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Belén Blanco: "Educar es llevar a cada persona a ser quien está llamado a ser"

La educadora centró su intervención en dos profundas reflexiones: construir el futuro desde el legado del pasado y la mirada del presente; y educar con visión de futuro con ayuda de “buenos elementos”.

Blanco comenzó su intervención reafirmando, con convicción, que la vocación y la pasión por educar “es una experiencia única y tan sencilla como el encuentro entre dos almas”; y que las escuelas católicas tienen que ser “escuelas en salida y comprometidas con una educación transformadora”.

A continuación, planteó que para construir el futuro desde el legado del pasado y la mirada del presente es preciso reflexionar sobre el tiempo en la educación, la dialéctica entre el tiempo presente y el futuro y el legado de la identidad. Respecto al tiempo, hizo notar que nuestras escuelas corren un riesgo grande “de caer en el inmediatismo de los resultados, en el presentismo de los procedimientos y en la amenaza de sentir que perdemos el tiempo”, y ante ello propuso como fórmula parar para hallar los “criterios que manan de nuestra identidad y misión, que nos ayuden a responder si contribuyen a la educación integral que queremos ofrecer a los alumnos”.

En cuanto a la relación entre presente y futuro invitó a construir el futuro desde el optimismo del presente y mirando al futuro con esperanza, respondiendo a los desafíos de hoy, e imitando la actitud de nuestros fundadores, su valentía, su audacia, su apuesta por la caridad, la justicia y la fe, “con el objetivo de formar personas en su totalidad, cristianos comprometidos y ciudadanos responsables”, afirmó.

Para acercarse al legado de la identidad, entendida no como un “bloque que transmitimos a las personas que llegan a las escuelas”, sino como algo “dinámico, que va cobrando vida”, destacó la importancia de narrar la identidad desde la historia de las personas, en vez de hacerlo desde la historia de los carismas; y recrear la identidad para hacerla realidad y para “que se convierta en brújula de la acción educativa”.

Hay que recrear la identidad para que se convierta en brújula de la acción educativa

Los seis “buenos elementos” para educar hoy con visión de futuro comienza, según Blanco, por tener claro el verdadero valor de educar, que en sus palabras “es llevar a cada persona a ser quien está llamado a ser”. Hacen hincapié en poner las relaciones en el centro de la escuela a través de la creación y el cuidado de las “relaciones personalizadoras” con alumnos, entre alumnos y con educadores, y de la intervención sobre el currículo y el modelo pedagógico. Plantean prestar atención a la vocación y la pasión del educador, cultivando la cultura vocacional mediante espacios donde compartir y siendo conscientes de que “la ilusión y la pasión del educador tiene un efecto directo en el aprendizaje del alumno”. Destacan la calidad en el saber de las escuelas, porque, como aseguró Blanco, “si queremos visionar una escuela con futuro debemos tener claro que tenemos que ser escuelas que enseñan”. Aluden a la claridad en la misión y en la visión de futuro, porque “somos escuelas evangelizadoras”. Y el último elemento remite a las personas llamadas a ser comunidad educativa corresponsable con la misión, es decir, a “pasar del profesionalismo colaborativo a la comunidad de misión” haciendo frente a los desafíos convirtiéndolos en oportunidades, profundizando en el carisma y en la espiritualidad y creciendo, como los fundadores, en valentía ante la incertidumbre.

Blanco concluyó su exposición animando a los presentes a vivir en la esperanza a través de las palabras de Francisco: “La esperanza que proviene de la fe es una fuerza que impulsa a ir más allá de la adversidad”, una esperanza como “fuerza inspiradora que trasciende las creencias personales permitiéndonos a todos participar de la misión”.

Wakelet

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