El Mundo de Sophia 43

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Contenidos Pág. 6 Psicología La vida Interior Antonio Marí

Pág. 8 Historia Fedeli d’Amore

La epopeya mística de los fieles de Amor Naty Sánchez

Pág. 14 Arqueología Construcciones mágicas Fernando Celli

Pág. 18 Actualidad Reflexiones sobre el Zen Catalina Simonet

Pág. 22 Egiptología La Sabiduría divina

«misterio, sagrado, secreto» Francis J. Vilar

Pág. 26 Filosofía La visión científica del mundo Elena Machado

Pág. 30 Medicina La medicina en el Antiguo Egipto Cristina Arribas

Pág. 33 Lo que algunos dijeron sobre... Los Sueños

Pág. 34 Literatura Alberto Vazquez Figueroa Elvira Rey

Pág. 37 Libros y películas Pág. 38 Cartas a un joven idealista La Pureza Herminia Gisbert

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EL MUNDO DE SOPHIA 2012 Nº 43 DIRECTOR: Francis J.Vilar JEFE DE REDACCIÓN: Felipe Aguirre REDACCIÓN Y MAQUETACIÓN: Elvira Rey Rafel Ballester DISEÑO GRÁFICO: Víctor Vilar José Luís Gil HAN COLABORADO: Francis J.Vilar Herminia Gisbert Antonio Marí Víctor Vilar Catalina Simonet Naty Sánchez Fernando Celli Elvira Rey Elena Machado Cristina Arribas Una publicación de: Fundación Sophia c/ Jaime Ferrer, 3 Palma de Mallorca (Baleares) www.fundacionsophia.com Telf. 971 72 15 55 mundosophia@mundosophia.com redacción@mundosophia.com www.mundosophia.com D.L. PM-2099-98 Los artículos firmados expresan única y exclusivamente la opinión de su autor, quien se hace responsable de la veracidad y autoría de los contenidos expuestos.


El Sendero de la Sabiduría

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e todos los caminos de realización que puede elegir el hombre en la vida, tal vez el «Sendero de la Sabiduría» sea uno de los mas nobles y elevados de todos, y también uno de los más escarpados y difíciles. Escalar sus abruptas laderas en pos de alcanzar las cimas del conocimiento de lo real, es todo un viaje de transformación interior, un peregrinaje que nos pone a prueba a cada paso del camino, exigiendo lo mejor de nosotros mismos, hasta que el espeso barro de nuestra personalidad mortal se transmute en el diamantino cristal capaz de reflejar la luz de las estrellas. Como un experto escalador cuya mirada está siempre fija en la cumbre, «el buscador» tiene sus ojos puestos en el mundo de las realidades divinas y eternas, y a cada paso que va dando en el camino, su corazón se torna más fuerte, más sabio y más capaz. Pues en cada dificultad, en cada dilema y en cada encrucijada, él busca siempre la senda que conduce hacia la cumbre, perfeccionando paso a paso su ascensión hacia el aire limpio y cristalino de las altas cimas espirituales, desde cuyos parajes el alma puede divisar un paisaje cuya grandeza no tiene parangón. Pero conquistar una cima no es nada fácil, ya que la montaña, al igual que la Sabiduría, pone a prueba todo nuestro valor, nuestra determinación, nuestra perseverancia, nuestro discernimiento y nuestras certezas, haciendo que muchos se desanimen a mitad del camino, abandonen la lucha y den media vuelta, derrotados. Sólo los más audaces y atrevidos, los que creen de verdad en sus propios sueños, los que tienen la suficiente fortaleza de corazón, presencia de ánimo y respeto de sí mismos, alcanzan victoriosos la cima que se habían propuesto. Es evidente, pues, que escalar la montaña de la sabiduría es una aventura espiritual que requiere pericia, tesón y coraje, pues como bien saben los montañeros expertos, la escalada de altas cumbres no es algo que se pueda tomar a la ligera, ni practicarlo a medias.

No nos confundamos, no estamos hablando de hacer trekking, senderismo o pasear por el monte, sino de escalar la cima más alta de todas que es, sin lugar a dudas, la conquista de uno mismo. Así, de igual forma que la escalada de alta montaña tiene sus propias leyes y requisitos, cuya ignorancia o negligente aplicación podrían precipitar al montañero hacia el fondo del abismo, la desorientación total o incluso la muerte por congelación, el Sendero de la Sabiduría se asienta también sobre unos sólidos fundamentos que son tan inamovibles como atemporales, pues se trata de una Ciencia del Ser o Sabiduría Espiritual, cuyos principios han sido enseñados por todos los grandes Sabios de todas las épocas y lugares, y que han sido practicados por los discípulos de todas las escuelas de sabiduría desde la noche de los tiempos. Desde Imhotep a Hermes Trimegistro; desde Orfeo hasta Plotino, pasando por Pitágoras y Platón; desde Buddha y Confucio hasta Lao Tsé, y desde Hipatia o Epícteto hasta H.P.Blavatsky, todos ellos han coincidido en que la primera regla para comenzar la gran escalada, es que los pensamientos, deseos, palabras y actos de aquel que aspira a tan altas cumbres, caminen en una misma dirección, tengan una única meta: alcanzar la cúspide. Somos escaladores vocacionales pues tenemos nostalgia por las alturas… aunque muchos lo hayan olvidado… Y si tú, lector, me preguntas de dónde nace ese profundo anhelo que siente el alma de elevarse hacia lo alto, yo te respondo que mires en tu interior, que pares el mundo por un instante y aspires el aire fresco y puro de tus cumbres interiores. Su perfume traerá a tu alma de escalador la dulce reminiscencia de su patria celeste, aquella que sólo se puede contemplar desde la cima mas alta, que no es otra que tu propia montaña interior. Feliz escalada. m

Editorial

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Para reflexionar... Cuento Zen

Tiro al Blanco Después de ganar varias competiciones de tiro al blanco, el joven y algo presumido campeón, desafió a un Maestro del Zen famoso por su habilidad como arquero. El joven demostró una notable destreza técnica cuando impactó el centro de un apartado blanco en su primer intento, y después, cuando partió esa flecha con su segundo tiro. «¡Allí lo tiene!» le dijo al anciano, «¡vea si puede igualar eso!» El maestro no sacó su arco, sino que mostrando una imponente serenidad le hizo un gesto para que le acompañara a la montaña… Curioso sobre las intenciones del viejo, el campeón lo siguió, hasta que llegaron a un profundo abismo atravesado por un débil e inestable tronco. Caminando tranquilamente hasta el centro del frágil y ciertamente peligroso puente, el viejo maestro escogió un lejano árbol como blanco, sacó su arco, y disparó un tiro limpio y directo. «Ahora es su turno», le dijo mientras regresaba distinguidamente hasta suelo seguro. Mirando con terror el aparente abismo sin fondo, el joven no pudo forzarse a caminar sobre el tronco, ni menos disparar al blanco. «Usted tiene mucha habilidad con su arco», dijo el maestro, notando el aprieto de su desafiante, «pero tiene poca habilidad con la mente, que le deja aflojar el tiro».

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Noticias, curiosidades, actualidad...

¿Estamos solos en el Universo?

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l universo siempre ha sido objeto de estudio, pero en los últimos años nos estamos viendo sorprendidos por la cantidad de nuevos descubrimientos que van definiendo poco a poco un perfil que se podría ajustar al de un gran ser vivo. En el mes de enero, tuvo lugar en Norteamérica una convención de astrónomos para hablar de la detección de nuevos sistemas planetarios individuales, lo que se ha denominado ciencia incremental y se estimó que el número de planetas de la Vía Láctea alcanza los 100.000 millones, de los cuales, 10.000 están en zona habitable. Una de las sorpresas que se han llevado los astrónomos es que, contrariamente a lo que se pensaba hace unos años, tales planetas no están restringidos a las estrellas de clase solar, sino que parecen acompañar a todo tipo de estrellas.

Mientras tanto, parece que el interrogante de si «estamos solos en el universo» se empieza a desvelar con el hallazgo de más de 700 exoplanetas que bien pudieran parecerse a nuestra Tierra. Estos descubrimientos son posibles gracias a la nueva tecnología desplegada en los últimos veinte años y a que han aumentado en miles los astrónomos dedicados a ello. El nuevo paso a dar es desarrollar los indicadores que permitan señalar la presencia biológica en ellos, pistas muy valiosas para determinar la vida exoplanetaria. En esta búsqueda de planetas se utilizan varias técnicas para observar y graban con enorme paciencia todo lo que pasa en el cielo. Registrando los cambios periódicos de luz de la estrella cuando el planeta extrasolar pasa por delante, se detectan los tirones que provoca en la gravedad de su estrella y se analiza la luz que llega de estrellas lejanas a su paso por otra estrella para ver si la más cercana tiene planetas. Con esta última técnica de búsqueda se ha podido concluir que al menos dos tercios de las estrellas de la Vía Láctea tienen sus propias tie-

rras, más grandes que la nuestra. También se han presenciado procesos que podríamos relacionar con la muerte de un planeta gracias al telescopio espacial Hubble. En él se puede ver cómo uno de ellos está siendo absorbido por su estrella madre y que terminará devorado en unos diez millones de años. La esfera planetaria se va derritiendo poco a poco y su material cae sobre la estrella hasta que desaparezca por completo. Este es un buen momento para valorar con justicia los medios técnicos que nos permiten conocer cada vez más un universo que no podemos abarcar, pues gracias a ellos estamos presenciando cómo la vida, la fecundidad portentosa y la muerte son parte de ese gigantesco ser vivo: el universo.

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La Vida Interior Antonio Marí Planells Máster en Psicología Integrativa Gestalt.

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n el último siglo hemos emprendido una carrera vertiginosa de desarrollo de la ciencia y la tecnología. Y desde ese punto de vista podríamos decir que nos ha ido bien. Hemos desplegado una gran cantidad de avances que se han aplicado a la ingeniería, el comercio, la producción, la economía, la comunicación, la salud, etc. En pocas décadas hemos coronado las cumbres de las principales ciudades con modernos edificios de acero, cristal y electrónica; disponemos de coches con ordenador a bordo; estamos conectados a internet en casa y en el móvil; podemos volar a cualquier parte del mundo en pocas horas o verlo a través del Street View, Google Earth y Panoramio; podemos disfrutar del cine en 3D y escuchar música HiFi en cualquier lugar. Pero el brillo de los éxitos no debe obnubilar nuestro entendimiento, pues la misma causa que los ha generado también produjo, por otro lado, atrocidades humanas tales

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como las guerras, la corrupción, el hambre, la pobreza extrema, la violencia de género, el consumismo, etc., creando terribles desigualdades entre unos y otros. Lo cierto es que, por poco que observemos y reflexionemos, nos damos cuenta que en alguna parte de nuestro trayecto, las inteligencias responsables de idear y encaminar la ruta que ha seguido la sociedad, a sabiendas o por ignorancia, concibieron un mundo en donde predominan los valores externos por encima de los valores internos.

A quién no le ha pasado que al dedicarse en exceso a un aspecto de la vida, como por ejemplo a trabajar, desatendió otros como descansar, divertirse, cuidar las relaciones afectivas, leer o reflexionar. Que nos pase a las personas es relativamente fácil de comprender, pero le ha pasado también a Occidente como civilización. En la persecución apresurada e insaciable del desarrollo tecnológico y el progreso económico, los occidentales hemos creado un modo de vida acorde. Estamos más preocu-


pados por el tener y su opresiva carga de ambición material, por la adquisición de objetos y propiedades, por la obtención de ganancias y por el deseo de poder, que por el ser, el amar, el crecer internamente, desarrollarse y disfrutar de la vida.Ya lo decía Saint-Exupéry en boca del zorro en su Principito: «no se

ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos».Y

es que en lo referente a la vida interior, a nuestros sentimientos más profundos, nuestras creencias, convicciones y motivaciones, la procesión va por dentro. En el fondo, para sentirnos bien, para ser felices, ni todos los adelantos técnicos, ni todas las riquezas y comodidades, son suficientes. Para alcanzar la felicidad es indispensable un básico equilibrio interior, pues ésta es una consecuencia de una auténtica y satisfactoria relación con nuestro ser y con la vida. En el momento histórico que nos ha tocado vivir se dedica la mayor parte del tiempo y de los recursos al desarrollo exterior. Los hombres y las mujeres de conocimiento, los más capacitados e inteligentes, se han consagrado durante mucho tiempo a perfeccionar métodos, técnicas y estrategias para lo externo a no-

sotros mismos en detrimento del ser, del alma. Sin embargo, si repasamos las páginas de la historia, en otras épocas y sobretodo en Oriente, descubrimos que hubo hombres y mujeres como nosotros que dedicaron tiempo, esfuerzos a buscar respuestas en el mundo interior. Se interesaron en averiguar quiénes somos, qué relación tenemos con la naturaleza, qué es la conciencia, cuáles son nuestrasfortalezas y cuáles nuestras debilidades, cómo se superan, etc. Cientos de años de tesón, de experimentación, de reflexión, de introspección y de meditación, que dieron como fruto el hallazgo de un sin fin de claves para desvelar esa parte de nosotros que es «invisible a los ojos». Se gestaron métodos y escuelas de conocimiento que alcanzaron un altísimo avance en la ciencia del alma o de la espiritualidad. Muestra de ello son sus textos que han traspasado el embate del tiempo y todavía están a nuestro alcance. Cada vez más personas se dan cuenta de que los caminos de Oriente y Occidente se complementan, de que conforman las dos caras de una misma moneda. El primero encarna el camino del corazón y de la búsqueda espiritual y el segundo el camino de la razón y de la conquista de

la materia. Durante el siglo XX han sido muchos los que acudieron a las Sabidurías de Oriente en busca de respuestas a nuestros procesos más íntimos. Faltos de mapas y de descripciones sobre los planos psíquico, mental y espiritual, los occidentales en-

contramos en el Zen, el Taoísmo o el Hinduismo los conceptos, las técnicas y las imágenes que venían a completar las carencias del materialismo mecanicista. El ser interior siempre estuvo ahí, pero quizá cada día tenemos más herramientas y conocimientos a nuestro alcance para mejorar nuestros diálogos con él y descubrir las formas que existen para que se exprese a través nuestro. El cultivo de la vida interior depende de nosotros, la exterior de las circunstancias. m EL MUNDO DE SOPHIA

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Naty Sรกnchez Licenciada en Historia

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Historia

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lorencia es una hermosa urbe italiana que el río Arno acaricia desde hace veintiún siglos, cuando Julio César instalara allí a sus veteranos. Ungida como una de las ciudades más bellas del mundo, ha sido el escenario donde representaron su papel vital personajes inolvidables del devenir europeo, casi diría universal.Y matizo lo de «inolvidables» pues sería muy triste nuestra condición si aceptásemos relegar sus nombres a esa segunda muerte que es el olvido. Los Fedeli d’Amore conforman uno de esos grupos enigmáticos y esquivos al historiador que tanto abundaron en la Europa medieval y renacentista. Su existencia como entidad es un hecho, aunque la mayoría de noticias que conservamos nos obligan a caminar por un frágil puente de hipótesis. El autor que con más rigor se ha ocupado del asunto es Luigi Vaggi en su obra Il linguaggio segreto di Dante e dei «Fedeli d’Amore» (1928), que aún se mantiene como punto de referencia. Otros muchos han fantaseado más de la cuenta, alejándose a menudo de la realidad. Por estos motivos trataremos de pintar, con el verbo poético que ellos amaban, una reconstrucción lo más fidedigna posible, excusándonos de antemano por lo que ya nunca será factible averiguar. El epígrafe que les definía se traduce en castellano como Fieles de Amor, y la omisión del artículo y la imposición de mayúscula no son arbitrarias. Se consideraban seguidores de Eros, antigua divinidad griega del Amor, y en todos sus poemas lo personifican como una entidad con inteligencia y voluntad propia, con potestad para regir e inspirar sus actos, sentimientos y pensamientos. No se trata stricto sensu de un amor romántico, sino de la utilización del simbolismo que éste ofrece para transmitir un pensamiento filosófico y místico, además de mensajes en clave. Aunque no conocemos a todos sus miembros, las personalidades más emblemáticas del grupo fueron, entre los poetas, Guido Cavalcanti, Dante Alighieri, Giovanni Boccaccio y Giovanni Cavalcanti, y entre los filósofos Marsilio Ficino. De forma muy somera diremos que se trata de un grupo de individuos vinculados como sociedad secreta que nace en Florencia (o allí tiene su núcleo principal) en el siglo XIII y perdura como mínimo hasta la muerte de Ficino en 1499. La mayoría se expresaron a través de una poesía místico-amorosa que se denomi-

nará Dolce stil nuovo y que marcará las pautas de la literatura incluso hasta nuestros días. Sin embargo, lo que autores ortodoxos han querido reducir al ámbito de la lírica se redescubre en el siglo XX como un movimiento ideológico, político y cultural de grandes dimensiones. Sus orígenes pecan de nebulosos, no insistiremos en ello lo suficiente. La poesía de los Fieles de Amor no cuadra con la vida cortesana medieval, sino con la revolución mística de movimientos como los Cátaros, los Templarios y los franciscanos, pero siempre desde un contexto laico de la búsqueda de la Sabiduría. Sin que sean lícitas afirmaciones categóricas, parece que el grupo surge como una línea civil impulsada por los Templarios, teoría defendida por Vaggi con una lista de pruebas que no vamos a enumerar. Sí destacaremos, no obstante, algunas de las que se relacionan con Dante Alighieri. El florentino fue contemporáneo de la persecución y fatal destrucción de la Orden, y criti-

Eros: Divinidad griega que inspiró a los Fedeli en su búsqueda del Amor como fuente de inspiración mística.

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Florencia. Vista de la Piazza de la Signoria y del Palazzo Vecchio.

Dante Aligheri, el célebre autor de la Divina Comedia y uno de los primeros Fedeli d’Amore.

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có abiertamente al rey Felipe el Hermoso de Francia y al Papado corrupto que consintió el ultraje. Además, entre 1308 y 1310, justo cuando se celebraron las brutales ejecuciones de los caballeros en la hoguera, se desplazó a París, núcleo del drama, aunque no es posible seguir sus pasos allí. Por último, no deja de ser impactante que el célebre escritor eligiese tres maestros distintos para el recorrido de su obra magna: Virgilio, que le guía a través del Infierno y el Purgatorio; Beatriz, que le recoge en las puertas del Paraíso, y, en la última fase del viaje, San Bernardo de Claraval, impulsor principal del culto mariano en la Edad Media y co-fundador de los Templarios… Un dato anecdótico es el uso frecuente en las obras dantescas del nueve (y su relación con el tres) por su relevancia en contextos templarios, sobre todo si recordamos que en alquimia tal cifra es la clave de la síntesis final de un ciclo y el comienzo de otro. Los fundadores de la Orden del Temple fueron nueve individuos y tardaron nueve años en constituirla (1118-1127); durante toda su historia, exigieron un periodo de nueve años a los aspirantes antes de su investidura definitiva. Dante tenía nueve años cuando conoció a Beatriz; nueve años después la vio por la calle y su muerte aconteció el noveno día del noveno mes del año según los calendarios orientales; dedicó el capítulo XXIX completo de

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la Vida Nueva a este dígito y a su relación con la Dama... Concluyendo, este número de honda resonancia oriental penetró en el pensamiento dantesco gracias a su contacto directo con los templarios, contacto del que sí hay huella histórica y literaria. Pasemos ahora a conocer un poco mejor a los Fieles de Amor. La primera característica que conviene resaltar es el voto de secreto de sus miembros, con independencia del grado que hubiesen alcanzado.Tal exigencia no era una cuestión elitista, pues respondía ante todo a la capacidad de supervivencia en un ambiente de ortodoxia religiosa cuya trasgresión se pagaba con la vida. Así las cosas, al misterio natural de una sociedad secreta se añadía la prudencia; no en vano casi todos ellos fueron sospechosos de herejía. Esto se va a entrelazar de modo armonioso con el uso de la poesía en su más puro espíritu metafórico; es decir, hablar con tropos no será sólo una cuestión estética, sino un método de comunicación, ya sea entre los miembros de la corporación, ya sea entre el poeta y su público. De la mayor o menor instrucción de éste último dependerá su grado de entendimiento. En el mismo ámbito, Vaggi ha demostrado los estrechos vínculos entre los Fieles de Amor y los alquimistas, cuyo verbo hermético renacía en ellos con afán lírico y dirigido a un auditorio más amplio o, si se quiere, menos especializado. Veamos los tres símbolos esenciales de nuestros paladines: w La mujer gentil: representa la filosofía como camino para la adquisición de un saber trascendente, que supera la mera erudición una vez alcanzado. w La mujer glorificada (Beatriz, Laura): es la inteligencia celeste, la capacidad de la mente humana de elevarse a las regiones más altas de la conciencia, por eso Dante la presenta como guía en el Paraíso. Ficino la llamará «mente angélica» y la asociará con la sabiduría divina. w La rosa: simboliza la conquista de esa Sabiduría espiritual, la verdad oculta tras el velo de las apariencias de un mundo cambiante que muere a cada segundo. Su aparición en la lite-


ratura místico-filosófica se remonta al menos a los llamados Misterios egipcios de Isis del Alto Imperio, tal y como quedó reflejado en la obra El Asno de Oro, de Apuleyo, autor romano neoplatónico del siglo II d.C. En otro aspecto, la rosa alude a un conocimiento conservado en secreto al que su portador ha sido iniciado por méritos propios; su posesión equivalía a un rango o nivel alcanzado entre los Fedeli d’Amore. En su clave romántica, el hecho de que un enamorado entregue una rosa quiere decir: «tu misterio me ha conquistado». Hemos dicho que estos seguidores del dios Amor se destacaron como grandes poetas, impulsores de un nuevo estilo. Como los distintos autores discrepan sobre quién fue el fundador del Dolce Stil Nuovo nos limitaremos a caracterizarlo. Nada más surgir recoge lo mejor de su pasado inmediato: de los trovadores el amor cortés, pero dejando a un lado la música instrumental y la improvisación oral. De la pujante orden franciscana su amor por la naturaleza y el deseo de concordia entre los hombres. De la escuela de poesía siciliana tomarán prestado el soneto (glorificado por la literatura universal a partir de ellos hasta nuestro presente) y el uso de la lengua vulgar en vez del latín.

Sin embargo, las diferencias con tales predecesores son muy importantes, entre ellas su contenido: «El nuevo poeta escribe con intención, para difundir la verdad y divulgar los fenómenos más recónditos del espíritu y de la naturaleza. Hay una intención científica, pero también una intención artística: la de adornar y embellecer» (EVA RUIZ, 2007). No menos substancial es el papel que va a jugar la inspiración en el ideario del poeta, pues la métrica había quedado excesivamente ceñida a fórmulas preconcebidas. A partir de ahora, sin perder de vista la técnica, la inspiración bañará el poder creador del genio, otorgando a sus obras un valor que trasciende lo racional al impregnarse de puro sentimiento: «Yo soy uno que escribo

cuando Amor me inspira, y de ese modo voy expresando lo que él me dicta dentro» (Dante Alighieri). Desde entonces, esta musa misteriosa ha sido la piedra filosofal más buscada por cualquiera que se llame artista, llegándose incluso al extremo de anular la tecné propia e imprescindible de la maestría. Para concluir, el rasgo principal de esta tradición literaria: el protagonismo de Eros como divinidad activa, a cuyo servicio y en cuyas manos se pone el cantor de versos. Amor adopta en esta poesía un protagonismo absoluto, como soberano y legislador de sentimientos y pensamientos. Él es el corazón de la inspiración y el inspirador de los anhelos. De las rimas pasará pronto a los cuadros y esculturas y culminará en la obra filosófica de Ficino como una visión neoplatónica del dios más antiguo y poderoso del Cosmos. El tiempo se nos agota y es hora de hablar de nuestros galanes. Mencionaremos en primer lugar a Guido Cavalcanti, que estaba al frente del grupo cuando Dante se unió a ellos en 1290, año en que alcanzó el primer grado. Sus contemporáneos le consideraron, a partes iguales, sabio y poeta. Para Alighieri, Cavalcanti fue «el primero de sus amigos» y le dedicó su Vida Nueva, mencionándole con frecuencia y siempre con respeto y admiración. Por supuesto, la figura de Dante sobresale entre las demás por la altura a la que elevó su genio y por la trascendencia universal de su opus magna.

Arriba: Villa Careggi. Esta casa albergó la Escuela Neoplatónica que dirigió Marsilio Ficino en el siglo XV. Allí, junto a Giovanni Cavalcanti, escribió el De Amore, obra que serviría luego de inspiración a pintores y escultores del Renacimiento.

Izquierda: La autora en Florencia.

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Tres de los principales seguidores del dios Amor: Guido Cavalcanti, Giovanni Boccaccio y Marsilio Ficino.

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Dado que le hemos dedicado ya algunas líneas no ahondaremos mucho más, salvo para señalar que a él se debe el nombre del estilo literario, al enunciarlo por primera vez en el canto XXIV del Purgatorio de la Divina Comedia. Giovanni Boccaccio, el devoto discípulo de Petrarca, tomó las riendas del movimiento no sólo con su propia labor como escritor, de por sí notable, sino ante todo por el impulso y desarrollo que ofreció al Stil Nuovo y al uso de la poesía en sí misma como vehículo del Humanismo, una nueva actitud filosófica que triunfó en Florencia y sacó a Europa occidental de la Edad Media. Este toscano de verbo amable restauró la figura de Dante (denostada por intrigas políticas), divulgó la Comedia (a la que añadió el epíteto de «divina») y trabajó sin descanso por la difusión de los valores del mundo clásico a través de la literatura, que ampliará sus recursos y su auditorio, hasta convertirse en un proyecto educativo revolucionario. Para acabar, Giovanni Cavalcanti (descendiente del primero) y Marsilio Ficino representan el triunfo de Eros en el pensamiento renacentista. En 1463, el director de la Academia Neoplatónica rediviva convoca a nueve comensales a un banquete (¡otra vez el nueve abriendo senderos de la historia!) para discurrir sobre la concepción platónica del amor. De sus disertaciones y del gentil talento literario de Giovanni y Marsilio nacerá el texto titulado De Amore, cuya influencia en el arte no ha cesado todavía, y cuya lectura es un deleite para la razón y para el corazón. De su pluma brotarán expresiones que aún resuenan en la jerga actual como «amor platónico», sugiriendo en las artes plásticas obras como El nacimiento de Venus y la Primavera de Botticelli, por citar las más famosas. Asimismo, Ficino creará un binomio que perdura en feliz matrimonio: amor = magia, tema que merece, sin duda, capítulo aparte.

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Por lo tanto, Marsilio Ficino fue el último de los Fieles de Eros y el que mejor supo impactar en la conciencia filosófica este alto sentido del Amor heredado de Platón. Casi todo el arte europeo del Renacimiento al siglo XIX se envolvió del perfume de su obra De Amore para generar un nuevo y romántico concepto del amor divino y humano que terminó filtrándose en el vocabulario mismo de los enamorados. Con él se cierra una tradición de hombres valientes que pusieron su don para escribir al servicio de una Sabiduría denostada por la ignorancia y la barbarie. Con paciente prudencia supieron perseverar tras el hilo de Ariadna para conducirnos a la salida del laberinto, donde la luz del saber de la Antigüedad clásica anunció un tiempo nuevo: el nuestro. El relevo y la continuación de los logros del Renacimiento está en nuestras manos. m

Bibliografía w ALIGHIERI, D. (2000). Vida Nueva. México D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México. w BOCCACCIO, G. (2000). Breve tratado de alabanza de Dante. México D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México. w EVA RUIZ, M. (2007). Guido Cavalcanti y el Dolce Stil Nuovo. Recuperado el 13 de julio de 2010, de http://www.revistaair.org: http://www.revistaair.org/cieleicwel3MirtaRuiz.htm w FICINO, M. (1986). De Amore. Comentario a “El Banquete” de Platón (2008, 3ª ed.). Madrid: Tecnos. w PLATÓN. (1989). El Banquete. Madrid: Edaf. w VALLI, L. (1994). Il linguaggio segreto di Dante e dei “Fedeli d’Amore”. Milán: Luni Editrice.


Poesía

Reminiscencias

Por Víctor Vilar

A veces enciendo la lumbre, y me siento a mirar con los ojos perdidos, a escuchar el crepitar de las llamas que rompen los troncos y a mi memoria viejas historias de salamandras acuden. A veces me acerco a la orilla del mar y contemplo los blancos collares de espuma, envite constante, las olas estallan su curvo volar llevando un profundo secreto, un arrullo de cuna. A veces el cielo se envuelve con gasa de estrellas, quisiera contarlas, y el silencio me anima a perderme. La noche escucha del alma las tiernas preguntas y su luz que titila inunda de mundos y soles mi mente. A veces las nubes desbordan su cuerpo esponjoso, cortina colgada del cielo, y escucho la historia de miles de gotas que empapan el lienzo. Ellas hablan de vida y del eterno retorno de los otoños. Hay algo en todo ello que me despierta en mi ensueño. Ahondar en mi alma, descubrir en segundos la voz que no se puede explicar. Un canto profundo. De aquellas montañas tan altas me llega su eco. La suave caricia de unos abuelos que ya no recuerdo, el perfume de pan recién hecho que olía de niño, postales de otros lugares que nunca mis pies han pisado y sin embargo, es cierto, estos recuerdos son míos. ¿Por qué mi alma se escapa en preguntas que sólo formulo al mar, a la lluvia, al fuego y al cielo? ¿Qué sentido tiene mi vida si no me responden? Yo quiero aprender su lenguaje, entender el idioma del viento. ¿De dónde vienen los vivos?, ¿a dónde se van los muertos?, ¿quién soy yo y cuál es mi destino? Las preguntas que hago parecen no tener respuestas. Por mucho que digan las ciencias que soy pizarra blanca, yo me siento más un cofre lleno de reminiscencias.

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Construcciones Mágicas Centros de Poder y Símbolos de Eternidad

Fernando Celli

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aciendo un recorrido general por todo el orbe terrestre, nos encontramos por doquier con ruinas arqueológicas de construcciones monumentales, en piedra, mármol o talladas en la misma roca natural, que civilizaciones y culturas de la antigüedad erigieron y que aún permanecen erguidas, como desafiando al tiempo y a nuestra mente buscadora de respuestas. Emplazamientos arquitectónicamente perfectos y de una belleza extraordinaria, situados en enclaves privilegiados de la Tierra… 14

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Monumentos plagados de símbolos y de obras de arte que despiertan la admiración y la fascinación en aquellos que los contemplan, ya que nos dejan entrever la grandeza de un pasado desconocido, el enigma tal vez de una forma diferente de pensar y de concebir la realidad. Este fenómeno arquitectónico abre a nuestra mente moderna occidental muchas incógnitas y reflexiones, sobre todo porque existen coincidencias en cuanto a la forma, en lugares del mundo muy alejados entre sí, de monumentos construidos por pueblos


diferentes que aparentemente nunca tuvieron conexión entre sí. ¿Cómo explicar estas casualidades? Pues parece ser un hecho que «todas estas construcciones suponen un nivel cultural, civilizatorio o técnico para unas culturas que en el canon ortodoxo occidental no gozan de tal privilegio». Por eso estos edificios son un desafío permanente a nuestra inteligencia, ya que para su realización se requerían conocimientos matemáticos, arquitectónicos, astronómicos y otros de índole más secreta, que para nosotros siguen siendo un misterio. Ciudades santuario como Teotihuacan en América, templos como el de Apolo en Grecia o los budistas en la India; pirámides como las de la llanura de Giza en Egipto o las pertenecientes a la cultura maya en Centroamérica; monasterios como el de Lhasa en el Tibet o los zen en Japón; construcciones megalíticas en Inglaterra, Malta y en todas las llanuras de Europa como la de Stonehenge; catedrales góticas como la de Chartres o Notre Dame, y un largo etcétera, son por su monumentalidad y elevación ejemplos claros y testigos silenciosos de un esfuerzo del ser humano por dominar la materia y conquistar las elevadas regiones del espíritu. Por todo ello y por lo que representaban simbólicamente eran consideradas «construcciones mágicas». ¿Quiénes y cómo las realizaron? ¿Cuál era su finalidad? Hay diversas teorías basadas en innumerables estudios e investigaciones; lo cierto es que mientras más se analizan en profundidad, más preguntas parecen suscitar. Lo que hoy en día es casi incuestionable, por lo menos para aquellos que no dan crédito a historias sobre extraterrestres ni a otras invenciones similares, es que estas construcciones fueron hechas por hombres con un

gran anhelo de superación, de trascendencia y de devoción hacia lo insondable que hay en el universo. Seres humanos que quisieron, como decían los antiguos egipcios, «hacer de la tierra un espejo del cielo», levantando moradas, palacios y mansiones inspirados por una armonía y belleza que no son de este mundo, y orientándolas en relación con los solsticios, equinoccios o determinadas constelaciones. Estas correspondencias, que constatamos cada vez más a través de la moderna ciencia de la arqueoastronomía, nos hablan de conocimientos hoy perdidos, de otras formas de ver la vida, de entenderla y de interactuar con ella; nos dan cuenta de una visión más espiritual, holística y amplia de la realidad a la cual estamos acostumbrados hoy en día; nos permiten concebir otras realidades imperceptibles a los ojos físicos, que no se pueden medir, ni tocar, ni pesar, pero que están ahí y constituyen la base fundamental de su cosmovisión sagrada. Para acercarnos a esta realidad, conviene recordar —como señala el gran antropólogo e historiador de las religiones Mircea Eliade— que para entender a estos hombres hay que «meterse» en su piel y desde ahí, desde su centro, en un esfuerzo de empatía, ver como ellos veían, sentían e interpretaban el mundo, para no solo «percibir la significación profunda que tiene esta modalidad de ser en el mundo, si no también reconocer su validez como decisión humana apreciando su belleza y su nobleza».

«Lo semejante atrae a lo semejante» Najm Ud-Din Kubra (Mistico Islámico)

En la mayoría de los pueblos de la antigüedad el modelo arquetípico que sirvió de base para sus construcciones, confiriendo sacralidad a sus espacios, oficios y labores, y dándole un sentido mágico y trascendente a su existencia fue la creación del universo. El cosmos (= «gran orden») tenía para ellos un origen divino. El acto ejemplar que lo hizo venir a la existencia por primera vez, que supuso una organización del espacio, hasta ese momento caótico y EL MUNDO DE SOPHIA

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amorfo, fue obra de los dioses creadores que fundaron el mundo. Por eso todos los mitos cosmogónicos, sea del lugar que fuere, hacen alusión a ese momento en donde nada existía y la nada lo engullía todo, y en el que un poder inconmensurable apartó las tinieblas dando vida al universo. De ahí que uno de sus símbolos más importantes —y que constituyen el origen y fundamento de su cosmovisión— sea el centro, el eje universal o axis mundi «el espacio creacional por excelencia, el punto en el que dio comienzo la creación». En muchas culturas nos encontramos con ciudades o templos cuyo nombre significa «centro», como Chavín, o Cuzco (Perú), que se traduce por «ombligo del mundo». Por otro lado, el símbolo de la pirámide también hace referencia al centro, a la montaña primordial a partir de la cual se expandió el universo, así como al centro ritual de la ciudad sagrada. Se constituyen así estos encla-

ves en el punto alfa donde comienza la vida y se expande. Para que a través de un lugar pudiera manifestarse la luz y la vida, este debía ser «cosmizado» por el hombre, manteniendo en el margen de sus muros al caos, a lo profano («fuera del templo»), función que cumplía el temenos en los templos egipcios o los «moradores del umbral», representados 16

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en símbolos de diversas épocas y culturas. A partir de esta cosmovisión podemos esbozar una somera definición diciendo que estos complejos arquitectónicos eran grandes centros de poder, «una reproducción terrestre de un modelo trascendente», un universo en sí mismo pero en miniatura, un holograma del mundo. Construcciones erigidas conscientemente por el hombre con las mismas leyes que rigen el todo, donde podían canalizar energías cósmicas que le permitían de alguna manera entrar en contacto con lo invisible, ya que funcionaban como mágicas antenas receptoras. Como dice Eliade, «en el recinto sagrado se hace posible la comunicación con los dioses: por consiguiente debe existir una puerta hacia lo alto por la que puedan los dioses descender a la tierra y subir el hombre simbólicamente al cielo… el templo constituye esa abertura». Esto explica el que muchas de estas edificaciones estuviesen dedicadas a un dios en particular, ya que para ellos sus dioses representaban esas fuerzas y energías benéficas y sutiles que, bien canalizadas, ayudaban al ser humano en su evolución. En Egipto, por ejemplo, la divinidad se representaba con el netcher, el banderín sagrado que hondeaba en las puertas de los templos, y que hacía alusión al poder de ese centro. Antes de la construcción de los recintos sagrados, se elegían lugares en donde las energías cosmotelúricas tuvieran una especial manifestación, determinados emplazamientos que eran propicios para su edificación y sirvieran de canal. Hoy en día se sabe, a través de la arqueología, que las recientes construc-


ciones fueron realizadas encima de otras mucho más antiguas, un claro ejemplo es el templo de Rosalila, en América. Todo esto sugiere que los hombres de la antigüedad tenían unos conocimientos exactos de esos puntos cosmotelúricos que recién ahora estamos empezando a redescubrir, y podemos comprobar, por ejemplo, en lo que la nueva ciencia denomina las «líneas Hartmann», lugares en donde las energías que confluyen son propicias para la comunicación con lo sagrado o contrarias para su canalización. El Templo como Morada de Eternidad Ya que para el hombre de la antigüedad los dioses eran seres eternos, los recintos que servirían de morada en este mundo cambiante y sujeto al desgaste debían ser elaborados con un material que tuviera esas características. Por eso, por su gran dureza, incorruptibilidad y resistencia, eligieron la piedra como símbolo más perfecto en la tierra de esa eternidad inmutable, bloques que fueron extraídos, labrados y tallados simbólicamente, favoreciendo de esta manera la eficacia de su poder de atracción. Una vez elegido el lugar se realizaban ciertos ritos de fundación, orientación del espacio a los puntos cardinales y estelares, etc., que convertían un lugar aparentemente normal en un recinto mágico donde los distintos planos de la realidad y de la existencia podían entrar en contacto. Como menciona Eliade, «toda construcción y toda inauguración de una nueva morada equivale en cierto modo a un nuevo comienzo, a una

nueva vida. Y todo comienzo repite ese comienzo primordial en que el universo vio por primera vez la luz». Ese lugar queda así convertido en una especie de fuente inagotable de fuerza y sacralidad que permite al hombre participar de estas cualidades con sólo penetrar en él. Por eso son espacios donde aún hoy, al entrar, muchos sienten una energía especial y diferente, porque las vivencias sagradas de muchos siglos han quedado impregnadas en sus paredes, en sus muros y en todo el complejo. Estos emplazamientos, cualquiera que fuere, aunque se encuentre en ruinas y nos hablen en un lenguaje hoy perdido, tienen todavía muchas cosas que contarnos; podemos intentar descifrarlos o simplemente ignorarlos, pero están ahí, desafiando a la eternidad. Sin duda alguna, la grandeza del pasado y el anhelo del ser humano de vivir lo sagrado y estar el mayor tiempo posible en contacto con su benéfica influencia, han dejado su huella en forma de grandiosos monumentos arquitectónicos emplazados a lo largo de la geografía mundial. Si pudiéramos por un momento, sin prejuicios ni condicionamientos de nuestra mentalidad moderna, en un viaje a través de la historia, contemplar estas obras, pasear por sus calles y avenidas, y rozar las pulidas piedras de sus lozas con los pies de un peregrino en busca del saber, seguramente sentiríamos, intacta, la magia con que aquellos hombres las construyeron. Entonces entenderíamos cuáles fueron sus propósitos y anhelos profundos y comprenderíamos un poco más su visión de la vida y las respuestas que dieron a muchos de los porqués de la existencia; esas mismas preguntas que hoy despiertan nuestra curiosidad y nos impelen a querer emprender la «gran búsqueda», que no es más que la búsqueda de nuestra propia historia como hombres. m EL MUNDO DE SOPHIA

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Reflexiones sobre el

zen

Catalina Simonet Licenciada en Pedagogía Musical y Profesora del C.E.S.

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e todas las formas de pensamiento que han existido a lo largo de la historia hay una que destaca por su carácter sintético y simple en apariencia: el zen. Lejos de desarrollar extensas doctrinas metafísicas y elucubraciones mentales complejas, se centra en reducir a la máxima esencia una vía que inspire al ser humano a elevarse por encima de lo cotidiano a través de una forma de acción en el mundo válida y con sentido. La pregunta «¿qué es el zen?» resulta, a la vez, fácil y difícil de responder. Un maestro zen diría que es fácil porque no hay nada en la vida ajeno a la vivencia del zen; todo lo que hacemos o decimos está en el ámbito del zen y todo lo que dejamos de hacer o decir es zen. Zen es una manera de estar en el mundo, una forma de percibirlo, de actuar, en fin, un estado de conciencia. Pero como diría Suzuki, la facilidad y aparente simplicidad de la respuesta hace, precisamente, que no resulte muy satisfactoria. Y ¿por qué? Pues porque no somos maestros zen, no tenemos su estado de conciencia, ni su la visión zen. De todo lo expuesto hasta ahora se deduce que para entender el mundo que nos 18

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rodea y al ser humano que participa de él, la dificultad estriba en la interpretación que hace el hombre de dicha realidad. El sol sale cada mañana por el horizonte, las estaciones se suceden con un carácter cíclico eterno, las flores anuncian el esplendor de los frutos y las mareas se ritman con la luna… Todo ello existe, pero mientras que un occidental tiende a desarrollar una extensa descripción de la vida y sus manifestaciones múltiples, como un «coleccionista de mapas», un maestro zen vive sumergido en la realidad, prefiere zambullirse en la vida con plenitud antes que observar su funcionamiento desde la orilla. Por lo tanto, el zen podría definirse como un camino de liberación. Es una rama del budismo que surgió en Japón y que se expandió alrededor del siglo XI, a través del budismo chino o C’han. Según el budismo, el ser humano es un espíritu inmortal que encarna en una personalidad material, compuesta por el cuerpo físico, la vitalidad, las emociones y la mente concreta (una mente que vela por la supervivencia, la autosatisfacción, en fin, una «mente egocéntrica»). En el transcurso de una vida, el hombre vive una serie de experiencias hasta que fallece, momento en que la parte material muere y el espíritu se libera por un tiempo


Actualidad hasta que vuelve a encarnar tras un lapso de descanso, similar al período de descanso por la noche al concluir una larga jornada. Seguir el zen consiste en actuar en todo momento según la naturaleza espiritual. El problema es que la conciencia, es decir, nuestra capacidad de visión, de percepción de la realidad y de nosotros mismos se identifica, generalmente, con nuestra naturaleza material, lo que ocasiona que se pierda la conexión con lo espiritual. Diferenciamos espíritu de materia cuando se trata de hablar de dos realidades que forman parte de una unidad. Y en esta dualidad está la ignorancia humana. El zen propone disolverla y que actuemos como un todo dirigido por la parte espiritual. En el budismo a esta búsqueda se le llama encontrar la naturaleza de buda. Los seres humanos nos proponemos retos y luego no los cumplimos; no somos constantes; la pereza, el miedo, la tristeza y las emociones negativas nos afectan siempre que la naturaleza espiritual no está presente dirigiendo nuestras vidas y tomando decisiones de todo tipo. Todos los seres vivos, las plantas, los animales, las bacterias, etc. al no tener mente dual cumplen su función sin plantearse su forma de actuar, si les apetece o les ilusiona. El fuego, por poner un ejemplo, reúne en sí las cualidades de iluminar, dar calor y ser vertical; jamás cambia. El ser humano está en un escalón evolutivo en el que tiene que descubrir conscientemente y por esfuerzo propio cuál es su lugar, y de ahí todas las tribulaciones por las que tiene que pasar durante su periplo por la vida. En nuestra actual sociedad hay una sobrevaloración del aspecto racional por encima del aspecto intuitivo y vivencial. El intelectualismo se fundamenta más en conocer las cosas que en vivirlas y experimentarlas con conciencia plena. El budismo tiene una palabra para definir esta realidad en la que nos movemos: Mâyâ. La raíz de esta palabra es matr, que significa medir, formar, construir. Y es que para vivir en el mundo usamos estos términos. Al medir, definir, acotar, estamos poniendo lími-

En nuestra actual sociedad hay una , sobrevaloracion del aspecto racional por encima del aspecto intuitivo y vivencial. tes, haciendo un acto de división, de dualidad, pues tan pronto como se establece una frontera, surgen dos lados. Nos movemos en el mundo gracias a esta dualidad: grande/pequeño, frío/caliente, alto/bajo, bueno/malo, placer/ dolor… Todo está sujeto a la comparación. No es que el zen proponga silenciar estas comparaciones, no sentir nada y cultivar una blanda indiferencia hacia todos los aspectos de la vida, sino que pretende liberarse de este esquema. El liberado ve el mundo que nosotros vemos, pero no lo mide ni divide. El zen propone la no-dualidad de la realidad, la visión global de todo lo que existe. Unido al mâyâ, considera que las palabras son un material rebelde en el momento en que dejan de estar bajo nuestro control, pues nos esclavizan si nos dejamos dominar por ellas. No hay que confundir palabras con acciones, las medidas con el mundo medido, el dedo que señala la luna con la propia luna, el mapa con el sendero a recorrer. El zen declara que las palabras son palabras y nada más. Cuando éstas dejan de corresponder a los hechos es tiempo de apartarse de ellas y retornar a los hechos. Mientras la lógica tenga valor práctico hay que usarla, pero

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ralismo, que significaría seguir la propia inclinación natural sin cuestionarse su origen ni valor.

cuando falla, o cuando trata de ir más allá de sus propios límites, hay que pararla, pues ella no nos proporciona paz mental ni una comprensión cabal de la vida y el mundo. El carácter ilusorio de la realidad es otro aspecto del mâyâ. La falta de permanencia en las formas nos demuestra que el mundo está sujeto a cambios constantes, nada hay fijo, lo único que no cambia es el propio cambio. En cuanto al tiempo, hay una percepción polarizada en el presente, en el aquí y el ahora, 20

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como la única realidad en que podemos interactuar: el pasado no existe salvo en nuestra memoria, no lo podemos cambiar. El futuro no existe salvo en nuestra imaginación y en nuestros proyectos. El presente no tiene duración, en este mismo instantes, lo que has leído ya pertenece al pasado. Si no podemos incidir directamente en el pasado ni en el futuro, sólo nos tendría que importar el presente. En este espacio de tiempo es donde vivimos plenamente, instante tras instante. Por ello lo que hagamos en cada segundo tiene que atraer toda nuestra atención y tener para nosotros la mayor importancia, sea cual fuere la acción que realizamos. Por lo tanto, a modo de resumen, el mâyâ señala dos cosas: la imposibilidad de capturar el mundo real con la red mental de palabras y conceptos, por un lado, y el carácter fluido de esas mismas formas que el pensamiento intenta definir. P R A C T I C I DA D DEL ZEN Pensar no es vivir El zen apela a la vida tal cual fluye, pero en ningún caso se debe confundir con libertinaje o natu-

Cuento zen: «-Maestro, ¿cuál es el secreto de tu sabiduría? — Cuando tengo hambre como, cuando estoy cansado duermo. — Esto es lo que hacen todos, ¿podría decirse que ellos se ejercitan del mismo modo que tú? — No, porque cuando comen no comen, sino que piensan en otras cosas diversas permitiéndose de este modo ser perturbados; cuando duermen, no duermen porque sueñan mil y una cosas. Esa es la razón de que no se me parezcan». En muy pocas ocasiones nuestros pensamientos, emociones y acciones se unifican en una sola, haciendo que las vivencias no sean plenas pues nos diluimos en nuestra poca concentración. La

serenidad en un mundo con

prisas.

En chino los cambios de la naturaleza y la calma se expresan con el mismo término. La prisa y todo lo que ello implica es fatal para nuestro ser. Confundir la vida que es un camino con la necesidad acuciante de alcanzar una meta, le resta importancia al camino provocando una angustia constante por no haber llegado


al objetivo cumplido. Entonces olvidamos que el mayor fin en la vida es la propia vida, el día a día. Sólo cuando no estamos obcecados con la conquista de una meta y viajamos hacia ella con serenidad y sin precipitación, los sentidos están abiertos plenamente para recibir al mundo dentro de sí. La gente que anda acelerada, pierde su capacidad de sentir. Hoy nuestro mundo está enfermo de prisa y nos embota los sentimientos y las vivencias plenas que propone el zen. Cuento zen «Había una vez un rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta. Muchos artistas lo intentaron. El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas. La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre éstas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas.Todos quienes miraron esta pintura pensaron que ésta reflejaba la paz perfecta. La segunda pintura también tenía montañas, pero eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba, en absoluto, pacífico. Pero cuando el rey observó cuidadosamente, vio tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pájaro…

El rey escogió la segunda, y explicó lo siguiente: — “Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el verdadero significado de la paz.”» Mentalidad holística de colaboración Simplificar la existencia, ser un aliado a favor de la vida y tomar conciencia de que somos uno más dentro de un todo que colabora en todo momento con un orden y un sentido común; practicar la acción sin mérito, es decir, actuar correctamente porque es nuestra naturaleza, sin esperar recompensa ni felicitaciones. Esa sería la auténtica naturaleza espiritual del ser humano. Ser conscientes de que el amor es el motor que posibilita la vida en todos los planos, principio impulsor de todas las formas de manifestación que cuando está erróneamente dirigido se transmuta en egoísmo, tanto individual, nacional, racial, económico, como religioso… De ahí la importancia de difundir todas las formas de pensamiento que han habido a lo largo de la historia del ser humano, para poder alejar los egoísmos y encontrar motivos válidos para sentirnos hermanados con todas las naciones y pueblos que habitan la tierra. Aunque el zen es originario de Japón, se puede experimentar en cualquier lugar del mundo siempre que se conecte con este espíritu de unión y trascendencia del sentido de la existencia. m

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Francis J. Vilar Egiptólogo y Miembro Académico de la Escuela Europea de Arqueología, Antropología y Estudios Clásicos.

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Egiptología

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l antiguo Egipto ha dejado una huella imborrable en la memoria profunda de la humanidad. De hecho, muchas de las instituciones culturales, políticas o religiosas; y de las costumbres; los valores y las pautas de conducta que hoy forman nuestra actual forma de vida, tienen su raíz ética y metafísica en la milenaria civilización del Nilo. Pero más allá de todo eso, Egipto es ante todo la cuna espiritual de Occidente, la patria ancestral de la sabiduría y el país de la magia y del misterio. Una tierra sagrada bendecida por la presencia de los dioses, cuyo ka se mantuvo vivo en sus santuarios durante 4.000 años, alimentado diariamente con las ofrendas, ritos y plegarias de un pueblo profundamente religioso, amante de la vida, el amor y la belleza, cuya alegría de vivir sólo era superada por su devoción incondicional a lo divino y lo eterno. Por eso, quienes han descrito Egipto como una cultura funeraria, cuyos habitantes vivían obsesionados con la idea de la muerte, han cometido un grave error. Pues a través de sus textos, sus tumbas y sus monumentos, los antiguos egipcios no rendían culto a la muerte, sino a la inmortalidad. Dicho de otra forma, no es que amasen poco la vida en la tierra, es que amaban aún más la vida eterna. Todas sus ceremonias y festivales, sus ofrendas divinas y funerarias, sus estatuas del ka, las bellas escenas y símbolos grabados en las tumbas, así como los mágicos amuletos que depositaban entre los vendajes de la momia, garantizan al alma del difunto un buen viaje y un hermoso destino en los gloriosos jardines de la eternidad. De hecho, los llamados «Textos Funerarios» son asimismo «Textos de Iniciación», cuya función principal es preparar el alma del iniciado para poder recorrer con éxito los misteriosos caminos del Más Allá que conducen finalmente a la celeste morada de Osiris. Como decía el divino Platón, cuya doctrina metafísica se inspiró en las enseñanzas de los sacerdotes egipcios: «morir es ser iniciado», ya que para los sabios del antiguo Egipto «ser iniciado en la tierra» y desvelar los arcanos secretos de la Ciencia Divina, significa experimentar en vida el trance de la muerte y descubrir el supremo misterio de la existencia. Es por eso que en el antiguo Egipto las palabras «misterio», «sagrado» y «secreto», forman parte de una misma y única realidad espiritual, que para ellos era tan vital como incuestionable. Misterio, sagrado y secreto, son los místicos pilares que mantiene unidos

la tierra con el cielo, la vida con la muerte, al hombre egipcio con sus dioses y la terrena existencia del cuerpo mortal con la celeste existencia del alma inmortal. Por lo tanto, querer entender la cultura egipcia ignorando el valor y significado que tenían para ellos estas realidades metafísicas, es como si dentro de varios siglos los historiadores del futuro pretendieran comprender nuestra mentalidad occidental y nuestra forma de vida, ignorando el papel que desempeña en la cultura el pensamiento racional, la ciencia empírica, la visión mecanicista de la naturaleza, el culto a la tecnología, el poder de la publicidad y los MassMedia, o la marcada orientación económica de nuestra sociedad de mercado. De ahí que hablar de los dioses egipcios, especialmente de aquellos que están más directamente vinculados con la sabiduría y el conocimiento, como es el caso de Thot, Ra, Isis u Osiris, es hablar de misterio, sagrado y secreto. En efecto, en el mundo egipcio todo cuanto tiene relación con lo divino es un misterio por excelencia, dado que pertenece a la esfera de unas perennes realidades espirituales que trascienden nuestro vivir cotidiano. Ellos sabían perfectamente una verdad que el mundo hoy parece haber olvidado. Y es que todo lo humano, desde los mas grandes logros científicos, obras literarias y monumentos; hasta las modas, gustos y costumbres, al igual que la propia vida del hombre, es siempre mortal, cambiante, corruptible y perecedero, mientras que lo divino, por ser de naturaleza espiritual e intangible, es inmortal, inmutable, incorruptible, puro e imperecedero. En una palabra, para los antiguos egipcios «lo divino es lo real por excelencia», ya que fue la esencia divina, al manifestarse, la que hizo venir las cosas a la existencia, dando vida, nombre y forma a

El Nilo, en una representación de David Roberts

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El conocimiento de la lengua jeroglífica fue transmitido a lo largo de milenios por sacerdotes y sabios,

todos los seres vivientes de la creación. Es por eso que el mito de la creación contiene el más sublime misterio que puede aspirar a desvelar el hombre. Pero no sólo la cosmogonía, sino que todo mito al relatar la obra creadora de los dioses, constituye en sí mismo la revelación de un misterio divino. En esencia, podemos decir que cualquier manifestación de lo divino, ya bien sea a través del mito, el símbolo, el rito o la hierofanía, es percibida, sentida y vivida por el egipcio como «algo sagrado», ya que se trata de una realidad cuyo poder, grandeza y perfección, si bien no pertenece a nuestro mundo profano y cotidiano, puede sin embargo manifestarse en él y a través de él. Lo sagrado es sagrado porque permite al hombre entrar en contacto con una realidad espiritual cuya naturaleza es tan pura, bella y luminosa que no puede ni debe ser profanada, mancillada o corrompida bajo ningún motivo o circunstancia. De esa forma, un templo, una estatua, un símbolo, una ceremonia o una palabra ritual, son sagradas

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no por su forma, su color o su sonido, sino por lo que contienen y representan. Por ser receptáculo y vehículo de expresión de unas realidades metafísicas que están más allá de nuestra percepción sensorial y nuestro intelecto racional. Por otro lado, el valor simbólico de un objeto, una acción o una palabra no anula su realidad objetiva, sino que le añade un valor y sentido trascendente cuyo significado no puede ser expresado en palabras adecuadamente. De hecho, el pensamiento racional que se expresa mediante palabras y conceptos, limita el significado de las cosas al definirlas; mientras que el pensamiento simbólico que se expresa a través del mito, el símbolo y la imagen, libera significados ocultos y matices sutiles de la realidad que son refractarios al concepto. Todo símbolo es siempre la epifanía de un misterio, cuyo valor y significado es para el hombre egipcio tan sagrado como secreto, pues «la función de un símbolo es justamente la de revelar una realidad total (lo divino), que es inaccesible a los demás medios de conocimiento».1 En ese sentido estamos de acuerdo con Cristian Jacq cuando afirma que: «los sabios de Egipto demostraban una ciencia consumada al emplear signos simbólicos con los cuales, de alguna manera, designaban intuitivamente sin recurrir a la palabra. Cada jeroglífico constituía una especie de ciencia o


sapiencia y ponía la cosa ante los ojos de manera sintética sin concepción discursiva ni análisis».2 Es por eso que ya bien sea a través del arte o de la lengua jeroglífica, la sabiduría metafísica de los antiguos egipcios se expresa siempre mediante símbolos para poder transmitirle al hombre un conocimiento sutil de la realidad que se halla fuera del alcance de la lógica racional, pues en contra de la opinión generalizada, no conviene perder de vista que el símbolo «no es una imagen poética de la realidad, sino su aspecto más secreto».3 El dios Osiris.

Podemos decir entonces que en el mundo egipcio todo cuanto tiene relación con los misterios divinos como los símbolos, los mitos, la magia, las ceremonias, las invocaciones rituales y palabras de poder o los propios libros y textos de sabiduría, son siempre «secretos» porque manifiestan una realidad tan sagrada como valiosa, que debe ser protegida eficazmente de cualquier profanación o influjo nefasto que pueda corromper su esencia y su pureza. De ahí que sólo aquellos que habían consagrado su vida al sacerdocio de la sabiduría, estaban realmente cualificados para proteger y custodiar dicho secretos en virtud de su probada integridad de ca-

rácter, su pureza de intenciones, templo, el arsu rectitud de conducta y su queólogo puede firme compromiso de emplear deducir el plano los poderosos conocimientos original del edique otorga la ciencia divina al ficio y reconsservicio de Maat, del faraón y truir con basdel bien de su pueblo. Y ese es tante exactitud precisamente el sentido y la ra- el monumento zón de ser que tenía el «secreto rellenando los iniciático». De hecho la palabra huecos que fal«hermético» (del griego Hermes), tan en virtud de usada comúnmente para referir- la propia lógica se a una realidad oculta, cerra- arquitectónica da e inaccesible, cuya integridad de dicha cultudebe ser protegida por que con- ra, así, con los tiene un secreto o información diversos fragvaliosa que conviene preservar, mentos que tiene su raíz y significado origi- han llegado hasnal en la ciencia divina de Thot, ta nosotros de el dios egipcio de la sabiduría aquellas inscripciones y papiros cuyos misterios eran tan sagra- que contenían la ciencia metados como secretos. Por eso en física de sus sabios, el egiptóloel Cap.114 del Libro de los muer- go, auxiliado por la filología, la tos el iniciado proclama: «Yo he hermenéutica y la antropología sido iniciado en estos miste- religiosa, puede reconstruir el rios... pero no los divulgaré a los Corpus de Sabiduría de los antihombres, ni los repetiré delante guos egipcios con un razonable de los dioses… Los misterios de margen de error, usando para la noche, que Ra guarda celosa- ello la propia lógica de una culmente, es Thot mismo quien me tura cuya ciencia, arte y religión los ha revelado». estaban orientadas hacia lo divino Esto explica por que, pese a y lo eterno, no hacia lo efímero lo mucho que se ha escrito so- y material. Un pueblo cuya lenbre ella, la sabiduría del antiguo gua estaba compuesta de símboEgipto ha llegado hasta nosotros los sagrados o Hieros-glifos, las tan parcialmente fragmentada palabras primordiales que Thot como las viejas ruinas de sus les había enseñado al principio templos, tumbas y pirámides, de los tiempos. Un lenguaje tan cuyos restos yacen rotos y es- antiguo como sagrado, cuyo riparcidos por el suelo como los guroso estudio en la Casa de la milenarios huesos de un gigante, Vida cualificaba al sabio egipcio y lo poco que sabemos hoy de para aprender y enseñar los arsu «ciencia divina» y sus «miste- canos conocimientos de una sarios» permanece tan hermética- biduría que ellos habían heredamente encriptado como la caja do de los propios dioses. m fuerte de alta seguridad de un banco, NOTAS sin cuya clave cifrada no podemos 1 Mircea Eliade. Imágenes y símbolos. Taurus acceder a su conediciones. Madrid 1986. tenido aunque la 2 Christian Jacq. Poder y sabiduría en el tengamos delante antiguo Egipto. Editorial Planeta. Barcelona de nosotros. Pero 2001. de igual forma que 3 Christian Jacq, op. cit. con los dispersos fragmentos de un EL MUNDO DE SOPHIA

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La Concepción Científica del Mundo

Elena Machado Licenciada en Filosofía

¿

Nos hemos parado a pensar alguna vez con qué ojos miramos el mundo que nos rodea? ¿Si es un enigma insondable o formulaciones matemáticas a nuestro alcance? ¿Si es algo divino a lo que debemos respeto y cuidado, maravilla a descubrir, fuerza misteriosa y anárquica a la que hay que temer, o una especie de máquina de la que podemos conocer

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sus secretos para explotarla en nuestro favor? De nuestra forma de ver el mundo depende cómo nos movemos en él y cómo actuamos sobre él.Y la verdad es que, seamos más o menos conscientes de ello, sin duda la visión científica tiene un enorme peso en nosotros, una concepción que fue hecha manifiesto por el Círculo de Viena en 1929.

Para la concepción científica del mundo no hay enigma que no pueda ser explicado. Incluso los grandes debates filosóficometafísicos tradicionales pueden ser transformados en problemas empíricos, y como tales ser resueltos por la ciencia. Nada escapa a ella. La ciencia se postula como la ‘herramienta’ para saber cómo y cuando surgió la vida, cuándo y cómo hizo su aparición el hombre, cómo funciona la materia, la galaxia. Es una misión encomiable, desde luego, y ambiciosa, quizás demasiado. De sus tímidos inicios, casi asfixiada por fanatismos, dogmas y miedos ha pasado a ser ella la fanática y dogmática al autoproclamarse única vía de conocimiento verdadero. Es un hecho: cuando la ciencia afirma algo no suele discutirse, porque si en un pasado no muy lejano la Iglesia era la fuente de auténtica verdad, y más atrás en el tiempo intentó serlo la filosofía, en nuestro siglo XXI la diosa Ciencia tiene la última palabra. ¿Por qué? La


Filosofía visión científica del mundo nos muestra una realidad fría, dura, descarnada que, en realidad, no explica nada. Como muy bien dice Jacques Monod, biólogo molecular y premio Nobel, la razón de que se haya impuesto esta concepción del mundo es «en razón, únicamente, de su prodigioso poder de performance (rendimiento, resultado)». No se ha tenido en cuenta, a la hora de elevarla a lo más alto, que no ha hecho a la gente más feliz ni generosa, ni siquiera más sabia. No se han reducido el número de guerras en el mundo, ni el hambre, ni la soledad, ni el abuso a los más débiles. Para el creyente en la concepción científica los efectos suministran la información necesaria acerca del mundo en que vivimos (que no es lo mismo que proporcionar una explicación del mundo). ¿Qué son los efectos? Sencillamente, la diversidad de los sucesos de que somos testigos. Si esta diversidad de sucesos fuera algo anárquico, caótico, no podría haber Ciencia. Si no hay un cierto orden, una cierta regularidad, no se pueden hacer predicciones ni elaborar teorías, leyes, etc., ni, desde luego, podría existir nuestra amada tecnología. Necesitamos saber, por ejemplo, que el cobre siem-

Contra el Método. Libro del filósofo vienés Paul Feyerabend, que constituye una crítica de la lógica del método científico racionalista.

pre es un buen conductor de la electricidad, y la madera no la conduce bien nunca. Siendo así, los científicos parten de un supuesto básico: que esa diversidad está sustentada por una unidad subyacente. El problema está en que esta unidad es algo que no podemos ni observar ni tener experiencia de ella… Entramos en una contradicción, pues uno de los supuestos básicos de la ciencia va en contra de su primera ley, por así decirlo: que todo debe ser

comprobado empíricamente. Ésta es sólo una de las muchas ambigüedades que encontramos en el mundo de la ciencia. Que existan contradicciones es lo normal, pues la ciencia está en constante evolución; lo que no hay que olvidar es eso, que está en constante evolución. Que la verdad de hoy puede resultar mentira mañana. Muchas han sido las teorías científicas que parecían explicar perfectamente un fenómeno, y que luego resultaron erróneas. Por otro lado las vidas humanas y todas sus experiencias son consideradas «ilusiones». Esto es algo aceptado por casi todos los científicos. Einstein escribió: «Para nosotros, físicos convencidos, la distinción entre pasado, presente y futuro, aunque persistente, es sólo una ilusión», lo cual significa que las vidas humanas, y todas las experiencias acumuladas en su transcurso, como el nacimiento, el crecimiento y la muerte, son ilusiones. ¿Qué significa esto? EL MUNDO DE SOPHIA

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Que la experiencia, o sea, todo lo que captamos por medio de nuestros sentidos: olores, sabores, imágenes, sonidos… no es buen fundamento de la verdad. Todo lo expuesto sirve para mostrar que la visión científica del mundo puede servirnos para movernos en un determinado ámbito de la vida, para solventar asuntos prácticos, por ejemplo. Pero cuando se trata de las cuestiones profundas de la existencia, en las que nos hablan del sentido, es realmente irracional aferrarse a ella como única fuente de verdad. En esta línea cabe mencionar al filósofo de la ciencia Paul Karl Feyerabend, padre del llamado «anarquismo epistemológico». La suya es una visión radicalmente diferente de cualquiera de las que habían sido sostenidas en la filosofía de la ciencia. Feyerabend inicia su libro Contra el método con el siguiente párrafo: «El siguiente ensayo está escrito con la convicción de que el anarquismo, aunque

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quizá no sea la filosofía política más atractiva ciertamente es una medicina excelente para la epistemología y para la filosofía de la ciencia».Y en esta línea Feyerabend afirma que la idea generalizada de que la ciencia es la mejor o la única forma de obtener conocimiento de la realidad es propagada por los mismos científicos para preservar el destacado puesto que tienen en nuestra sociedad. Nos recuerda Feyerabend que la idea de ciencia se ha visto modificada profunda y radicalmente muchas veces en su historia. Se han criticado y rectificado, de generación en generación, los criterios de observación, de experimentación, de medición y de verificación, entre otros. En términos generales, el filósofo sostiene que la ciencia, los mitos y la magia se encuentran más cercanos entre sí de lo que la ciencia moderna está dispuesta a aceptar. La ciencia tuvo su función liberadora en la historia

...la idea de ciencia se ha visto modificada profunda y radicalmente muchas veces en su historia. Se han criticado y rectificado, de generación en generación, los criterios de observación, de experimentación, de medición y de verificación, entre otros.

del pensamiento; sin embargo, en la actualidad se ha vuelto tan opresiva como lo fue en su tiempo la Iglesia. Escribe en su artículo Cómo defender a la sociedad de la ciencia que «No se engañe por el hecho de que hoy casi nadie es muerto por sostener a una herejía científica: esto no tiene nada que ver con la ciencia. Tiene algo que ver con la cualidad general de nuestra civilización. A los herejes en ciencia aún se les hace sufrir las más severas sanciones que esta relativamente tolerante civilización tiene que ofrecer». En el citado artículo nos da muchos ejemplos de la labor opresora de la ciencia actual, uno de ellos tiene relación con la medicina china: «Cuando los comunistas chinos se negaron a ser intimidados por el juicio de los expertos y ordenaron traer la medicina tradicional de vuelta a las universidades y a los hospitales, hubo una protesta mundial y se dijo que la ciencia se arruinaba en China. Ocurrió justamente lo contrario: la ciencia china avanzó y la ciencia occidental aprendió de ella». Si finalmente triunfó la ciencia sobre otras formas de explicar la realidad no fue, en


opinión de Feyerabend, por su mayor coherencia lógica sino por su mejor rendimiento tecnológico (el «prodigioso rendimiento» del que hablaba Monod).Y así, en uno de los capítulos del citado Contra el método, afirma: «Por lo tanto, la ciencia está más cerca de la mitología de lo que la filosofía de la ciencia estaría dispuesta a admitir. Es solamente una de las muchas formas de pensamiento desarrolladas por el hombre, y ni siquiera necesariamente la mejor. Es conspicua, ruidosa e impúdica, y además sólo es intrínsecamente superior para aquellos que se han decidido previamente a favor de cierta ideología, o que la han aceptado sin antes examinar sus ventajas y sus límites.Y como la aceptación o el rechazo de ideologías debe ser un asunto individual, la separación del Estado y la Iglesia debe suplementarse con la separación del Estado y la ciencia, que es la institución religiosa más reciente, más agresiva y más dogmática. Tal separación podría ser nuestra única oportunidad de alcanzar

la humanización de que somos capaces pero que nunca hemos realizado en su totalidad». Por lo tanto, que nadie se sienta intimidado si sus creencias más profundas están en contradicción con lo que dice la omnipotente ciencia occidental. Hoy día algunos científicos están corroborando creencias que antes parecían desvaríos de místicos, o de metafísicos, o de ingenuos, o creencias tradicionales carentes de toda base científica, como que la mente puede influir sobre la materia tanto a nivel del observador sobre lo observado, como explica la física cuántica; como sobre nosotros mismos como muestran los experimentos del Dr. Emoto; o que las plantas poseen algo parecido a sentimientos como señalaron Tompkins y Bird. No debemos olvidar que cualquier visión unitaria de la realidad es forzosamente parcial, y por ello mismo engañosa: la visión científica, filosófica, religiosa, psicológica, histórica, etc. Parece que todavía estamos a años luz de que las distintas disciplinas se unan en busca de una visión más amplia de la

realidad. El modus operandi, sea de las ciencias empíricas como de las ciencias humanas, es, a día de hoy, el de no mezclar los enfoques. Ciertamente en un primer momento de la actividad científica esto es muy importante para limpiar la labor de todo aquello que pueda condicionarla, pero debería existir un momento final en el proceso en el que sí se mezclen los enfoques para intentar rellenar los huecos de ese magnífico mosaico que es nuestro mundo, para que no nos tengamos que conformar con una relación de hechos y poder ofrecer un atisbo de explicación.Ya hay estudiosos en los distintos campos de las distintas ciencias que están trabajando en ello, pero todavía son pocos. Quizás sea la única forma de «alcanzar la humanización de que somos capaces pero que nunca hemos realizado en su totalidad», de la que nos habla Feyerabend. Habrá que tener paciencia… y fe, ambas experiencias no plenamente cuantificables por la ciencia. m EL MUNDO DE SOPHIA

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Cristina Arribas Médico especialista en medicina interna.

D Recipientes que contenían ungüentos medicinales.

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urante siglos, Egipto fue un lugar preferente de formación para muchos médicos. Aquellos, provenientes de tierras orientales, destacaban sobre los cirujanos barberos y médicos europeos cuya terapia fundamental eran las sangrías. Parte de esta ciencia fue escrita y legada a través de papiros egipcios y escritos árabes, traducidos al latín y transmitidos hasta el siglo XV, para llegar, más tarde, a las escuelas de Alemania que pudieron conocer algunos de estos secretos. Todavía hoy muchos de sus procedimientos se asemejan a los actuales. En Egipto, la medicina era una ciencia a la vez teórica y experimental; sin embargo, poseía un aspecto hoy olvidado por la época contemporánea: la magia. Ahondemos un poco más en este misterio…

La medicina mágica nació probablemente en Egipto. Se fundaba en el criterio de mantener el cuerpo humano en armonía con el cosmos, en Maat, que era como denominaban ellos a la fuerza que representa el orden universal. Pensaban que durante la enfermedad, el individuo era atacado por una fuerza negativa o divinidad hostil, sin que ésta comportase ningún aspecto moral: el dios curativo no es «bueno», el dios agresor no es «malo». Ambas son expresiones de un mismo poder creador que está presente en todas partes. Así, al actuar el ser humano de forma armónica o caótica sobre lo que le rodea, es él quien acoge y manipula «bien» o «mal» las divinidades que rigen su existencia. Inicialmente el origen de la enfermedad se relacionaba con la diosa Sejmet, que significa «la Poderosa». Cuando se la representaba como una mujer con cabeza de leona, encarnaba el aspecto destructor de Hathor, diosa de la naturaleza. En su contraparte benéfica, en cambio, aparecía como Bastet, en forma de gata. Esta divinidad se simbolizaba siempre con este doble aspecto: apaciguada era dadora de


Medicina vida y prosperidad, enojada podía enviar a los hombres la peste y la muerte. Sólo aquellos que conocían su naturaleza podían, por medio de prácticas y formulas mágicas, tornarla propicia. Los médicos formaban parte del clero y eran considerados sacerdotes de Sejmet. No estaban adscritos a templos en concreto, pues no los había dedicados a esta diosa. Eran expertos sanadores que ejercían su función a partir de los estudios y enseñanzas recibidos en las «Casas de la Vida» de los templos. Respecto a su organización, existía toda una jerarquía. En lo más alto se encontraban los sacerdotes magos Uab, que eran los encargados de conseguir el apaciguamiento de la diosa. Sus actuaciones eran casi exclusivamente actos prodigiosos, milagros en relación a la cura de enfermedades. Los más grandes de estos ostentaban títulos como Mer Hekau («jefe de los magos») y Ur Sunnu («gran médico»), este último se desempeñaba como médico principal del rey. Por otra parte, más cercanos al pueblo, se encontraban los médicos civiles o Sunnu, que ejercían la medicina con criterios técnicos y científicos cercanos a los conceptos e ideas de nuestra medicina actual.

Para convertirse en médico-mago era necesario recibir una iniciación larga y exigente. Sólo a aquellos que demostraban las mejores cualidades se les concedía este privilegio.

Papiro Ebers

Según la visión egipcia, el médico debía poder curar la causa y no el efecto, y por consiguiente, atacar el poder invisible que perturba el organismo para eliminar así la dolencia física. Por tal motivo, debía ser también mago. Magia y medicina iban de la mano, la unión de las dos técnicas permitía llegar a una ciencia del hombre mucho más completa y mucho más amplia. Para convertirse en médico-mago era necesario recibir una iniciación larga y exigente. Sólo a aquellos que demostraban las mejores cualidades se les concedía este privilegio. Este camino estaba oculto bajo símbolos secretos para que sólo los amantes de la sabiduría pudiesen comprender los misterios de la medicina. Los papiros médicos no se dejaban en cualquier mano, pues pertenecían, en realidad, al ámbito de lo sagrado. La formación de los más grandes maestros tenía lugar en Heliópolis, donde el adepto aprendía los encantamientos formulados por el creador mismo del universo

El sabio Imhotep. Fue considerado como el fundador de la medicina egipcia, y autor del papiro Edwin Smith que contiene de curaciones y observaciones anatómicas.

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Instrumental quirúrugico, encontrado en una de las inscripciones del templo de Kom Ombo.

La diosa Sekhmet, «la poderosa».

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al rechazar las fuerzas caóticas. El proceso iniciático era exigente; según los antiguos textos mágicos egipcios, el médico debía salvarse a sí mismo antes de poder curar a los demás. Desconocemos si el adepto debía inocularse realmente la enfermedad para verificar el alcance de sus conocimientos o bien se trataba de pruebas físicas siempre presentes en el ritual de iniciación.Tras este período, el candidato visitaba otras casas de la vida, como la de Sais, donde recibía las enseñanzas de numerosos colegas y maestros. Las divinidades principales le ayudaban en esta tarea. Ra, en persona, le defendía contra sus enemigos visibles e invisibles; Thot era su guía, le transmitía las fórmulas mágicas y enseñaba a los estudiantes para que estos liberaran del mal a aquellos que el dios deseaba conservar con vida. Sin embargo, a pesar de la creencia mágica, la curación también se realizaba por medio de auténticos medicamentos. Así, ocupaba el mismo lugar el tratamiento terapéutico y la recitación de la fórmula o el objeto mágico. La magia y el remedio físico iban íntimamente unidos. El médico preparaba brebajes a los cuales era preciso añadirles una fórmula mágica para darles un alma. Un ejemplo de esto lo encontramos en el Papiro Ebers: «Si la medicina viene, el conjuro de las cosas funestas debe venir también desde mi corazón y mi cuerpo. Las fórmulas mágicas son poderosas obrando al mismo tiempo que las medicinas (…).» (Palabras a decir cuando se tome la medicina).

Debido al proceso de momificación, existía un alto grado de conocimiento del cuerpo humano. Las leyes sanitarias eran estrictas, la higiene era escrupulosamente cumplida y había ordenanzas médicas para vigilar las aguas. Se realizaban complejas operaciones como la de cataratas, la circuncisión e incluso reducciones de hombro y de fracturas.Todo ello era aprendido por los jóvenes estudiantes y por médicos griegos que viajaban para completar su conocimiento en Egipto. Este complemento de su formación podía durar hasta diez años. Todos estos testimonios indican un alto grado de evolución de la medicina que no deja de resultar sorprendente después de tantos milenios. Muchos de estos conocimientos atravesaron las barreras del tiempo y aún hoy se utilizan. Sin embargo, en el momento actual la medicina contemporánea parece haber perdido ese punto de vista, más humano y global del hombre, al que tanta importancia daban los antiguos egipcios. Esto da pie a reflexionar sobre las numerosas dolencias que hoy en día no tienen cura. ¿Será que por correr a pasos agigantados por el sendero de la ciencia, el hombre esté olvidando una parte de sí mismo? Es difícil encontrar la respuesta a esta pregunta. Lo cierto es que el conocimiento de esta antigua cultura y de su creencia en una vida en armonía con el cosmos siempre evoca en nuestros corazones una brisa tenue de nostalgia. m


lo que algunos dijeron sobre...

Los Sueños la vida? s e é u ¿Q r renesí. f el mayo n y U ; ? n a ó i d i c v fic s s la ra, una ño, y lo b e ¿Qué e u m s o s s e a a ión, un a la vid d o t e Una ilus u q s son. equeño; o p ñ s e e u s n , e bi sueños

Pedro

a Barca

n de l Calderó

No extrañeis, dulces amigos, que esté mi frente arrugada: yo vivo en paz con los hombres y en guerra con mis entrañas. Antonio Machado

Sól

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s jo ven usi qui one en sq u e re tiene Anó cue nim rdo o s.

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Yo he vivido porque he soñado mucho Amado Nervo

r l trata a s o u r ingen u que no es e s s o it rn ermiti en un espír a bocanada p s o em un an No pod os. Seorigin o más bien eñ sin los su te humano aleza r u t rl Jung a a n n C e e m d total

La esperanza es el sueño del hombre despierto Aristóteles Muéstrame un obrero con grandes sueños y en él encontrarás un hombre que puede cambiar la historia. Muéstrame un hombre sin sueños, y en él hallarás un simple obrero James Cash Penny

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Alberto Vazquez Figueroa (1936)

Por Elvira Rey

D

espués de más de sesenta títulos publicados, la inspiración de Alberto Vázquez— Figueroa parece no agotarse nunca. Sabe recrear los ambientes de los países que ha visitado y le debe mucho al periodismo, al que dedicó muchos años de su vida interviniendo como destacado en conflictos bélicos. Ha sabido transmitir a los lectores sus experiencias, las que sólo unos cuantos privilegiados como él han sido capaces de vivir con intensidad. Conozcamos a un hombre que es escritor, periodista, inventor y aventurero, pero por encima de todo soñador. Nació en Santa Cruz de Tenerife, en octubre de 1936. Vivió su niñez en África ya que su padre, republicano socialista, fue exiliado allí durante toda la Guerra Civil. Cuando éste mue34

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re, lo recogió su tío que era el administrador civil del fuerte del Sahara español. Entre la lectura en la biblioteca de su tío se despertó su espíritu aventurero. A los dieciséis años regresa a Tenerife para estudiar. Como era un gran nadador se enrola durante dos años en el buqueescuela de Jacques Cousteau. Fue tal el grado de especialización que alcanzó en el mundo del submarinismo que le permitió con el paso de los años fundar las escuelas de buceo de la armada, de la guardia civil, de los bomberos, etc., las cuales todavía hoy siguen plenamente vigentes.

Aunque el buceo le dejó sordo del oído izquierdo, también le permitió, con el dinero obtenido como profesor de submarinismo, trasladarse a Madrid para cursar estudios en la Escuela Oficial de Periodismo, en cuyo transcurso fue requerido por su experiencia como submarinista para el rescate de cuerpos en el Lago de Sanabria por la catástrofe causada por la rotura de la presa de Ribadelago (Zamora). Al no encontrar trabajo tras terminar sus estudios, optó por comprarse un viejo barco y, junto a dos ex-alumnos suyos de submarinismo, dieron la vuelta al mundo en catorce meses; con el material que obtuvo, escribió su primera novela. Sus obras más


Izquierda: El autor en África, país donde residió más de dos décadas.

reconocidas son Manaos y Tuareg del conjunto de más de cuarenta, elaboradas todas con el máximo rigor que le da la amplia documentación recogida tras haber viajado tanto. «Mis novelas —comenta el escritor en una entrevista— están muy documentadas. Yo no escribo nada sobre lo que no sepa, no haya leído o no haya estado en algún lugar mil veces. Los personajes que no sean personajes históricos, son todos fruto de mi imaginación. Por ejemplo en mi novela Tiempo de conquistadores, escribo sobre el Santo Domingo del 1500, cuando se reunían allí Alonso de Ojeda, Pizarro, Colón... Aunque la gente piense que eso es falso, hubo una época, unos meses, concretamente en la primavera de 1504, que en Santo Domingo se reunieron Cristóbal Colón, Vasco Núñez de Balboa, Francisco Pizarro y Hernán Cortés y Alonso de Ojeda. Algunos piensan que eso es imposible pero no lo es. »Si se lee la biografía de cada uno de ellos, se puede ver que todos estaban en el mes de marzo en Santo Domingo en 1504. Todos acudían a la única taberna que allí había que se llamaba “La taberna de los cuatro vientos”. Es coherente pensar que si en un pueblo de 1000 habitantes, tan sólo hay una taberna, ¿dónde iban a ir si no? En esa taberna, se reunieron todos: Cristóbal Colón que ya tenía cincuenta y muchos años, y que venía ya de regreso a España para morir;

Hernán Cortés, con diecinueve, pero que acababa de llegar a Santo Domingo, Pizarro que era el mozo de la taberna». Como corresponsal asistió a acontecimientos clave de todo el mundo. Para La Vanguardia lo fue en las guerras de Bolivia, Chad, Congo, Guatemala, Guinea y República Dominicana, y su disposición y pasión por este trabajo le hacía tener siempre la maleta preparada y la máquina fotográfica lista para salir en cuestión de horas. «La corresponsalía de guerra ha perdido

un poco de romanticismo. Tú vivías la guerra, la transmitías a los demás. Actualmente la está viendo mejor el espectador de Madrid desde su casa, a través de la imagen, porque además tiene más puntos desde donde verla. El periodista no sabe lo que está ocurriendo a 20 Km o a 300. Sin embargo, el espectador desde su casa está recibiendo imágenes de diferentes cadenas y se está haciendo una idea global de la guerra. »El terremoto del Perú, en 1969 fue una de las cosas más

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terribles que he visto en mi vida. Había pueblos totalmente arrasados, cientos de miles de muertos, gente sufriendo y no podías echar mano de todo lo que había allí. Las guerras africanas, por ejemplo, ¿qué hacer? Si ves a un niño de esos famélicos, ¿qué haces, ayudarlo? Si el de al lado está igual, y el otro y el otro y el otro. No puedes hacer nada porque si te llevas a ése, deberías llevarte a 10 millones de niños más. Lo único que puedes hacer es convencerte de que tu deber es escribir sobre lo que estás viendo, sobre lo que está sucediendo y tratar de concienciar a la gente. Porque hoy es un conflicto, pero mañana estarás en otra guerra que nada tiene que ver con el anterior y debes aprender a desconectar». Más tarde, trabajó con tv española en el programa «Cámara viajera» y «A toda plana» con Miguel de la Quadra—Salcedo. Un ambicioso proyecto socialmente interesante fue su invento de un sistema para potabilizar el agua del mar. Invirtió en él gran parte de sus ganancias y estaba pensado para producir agua a un bajo precio y, de paso, para poner fin a la guerra del agua potable. Tristemente, esta iniciativa que al principio despertó gran interés, encontraría su fin debido a la presión de las empresas que venden la mayor parte del líquido en España. 36

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La preocupación de Vazquez—Figueroa por los problemas del mundo le animó a escribir su última novela Coltan. «He pasado más de veinte años de mi vida en Africa, y durante uno de mis últimos viajes, un amigo congoleño me comentó que no me creyera cuanto se decía sobre los enfrentamientos tribales de humus y tutsis en su país, porque detrás de todo ello se ocultaban los intereses de las grandes compañías en torno a un nuevo mineral estratégico». Para un periodista que busca conocer la verdad, éste tema merecía ser investigado. Este mineral es el coltan que es desconocido para la mayoría de nosotros. Es una palabra formada por Columbita y Talantita; de la unión de estos dos elementos se extrae el mineral llamado Tantalio. Es el «oro» de nuestro tiempo, la materia prima de primer orden gracias a la cual nuestro actual sistema tecnológico ha conseguido minimizar el tamaño de los teléfonos móviles, ordenadores portátiles, GPS, MP3, PDAs, televisores de plasma, baterías de larga

duración, así como los satélites artificiales y la industria armamentística a nivel mundial. Todos estos equipos utilizan componentes electrónicos que basan su fabricación en la existencia del coltan. El problema es que es un mineral muy escaso (es por eso que al cambiar de móvil nos piden devolver el viejo para extraer dicho material). Es en el Congo donde se encuentra la mayor parte de coltan de todo el mundo, lo que le está costando importantes conflictos como la sangrienta segunda guerra del Congo que se ha financiado en parte gracias a los beneficios de la exportación del mineral. Aunque muchas veces es dolorosa, la mayor fuente de curiosidades las ha encontrado en el mundo que nos rodea. Quizás sea por eso que a través de los años, su necesidad de denunciar las injusticias del mundo no ha disminuido, y se ha entregado en su trabajo como escritor al servicio de concienciar a las personas, única manera de lograr un cambio real en la sociedad. m


lo que algunos dijeron sobre... Director: Michel Hazanavicius Drama. 2011. FRANCIA.

El Artista

El Artista transcurre en el año 1921 en Hollywood, George Valentin, una estrella del cine mudo al que todo le sonríe con productores de Hollywood y fanáticos rendidos a sus pies. El cine sonoro está por llegar y hay que adaptarse, pero el veterano actor se rehúsa a cambiar, lo que marcará el final de su carrera y lo llevará a caer en el olvido. Conoce por casualidad y se obsesiona con una chica del coro, Peppy Miller en detrimento de su matrimonio, pero la joven bailarina con carrera en ascenso, se convierte en estrella en películas sonoras. Llega la crisis del ‘30, el crash en Wall Street, y el cine mudo pasa a la historia. ¿Cómo sobrevivir luego de tanta fama, cómo adaptarse a cambios tan profundos y cómo dejar el orgullo de lado? La ambientación de la película no tiene fallas artísticas: la música, el vestuario, el casting, desde extras hasta los roles principales, el humor y la cinematografía están todos bien logrados.

La novela de Genji I y II Autor: Murasaki Shikibu Novela que nos transporta a la esplendorosa vida cortesana del Japón de principios del siglo XI. Cinco siglos antes que Shakespeare, esta novela

Ciudadano Sócrates

hace gala de un conocimiento extraordinario del alma humana, de su esencia trágica y cómica. Es una obra magna fascinante, a la altura del Quijote, Guerra y paz o Hamlet, que conjuga la novela de aprendizaje vital, el relato amoroso, la saga familiar y la crónica de costumbres. La historia de Genji se esparce por más de medio siglo, con infinidad de personajes y aventuras, en la que el protagonista, hijo del emperador a quien han alejado del poder desde su infancia, pugna por recuperar sus derechos.

Autor: José Sola Dueso Este libro pretende transmitirnos conocimientos sobre los últimos años de vida de Sócrates. Esta novela está pensada para que

el lector conozca mejor al gran filósofo; quién fue, qué significó para Atenas. Al mismo tiempo, trata de arrojar algo de luz sobre una época convulsa y complicada. Nos ofrece una descripción exhaustiva de la forma de pensar y de los últimos años de vida de Sócrates, incluido su juicio. Es un acercamiento a uno de los periodos de la historia de Atenas más convulsos y complejos, y al mismo tiempo una introducción a una época de riqueza filosófica sin parangón. EL MUNDO DE SOPHIA

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Cartas a un joven idealista

LA PUREZA

Herminia Gisbert Doctora en Filosofía de La Educación

Querido Jorge: Mi querido amigo de mil rostros, desde hace unos días viene rondándome una diosa sin igual, nívea como el manto de nieve que cubre la tierra en los rigores del invierno; liviana como una pluma de ave, tanto que por mucho que se meza en el viento jamás llega a rozar el suelo; cantarina y contagiosa, como la risa inocente de un niño cuando rebosa felicidad… Una diosa un tanto desconocida en la actualidad, o mejor dicho, mal conocida y tergiversada como tantas otras cosas que nuestro mundo hoy ha deformado con el lúgubre manto de la mediocridad… Una diosa repleta del poder que ella misma emana y que no es otro que la Pureza. Ya puedo imaginarme la sorpresa escrita en tus ojos al hablar de esta virtud.Y es que, como en tantas otras cosas, la tiranía de la moda hace que algunas ideas queden proscritas de nuestras 38

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vidas cual si de un malhechor se tratase... y nada más alejado de la realidad A lo largo de las edades, las ideas acuñadas por un movimiento de vanguardia, sea el que fuere (político, religioso, ideológico…), van calando en la conciencia de los hombres, impregnando todo lo relacionado con ello, con su tono peculiar. En el caso que nos trae, la pureza como virtud capital del cristianismo está íntimamente asociada a la castidad, la virginidad, y a su contrario «el pecado de carne».Y nada más lejos de mi intención, que hablar de la pureza en tan limitado y resbaladizo contexto. Para enfocar nuestra visión haremos un breve recorrido por su mítico origen, pues como ya hemos hablado en otras ocasiones, la mitología griega es una fuente inagotable de claves psicológicas con las que entender los procesos del alma humana.Veamos. Astrea es el nombre que los griegos dieron a la deidad virgen de la inocencia y la pureza.


Nacida del gran padre Zeus y de la diosa de la Justicia,Temis, se la suele representar envuelta en una aureola luminosa, portando en sus manos una antorcha de fuego y los propios rayos de su padre Zeus. Según la tradición mítica, no solo de griegos sino también la expresada en los Vedas del hinduismo, la cosmogonía o historia de la creación del mundo, ha pasado por diversas edades o yugas. Todos coinciden en que en el origen de los tiempos la tierra estuvo iluminada por una Edad de Oro regida por la virtud, en donde dioses y hombres convivían armónicamente, la justicia reinaba soberana, la pureza brillaba con gloria inmarcesible y la prosperidad y la abundancia derramaban sus dones por doquier. La tierra y todas sus criaturas vivían en equilibrio y armonía. Sin embargo, esta edad luminosa dio paso a la Edad de Plata debido a que una cuarta parte de la virtud y la justicia desaparecieron de la tierra, siendo ocupado su lugar por la injusticia y el egoísmo. No obstante, la tierra aun seguía siendo próspera y fecunda, aunque sólo si los hombres la cultivaban. En esta era, todavía una gran parte de la humanidad vivía en paz. La siguiente Edad de Bronce se caracterizó porque de las cuatro partes que al principio estaban armónicamente concebidas, solo la mitad seguía intacta, mientras la otra mitad fue reemplazada por sus opuestos. Así, bien y mal, justicia e injusticia, rectitud e iniquidad, generosidad y egoísmo, pureza y corrupción se equipararon en partes iguales. La guerra hizo su aparición en el horizonte del mundo y la maldad logró abrir brecha en el corazón de los hombres.Todavía en

el dolor había esperanza y aun en la guerra brillaba el honor… Es al final de esta Edad de Bronce, cuando según el mito, Astrea, la última de las diosas que convivía con los mortales, junto con su hermana el Pudor, y su hija, la Tranquilidad del espíritu, decidieron abandonar el mundo. Sus templos, otrora pletóricos de vida, yacían ahora desiertos, mientras que sus altares, vacíos de ofrendas, eran sepultados bajo la espesa maleza del olvido. Exiliada al cielo de los dioses, su padre Zeus decidió convertirla en la constelación de Virgo, para que su luz pudiera todavía seguir inspirando la pureza de corazón en los inconstantes seres de un día. Y es así como hizo su aparición la oscura Edad del Hierro. Una edad que sin la protección de estas divinas esencias en la tierra, el hombre quedó desamparado y huérfano de Dios. A partir de entonces la injusticia, el infortunio y la perversidad reinaron por doquier y la trágica Edad de Hierro de los griegos o el kali yuga de los hindúes se enseñoreó de la tierra y del corazón de los hombres. Te transcribo un fragmento del Vishnu Purana en donde describe este periodo oscuro de la siguiente manera: «En el kali-yuga, ha-

Arriba: La diosa Astrea, divinidad griega de la pureza.

Izquierda: Los cuatro yugas o Edades del mundo, según la concepción hindú.

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Según el mito, Zeus convirtió a la diosa en la constelación de Virgo.

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brán numerosos gobernantes luchando por el poder entre ellos. Ellos no tendrán carácter. La violencia, las mentiras y la inmoralidad estarán a la orden del día. La piedad y la naturaleza del bien se desvanecerán lentamente. La autosatisfacción egoísta se disfrazará de espiritualidad. La pasión y la lujuria serán la única atracción entre los sexos. Las mujeres serán meros objetos de placer. La mentira se convertirá en la usual moneda de cambio para la supervivencia. La gente culta será ridiculizada y puesta en vergüenza; en el mundo la ley del más rico y ambicioso será la única ley»… No sé qué pensarás tú, pero la verdad es que cuando leo este u otros fragmentos similares que describen la Edad de Hierro, un escalofrío recorre mi piel golpeándome con el mazo de la cruda y violenta realidad que veo a mi alrededor. Despiadadas imágenes que inundan nuestros periódicos cada mañana, comportamientos que denigran la condición de «seres humanos», nefastos hábitos psicológicos aposentados en la conciencia como «normales», la morbosa seducción de todo lo feo, grotesco, soez y vulgar erigiéndose en «moda»… los espeluznantes gritos de miedo y desolación que aquejan a una gran parte de la humanidad… Y sin embargo, aun a pesar de tanto dolor, angustia y sufrimiento, en lo más pro-

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fundo de mi ser, no puedo evitar sentir que algo está empezando a cambiar. Que cada vez somos más las personas que hartas de tantos desatinos, apostamos nuestra vida por un retorno de aquellos valores atemporales que hicieron que el mundo y los hombres viviéramos alguna vez esa mítica Edad Dorada. Aunque todo a mi alrededor me diga que eso es pura utopía, o incluso algunos pudieran tacharlo de fantasía y desatino, y aunque mi propia mente pragmática se sienta tentada de ponerlo en duda…, tengo que decirte que si hago el vacío en mi interior y escucho en el silencio el latido perenne de mi corazón, una voz certera y profunda me susurra, que si ha existido una ocasión tan oportuna como necesaria para que la Pureza retorne a la tierra, es justamente ahora. Este es el momento adecuado, pues nunca te olvides que cuando la oscuridad llega a su máximo cenit es precisamente en ese instante cuando comienza a amanecer. Retomando nuestro argumento mítico, es curioso cómo a lo largo de la historia de esta Edad de Hierro, en la cual todavía estamos inmersos (es fechado su inicio allá por el año 3.102 a. C) el gran poeta Virgilio, tomando un vaticinio de la Sibila de Cumas como sacerdotisa del dios de los oráculos, Apolo, dejó inscrita un égloga que profetizaba el retorno de la Edad de Oro.


Dice textualmente: «Ya viene la postrera edad de la profecía de la Sibila de Cumas; de nuevo aparece la gran serie de signos.Ya vuelve también la virgen Astrea, y vuelve el reinado de Saturno, ya una nueva generación desciende de lo alto del cielo. Dígnate tú, casta Lucina (diosa que regía los partos), velar por el nacimiento del niño, por quien se extinguirá la raza de hierro y en el mundo entero resurgirá la raza de oro». A lo largo de la historia, muchos han sido quienes han tratado de dilucidar quién es ese «niño» al que se refiere la gran Sibila. Desde el propio Virgilio que lo interpretó como la renovación sociopolítica que comenzaría bajo el reinado de Augusto, hasta los padres de la iglesia que vieron en él la venida de Jesús o como ya en época renacentista con la reina virgen Isabel I en Inglaterra (1533-1603), o con Felipe IV en España 1605-1655) o la emperatriz Catalina la Grande (1729-1796) en el imperio ruso. La verdad es que más allá de interpretaciones particulares, debemos prestar atención a las leyes que rigen el lenguaje oracular, mucho más simbólico que pragmático, mucho más poético que prosaico, mucho más intuitivo que racional, y dejarnos llevar por nuestro propio instinto espiritual, por esa voz insonora que subyace en nuestro interior y de la cual nos hablaron todos los grandes sabios de la humanidad. En mi humilde opinión, la parte más interesante del oráculo, no es saber de la mano de qué o de quién vendrá Astrea, pues eso también es una

forma de personalizar nuestra fe y limitar nuestra esperanza. Pienso que lo más importante es saber que su retorno será la señal que anunciará la aurora de un tiempo nuevo, trayendo una auténtica y profunda renovación, una transmutación espiritual que convertirá, cual alquimista, el hierro de nuestra naturaleza material en el oro de nuestro divino espíritu inmortal. Hacer todo cuanto esté en nuestras manos para que la divina Astrea regrese a habitar nuestro mundo, pienso que es tarea de todos, y contribuir conscientemente a su retorno es el luminoso privilegio de los que nos sentimos despiertos. Hay un dicho que desde hace mucho tiempo acompaña mis pasos en el sendero de la búsqueda de la sabiduría, que dice que aquello en lo que se cree firmemente, aunque no exista, se crea. Aquellos que me conocen saben que confío profundamente en la naturaleza invicta del espíritu humano. Estoy firmemente convencida de que aquello que uno se propone, puede llegar a conseguirlo, más tarde o más temprano en virtud de su propio esfuerzo; sobre todo si no olvidamos que es uno el que hace su propia vida y no la vida la que le hace a uno. Para mí la pureza es tal vez el estado más elevado del alma, pues ella es como un rayo de luz blanca que al pasar por un prisma se descompone en todos los colores que conforman el Arcoíris. Unos colores con su correspondiente longitud de onda y por lo tanto matizados en diversos aspectos. Aspectos que como en el Noble Óctuple Sendero de Sidharta Gautama, el Buda, nos ayudan a recorrer con éxito el camino de la sabiduría.

Izquierda: La Sibila de Cumas, según Miguel Ángel.

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En la Pureza está contenido el recto pensar, pues libremente y con conocimiento de causa ha elegido de entre todas las posibilidades, escoger la mejor. La opción más luminosa, la más esperanzadora, la que más reconforta al alma (recordemos que es madre de la tranquilidad de espíritu), la más limpia… sin importarle que pueda ser la más difícil… En la Pureza están contenidas las rectas intenciones, aquellas que marcan nuestros objetivos fijados por nuestra conciencia, más allá de las torpezas o los tropiezos que puedan surgir por el camino… Aquellas intenciones que, como dirían los maestros egipcios, serán pesadas en la balanza de Maat cuando crucemos a la otra orilla y que designarán el camino ascendente o descendente a seguir… En la Pureza está contenida la sublimación de la inocencia infantil, pues ella conoce de traiciones y desengaños a lo largo de la vida, pero no obstante ha decidido permanecer intacta, como si constantemente renaciera de nuevo y la eterna juventud fuera para ella un hecho consumado… De esta forma, lo que es el inconsciente don de la inocencia en el niño, se convierte luego en la consciente virtud de la pureza en el corazón del hombre adulto. En la Pureza está contenida la dación genero-

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sa y el servicio altruísta: la acción sublime por Amor que no busca la propia autosatisfacción, sino tan solo hacer el Bien. Tal vez las obras regidas por la pureza no sean las más convenientes políticamente hablando, las que reporten más beneficios, ni las más aplaudidas por la multitud, pero si serán las más acordes con la naturaleza espiritual de nuestro ser inmortal, y por lo tanto aquellas que nos permitirán cada noche de nuestra existencia… dormir en paz con la Vida. En la Pureza están contenidas la bondad y belleza de sentimientos, porque usando su mágico poder, ha logrado transmutar las emociones personales, instintivas y pasajeras, hijas del fugaz arrebato, en sentimientos del alma, profundos y duraderos, hijos de la conciencia despierta en busca de su realización espiritual. En la Pureza están contenidas las rectas palabras que como divino bálsamo reconfortan a quienes las escuchan, trayendo a sus almas los ecos de un lenguaje ha largo tiempo olvidado, pero que traen viejas reminiscencias, recordándole al alma su divino origen y su luminoso destino final en el rio de la eternidad… En la Pureza están contenidas las sonrisas y los llantos, las alegrías y las penas, las victorias y las caídas, los sabores y sinsabores… el alma entera entonando un canto de Gloria, pues en ella está englobado «todo el espectro de la Vida. Cientos de matices diferentes entre sí, con un denominador común: la pureza de corazón, la nobleza del alma, la bondad de intenciones, la rectitud de pensamientos y palabras… En una palabra, el alma sin mácula ni pecado, sin culpa ni arrepentimiento. El alma en su estado primigenio recién salida del seno del divino Artífice. Hoy siento más que nunca la necesidad de devolver a Astrea al legítimo pedestal que le corresponde en el templo de la conciencia de los hombres y de los pueblos. Por ello, en este inicio de ciclo, levanto mi copa por esa rara cualidad en los tiempos que corren, pero que convierte a quien la vive en un favorito de los Dioses, en un faro que brilla en la tormenta y en un heraldo del Tiempo Nuevo que está por venir.m


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