Smart Beauty (Elisa Bonandini)

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INTRODUCCIÓN

De pequeña amaba dos cosas: dibujar y leer. Dibujaba personas y, para cada una de ellas, inventaba una historia, una verdadera identidad. En función de su aspecto, imaginaba el trabajo que podría tener, y elegía un nombre que escribía al lado de la silueta. A veces, apoyada en la ventana, calcaba las fotos de moda de las revistas, y después me divertía cambiando algunos detalles —el color del pelo o de los vestidos, el bolso, los zapatos…— porque pensaba que así estarían más guapas. Hice una cantidad extraordinaria de este tipo de dibujos, creo que miles. ¡Cómo me gustaría volver a verlos hoy! Lamentablemente, no los conservo. Por entonces, no sabía que existía el trabajo que realizo en la actualidad, ni siquiera remotamente. Esta profesión llegó a Europa al inicio de los dos mil, mucho tiempo después de haberse establecido en países como el Reino Unido y los Estados Unidos, donde ya a finales de los años ochenta surgieron los primeros «asesores de imagen» tal como los entendemos hoy. Siempre pienso con ternura en la niña que fui, y me pregunto si esos

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