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Escuelas con nombre propio y en pie
#Inauguración
El XVII Congreso de Escuelas Católicas, celebrado en el Madrid Marriott Auditorium bajo el lema “Ser, estar, educar… con nombre propio”, reunió a más de 2.000 asistentes en un acto inaugural cargado de emoción y simbolismo, que estuvo conducido, al igual que todo el evento, por el periodista Chema Villanueva.
Comenzó con un minuto de silencio por las víctimas de la DANA en Valencia, seguido de un aplauso de apoyo a las comunidades escolares afectadas. Las 106 butacas vacías recordaron a los educadores de las localidades valencianas que no pudieron asistir. A ellos, el Congreso les brindó la promesa de ser comunidad y reconstruir juntos.
Las palabras de Vicenta Rodríguez, secretaria autonómica de Escuelas Católicas Valencia, guiaron este emotivo inicio. “Más fuertes que las olas que arrastran cañas y maleza son las olas de solidaridad”, expresó con firmeza, instando a unir fuerzas y lanzar la campaña “Escuelas en pie” para apoyar la reconstrucción de los colegios afectados. Con valentía, hizo suyo el espíritu del himno valenciano: “Que la luz salude de nuevo el sol”.
Ana Mª Sánchez, presidenta de EC, subrayó la identidad compartida de las comunidades educativas: “Decir nuestro nombre es reconocernos, pronunciarlo juntos es recordarnos que somos escuelas que evangelizan y hacen de la educación su pasión”. Por su parte, Pedro Huerta, secretario general definió “ser” y “estar” como una vocación educativa que transforma. Agradeció la presencia de una amplia representación institucional, así como el apoyo de los patrocinadores: SM, Edelvives, EDEBÉ, Banco Santander, McYadra, Serunión, Alkora y Fundación Repsol, porque ellos también educan, con su compromiso y visión. Su intervención incluyó un mensaje en vídeo del papa Francisco que destacó la educación como inversión de futuro.
La subdirectora general de Centros y Programas del Ministerio de Educación, Librada María Carrera, reiteró el compromiso con la escuela concertada, reconociendo su papel en la educación inclusiva y de calidad. Subrayó el carácter complementario de ambas redes, pública y concertada, la necesidad de recursos suficientes y una retribución justa para el profesorado. “Las retribuciones del profesorado -añadió- deben incrementarse” de un modo paralelo al del personal del sector público.
Por su parte, monseñor Luis Argüello, presidente de la Conferencia Episcopal Española, apeló a la sinodalidad y propuso ayudar a cada alumno a descubrir su nombre secreto que está escrito en el libro de la vida, que descubra “quién es” y para “quien es”.
El acto concluyó con la actuación de Diana Navarro, cuya voz cerró con belleza un evento que fue un testimonio vivo de una comunidad que es, está y educa con alma y misión.
DISCURSO DE PEDRO HUERTA
El sugerente título de este Congreso, “Ser. Estar. Educar… con nombre propio”, es una invitación para explorar la esencia de la educación como un acto profundamente humano y transformador. La escuela es, ante todo, un espacio de encuentro, donde se cultiva el ser, se fortalece el estar y se hace vida la misión de educar.
Educar para el ser es educar desde la identidad y desde la diversidad, recordando que el ser humano es inseparable de su dimensión relacional. A lo largo de la historia, el pensamiento humano ha buscado desentrañar lo que significa “ser”: Sartre, Heidegger, Descartes y Parménides, por nombrar solo algunos, reflexionaron sobre ello desde la angustia, el tiempo y la existencia misma. Sin embargo, el pensamiento cristiano nos ofrece un enfoque único: el ser se reconoce en la relación con el otro, en el encuentro, en la aceptación de la diferencia también y la vulnerabilidad. Somos porque reconocemos y nos reconocemos en el ser del otro. Es en nuestra labor educativa donde mejor podemos acoger a cada persona como única y valiosa, con nombre propio, promoviendo un espacio donde cada uno descubra y afiance su identidad en diálogo.
Estar, por su parte, nos conecta con la presencia activa, con la praxis. Estar en el mundo implica compromiso y acción. Así, la escuela se convierte en casa, en lugar al que volver para habitar y construir juntos, un espacio que acoge y da forma a las relaciones y los aprendizajes. Estar o no estar marca una diferencia fundamental, y como educadores, estamos aquí para ser ese soporte firme que facilita el crecimiento, que impulsa la vida en todas sus dimensiones.
Somos y estamos porque educamos, y educamos para seguir siendo y estando. Educar es nuestra misión y vocación. No lo hacemos por motivos comerciales, ni siquiera como mera estrategia; educamos porque solo así entendemos nuestro modo de ser Iglesia de Jesucristo, porque somos misión transformadora, testimonio de la Buena Noticia de Jesús en medio del mundo.
La presencia de la escuela de ideario cristiano no puede limitarse, por tanto, a una función de garante de la escolarización, o tampoco entenderse como oferta subsidiaria que dependa de los cambios políticos o sociales, sino que promueve la necesaria y rica pluralidad del sistema educativo, sustentada en el derecho de las familias para elegir el modelo de educación que refleje sus valores y respete la diversidad, a pesar de lo que hace cinco años nos dijeron en esta misma sala. Es por eso que lo hacemos con nombre propio, visibilizando a cuantos educan en todas sus formas, a cuantos construyen misión y conversión por medio de este precioso camino.
Ser, estar y educar son los pilares de nuestra misión, y en este Congreso los abordamos con la certeza de que solo poniendo a la persona en el centro, con su identidad, su presencia y su valor, con su diferencia también como nos invita el papa Francisco a través del Pacto Educativo Global podemos alcanzar ese destino y esa misión.