El Mundo de Sophia 47

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La Tradición Hermética

Aproximación Al mundo de los sueños

Filosofía en la Psicología humanista

Quien conoce a los demás es inteligente; quien se conoce a sí mismo tiene visión interna. Quien conquista a los demás tiene fuerza; quien se conquista a sí mismo es realmente poderoso..

Tao Te King


Contenidos

EL MUNDO DE SOPHIA

Pág. 5 Para reflexionar... El Himno de la Perla

2014

Poema alegórico Gnóstico

Nº 47

Pág. 7 Poesía «Itaca» de Konstatinos Kavafis Pág. 8 Filosofía Filosofía en la psicología humanista Elena Machado

Pág. 12 Arte Dionisos y la danza Laura Sanchez

Pág. 16 El dinero como medio de relación entre personas Joan Antoni Melé

Pág. 18 Historia La Tradición Hermética, Último esplendor de un saber atemporal

Francis J. Vilar

Pág. 22 El Rincón del Principito Pág. 23 Libros y películas Pág. 24 Entrevista Centro educativo Sa Llavor Pág. 27 Lo que algunos dijeron sobre... El arte Pág. 28 Psicología Aproximación al mundo de los sueños Catalina Simonet

Pág. 32 Orientalismo Alquimia taoísta Antonio Marí

Pág. 36 Literatura Herman Hesse Elvira Rey

Pág. 40 Cartas a un joven idealista El Silencio Herminia Gisbert

DIRECTOR: Francis J.Vilar JEFE DE REDACCIÓN: Felipe Aguirre REDACCIÓN Y MAQUETACIÓN: Elvira Rey Rafel Ballester DISEÑO GRÁFICO: Felipe Aguirre Rafel Ballester HAN COLABORADO: Francis J.Vilar Herminia Gisbert Antonio Marí Víctor Vilar Catalina Simonet Elena Machado Elvira Rey Cristina Gavilán Laura Sánchez Dolores Cantero Joan Antoni Melé Una publicación de: Fundación Sophia c/ Jaime Ferrer, 3 Palma de Mallorca (Baleares) www.fundacionsophia.com Tel: 971 72 15 55 mundosophia@mundosophia.com redacción@mundosophia.com www.mundosophia.com D. L. PM-2099-98 Los artículos firmados expresan única y exclusivamente la opinión de su autor, quien se hace responsable de la vercidad y autoría de los contenidos expuestos.


Para aquellos que luchan contra molinos de viento...

H

ay quienes tienen espíritu quijotesco. Jóvenes de alma que con pequeñas fuerzas se enfrentan a grandes aspas de molino. Parecen ingenuos y puros, como copos de nieve que quisieran destronar a la montaña. ¡Bendita locura! Arrebatados por un anhelo de imposibles se proyectan hacia desafíos que parecen sin sentido, vistos desde los cegados ojos de ordinarios mortales, como si fueran de otro mundo... Da la impresión de que el hidalgo montara de nuevo en otra cabalgadura, como si los poseyera, lanzándose una vez más contra los molinos de viento.Digamos pues que hay, desperdigada por el mundo, una legión de poseídos. Se lanzan a la carga sin medir al enemigo, sin preocuparse de rasguños ni otros contratiempos. Como si no tuvieran los problemas que todos tenemos, como si no les preocupara lo que de ellos piensen los civilizados, esos que alcanzan el estatus «estándar». Ellos no son de esa parte de la humanidad que leen el diario y tienen una formada opinión de la marcha coherente del mundo; aunque en realidad

Editorial

sea una despreocupación total de cómo anda, mientras calientes duerman y su panza no gima con sonidos estomacales. Las inquietudes de estos valientes chiflados no orbitan en las pelusas de sus ombligos. Se expanden a través de sus ojos hacia el horizonte. Y ven allí el futuro que esta por construir. No me refiero al que alza la voz cuando pierde todo. Es normal gritar cuando te aprietan... Es normal indignarse. Lo que no es normal es callar. (Ya era hora de esta muestra de humanidad que se desparrama por el mundo; el silencio bajo tortura es inhumano, y hemos resistido estoicamente por temor a que duplicasen el castigo. Antes soportábamos y callábamos; ahora nos indignamos y gritamos. Pero tanto en el conformismo como en el inconformismo hay mucho rebaño, moda y curiosidad.) Yo hablo no sólo de los que gritan, sino de los que hicieron, hacen y harán; los que transforman el mundo de hierro, sembrando pepitas de oro.

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¡Cuántas veces se ha salvado al mundo tanto en bares como en congresos y conferencias internacionales!

Hablo de los que siempre han defendido sus ideales; los que no temen luchar contra los engranajes de la desesperanza, y la apatía. Portan sueños de justicia como lanza y están protegidos por el escudo de la pureza. No hay mala intención en sus acciones, aunque a veces puedan ser torpes o erradas. Pero han comprendido una gran verdad: que la transformación del mundo comienza por ellos mismos. Exigen porque se exigen a sí mismos. Dan ejemplo antes que pedirlo. Cualquier otra forma de proceder es mera crítica improductiva, intelectualismo o vanidad. ¡Cuántas veces se ha salvado al mundo tanto en bares como en congresos y conferencias internacionales! Es hora de los caballeros andantes... los que se lanzan contra molinos. Los bachilleres, los proxenetas de la inocencia, los eruditos y los intelectuales no pueden comprenderlos. Han nacido bajo otro cielo, son

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de otro paradigma, siempre los tacharán de locos, o ingenuos, con la lapidaria sentencia de: «ya madurarás», «ya se te irán los pájaros de la cabeza». Pero siempre habrá otros, un tanto locos, que los comprenderemos perfectamente... Tal vez seamos de la misma estirpe, un árbol genealógico que se remonta muy atrás en el tiempo y que tiene al Quijote como uno de sus descendientes más famosos.Un árbol por cuyas ramas corre una savia vital mucho más sutil que la sangre, tal vez de índole espiritual. No tiene frontera, ni etnia, ni cultura, ni condición social; por eso, en cualquier época y lugar hay algunos que se sienten como Quijotes. También por este motivo, siempre y en todas partes hay molinos a los que enfrentar: la opresión de tiranos, la corrupción de gobernantes, el dominio de los mercados sobre los hombres, la explotación de la tierra, el hambre, la pobreza, las drogas... Hemos sembrado el mundo de molinos, en los que se tritura el alma del ser humano. «!Basta ya!», gritan mientras se lanzan contra los molinos. Claman mientras se quitan la venda. Gritan al mismo tiempo que giran sin piedad las aspas de los molinos... !Basta ya! Es hora de que se nos seque la mollera y nos convirtamos en caballeros andantes... Es hora de tratar de alcanzar una estrella, amar con el amor más puro, ser honrado, defender al indefenso, no temer al infortunio, amanecer cada día con la esperanza de hacer un mundo mejor y no escatimar los esfuerzos por lograrlo, ser feliz sin dañar a nadie, alcanzar la perfección y la conciencia en cada gesto, ser útil a uno mismo y al universo, aprender cada día, dejar un reguero de buenas obras, eficaces, bien hechas y buenas a nuestro paso; no sentir límites insalvables, soñar con un sueño imposible..., hacer un mundo un poco más justo, más bueno y más bello. ¿No es éste un hermoso ideal? m


Para Reflexionar...

C

uando era un niño vivía en mi reino en la casa de mi Padre, y en la opulencia y abundancia de mis educadores me solazaba. Entonces mis padres me ordenaron que abandonara Oriente, nuestro hogar, y me entregaron provisiones para hacer el viaje. De las riquezas de nuestra casa tesoro me ataron un peso: grande era, y sin embargo ligero, de forma que pudiera llevarlo solo... Me quitaron el vestido de gloria que por amor me habían hecho, y mi manto purpúreo, tejido para que se adaptase exactamente a mi figura, e hicieron un pacto conmigo, y lo escribieron en mi corazón para que no lo olvidara: «Cuando desciendas a Egipto y traigas la Perla Única que yace en medio del mar, que está custodiada por la serpiente sibilante, volverás a ponerte tu vestido de gloria y tu manto encima de éste y con tu hermano, el que nos sigue en rango, serás heredero de nuestro reino». Dejé Oriente y emprendí mi camino descendente, acompañado por dos enviados reales, ya que el camino era peligroso y duro y yo era joven para un viaje

como aquél; dejé atrás las fronteras de Maishan, las plazas de los mercaderes de Oriente, y llegué a la tierra de Babel y crucé los muros de Sarbûg. Seguí mi camino hasta Egipto, y mis compañeros se separaron de mí. Me dirigí directamente hacia donde estaba la serpiente y me establecí cerca del lugar donde moraba esperando que cayera en un sopor y se durmiera, de forma que yo pudiese tomar la Perla de ella. Como yo era uno y mi sola compañía, era un extraño para los compañeros que moraban conmigo. No obstante, vi allí a uno de los de mi raza, un joven noble y bien parecido, hijo de reyes. Este se unió a mí y yo le convertí en depositario de mi confianza y le expuse mi misión. Me advirtió contra los egipcios y contra el contacto con los sucios. Sin embargo, me vestí con las ropas de éstos para que no sospecharan de mí, como de alguien que venía de fuera para llevarse la Perla, y no levantaran a la serpiente en contra mía. Pero algo hizo que notaran que yo no era un campesino y se enfrentaron a mí, y me mezclaron bebida confundiéndome con su astucia, y me dieron a probar su carne; y

me olvidé de que era hijo de rey y serví a su rey. Olvidé la Perla a causa de la cual mis padres me habían enviado. La pesadez de su alimento me hizo caer en un profundo sueño. De todo esto que me sucedió mis padres tuvieron noticia y se entristecieron por mí. Se proclamó por nuestro reino que todos acudieran a nuestras puertas. Y los reyes y grandes de Partia y todos los nobles de Oriente urdieron un plan para que yo no permaneciera en Egipto. Y me escribieron una carta, y cada uno de los grandes la firmó con su nombre.

De tu padre, el Rey de Reyes, y de tu madre, señora de Oriente; y de tu hermano, el que nos sigue en rango, hasta ti, nuestro hijo en Egipto, llegan saludos. Despierta y levántate de tu sueño, y atiende a las palabras de nuestra carta. Recuerda que eres el hijo de un rey: contempla a quien has servido en cautiverio. Presta atención a la Perla, por cuya causa fuiste enviado a Egipto. Recuerda tu vestido de gloria, acuérdate de tu espléndido manto, para que puedas vestirlos y engalanarte con ellos y que tu nombre pueda leerse en el libro de los EL MUNDO DE SOPHIA

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héroes y te conviertas, junto con tu hermano, en nuestro sucesor, heredero de nuestro reino. Como un mensajero fue la carta que el Rey había sellado con su mano derecha contra los malignos, los hijos de Babel y los demonios rebeldes de Sarbûg. Se levantó en forma de águila, el rey de todas las aves aladas, y voló hasta posarse junto a mí convertida en palabras de un mensaje. Con el sonido de su voz me desperté y me levanté de mi sueño, la tomé en mis manos, la besé y rompí su sello, y leí. Recordé que era un hijo de reyes y que mi alma, nacida libre, deseaba a los de su clase. Recordé la Perla por la cual había sido enviado a Egipto, y comencé a encantar a la terrible y sibilante serpiente. La encanté hasta dormirla nombrándole el nombre de mi Padre, el nombre del que nos sigue en rango y el de mi madre, la reina de Oriente. Tomé la Perla y me dispuse a regresar a la casa de mi Padre. Del ropaje sucio e impuro de ellos me desprendí, y lo dejé atrás en su tierra, y busqué un camino que me llevara a la luz de nuestra tierra, Oriente. 6

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La carta que me había despertado encontré ante mí en mi camino, e igual que me había despertado con su voz, así me guió con su luz, que brillaba ante mí, y con su voz alentó mi valor, y con su amor me condujo. Fui hacia delante... Mi vestido de gloria, que me había quitado, y el manto que lo cubría, mis padres... los enviaron para mí por los tesoros que guardaban. De su esplendor me había yo olvidado, habiéndolo dejado en la casa de mi Padre cuando era un niño. Al contemplar ahora el vestido, me pareció que se transformaba en imagen de mí mismo reflejada en un espejo: a mí mismo, entero, veía en él, y a él, entero, veía en mí mismo; que éramos dos, separados, y sin embargo uno en la igualdad de nuestras formas... Y la imagen del Rey de reyes se repetía por todo él... También vi temblores por todo él, movimientos de la gnosis. Vi que estaba a punto de hablar y percibí el sonido de sus canciones que murmuraba en su camino descendente: «Yo soy el que actuaba en los actos de aquel por quien fui educado en la casa de mi Padre, y en mí mismo per-

cibo cómo creció mi estatura por su esfuerzo». Y con sus regios movimientos se vierte a sí mismo fuera de mí, y de las manos de sus portadores me insta a tomarlo; y a mí también mi amor me urgió a correr hacia él y a recibirlo. Y tendí mis brazos hacia él y lo tomé y me engalané con la belleza de sus colores. Y me cubrí con el manto real por entero. Cubierto por él, ascendí a la puerta del saludo y de la adoración. Incliné mi cabeza y adoré el esplendor de mi Padre que lo había enviado hasta mí, cuyos mandatos yo había cumplido, igual que él había cumplido las promesas que hiciera... Me recibió con alegría y yo me encontré con él en su reino, y todos sus sirvientes le alabaron a coro, porque había prometido que yo viajaría a la corte del Rey de reyes y, después de haber traído mi Perla, aparecería junto a él. m


Poesía

Itaca

Cuando emprendas el regreso a Itaca, ruega que el camino sea largo, lleno de aventuras, de conocimiento. A los Lestrigones y los Cíclopes, al irritado Poseidón, no les temas; no hallarás tales cosas en tu camino si tu pensamiento es elevado, si una sublime emoción embarga tu espíritu y tu cuerpo. A los Lestrigones y los Cíclopes, al feroz Poseidón, no los encontrarás si no los llevas en tu alma, si tu alma no los pone ante ti. Ruega que el camino sea largo. Que sean muchas las mañanas estivales en que lleno de placer y alegría entres a puertos vistos por primera vez; detente en los mercados fenicios y adquiere hermosas mercancías, nácar y coral, ámbar y ébano, y toda clase de perfumes voluptuosos, todos los perfumes voluptuosos que puedas; visita muchas ciudades egipcias para aprender más y más de los sabios. Ten siempre en tu mente a Itaca. Tu meta es llegar allí. Pero no apresures de ninguna manera el viaje. Mejor que dure muchos años, y viejo ya ancles en la isla, rico con cuanto ganaste en el camino, sin esperar que Itaca te dé riquezas.

Itaca te dio el hermoso viaje. Sin ella no hubieras salido al camino. Pero ya no tiene nada para darte. Y si la encuentras pobre, Itaca no te ha engañado. Tan sabio como has llegado a ser, con tanta experiencia, ya habrás comprendido qué significan las Itacas. Konstatinos Kavafis

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Elena Machado Licenciada en Filosofía

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lo largo de su dilatada historia, la filosofía ha nutrido muchos movimientos y escuelas, a veces de forma evidente y declarada, otras de manera casi imperceptible. En los promotores de la llamada «tercera fuerza» en psicología, la psicología humanista, podemos atisbar las huellas dejadas por algunas corrientes filosóficas, aquellas que comulgaban con las necesidades del momento histórico que la vio nacer, un tiempo tenso y desesperanzado. El movimiento de la psicología humanista nace de la necesidad, vista por muchos psicólogos, de dar una alternativa a la visión del ser humano que caracterizaba tanto al psicoanálisis como al conductismo (primera y segunda fuerza, respectivamente). Ambos sistemas concebían al hombre de una forma que estos psicólogos consideraban reduccionista, atándolo a lo biológico, a lo instintivo. La tercera fuerza busca un marco humano mucho más amplio que abarque, además de lo biológico, el mundo de las emociones y de los sentimientos, y también a la razón humana (de 8

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ahí la logoterapia de Viktor Frankl, por ejemplo). Todos estos ámbitos los consideran imprescindibles tanto para definir lo que es el hombre, como para tratar cualquier trastorno psicológico que pueda padecer. Para entender mejor esta necesidad de redefinir lo humano situémonos históricamente. El mundo acaba de vivir la Segunda Guerra Mundial, los hombres y mujeres de los países participantes en la guerra han tomado dolorosa conciencia de la precariedad de la vida humana, muchos la han vivido en carne propia. Junto a la vívida visión de la fragilidad humana se encuentra otra impactante visión: la de la oscuridad que todavía encierra el alma humana. Los campos de concentración nazis y las miles de almas que allí perecieron de forma absolutamente ignominiosa es algo que no se puede olvidar. El hombre ha quedado horrorizado de sí mismo. Este es el momento en que aparece en los Estados Unidos, en la década de los sesenta del siglo pasado, la psicología humanista. Esta orientación psicológica no fue una escuela propiamente dicha, con una cabeza visible, como el caso de Freud y el Psicoanálisis, y con un método científico claro. De hecho, en los ámbitos académicos es prácticamente inexistente. No obstante como movimiento psicológico, cultural y social su influencia ha sido enorme. Autores como Abraham Maslow, Carl Rogers,


Fritz Perls, Albert Ellis, Rollo May, Viktor Frankl, Eric Fromm, etc., son los que dieron vida a una nueva visión del hombre y de su papel en la sociedad. Michel Fourcade (1982) la define como: «Un acercamiento al hombre y a la experiencia humana en su globalidad. Un movimiento científico y filosófico que comprende la psicología en sus dimensiones dinámica y social, basada en una visión holística del hombre, redescubriendo así formas tradicionales occidentales y orientales de conocimiento. Un conjunto de técnicas de cambio individual y social, un conjunto de valores que conciernen las relaciones del individuo y de la sociedad con una moral implícita o explícita... Un movimiento contracultural, que se ha extendido bajo la forma de lo que se ha dado en llamar Movimiento del Potencial Humano». En cuanto a sus fuentes filosóficas, que es lo que nos interesa en este artículo, podemos decir que las más notorias fueron el humanismo, la fenomenología y el existencialismo, aunque corriendo el tiempo se empezaron a incorporar elementos de las sabidurías orientales. El humanismo fue una nueva forma de mirar el mundo que brotó tras la larga Edad Media europea, una mirada que comenzó posándose sobre el hombre para más tarde abarcar la naturaleza en un sentido amplio y profundo. Durante la Edad Media el mundo humano poseía escaso valor y aún menos belleza, era considerado un lugar tenebroso donde el hombre tenía que expiar la mancha del pecado original; y esa purificación no dependía enteramente de él, sino de la gracia divina. Existía poco margen para la libertad. Algo parecido pasa tras la Segunda Guerra Mundial, ésta es vista como un periodo oscuro en la historia del hombre, donde la vida de éste poseía escaso valor. Con el humanismo renacentista la libertad, el libre albedrío, se convierte en el don

más preciado que posee el hombre. La dignidad humana descansa precisamente en la libertad de auto-creación, en la libertad de caer y volver a levantarse, en la libertad de conquistar el paraíso en la tierra, y por propio esfuerzo. Esta idea la recoge la psicología humanista, especialmente en su enfoque terapéutico, cuando afirma que todos los hombres poseen en su interior las herramientas, las respuestas para una vida plena, las claves para levantarse tras una caída y mirar el futuro de forma positiva. La fenomenología, por su parte, da una vuelta de tuerca al tema de la concepción de la realidad proponiendo que ésta es la cosa tal como se muestra a la conciencia del hombre o, en otras palabras, la realidad es el fenómeno (del griego: φαινόμενoν: «apariencia, manifestación»). De ahí el empeño de la fenomenología por el análisis de la conciencia y de su estructura intencional, porque los fenómenos no son simplemente algo que aparece en la conciencia, sino que también son algo vivido de una forma determinada. La nueva realidad que descubre la fenomenología al alba del siglo XX, frente al positivismo que se había empeñado en despoblar el mundo de todo significado humano, es que el mundo es, más que nada, el modo que los seres humanos tenemos de verlo y, como resultado de ese ver, EL MUNDO DE SOPHIA

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de actuar en él. Es decir, como sea el mundo, depende exclusivamente de nosotros, del uso que le demos a nuestro libre albedrío, no es algo biológicamente determinado. Esto es lo que recogerá la psicología humanista. Muy enlazado, tanto con el humanismo como con la fenomenología, tenemos el existencialismo. El existencialismo es una corriente filosófica, inspirada por Kierkegaard, que ataca las filosofías que se centran en el hombre, como algo genérico fruto de un ejercicio de abstracción. El existencialismo se ha concentrado en esa realidad que es la vida humana, pero la vida humana concreta, en una sociedad y en un momento histórico determinado. Una de sus premisas básicas es que la existencia precede a la esencia. ¿Qué se quiere decir con esto? Que no hay nada determinado en el hombre, que el ser se va construyendo a través de los actos, actos que son libres. De ahí una afirmación también básica del existencialismo: somos lo que hacemos. Para Heidegger, por ejemplo, la esencia del ser sólo puede comprenderse desde su existencia, con su estar en el mundo. Esto también lo toma la psicología humanista en su forma de mirar a cada hombre, a cada paciente, como algo único y en la importancia que le dan a su existencia concreta y al sentido que tiene ésta para él. Y así, mientras que el positivismo científico desembocó, en psicología, en el psicoanálisis y el conductismo; humanismo, fenomenología y existencialismo inspiraran a autores como Abraham Maslow y Carl Rogers, considerados los fundadores y máximos exponentes de la psicología humanista. Abraham Maslow (1908−1970) fue un psi-

Abraham Maslow

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Carl Rogers

cólogo estadounidense del que mucho se podría escribir, pero en este artículo quiero destacar el interés que siempre mostró por las personas humanamente excepcionales, como Albert Einstein o Lao Tse, a diferencia de los muchos sistemas previos que habían centrado su interés en las personas con patologías, o en las consideradas «normales». En su libro Toward a Psychology of Being (1968), afirmaba: «Es como si Freud nos proporcionase la mitad enferma de la psicología y ahora debamos completarla con la mitad sana». Ese interés personal es una aportación valiosísima a la psicología, porque lo que le interesa a Maslow es comprender lo que el hombre puede llegar a ser, ver cómo se hace realidad ese llegar a ser, e indagar en aquellos planteamientos que pueden frustrar dicho desarrollo. De este modo el concepto de autorrealización resulta un punto clave en el desarrollo de las distintas prácticas terapéuticas humanistas. Con distintos matices esta idea de la importancia del sentimiento de autorrealización personal aparece también en Rogers, Frankl, Fromm, etc. A este respecto dice Maslow que el ser humano «posee una naturaleza más elevada y trascendente que constituye su esencia». El psicólogo estadounidense Carl Rogers (1902−1987), por su parte, toma del naturalismo de Rousseau la idea de que el hombre nace bueno y orientado al bien. Piensa que si a una persona, desde la niñez, se le dan unas buenas condiciones de vida, si no se le ponen trabas a su desarrollo, tenderá naturalmente al bien. Parte también de la observación de que en el universo hay una clara tendencia al crecimiento, al desa-


Si a una persona, desde la niñez, se le dan unas buenas condiciones de vida, si no se le ponen trabas a su desarrollo, tenderá naturalmente al bien. rrollo, a la actualización de todo el potencial latente. Para él el ser humano no escapa a esta tendencia natural, a la que llamará «tendencia actualizante», mediante la cual el hombre se va desarrollando en aras a ser lo que está diseñado genéticamente a ser. Cuando se presenta una conducta negativa suele ser debida a una reacción inconsciente ligada a esa necesidad de autorrealización, que se ha visto de alguna forma frustrada. Es la misma idea que sostenía un Sócrates, un Platón, los estoicos, Espinosa…: todo el mundo busca la felicidad, busca su bien, aunque a veces (por ignorancia, no por maldad esencial) la forma de buscarla no es constructiva, no es positiva. Con estas ideas Rogers crea la conocida como terapia no directiva, o terapia centrada en la persona. A diferencia de la terapia centrada en el terapeuta, cuya clave está en el psicólogo y sus capacidades, la terapia centrada en la persona se dirige hacia cómo vive cada paciente lo que le sucede, y a ayudarle a extraer de sí mismo la respuesta a sus propios problemas e incertidumbres. Maslow y Rogers son considerados los fundadores de la psicología humanista, pero hay muchos más. Tenemos la Logoterapia de Frankl, en la

que la tarea del terapeuta es ayudar al paciente a encontrar sentido a su vida, y la técnica estrella para conseguir esto son los diálogos socráticos; la psicoterapia gestáltica de Fritz Perls, que del existencialismo y el budismo zen extrajo la importancia del «aquí y ahora»; el análisis transaccional de Eric Berne, centrado en cambiar sentimientos, pensamientos y comportamientos; el psicodrama de Jacob Levy Moreno; la terapia sistémica, etc. Se le critica a la psicología humanista que no posea ningún cuerpo teórico ni metodología específica, que no sea plenamente «científica». Si tenemos en cuenta que una de sus características es la de centrarse en las personas de forma individual, en sus existencias concretas, realmente es difícil que pueda aportar datos científicos, es decir, universalmente válidos y constatables (exactamente igual que le pasa a la filosofía). Lo que sí ha aportado, de forma extraordinariamente prolífica, son múltiples prácticas y técnicas de las que echan mano la gran mayoría de los psicólogos, sin olvidar que su impacto en el ámbito sociocultural ha sido enorme. En definitiva, y lo que a mí me parece lo más importante, gracias a la nueva visión del ser humano que ella introdujo a nivel social y cultural, y a las técnicas desarrolladas en aras de ayudar a las personas reales, las que sufren en sus diarias existencias más allá de las teorías científicas en boga, miles de personas se han visto beneficiadas, comprendidas, aliviadas, consoladas, mejoradas. ¿Alguien da más? m EL MUNDO DE SOPHIA

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Laura Sánchez

L

a danza es un arte que llega a mucha gente ya que todos en algún momento hemos bailado en una fiesta o en algún concierto de música. Ella está, en mayor o en menor medida, presente en nuestras vidas y en nuestro entorno social; incluso la gente a la que no le gusta bailar, disfruta viendo cómo otros lo hacen. ¿Y qué pasa cuando nos ponemos a danzar? ¿Qué se produce en nosotros? El hecho de movernos y expresar lo que sentimos a través del gesto está integrado en nuestra identidad, la danza abarca esos sentimientos a los que no se les puede poner palabras, y aunque no sea un baile lo que ejecutemos, creamos un lenguaje corporal para comunicarnos con nuestro entorno. Para bucear en el espíritu de la danza hay que profundizar en una de las divinidades griegas que más relación tiene con este arte: Dionisos. En el legendario templo de Delfos, allí donde la pitia formulaba sus oráculos, había dos dioses del Olimpo que convivían en un mismo santuario, Apolo y Dionisos. El primero es la armonía, la medida, las reglas

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que rigen la vida, la luz de la conciencia. Su contraparte es Dionisos, dios del entusiasmo (de ἔνθεος, entheos= «el dios en el hombre»), del arrebato, del éxtasis y el frenesí. Era hijo de Zeus y Sémele, una mortal; su madre murió cuando —incitada por la diosa Hera, esposa de Zeus— le pidió al dios que como prueba de su amor se mostrase en todo su esplendor ante sus ojos. La mortal, al no poder resistir tanta luz, cayó muerta ante él. Éste al ver que ella estaba embarazada de un hijo suyo, le pidió a Hermes que cosiera al niño en su muslo y allí lo gesto hasta la hora de su nacimiento. Hölderlin escribió unos versos sobre este pasaje: Y tanto deseaba, al decir de los poetas, contemplar con sus ojos al dios, que el rayo de éste cayó sobre la casa de Sémele, y, tocada por él, parió el fruto de la tormenta, al santo Baco. Cuenta el mito que su madrastra Hera, movida una vez más por los celos, despojó al niño del sentido de la razón. Esto hizo que Dionisos creara por exceso, sin medida, inventando las danzas extravagantes, además de un elemento que ayudaría al hombre a participar de esa experiencia: el vino. Apolo da la estabilidad: «comprende tu condición como hombre, haz lo que el Padre


te dice, y estarás seguro mañana». Dionisos inspira la libertad: «olvida la diferencia y hallarás la identidad… y serás feliz hoy». Lo apolíneo implica construir para el mañana, mientras los dionisiaco es vivir un constante hoy. De esta forma, coexistía el hombre griego a través de sus misterios con esas dos realidades, la regla de lo estable junto con la unión de la pasión y la libertad. En el culto de Delfos las estatuas de los dos dioses se colocaron frente a frente, reconciliando así las dos grandes fuerzas que rigen el universo. A estos dos dioses les acompaña el séquito de las Musas, aquellas que hacen llegar a los hombres el rayo del arte que cada cual está cualificado para vivir. Dice Platón que de ellas surgió la música y la gimnástica, aquello que educa al alma humana y la hace evolucionar, la conocida paideia, o sistema educativo que se aplicaba en la Grecia antigua. Según nos cuenta el filósofo ateniense, cuando se es joven no se necesita mucho la energía de Dionisos, porque la mera condición de la juventud ya lleva implícito el calor y la vigorosidad en la sangre, que impelen al hombre a vivir más irracionalmente. Es en la madurez cuando el dolor de las heridas le impide actuar, pues la sangre se ha vuelto más espesa y ya no vive en ella aquel fervor. Hay entonces, que acudir a la

energía dionisíaca para volver a sentir, a liberarse del desgaste de la vida y no poner cortapisas a los impulsos nobles del alma. Platón sugiere que no se le dé vino a los jóvenes, ya que no lo necesitan; sólo a los adultos y mayores, en los que predomina tanto la racionalidad que han dejado de lado el impulso de su corazón. Es entonces —dice Platón— «cuando las almas de los bebedores, calentadas por el vino, como el hierro por el fuego, se tornan más blandas y en cierto modo hasta más jóvenes, de tal manera que serían tan dóciles y tan flexibles como las de los niños». No obstante, el filósofo ateniense recuerda siempre que hay que beber con medida. En psicología, esa fuerza dionisíaca es una forma de reconciliación entre nuestra parte subconsciente y la consciente. La primera corresponde a ese aspecto que no vemos de nosotros mismos, que está en el lado oscuro de nuestro interior, y en el que para poner luz hay que dejar a un lado las vestiduras que siempre llevamos, el traje de

Representación del Parnaso. Pintura del renacentista Andrea Mantegna (1497).

Las Bacantes eran mujeres consagradas al culto de Dionysos. Su ritual de unión al dios se caracterizaba por el entusiasmo, un estado de exaltación máxima del ánimo, provocado principalmente por la danza.

La danza pírrica era ejecutada por los Coribantes, hombres con armadura que celebraban el culto a la diosa Cibeles a través de danzas extáticas.

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lo correcto y lo formal, y lanzarnos a bucear por el insólito mundo de lo desconocido de nuestro propio ser. A aquellas cosas que constantemente reprimimos o no queremos ver, se las hace presente a través de la energía de Dionisos. Si bien ese estado dionisíaco dura sólo unos instantes, la suma de muchos momentos hace que paulatinamente el foco de nuestra conciencia ilumine con más fuerza la realidad. Ese día nos sentimos un poco más libres, un poco más sabios, pues hemos avanzado en el proceso de autoconocimiento. Dionisos no deja indiferente a nadie, es una presencia que sacude el interior del hombre llamándolo a lo desconocido, inspirándole para que atraviese las fronteras de lo inexplorado, para que vaya al encuentro con el misterio, con lo inefable. «¡Un dios furibundo!», «¡Un dios de cuya esencia forma parte la locura!», lo denomina Homero. Es por ello que muchos artistas cuentan que son poseídos por una fuerza mayor, por una potencia creativa que los arrastra a realizar grandes obras, inspirados y motivados por esa fuerza dionisíaca. La

danza

evoca

ideas,

sugiere

sentimientos, estremece y libera al que es poseído por su espíritu.

Pero centrémonos ahora en la parte de la danza que se relaciona con este dios. En el siglo IV a. C., en unos textos de dedicados a Delfos, nos cuenta Filodamo de Escarfea que en el momento del nacimiento de Dionisos del muslo de Zeus todos los dioses del Olimpo se pusieron a bailar, incluso antes, cuando yacía todavía en el vientre de su madre Sémele. Ella también, durante su corto embarazo, experimentaba unas irresistibles ganas de bailar. A Dionisos siempre lo acompaña su séquito de Bacantes, representado en los antiguos ritos griegos por jóvenes doncellas. Ellas eran las encargadas de despertar al dios de su sueño en la morada de Perséfone (el inframundo); al verle levantarse eran poseídas por el mayor de los frenesís, y vivificaban todo lo que tocaban a través de su continua danza. El movimiento del cuerpo tiene como resultado la figura, es decir, el reflejo de una idea. A primera vista, podría parecer que el bailarín realiza un baile, pero es en realidad otra cosa: a través del artista se puede el hombre llegar a conectar con el espíritu de la danza, y ésta influye 14

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tanto en quien la ejecuta como en quien la ve. La danza nos sumerge en el poder del lenguaje simbólico, desencadenando una fuerza que nos eleva por encima de nosotros mismos, cuando contemplamos el sentimiento, el ritmo, la armonía, la conexión y la vida interior que late por todos los poros de la piel del intérprete y con el cual nos sentimos tan identificados y maravillados al mismo tiempo. Esas fuerzas invisibles y misteriosas son expresadas, por ejemplo, en un pas de deux1 , donde la pareja parece «magnetizada», cuando armoniza sus pasos haciendo parecer fácil una compleja ejeccución. Por otro lado, una danza en grupo nos hace entrever una fuerza mayor que mueve a los participantes al unísono, haciéndoles sentir a cada uno la unión, la idea de hacer parte de una unidad mayor que trasciende las individualidades. Como el arte y la perfección técnica consiguen hacer accesible lo difícil, cuando vemos a una bailarina parece a veces que no le costara trabajo, como si surgiera espontáneamente de su cuerpo un gesto cándido, el equilibrio preciso y una grácil pirueta. Pero todo lo maravilloso requiere de muchas horas de entrenamiento y esfuerzo. Para que el ser humano viva dentro de sí lo extraordinario o, como diría Platón, para que alcance la virtud, necesita de mucho trabajo, de una constante disciplina interior, como la que el bailarín tiene durante la preparación que precede a una representación. La danza evoca ideas, sugiere sentimientos, estremece y libera al que es poseído por su espíritu. Cuando nos dejamos transportar por el movimiento, nos atrapa, y una fuerza superior nos domina. Es entonces cuando vivimos una liberación a través de ella, ya que algo de nosotros mismos ha dejado de ser, se ha «callado» para que ese «otro», aquel que siempre está silencioso, hable a través de nuestro cuerpo. Esa es la magia del arte, que nos entrega herramientas sin nosotros pedirlas, sin que ni siquiera sepamos que las necesitamos. Dicen los chamanes americanos que las decisiones en la vida de cada persona son como un gesto que se va conformando por un sinfín de movimientos; ellos dan nombre a cada etapa de su vida creando a con todos ellos un baile ritual, «la danza de su vida». Cuentan que cuando la muerte les venga a buscar le narrarán su vida, sus actos y las decisiones que en ella eligieron a través de esta danza que fueron construyendo con el correr del tiempo y una vez ejecutada, la tomarán de la mano para que les lleve a donde ella desee. m EL MUNDO DE SOPHIA

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,

El dinero como medio de relacion entre personas Por Joan Antoni Melé, subdirector general de Triodos Bank y vicepresidente de la Fundación Triodos

E

l dinero ha tenido una evolución muy grande en la historia, tanto que antiguamente ni siquiera existía: la gente se relacionaba directamente a través del trueque, con lo que las personas se conocían y sabían lo que hacía el otro, sus capacidades y necesidades. Se sabía lo que la gente intercambiaba, con sus ventajas (conocerse) y sus inconvenientes (la capacidad de intercambio era muy limitada). Cuando nace el dinero lo hace como una posibilidad de intercambio entre personas mucho mayor. El que está produciendo alimentos en un huerto no tiene que cambiarlos inmediatamente con los vecinos porque si no se le estropean, sino que una vez que lo transforma en dinero, lo podrá intercambiar en el futuro con quien quiera, donde quiera 16

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y cuando lo necesite. Es decir, se amplían las posibilidades de relación humana en el espacio y en el tiempo. En este sentido, el nacimiento del dinero se entiende como un avance para la humanidad, pero dentro de las relaciones personales. El dinero va evolucionando y ya a finales de la Edad Media, principios de la Edad Moderna, empiezan a existir los cheques o pagarés. Pero siempre, sea moneda o papel, el dinero es intercambio o posibilidad de éste. El dinero actual todavía da más posibilidades porque es electrónico, a través de un ordenador y una tarjeta de crédito. Esto permite que cualquiera de nosotros vaya a comprar lo que quiera en cualquier momento. Una

vez mi hijo, estando de viaje por el norte de la India, en un pueblo a 4.000 metros de altura, sin electricidad, pudo comprar un objeto de artesanía con la tarjeta de crédito. ¿Qué significa esto? Que una persona de Barcelona intercambia con otra de Nepal con toda facilidad. Por tanto, como posibilidad de


intercambio es fantástico, pero el dinero electrónico nos ha hecho perder la conciencia de que cada vez que hacemos algo con el dinero, nos estamos relacionando con los demás y ahí radica el problema. El dinero lo podemos utilizar de diversas formas: para comprar algo que necesitamos (o no) para guardar una parte de ese dinero que de momento no necesitamos y lo ahorramos para necesidades futuras, o para donar. Si entramos en un análisis un poco más detallado, veremos que normalmente en ninguno de los tres casos tenemos una conciencia clara de lo que está pasando con el dinero. Cuando vamos a comprar, las preguntas que nos deberíamos hacer es: ¿Qué compro? ¿Por qué lo compro? ¿Dónde lo compro? Son unas cuestiones muy interesantes porque nos confrontan con nosotros mismos. Descubrimos que nos vemos impulsados a comprar cosas que no necesitamos porque la propia publici-

Joan Antoni Melé

dad nos ha inducido a ello, pero deberíamos preguntarnos: ¿Por qué compro este producto y no el otro? ¿Este producto alimenticio es ecológico? ¿Es respetuoso con el planeta? ¿La producción y la distribución han sido respetuosas con las personas? Aquí surge la idea del comercio justo y del consumo responsable: cuando utilizo el dinero para comprar tengo en cuenta el proceso que hay detrás. Lo mismo

ocurre cuando vamos a comprar servicios bancarios o, siendo más precisos, cuando ahorramos ¿Sabemos qué impacto tiene el servicio que adquirimos? ¿Sabemos qué hacen con el dinero que depositamos en una cuenta? En conclusión, el dinero parece algo frío o incluso neutro, pero en realidad equivale a decir relaciones humanas, las conozcamos o no. Por eso el uso que le demos dice mucho sobre quiénes somos.m

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Francis J, Vilar Egiptólogo y Presidente de la Fundación Sophia

P

ese a haber transcurrido ya más de 3.000 años desde que el último gran Faraón egipcio1 gobernara el «País de las dos Tierras», y que ahora los restos arqueológicos de su grandeza yacen rotos y esparcidos por el suelo como los milenarios huesos de un gigante, la civilización del Antiguo Egipto faraónico sigue despertando todavía hoy nuestra admiración y nuestro asombro. Lo cierto es que cuanto más conocemos y estudiamos sus pirámides, templos y tumbas, o contemplamos sus magníficas esculturas, sus relieves policromos y sarcófagos monolíticos, más nos sorprende su extraordinaria ciencia arquitectónica, la perfección geométrica de sus construcciones, la precisa orientación geográfica y astronómica de sus monumentos, el tamaño colosal de muchas de sus estatuas y obeliscos, así como su asombrosa técnica para horadar la roca y tallar con admirable maestría la piedra más dura como si fuera de arcilla. Sin embargo, a veces, los historiadores e incluso los mismos egiptólogos suelen pasar por alto que tras todas estas obras admirables, 18

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subyace necesariamente una ciencia altamente desarrollada, sin la cual ninguno de esos logros hubiera sido posible. Se mire por donde se mire, la reiterada demostración de una perfecta ejecución técnica revela siempre el alto grado de precisión técnica alcanzada, la cual sería a su vez del todo imposible, si detrás de ella no hubiera una ciencia exacta, es decir, un conocimiento real y verdadero de aquellas leyes, fuerzas y procesos que gobiernan la vida en los distintos reinos de la naturaleza, así como de los números, medidas y dimensiones fundamentales que utilizó el divino arquitecto cuando construyó el universo. No en vano se consideraba a los egipcios como los padres de las matemáticas, la geometría, la arquitectura, el calendario, la medicina y la astronomía (cuya invención se atribuía al dios Thot). En efecto, Solón, Pitágoras, Tales, Anaxágoras, Demócrito, Platón, Plutarco, Plotino, Jámblico y Herodoto entre otros muchos sabios griegos, estudiaron su ciencia en las escuelas de sabiduría del Antiguo Egipto. Según su testimonio, los egipcios eran los hombres más doctos e instruidos de la tie-


rra 2 y sus sabios eruditos dominaban prácticamente todas las ramas del saber: matemáticas, geometría, geografía, hidráulica, medicina, farmacopea, música, arquitectura, astronomía, etc. Los propios egipcios decían que su maravillosa ciencia les había sido transmitida en el origen de los tiempos por Thot, el dios egipcio de la sabiduría, llamado Hermes por los griegos y Mercurio por los romanos. Pero para evitar que algún día los hombres pudieran hacer mal uso de ella y la utilizaran para destruir la vida, en vez de para protegerla, recrearla y acrecentarla, Thot veló dichos conocimientos bajo la alegórica faz del símbolo, encriptó su divina ciencia dentro de la lengua jeroglífica, aseguró su correcta transmisión y enseñanza por medio del sistema iniciático y lo protegió herméticamente a través del secreto. Por eso los sacerdotes del Antiguo Egipto, para ser instruidos en los recónditos misterios de la sabiduría divina tenían antes que realizar el sagrado «Juramento de los iniciados», del cual habría de derivar mucho tiempo más tarde el «Juramento Hipocrático», que aún hoy en día realizan los médicos en muchos países. Esto explica porqué en ciertos textos egipcios el iniciado afirma que ha sido instruido en los misterios de la ciencia divina de Thot pero que ha jurado guardar el secreto. Como en el Libro de los Muertos cuando dice: «Los espíritus servidores de Thot [los Maestros Iniciados], me han concedido la ciencia misteriosa de los Órdenes Internos (...) mediante esta ciencia yo puedo penetrar en la moradas secretas» (Cap. 75). Y más adelante añade: «¡Yo he sido iniciado en estos misterios! ¡Yo sé lo que este saber trae consigo, por eso no lo diré a los hombres, ni lo repetiré delante de los dioses!» (Cap. 114). Por su parte, el célebre sabio Amenhotep hijo de Hapu, arquitecto, astrónomo, escriba real y constructor del templo de Amón en Luxor, y de los santuarios de Mut y Jonsú en Karnak, declara: «Yo he sido instruido en el libro de los dioses y he vis-

to los instrumentos mágicos del dios Thot [la Sabiduría Hermética]; yo he sido iniciado al secreto conocimiento que es inaccesible al común de las gentes y he aprendido todos sus pasajes difíciles». Así, tras más de treinta siglos alentando la grandeza y el esplendor de la civilización faraónica en todas sus vertientes y facetas, cuando la cultura egipcia se hallaba en plena decadencia y la sabiduría atesorada en sus templos parecía condenada a desaparecer enterrada bajo las arenas del olvido, la Ciencia Secreta del dios Thot florecerá de nuevo con renovado vigor en el delta de Egipto, en la recién fundada ciudad de Alejandría 3 , bajo el impulso del gran Hermes Trimegisto, el sabio «tres veces iniciado», identificado a su vez con Thot y con Hermes, al que la tradición considera como el fundador del Hermetismo y el autor del

Centro: Bajorrelieve de un templo egipcio donde aparece el dios Thot.

Abajo: Hermes Trismegisto en un mosaico de la catedral de Siena.

«¡Yo he sido iniciado en estos misterios! ¡Yo sé lo que este saber trae consigo, por eso no lo diré a los hombres, ni lo repetiré delante de los dioses!» EL MUNDO DE SOPHIA

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Arriba: Grabado renacentista donde aparece la ciudad de Alejandría.

Centro: Edición de 1643 del Corpus Herméticum.

Abajo: Plotino, el filósofo neoplatónico. Detalle de La Escuela de Atenas de Rafael.

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Corpus hermeticum. No obstante, como sucede con otros grandes personajes legendarios, no hay pruebas históricas de la existencia de Hermes Trimegisto, y el hecho de que los tratados herméticos vayan firmados con su nombre no es significativo, ya que fueron publicados entre el S. III a. C. y el S. IV d. C. Pensamos, por tanto, que los Libros Herméticos fueron escritos en diversas épocas por distintos autores, que firmaron sus trabajos con el nombre del maestro, como ya había ocurrido antes con otras enseñanzas atribuidas a Orfeo y Pitágoras. Así, bajo el anónimo patrocinio de Hermes Trimegisto, una misteriosa comunidad de sabios, vio peligrar el preciado legado de la sabiduría egipcia y asumió la ingente tarea de recopilar, traducir y explicar, de una forma menos simbólica y más racional, las hieráticas enseñanzas que, hasta ese momento, se habían transmitido tan sólo en el más riguroso secreto dentro de los templos. Y así fue como en el ocaso de la civilización faraónica, la ciudad de Alejandría se convirtió en el último faro del saber antiguo. Síntesis admirable de ciencia, magia y religión, la sabiduría divina del dios Thot, atribuida ahora a Hermes Trimegisto, pierde parte de su ancestral hieratismo y su secreto sacramental para tomar importantes elementos de la filosofía neoplatónica, adoptando de esta forma un lenguaje más discursivo y racional, propio del talante ecléctico y cosmopolita que siempre había caracterizado a Alejandría desde su fundación, y evidenciando

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así la raíz greco-egipcia de la Tradición Hermética. Por eso Jámblico, en su libro Los misterios de Egipto, escrito en el siglo II d. C. dice que: «Los libros que circulan hoy bajo el nombre de Hermes contienen la doctrina hermética (la Ciencia de Thot), bien que el texto haga uso frecuente de expresiones filosóficas, precisamente porque fueron traducidos del egipcio por gente que no ignoraba la filosofía». Pero Jámblico no era el único sabio de Alejandría que reconocía el origen egipcio de la Sabiduría Hermética. Sin ir más lejos, el célebre filósofo Plotino, que era discípulo de Amonio Saccas, el fundador de la Escuela neoplatónico-hermética de Alejandría, decía en sus Enéadas que: «Esta doctrina no es nueva; ha sido profesada desde los tiempos más antiguos, si bien sin haber sido desarrollada explícitamente; nosotros sólo queremos ser intérpretes de los antiguos sabios, y mostrar por la evidencia de Platón mismo que ellos tenían las mismas convicciones que nosotros». Lo cierto es que pocos historiadores conocen o reconocen el estrecho vínculo que existe entre la tradición hermética y la sabiduría egipcia; sin embargo, el eminente egiptólogo Francis Daumas es bastante explícito al respecto, pues según él: «No cabe duda que el corpus hermeticum está profundamente influido por el pensamiento egipcio, hasta tal punto que podría hacerse un comentario bien nutrido de su texto, con fragmentos sacados únicamente de originales jeroglíficos»4 . Todo esto pone de manifiesto que en ese cruce de caminos, culturas y creencias que fue Alejandría, la ciencia egipcia de Thot y la filosofía griega de Platón, se fusionaron en la Sabiduría Hermética para iluminar el mundo con un último período de esplendor artístico, cultural y espiritual. m

Notas: 1

Ramsés III (1183-1152 a. C.) 2º Rey de la XX Dinastía y último de los grandes Faraones. Con él finalizó el último período de esplendor de la civilización egipcia, llamado Imperio Nuevo. A partir de aquí comenzó su largo proceso de decadencia. 2 Herodoto, llamado «el padre de la Historia», visitó Egipto en el 465 a. C. y escribió lo que vio en el Libro II de su Historia. 3 Alejandría fue fundada en el año 331 a. C. por Alejandro Magno; su primer rey gobernante fue Ptolomeo I Soter. 4 Françoise Daumas, La civilización del Egipto faraónico. Barcelona. Ed. Óptima, 2000.



El Rincón del Principito an h s o r ot o l e u n q é i •Lo o, tamb id u ... g ú e t s n s o c irá u g e s con

Solo existe una alegría verdadera: la relación con las personas.

Conocer n o significa analizar, ni explicar . Es acced er a la visión. Per o para ver , antes hay que pa rticipar. Y esto es una dura l ección.

, ja ia v o n u o d n a u c , e No hay duda de qu . Pero ia c n ta is d la n e e s ir busca evad trar. La n o c n e ja e d e s o n la distancia ás ha m ja a id u h la Y . a e r distancia se c una. lg a te r a p a o id c u d con

san a p e s s ona s r e p en s s a a n d u a g c l s A fra n e s a d i en v r r s o u c s e r s a s tra tod o o r e p , o s n o i t n m u a s c a n lu sus a t o t d a rid u g e s n to. o e c r c n o c muy

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lo que algunos dijeron sobre...

Director: Steven Spielberg Aventuras. 2012. EEUU.

Lincoln

En 1865, mientras la Guerra Civil americana se acerca a su fin, el presidente Abraham Lincoln propone la instauración de una enmienda que prohíba la esclavitud en los Estados Unidos. Sin embargo, esto presenta un gran dilema: si la paz llega antes de que se acepte la enmienda, el Sur tendrá poder para rechazarla y mantener la esclavitud; si la paz llega después, cientos de personas seguirán muriendo en el frente. En una carrera contrarreloj para conseguir los votos necesarios, Lincoln se enfrenta a la mayor crisis de conciencia de su vida.

Vida de Milarepa

El secreto de la flor de oro

Autor:

Autor:

Iñaqui Preciado Idoeta Escrita a finales del siglo XV, es la obra más destacada de la literatura tibetana, y su protagonista, la figura más representativa de los habitantes del «Techo del Mundo». A Milarepa le veneran como a su héroe espiritual, símbolo de la realización transcendente, que supo, además, enseñar cantando en verso sus profundas experiencias místicas. El budismo tántrico impregna toda la obra, con la desolada meseta y las imponentes montañas del Tíbet como telón de fondo. En este libro se describe

Carl Gustav Jung la experiencia mística de forma magistral, al tiempo que permite penetrar en el alma tibetana mejor que cualquier descripción de viajeros o historiadores.

El secreto de la flor de oro es el secreto de los poderes de crecimiento latentes en la psique humana. A partir de esta definición, Jung y Wilhelm abordan un nuevo enfoque de la sabiduría china –tomando como fuentes un antiguo sistema del yoga chino y la psicología analítica– y nos demuestran el profundo desarrollo psicológico que produce un buen equilibrio entre las fuerzas que confluyen en nuestra mente. Una autentica joya de la literatura trascendental, donde el lector se puede adentrar de manos de los

más grandes maestros en dicha temática en el inabarcable mar de la sabiduría de Oriente, a través de sus textos, símbolos y formas.

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Entrevistadoras: Cristina Gavilán y Dolores Cantero Entrevistados: Sofia Sevilla y Manuel Santiago, Profesores de Sa Llavor

L

a escuela Sa Llavor es un centro educativo alternativo situado en Mancor de la Vall, Mallorca, en las lindes del pueblo y muy cerca de la naturaleza. En ella, los niños reciben un trato personalizado y una guía educativa holística y cuidadosa con las necesidades del niño.

¿Desde hace cuánto tiempo existe esta escuela? Sofía: Llevamos seis años; este año hemos cubierto educación primaria. Empezamos con educación infantil y cada año íbamos aumentando un curso, y este año hemos hecho sexto de primaria. De una forma orgánica la escuela iba creciendo, ya que cada año incrementábamos con el grupo que abrió la escuela. Podemos decir que la escuela acompañaba el crecimiento de los niños. ¿Desde el principio estáis en esta casa? Sofía: Estamos en esta casa desde el comienzo y ahora tenemos otro edificio. Aquí 24

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hacemos educación infantil y se desarrollan actividades artísticas, como euritmia, gamelán, pintura, etc., y en el otro edificio hacemos educación primaria. También tenemos un espacio en el bosque. ¿En qué consiste este proyecto educativo? Sofía: La idea de la que surgió este proyecto fue el anhelo de aportar un granito de arena, o sembrar una semilla que pudiera permitir un cambio dentro de la educación pero también en la sociedad. Éramos un grupo de padres, profesores y familias que veíamos la necesidad de un cambio de rumbo, y vimos que la educación es fundamental para fomentar esa transformación. A nivel social e individual tenemos la necesidad de aportar algo, y en mi caso siempre he buscado una forma de contribuir con el cambio, y esta es la que he encontrado. Manuel: Siguiendo lo que dice Sofía, cada uno aportó algo a esa semilla antigua, que no ha sido creada por nosotros. Recuperamos una semilla y establecimos las condiciones propicias como calor, humedad, cariño, atención, respeto y paciencia para que creciera.


¿Ustedes son los fundadores, profesores y «jardineros»? Sofía: Éramos cinco personas cuando empezamos con el proyecto, además de distintas familias que también buscaban ese cambio de rumbo, una «unión del cielo con la tierra», que es el ser humano al fin y al cabo. A veces se nos olvida y a la sociedad también se le olvida; nosotros queríamos recordar y despertar esa sabiduría que está dentro del ser humano que complementa y llena ese vacío que muchas personas sienten. El niño nace dentro de la globalidad y la sociedad les separa, y nosotros queremos cuidar y proteger esa globalidad que ya está en ellos. ¿Cuando dicen que es «una semilla muy antigua», se refieren a que tiene que ver con el método de Rudolf Steiner? Manuel: Cuando decimos «semilla antigua», nos referimos a la del ser humano, ya que el ser humano no ha caído ahora del cielo. Su camino es el camino dorado que representa el conocimiento, aquel que conecta el cielo y la tierra. El ser humano es ese puente que une los dos mundos, baja lo divino a la tierra y sublima lo terrenal. Sofía: Nosotros recuperamos esa semilla para que brote, pues aunque parezca que se haya perdido la conexión esta semilla está presente. Rudolf Steiner nos ha inspirado en las etapas evolutivas del niño, pues su metodología tiene en cuenta el aspecto material y espiritual del hombre. Esa visión holística llamó nuestra atención. Sin embargo, Rudolf Steiner creó la antroposofía, que es una dimensión más espiritual, pero ya no entramos en ella. El aspecto pedagógico de Rudolf Steiner es el que nos interesa. En Tagore

también encontramos la esencia, la verdad, la mirada sobre el niño. Es una mirada compartida por muchos educadores, y cuando vives el proceso del niño y eres consciente de que está sucediendo te das cuenta de que esa mirada es real. Buscamos la fuente, no es una pedagogía concreta, nosotros queremos llegar a la esencia de la pedagogía.

Una de las aulas de la escuela.

¿Cómo es el día a día del niño? Sofía: Seguimos el currículum que marca el ministerio pero hacemos un cambio en la metodología, y si la metodología es diferente, el ritmo también resulta diferente. ¿Cómo son los exámenes? Manuel: No se hacen exámenes de la manera que conocemos, es decir, memorizando conceptos que se recogen de forma escrita en un tiempo determinado. No es esa fórmula de examen. Sí que hay examen, y en este caso es diario porque trabajamos el recuerdo sobre lo que hemos vivido el día anterior, relacionando los distintos saberes y experiencias que han asimilado. Éstos además se reproducen en libros que ellos mismos hacen. También podríamos decir que es un examen continuo, ya que cuando el niño está trabajando en la cocina, en el huerto o en manualidades, la vida le pone pruebas y él tiene que superarlas.

Izquierda: Fachada del edificio rural de la escuela.

¿Entonces, son unos exámenes más acordes con la realidad? Manuel: Más en relación con el niño. El tutor está muy en contacto con él. El tutor cría y acompaña a ese grupo y es su responsabilidad que las necesidades estén cubiertas, pero no todos tienen los mismas necesidades. El trabajo cotidiano EL MUNDO DE SOPHIA

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Arriba: Aula de música.

Centro: Huerto educativo.

del tutor es ver esas necesidades. La evaluación no cesa porque el contacto es continuo y siempre está esa atención y acompañamiento por parte del tutor. La evaluación es como un reconocimiento. Metafóricamente, el trabajo del tutor es como tener una planta, la miras y ves qué necesita para crecer, qué le falta, pero es ella la que crece, el tutor sólo está allí para ver qué necesita. Y cuando crece y te da flores o frutos, te alegras y la felicitas. Sofía: En general, se les pone en las escuelas y se les empieza a evaluar por un contenido que no es necesario, ni práctico, ni útil. Con el dibujo y la pintura ocurre a veces que los niños dejan de pintar porque no les gusta como pintan, pero ninguno lo hace mal; no tiene sentido. No hay ningún parámetro que determina si eres o no eres. Sencillamente tú eres. ¿Cómo es un día cotidiano en la escuela? Sofía: Hay diferencias entre ciclos y por ello también cada uno tiene un ritmo diferente. Lo primero que hacemos es la Obada, que es el saludo del día. Es el momento en que estamos todos juntos reunidos, alumnos y profesores. Se hace un poema o una canción y finalizamos con un momento de silencio. Después están las clases por periodo; consisten en que durante dos horas al día se da un tema. Es el momento de las actividades más intelectuales, pues es cuando los seres humanos somos más propicios a trabajar con el intelecto. Al comienzo de la clase se hacen actividades rítmicas para conectar al gru-

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po. Hay luego una presentación del contenido y trabajo por parte del alumno. Los niños elaboran sus propios libros de clase, y por ejemplo durante esas cuatro semanas en que se ve una determinada materia es cuando se desarrolla un libro. Este tema será trabajado durante cuatro semanas seguidas. Al final de la clase hay una narración que alimenta el alma del niño y que se ajusta a lo que necesita en esa fase, y cada etapa tiene unas narraciones específicas, que consisten en cuentos, mitos de diferentes culturas, etc. Después del almuerzo hay huerto, cocina y actividades manuales. Cada día hay un grupo de niños que se encarga de preparar el alimento del comedor escolar. En las actividades manuales se hace punto, ganchillo, etc. Después se van al bosque a hacer recreo y tiempo libre; es un momento para aprender de la naturaleza, y es uno de los espacios más importantes para ellos porque se pueden mover libremente y jugar. A continuación, hacemos ejercicios de repetición rítmica, como euritmia, pintura, música; también inglés, orquesta y gamelán. El viernes lo dedicamos a hacer una excursión hacia diferentes lugares cercanos a esta zona. ¿Cuántos alumnos hay por grupo? Manuel: Máximo doce niños por clase. Entre esta escuela y otras instituciones educativas parece haber una dicotomía. Cuando salen de aquí tienen que enfrentarse a un ambiente y método más estricto. ¿Habéis pensado cómo se puede resolver esto? Sofía: Nosotros educamos cualidades del ser humano entre las que están la flexibilidad y la capacidad de adaptación a cualquier situación. Ha habido casos de niños que han seguido sus estudios después de haber trabajado de la forma en que trabajamos aquí y la experiencia ha sido positiva. No se trata tanto de dar, sino de que ellos desarrollen su propia realidad. m Más información sobre esta institución en

www.sallavor.es


Lo que algunos dijeron sobre...

El Arte

a.
 l alm o de estad 
un l todo gal sobre arc Cha te es M El ar

El ar te no reprod uce lo v Paul isible. Lo h ace vi Klee sible.

El arte es una especie de innata unidad que se apodera de un ser humano y lo convierte en su instrumento. El artista no es una persona dotada de libre albedrío que busca su propio beneficio, sino un arte que permite hacer realidad su propósito a través de él. Carl Jung Lo ideal, sentido con 
profund idad y expresado 
con belleza: no de e ll á t s e o d n u El m s; el arte ía r g le a s a ñ 
he ahí el arte.
 e u peq 
 . s la ir u g in t is er d consiste en sab Emilio Castelar Li Tai-po

La belleza artística no consiste en representar una cosa bella, sino en
la bella representación 
de una cosa.
 Kant EL MUNDO DE SOPHIA

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Catalina Simonet

A

lo largo de la historia y en todas las culturas siempre ha habido un interés especial por el proceso onírico, aquel en el que el ser humano en el periodo de descanso nocturno inicia un viaje al interior de su psique más profunda. Lo cierto es que, los recordemos o no, los sueños siempre están presentes mientras dormimos. En Egipto la diosa Neith era considerada la protectora de los enemigos de la noche y de los genios de los malos sueños, por ello es frecuente encontrarla representada en la cabecera de las camas. En la Dinastía XX, en la época de Ramsés II, se ubica el papiro Chester Beatty III con una lista de ciento ocho sueños con sus interpretaciones simbólicas. Los mayas eran considerados expertos en la interpretación e inducción de sueños en los que se averiguaba el mal que aquejaba a los enfermos o se les ayudaba a enfrentar sus miedos en sueños para poder vencerlos. En Grecia se hallan restos de santuarios dedicados a

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la curación a través del sueño, el más famoso estaba ubicado cerca de Epidauro. Son innumerables los vestigios arqueológicos y documentos antiguos que revelan el interés y uso de los sueños con fines terapéuticos, y no es para menos, ya que aproximadamente un tercio de nuestra vida la pasamos durmiendo. La ciencia ha investigado los ciclos del sueño a través de múltiples experimentos, encontrando la consecuente división del sueño en «ortodoxo» y «paradójico». El primero, llamado SOL para abreviar, consta de cuatro etapas progresivas de estado de somnolencia preparatoria, sueño ligero, sueño reparador y, finalmente, sueño profundo en donde la actividad cerebral es mínima. Estas fases permiten el descanso y la restauración del cuerpo físico. El sueño paradójico, llamado REM, debe su nombre a la contradicción aparente entre un estado muscular de relajación máxima por parte del cuerpo físico y una activación del sistema nervioso central que provoca


el proceso de los sueños. Esta función está encaminada a restaurar y equilibrar el cuerpo psíquico del desgaste cotidiano al que sometemos nuestro mundo mental y emocional a lo largo del día. Generalmente, el ciclo completo dura noventa minutos, repartidos entre setenta de sueño ortodoxo y veinte de sueño paradójico. De esta forma, a lo largo de una noche se repite este ciclo en unas cuatro o cinco ocasiones. Pero para realizar una incursión más completa en este fascinante tema, debemos ahora sumergirnos en la psique humana, investigar de qué está compuesta para así poder entender qué partes actúan en el mundo de los sueños… Grosso modo, la psicología es la ciencia que estudia la conciencia y los datos que surgen de la percepción. La conciencia, entonces, la podemos definir como la capacidad de percibir nuestra propia realidad, el mundo exterior a ella y nuestra relación entre ambas posiciones. Esta definición, tan sencilla pero aclaratoria, divide automáticamente la psique en una parte consciente y otra inconsciente, ya que si la conciencia implica el acto de darnos cuenta de los acontecimientos, puesto que no lo sabemos todo, hay un aspecto que incluye todo lo que no sabemos, aquello de lo que somos inconscientes. El consciente no siempre está presente a lo largo del estado de vigilia, pues no son pocas las ocasiones en las que nuestro cuerpo está presente pero nuestra mente está muy lejos, divagando sobre cualquier tema sin relación con lo que estamos haciendo en ese instante. En cambio, el inconsciente sí que es continuo, siempre está activo. En cualquier actividad que realicemos se encuentra captando aspectos de la realidad que nos envuelve sin que nos demos cuenta. En resumen, podríamos dividir el inconsciente en tres ámbitos: 1- Inconsciente «asequible». De allí provienen los recuerdos que podemos hacer presentes en el momento que nos lo proponemos (lo que cena-

mos ayer, gestos que realizamos sin darnos cuenta, etc. Es como un almacén cercano al que acudimos cuando lo requerimos). 2- Inconsciente «medianamente asequible». Nos referimos a situaciones en las que queremos recordar el nombre de una persona pero no nos viene a la memoria en ese momento, asociaciones que realizamos sin saber el motivo que nos lleva a ello, pero que si analizamos en detalle podemos establecer su relación: por ejemplo, pensar en la infancia al oler un perfume que nos evoca un lugar concreto donde vivimos de pequeños. En ambos casos estamos hablando concretamente del subconsciente, al que podemos acudir en caso de proponérnoslo. 3- Inconsciente «inasequible». Hace referencia a todo aquello que conforma nuestro pasado y somos incapaces de recordar con conciencia. Aquí se incluyen vivencias que estructuran nuestra situación actual: miedos, traumas, etc., y en general todo aquello que no entra dentro de nuestra esfera de conocimiento. Toda esta explicación previa es necesaria para ubicar el material del que se nutre el mundo de los sueños: el del inconsciente. Los sueños son una oportunidad de penetrar en el desconocido terreno de nuestro interior, de poder reconciliar las dos naturalezas que conviven en nuestro ser: la consciente y la inconsciente, pues todo EL MUNDO DE SOPHIA

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comportamiento humano tiene su expresión en la combinación de ambas. Los sueños son una fuente de información valiosa para poder conocernos a nosotros mismos; prestarles atención es volver la mirada a lo subjetivo y penetrar en su significado para entender quiénes somos. Los sueños no tienen censuras, son espontáneos; unen situaciones conscientes en vigilia con fuerzas inconscientes que nos revelan en verdad cómo vivimos las diferentes situaciones en la vida, qué opinión tenemos de nosotros mismos, cómo vemos el mundo, cómo es nuestra auténtica escala de valores. Las convenciones sociales, las normas que aprendemos desde que nacemos y que nos son impuestas según la cultura en que hemos nacido, pierden su validez en el mundo de los sueños y nos vemos envueltos en argumentos oníricos en los que actuamos de forma sorprendente, respecto a lo que consideramos que sería lo correcto. El lenguaje a través del cual se puede penetrar en el significado del sueño es el simbólico. Al igual que en las fábulas de Esopo, donde los animales personalizan cualidades morales con un mensaje simbólico, en este caso una enseñanza, en el caso de los sueños todos realizamos proyecciones sobre los demás y sobre las situaciones reales o ficticias. Son símbolos de nuestro inconsciente; por tanto, cuando soñamos con ellos, en realidad no es con la persona en sí sino con lo que representa para nosotros. Por ello, analizar un sueño nos permite reflexionar sobre nosotros mismos para poder extraer un mensaje, una finalidad que justifique el sueño en cuestión. El análisis de los seños, y toda la actividad mental y simbólica que estos conllevan, nos orece la 30

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posibilidad de conocer nuestra psique como una totalidad, aquello que Jung llamó el «proceso de individuación», es decir, la unión consciente de las dos contrapartes que componen nuestro yo holístico. Es sugestiva la imagen del taoísmo que considera que todas las personas tienen tres almas: el alma que camina, el alma que sueña y el alma que se encuentra en el cielo. El alma que sueña procura iluminar el alma que camina para, a modo de guía, orientarle en la vida y desvelarnos así nuestra esencia y naturaleza. De esta forma, las necesidades vitales pueden desarrollarse y alcanzaremos un equilibrio como seres humanos. Tal vez así se cumpla el axioma que estaba en el frontispicio del templo griego de Delfos, y que rezaba así: «¡Oh hombre, conócete a ti mismo y conocerás al universo y a los dioses!» m


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Antonio Marí Planells Máster en Psicología Gestalt Integrativa

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ntroducirse en el ámbito de la alquimia o del taoísmo por separado, es de por sí profundamente enriquecedor para el que está interesado en descorrer el espeso velo que recubre el mundo interior del ser humano. Cuando los abordamos juntos, no podemos más que admirarnos de cómo la prolífica alma de la China milenaria supo integrar ambas disciplinas, alquimia y taoísmo, en armónica sinergia, aumentando si cabe el nivel de atracción de la materia. Oriente ha destacado siempre por ser un semillero de sistemas de pensamiento y disciplinas espirituales que se especializaron en crear mapas y guías para acceder a los recónditos recintos internos en donde mora nuestro propio Ser. Pero si queremos traspasar siquiera el primer umbral y entender la alquimia taoísta, debemos dejar atrás nuestros condicionantes culturales y ensanchar los límites de nuestra

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capacidad de comprensión con una alta dosis de conocimiento de la cosmovisión, los valores, los sentimientos y las actitudes del país que la vio nacer, la nutrió y le permitió llegar a su esplendor. Adentrarse en la alquimia taoísta es hacer un viaje al pasado, a la vez a nuestro propio interior. Al pasado porque fue en la China milenaria donde hubo muchos hombres y mujeres que desarrollaron un elevado conocimiento, fruto del perfeccionamiento de métodos y experiencias dignos de ser rescatados; y a nuestro interior porque en verdad el saber esencial late en todo ser humano, sea cual sea su procedencia, con la consiguiente posibilidad de ser activado si disponemos de las herramientas adecuadas. Comencemos pues nuestro viaje, pero dejemos fuera de nuestra maleta, antes de partir, la necesidad de resultados rápidos, el hambre de popularidad, la fiebre por el éxito, la creencia que las cosas importantes se pueden conseguir con poco esfuerzo, el peso de opinión pública sobre lo que está bien o lo que es verdad, etc.

El Taoísmo. Si bien se suele considerar que el taoísmo como sistema filosófico se inicia con Lao Tsé


(604-531 a. C.), su período formativo en un sentido más global discurre a lo largo de más de dos milenios, asimilando elementos que van desde componentes del antiguo chamanismo, el confucianismo, las métodos de salud y longevidad, las técnicas de desarrollo de la energía, el budismo mahayana y, cómo no, la alquimia. El taoísmo es, por encima de todo, una vía de liberación, como el budismo o el yoga. Con una clara orientación mística, se basa en la sabiduría intuitiva en contraposición a la racional. Lo racional tiene unos límites que lo intuitivo traspasa; la desconfianza hacia el conocimiento y el razonamiento convencionales es más fuerte en el taoísmo que en cualquier otra corriente filosófica oriental. El taoísta tiene la firme creencia de que el intelecto humano nunca podrá comprender la realidad en su totalidad, por ello opta por insinuar más que explicar, dan indicaciones sin hablar claramente, ya que desconfía de las palabras por su inutilidad para expresar lo fundamental de la vida. Pero como algo hay que decir, se hace a través del símbolo, la imagen, la poesía y las metáforas, que en vez de limitar a través de la conceptualización, van dirigidas a la intuición y pretenden señalar un camino, una dirección hacia la que llevar la experiencia individual, no la comprensión intelectual. El eje sobre el cual gira el taoísmo es la idea del Tao, difícil de definir («El Tao que se puede nombrar, no es el verdadero Tao», dice el Tao Te King) y, más aún, de trasmitir. Lo que aquí podemos decir es tan sólo una aproximación. La palabra Tao se suele traducir por «vía» o «camino», refiriéndose al «sentido de la vida», al «orden natural del Ser» y la «Causa suprema y misteriosa de la existencia». En el Tao Te King se dice: «Existe algo que es completo. Era antes que el Cielo y la Tierra, quieto y profundo. Único y no cambiante. Autosuficiente e inmutable. No se conoce su nombre. Yo lo describo como el Tao. Con gran esfuerzo por catalogarlo, le digo: “Grande”. Grande es el Tao, grande es el Cielo, grande es la Tierra, y también el hombre es grande. El hombre sigue las leyes de la Tierra, y la Tierra sigue las leyes del Cielo, el Cielo sigue

las leyes del Tao, el Tao sigue las leyes de su propia naturaleza intrínseca”. Por consiguiente, como muy bien expresaba Huai Nan Tzú: «Quienes siguen el orden natural, fluyen en la corriente del Tao». Así pues, la idea de Tao implica al universo como totalidad. Se manifiesta como el orden cósmico en su aspecto más global. Aplicado a la sociedad es la justicia, al individuo es la rectitud moral, en relación con el cuerpo es la salud y en la psique es equilibrio o paz interior. La naturaleza es, pues, el mayor «patrón» o modelo y fuente de inspiración para descubrir el oculto y escurridizo significado del Tao. La sabiduría taoísta consiste en averiguar el modo de ser y de operar de la naturaleza para extrapolarlo a los seres humanos. El modo de vida establecido por los hombres es considerado artificial, por eso el Tao centra su interés en la observación de la naturaleza. Otra fundamento del taoísmo es la idea de la transformación y el cambio, rasgos esenciales de la naturaleza que se pueden observar en el mundo orgánico. Para la vivencia taoísta estos cambios son manifestaciones de la interre-

Centro: Monjes taoístas contemplando un símbolo del yin y el yang.

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Acuarela del siglo XVIII. Formas rituales del Tao.

lación dinámica entre los opuestos polares yin (femenino, receptivo, noche, oscuridad) y yang (masculino, dativo, día, luz). En la naturaleza se perciben claramente por doquier estos polos relativos y temporales, dinámicamente unidos formando una unidad. Este cambio que subyace detrás de todos los fenómenos del universo no se considera consecuencia de fuerza alguna, sino más bien como una disposición inmanente de todas las cosas que hace que todo suceda de un modo natural y espontáneo. El Tao es la causa eficiente de este modo espontáneo de acción de la naturaleza, que se toma como modelo de conducta bajo el término «wu-wei», que aunque se traduce habitualmente como «no acción», se refiere a no actuar en contra del orden natural de las cosas. El sabio taoísta busca la espontaneidad en todos sus actos, que no es otra cosa que actuar en consonancia con la verdadera naturaleza de uno mismo.

La alquimia taoísta. Es tan amplia la visión del taoísmo que se expresa a través de muchas actividades o disciplinas; la alquimia es una de las más importantes. El tiempo que trascurre entre los siglos VIII y III a. C. se considera el Período Clásico del taoísmo, donde nació como sistema filosófico con Lao Tze, Chuang Tze y surgió el texto más famoso: el Tao Te King. Posteriormente, entre los siglos I y VII d. C., 34

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el taoísmo se convirtió en religión con Chang Tao-Ling, quien le dotó de rituales, liturgia y sacerdocio. Fue precisamente durante esta etapa (siglo III d. C.) cuando apareció —de forma paralela al misticismo— el taoísmo alquímico con sus dos vertientes: externa (wai dan) e interna (nei dan). El verdadero auge de la alquimia interna no se dará hasta que declina la externa, en el siglo X d. C. Será entonces cuando los fines que persigue llegan a su máximo desarrollo documentado: proporcionarle energía (chi) al cuerpo, purificar la mente y provocar una trasmutación de la conciencia. La alquimia interna consistía un conjunto de técnicas de desarrollo interior que conducen a la trascendencia. Por un lado conducía a la obtención de la longevidad en el aspecto físico-vital del ser humano y por otro a la inmortalidad o eterna juventud en el aspecto metafísico. En el complejo proceso alquímico se utilizaban los conocimientos de la medicina tradicional (meridianos, cinco elementos, acupuntura, moxibustión, masajes y dietas), técnicas respiratorias, visualizaciones, ejercicios energéticos (chi-kung), técnicas de meditación y de las artes marciales. Para describir los órganos y canales de la energía se empleaba el lenguaje simbólico propio de la alquimia externa (mercurio, plomo, crisol, oro, cinabrio), así como los nombres metafóricos de las etapas de transmutación que se operan du-


rante el proceso. El alquimista debía comprometerse con un largo, íntimo y esforzado proceso donde se refinaban todas las energías del cuerpo y la mente, y la conciencia, liberada de la «escoria», tenía acceso a un plano de realidades trascendentes. Para él el cuerpo y la mente no eran dos elementos separados, sino que formaban una unidad orgánica. Gracias a la alquimia interna, el taoísta obtenía en su laboratorio interior una píldora de la inmortalidad, de la misma forma que en la alquimia externa se transmutaban los metales en oro. Esta «píldora» era un tipo de sustancia destinada a reparar los daños provocados por el desgaste del paso del tiempo debido a factores físicos, energéticos, sexuales, alimenticios, emocionales, sociales y mentales, que producen una pérdida continua de la energía en forma de goteo (lou), que termina conduciendo a la muerte. Asimismo, dentro de la cosmovisión de la alquimia taoísta el vínculo entre macrocosmos (universo) y microcosmos (hombre) se expresa en la relación entre los cinco elementos cosmológicos (agua, fuego, madera, metal, tierra) con los órganos del cuerpo humano y con estereotipos físicos, sabores, colores, estaciones, temperatura, chakras, estados mentales y emocionales. El hombre posee, pues, todos los elementos que constituyen el cosmos y todas las fuerzas vitales que aseguran su renovación periódica. El alquimista es conocedor de cómo reforzar determinadas esencias, reequilibrarlas, refinarlas. Para desarrollar la Gran Obra alquímica, el cuerpo entero, a la par que la propia conciencia, son el atanor; los centros de energía u órganos internos son el crisol, y el horno y la materia prima que deberán refinar y transmutarse son los tres tipos de energía: la esencia jing (correspondiente al cuerpo físico); la energía chi (energía vital) y el espíritu shen (las funciones de la mente). El alquimista debe recoger estos tres elementos y mezclarlos dentro del crisol o centros energéticos para su cocción, gracias a la acción del pensamiento concentrado, que representa el fuego. En la concepción Taoísta, el ser humano tiene tres centros energéticos mayores capaces de recibir, almacenanr transmutar y trasmitir energía (chi). Son los denominados tantien o campo de

elixir, y que están localizados en un eje vertical que atraviesa el cuerpo (a la zona del abdomen, de la caja torácica y del cráneo), coincidiendo con el canal chong mai o Canal Vital. Todos ellos tienen además «puertas» hacia el exterior localizadas en el canal du mai (llamadas ming men, shen sao y feng fu). El xia tantien o Tantien Inferior, localizado por debajo del ombligo, coincidiendo con el centro de gravedad del cuerpo, sirve de almacén de energía o chi. Alquímicamente, en este alambique inferior se condensa la energía jing que se transmuta en chi en su ascenso hacia el alambique del zhong tantien o Tantien Medio. Posteriormente, el chi se sublima en shen en su ascenso hacia el alambique del shang tantien o Tantien Superior. Por último, la sutil energía shen, se refina hasta alcanzar el estado de vacuidad o wuji (estado del universo primigenio indiferenciado) que permite retornar al Tao. Esta liberación final es denominada «inmortalidad». La tradición denomina «Inmortales» a los antiguos sabios taoístas que habían trascendido el estadio humano y, según el mito, habitan en la Isla de los Inmortales, y desde allí inspiran a los demás seres humanos en su esfuerzo para llevar a cabo su propia obra alquímica. Reunirse con los Inmortales simboliza trascender la condición humana y participar de una existencia atemporal y espiritual. m

Arriba: Ejercicios de ChiKung .

Centro: Pergaminos con fórmulas alquímicas Taoístas.

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Elvira Rey

H

ermann Hesse fue uno de los autores más leídos entre los jóvenes de los años 60 y 70. Sus obras, consideradas de gran valor espiritual y humanístico, han contribuido enormemente al despertar artístico de generaciones enteras, enriqueciendo así a la literatura universal. Fue inspirador del movimiento hippie, defensor y promotor de lo que entonces se llamaba «la moda de lo oriental». En esos años la gente salía a las calles para manifestar su descontento con el capitalismo burgués, la sociedad de consumo y la industrialización. Parte de estos movimientos contestatarios, como el hippie, se inspiraba en una espiritualidad oriental, de cuyo resurgimiento fue Herman Hesse uno de los pioneros. Nacido en la localidad de Calw (Selva Negra), Alemania, el 2 de julio de 1877, fue poeta, novelista y pintor. Su familia estaba marcada por una fuerte religiosidad, siendo sus padres misioneros pietistas1 . Por ello, quisieron orientar su educación por el

camino religioso, internándolo en el seminario evangélico de Maulbronn, del que se escapó a causa de la rigidez educativa que le impedía, entre otras cosas, estudiar poesía: «seré poeta o nada», —dice en su autobiografía. Ésta fue para él una época conflictiva que no dejó de repercutir en su estabilidad, y se reflejó en ideas como la de querer «partir como el sol en el ocaso». En cierta ocasión intentó quitarse la vida, a causa de ello fue ingresado en un hospital para enfermos mentales, y después enviado a un internado. Su trabajo principal se desarrolló en torno a los libros, y como librero se entregó en cuerpo y alma. Después de salir del trabajo, seguía enriqueciendo su cultura, pues era lo que más le gustaba hacer. Hesse leyó escritos teológicos, después a Goethe y más tarde a Lessing, Schiller y textos de la mitología griega. En este entorno encontró la inspiración y escribió sus primeras obras. Aumentaron las ocasiones de publicar poemas y pequeños relatos literarios en revistas, y la edición de su novela Peter Camenzid, marcó el comienzo de una estabilidad económica para Hesse. Pero llegó una crisis de creatividad y problemas en su vida familiar que le abrieron camino para viajar por Ceilán e Indonesia y re-


encontrarse con su mundo interior, y transcribir literariamente sus percepciones sensoriales e íntimas. Tras la declaración de la Primera Guerra Mundial en 1914, Hesse se presentó voluntario y aunque fue declarado inútil para el combate se le destinó en Berna para asistir a prisioneros de guerra en su embajada, como responsable de la «Librería de los prisioneros de guerra alemanes». El 3 de noviembre de 1914 publicó un artículo «O Freunde, nicht diese Töne», que significaría metafóricamente «dejemos nuestras disputas», en alusión al primer verso del Himno a la alegría del poeta alemán Friedrich von Schiller, en el que llamaba a los intelectuales alemanes a no caer en las polémicas nacionalistas. El resultado fue que se vio envuelto en una violenta trifulca política, la prensa alemana lo atacó como traidor y recibió amenazas anónimas y cartas de amigos que no le respaldaron. Cuando el nazismo lo incluyó en una lista negra, se nacionalizó suizo y se estableció en este país. Como no era judío ni homosexual ni gitano, se lo acusó de «corromper a la juventud», el mismo «delito» por el que Sócrates fue condenado a beber la cicuta. Cuando todavía no habían cesado estos problemas, la vida le dio otra vuelta de tuerca con la muerte y la enfermedad en sus seres más queridos. Tuvo que dejar la ayuda a los prisioneros y comenzar un tratamiento psicoterapéutico. Esto iniciaría en Hesse un largo interés por el psicoanálisis, a través del cual llegaría a conocer a C. G. Jung, quien a pesar de no haberlo tratado personalmente, crea en el escritor una admiración que lo lleva a conocerlo personalmente tiempo más tarde y a mantener una relación epistolar. Fue en otoño de 1917 cuando Hesse se encuentra por primera vez con el psiquiatra suizo en un hotel de Berna y con él se sumerge durante toda una tarde en una apasionada conversación sobre sus más recientes ideas y teorías psicológicas. Las cartas de Hesse de aquella época muestran su entusiasmo casi eufórico por la personalidad y las capacidades analíticas de su terapeuta. Es cautivado hasta tal punto por el ideario de Jung que decide no sólo utilizarlo para su curación personal, sino también para su trabajo literario. Así surgen, sucesivamente, sus tres grandes novelas Demian, Siddhartha y El lobo estepario, en las que utiliza sus experiencias psicoterapéuticas y las impresiones de sus lecturas para la configuración de motivaciones y composiciones de sus obras poéticas. «Para nacer es preciso morir, pero para morir es preciso despertar», le dice Demian a su ami-

go y discípulo Emil Sinclair. Es el renacimiento a partir de la muerte, entendida como el fin de lo ilusorio, ventana a una transformación que empieza con «cierta sospecha» de que se vive sumido en el sueño, hipnotizado por el entorno, o que el potencial para

acceder a otro paisaje permanece bloqueado por «ideas», convencionalismos, hábitos y creencias. Varias de sus obras más significativas fueron escritas bajo el impacto de las dos guerras mundiales. En Siddhartha plantea una crítica al mundo contemporáneo que conlleva un desequilibrio entre el progreso externo y el interno, y al mismo tiempo expresa su amor por la cultura y sabiduría hindú. Siddartha es el reflejo de sus experiencias en la India, que luego influiría decisivamente en el pensamiento de los hippies californianos y en toda la juventud occidental. Dice que sí es posible la espiritualidad fuera de la institución de la religión, concibiendo que el hombre es unidad entre lo material y lo espiritual, y esta unidad lleva a la fusión con la naturaleza. En El lobo estepario se simboliza la escisión entre la individualidad rebelde y las convenciones burguesas, el valor de la vida en las sociedades modernas huérfanas de valores; mientras que en El viaje a Oriente retoma el tema de la meditación, extendido tanto a Oriente como a Occidente. En 1931 comenzó el proyecto de su última gran obra, titulada El juego de los abalorios. Hesse observaba con preocupación la toma de poder

Arriba: Calw, Alemania. Ciudad natal del autor.

Centro: C. G. Jung, amigo personal de Hesse.

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del Nacionalsocialismo en Alemania. Publicaba desde hacía tiempo reseñas en la prensa alemana, a partir de entonces se manifestó más enérgicamente en favor de autores judíos o perseguidos por los nazis, pero ningún periódico alemán se arriesgó a publicar artículos suyos. Según Luis Racionero, en El Juego de abalorios propone su ideal de cultura: una sociedad que recoge y practica lo mejor de todas las culturas y las reúne en un juego de música y matemáticas que desarrolla las facultades humanas hasta niveles insospechados. En gran parte, por esta obra tardía le fue concedido en 1946 el premio Nobel de literatura. Otra faceta de Hesse fue la pintura. No comenzó a pintar hasta los cuarenta años, en esos momentos de decaimiento anímico. Todo empezó tras representar gráficamente sus sueños a petición de su psicoterapeuta, así nació la pasión en Hesse. A partir de ese punto se dedicaría a pintar, creando alrededor de 3,000 obras, de las cuales muchas le sirvieron para ilustrar algunos de sus textos. La acuarela fue la técnica pictórica preferida de Hesse. Decía: «Para toda la aflicción, que con frecuencia era insoportable, encontré una salida cuando empecé a dibujar y a pintar, cosa que jamás había hecho en la vida»… «Producir con plumilla y pincel es para mí el vino cuya embriaguez hace que la vida sea tan cálida y hermosa que se pueda soportar»… «Como poeta, sin la pintura no habría llegado tan lejos». Y llegó tan lejos como los que amaban su obra quisieron, y cómo no, como los que utilizaron para su propio beneficio la venta de sus libros, revestidos de inocencia, espiritualidad y libertad…, pues su gran amigo del alma, Jung, se atrevió a afirmar que: «En verdad, a Hesse lo pusieron artificialmente “de moda” y lo usaron con fines precisos para desorientar a las nuevas generaciones de los años cincuenta y sesenta. Recuerdo muy bien que “Surkhamp Verlag”, el editor alemán de Hermann Hesse, tenía por obligación vender cuarenta mil ejemplares al mes de la obra de Hesse y, para ello, se valía de toda clase de publicidad y presión sobre las jóvenes generaciones de la época. Fue así como en EE.UU. se falsificó y transformó a Hermann Hesse, haciéndole aparecer como un “hippie”, propiciador de la droga, etcétera». m

Notas:

El pietismo fue un movimiento religioso protestante iniciado en Alemania en el siglo XVII, como reacción evangélica contra el intelectualismo y el formalismo dominantes en las iglesias luterana y calvinista. 1

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Escalones

Así como toda flor se enmustia y toda juventud cede a la edad, así también florecen sucesivos los peldaños de la vida; a su tiempo flora toda sabiduría, toda virtud, mas no les es dado durar eternamente. Es menester que el corazón, a cada llamamiento, esté pronto al adiós y a comenzar de nuevo, esté dispuesto a darse, animoso y sin duelos, a nuevas y distintas ataduras. En el fondo de cada comienzo hay un hechizo que nos protege y nos ayuda a vivir. Debemos ir serenos y alegres por la Tierra, atravesar espacio tras espacio sin aferrarnos a ninguno, cual si fuera una patria; el espíritu universal no quiere encadenarnos: quiere que nos elevemos, que nos ensanchemos escalón tras escalón. Apenas hemos ganado intimidad en un morada y en un ambiente, ya todo empieza a languidecer: sólo quien está pronto a partir y peregrinar podrá eludir la parálisis que causa la costumbre. Aun la hora de la muerte acaso nos coloque frente a nuevos espacios que debamos andar: las llamadas de la vida no acabarán jamás para nosotros... ¡Ea, pues, corazón, arriba! ¡Despídete, estás curado!


Cartas a un joven idealista

Herminia Gisbert

El Silencio Querido Jorge: Hoy me gustaría que conversáramos sobre una cualidad del alma que considero de importancia capital para el equilibrio vital del hombre; un valor esencial que es necesario para conocerse a uno mismo y conectar con el Hablante Silencioso que nos habita; un poder espiritual, como le llamarían algunos magos y chamanes, que es imprescindible para alcanzar la sabiduría: se trata del Silencio Interior. Obviamente no me refiero a un silencio vano, muerto e infecundo. No estamos hablando del silencio de aquellas personas que por estar todavía bastante «dormidas» nada tienen que decir. No, el silencio al que hago referencia está más en relación a lo que se produce en el interior de nuestra mente, que al hecho en sí de mantener la boca cerrada. Me refiero a ese Silencio con mayúsculas, activo, repleto de sonidos insonoros, de aquellas personas que, teniendo tanta riqueza en su interior, pueden elegir el qué, el cómo y el cuándo decir algo, aunque nada digan. Este es el silencio que nos interesa, un silencio pletórico de contenido, abundante de energía, fecundo de inspiración, saturado de divinidad; un espacio interior vacío de ruidos en donde se pueda manifestar la Voz del Silencio, 40

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Vicepresidenta de la Fundación Sophia

el Sonido Insonoro… como diría el maravilloso texto de sabiduría intemporal de H. P. Blavatsky del mismo nombre. Y porque es un tanto contradictorio «hablar del silencio», seguiremos la máxima acuñada por Pitágoras cuando decía que era necesario, o bien permanecer en silencio, o bien decir algo mejor que el silencio. Así que trataremos de que nuestras palabras sean portadoras de algunas claves que nos conduzcan hasta ese mágico lugar en donde el propio silencio sea el que nos hable, desvelándonos sus secretos. Todo un reto para éste, nuestro ruidoso mundo en el que vivimos, donde las palabras se agolpan en nuestra mente saturándonos de mensajes tanto escritos como orales y que


provocan, en mayor o menor medida, una insensibilidad a tanta palabra… Lo cierto es que me encantaría ser como esos monjes Zen, que cuando un discípulo les preguntaba acerca de alguno de los grandes misterios de la vida, el maestro respondía con un larguísimo silencio, tan largo, que la parlanchina mente del joven discípulo, tras un primer momento de confusión ante tamaño mutismo, sufría una ruptura de nivel de conciencia, elevándose por encima del mundo de dualidades y provocando con ello, lo que en la filosofía Zen se llama el «satori», que podemos traducir como un «fogonazo de claridad mental». Y es que tras ese periodo de desconcierto en donde el discípulo comprendía que no recibiría respuesta alguna del sabio, abandonaba toda inquietud mental por su pregunta, para ir penetrando en su propio mundo, hasta sumergirse en el gran silencio interior, en el que paradójicamente encontraba la respuesta a su pregunta… Cuando pienso en el silencio interior, muchas imágenes me vienen a la memoria. Desde las más profanas a las más sagradas, desde las más antiguas, hasta las más modernas, pues tanto ayer como ahora, y como será mañana, el silencio y el sonido, como lo es la vigilia y el sueño, la siembra y la recolección, la vida y la muerte, o el yin y el yang, constituyen los dos pasos alternativos, cuyo armónico devenir nos permitirá transitar el sendero de la vida en concordia con el universo. Como decíamos en uno de los capítulos anteriores, son las dos caras de una misma moneda, los dos momentos en donde la vida misma «respira»… Sin embargo, volvemos al principio: «que tus palabras sean mejores que el silencio…», porque para que el sonido tenga un sentido, deberá estar precedido del Silencio. De la calidad de una de las partes devendrá la calidad de la otra. Es decir, en todos los pares de

opuestos que rigen este mundo de dualidades: así como es nuestra vigilia, serán nuestros sueños; así como es nuestra siembra, será nuestra cosecha; así como es nuestra vida, será nuestra muerte... y así como son nuestros silencios, serán nuestras palabras… Por eso es tan importante aprender a «parar el mundo», hacer el silencio en nuestro interior y observar lo que allí acontece, porque es allí donde se siembran las ideas, es allí donde se gestan las futuras palabras, donde comienza la expresión de nuestro auténtico Ser. Sin embargo, hoy estamos enterrados bajo una montaña de palabras. El ruido ensordecedor es uno de los comunes denominadores del mundo moderno. En nuestro interior se desatan enormes y tempestuosas tormentas repletas de imágenes, pensamientos, sensaciones, emociones, deseos, etc., que como un «tsunami» arrasan nuestras costas, aniquilando toda estabilidad y equilibrio interior, dejándonos a la deriva en un proceloso mar de dudas, miedos e inquietudes. Y uno se pregunta: ¿Cómo puedo parar el mundo?, ¿cómo hacer el silencio dentro mío?, ¿cómo aquietar mi mundo interior?... Si yo fuera una gran maestra de sabiduría, seguramente te contestaría: «haciéndolo»… Pues la verdad es que para tan elevado logro no existen recetas, métodos o algún sistema de esos que tanto gustan al occidental. Pero como aún no lo soy, seguiré a mis contemporáneos dándote una nueva fórmula, que aunque es muy válida, solo será eficaz, si la haces tuya y la practicas cada día de tu vida… En primer lugar, debes saber que en nuestra presente etapa de evolución la mente humana no puede estar quieta. El conseguir aquietar la

Harpócrates, el dios griego del silencio. Conocido originalmente como «el niño Horus» (Heru-Pa-Khered), fue llevado desde Egipto hacia Grecia tras la conquista de Alejandro Magno.

Izquierda: Representación de San Juan en gesto de silencio.

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El Udjat... La visión interior que nos permite dimensionar las cosas en su justo valor y discernir correctamente.

mente hasta un estado de inmovilidad total, haciendo en la pantalla de la conciencia un vacío absoluto, es un logro de la evolución espiritual que sólo consiguen los grandes sabios. Por eso cuando decimos «parar la mente», estamos hablando de una verdad relativa que usamos de forma pedagógica. Podemos lentificar o acelerar el flujo de nuestros pensamientos a voluntad, lo cual ya de por sí es un logro de poder mental más que notable. Pero cuando decimos «hacer el silencio interior» o «parar el mundo», lo que estamos acallando de golpe, o deteniendo, es lo que los egipcios llamaban «el estruendo», el clamor, el rio caudaloso de los pensamientos incontrolados y no convocados. Lo cierto es que toda esa avalancha de ideas, recuerdos, sensaciones, imágenes, deseos, percepciones de la que hablábamos antes y que integra el galimatías del constante estruendo mental, no hace sino aturdir, ensordecer y desorientar nuestra conciencia, estresando nuestro equilibrio interior. De hecho, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, en nuestra mente suenan simultáneamente varias voces que, cual emisoras radiofónicas, se oyen unas más nítidas, otras más lejanas, algunas con más interferencias y otras en distintos idiomas… Por eso, cuando «paramos el mundo», lo que hacemos es apagar todas las emisoras secundarias y dejar sólo conectada la emisora principal que es la única que está sintonizada por la voluntad. A partir de ese momento, nuestra realidad consciente queda integrada por tres elementos: el observador, la mente y los pensamientos que se gestan en ella. Un símil que podríamos utilizar es el del usuario, el ordenador y la información que aparece en la pantalla. Y este va a ser el principio básico y punto de partida de todo trabajo en la búsqueda del silencio. 42

EL MUNDO DE SOPHIA

Desde que existen las escuelas de sabiduría, la vía discipular y los distintos sistemas y técnicas que han ayudado al hombre a alcanzar la Iluminación, el principio de todo trabajo interior y de todo camino espiritual empieza a partir del momento en que el «observador silencioso» o «yo consciente» comienza a observar dentro de sí mismo el flujo de sus propios pensamientos de forma neutra e imparcial. Como dice Francis J. Vilar, este proceso mental o estado de conciencia, en la simbología egipcia aparece representado con el símbolo del «Udjat», «aquel que mira la vida desde detrás de los ojos»; se trata de la visión interior que nos permite dimensionar las cosas en su justo valor y discernir correctamente. En las tradiciones místicas de la India y técnicas de meditación, por ejemplo del Yoga de Patanjali, se le llama Pratyahara, y en la tradición oriental se llama «Hishiryo», término Zen que podríamos traducir como «la mente observando a la mente». Esta es la base inicial para cualquier trabajo interior, a partir del cual, el hombre puede escalar hacia aquellos estados de conciencia superiores que llamamos místicos, iniciáticos o espirituales. El ejercicio sostenido de esta facultad, es el que permite al yo consciente observar el rio de sus pensamientos como algo ajeno a sí mismo, aprendiendo a no identificarse con ellos. Este proceso de desidentificación lo podríamos comparar con un escalador que desde lo alto de la montaña contemplase en el valle, el serpenteante cauce de un río caudaloso, pudiendo divisar con claridad y perspectiva su nacimiento y desembocadura, con los diversos afluentes y ramificaciones que jalonan su curso. Suponiendo que este escalador fuera el propietario de esas tierras, él podría decir «este río me pertenece,


es de mi propiedad, pero yo no soy este río». De igual forma, la observación silenciosa e imparcial del flujo y reflujo de nuestros propios pensamientos, deseos e intenciones es lo que nos permite obtener el autodominio y control, tanto de nuestra mente como de nuestras emociones. Por eso hoy todas las ciencias que se encargan de la salud psicológica recomiendan la terapia del silencio como medio para encontrar el equilibrio del alma. A partir de aquí es cuando el «pensador» o «yo consciente» puede empezar a trabajar y a dominar su mente desde la Región del Silencio… Y llegados a este punto, sólo puedo decirte una cosa: ¡practica!, empieza ya, no pierdas ni un instante… Dedica unos minutos cada día de tu vida a estar en silencio y aprende a disfrutar de ello. Al principio será solo un silencio físico, puede que un tanto incómodo. Incluso, tal vez llegues a sentir que el silencio te oprime como si estuvieras dentro de una cárcel si no estás en paz contigo mismo. Pero ten paciencia… confía… sigue intentándolo. Verás que si logras atravesar toda la barrera de emociones y pensamientos inconscientes, observándolos con atención de manera imparcial, es decir, sin ningún tipo de deseo ni rechazo, sin miedo ni pasión, te garantizo que poco a poco, lentamente, toda esa maraña emotivo-mental comenzará a disolverse como lo hacen las nubes en contacto con los cálidos rayos del Sol. Así, tu voluntad de silencio irá calmando las turbulentas aguas de tu mente, para que puedas contemplar con claridad y transparencia tu propio mundo interior y enfocar lo realmente importante. Es más, en esas cristalinas regiones podrás percibir, con una tranquila felicidad y serena paz difíciles de describir… aquella realidad que subyace más allá del fondo de ti mismo, que no es otra que el resplandor de tu verdadero Ser… ¡Feliz aventura!… Pues allí, desde la región del silencio, podrás dirigir el curso de tu vida, construir tu propio destino y convertirte en el dueño de las circunstancias, en vez de su víctima. Empezando por las cosas más sencillas y cotidianas, como solucionar los problemas de cada día, hasta llegar a conquistar los más altos logros que puedas concebir. Desde la región del silencio podrás escuchar a los demás, en lo que hoy en día se llama la «escucha activa», que no es otra que escuchar con interés y amor a aquellos que te rodean; incluso más allá de sus palabras…, incluso más allá de sus silencios… De esta forma podrás servirles de espejo en donde reflejarse,

para que sean ellos mismos, y no tú, quienes encuentren las respuestas de su propia alma. En ese «lugar de poder» que es el Silencio, sabrás descubrir tu propósito de vida. Dicen los sabios que todo ser humano tiene un destino que cumplir en la existencia y que aquel que lo encuentra y lo realiza, se une a los Inmortales en esta Gran Obra de perfección y belleza que es el Cosmos. Como reza una antiguo proverbio: «eres responsable ante el universo de ser aquello para lo que naciste». También en el silencio podrás reconocer a tus auténticos compañeros de destino, pues entre ellos y con ellos, el silencio se convierte en divina elocuencia… Silencio... En el jardín del Silencio tu alma florecerá como un loto, volviéndose sensible tanto a la sutil caricia del astro rey sobre tu rostro, como al más dulce de los besos de tu amad@ en tu mejilla. Los ojos de tu ser inmortal se abrirán, tanto a la contemplación del trémulo aleteo del colibrí libando la fragante rosa, como al vasto universo repleto de estrellas que danzan al son de la armonía cósmica… y podrás oír, tanto el susurro del viento al entrelazarse en los árboles del bosque, como el Sonido Insonoro al que todos aquellos que nos hallamos inmersos en la gran búsqueda aspiramos escuchar… También desde tus Silencios podrás llevar a cabo tu gran obra alquímica de transmutación interior, disolviendo cualquier atisbo de personalismo que te separa del Todo. El Opus Magnum que todo hombre, más tarde o más temprano deberá llevar a cabo en el transcurso de la evolución, hasta llegar a sumirse en el Gran Océano del Silencio… En ese Silencio se gestó la vida, y a Él deberá regresar… Por eso su poder transformador no tiene límites. Y cómo no…, cuando descubras el Gran Silencio y te dejes penetrar por él, podrás vivir con intensidad la Unidad que se esconde tras la multiplicidad de formas y manifestaciones: Uni-versus, la Unidad en lo diverso. Una de las experiencias más reveladoras que el ser humano puede alcanzar a vivir… y que «despierta la visión» a la otra realidad… Por todo eso y mucho más, te digo: ¡¡Abraza el silencio!!, pues en el silencio se gesta la vida y nace la expresión… Alguien dijo: «Si quieres oír cantar a tu alma, haz silencio en tu corazón». m EL MUNDO DE SOPHIA

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