra, algunos de los más grandes poemas de la segunda mitad del siglo XX. Entre ellos, destacan varios de los contenidos en su libro Moralidades (1966), como «Días de Pansanjan», «Peeping Tom», «A una dama muy joven, separada» o el que para muchos, entre los que me incluyo, es su poema cumbre y quizás uno de los poemas cumbre de la historia de la literatura española: «Pandémica y Celeste», una difícilmente igualable reflexión sobre el amor y el deseo en la que el poeta se desnuda ante el lector y lo invita a caminar con él a tavés de su propia experiencia de promiscuidad hasta llegar al verdadero amor, a aquel que permite la redención con el pasado y la paz en la muerte. Irónica, vitalista, pero permanentemente consciente de la pérdida constante que supone amar y vivir, la poesía de Jaime Gil de Biedma rebosa sinceridad y belleza porque es la obra de un hombre que vivió la creación literaria como un medio para sobrevivir a su propia vida, para conciliar sus eternas contradicciones. y el lector que la descubre, como yo la descubrí hace ya muchos años, rara vez olvida alguno de sus versos, alguna de las imágenes que evocan sus poemas. Con la poesía de Jaime Gil a veces sonreiremos cómplices y otras veces nos avergonzaremos hipócritas. 18


ROBERT WALSER LA INVISIBILIDAD COMO UNA DE LAS BELLAS ARTES POR ALFONSO BREzMES

siempre con su obstinado empeño en pasar inadvertido, en camuflarse en el paisaje de lo pequeño. Tan sólo Vila-Matas, el más walseriano de nuestros escritores, parece empeñado en nuestro país en hacer de él un imprescindible o, lo que es lo mismo, un lo-que-debe-leer-todolector-que-se-precie. El viejo truco de la adscripción a grupúsculos anarco-atrabiliarios tales como «la escritura negacionista» o «literatura del no», no ha conseguido sino acrecentar el aura de misterio que le rodea. Vilamatadas aparte, lo cierto es que nos encontramos ante una rara avis de singularidad cinegética evidente. un frontera, una especie extinguida aquella misma mañana de Navidad en que encontraron su cuerpo caído en la nieve, a escasos metros de su casa, en lo que sería el último viaje de un paseante vocacional. No deja de ser paradójico escribir sobre quien hizo de la invisibilidad una capa mágica que hoy encantaría a nuestros harrypotterianos infantes. Hablar de quien voluntariamente se definió como un cero a la izquierda (¿Y si yo me estrellase y perdiese, qué se perdería?. Nada. Un cero). Rastrear la pista de un borrador de huellas. Seguir los movimientos de quien decidió no moverse (preferiría no hacerlo...). Existiendo recursos de sobra para satisfacer apetitos malsanos, dejo para otros la tarea de fagocitar títulos y críticas sesudas sobre el suizo: cuidado con el colesterol. Me reservo aquí el inmoderado placer de hablar de lo que me gusta, que no es sino el encuentro con un hombre singular donde los haya, alguien que se hundió en la literatura como forma de escapar de los caminos trillados, del rumor de los vanos aplausos, para vivir la vida por dentro, paseando, escribiendo, disolviéndose lentamente en vida en la nada que el tiempo nos tiene reservada.

«Tenía ante mí toda la rica Tierra, y sin embargo sólo miraba hacia lo más pequeño y lo más humilde». R. W.

Jrrsh, jrrsh, jrrsh, suenan unos pasos amortiguados sobre la nieve. De pronto, cae un cuerpo fulminado para ya no levantarse. y sin embargo —jrrsh, jrrsh, jrrsh— los pasos siguen sonando, y una figura invisible va dejando huellas sobre el manto blanco, que se alejan hasta dejar sólo un rastro. Frecuentar los márgenes —por no decir los arrabales— es lo que tiene: uno acaba encontrándose con sujetos vaporosos que eluden cualquier intento de clasificación, y luego se encuentra con la difícil tarea de tener que presentarlos al gran mundo, que funciona con ese dichoso chisme de cartón que cuelga de las cosas antes de comprarlas y que solemos llamar, no sin cierta elegancia, «etiqueta». Aunque de sobra y progresivamente conocido en según qué círculos, Walser es aún -afortunadamente para su difunta voluntad de invisibilidad- un perfecto desconocido. Los intentos de rescatarle para la posteridad han tropezado 19


blas de lo bajo y lo insignificante». Como si de esa mano, esa circunstancia, esa ola se tratase, el leit-motif de la genuflexión y la servidumbre voluntariamente aceptada recorre toda la obra del oscuro, del invisible grafómano, hasta el punto de convertirla un monumento a la extravagancia literaria. Pero Walser no es sólo el artista de la fuga, del desvanecimiento, es también el Gran Miniaturista, un paseante solitario cuyo errático vagabundear coincide con los meandros de su prosa, infantil por momentos, caprichosa, lúdica, pasmada ante el milagro del mundo, mas siempre infiltrada por una voluntad de impermanencia que le confiere un especial atractivo. «Amarás sus microgramas» me advirtió una librera con ojos de gata... y los pronósticos felinos no suelen fallar... Aquellos escritos a lápiz de caligrafía ilegible que acaso nunca pensaron en otros ojos que los del olvido forman ya parte del mapa de carreteras secundarias de la literatura con minúsculas. En ellos se acaba comprendiendo que Walser es acaso también el Gran Digresor, un seguidor involuntario de Sterne, en la línea de esa obra maestra del humor absurdo que es el Tristram Shandy, pero pasado aquí por el tamiz de la ingenuidad de quien observa y sonríe y constata la maravilla de estar vivo.

«Quizá nadie haya pensado en el lector, de modo tan constante, tan tierna y gentilmente como yo», dejó escrito. Desde luego, qué poca seriedad: pensar tanto en el lector y a continuación evaporarse... Conocer a Walser es amarle, siquiera tímidamente, porque tiene el encanto de lo sencillo y de lo humilde, y el perfume de las flores raras. Rendirse devotamente a su extrañeza, a su afán por disolverse en la nada cotidiana. Aunque, eso sí, sin pasarse, como él mismo se encarga de recordarnos con su humor oscuro y omnipresente: «La predilección por las flores puede degenerar en necia florimanía». No resulta posible disociar aquí vida y obra, por más que uno quiera. Alguien que se retiraba a veces a su enigmática Cámara de retiro para desocupados, o que acabó internándose voluntariamente en un manicomio, no puede dejar indiferente: un Bartleby en estado puro. Su Jacob Von Gunten es acaso el libro más raro que haya leído, y su mítico Instituto Benjamenta, de un gótico sombrío que alimenta. En palabras de Calasso «La obediencia de Walter, como la desobediencia de Bartleby, presupone una ruptura total (...) No enuncian nada especial, no tratan de modificar. No me desarrollo, dice Jacob Von Gunten. No quiero cambios, dice Bartleby. En su afinidad se revela la equivalencia entre el silencio y cierto uso decorativo de la palabra». E inevitable resulta la referencia a Kafka: como dos ornitorrincos en traje de domingo, ambos sujetos peripatéticos se saludan a la salida del paseo, tocando el ala de su sombrero mejor, sonríen levemente, para luego perderse cada uno por caminos divergentes. ya luego en la meta ambos sombreros se reconocen, habiendo dejado a sus dueños por el camino, e intercambian frases hechas sobre el tiempo y la volubilidad del viento en los objetos que cubren las cabezas de escritores sombríos que salen de paseo una soleada tarde de domingo. «y si alguna mano, una circunstancia, una ola me levantasen y llevasen hasta las alturas donde imperan el poder y la influencia, yo mismo destrozaría las circunstancias que me hubieran favorecido y me arrojaría a las tinie20


desdicha?, me pregunté, y el ramo cayó de mis manos. Me había levantado para irme a casa; porque ya era tarde, y todo estaba oscuro.» Jrrsh, jrrsh, jrrsh, la mañana es clara y fría y la nieve recién caída apenas deja hueco a la nostalgia. unas huellas desprovistas de dueño se van disolviendo, lentamente, en la fiel inconsistencia del recuerdo.

«A decir verdad, actualmente vivo en un cuarto de baño»; «una muchacha perdió la mesura, y yo no se la recogí»; «Oh gran cabaretera, cuánto te amo». Por mucho que busco y rebusco en mi memoria ya maltrecha no encuentro comienzos tan disparatados y geniales como los que pergeñaba este hombre. y los finales... ¿No os he dicho nada de los finales?. «Morir por la que amaba no parecía suficiente; seguir, por si acaso, con una vida que tanto le había sonreído, excesivo. Reflexionó cómo emplearse a fondo, y decidió iniciarse en nuevas formas de compromiso»; o aquél «Sigue siendo como eres, que yo también haré lo mismo»; y qué decir de ese «y ambos fueron muy felices, y se amaron, tuvieron hijos, y no hicieron nada que no fuera sensato»... Lo más regocijante de leer a Walser es pensar en los intelectuales actuales con gafas de pasta y pose de acabar de leer a Wittgenstein en el cuarto de baño y sorprenderse a uno mismo mascullando: joder (con perdón) este tío sí que era absolutamente moderno... El paseo se acaba. Se oye una voz a lo lejos. O acaso muy cerca: «¿Para qué entonces las flores? ¿Recogía flores para depositarlas sobre mi 21


Ú

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MANEL ELS MILLORS PROFESSORS EUROPEUS POR VERóNICA CARraCEDO

Tras la escucha de un par de canciones mas, me picó la curiosidad y comenzó mi investigación. Primer paso, abrir el navegador. Pasados unos minutos ya sabía que el video que acababa de ver lo habían grabado (y con ciertas prisas) para presentarse a un concurso de maquetas en el año 2007, el Sona9. Quedaron finalistas y recibieron el premio Joventut. Muy casero y seguramente improvisado, se reduce a lo que podría ser el paseo dominical de un grupo de amigos por las calles de una ciudad anónima (que en este caso es Barcelona). Esa improvisación contrastaba con lo que fue mi siguiente descubrimiento, y es que su video Dona estrangera, realizado por Sergi Pérez, ganó el premio a mejor videoclip del 2008 en Cinemad08.

Apoyada en una mesa de billar de la movida Malasaña madrileña, alguien con marcado acento londinense me pregunta con entusiasmo si conozco a Manel. «Me suenan», pienso, pero al mencionar que son catalanes, no puedo mas que sonreír y sorprenderme ante el hecho de que alguien tan dispar los traiga de nuevo a mi memoria. Esos ecos de hace tiempo hacen que tras una acalorada charla sobre ellos, decida que quiero saber más sobre ese fenómeno «boca a boca» con nombre de quiosquero. Al día siguiente, tal y como pedí, tenía en mi bandeja de correo uno de sus videos: En la que el Bernat se’t troba. Al verlos deambular con ese aire bohemio mientras tocaban y cantaban, no pude evitar ver ciertos paralelismos con Beirut pero, así y todo tienen un toque personal. un je ne sais quoi que tal vez se deba a la mezcla de pop catalán con ese inconfundible toque que le da un instrumento muy de moda últimamente: el ukelele. Su sonido me encanta, y creo que es en parte responsable de la etiqueta de grupo pop-folk que les han colgado.

No tardé en darme cuenta de que el tema estrella al hablar de Manel son sus letras. Ellos cantan en catalán, y no resulta un impedimento para disfrutar de su música. Sin prescindir de pequeños guiños como su mención a unos entrañables cines Arkadín en Corrander la de la parella estable, sus letras son cristalinas 23


un toque pop dan lugar a Manel, formación que el propio Guillem define como «cuatro tipos que cantan en catalán y presentan su primer disco». No dudan en declarar que les acompleja su no muy extensa formación musical (cuestión que compensan con una buena dosis de creatividad y carisma). y esta honestidad es también lo que caracteriza su disco. Sin grandes artificios pero con un sonido cuidado y personal, logran convertir cada uno de los doce cortes que componen «Els millors professors europeus», su disco debut, en pequeños himnos a lo cotidiano. Manel son, en definitiva, cuatro chicos corrientes y con profesiones dispares que parecen haberse colado en esto de la música por casualidad: Arnau Vallvé, Martí Maymó, Roger Padilla y Guillem Gisbert. Mi favorita del disco: Al mar! La curiosidad: La gent normal (versión de Common people, del grupo británico Pulp).

y fáciles de seguir. Por otro lado, temáticas universales como el amor, las amistades o nuestra disfuncional sociedad no parecen un reto difícil de superar para quienes decidan descifrar la totalidad de sus versos, ¿no nos enfrentamos infinidad de veces a letras en inglés armados solo con el poder de la sugestión y la consulta a algún que otro diccionario? Echo un vistazo a sus conciertos fuera de Cataluña, y son bastantes. También han participado en festivales, por toda la península y fuera de ella (BAFIM Feria Internacional de la Música de Buenos Aires). Su Myspace nos informa de que hace pocos días dieron fin a una pequeña gira por Inglaterra y Escocia. Curioso fenómeno estos catalanes. Pero la tónica en Manel es la prudencia. Ellos mismos se refieren a estas incur-

siones con cierto escepticismo (aunque ilusionados). Siguiente punto: sus influencias. Parece difícil obviar este tema cuando se habla de un grupo novel y a ellos les cuelgan muchas, aunque ninguna parece terminar de convencerles. Basándome en mi propio y personal trabajo de campo, diría que de tener que etiquetar a estos chicos elegiría estas cuatro etiquetas: Jaume Sisa (por ser el cantautor galáctico), Grup de Folk (por lo que tienen de amor al terruño) y Herman Düne y Bob Dylan (porque los escuchan con pasión y algo les han dejado). ¿Antònia Font? Sí, pero hay mucho de contemporaneidad en eso. Humor e ingenuidad, sonido folclórico y 24


NICK CAVE NO MORE SHALL WE PART POR PABLO RETANA

ción el papel de antagonista respecto de la hipocresía reinante, convencido de su supernatural estilo de vida (all supernatural on me, supernaturally), el cual se evidencia en todos sus conciertos, donde interpreta con la efusiva desinhibición de un místico o un exorcista cada una de sus canciones, que tanto ama porque reflejan lo que quiere mostrar y ser. Nos encontramos, pues, ante uno de los cantantes de trayectoria más personal de las últimas décadas, rigurosamente anclado en la periferia de la cultura no ya por convicción intelectual sino fundamentalmente por coherencia emocional. Como muy bien señala el propio Cave en determinado momento de su último disco con los Bad Seeds, Dig, Lazarus, Dig!!!, la mayoría de la gente suele manifestar un gran miedo al cambio, pero en su caso el temor a permanecer siempre en el mismo sitio es mucho mayor, consciente de que el juego de la vida está perdido para quien no se renueva. Precisamente este disco constituye desde un punto de vista estrictamente sonoro una de las propuestas más innovadoras de la historia del rock, consecuencia de la fructífera hermandad de Nick Cave con su media naranja, el múltiple instrumentista Warren Ellis, pues ambos llevan pariendo en coyunda deleites para los oídos sus ya buenos quince años, más los que se presume que quedan de investigación conjunta de las posibilidades que el sonido ofrece. Podemos señalar al menos un par de acontecimientos que Nick Cave ha reconocido como primordiales para el inicio de su carrera artística. El primero, la inesperada muerte de su padre cuando él tenía sólo diecinueve años, que socavó su sensibilidad impeliéndole a desear en adelante y por siempre rellenar un vacío en su interior. El segundo, el

«Sé que no gustarán a todo el mundo. Sé que no son temas para todos, y que a veces necesitas tener un buen estómago para escuchar algunos de los temas, pero mis canciones me encantan. Son temas periféricos, a remolque de otras canciones. Están en la parte trasera del autobús. Apiñadas en la parte trasera, burlándose… Fumando y burlándose de las demás canciones.» De esta manera tan sincera y diáfana se refirió Nick Cave al espacio que parecen ocupar sus canciones en la historia reciente de la música. En efecto, sus melodías y letras se encuentran deliberada y conscientemente en el extrarradio de la tecnocracia musical hoy en boga. Caminando siempre en el extremo de la línea convencional, Cave explora todos los excesos emocionales a la busca y captura de la verdad, mientras deshace con la verborrea de su fraseo la comodidad de las armonías que tan bellamente él mismo ha concebido. Escribe sobre el amor o el odio desde el corazón, aunque cargado a menudo de ironía hacia un mundo donde se practica la impostura. Por eso representa con sacrílega pero religiosa devo25


Puedo asegurar que su estilo es personalísimo, haciendo gala de aquello que el propio Warren Ellis calificó de incesante verborrea durante las improvisadas sesiones de composición del prodigioso disco doble intitulado Abattoir Blues / The Lyre Of Orpheus. El rijoso protagonista de su nueva novela es un impulsivo y grotesco seductor, embarcado en una huida hacia delante tras el suicidio de su trastornada mujer, y acompañado de su hijo, testigo del deterioro de su padre, quien encarna la mediocre confusión en la que viene naufragando la posmodernidad occidental. un viaje de padre e hijo cual el del sublime pulitzer de Cormac McCarthy, The Road, narración en la cual la pesadilla, la violencia, la ternura o la más absoluta desesperación conviven con armonía en medio de la austeridad y el laconismo, proverbiales en el estilo del autor de Blood Meridian, por cierto la novela favorita de Nick Cave. Eso sí, la narrativa de Cave siempre concede espacio a la ironía o el humor negro, a diferencia de McCarthy, un genio instalado en el horror. Ambos parecen compartir un sentido de la belleza sólo viable en la condimentación de brutalidad y bondad. De hecho, Nick Cave ha defendido que sus canciones de amor pretenden sugerir el terrible potencial de las verdades humanas, convirtiéndose en desgarradores retratos de los sentimientos opuestos con que la humanidad bombea su sangre. No resultará ya casual a nadie que la banda sonora de la solvente adaptación de la última novela de McCarthy haya sido compuesta por Nick Cave y Warren Ellis. Y ya van unas cuantas bandas sonoras creadas por ambos, entre las que cabe destacar The Assassination of Jesse James By The Coward Robert Ford —con cameo incluido de Cave en la película, que ya ha actuado en algunos films—, así como The Proposition, cuyo interesante guión escribió el australiano y que demuestra de nuevo su talento para la narrativa.

descubrimiento de la música del maestro Leonard Cohen, que manaba de dentro y no se parecía a nada de lo hasta entonces conocido por el joven australiano. El poeta canadiense transmitía a mil besos de profundidad la conciencia del dolor inherente a la vida, y la transformaba en palabras y música, convirtiéndola así en venero de la inspiración que habría de servirle para expresar lo que necesitaba compartir. y Nick Cave podía reconocer en sí mismo esa necesidad de crear, que a buen seguro no había acertado todavía a modelar, un prurito que procedía de la experiencia traumática que para él había supuesto el fallecimiento de su padre, y que entonces aprendió a formular siguiendo el ejemplo que Cohen le estaba brindando. Por lo tanto, Nick Cave tomó la senda de la creación artística a la que por su condición y situación se sintió llamado y ha terminado por convertirse en un artista polifacético, dado que no sólo se le conoce como músico sino también como novelista o guionista. En el terreno narrativo publicó hace ya veinte años una novela, And The Ass Saw The Angel, cuyo título es una cita del Antiguo Testamento, principal fuente de influencias de toda la lírica caveana. Se trata de una novela apocalíptica y visionaria, de protagonista y estilo faulknerianos, que cosechó muy buenas críticas, y de la que incluso llegó a publicarse años después una adaptación musical con extractos leídos por el propio Nick Cave. Veinte años después el australiano vuelve por sus fueros con otra novela mordaz y brillante, The Death Of Bunny Munro, en la que da rienda suelta a un sorprendente y envidiable don para la escritura, y que ha promocionado con una gira de conciertos en los que, amén de las canciones, forman parte del evento lecturas de capítulos —es impresionante contemplar a Cave recitar su prosa como una homilía, la recitación de quien se interpreta de memoria a sí mismo— y hasta turno de preguntas, acompañado por supuesto de su pareja de diabluras Ellis. 26


de la maldad, constituyendo ambas con su simbiosis la belleza en cuanto que capacidad de sufrimiento. En un mundo como el nuestro donde la convivencia en sociedad reprime inexorablemente los excesos e instintos de la imaginación, desechada y marchita, resulta natural que ésta pugne por florecer en algunos irreverentes, quienes le reclaman sin miedos un espacio alternativo, y con tal irresistible anhelo que parece que más bien sólo pueda arraigar en su desarraigado corazón. Nick Cave pertenece a esta pura raza de advenedizos, avanzando contra la corriente de lo convencional (I just want to move the world), y declara a tal efecto tales principios en uno de sus himnos, «The Mercy Seat», en cuyo estribillo -repetido una y otra vez- asegura que su cabeza está ardiendo mientras el asiento de la misericordia le espera, pues ha elegido hacerse a sí mismo a la medida de la verdad, y ése es su anhelo, sin miedo ya a morir y de todos modos dispuesto a ser sincero porque nada tiene que perder. De sus distintos periodos musicales, servidor prefiere el de la última década, donde Nick Cave se instala en la madurez y sus canciones, aunque intensas, tienden a volverse más reposadas y poéticas. La melancolía cede aquí paso al sentimiento espiritual que viene subyaciendo durante toda su obra lírica. Se ha casado, ha sido padre y sus canciones de amor pretenden intencionadamente llenar el silencio que media entre nuestra presencia y la divina, entre nuestra temporalidad y lo atemporal. Las palabras y los sonidos que engendra supusieron siempre, pero ahora más que nunca, un esfuerzo de elevación desde la tristeza de la mediocre falibilidad humana hasta la verdad que Dios representa y que toda obra artística intenta rozar en su esfuerzo por permanecer más allá de lo anecdótico que en ella se reproduce. De hecho, la facilidad con la que una canción de amor puede arrebatarnos de la razón imperante para conducirnos al extravío del reino de la irracionalidad, dirigiéndose con su «saudade» hacia Dios, así como su capacidad para resistir más allá en el tiempo que el objeto al que se refiere, son las dos cua-

Especialmente descuella en las historias de Cave esa ambientación sórdida y delirante que tiende a apropiarse de ellas, tal como ocurre en este sugestivo western en el cual cierto forajido acepta la proposición de matar a uno de sus hermanos para salvar al otro, con una brillante secuencia final en la que el moribundo y su fratricida comparten la contemplación del desértico horizonte. De manera que Nick Cave ha trabajado de actor, es novelista y guionista, y se ha dedicado a la música en tanto que pintor frustrado. Además, este artista polifacético ha desarrollado su carrera por el ámbito acústico por diversos registros: las bandas sonoras junto a Warren Ellis, recientemente recopiladas en un compacto bajo el título de White Lunar, toda la legión de discos en compañía de los estupendos músicos de The Bad Seeds, y últimamente en un proyecto alternativo también con Ellis de rock más agresivo con la denominación de Grinderman, del que en breve se publicará un segundo álbum. Si alguien pretende dar a conocer la música de Nick Cave a cualquier neófito, no puede prescindir de las dos vertientes en las que ella se manifiesta: la amorosa e intimista o la oscura y agresiva. Hay dos discos que el australiano compuso al mismo tiempo, cada uno de los cuales representan las dos vertientes a la perfección: Murder Ballads, un compendio de historias de asesinatos que muchos interpretaron como la obra de un sádico a pesar de que a Nick Cave le pareció una simple broma de humor negro con el maestro Dylan de corolario; The Boatman´s Call, con algunas de las más bellas canciones de amor que quien esto escribe haya escuchado, concebido según se comenta durante su breve aunque intenso romance con PJ Harvey. Conviene sin embargo no deslindar nunca una vertiente de otra, pues la presencia de ambas —violencia y ternura— es habitual en cada canción de Nick Cave, quien de hecho considera que todo escritor que renuncia a explorar las regiones oscuras del corazón humano jamás sabrá expresar de manera convincente la magia y el juego del veleidoso amor, en cuyo seno la bondad funda su credibilidad al socaire del aliento 27


Mick Harvey envolviendo como siempre al cantante. Su disco matrimonial, como reza el maravilloso título, comienza con la que no dudamos en considerar su mejor canción, tanto desde el punto de vista musical —qué piano— como temático y estilístico. Se llama «As I Sat Sadly By Her Side» y vamos a detenernos en ella. Cuenta una conversación con la mujer amada mientras ambos observan el mundo pasar (and we watched the world as it fell past) a través del cristal de una ventana, sentado él tristemente junto a ella, que acaricia entretanto un gatito —símbolo del hogar familiar durante el disco—. Esa lograda expresión con la que Nick Cave denomina esta canción poliédrica remite precisamente al sentimiento de melancolía que le embarga por la toma de conciencia que supone darse cuenta de la presencia del ser amado, la persona con cuya compañía acaricia el gatito de la plenitud y que focaliza en el afecto que por ella se siente la compasión hacia el mundo en general, que a causa de ese amor se ve fortalecida, pues se siente fuerte quien se siente amado y vivo quien se siente amar. Toda la atención se dirige hacia la amada en su compañía, experimentando la cercanía de su tacto, la conmoción de su presencia y —con ello— la tristeza de ser consciente de ese instante infinito en el que todo cobra sentido pero que también se sabe que no permanecerá, como un anhelo condenado a extinguirse por cuanto se consume en el acto de consumarse. En ese sentido, la languidez de esta canción se nos antoja arrolladora. Entonces ella barrunta con la suavidad de sus flamantes ojos (with brand-new eyes), mientras ambos aprietan sus rostros contra el cristal, acerca de la posibilidad de que todas las personas y fenómenos tangibles se encuentren en un proceso de continuado y precioso derrumbe (all are there forever falling, falling lovely and amazing) como en un movimiento de eterna erosión hacia la nada sin sentido. Ella le sonríe, esperando la réplica de él, pendiente de los cabellos de ella, que caen hasta sus hombros como cae todo fenómeno. Ella le cede con delicadeza la palabra —así

lidades que más apasionan a Nick Cave de este tipo de canciones, con cuya concepción siente que tiende al éxtasis divino (Me, I´m a soulcatcher for God). A ese respecto se nos antojan representativos varios de sus últimos discos, pero muy especialmente la que consideramos su inefable obra maestra: No More Shall We Part.

Se trata de un álbum cuya escucha conmueve e incluso puede conmocionar a quien —como es nuestro caso— reconozca como un alma gemela, por su manera de experimentar la vida, a Nick Cave, portavoz de una honestidad brutal en la expresión de sentimientos que ejerce verdaderos efectos balsámicos en algún que otro exiliado interior. La impostura no tiene cabida en su música y, al menos en nuestro caso, posee la virtud de contagiarnos su vitalidad al instante, e incluso ha llegado en alguna ocasión a conseguir que lloremos de alegría con la energía de sus canciones —estoy recordando al respecto «There She Goes My Beautiful World» del disco Abattoir Blues—. No More Shall We Part es un álbum publicado tras un silencio de cuatro años, una obra indudablemente meditada, pareciendo exprimido el jugo de cada uno de sus temas al máximo, tanto por Cave y su piano como por el resto de la banda, con Warren Ellis ya perfectamente adaptado al grupo y la alargadísima sombra de 28


si es verdad que Dios le concedió a él un corazón, no es su hogar el corazón de sus hermanos (you are not a home for the hearts of your brothers) ni le preocupa a Dios la benevolencia que él tiene o les falta a otros, igual que no se preocupa de quienes se sientan a juzgar el mundo desde una ventana (in judgement of the world He created) mientras el dolor se apila a su alrededor, el dolor que engendra este mundo feo, inútil y demasiado hinchado (over-inflated), en definitiva sobrevalorado. Resulta impresionante escuchar el final de este parlamento en el que Nick Cave pronuncia las últimas palabras con la rabia contenida que se le supone al discurso de la mujer amada, el rencor posmoderno de quien comprueba que no hay intervención ni compasión de un Dios, que la única verdad es el devenir del tiempo sin sentido alguno hacia la extinción, y que allí donde Dios no existe todo está permitido (Dostoyevski ya se encargó de desmentirlo) sin paz y en medio del ruido y la furia. En el vídeo de la canción se sobrecoge uno al contemplar la explosión de una bomba nuclear justo cuando Cave pronuncia el over-inflated. y es así como, en efecto, el sufrimiento se apiló alrededor de él (while sorrows pile up around him) mientras permanecía sentado tristemente junto a ella, pues la melancolía es hija de la consciencia, y algún destello de luz nos lleva de vez en cuando a constatar que otro mundo es posible, aunque sólo si cambiamos nuestra manera de verlo —de pensarlo—. Al final de la canción ella vuelve su cabeza mientras grandes lágrimas saltan de sus ya no flamantes ojos (great tears leaping from her eyes), y es que no llora sino que solloza. y sabemos cuál es el motivo dado que cuando una persona acumula gran cantidad de pensamientos negativos, reprime durante ese proceso la necesidad primordial de buscar comunión con cuanto la rodea, es decir, reprime sus primigenios sentimientos positivos, y así reproduce y recrudece con más sufrimiento el dolor al que se enfrenta. La manera natural que tenemos de liberarnos de nuestra negatividad es mediante las lágrimas, que nos curan al prorrumpir (overinflated) en ellas, y quizás porque él lo sabe,

como el gatito— y, mientras ambos vuelven a presionar con sus caras el cristal de las ventanas a través del cual contemplan el estado del mundo, él puede ver -gracias al amor que por ella siente- que es un error creer que todo tiende a la nada sin sentido y, en consecuencia, todo da igual. Aunque todo tienda a la nada, todo está conectado hacia esa nada y la cuestión capital de la vida es que se pierde su sentido cuando se dejan de ver las conexiones entre cada uno de nosotros y toda realidad exterior (all outward motion connects to nothing) de manera que si vemos a alguien caído en la calle (that one falling in the street), pisoteado por los pies de sus vecinos a quienes suplica ayuda entre gestos, no nos preocuparemos de él, pues no estamos atentos a las señales externas, demasiado pagados de nosotros mismos, ¿o no es acaso eso lo que hacemos cada vez que alguien nos viene a pedir en el metro (aunque sin mirarle a los ojos, claro)? Si cada cual se ocupa sólo de sus necesidades inmediatas (for each is concerned with their immediate need) se genera la paradoja de que sólo quien vive pisoteado en el arroyo de la necesidad más primordial puede distinguir qué es lo primordial y ve cómo otros que no ven por su ensimismamiento egoísta se tropiezan con él, en vez de ayudarle a levantarse a fuerza de haber atendido a lo primordial y no a lo accesorio. El vídeo de la canción demuestra que Nick Cave se está refiriendo a ésta, la cuestión primordial, pues mientras canta aparecen tras él imágenes de la Segunda Guerra Mundial y del horror consecuencia de la acción humana. Así, temblando por el dolor de la consciencia que supone descubrir la inconsciencia ajena, él se vuelve hacia ella y le aparta los cabellos de los ojos porque está comprobando que no le permiten ver, cegándola en su caída hacia los hombros como todo fenómeno tangible que cae hacia la nada sin sentido. Ahora es el turno de ella, y el gatito salta de nuevo a sus rodillas mientras descorre las cortinas de la ventana para que él compruebe de una vez que más allá del cristal no hay nada que le concierna en el mundo que contemplan. La espiritualidad resulta ridícula a ojos de la razón, y 29


sona. y, créanme, de qué forma más hermosa apresa Cave ese momento. La siguiente canción, «Hallelujah», procede ya en parte de la acidia con la que Warren Ellis hiere su violín, y en ella pensamos que cuando Nick Cave menciona a su enfermera (my nurse) se está refiriendo a su mujer. Al alejarse de ella, todo cuanto observa o acontece se le presenta con sordidez premonitoria (a warning) e incluso bajo el signo del delirio espectral: así, el piano que se agacha descubriendo sus dientes, su pijama colgando como una mortaja, o la invitación a la consumación de la lascivia por parte de una joven mujer. Parece que la degeneración moral, la locura, la perdición y, en definitiva, la inminencia de la muerte, se erigen en inexorables certezas frente a las que, aleluya, Nick Cave ha encontrado medicación en el cacao de su enfermera, su única salvación (my nurse had been my one salvation), es decir, en el refugio del hogar familiar (so I turned back home) al que se apremia a regresar, ya que en casa sí encuentra espacio para sí mismo, para el hado de la canción (singing my song). Todos estos motivos se repiten de manera análoga durante el resto del disco, como en el caso de una de sus canciones más representativas, «God Is In The House», donde Nick Cave describe imágenes de la corrupción social que abruma las grandes ciudades (that stuff is for the big cities) para despreocuparse de la perversión del mundo en la pequeña ciudad que comparte con su familia en su hogar (we have a tiny Little Force). El hogar se ha convertido en el espacio donde el miedo queda ausente porque las preocupaciones desaparecen al no esperarse nada. y cuando uno se despoja de lo que desea para limitarse a permanecer presente, deja de dudar (no one´s left in doubt) porque no se dedica a pensar sino a contemplar y, como decíamos, estar. La presencia consciente, desvinculada de toda charlatanería mental, relaja a la persona, y entonces se empieza a convivir con el silencio, pues ya no le hace falta hablar (we all go quiet as a mouse for the word is out) a quien es feliz con la sencilla compañía de sus seres queridos. y si, cual es el caso de Nick Cave, se con-

mientras ella llora él sonríe. Pero lo que él sabe porque puede verlo al mirar desde la ventana el mundo lo sabe gracias al amor que por ella siente. Esa es la paradoja que nos debe hacer sonreír, eso y verla llorar, porque si llora es que está empezando a ver que el suyo no era el camino hacia la verdad, y la compasión que él puede sentir por el dolor de ella y que le concierne sólo puede ser triste aunque conspire a favor de la alegría, que es la desdichada dicha de toda forma de sabiduría (I could not wipe the smile from my face as I sat sadly by her side). El resto del disco se encuentra a la altura del fogonazo con el que, como acabamos de comprobar, se abre. La siguiente canción, «Y no nos separaremos más», sirve de manera bastante significativa a Nick Cave para titular el disco y en ella se refiere explícitamente al casamiento (the contracts are drawn up, the ring is locked upon the finger) como su añorada tabla de salvación. Nunca se sintió libre mientras transitó en soledad, escribiendo cartas en la melancolía del invierno que ahora se percata de que no necesitará volver a empezar (never again will my letters start), pues siempre permanecerá junto a su mujer. Se habla aquí del momento en el que se toma conciencia de lo que supone la consumación del amor correspondido para quien está acostumbrado a vivir sin él y con un constante anhelo. Ahora ya no será sencillamente necesario el anhelo de siempre (it will no longer be necessary) y, al mismo tiempo, puede cerciorarse de que cuando aparece el amor compartido, éste se convierte en expresión de la presencia divina, la cual no consiste en practicar un credo sino en ser plenamente consciente de la liberación que se está experimentando, pues sin la debida atención a los instantes en que la vida se siente infinita y colmada —sin consciencia— no hay ni habrá libertad nunca (I will never be free if I´m not free now). De ahí que el amor correspondido, su consumación matrimonial, la presencia divina y la constatación de esa presencia mediante la propia canción de amor, leitmotiv de todas las creaciones de Nick Cave, sean descritos por el australiano como lo que a menudo suelen ser: el momento más feliz de la vida de una per30


del hogar como refugio también aparece durante el disco el miedo al desamparo que implicaría perder ese hogar. En este sentido, la canción «Oh My Lord» parece describir esa pesadilla; de hecho, la melodía vocal se desarrolla en un desbocado in crescendo. La realidad diurna vive su felicidad, pero en la ensoñación nocturna los temores latentes tienen rienda suelta (a crazy vision) en las pesadillas que los manifiestan bajo la apariencia de malos presagios. En la alternativa onírica sufre el abandono de su familia y suplica la protección de Dios (how have I ofended thee?), mientras alcanza a comprender que la respuesta divina a las plegarias se expresa en las lágrimas por aquéllos que no saben lo que hacen en la escalera de la vida (the ladders of life), donde tan pronto te crees arriba como te encuentras abajo (move mysteriously around). y a ello remite la premonición con que nos zozobra la narración de esta canción. Algo parecido sucede en otro tema: «We Came Along This Road». Parece como si esa carretera que los amantes recorren fuese el largo camino de la vida en el que nada acaba siendo como uno se espera (I don´t know what I wa hoping for). y así creyó él que ambos acabarían juntos y nadie más se interpondría, pero el amante de ella dejó el amor de ambos en la cuneta de la carretera y, como sugiere la presencia de la pistola, él dejo al amante y su esposa infiel en la cuneta de la carretera para seguir huyendo por ella hacia adelante. Otro augurio del deceso del amor como posibilidad latente y admonición de muerte. La muerte se vuelve un elemento predominante en las últimas canciones del disco. De hecho, en «Gates To The Garden» la visita al cementerio de una catedral permite ponderar la vida bajo la perspectiva de la muerte. Los planes abortados de toda la numerosa variedad de personas que allí se encuentran enterradas sin esperanza le llevan a preguntarse si su amada le encontrará en las puertas del jardín de ese cementerio (won´t you meet me at the gates to the garden), una indagación que parece referirse en un sentido figurado a si su mujer y él se reencontrarán o no después de que ambos

cede una atención plena al tiempo en el que uno está experimentando la dicha de la feliz convivencia, además de procurar cultivarla, ocurre que naturalmente se empieza a sentir gratitud hacia la vida, e incluso a tenerse la sensación de que, si Dios provee, debe de ser en instantes como éstos (any day now He´ll come out, God is in the house). Ese tiempo de silencio que emana de la feliz convivencia es el que estimula a Nick Cave a susurrarnos de manera profundamente emotiva el final de la canción, gritándonos en voz baja aleluya. Durante la hermosa travesía por el mundo interior de este disco, la toma de conciencia de la vida marital, así como del amparo que supone la presencia cotidiana de la esposa, hace brotar en Nick Cave incluso remordimientos por la inconsciencia de no haber valorado a su afligida mujer lo suficiente (I was blind), como ocurre en la bellísima canción «The Sorrowful Wife», cuyo lirismo, tanto en las letras como al piano, resulta arrebatador. Cave insiste en observar a su esposa mientras con sencillez y ternura desempeña acciones cotidianas tales como cuidar de sus flores, cambiar el mobiliario o contar con sus dedos los días. y cuando se cerciora de que la salvación de su propia alma se reduce a la captación de esos detalles cotidianos en que se atarea su mujer, emerge en él una pasión incontenible con la que trata de compensar a su esposa, finalizando la canción con violencia apasionada. Hay otras canciones en el disco impregnadas de ternura, como «Love Letter», en la que la carta de amor —que es la canción— se convierte en una súplica a la amada a quien se dirige, a la vez que en una suerte de plegaria (a kind of prayer), pues ya decíamos que el amor es expuesto durante todo el disco como manifestación divina. También tierna es «Sweetheart Come», en la que es él quien se convierte en cobijo de los sufrimientos previos de la amada (and be happy in my company for I love you without measure), pues más vale encontrar la felicidad ahora que nunca, y a ella se accederá mediante el coraje ante la adversidad y el perdón a toda ofensa. Pero comentábamos que junto al motivo 31


tiguo anhelo de algo que no sabría explicar (full of a longing for something I do not know) y que le lleva a observar a su padre desplomado en la nieve, mientras él sigue buscando y buscando por todas partes, todavía tropezando en el lugar donde había empezado —donde su padre terminó— y con la sensación de adiós tan adentro, de saber que la vida avanza rauda hacia su final en un marasmo de ausencias, desengaños e indiferencia para el que sólo puede añadir que la saudade de hoy será más oscura con el día (it grows darker with the day), más penosa mañana y cada día. Así finaliza este disco colosal de un músico cuya obra conviene atreverse a abordar (Get Ready For Love!) por cuanto puede lograr que con sus canciones experimentemos la esencia última de las cosas, que se reduce sólo quizás al tañido de las campanas: «Let the Bells ring, He is The Real Thing»

hayan muerto. Pero la consideración cesa porque la hora apremia a regresar al hogar, a vivir junto a ella la vida (I see the way you breathe alive), pues su mano, con la que abre la puerta del jardín para volver a casa está viva y qué mayor demostración de la presencia de Dios que la vida que corre por sus venas (for God is in the hand that I hold). El impresionante tema con el que se cierra el disco se caracteriza, obviamente, por su oscuridad —no en vano se denomina «Darker With The Day»— así como por la deconstrucción consciente de la melodía mediante la acción del fraseo, salvo en el maravilloso estribillo: recordemos que Nick Cave se refirió a sus canciones como temas periféricos, y éste lo es tanto en su estructura como en la visión de la realidad. De nuevo otro paseo, pero el último (a final walk), en su viaje más allá de los límites de la convención social (the tide of public opinion) desde la que sus vecinos lo escudriñan, consciente ya de que la destrucción que han provocado los hombres (that most destruction) es consecuencia de una elección obtusa. El tiempo pasa demasiado rápido y ya no hay esperanza de poder darle caza, aunque sí de encontrarle un sentido a la vida. Algunos amigos murieron de frío y otros de frialdad. Entre la muchedumbre devota de una iglesia puede distinguir en la Biblia el cordero sacrificado, pero también el amor jadeando a sus pies. Al salir fuera, las calles gimen en su infinita variedad de personajes, cada uno con su estereotipo a cuestas, siguiendo la vida como si tal cosa (people carry on regardless) mientras la Tierra bosteza de aburrimiento e indignación. Sin embargo, Nick Cave tiene la sensación al contemplarlo todo de que lo que ve parece un adiós, o así lo siente por la ausencia de su amada (Babe, it seems so long). Todo cambia cuando pasa junto al jardín de ella y la ve con sus flores: es un advenedizo en medio del atolladero general, invisible a las precipitadas muchedumbres y absolutamente consciente de la belleza de su querida (you looked so beautiful in the rising heat) frente a la fealdad de la inconsciencia general. Ahora las calles se han congelado por efecto del invierno que anuncia la muerte y él continúa sintiendo el an32


CLINT LOS HOMBRES DUROS TAMBIÉN BAILAN POR JAVIER BENITO

Harry el Fuerte (teclados, trompa y trompeta), Harry el Sucio (guitarra, bajo y teclados), Harry el Ejecutor (guitarras, bajo y mandolina) y Harry Callahan (batería), sin caer en virtuosismos o largos y aburridos desarrollos, consiguen plasmar en tres o cuatro minutos de canción lo que pretenden y no les hace falta más. y si es cierto aquello de «lo bueno si breve dos veces bueno» entonces ellos son doblemente buenos. Su primer disco, Alégrame el día, editado por Siesta 206 en 2005, homenajea en apenas 30 minutos al personaje creado por Don Siegel allá por los setenta de forma intachable, como no podía ser de otra manera. y ello les vale convertirse ese año en «Nuevo Talento FNAC». un disco con temas como «A sangre fría» o «El hombre que se (con)venció a sí mismo» de esos que cuando escuchas por segunda vez no puedes evitar silbar la melodía, como si fueran canciones que conoces de toda la vida.

CLINT. Así de directo es el nombre de la banda de rock instrumental de los Harrys. La banda se llama como Clint Eastwood, Clint, porque si se llamase de cualquier otra forma no impondría lo suficiente para hacer música instrumental en este país. Sus cuatro componentes se apodan Harry, muy probablemente para estar a la altura de la música que hacen. y es que Clint suena a elegancia peliculera.

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Si no conoces a Clint aún estás de suerte, porque Clint vuelve a subirse a su Ford Galaxie 500 para patrullar las calles en su nueva gira, el mes que viene. y en esta ocasión no serán las calles de San Francisco y sus cuestas sino las calles de Segovia, Burgos, Huesca y Murcia que, sin contar con tanto glamour peliculero, son ciudades que nos pillan mucho más a mano. Al margen de modas, convencionalismos y estilos está Clint. «Aunque —como ellos mismos terminan firmando su corta biografía— pretendan quedarse al margen, no están solos, porque por el camino han ido encontrando amigos que les han prestado sus manos, sus armas y su puntería». y parece que están dando de lleno.

Su rock peliculero les lleva a componer la banda sonora de una película muda, Berlin: Sinfonía de una ciudad, de Walter Ruttmann (1927). Banda sonora que interpretarían en directo en varios festivales y de la que salen algunos de los temas de su segundo disco. «Amigo, no se lo tome a mal, pero los tipos duros también bailan. Se lo digo yo.» y yo no es ni más ni menos que Constantino Romero, aquel que pone voz a nuestro Clint Eastwood. Así de rotundo comienza el segundo disco de Clint, Los hombres duros también bailan (Siesta 236, 2008) que te obliga como poco a quedarte sentado en tu cuarto y no levantarte de la silla hasta que no termines los deberes (escuchar el disco entero, por supuesto). Las referencias a Ennio Morricone («Ocaso y Funeral de Morris»), Lalo Schifrin, Nino Rota (en la versión que hacen de «Il Padrino»), The Shadows o incluso Wilco, son evidentes. Pero no te engañes, el sello personal de la casa es incuestionable ya que sólo ellos, vestidos de traje y corbata, son capaces en una misma canción de enfundar un revólver y sacudirse el polvo de las botas con espuelas y terminar tocando palmas y rematar la faena con un Olé torero («Negro zaino derrotando en tablas»). 34


MUSE POR MANuEL HuERTAS

The paranoia is in Bloom, te PR Transmissions will resume, they´ll try to Push drugs, keep us all dumb down an hope that We will never see the truth around…

bolos o corcheas asignadas. Nunca he podido comprender cómo una guitarra, un bajo y una batería pueden reproducir tantos sonidos a la vez, tan nítidos y a la vez tan potentes, si, son solo tres (acompañan a Matt, Dominic y Chris). Influenciados por la música clásica, ellos hablan de Rachmaninoff, Tchaikovski y Wagner como principales fuentes. Sus canciones están plagadas de orquestalidad, piano, y un gran derroche de voces y coros. Nuestro amigo Matt también es un maestro del piano y su manejo de la guitarra eléctrica resulta espectacular. En cada directo sorprende con variaciones sobre los sonidos de la canción original, utilizando distorsiones y otras artimañas que solo él conoce. Su último disco (el quinto) salió a la luz en 2009 precedido de una curiosa anécdota, «uprising» el primer single, fue desbloqueado tras una prueba a nivel mundial como si se tratase de la búsqueda de un tesoro, «Project Eurasia» consistía en encontrar dispositivos uSB que incluían partes de la canción escondidos en siete grandes ciudades: París, Berlín, Moscú, Dubai, Hong Kong, Tokio, y Nueva york. Cada uno de los seis primeros contenían 1/6 de la canción, que fue subida a la página de Muse una vez fueron hallados. Hasta que el último uSB no fuese encontrado en Nueva york, los fans de la banda sólo podían escuchar la canción a través de la página web sin la posibilidad de descargar la canción, así que cuando éste fue descubierto, la canción se puso disponible como una descarga gratuita en la web oficial. Para mí, tienen el directo más demoledor de la historia y les recomiendo encarecidamente que intenten verlos en algunas de las frecuentes visitas que hacen a Madrid y Barcelona. Habría mucho más que contar sobre ellos, pero dejo que lo descubran ustedes mismos un pequeño aperitivo…

¿Qué podemos esperar de un señor que comienza el single de su nuevo disco con estas palabras? un single por cierto numero uno en la uK List durante varias semanas. Sí, simplemente es un genio; se trata de Matthew Bellamy, vocalista y líder de la banda británica MuSE. En mi opinión, la mejor banda de rock alternativo del momento, y digo rock alternativo por decir algo, porque realmente no sabría definir a qué género pertenecen estos chicos… Es tan original e inconfundible su estilo, que pertenecen al genero MuSE, genero que solo consta de un grupo… Matthew, Matt para los amigos, es para mí, lo que podríamos definir como un músico integral, compositor contemporáneo, voz prodigiosa y mente excéntrica, si no echen un vistazo a algunos títulos de álbumes o temas, ideados por el: Absolution, Stockholm Syndrome, Black Holes & Revelations, Knights of Cydonia, The Resistance, United States of Eurasia, Unnatural Selection, Exogenesis Symphony... Temas como conspiraciones globales, vida extraterrestre, la teología y el Apocalipsis están presentes en algunas canciones del grupo. Su voz es capaz de reproducir casi todas las notas del pentagrama y quizás su mente ha inventado sonidos nuevos que aún no tienen sím35


GABO FERRO POR GLORIA TORRES

cinco discos (post Porco) llegó a editarse en España, Mañana no debe seguir siendo esto, el tercero tras Canciones que un hombre no debería cantar (2005) y Todo lo sólido se desvanece en el aire (2006), y que precedió a Amar, temer, partir (2008) y al último Boca arriba (2009). ¿Qué me dices de semejantes títulos?… (Quién conociera la onomatopeya de este suspiro…). Por otro lado debo advertir que si decides darme un voto de confianza y te animas a ver qué canta este argentino, no nos servirá que

De acuerdo, esto no es una reseña. No me andaré con tapujos. Si me decidí a escribir lo hice con el único propósito de conseguir que escuches a este señor. Busco que si no conoces a Gabo Ferro sepas y tengas presente que cada segundo cumplido, gastado, sin oír a este gaucho supone una pausa gris, un instante baladí, mísero, en la existencia de cualquier individuo que se estime melómano, porque desconocer a Gabo implica dejar de disfrutar de un cantautor que no es grande, ¡es enorme!, y no porque yo lo diga, lo es porque objetiva y científicamente la calidad de sus temas puede calcularse en proporción directa al número desorbitado de vellos erizados y al vértigo insondable que provocan… y no sigo, por lo pronto, no vayas a pensar que tanta lisonja es fruto de la histeria desbordada de una seguidora tipo «me enorgullezco de poder autodefinir mi Ego desde el “ser fan de”, porque ¡lo quiero, lo amo y lo adoro!». No es el caso, aunque quién sabe, no todos los días se topa una con alguien capaz de zarandear a este espíritu lánguido infecto de tibieza. Quizás debiera hacerme estampar alguna prenda… Manifestadas sin rodeos mi preferencia e intenciones, he de reconocer que oír a Gabo no es aventura fácil: de entrada solo uno de sus

consigas un par de temas y los mandes reproducir a modo de hilo musical. Ese ejercicio dudo que llegue a satisfacer a alguien. Lo ideal: coger un disco y «pararse a escucharlo» de cabo a rabo. Aunque me conformaría feliz de que pudieses dedicarle cuatro minutos a un tema, a cualquiera de ellos: Voy a montar un caballo, Volver al jardín, Palabras malas, Tapado de piel, Retiro terminal, Costurera y carpintero, Un par de cositas nuestras, Mi vida es un vestido, Soy todo lo que recuerdo, Solo tenemos ciencia, Carne fría… Disculpa la retahíla pero es que son tantos y tan buenos… Escoge uno, hazte con él y busca cuatro minutos. Cuando los tengas acomódate, deshabilita cualquier inhibidor que pueda distraerte, no basta con el silencio, conviene aislarse; apaga la luz, si tienes unos 36


Fotografía de Paz Spera (2008)

que eso y para mí la poesía es más que eso. yo llego hasta ahí, y estoy conforme». Palabra de Gabo en Eterna Cadencia. ¿No te parece extraordinario? y yo sin encontrar la onomatopeya de aquel suspiro. No insistiré más. Lo que te estoy ofreciendo es que puedas experimentar la sinestesia, que oigas la sed, veas el tiempo y palpes colores, sin que medie enteógeno alguno. Solo canciones. Nada de resacas. ¿Quién da más? No terminas de verlo, crees que exagero. Bien, tú consigue cuatro minutos. Gabo hará el resto.

auriculares úsalos; para que esta experiencia sea completa es preciso contar con cada uno de los sentidos. una vez esté todo listo, dale al play y escucha. El efecto es inmediato. Camuflados entre ondas sónicas emergen olores a gajos y flores frescas, perfumes del camino y del caballo que te lleva de vuelta a casa; el tacto áspero del pelo de cabra negra con que alguien zurce los miembros de una muñequita vudú; imágenes de animales «como dormidos», de niñas carpinteros y vestidos ajados; pronto te sorprenderán truenos, al poco quizás te veas disfrutando del cobijo de un árbol enorme, y antes de que puedas advertirlo andarás exclamando: «este tío es un poeta». Pero ojo: ni se te ocurra hacerlo en voz alta o foro alguno donde cualquiera de sus seguidores pueda ver lo que opinas. Puesto que, aunque en el fondo compartan tu entusiasmo, quien además de escuchar sus temas suele leer cuanto este señor comenta se habrá topado en alguna ocasión con juicios como el que sigue: «el discurso de la canción es un discurso doble, la letra potencia y dice otra cosa que es esa suma de letra y música. Todo lo poético que puedo ser está dentro de la canción. No puedo escribir más 37


CI NE


LITTLE CHILDREN POR AITOR AGuIRRE

que a una esposa (Kate Winslet) que descubre que su marido se masturba con la ropa interior de una prostituta, forman el elenco de protagonistas de Little Children, en España llamada Juegos secretos. En un parque infantil pueden suceder muchas cosas, y más en el de una pequeña localidad de Estados unidos, donde las apariencias lo son todo. Las madres llevan a sus hijos a jugar y a tomar la merienda, un mundo rutinas que está a punto de quebrarse por la aparición de dos personajes antagónicos. El pedófilo Jackie Earle Haley, en una interpretación magistral, y probablemente me que corto, sale de la cárcel para volver a casa de su madre, una mujer, que como él mismo y el director, lo ve como una persona con un problema psicosexual, no un monstruo. Es quizá la única manera de abordar un personaje tan complicado sin caer en los tópicos. Por otro lado aparece en escena el antiguo rey del instituto, Patrick Wilson. Llega al parque con su hijo y entablará amistad con una de las madres, Kate Winslet, que se siente aliviada por poder compartir los ratos de parque con alguien que no sea una víbora. Desde el primer momento hay una tensión sexual que les conecta irremediablemente y será el centro de esta historia de secretos y mentiras.

¿Es posible resistirse a la tentación? ¿Son nuestros deseos más fuertes que la voluntad? ¿Era Madame Bovary una ramera o una mujer buscando una oportunidad? La adaptación de la novela de Tom Perrota Little children, escrita por él mismo y por el director Todd Field es una de las películas americanas más interesantes de los últimos años. Obtuvo tres nominaciones a los Oscar® (mejor guión adaptado, mejor actor secundario y mejor actriz) e incomprensiblemente no se llevó ninguna estatuilla dorada. Tal vez era una película demasiado incómoda, demasiado comprensiva y honesta con sus personajes. un pedófilo (Jackie Earle Haley) acosado por un lunático, un marido (Patrick Wilson) que engaña a su mujer (Jennifer Connelly) fingiendo estudiar para colegiarse, que conoce en el par39


Yorker la calificó «un trabajo maravilloso y extraordinario» la obra de Todd Field nunca es recordada cuando se habla de los grandes directores o guionistas en activo. Actualmente prepara su siguiente película, la adaptación de la novela de Cormac McCarthy Meridiano de sangre, esperamos impacientes.

Litle Children es una película dirigida con fluidez y con seguridad por un Todd Field que solo aparece en nuestras vidas para hacernos pequeños regalos, muy de cuando en cuando. Como actor ha trabajado en Días de radio de Woody Allen, en Ruby en el paraíso, o interpretando al pianista de Eyes Wide Shut, de Stanley Kubrick. Pequeño pero envidiable currículum en cine, aunque es más amplia su labor en series de televisión, como escritor, director, productor, operador de cámara e incluso compositor e interprete en las bandas sonoras. Su anterior película como director, In the bedroom, interpretada por Marisa Tomei, Tom Wilkinson y Sissy Spacek era también un drama tranquilo, una película para observadores de la vida ajena, en la que unos padres superan la muerte de su hijo junto a la pareja de éste. una pequeña gran película que recibió 5 nominaciones al Oscar® en 2002. A pesar que Little children no pasó totalmente desapercibida, Los Angeles Times la consideró la mejor película de 2006, y el New 40


FESTEN POR BEATRIz PEñAS

mente por directores daneses, aunque el certificado oficial fue extendiéndose, por ejemplo en España, con Días de boda, de Juan Pinzás. El cine producido en los noventa, lleno de efectos especiales que a día de hoy a muchos de nosotros nos podrían parecer nimios, les lleva a Von Traer y a Vinterberg plantearse nuevas perspectivas sobre el relato cinematográfico. Cansados del estilo y la forma que adoptan algunos films; y no me refiero únicamente a los comerciales llegados del otro lado del Atlántico, sino también al llamado cine de autor, deciden crear el manifiesto Dogma o Voto de Castidad. En un afán por salvar la estilística cinematográfica más primitiva, unos convencidos Von Trier y Vinterberg firman y juran su fidelidad al movimiento. Para que una película se considere Dogma debe cumplir con todas las reglas establecidas, entre ellas la imposibilidad de utilizar trucajes y filtros, o la invalidez, no solo de decorados y música extradiegética, sino también de cualquier tipo de trípode y foco. La temática de género o de carácter superficial como la muerte y los asesinatos también quedan prohibidos. Rodada en vídeo, aunque el voto de castidad permite exclusivamente grabar en 35 mm, Festen es, únicamente, la punta del iceberg,

«Cosa buena es arrepentirse, pero mejor cosa aún no exponerse a ello», reza un proverbio danés. Seguramente esto fue lo que pensó Lars von Trier al ver la primera película de su colega de dogma, Thomas Vinterberg. No querría que el lector, ávido de curiosidad, malinterpretara mis palabras. Von Trier nunca pensó que Festen, que en España se tituló Celebración, tuviera que ser disculpada —al fin y al cabo seguía el voto de castidad marcado— pero el film resultó ser el arrepentimiento en sí mismo. Con Festen por bandera, Vinterberg y Von Trier entre otros, abrieron la veda a un movimiento que, entre críticas y elogios, se ha convertido en uno de los más influyentes del panorama audiovisual en estas dos últimas décadas. Dogma 95 nace en 1995 como un movimiento cinematográfico creado mayoritaria41


© De la fotofrafía, NFL

pues la siguieron otras como Idioterne de Von Traer, Mifune de Soren Kragh-Jacobsen, o Italiano para principiantes de Lone Scherfi; películas que ayudaron a que el movimiento Dogma se convirtiera en todo un referente para el cine internacional. Llena de contradicciones, Festen se yergue como un film sorprendente y personal, de una crueldad escondida e íntima, que solo es posible recibir en pequeños tragos, porque bebérsela de golpe sería demasiado. ubicados en la burguesía danesa, la hipocresía y el cinismo hacen mella en una familia que se reúne para celebrar el sexagésimo cumpleaños del patriarca, brillantemente interpretado por Henning Moritzen. Entre colegas de hermandad y canciones racistas, el pequeño y frágil mundo de la familia Klingenfeldt y sus allegados se romperá como el cristal cuando reciban una acusación que nadie espera y que alguien lleva mucho tiempo esperando hacer. Con un esquema bien definido, y a la vez completamente atípica, Festen deja al espectador con el corazón roto pero la cabeza bien

despierta, pues la brutalidad y la naturalidad con la que está rodada nos muestran la ironía que gira alrededor de la película y que percibimos ya en el título de la misma. una humilde servidora la recomienda fervientemente, pues con cada nuevo visionado se descubren detalles, puntos de vista y nuevos horizontes que han quedado atrapados en esta tela de araña que, un bello día para el cine contemporáneo, unos directores daneses con coraje decidieron tejer. un último apunte. No duden en verla en versión original subtitulada, no hay nada como el idioma danés a gritos para sobrecoger y emocionar a los espectadores más exigentes.

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PARAMOUNT PREMIERE POR MANuEL GAy MORENO

costes al saltarse la exhibición y llegar directamente a la distribución. Por otro lado, el dvd también ha sido, como lo era el video, el mercado del coleccionista, de las reediciones, la forma de «exhibir» o «reexhibir» lo que no se veía en cines. A fin de cuentas, dos caras de la misma moneda. Las razones del cambio, realmente, son difíciles de determinar. y no creo que sean intencionadas ni hayan sido meditadas por un ejecutivo en un despacho de una productora. Supongo que tiene bastante que ver Internet y el candente tema de las descargas ilegales. Suponiendo que sean ciertas las cifras de pérdidas que anuncian las productoras, lo cierto es que hay mucha gente que no ve la película en cine y se la descarga. Así, como se ha mencionado antes, un producto, uno que no sea excesivamente caro, puede compensar costes más rápidamente si en su explotación no se considera la exhibición cinematográfica. Por otro lado, este tipo de dvds no suelen salir a la venta al mismo precio que el que ha pasado por la sala de cine. y, si la película no tiene buena acogida, siempre es más barata una tirada de mil copias en dvd que una de cien en celuloide. No sé cuál fue la pionera pero, desde luego, como distribuidora directa a dvd, es Warner la major que ha demostrado que ese mercado puede ser un filón. Tras tanteos anteriores, se deciden a lanzar en formato doméstico las películas de Raw Feed, productora creada por Tony Krantz (productor de la serie 24) y Daniel Myrick (co-director de El Proyecto de la Bruja de Blair). Los productos de

Truco o Trato; Colinas sangrientas; Bood Creek y Cabin Fever 2 En octubre de 2009 sucedió un hecho bastante insólito: salió a la venta en dvd en España la película Truco o Trato (Trick’r Treat, 2008), de Michael Dougherty. No había pasado por las salas de cine —ni aquí ni en Estados unidos—, ni se la había publicitado especialmente. Sin embargo, la primera tanda de dvds que llegó a las tiendas del centro de Madrid se agotó en un par de días. Mucho tiempo hacía que esto no pasaba: preguntabas al dependiente de un establecimiento comercial, y te respondía automáticamente «agotado»..., porque no eras el primero y, seguramente, no serías el último. La segunda remesa de Truco o Trato llegó un par de semanas más tarde, y también voló de los estantes. ¿Qué ha pasado para que, hasta hace muy pocos años, si una película salía directa al mercado del dvd —o vhs— fuera denostada, y ahora se agote? y, más, tratándose de un producto de terror. Este género suele ser caldo de subproductos, lo sabemos bien los que somos fieles seguidores del mismo. Sin embargo, tanto el año pasado como este, nos han deparado unas cuantas sorpresas. Digamos que, hasta hace muy poco, nadie se gastaba un euro ni un minuto de su tiempo en elaborar mínimamente un producto directo a dvd. Así, las grandes productoras daban salida a los excedentes al mercado doméstico, ahorrándose el pasar por cines, abaratando 43


chos, Warner se decide a decir sí a Colinas Sangrientas (The Hills Run Red), 2009, de Dave Parker. El mismo director cuenta en los extras del dvd cómo su particular homenaje al slasher (las pelis de asesino psicópata, a ser posible enmascarado, que mata a adolescentes, a ser posible descerebrados) pasó de ser un proyecto pequeño a convertirse en algo grande —siempre dentro de los márgenes del dvd—, cuando Warner entró en el proyecto. En España, Colinas Sangrientas salió a la venta a la par que la mencionada Truco o Trato, y corrió igual suerte: o sea, se vendió como rosquillas. Warner la promocionó por festivales, aunque no fuera a exhibirla, pero con ello generó grandes expectativas..., que se cumplieron cuando, por fin, se pudo ver la película. Es la historia de Tyler, un estudiante de cine obsesionado con Concannon, un director de cuya única película, Colinas Sangrientas, sólo se conserva un trailer en bastante mal estado, y que lleva desaparecido, probablemente muerto, desde los años ochenta. Tyler localiza a la hija de Concannon, una prostituta yonqui de un bar de carretera, y consigue convencerla para que les lleve, a él y a dos de sus compañeros de la escuela de cine, al lugar donde se rodó Colinas Sangrientas... y, obviamente, allí se desata el terror. Lo que diferencia a esta película de los mil slasher que nos llegan al año es que tiene sólidos personajes principales, una historia interesante —que dura más allá de la masacre, no es una mera excusa para llegar a los crímenes—, está bien rodada y plagada de homenajes más o menos incofesos para el amante del cine de terror, a quien va dirigida clarísimamente. ¿Por qué esta película va directa a dvd, y otras mucho más flojas y menores, como Hermandad de Sangre (Sorority Row, 2009), las vemos en cine? No lo sé. y no me importa, siempre y

Raw Feed son interesantes y apañados: rodados en digital, siempre tienen un punto original en sus propuestas, algo que los separa del tópico. El esfuerzo, por tanto, está en esta originalidad del guión antes que en alardes técnico que, obviamente, no pueden permitirse. Como ejemplo, Alien Raiders (2008), de Ben Rock, una de extraterrestres asesinos sin apenas efectos especiales... pero de eso no te das cuenta hasta que no la has terminado de ver y la analizas. El argumento de la película es lo suficientemente interesante como para que no eches en falta nada. Las otras películas de Raw Feed son: Rest Stop (2006), de John Shiban; Sublime (2007), del mismo Tony Krantz; Believers (2007), del mismo Daniel Myrick; Otis (2008), de nuevo de Tony Krantz; la mencionada Alien Raiders, y la secuela de Rest Stop, Rest Stop: Don´t Look Back (2008), de Shawn Papazian. La producción de Raw Feed desaparece en 2008 y pocas noticias se pueden encontrar de la misma desde Alien Raiders. Esperemos, simplemente, que se trate sólo de un paréntesis. Paralelamente, Warner estrena Warner Premiere, su división propia para productos en dvd. Entre sus primeros lanzamientos como distribuidora se encuentra Return to House on Haunted Hill (2007), de Victor García, secuela de la exitosa House on Haunted Hill, de William Malone, producida, al igual que su predecesora, por Dark Castle — la productora de Robert zemeckis y Joel Silver, centrada en el cine fantástico—. Al margen de la calidad de la misma —bastante floja—, parece ser que es la peli que demuestra el potencial del cine de terror en dvd, pues el dinero que recauda con alquileres y ventas es bastante considerable; a parte de que, al ser secuela de una película de éxito, se distribuye bastante bien por todo el mundo. Probablemente, considerando estos he44


Sin embargo el dvd, a pesar de haber demostrado ser un mercado a tener en cuenta por los creadores, no se ha quitado el estigma de encima. Los mismos ejecutivos de las majors americanas lo siguen viendo como un vertedero. un castigo. Es el caso de lo que ha sucedido, últimamente, con Town Creek, la última película de Joel Schumacher. Es especialmente llamativo porque, por un lado, se trata de una película de un director conocido y autor de bastantes éxitos; por otro, se trata de otra producción de Lionsgate. No es la primera vez que esta empresa hace algo así: el estudio no quedó satisfecho con Midnight Meat Train (2007) y también la relegó al mercado doméstico. El caso de Town Creek es más extraño, si cabe, porque sí ha tenido estreno en cines, pero en el circuito secundario americano, los cines viejos, aquellos de localidades que no son relevantes a efectos de taquilla y rescatan éxitos del año anterior. En estas condiciones, nadie podía, por tanto, reconocer una película que no había pasado por el mercado de primera línea. Lionsgate no ofreció datos del número de copias, siquiera, y corre el rumor por internet de que la única crítica que existía de su estreno en cines era de un espectador que había pagado por verla un dólar y medio. Town Creek cuenta la historia de Evan Marshall, un joven marcado por la desaparición de su hermano Victor después de que volviera de la guerra de Irak. Sin embargo, una noche éste regresa a casa pidiéndole ayuda para terminar una misión... en una granja de una población cercana, donde parece haber estado preso los últimos años de su vida. Allí, se enfrentan con un extraño poder milenario encarnado en un ser parecido al de Jeepers Creepers de Victor Salva. La película no está nada mal, y tiene un punto tan bizarro y loco en su desarrollo que bien puede convertirse en un producto de culto en los próximos años, y si no al tiempo. Pero quizás, el caso más llamativo de todos sea el de la película que se menciona al comienzo de estas líneas, Truco o Trato (Trick’r Treat, Michael Dougherty, 2008). La saga Saw, de Lionsgate, lleva varios años siendo el producto estrella el día de Halloween

cuando las termine viendo y acaben llegando a España de algún modo. Pero es una pena. Porque con Colinas Sangrientas, en una sala de cine a oscuras, con pantalla grande, nos hubiéramos llevado unos buenos sustos. Otro claro ejemplo de cómo se puede ofrecer un buen producto directamente en dvd es el de Cabin Fever 2: Spring Fever, de Ti West, (2009). Ojalá que, animados por los buenos resultados de este tipo de productos, los directivos de Lionsgate, el estudio responsable de la saga Saw y otras mil películas de terror, aun en momentos en los que nadie quería hacer cine de género, consideraran que, teniendo un buen guión, lo mejor era contratar a un buen director. y el elegido fue, ni más ni menos, Ti West. Este hombre debe ser lo más parecido en terror a Quentin Tarantino para el cine más generalista. Rueda como dios, le encanta hacerse homenajes a sí mismo y al cine que adora, generalmente de los ochenta, y genera tantos odios como pasiones (veánse, si no, las referencias a sus dos películas anteriores más famosas: The Roost, 2005, y The House of the Devil, 2009: o se adoran, o se detestan). Así, su secuela del filme de Eli Roth es como debe ser una segunda parte: la catástrofe crece en intensidad —en la primera, era una infección aislada en una cabaña, en ésta llega a todo un pueblo—, cambia el tono, cambian los personajes —no todos—; es, en definitiva, una película muy diferente para una historia muy similar pero con variaciones: la bacteria «comecarne» consigue escaparse de la montaña y llega, a través del agua, hasta un pueblo cercano. Divertida, aterradora y gore, es de esas pelis que sabes que puedes recomendar sin problemas a espectadores desprejuiciados — y con estómagos blindados— porque se lo pasarán en grande con ella. 45


una de las inquietudes originales de Warner, convertirse en formato... aunque no parece que vaya a repetirse. Pese a la buena acogida de la película tanto a nivel de ventas como de crítica, no hay ni un solo rumor de que la productora vaya a sacar el año que viene, por Halloween, aunque sea directa a dvd, una secuela. y los que la hayan visto —y los que tengáis intención de verla, pues se encuentra en casi todos los videoclubs españoles— verán que el material permite continuaciones con muchísima más holgura que la infinidad de segundas partes que se suelen hacer. Sea como sea, conviene estar atentos a los estrenos en dvd. Porque, por fin, se ha convertido en un mercado muy a tener en cuenta a la hora de ver buen cine, al margen de las salas.

en Estados unidos. Cada una de sus seis secuelas se ha estrenado en dicha fecha, y sus seguidores no fallan a la cita. Las arcas de la productora lo agradecen, claro. Warner andaba buscando una película que pudiera hacer la competencia a Lionsgate en este terreno, y encarga el proyecto a Michael Dougherty y Bryan Singer, que acababan de trabajar juntos en el guión de Superman Begins. Ambos comienzan a desarrollar un formato para, en el caso de que la película tuviera éxito, poder sacar secuelas por Halloween todos los años. y lo encuentran. una vez comenzada la producción de la película, sin embargo, Superman Begins se estrena en cines y no es el bombazo en taquilla que se esperaba. Sea por esto, que es lo que se rumorea, sea por cualquier otro asunto, Truco o Trato se rueda, se monta, y está a punto de ser encerrada para siempre en un baúl de un archivo de la Warner... hasta que, el año pasado, se deciden a estrenarla en dvd sólo en Estados unidos. La acogida de la cinta es tan buena que se amplia la distribución hasta llegar a gran parte del mundo, incluida España donde, como ya se ha contado, prácticamente se agotan sus dos primeras remesas. Truco o Trato es una maravilla a prácticamente todos los niveles. Se compone de cinco historias que tienen lugar en la noche de Halloween pero, a diferencia de otras propuestas similares, como Creepshow, se han estrujado el cerebro para que no haya ninguna trama de relleno y, lo más importante, estén entrelazadas y mínimamente interconectadas. Todo en esta película es de una calidad exquisita: fotografía, banda sonora —de las mejores del 2009, en bastantes quinielas—, interpretación, montaje, efectos especiales... una obra cuya máxima es la diversión, pero una diversión inteligente, nada barata: en sus subtexto, está la explicación de porqué son importantes los mitos. Su prodigiosa estructura consigue, además, como era 46


MRS. CARRINGTON POR MANuEL GAy MORENO

E N TREVISTA sean), es la desventaja de cualquier producción a este nivel en sus inicios. Internet es ambas cosas, es un escaparate; con mínimo esfuerzo tienes un público a nivel mundial que está ahí esperando, sólo hay que ir a donde están. Poco a poco, Internet se está convirtiendo también en un mercado real, todas las televisiones están apostando por la programación a la carta.

2.320.000 es el número de resultados aproximados que encuentra Google cuando uno busca «Mrs Carrington». Sólo tiene una señorita por delante, Mrs. Robinson, con más de treinta millones de resultados, sí, pero también con unos cuantos años de ventaja. Mrs Carrington es Leona Carrington (Margot), una rica heredera neoyorkina que esconde un —¡Ja!, ¿sólo uno?— secreto que alguien quiere sacar a la luz tras la muerte de su marido. Entre las personas que forman su círculo social, sexual o sentimental están su criada, Chumina Stafa (Tormenta García); la amante de su marido, La Querida (La Prohibida) o una entrometida presentadora de un talk show de máxima audiencia, Norma Winfrey (Deborah Hombres). La red de intrigas y secretos entretejida entre este elenco de personajes ha fascinado a miles de personas en www.mrscarrington.com. y, aunque se trate de una ficción, lo cierto es que está traspasando sus barreras: a finales de abril, por ejemplo, Leona Carrington apareció en persona en una entrega de premios del periódico Ideal, de Granada. ¿Quién hay detrás de este material divertido, trasgresor, inocuo y malévolo a partes iguales? Pues, a juzgar por sus páginas web, dos cerebros sin miedo a nada, multidisciplinares y, sobre todo, muy creativos. Son Fidel Martínez, en Granada, y Alex Hernández, en Frankfurt. Hablamos con ellos.

Alex Hernández (AH): A mí me da ganas de comer, porque es mucho trabajo. Si hablamos de industria audiovisual, hazte una idea: en una semana de promoción en un festival mediano vieron la serie más profesionales que en un año en Internet. En Internet no hay dinero, y la industria no entiende Internet, son dos mundos que aún tienen que aprender a trabajar juntos. Hace poco firmamos con un agente de ventas internacional y lo que primero que nos pidió fue que quitáramos los capítulos de la red. Nos costó mucho trabajo convencerle de que eso mataría la serie Por amor al arte... ¿Una gran verdad, o una trola al estilo «el trabajo dignifica al hombre»? FM: Cualquier persona creativa con ganas de hacer cosas y moverse, tendrá que hacer proyectos por amor al arte si le es posible. un gran nombre supongo que no lo necesitaría, ¡tendrá una agenda de proyectos tremenda!

El Impostor: ¿Os da de comer Mrs. Carrington? A día de hoy, ¿Internet es un mercado real, o un escaparate?

AH: una verdad como un templo, y eso lo vemos en todas partes, la cantidad de gente que hay haciendo cosas de todo tipo por placer, desde web especializadas hasta tiras cómicas o series de travestís en blanco y negro. Luego cada cual tendrá sus delirios de gran-

Fidel Martínez (FM): Por ahora la serie lo único que hace es mermar mi cuenta corriente, y la de alguno de los del equipo (benditos 47


(Carrington, Lorenzo). Aunque parezca mentira, para las tramas me inspiran las series de mitología, como Expediente X, su remake camuflado Fringe o la omnipresente Lost. Nuestros personajes tienen pasados oscuros que les influencian, y que sólo vamos descubriendo conforme nuevos acontecimientos los revelan...

deza o sus recompensas y fracasos, pero quien se mete en un proyecto grande sólo por los resultados, abandona a mitad de camino. ¿La primera vez que Mrs. Carrington apareció en vuestra cabeza? FM: Hace tiempo leí un artículo en el periódico de una millonaria excéntrica, odiada y temida por todos que le donó toda su fortuna a su perrita. Tanto el hermano como sus sobrinos (ya que ella no tenía descendencia) se rasgaban las vestiduras como te puedes imaginar. La idea de una personalidad tan grande empezó a gestar en mi cabeza a Leona Carrington. La idea era comenzar con un cortometraje. Por casualidades usé el personaje para una felicitación navideña, que fue un éxito en Internet, y de ahí decidí aparcar el cortometraje y plantearla como una serie.

¿Cómo se organiza todo el trabajo que conlleva una serie viviendo uno en Granada y el otro en Frankfurt? FM: ¡Bendito Skype! Alex y yo nos coordinamos bastante bien, por un lado vamos soltando ideas y escribiendo cada uno a nuestro ritmo, repasamos el texto los dos, y vamos perfilando las escenas poco a poco. Hacemos reuniones por videoconferencia para cerrar partes de la trama y las escenas, etc. Es un trabajo muy agradecido. AH: Toda la producción se realiza en Granada. El único deslocalizado es este humilde guionista que se pierde todo el meollo. Lo bueno es que, mientras el director hace malabarismos con fechas y travestis, yo puedo pensar tranquilamente en cómo hilvanar los acontecimientos para que todo tenga sentido.

AH: Fidel y yo estábamos terminando el guión de Lujo y Miseria, Tía (un corto que está perdido en las procelosas aguas de la posproducción pero que esperamos estrenar este año) cuando me vino con su última paranoia: una historia de terror-comedia a lo Elvira que se iba a titular Posesión de una perra. No teníamos muy claro si Leona se moría y poseía a la perra, o si la perra se moría y poseía a Leona, pero cuanto más lo pensábamos, más chicha le veíamos al entorno de la rica heredera.

Poli bueno y poli malo, la chica guapa y su amiga simpática... Si tuvierais que adjudicaros un rol de pareja, ¿quién sería cada uno en vuestro tándem creativo?

Influencias confesables de la serie. FM: Qué difícil... Me quedo con la animadora.

FM: Para mí todo el cine negro de los años 40 es el pilar fundamental. Hay personajes que son un calco de actrices y actores de esa época, La Querida es una mutación entre Veronica Lake y Jessica Rabbit. AH: La mayoría son bastante evidentes (cine clásico, seriales) así que intentaré concretar. En cine de «divas», mi estandarte es Eva al Desnudo. Para suspense pensaría en Hitchcock, a quien ya homenajeé (o fusilé, según se mire) en La Reforma Incompleta. Los seriales más evidentes serían Falcon Crest y Dinastía, incluso algunos nombres vienen de ahí

AH: Fidel es el marido que cuenta chistes en las fiestas y yo soy la esposa que cuida de los niños. él trae la comida a casa mientras que mi trabajo es invisible. Pero nos complementamos bien. Roland Emmerich dijo en 1998 que Godzilla era una metáfora del lado oscuro del hombre. Moviéndonos en estos términos, ¿de qué sería metáfora Mrs. Carrington? 48


FM: Diré que Mrs. Carrington es el lado oscuro de cada señora.

Pregunta obligada si se habla con los creadores de una serie: ¿Qué os está pareciendo el final de Perdidos? ¿Y qué podemos esperar del final de Mrs. Carrington?

AH: Tendré que ver Godzilla, ¡me reí tanto con 2012! Mrs. Carrington no es metáfora de nada, es una muestra bastante explícita del lado oscuro de la mujer: el hombre.

FM: yo con perdidos tengo una relación de amor/odio. No sé si quiero que termine bien o me da igual como termine mientras acaben con la agonía. Por ahora los tres primeros episodios me han dejado un poco frío. En cuanto a Mrs. Carrington, la primera temporada terminará con un giro muy inesperado... ¡Por supuesto no voy hablar del final de la serie!

¿La mayor satisfacción que os da Mrs. Carrington? ¿Y el mayor quebradero de cabeza? FM: La mayor satisfacción son sin duda los rodajes, y ver un episodio terminado y pensar «Es increíble que esto siga adelante». Lo peor es llegar a la mayor satisfacción, muchas veces los problemas de tiempo del equipo o económicos son difíciles de superar.

AH: En estos momentos sólo se han visto 3 episodios, ¡así que espero que aún pasen muchas cosas antes del final! Por el momento el giro de la nueva temporada no me convence porque (intentaré no spoilear a nadie) temo que una de las dos historias anule a la otra. No puedes negar tu propia serie (como hizo Los Serrano), es traicionar a tu audiencia. Ahora bien, como consigan casar las dos líneas, va a ser épico. Lost es la serie más grande de la década por todo lo que ha arriesgado, y todo lo que, a pesar de sus defectos, ha sido capaz de sacar adelante.

AH: Como guionista, la mayor frustración es que no todo lo que se escribe se pueda trasladar a la pantalla. Siempre hay limitaciones de producción, de tiempo..., ¡al fin y al cabo no es fácil recrear los años 50 cuando trabajas con presupuesto cero! Aunque al mismo tiempo, ese es nuestro reto y creo que lo vamos solventando con bastante frescura. De nuevo como guionista, la mayor satisfacción es que el texto que has escrito se transforme en imágenes.

Mrs. Carrington es otro caso aparte. Por ahora tenemos escrito el final de la primera temporada, lleno de giros, revelaciones y cliffhangers, como corresponde. y hasta aquí puedo leer.

Una frase para el recuerdo de alguno de los personajes. FM: Sorprendentemente hay muchas frases que han calado mucho en la gente. «Querida querida» es ya una frase de culto entre nuestros fans. AH: La particular dicción de Chumina es la que está dejando más frases para el recuerdo. ¡Algunas ya triunfan como politonos! Creo que la cita de Leona en el capítulo piloto resume bastante bien el espíritu de la serie: Voz misteriosa: usted no me conoce, pero sepa que estoy al corriente de su secreto. Leona Carrington: ¿Mi secreto? ¿Cuál de ellos?

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OLD BOY POR DANIEL MATuS

poradas suele ser tan y tan escaso: cine de calidad. Si bien es cierto que el mismo Park Chanwook ha dicho en algunas entrevistas que en Old Boy, más que de la venganza, se intenta profundizar en la salvación, lo cierto es que a nosotros, sus consumidores, nos llega a resultar casi metafísico mencionar siquiera la redención después de sumergirnos en una película en la cual la paradoja bestial campea a sus anchas. Paradoja bestial, decimos, no tanto por la violencia amarillista existente en la película, sí, y justificada, pero no determinante, sino por la casi desesperante carencia de humana intencionalidad en los actos que, una vez ocurridos, echan a rodar todo el engranaje. Antes de ser medianamente humanos y conscientes, mucho antes de siquiera sentirnos llamados por un supuesto trascendente que nos eleve de nuestra condición de animales superiores, tenemos en la bestialidad nuestro cotidiano ir y venir, el resoplido y la convulsión instintiva antes que la razón que piensa, juzga y pondera los actos a realizar. Queremos ser algo más que animales, pero entre parpadeo y parpadeo nos subyace la bestia: aquel que está en medio del mundo, y vive y actúa y recibe el daño; quien responde al daño causado con la venganza; quien responde a la venganza creando su propia venganza... Humanos, se dirá sin tardar, al fin y al cabo. Sí... Pero es crudo pensar que se llega a la humana facultad de la conciencia sólo a través del daño ejercido y recibido, y que la humana teleología de guiar nuestra vida hacia un fin halle en la venganza su único norte. La bestia no tiene conciencia de ser bestia, ni medita ni mide sus actos más allá de sus impulsos. Oh Dae-su (el protagonista, extraordinariamente interpretado por Choi Min-sik) se nos presenta en una hilarante escena inicial, ebrio y montando un escándalo de proporciones épicas en una comisaría. En el primer mi-

«Aunque no soy mejor que una bestia, ¿no tengo acaso el derecho a vivir?». Esta frase la encontramos al comienzo y al final de esta excepcional película del surcoreano Park Chan-wook, la segunda de su personal trilogía dedicada a la venganza y, sin lugar a dudas, la mejor y más lograda de las tres. Si en la primera, Sympathy for Mr. Vengeance (2002) la presentación de los personajes consistía en largas y hasta contraproducentes escenas mudas, y en la tercera, Sympathy for lady Vengeance (2005) una cierta pretensión preciosista acababa por desdibujar el resultado final, en cualquier caso, seguía siendo buen cine, en Old Boy la trama, las actuaciones y la dirección consiguen ensamblarse con una prodigiosidad tal que incluso tras un largo periodo después de visionarla se volverá a ella —en conversaciones con otros, o meros recreos mentales— para seguir gozando ese producto que por tem50


nuto ya nos podemos hacer una idea de la calaña del personaje: un borrachín irresponsable, aún vestido con sus ropas de trabajo, llevando consigo un regalo de cumpleaños para su pequeña hija que ridículamente muestra a los policías... La irresponsabilidad será un elemento de suma importancia en el motivo argumental de la película; irresponsabilidad, digámoslo ya de una vez, no moral, o no necesariamente, sino ontológica: irresponsabilidad de ser, de estar, de actuar y omitir. Irresponsabilidad de haber hecho y deshecho, sin siquiera reparar en lo más mínimo en las consecuencias de nada. Después de salir de la comisaría, Oh-Daesu es secuestrado y encerrado en una celda-habitación por la friolera de 15 años. Durante todo ese tiempo, nadie le da una explicación, ni un cómo ni un por qué está recluido allí. Por una estrecha ranura de la puerta le dan la comida, y por agujeros de la pared lo gasean para dormirlo y curarle las heridas que se auto inflinge. Sólo un televisor lo comunica con el mundo: programas musicales; documentales; noticieros. A falta de alguien que se lo explique, y aún en esa doblemente enajenante realidad de encierro y televisión, logra en una delgada

línea de conciencia hallar una explicación, una respuesta al porqué de su pena: evidentemente, lo que le sucede no puede ser gratuito ni circunstancial. Algo debe haber hecho, a alguien debe haber dañado, pues su mediocre vida anterior no admite explicaciones más profundas ni rebuscadas. En su pasado, ahora ya asumido como chato e insustancial, ha de estar la respuesta a su claustrofóbico presente, y la única explicación para que alguien se tome tantas molestias para con él, que no es ni de lejos un líder ni un gran hombre, es la venganza por algún error, por algún dolor o grave perjuicio causado. En su encierro comienza a escribir, y recurre a su memoria para hacer una lista de todas aquellas personas a las cuales con cierta seguridad, o incluso simple sospecha, ha causado algún daño. y es aquí donde surge uno de los muchos elementos interesantes de la trama: por mucho que se aplica en su tarea, Oh Daesu no logra dar con el responsable de su castigo. y una vez libre, echado fuera de su celda dentro de una maleta que se abre en la azotea de un rascacielos, la lista de sus posibles carceleros se convierte prontamente en papel mojado.

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atrix Kiddo, y a partir de allí… Kill Bill! Además, los movimientos de los cuerpos que persiguen la venganza no se valen de los mismos recovecos. Pero, por sobre todo, en la película de Tarantino, cosa que, por lo demás, ocurre menos en Reservoir dogs, y menos aún en Pulp fiction hay buenos y hay malos, cosa que en toda la trilogía de Chan-wook es casi imposible, sino ridículo, de precisar.

El desarrollo de la película reservará todavía muchas sorpresas. La historia es, dicho sin mayores añadidos, una buena historia. Pero lo que en verdad hace de Old Boy una película maestra no es tanto su historia, sino la narración que el director hace de la misma, y vaya aquí, de pasada, un sablazo para los insufribles apostolillos de «la originalidad». De viejo es sabido que en el cine, y también en la literatura, han existido muy buenas historias o ideas que se han arruinado, simplemente, porque no se han sabido contar bien. y es aquí donde Park Chan-Wook demuestra su excelencia como director, valiéndose con pericia de los registros que más le sirven para relatar su historia. y claro, para narrar, cogerá las herramientas que considere más adecuadas, y beberá de distintas fuentes, y usará registros que obviamente ya han sido utilizados por otros. Beberá de la tragedia griega, sí, pero nos relatará su visión transmutada de un Edipo gañán e irresponsable. Se valdrá del registro del cómic, sí, pero conseguirá quizá como en ninguna adaptación del manga realizada en EE. uu., que los personajes rebosen de su condición de seres de carne y huesos, casi palpables, en secuencias híper-realistas que se suceden mientras a la vez casi creeremos ver unos dedos que pasan página en la esquina superior de la pantalla (la escena con el suicida en la azotea; el combate que Oh-Dae-su mantiene con sus antiguos captores, escena que de seguro estará en futuras antologías maestras de planos y secuencias). Quizá por todo esto, además de la cercanía temporal, se suele asociar en algún punto al director y su película con otro mucho más conocido que también ha trabajado el tema de la venganza: Tarantino. y aquí tendréis que perdonar mi nimiedad y perogrullada, pero sólo me limitaré a decir que Old Boy y Kill Bill son, en la periferia, pero también en el contenido, dos películas distintas…, y poca cosa más. Ni la estética ni la fotografía, ni la historia ni la manera de narrarla son siquiera similares, aún cuando la venganza sea el evidente leitmotiv de las dos. Para empezar, el planteamiento del daño inicial es diametralmente opuesto. Bill va con su pandilla a matar premeditadamente a Be52


LA ETERNIDAD POR CARLOS CEACERO

brán oído hablar, es un tipo valiente. Su primer largometraje, La eternidad (2009), es una especie de cuento filosófico sobre el Valle de los Caídos, como a su autor le gusta denominarlo, que parte del documental, se adentra en territorios más propios de la ficción (un guión bastante cerrado, el trabajo de un buen puñado de actores) para acabar desembocando sorprendentemente en una especie de película de ciencia-ficción asiática de ambiente casi apocalíptico. Es, sin lugar a dudas, una de las aportaciones más interesantes y creativas desde el punto de vista cinematográfico a ese nutrido y diverso conjunto de películas, en su mayoría documentales, que han aparecido en los últimos años en torno al proceso de Recuperación de la Memoria Histórica en España. De extraña belleza y sobrecogedora armonía formal, viene a confirmar el talento de un cineasta inquieto, responsable, y demuestra las enormes e inagotables posibilidades que el cine esconde en las fronteras de sus dos líneas fundacionales (cine de ficción y de no ficción) y, aunque algunos se empeñen en negarlo, en tanto medio de expresión y manifestación artística. A Jean Castejón Gilabert le gusta definirse modestamente como alguien que hace películas, películas en las que la forma se adapta al contenido, nada más. Su trayectoria como ci-

La Decadencia es la pérdida total de la inconsciencia; porque la inconsciencia es el fundamento de la vida. El corazón, si pudiese pensar, se pararía. FERNANDO PESSOA, El libro del desasosiego

Transitar en los márgenes. Trabajar al margen de lo comercial, de lo habitual. Más allá de etiquetas, de formatos, de géneros, de modas. Sin pensar demasiado en un público concreto, en un tipo de distribución, en la crítica al uso. Ser y mantenerse coherente, exigente, reflexivo. Hacer cine sin ataduras, sin complejos, en libertad, aunque a uno no acaben de encontrarle su espacio y tenga que moverse en los terrenos del documental de creación o directamente en el experimental, porque en algún lugar habrá que encuadrarlo a uno hoy que todo está tan formateado. Hacer cine por encima de todo y de todos y no parar. Sobre todo, no parar. El cineasta francés afincado en España Jean Castejón Gilabert, del que muy pocos ha53


tiempo, y en el que pasado, presente y futuro se ven siempre atravesados por espirales de violencia que parecen no tener fin. El Valle de los Caídos, construido «como altar de la Patria», como símbolo «de la España heroica, mística y eterna», nacido de la violencia y la oscuridad, confrontado al paso del tiempo, confrontado primero a la desmemoria, luego al olvido y finalmente a un futuro incierto, resistirá, como los monumentos antiguos, el paso de los siglos y de los conflictos por venir, pero llegará un día, como parece querer decirnos finalmente su autor, en el que acabará perdiendo por completo su significado.

neasta y como docente, Castejón imparte habitualmente cursos de cine documental, arranca en la frontera del cine de no ficción para acabar poniendo en entredicho la fragilidad de esos márgenes que lo separan del cine de ficción, y que quizá tienen más que ver con diseños de producción o con políticas de distribución que con otra cosa. De vocación documentalista o no, quizá no apto para todos los paladares, Castejón Gilabert es un cineasta como la copa de un pino. Partiendo del concepto de Recuperación de la Memoria Histórica de España y de un lugar físico concreto, el Valle de los Caídos, el mausoleo construido por Franco, con la participación de miles de presos del bando republicano, para albergar sus restos y los de «los caídos por dios y por la patria» tras la Guerra Civil Española; un monumento erigido «a la manera de los monumentos antiguos» y «para desafiar al tiempo y al olvido», La eternidad se acaba imponiendo como una reflexión de hondo calado poético, también ideológico, universal, sobre la propia naturaleza del ser humano y el inexorable paso del tiempo. No es la primera vez que Jean Castejón parte del pasado. En su anterior película, el mediometraje Epiphanie (2002), el cineasta indagaba en su memoria familiar, la de dos familias españolas que se vieron obligadas a emigrar ante la difícil situación económica que se vivía durante los primeros años de la dictadura de Franco. Dos familias que se establecerían primero en Argelia y, tras la independencia de la colonia, en Francia, donde el cineasta nació. un cuaderno de viaje que tenía mucho de búsqueda interior y en el que ya se intuían algunas de las preocupaciones éticas y estéticas de su autor. Si en Epiphanie era un tren, en La eternidad es el Valle de los Caídos, como lugar físico, pero también como enclave psíquico y simbólico, el que sirve de hilo conductor de la narración. una narración construida casi como un collage (de fotografías, imagen de archivo, imagen real y ficción) en el que diferentes historias, o fragmentos de historias, también de sonidos y música, se van enlazando a través del

Estrenada en junio de 2009 en el Instituto Francés, La eternidad podrá verse este mes de marzo en La enana marrón de Madrid. Nos levantamos. Caemos. Nos levantamos de nuevo. Volvemos a caernos. ¿Existen los hombres que no hagan daño? ¿Es esto lo que estamos buscando? JEAN CASTEJóN GILABERT, La eternidad

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ALFONSO BREZMES






VALEN TÍ N ÁLVAREZ







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