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David Cerdá: "Debemos reconectar a la gente joven con el proyecto del deber"
La intervención de Cerdá giró en torno a la idea de que la esencia de un ser humano se basa en la dignidad y el sentido: dignidad como valor intrínseco a la especie humana, y sentido porque lo considera imprescindible para vivir. En ella aportó algunas claves para llevar ambos conceptos a la escuela.
Para el ponente, el proyecto educativo debe llamarse “honor ético”. Este honor, entendido como cualidad moral que lleva al cumplimiento de deberes respecto al prójimo y uno mismo, recupera una palabra muy importante en educación: el deber. En su opinión, “los deberes conectan con una historia que hace nuestra vida importante”, porque asumir responsabilidades hace tomar conciencia de todas las cosas por las que merece la pena la vida.
“Necesitamos devolver el proyecto del deber a la educación”, aseguró, porque considera que más allá del derecho a la educación, los jóvenes deben entender que existe “el deber de ser la persona más inteligente que uno pueda”, que tienen que aprovechar los medios que se ponen a su disposición y “el deber de honrarlo con su trabajo”.
A la dignidad, el honor ético y los deberes, añadió la importancia de las emociones y los sentimientos morales, entre los que destacó tres que, según su discurso, no se han desarrollado lo suficiente en el ámbito educativo: la vergüenza, o sentir que se ha cometido una equivocación; la compasión, que reconoce que tenemos a un igual delante; y la admiración, que implica la existencia de referentes a los que parecernos, para lo que afirmó: “es importante tener los mejores profesores en nuestras instituciones”.
Además de fallar en la educación emocional y la educación en valores, aseguró que tampoco se ha ofrecido a los jóvenes una “vía de grandeza”, que a menudo “se lanzan a la gran aventura de la vida con la misión de que sean lo más felices posible, cumplan sus sueños, o se realicen” pero que en realidad se genera una “bolsa de frustración enorme” porque no están preparados. Para él esta frustración provoca ansiedad, “problemas de salud mental que se deben a un problema ético y no a un problema puramente psicológico”, por lo que incidió en que “debemos reconectar a la gente joven con el proyecto del deber”.
Es importante tener los mejores profesores en nuestras instituciones
Para conectar a los jóvenes con el sentido de la vida abogó por enlazar los proyectos educativos, personales y de sociedad con el bien, la verdad, el amor y la belleza, así como analizar cómo son los docentes; si el liderazgo de la escuela refleja estos sentidos, o cómo es la cultura del centro.
Recordó que a los jóvenes lo que les hace sentir bien es “sentirse vinculados con otras personas”, y para ello compartió algunas claves que considera necesario trabajar con ellos y que pasan por: abandonar el concepto de la empleabilidad en la educación; fomentar la motivación intrínseca, el orgullo, afán de exploración, su vocación; educar “con un proyecto hacia fuera”; recordar que “cultivamos personas”; recordar la necesidad de trabajar el bien (conociendo los elementos básicos de la ética) y la verdad (potenciando el pensamiento crítico); y recuperar la esperanza como deber, porque cree que quienes tratan con jóvenes “no tienen el derecho a desanimarse”.
Recordando las palabras de Dante en la Divina Comedia finalizó su intervención afirmando que, como educadores, tenemos la obligación de “ofrecer luz al mundo” y, en alusión al auditorio, aseguró que “los verdaderos líderes que están cambiando el mundo están aquí delante”, a los que invitó a ser “luz para el mundo”.