Smart Beauty (Elisa Bonandini)

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COLECCIÓN

NATURAL BEAUTY



ELISA BONANDINI

t r a Sm auty Be CREA

TU

MEJOR

IMAGEN

U N A G U Í A P R Á C T I C A A T O D O C O L O R PA R A D E S C U B R I R Y LUCIR TU AUTÉNTICO ESTILO


EIFIS Ediciones ¡Llena tu vida de nueva energía! Título original en italiano: Smart Beauty Primera edición: Noviembre 2021 © Copyright 2021 EIFIS Ediciones Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro podrá reproducirse bajo ninguna forma salvo autorización escrita del editor. Texto: Elisa Bonandini Diseño de cubierta: Alice Baronio Imágenes: Shutterstock.com, Pixabay.com, Pinterest.com, Thetrenddiaries.com Traducción: Luz Monteagudo, luzmonteagudo@gmail.com Corrector: Ricardo de Pablo, rdepablo@rdepablo.com Art Director: Davide Cortesi Proyecto Gráfico: Golden.Brand Communication © EIFIS Editore srl Viale Malva Nord, 28 48015 Cervia (RA) – Italia www.eifis.it - segreteria@eifis.it ISBN: 978 88 7517 308 1 Impreso en Cofás Artes Gráficas, Móstoles Los editores no se hacen responsables del empleo de la información contenida en este libro. Antes de comenzar cualquier régimen de alimentación o programa de ejercicio físico, recomendamos consultarlo previamente con el médico de cabecera y hacerse un chequeo médico completo. FSC® es una organización internacional sin ánimo de lucro creada para promover la gestión responsable de los bosques del mundo. Los libros que llevan la etiqueta FSC® están certificados de forma independiente para garantizar a los consumidores que proceden de bosques gestionados para satisfacer las necesidades sociales, económicas y medioambientales de las generaciones presentes y futuras, así como de otras fuentes controladas. www.fsc.org


Dedicado a Lidia. Dedicado a Alexander.


ÍNDICE

Introducción 10

1 - EL CONCEPTO DE BELLEZA ¿Qué es la belleza?

18

¿Cuándo nace el concepto de belleza?

19

¿Cómo varía la percepción de la belleza en el tiempo y de país a país?

22

¿Existe una belleza universal?

26

Belleza occidental

28

Cánones de belleza y estereotipos

29

Imagen personal e impresión

31

El viaje a la búsqueda de tu auténtica belleza

32

2 - LOS COLORES La armocromía

38

Colores primavera

42

Colores verano

44


Colores otoño

46

Colores invierno

48

El subtono de piel

58

Descubre tu subtono de piel

60

Test del subtono de piel

62

Las características de los colores

68

Descubre tu estación de referencia

71

Colores para subtonos cálidos

74

Colores para subtonos fríos

78

Los colores universales y el falso mito del negro

84

Cabello, maquillaje y bisutería: cómo utilizar tu paleta de colores

86

Cómo introducir y combinar tus nuevos colores

89

3 - EL ROSTRO Rostro y comunicación

94

La geometría y el estilismo del rostro

96

Test de la forma del rostro

100

Tamaño del rostro

142


4 - EL MAQUILLAJE Y LOS CUIDADOS DE BELLEZA El triángulo social

150

Cuidados de belleza: consejos para cuidar el rostro

152

El maquillaje corrector

154

Mirada

164

Labios

170

Envejecimiento de la piel

173

Cómo rejuvenecer el rostro

175

Últimos toques para un cuidado perfecto

176

5 - ESTILISMO CORPORAL Las tipologías físicas

182

El baricentro

186

Las cinco formas corporales

187

Test de la forma corporal

188

El poder de las líneas en el vestuario

210


6 - EL ESTILO ¿Qué es el estilo?

216

Comparación de estilos

217

Cómo encontrar tu propio estilo

242

7 - CONSEJOS PRÁCTICOS Cómo vestir low cost y a la moda

248

Cómo parecer más decidido

252

Cómo parecer más joven y a la moda

256

Cómo parecer más delgado en siete pasos

260

Cómo reorganizar el armario en diez pasos

262

Conclusión 264 Agradecimientos 266 Bibliografía 268 Seguimos en contacto

270


INTRODUCCIÓN

De pequeña amaba dos cosas: dibujar y leer. Dibujaba personas y, para cada una de ellas, inventaba una historia, una verdadera identidad. En función de su aspecto, imaginaba el trabajo que podría tener, y elegía un nombre que escribía al lado de la silueta. A veces, apoyada en la ventana, calcaba las fotos de moda de las revistas, y después me divertía cambiando algunos detalles —el color del pelo o de los vestidos, el bolso, los zapatos…— porque pensaba que así estarían más guapas. Hice una cantidad extraordinaria de este tipo de dibujos, creo que miles. ¡Cómo me gustaría volver a verlos hoy! Lamentablemente, no los conservo. Por entonces, no sabía que existía el trabajo que realizo en la actualidad, ni siquiera remotamente. Esta profesión llegó a Europa al inicio de los dos mil, mucho tiempo después de haberse establecido en países como el Reino Unido y los Estados Unidos, donde ya a finales de los años ochenta surgieron los primeros «asesores de imagen» tal como los entendemos hoy. Siempre pienso con ternura en la niña que fui, y me pregunto si esos

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dibujos míos fueron los «precursores» de esas pequeñas semillas que estaban brotando en mí, y que hoy, casi treinta años después, han cobrado vida. A medida que fui creciendo, no dejé de cultivar mi pasión por el dibujo, por la creación de cualquier cosa relacionada con la belleza, y me inscribí en el Instituto Artístico. Allí dibujé mucho y estudié Historia del Arte, una asignatura que siempre me ha apasionado. Fueron unos años maravillosos y despreocupados en los que pude satisfacer mi deseo de creatividad por el simple placer de hacerlo, sin pensar en lo que vendría después. Después del Instituto Artístico asistí a la Facultad de Arquitectura. Para ser sincera, lo que más me gustaba era dibujar elementos de arte figurativo y ropas, pero mis profesores del Instituto y mis padres dijeron que tenía que asistir a una facultad que me aportara cierta formación académica. Así lo hice, y me licencié en Arquitectura en la Politécnica de Milán en 2004. Sin embargo, después de obtener la licenciatura, veía que me faltaba algo. Ya no sentía en mí la chispa de la creatividad, aquella

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que me había acompañado durante tantos años, desde la infancia a la adolescencia, inclinada sobre el papel para dibujar lo que me gustaba y hacía feliz. Los estudios de arquitectura no me ofrecían el estímulo para continuar en ese camino, pero consolidaron mi amor por lo bello, por la armonía, los colores, las formas y la imagen. Mi primer trabajo después de obtener la licenciatura fue en una galería de arte de Milán. Han pasado muchos años desde aquella primera experiencia profesional; y en los diferentes trabajos que he realizado no siempre he sido fiel a mi naturaleza artística. He experimentado otras cosas, he viajado, divagado…, pero, finalmente, volví a mi esencia cuando, por pura curiosidad y como consecuencia de mi crecimiento personal y profesional, fui a dar con unos cursos de asesoría de imagen y algunas publicaciones, principalmente extranjeras, sobre ese tema. Asistí a los cursos con la ligereza y el entusiasmo del que hace algo por curiosidad y como alimento intelectual, y no con la obligación de ganarse la vida con ello. De hecho, en aquella época contaba con un trabajo seguro. El estudio de las técnicas de asesoramiento de imagen por simple interés personal se transformó después en un deseo de profundizar cada vez más en ese campo. La emoción creativa latente subió de nuevo a la superficie, junto con el deseo de transmitir a los demás aquello que estaba aprendiendo por mí misma. En ese año de especialización en asesoría de imagen, tuve la suerte (y la tenacidad, si se me permite decirlo) de poder transformar esta pasión redescubierta en un trabajo… y, de repente, ¡me convertí de nuevo en una niña!

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Las personas imaginarias que dibujaba de pequeña hoy son personas reales, y el juego se convirtió en una misión: ayudar a los demás a sentirse mejor consigo mismos, poniendo mi intuición, creatividad y amor por la belleza, en el sentido más amplio del término, al servicio de aquello que me emociona y hace feliz. Este libro se ha escrito con el objetivo de divulgar tanto la importancia de cuidar la imagen personal como las técnicas necesarias para ello, así como con el de compartir mi conocimiento y experiencia personal en este ámbito. Quiero ser una guía para que empieces a ser más consciente del potencial de tu imagen y, de ese modo, puedas mejorar en todos los ámbitos de la vida. El de la imagen exterior no difiere de otros campos de estudio. Cuando deseamos aprender a usar un nuevo programa informático o comprender la dinámica de una determinada materia, ¿qué hacemos? Leemos libros, asistimos a cursos y consultamos a los profesionales que pueden enseñarnos a adquirir los conocimientos deseados. Con la imagen exterior sucede lo mismo: saber vestirse, maquillarse o presentarse no es una simple cuestión de gusto personal. Conocer las técnicas para armonizar la propia imagen en su totalidad es como aprender a preparar una receta: una vez que sabemos cuáles son los ingredientes y los pasos correctos, hay que ponerla en práctica, sin olvidar añadir al final una pizca de nuestro propio estilo, el famoso «ingrediente secreto». El objetivo de este libro es que el lector sea consciente de sus

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propias características físicas para que pueda alcanzar un alto nivel de armonía general, puesto que nuestra imagen no se percibe en compartimentos estancos, sino en su totalidad. Una imagen agradable y armoniosa no se logra mediante la abstracción, inspiración o casualidad, sino con método. Picasso dijo: «Aprende las reglas como un profesional para poder romperlas como un artista». Las imágenes cuentan con sus reglas de composición, al igual que sucede con una sinfonía, una fórmula matemática o un compuesto químico. Dominar estas reglas significa conocerse más a fondo, saber qué elegir sin verse condicionado por lo que los medios de comunicación y la moda nos imponen, y tener más seguridad cuando alguien critica nuestro aspecto. Las características físicas que nos identifican son las singularidades que hemos de destacar. La estructura de este libro sigue el procedimiento de un asesoramiento de imagen real, de manera que el lector pueda llevarse a casa información útil y consejos totalmente prácticos y sencillos para aplicarlos en función de sus propias características físicas.

Smart Beauty es una herramienta de iniciación. Gracias a ella podrás empezar a elaborar tu estrategia de imagen con el objetivo de crear la armonía estética personal que te identifique, es decir, tu firma personal. Elisa Bonandini

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Pie de foto Federica Tavilla

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EL CONCEPTO DE BELLEZA El ser humano es una criatura estética antes incluso que ética. (Joseph Brodsky)


¿QUÉ ES LA BELLEZA? La idea que cada uno de nosotros tiene de la belleza es muy personal, pero solo hasta cierto punto. Creemos saber qué es, pero, apenas empezamos a profundizar, encontramos dificultades para definirla. ¿Qué es la belleza? ¿Cuál es su función? ¿Cómo reconocerla y, tal vez, proyectarla? ¿Quién decide cuáles son sus cánones? El concepto de belleza está profundamente vinculado al de naturaleza: a sus formas, colores, olores, sonidos y sensaciones. Está vinculado a los conceptos de armonía, simetría, orden y proporcionalidad, en contraposición al caos. La idea de que la naturaleza es obra de un Dios supremo, que le ha dado forma creando leyes y reglas universales, es tan antigua como la humanidad: el ser humano, al contemplar la naturaleza, extrapola sus secretos y los emplea en beneficio propio. La belleza está relacionada con los sentidos, con lo que somos capaces de percibir, y los estimula. Los sentidos se han desarrollado para ayudarnos a interactuar con el medio que nos circunda, para reconocer potenciales fuentes de placer (oportunidades) y dolor (amenazas), en relación con nuestro código genético. En la historia de la naturaleza, se considera bello aquello que es fuerte, victorioso, peligroso, a veces incluso atemorizante, monstruoso y letal. Rige la ley del más fuerte. A través del tiempo, ser «fuerte» casi siempre coincide con ser «bello». Es bello aquello que enciende en el ser humano y en el animal el deseo de poseerlo, de unirse a él para procrear. Es bello aquello que suscita asombro y emoción.

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La palabra francesa para referirse al asombro, étonnement, nos da una mejor idea del concepto: la sensación de perderse en el objeto contemplado. O sugiere la emoción de entrar en contacto con algo peligroso que puede dañarnos gravemente, e incluso costarnos la vida: la fascinación del mal, el poder hipnótico que paraliza y somete.

¿CUÁNDO NACE EL CONCEPTO DE BELLEZA? La belleza nace en los albores de la humanidad, cuando los sentidos se usaban para sobrevivir, buscando aquello que hacía la vida más placentera y segura, y evitando lo que la amenazaba y la volvía dolorosa. La belleza era sinónimo de gran valor e importancia para la supervivencia, no solo de placer estético: una mujer capaz de traer al mundo hijos sanos y fuertes; un hombre visto como gran cazador y guerrero; un animal que podía alimentar a toda una comunidad; un depredador capaz de exterminar…, todos eran objetos de deseo, tanto positivo como negativo. Si consideramos la vida decenas de miles de años atrás, es evidente que la escala de valores era muy diferente a la de hoy: alimentarse, defenderse, curarse, abrigarse, protegerse, aparearse, procrear, criar hijos. Los sentidos estaban programados para señalar todo aquello que podía ser útil o relevante. Puesto que el ser humano es un animal social, la comunicación entre los diferentes miembros de la comunidad era esencial para la convivencia y supervivencia.

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Imágenes, esculturas, símbolos, gestos y sonidos servían para comunicar, estableciendo así algunos modelos y conceptos en el tiempo, tanto para aquel momento como para la posteridad. Aquello que lograba comunicar del modo más eficaz se convertía en lo «más bello», en modelo de referencia. Este modelo debía representar de un modo bastante preciso la naturaleza con un cierto grado de abstracción, o tal vez generalización, omitiendo detalles no determinantes. En un mundo lleno de peligros, la comunicación tenía que ser muy rápida; y la representación de la naturaleza, muy esquemática, casi simbólica. Como en todas las culturas, los más valientes, los maestros, enseñaban sus artes a los menos valientes, estableciendo así algunos cánones. Sujeto y objeto eran siempre personas o cosas vistas con la mirada de todos los días: un valiente cazador y guerrero, una mujer fértil y hermosa, un animal de caza o de cría, un depredador, una flor que atraía por su colorido, su forma o su perfume, un árbol, un río… A través de los milenios, la representación de la naturaleza y la comprensión de sus leyes se han vuelto gradualmente más sofisticadas y abstractas. De las sencillas representaciones físico-simbólicas se pasa gradualmente a las metafísicas y a las leyes fundamentales del universo, que permitían prever los acontecimientos y planificar con antelación. El ser humano ya no se contentaba con simples representaciones de imágenes e indagaba, tomando como referencia los movimientos de los astros y los ciclos de la naturaleza, sobre las leyes básicas. Cuantas más leyes descubría, más se convencía de que estas no solo se aplicaban a estrellas y planetas, sino también a su propio cuerpo. A partir de Pitágoras, el mundo ya no estaba hecho de imágenes, sino de números y proporciones. En el centro ya no estaba la mera forma física, sino las leyes que la gobernaban. De la física a la metafísica. La naturaleza se describía mediante números que expresaban órdenes,

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tamaños y proporciones, así como la armonía entre estos. La belleza manifiesta era la representación de una belleza ideal contenida en números, proporciones y ecuaciones: es el llamado canon, del tratado homónimo de Policleto, escultor griego del siglo v a. C. El canon se entendía como conjunto de proporciones matemáticas que constituían la base de la perfección estética y la armonía. La perfección no se hallaba en los materiales ni en las formas, sino en las proporciones entre las diferentes partes individuales, y entre cada parte y la totalidad. Las proporciones correctas y la simetría, en contraposición a la asimetría, eran la base de la belleza. Este fue el primer tratado que teorizó sobre el tema de la belleza y la armonía del cuerpo humano. Se han probado diferentes combinaciones de números que podrían constituir la base de la belleza, pero solo una está constantemente presente también en la naturaleza, y es la sección áurea, también llamada «proporción divina», en la que el 1 equivale a 1,618 (phi). El número phi es el símbolo de la proporción áurea; phi es también la letra inicial del nombre griego de Fidias (Phidias), el arquitecto y escultor que la empleó en sus obras. El rectángulo áureo fue utilizado después por arquitectos, escultores y pintores como base de sus obras: lo encontramos en el Partenón; en La Mona Lisa o en El hombre de Vitruvio, de Leonardo da Vinci; también en la Venus de Botticelli, por citar algunas. A partir del periodo clásico, de hecho, se convierte en una constante en el mundo artístico, y los artistas del Medievo y el Renacimiento —y hasta Le Corbusier, ya en el siglo xx— lo utilizarán en sus obras. Ahora y siempre, nuestra percepción muestra una preferencia natural por las formas que se ajustan a la proporción áurea.

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¿CÓMO VARÍA LA PERCEPCIÓN DE LA BELLEZA EN EL TIEMPO Y DE PAÍS A PAÍS? En cada periodo histórico, la belleza es hija de su ambiente. Los objetos de placer y dolor se transforman a partir de nuevas conquistas, inventos, movimientos religiosos, guerras, epidemias u otras catástrofes. La belleza cambia en función de lo que es importante para la comunidad. La sociedad, a medida que evoluciona, usa instrumentos cada vez más sofisticados para expresarse, desde las pinturas rupestres a la fotografía. Desde las necesidades básicas de los cazadores inmersos en la naturaleza a las de las dinastías de empresarios, banqueros y líderes políticos, también depredadores en sí mismos, el recorrido ha sido largo. Desde el placer material de la satisfacción en una estrecha simbiosis con la naturaleza, se ha pasado a placeres cada vez más inmateriales y virtuales, casi totalmente independientes de ella. El ser humano, dominador indiscutible del planeta, se convierte en architectus mundi, rompiendo progresivamente su vínculo con la naturaleza. Arte y belleza, que hasta hace poco eran figurativos, se vuelven no figurativos, abstractos. La naturaleza, que antes era la máxima expresión de armonía y belleza, ha dado paso al ser humano, que se autoproclama ser supremo, capaz de decidir al margen de la creación. De las leyes de la naturaleza se pasa a las de las emociones y el pensamiento humano, y a sus mundos virtuales, donde todo es posible. La visión de la Antigua Grecia expresaba en la Kalokagathia (bello = virtuoso) un equilibrio entre el aspecto estético, los valores y las virtudes interiores. Lo bello es bueno, mens

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sana in corpore sano; la armonía perfecta entre el ser y el aspecto externo, en la que ni uno ni otro deben prevalecer, fue el eje del concepto de belleza hasta finales del siglo xix. Cuando la humanidad somete al mundo, la naturaleza se convierte en una mina por explotar. El materialismo de la era de la industrialización rompe definitivamente esta visión de que la belleza exterior se corresponde necesariamente con la belleza interior, nacida de una profunda comprensión de la naturaleza de las cosas. Todo es materia, el ser humano puede disponer de ella como considere, y la belleza se convierte en ostentación de la propia riqueza, del poder, del intelecto, con la máxima subjetividad y libertad. Ya no importan las leyes de la naturaleza, tan solo las del hombre, lo que este piensa y siente. Hasta la llegada de internet, los cánones de belleza pasaban por ósmosis de una élite económico-cultural al resto de la población. De los años ochenta en adelante surge una progresiva vulgarización y banalización del concepto de belleza. A la élite se le unen ahora los líderes empresariales que, con sus expertos en marketing, tratan de explotar al máximo el mercado global gracias a su poder económico y a los nuevos medios de comunicación. La enorme disponibilidad de datos de usuarios, provenientes de sus perfiles en las redes sociales, posibilita el desarrollo de tendencias y modas de usar y tirar, así como la creación de nuevos iconos fashion. Nacen conceptos como lujo accesible y marca personal. El culto a la imagen ha encontrado el instrumento perfecto en las redes sociales, que favorecen todo tipo de exhibicionismo y voyerismo. La falta de conciencia de uno mismo y de equilibrio interior convierte el juicio de los demás en el único instrumento de medida. Cada etnia tiene su particular interpretación de lo que es bello. La concepción de la belleza de un pueblo está relacionada con aquello que, para dicho pueblo, es relevante para la convivencia y

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supervivencia. Solo lo que es relevante es continuamente comunicado y codificado mediante símbolos, formas, colores, gestos y sonidos. Esto dependerá en gran medida del ambiente en que se vive y de la exposición a influencias de otros países. A lo largo de los siglos, para sobrevivir al frío clima de Noruega, el ser humano ha adoptado un modo de vida necesariamente diferente al de quienes viven en los desiertos del norte de África o en las junglas amazónicas. Las características físicas, los modelos de comportamiento, la indumentaria y los utensilios que en un entorno garantizan la supervivencia, en otro supondrían la muerte. Las cabezas olmecas, las bailarinas de los templos hinduistas, las estatuas egipcias y grecorromanas, los frescos del Renacimiento italiano… son todos bellos. Cada pueblo tiene sus propios cánones de belleza, los cuales tal vez no gusten a otro pueblo. Históricamente, en la mayoría de las etnias, lo demasiado diferente, lo extranjero, ha sido siempre percibido con desconfianza, como una amenaza, y se ha convertido en algo marginado cuando no perseguido. Solo al inicio de la globalización se inicia un proceso de fusión de estilos de diferentes culturas, proceso que ha dado lugar a una mayor tolerancia y apertura mental. En el mercado actual, las empresas globales incitan a una armonización, a veces homogenización, del consumo para crear y afirmar sus marcas. El desarrollo digital está acelerando este proceso. Inevitablemente, las nuevas generaciones perderán buena parte de las tradiciones de sus pueblos de origen en favor de tendencias y fenómenos globales creados y puestos en el mercado por multinacionales. Con el paso de los siglos, los cánones de belleza se han convertido cada vez más en coto vedado de ricos y poderosos, instrumentos de

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poder para someter al 97 % de la población restante a sus intereses económicos. Los estándares de belleza eran los propios del pueblo victorioso que dominaba mar y tierra. Desde la antigüedad, cada superpotencia ha dejado sus propias marcas: persas, griegos, romanos, españoles, franceses, ingleses, alemanes, turcos, árabes, chinos, japoneses y estadounidenses. Desde la teoría de las razas hasta la fisiognomía, pasando por la eugenesia y la clasista etiqueta de aristócratas, militares y grandes corporaciones, para desembocar en los modernos paradigmas de estilo de vida y moda: quien vence escribe la historia y decide la de los vencidos. El débil era feo, y se veía ridiculizado y marginado. La globalización está cambiando este paradigma. Culturas y estilos se fusionan en un eclecticismo que toma de cada etnia los elementos que más agradan. Gusta el diseño italiano, elegante y cómodo, gustan el minimalismo japonés, la funcionalidad alemana y escandinava, el estilo de la campiña y la elegancia británicos. Ahora los cánones de belleza de cada pueblo se funden en una única paleta de cánones globales de la que se puede sacar lo que se desee.

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¿EXISTE UNA BELLEZA UNIVERSAL? Es la pregunta del millón. El hombre de Vitruvio es un ejemplo. No creo que exista un modelo de belleza universal válido para todos y para siempre. Sigo pensando que la belleza es cambiante en función del periodo histórico y la etnia de referencia. De cualquier modo, la globalización continúa llevándonos hacia una homogenización de los cánones, proponiendo principalmente los occidentales, de raíces europeas. Etnias con fuertes identidades, forjadas a lo largo de los siglos, mantienen elementos característicos de sus respectivas culturas, pero se ven inexorablemente influenciadas por los cánones occidentales. En especial, las nuevas generaciones, de los millennials en adelante, practican un eclecticismo estéticofuncional desvinculado de las tradiciones de sus etnias. Por una parte, la economía global lleva a modelos universales; por otra, quien no se identifica con estos modelos —y es un número creciente de personas— crea modelos de segmentos alternativos. A veces, cuando estos modelos alcanzan un determinado número de seguidores, se convierten en tendencias globales; en otras ocasiones, continúan siendo marginales. Vivimos en un mundo en el que una parte importante de la población ya no desarrolla trabajos físicamente exigentes, por lo que se hace difícil, solo a través del aspecto exterior, percibir los valores y las virtudes internas de alguien. De forma inevitable, los cánones de belleza están menos vinculados a las profesiones que en el pasado.

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Hace ya tiempo que más del 50 % de la población mundial es urbana. La mayoría de las personas viven en grandes ciudades. La digitalización ha cambiado nuestra manera de vivir, al informatizar, automatizar y desmaterializar una parte importante de las actividades que hasta hace solo unas décadas debían realizarse a mano. Estamos continuamente conectados al mundo mediante instrumentos digitales. Estos instrumentos se han convertido en una especie de prótesis, partes integrantes de nuestro cuerpo. A la realidad material se unen la virtual y la aumentada, que ofrecen posibilidades expresivas antes inalcanzables. Es fácil perderse en este Luna Park que es el mundo contemporáneo, y pasar de actor protagonista a víctima de dogmas ajenos. Ahora, el mundo entero está a un solo clic de distancia. ¿Qué es la belleza para mí? Por mi formación artístico-humanística, soy partidaria del concepto griego de la armonía entre el ser y el aspecto físico. Creo que, con algunas excepciones, el aspecto exterior de algún modo debe reflejar la naturaleza interior de una persona. Creo que la belleza debe inspirar y estimular la creación de un mundo mejor. En cambio, a veces vivimos situaciones en las que nuestro aspecto externo debe adecuarse a los cánones de éxito de nuestro grupo social de referencia. Seguimos la moda de nuestros ídolos, que encarnan el éxito entendido como dinero, poder y fama. Mientras que, en el pasado, amoldarse era a menudo una obligación material (pensemos en los uniformes y trajes en la escuela, los cuarteles, en la etiqueta de la clase dirigente), ahora es más una necesidad psicológica: ser aceptado, respetado y estimado al sentirse parte del grupo, compartiendo valores y atributos. Expresar la posición personal al grupo —con la ambición de mejorarla— ha sido siempre algo normal en el animal social.

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BELLEZA OCCIDENTAL En el mundo actual, el modelo de belleza dominante es el occidental. Durante siglos, desde tiempos de Cristóbal Colón hasta la Primera Guerra Mundial, las potencias europeas colonizaron y dominaron el mundo, imponiendo su cultura y sus cánones. De la era de la industrialización en adelante, con el desarrollo de la industria bélica, esta supremacía se vio reforzada. La teoría de la supremacía de la raza blanca o caucásica es un triste recuerdo de este periodo. En este mundo gobernado por potencias militares, la complexión marcial ha ejercido siempre una fascinación especial. Este aspecto físico era completamente opuesto al esbelto estilo artístico e intelectual. Otro modelo de referencia durante siglos fue el de la aristocracia, que huía de las actividades físicas duras en el exterior, bajo la luz del sol. Complexión atlética pero sin musculatura excesiva, piel blanca como la nieve, manos suaves y elegantes. Este era el canon al que aspiraban la burguesía y la clase media. Todavía hoy, en muchos países no europeos, la piel blanca es sinónimo de estatus social. Así lo testimonian las estanterías llenas de cremas blanqueadoras de los supermercados asiáticos. Durante siglos, hasta la Segunda Guerra Mundial, el estilo británico dictó sus leyes en el que fue su vasto imperio colonial. A partir de entonces, los Estados Unidos tomaron el relevo. Sin embargo, puesto que parten de la misma raíz cultural, el cambio fue bastante contenido. En ese sentido, el único continente que ha logrado imprimir una huella significativa es el asiático, primero gracias a la potencia económica de Japón, después con el advenimiento de China. En el último decenio, China ha surgido como una nueva potencia a nivel económico, militar y cultural.

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CÁNONES DE BELLEZA Y ESTEREOTIPOSI En el libro Survival of the prettiest, escrito por Nancy Etcoff, psicóloga e investigadora en el campo de la percepción de la belleza, el bienestar y los mecanismos cerebrales, se comprende cómo, en sí misma, la búsqueda de la belleza es un placer y una necesidad básica de la humanidad: incluso con mala salud, el individuo no quiere renunciar a cuidar su aspecto externo y se preocupa de él. Etcoff sostiene que nuestra mente no distingue fácilmente la apariencia de la sustancia. En el fondo, son pocas las personas que creen realmente que la relación entre el exterior y el interior es arbitraria o accidental. Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha estado dispuesta a tatuarse, hacerse incisiones, teñirse, arreglarse el pelo y adornarse con cualquier cosa en nombre de la belleza. En la actualidad, incluso nos sometemos a operaciones quirúrgicas por la conquista de un cuerpo y un rostro más proporcionados, jóvenes y atractivos. Cuando miramos a una persona, ya tenemos el estereotipo en mente: calidad de la piel, brillo del cabello, forma del cuerpo, simetría del rostro. En la mente tenemos un modelo de referencia dictado por el curso de la evolución, modelo según el cual una mujer debe tener la cintura estrecha, el pecho lozano, las caderas delicadamente llenas (la típica forma de reloj de arena era considerada la forma ideal femenina) y un rostro con la piel suave, simétrico, con facciones suaves y labios carnosos, para ser considerada sana e ideal para la reproducción a los ojos del hombre. Un hombre debía ser alto, musculoso, con los

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pectorales bien desarrollados, la cintura delgada (la típica forma de trapecio se consideraba la forma ideal masculina) y un rostro simétrico, cuadrado (símbolo de dominancia) con mentón prominente y ojos intensos, para ser considerado por la mujer como buen compañero que garantiza un futuro seguro y respetable. Según Etcoff, estas características físicas eran señales de «buen material para la reproducción» y fueron asimiladas como referencias. Nuestros ojos, por lo tanto, registran todo aquello que se aleja de estos cánones, y ahí entra en juego el concepto de «defecto». ¿Tenemos una nariz larga y torcida? Se considera un defecto porque no se la juzga tan bella como una nariz pequeña y recta. ¿La cintura no es marcada y delgada, sino llena y con la barriga prominente? Se considera un defecto porque hace la figura más pesada y recargada. Desafortunadamente, estos estereotipos, provenientes tanto de la evolución como de los medios de comunicación, que fomentan modelos estéticos imposibles de alcanzar, están tan anclados en nosotros que ahora pensamos en términos de «defecto» y no de «característica». ¡Y el significado es siempre negativo y nunca neutral!

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IMAGEN PERSONAL E IMPRESIÓN Todos somos pensadores visuales: escuchamos un 10 %, leemos un 10 % y miramos un 80 %. Somos víctimas del efecto halo: cuando vemos a alguien bien vestido y aseado, instintivamente confiamos más en esa persona y en sus capacidades. Por lo tanto, más allá del placer estético, nuestra apariencia es también un recurso informativo. En el libro First impression. What you don’t know about how other see you, de las psicólogas Ann Demarais y Valerie White, la famosa primera impresión se describe como una especie de filtro: las investigaciones han demostrado que damos mucho más peso a la primera información que obtenemos en un primer encuentro que a la de encuentros sucesivos, cuando conocemos mejor al otro. Creemos en esta primera información que percibimos durante los primeros instantes al conocer a una persona; y la damos por cierta, y tratamos posteriormente de confirmarla a medida que la conocemos más profundamente. Nadie tiene ganas ni tiempo de refutar su propia opinión porque nuestro cerebro es perezoso y desea cansarse lo menos posible. Por lo tanto, a partir de esta trascendental primera impresión, todo lo que se vuelva a ver pasará por este primer filtro que se forma con la imagen exterior y la actitud. Según la consultora de imagen estadounidense Sylvie di Giusto, autora del libro The image of leadership, en los famosos siete segundos en los que el cerebro se forma una primera impresión de la persona que observa, logra hacer once deducciones sobre quién tiene delante: 1. Nivel económico; 2. nivel académico; 3. credibilidad y competencia;

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4. identidad sexual; 5. grado de sofisticación; 6. fiabilidad; 7. nivel de éxito; 8. religión a la que pertenece; 9. posición política; 10. atractivo profesional, social, sexual; 11. origen étnico.

EL VIAJE A LA BÚSQUEDA DE TU AUTÉNTICA BELLEZA ¿Cuándo somos percibidos como bellos? Lo queramos o no, tomamos como referencia aquellos modelos que tenemos en mente, con los que además nos comparamos; y, puesto que no podemos pasar por alto varios milenios de historia, necesitamos descubrir cómo «armonizar» y hacer más agradable nuestra imagen recurriendo a lo que tenemos a nuestra disposición. La información que encontrarás a continuación son consejos prácticos sobre cómo crear en tu imagen cierta armonía y encanto en términos de colores, líneas y formas, partiendo de una estructura que es inútil querer alterar totalmente: tu cuerpo y tu rostro con sus características naturales. De hecho, los principios de la asesoría de imagen funcionan por repetición o por contraste, y no con la intención de alterar completamente aquello que te ha dado la naturaleza (porque no

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es posible), sino con la de ser más consciente de ello y capaz de gestionarlo de la mejor manera. La naturaleza absoluta, al fin y al cabo, no es siempre sinónimo de satisfacción y felicidad, y creo firmemente que no hay nada erróneo en querer mejorar la propia imagen si puedes alcanzar dos objetivos: que sea percibida como más agradable y armónica, y, consecuentemente, sentirte más atractivo y seguro. Somos «auténticos» en el momento en que nos acercamos al máximo al ideal que deseamos para nosotros mismos. El maquillaje, el cabello, el uso del color, el vestuario, los accesorios y el perfume son instrumentos valiosos para recrear nuestra autenticidad e idea de la belleza: ¡la mejor versión de uno mismo! La percepción de nuestra imagen no funciona en compartimentos estancos, sino como un todo. Quien mira percibe un conjunto y, por esa razón, cuando se emprende un cambio de imagen es bueno no dejar nada atrás. ¿De qué sirve una hermosa melena que enmarca el rostro si este no es sabiamente realzado con colores que combinan bien con la tez? El objetivo (y el truco) es saber resaltar los rasgos naturales propios que son objetivamente bellos y camuflar aquellos objetivamente menos agradables que interfieren en la percepción general de la imagen. Por experiencia, puedo decir que, a menudo, no valoramos todo lo que podríamos valorar de nosotros mismos porque no somos más conscientes del potencial de nuestra imagen. Estamos acostumbrados a nuestra visión en el espejo, una visión «viciada» por cómo nos vemos nosotros y no por cómo nos ve el mundo, y solemos repetir los mismos gestos durante años. Haberlo hecho siempre así, la pereza,

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la falta de tiempo, el desinterés, el miedo a cambiar nos llevan a hacer lo mínimo indispensable, y a veces ni siquiera eso. Un famoso estilista de fama internacional, al que tuve el placer de escuchar en un evento, suele decir: «¡Maquillarse siempre de la misma manera es como usar siempre la misma ropa interior!». Puesto que el rostro y el cuerpo cambian con el paso de los años, es importante adaptarse al cambio renovando el estilo para tener siempre un aspecto fresco y actual. Para hacerlo, necesitamos conocernos y saber bien hasta dónde podemos llegar, ahí donde hay más armonía y belleza, basándonos en nuestros propios rasgos naturales. El recorrido que harás en este libro tiene como objetivo hacerte más consciente de tu potencialidad estética, analizando una a una las diferentes características de tu cuerpo, y respondiendo con soluciones que creen armonía y equilibrio. Cada sugerencia o consejo no es solo fruto del estudio y la actualización continua, sino también de mi experiencia con centenares de personas. ¿Preparado? ¡Aquí empieza el viaje a la busca de tu belleza más profunda y auténtica!

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Apolo, el dios de las artes, la belleza masculina y el sol.



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LOS COLORES El color en especial, quizá incluso más que el dibujo, es una liberación. (Henri-Emile Matisse)


LA ARMOCROMÍA Antes de entender cómo determinar de manera científica qué colores te sientan bien y cuáles no, debemos detenernos en la siguiente pregunta: ¿por qué es tan importante saber qué colores nos quedan bien? Una de las respuestas la encontramos en el libro Buyology. Verdades y mentiras de por qué compramos, escrito por uno de los más eminentes expertos en neuromarketing del mundo, Martin Lindstrom: «Cuando juzgamos inconscientemente a alguien alrededor de 90 segundos, entre el 62 % y el 90 % de esa valoración se basa únicamente en los colores». El color no solo nos conecta como seres humanos, sino que es un instrumento que puede definirnos y hacernos más atractivos. Investigaciones internacionales han demostrado que, gracias a los colores, podemos crear impacto, pero si los colores que llevamos no nos mejoran, dicho impacto pierde potencia y la primera impresión que dejamos puede ser débil e incluso negativa. Con impacto del color me refiero a su impacto físico, por lo tanto estético, porque a nivel psicológico y fisiológico esta cuestión es mucho más compleja y este libro no es el lugar para profundizar en ello. Los colores que «aplicamos» al cuerpo con el vestuario, el maquillaje y los accesorios interactúan con nuestros colores naturales. Saber gestionar bien esta interacción es beneficioso tanto para nuestra imagen como para nuestra psique: quien observa advertirá una mejora notable (que raramente es atribuida al cambio de colores que llevamos) y esto influirá en nuestra seguridad y autoestima.

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Podemos «estimular» los colores del cuerpo, aquellos que nos ha dado la naturaleza, con los colores de la ropa, los accesorios y el maquillaje. Lo he experimentado con resultados positivos en centenares de personas y todavía hoy me asombra y fascina la magia que el conocimiento de nuestros colores «amigos» nos ofrece, igual que la primera vez que lo experimenté conmigo misma. Ahora que has entendido el porqué, podemos adentrarnos en el cómo. ¿Alguna vez has escuchado que «a las personas de color les van bien los colores cálidos» o «a la gente rubia le favorecen los colores vivos»? Estas afirmaciones son únicamente verdades a medias. En realidad, la pregunta que hay que hacerse es: ¿según qué criterio un color aporta más o menos a una persona determinada y por qué? Ahora, haz un reset momentáneo de todo aquello que crees saber y consideras verdadero con respecto a este tema y prueba conmigo un nuevo punto de vista: el de la medición científica del efecto del color sobre el rostro. Me explico. Puesto que nuestro cuerpo tiene colores menos brillantes y encendidos que aquellos que encontramos en la naturaleza, reforzarlos y resaltarlos con un sabio uso del color en vestuario, joyas, accesorios y maquillaje nos proporciona más atractivo. Piensa en cuando te dicen que «ese jersey turquesa resalta el color de los ojos». Empezaremos a razonar a partir de ese punto para comprender cuáles son los colores que crean en ti este efecto ¡guau! Cada persona cuenta con una familia de colores que emula sus características cromáticas naturales. Estos colores son como un eco de dichas características y tienen el poder de hacer que nuestra imagen resulte más armoniosa y bella.

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Para descubrir qué colores armonizan con las características cromáticas naturales de tu imagen, deberás fijarte en la interacción física (visual) entre tu rostro y los colores que llevas. La piel, el cabello y los ojos reaccionan de manera diferente en función del color que tienen cerca: pueden reaccionar bien (la piel tiene un aspecto homogéneo, los ojos y el cabello parecen luminosos), o reaccionar no tan bien, con la piel marcada y fatigada, y cabellos y ojos apagados. Los colores que se usan en contraste con el subtono de piel (este es el elemento del que se parte) pueden llegar a endurecer las facciones y avejentar; mientras que aquellos en armonía con el subtono de piel generan el efecto contrario, suavizando y rejuveneciendo el rostro. ¡Este es el gran poder de color! La explicación del subtono de piel, sobre el que se basa la elección correcta de los colores, la encontrarás a continuación. Pero antes deseo hablarte de cómo nació la idea del método para armonizar los colores con las características cromáticas naturales de la persona. En el asesoramiento de imagen, la interacción entre el cuerpo y los colores se mide a través del método del análisis del color personal o análisis del color: al poner bajo el rostro una serie de telas de diferentes colores en una secuencia determinada, se registra la reacción en la piel, los ojos y el pelo, y de esa manera se puede determinar qué colores mejoran el aspecto frente aquellos que lo perjudican. Este es el único método realmente seguro y preciso (siempre que sea realizado por un profesional experto) para que la persona conozca su subtono de piel y su paleta de colores «amigos» con capacidad para mejorar el aspecto de su rostro. Si te estás preguntando de dónde viene este método, quién lo ha ideado y desarrollado, la respuesta es tan compleja como fascinante. La armocromía aplicada a la persona, tal como la conocemos hoy,

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tiene unos cien años de estudio e historia, y su origen se remonta a las primeras teorías del color en el ámbito artístico. A principios del siglo xx, el artista Johannes Itten, pintor, diseñador y escritor suizo, plantó la primera semilla de la armocromía e introdujo el concepto de color subjetivo. Para dicho propósito, creó el sistema de las cuatro estaciones, una especie de tratado mediante el cual los colores forman parte de cuatro grandes familias, que coinciden exactamente con las cuatro estaciones climáticas: primavera, verano, otoño e invierno. Cada una de estas estaciones tiene sus colores, con características muy precisas, las cuales pueden estar en perfecta armonía con las características cromáticas de la persona.

Pie de foto: El bosque en otoño tiene una paleta de colores cálidos, semioscuros y opacos

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CONCLUSIÓN

¿Qué te ha parecido este viaje hacia el descubrimiento de tu estilo más auténtico? ¿Te has tomado ya un tiempo para mirarte al espejo y observarte con una mirada mejor adiestrada? ¿Has descubierto algo de ti que no sabías y que te ha sorprendido gratamente? Espero que las respuestas a estas preguntas sean afirmativas, aunque también me doy por satisfecha si este libro ha generado en ti algunas dudas. Cuando inicié mi actividad como consultora de imagen, en el logo debajo de mi nombre figuraba la frase energize your image, energiza tu imagen. Aunque actualmente ya no utilizo esta frase, todavía creo firmemente que nuestra imagen es una forma de energía que transmitimos. El cuidado de la propia imagen nos ayuda a potenciar y transmitir nuestra energía: lo que les llega a los demás no es una belleza fría, sino nuestra energía vital. Atraemos a otros cuando tenemos una energía fuerte, que alcanza su máximo cuando somos realmente nosotros mismos. Para llegar a este conocimiento hay que recorrer un camino interior que puede empezar en el exterior. Del mismo modo que en Carnavales llevamos un disfraz para dar espacio a una parte de nosotros mismos que está oculta, con nuestro look podemos jugar y dar espacio a algunos aspectos de nuestra personalidad y carácter. Según Maxwell Maltz, cirujano estético estadounidense del siglo

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pasado, estudioso tanto de la mente como del cuerpo: «La imagen personal es la llave de la personalidad y del comportamiento. Cambia de imagen y cambiarás de personalidad y comportamiento». El modo en que nos gusta vernos a nosotros mismos expresa el ideal al que aspiramos. Es importante que esta visión se vaya actualizando, de lo contrario seríamos como un hardware siempre con el mismo software: el físico cambia, evolucionamos, y nuestro aspecto debe ser actualizado. Muchos pensamos que cuantos más años cumplimos, menos oportunidades de trabajo y relación tenemos. Sin embargo, esta actitud proviene principalmente de verse siempre de la misma manera, de la adicción a nuestra imagen. La interacción con los demás lo es todo, y una imagen cuidada y armónica es un catalizador que facilita las relaciones. No hay nada más limitante que una imagen de uno mismo disminuida o equivocada. De hecho, cuando los límites físicos vinculados a nuestra imagen no se resuelven, se transforman en límites mentales y auténticos obstáculos en la vida. Cuidar de la apariencia y la imagen que proyectamos es un modo seguro de darnos nuevas oportunidades: nuestro aspecto habla de cómo nos sentimos y cuánta energía tenemos. No se nace siendo atractivo, pero es posible llegar a serlo.

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AGR ADECIMIENTOS

El agradecimiento me parece un acto elegante, que dice mucho del estilo de una persona. Existen miles de maneras de agradecer, y en un libro se dedica un apartado completo a este propósito. Mi primer agradecimiento es para quien ha hecho que, de alguna manera, ahora esté aquí escribiendo los agradecimientos, y es mi compañero Alexander, mi fan y apoyo incondicional siempre presente. Sin sus constantes motivaciones para escribir este libro, jamás lo habría logrado. Doy las gracias a mi familia (en el cielo y en la tierra) porque los momentos de reunión y diversión con ellos son maravillosos y me ayudan a equilibrar el incesante ritmo de trabajo al que estoy sometida desde hace más de siete años. En especial, quiero dar las gracias a mis sobrinos, Alessandro y Francesco, por ser siempre una fuente de alegría y de inspiración con sus preguntas y observaciones (como: «Tía, ¿cuál es exactamente tu trabajo?»). Doy las gracias a todos los amigos y amigas, del mundo físico y del virtual, que apoyan mi trabajo y me regalan su valioso afecto y apoyo,

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así como a todas las personas que asisten a mis cursos y participan en mis eventos: sin vosotros y la experiencia que construimos no podría escribir artículos ni libros. Agradezco a todo el equipo de Eifis Editore (Elena, Davide, Laura, Melany, Luciana) que me hayan permitido dar a la luz este hermoso libro, trabajado con tanto amor, y a Giovanna, que se ocupará de su difusión en España, por haberlo acogido con tanto entusiasmo. Doy las gracias a todos aquellos que lo leerán y querrán compartirlo regalándolo o difundiendo su mensaje entre los demás.

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BIBLIOGR AFÍA Armour, Gillian (2012). Male image consulting made easy. Amazon. Baumgartner, Jennifer (Dr.). You are what you wear: what your clothes reveal about you. Da Capo Lifelong Books. Beggi, Mauro; Cocconi, Monica. Histoire D’Ondes. Corsiero Editore. Dayan, Steven (MD). Subliminally exposed. Morgan James Publishing. Errore, Giovanna. VOGUEABOLARIO - Le parole della moda. Youcanprint Self-Publishing. Etcoff, Nancy. Survival of the prettiest: The science of beauty. Anchor Books [Hay traducción al castellano: La supervivencia de los más guapos. La ciencia de la belleza. Editorial Debate, 2000] Graham, Pamela. Color analysis. What? Why? How? Amazon Media EU. Luzzatto, Lia; Pompas, Renata (2018). Colori e moda. Bompiani. Mason Mathis, Carla; Villa Connor, Helen. The triumph of individual style. Timeless Editions. Miccio, Enzo (2014). L’eleganza del maschio. BUR. Molloy, John T. (1975). Dress for success. Warner Books Edition. Patzer, Gordon L. (PH. D.). Looks: why they matter more than you ever imagined. AMACOM.

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Richmond, Joanne. Reinvent yourself with Color me beautiful. Taylor Trade Publishing. Roetzel, Bernhard (2009). Il gentleman. Il manuale dell’eleganza maschile. Gribaudo. Ronchi della Rocca, Barbara (2013). Si fa non si fa, le regole del galateo 2.0. Vallardi. Solomon, Lauren. Image matters! First steps on the journey to your best self. Squared Publications. Todorov, Alexander. Face value: the irresistible influence of first impression. Princeton University Press. vv. aa. (2002). Piccola enciclopedia della cravatta. Rizzoli. Zyla, David. Color your style. How to wear your true colors. Penguin Books.

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Foto de Federica Tavilla

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