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La carta. Preparados para la Vida abundante

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Prota del mes

Prota del mes

Pedro J. Huerta Nuño Secretario General de EC

Preparados para la Vida abundante

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Estos valores no se improvisan, han formado siempre parte de nuestra misión educativa, entreverando las programaciones organizativas, pedagógicas y pastorales de nuestros centros

Va a ser difícil olvidar este curso que estamos terminando, la crisis sanitaria ha cambiado nuestras rutinas y programaciones, marcadas ahora por las medidas de protección, la distancia interpersonal, las innumerables videoconferencias. Comenzamos el curso inmersos en la incertidumbre, agravada en gran medida por la falta de instrucciones claras por parte de las administraciones educativas, y también por la inseguridad que en los equipos docentes y en las familias provocaron los tempranos cierres de aulas y las obligadas cuarentenas de alumnos y de educadores.

En la medida en que el curso avanzaba hemos experimentado valores y capacidades que nos han ayudado a garantizar la continuidad de todos los procesos, tanto los de enseñanzaaprendizaje como los de evangelización: responsabilidad, resiliencia, adaptabilidad, acogida, familiaridad, han sido, y son, la fortaleza de nuestras instituciones y centros educativos.

Estos valores no se improvisan, han formado siempre parte de nuestra misión educativa, entreverando las programaciones organizativas, pedagógicas y pastorales de nuestros centros, expresando la variedad de carismas institucionales, para convertirse en piedra angular de nuestra actuación y propuesta, nueva solidaridad que ha abierto aún más nuestra mirada al interior y al exterior de los centros.

Y en estos valores no improvisados ganan el mérito los equipos docentes y de gestión de nuestras instituciones y centros educativos. Podríamos quejarnos eternamente por la falta de criterios organizativos, por las prometidas ayudas económicas, materiales y de personal que no acaban de llegar, incluso por la nueva situación, las vacunas a medio poner, los proyectos rotos, el agotamiento físico y psíquico… Hemos preferido hacer valer nuestra misión, reprogramar, vestir de fiesta cada escuela, aprender a leer de nuevo la realidad, no como amenaza, sino como oportunidad para crecer, para educar a través de ella. Sería insensible no reconocer el cansancio que todos estos cambios han provocado, pero bien sabemos que es sobre los hombros de ese esfuerzo compartido que ahora podemos agradecer y felicitar.

Ciertamente, será difícil olvidar este curso, pero más difícil aún será obviarlo. “Saldremos mejores de esto”, se nos decía en la primavera de 2020. Es posible que una primavera después tengamos muchas dudas con respecto a tan buenos deseos. Debemos ser conscientes de que solo saldremos mejores si incorporamos el esfuerzo compartido, desde la creatividad y una visión renovada de nuestros centros y de su misión evangelizadora.

Solo nosotros podemos responder a las amenazas que se nos aventuran para los próximos años. Sí, descenderá la natalidad, costará mucho salir de la crisis económica y laboral, tal vez se intensifiquen las políticas que busquen nuestra marginalidad… Por ese motivo no es más importante salir mejores que salir transformados. Nuestras acciones deberán ser nuevas, valientes. Se hará necesaria una unidad que se fundamente en la comunión, un lenguaje nuevo para ser Buena Noticia. Estamos demostrando ser portadores de unos valores del cuidado y el encuentro, estamos preparados porque llevamos en nosotros la Vida abundante de quien nos anima.

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