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Nando García: "Nuestros colegios son ecosistemas donde se respira vida"
Nando García, provincial de la Inspectoría Salesiana Santiago el Mayor, compartió con el auditorio sus aprendizajes de vida de los últimos cinco años, proponiendo un enfoque renovado de la educación, centrado en la autenticidad, la espiritualidad y la conexión humana.
Con un mensaje profundamente humano, recordó a los asistentes que el auténtico aprendizaje no puede separarse de la vida. “La vida nos educa y solo podemos educar y acompañar a los demás si hemos tenido la experiencia de ser acompañados y habernos dejado educar por la vida”.
Dejó claro que solo podemos educar y acompañar si tenemos una vida rica en el corazón, y eso requiere tiempo para digerir las cosas que nos pasan, no banalizar las experiencias profundas y aprender a ser libres, libres del qué dirán y libres para parar el flujo del tiempo y para reposar los aprendizajes.
Uno de los puntos clave de su intervención fue la metáfora de las máscaras que utilizamos para protegernos, pero que nos impiden aprender y crecer. Identificó tres máscaras que afectan especialmente al ámbito educativo: la inmediatez, que genera insatisfacción al desconectarnos del ritmo natural de los procesos; la prisa, que evita la reflexión profunda y nos sumerge en el ruido constante; y el funcionalismo, que deshumaniza y reduce a la educación a simples estructuras educativas.
Aseguró que debemos quitarnos esas máscaras para ser una “escuela de sabiduría” para la vida, un “hospital de campaña” (para prevenir las enfermedades espirituales y morales de la sociedad) y un “lugar de encuentro y conversación” (donde acompañar espiritualmente a la persona). Para Nando García, el futuro de la educación cristiana pasa por construir “escuelas con alma”, espacios donde se priorice la escucha para comprender y donde se cultive una mirada contemplativa sobre la vida.
En su intervención, delineó el perfil del educador cristiano en la actualidad, volviendo a incidir en la idea de que solo podremos acompañar a otros si hemos cultivado un interior rico. La educación, dijo, debe surgir desde la vida propia, con autenticidad y sentido, integrando las experiencias y aprendizajes personales. “Necesitamos escuelas con alma, y eso se consigue con educadores con alma”, afirmó.
Necesitamos escuelas con alma, y eso se consigue con educadores con alma
No se trata, enfatizó, de resolver problemas inmediatos, sino de iniciar procesos transformadores que respeten los tiempos y los límites de cada persona. “Cada uno necesita su tiempo”, afirmó, insistiendo en que los educadores deben aprender a vivir con sus propios límites y desde esa experiencia inspirar a los demás.
El educador debe ser también una persona serena y reflexiva, capaz de escuchar, comprender y acompañar, no desde la imposición, sino desde el respeto y el amor por el otro. “No se puede volcar sobre los hombros del docente absolutamente todo”, advirtió, señalando la necesidad de apoyar a los educadores para que puedan desarrollar plenamente su vocación.
La ponencia concluyó con una invitación esperanzadora: repensar nuestras escuelas como ecosistemas donde se respira vida, lugares de encuentro y aprendizaje profundo. Fue una invitación a la reflexión y una fuente de inspiración para todos aquellos comprometidos con la educación como misión y vocación.