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¡No tengáis miedo, sosegaos!

Y construyamos esperanza transformando el miedo en amor

Joan M. Riera Torres. Asesor Pastoral de Escuelas Católicas de Islas Baleares

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La pandemia no solo ha provocado una situación sanitaria y económica mundialmente complicada, también ha trastocado la interioridad de las personas y provocado que emerjan en ellas preguntas fundamentales sobre el sentido de la vida y de la muerte, así como fuertes experiencias de angustia, temor, impotencia o sinsentido. Las preguntas acerca del sentido de lo que acontece se han hecho presentes también en las aulas presenciales y virtuales de nuestros centros escolares. Podemos decir, usando esa imagen tan bíblica, que el “desierto” de sentido provocado por la pandemia es una evidencia más de la importancia de la dimensión espiritual en la acción educativa. Hoy cobra más sentido que nunca la grandeza e integridad de los elementos que conforman la misión de la escuela católica: evangelizar y educar.

No podemos obviar la importancia que la pastoral, entendida como la práctica de la acción evangelizadora, ha tenido en la crisis que vivimos. Lejos de entelequias teológicas, son las personas las que hacen presente el Evangelio en el día a día de los niños, jóvenes, familias y compañeros que conforman nuestras comunidades educativas. Son sus pensamientos, palabras y sentimientos los que al inicio del confinamiento hicieron posible infinitud de alternativas, todas altamente creativas, para que la vida pastoral continuara, y nos hiciera sentir un poco más cerca en la distancia.

Los cristianos, cuando hablamos de esperanza, no solo hablamos de ilusiones. La esperanza cristiana es mucho más amplia, profunda y fuerte

Parece que en el próximo curso iniciaremos lo que se viene llamando pos-COVID. Un tiempo nuevo, impregnado de ese dinamismo tan de Jesús de Nazaret, en el que muchas de las certezas puestas en duda hoy seguirán revisándose. ¿También la pastoral, la acción evangelizadora es merecedora de ese dinamismo, no creéis?

Por eso querríamos daros un camino en clave bíblica desde donde dinamizar la pastoral en tiempos pos-COVID. Una pastoral que pregone el Evangelio, ese Jesús que nos da paz, que consigue convertir el miedo de nuestros corazones en amor.

¡No tengáis miedo!

El miedo viene por muchos factores. Uno de los más potentes son las cosas que no entendemos, que no podemos controlar y que representan mayor amenaza para nosotros. A menudo, sencillamente no podemos lidiar con nuestros miedos, y esto puede llevarnos a negar lo que está sucediendo o culpar a aquellos que creemos que son responsables de las amenazas a las que nos enfrentamos. Cuando reflexionamos sobre todo esto, no es difícil entender por qué el miedo ha sido uno de los protagonistas de la pandemia.

En la acción pastoral pos-COVID, una de las claves consistirá en recordar que, en medio del sufrimiento, la angustia o el sinsentido, Dios nos dice: “¡No tengáis miedo!”. Nos lo dice a nosotros, como se lo dijo a Jairo (Lc 8,50): “Pero Jesús lo oyó y le dijo: No tengas miedo. Solamente cree y tu hija se salvará”.

Desde estas palabras de Jesús invitemos a nuestros alumnos a preguntarse: ¿Qué he experimentado con esta pandemia? ¿Qué miedos y preocupaciones ha causado en mí? ¿Cómo se comportan las personas cuando tienen miedo? ¿Y cómo me comporto yo?

¡Sosegaos, vamos a calmar la tormenta!

Con la pandemia ha crecido en nosotros la sensación de tener una tormenta con olas gigantes que golpean cada vez más fuerte nuestro mundo. En la pastoral posCOVID será imprescindible el sosiego. Recordemos la tormenta en la narración del Evangelio, cuando Jesús y sus discípulos estaban en el mar de Galilea (Mc 4,35-41):

“Al anochecer de aquel mismo día, Jesús dijo a sus discípulos: –Pasemos a la otra orilla del lago.

Entonces despidieron a la gente y llevaron a Jesús en la misma barca en que se encontraba. Otras barcas le acompañaban. De pronto se desató una tormenta; y el viento era tan fuerte, que las olas, cayendo sobre la barca, comenzaron a llenarla de agua. Pero Jesús se había dormido en la parte de popa, apoyado sobre una almohada. Le despertaron y le dijeron: –¡Maestro!, ¿no te importa que nos estemos hundiendo?

Jesús se levantó, dio una orden al viento y le dijo al mar: –¡Silencio! ¡Cállate!

El viento se detuvo y todo quedó completamente en calma. Después dijo Jesús a sus discípulos: –¿Por qué tanto miedo? ¿Todavía no tenéis fe?

Y ellos, muy asustados, se preguntaban unos a otros: –¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?”.

Y preguntemos a nuestros alumnos: ¿Cuál es la “tormenta” que he experimentado con la COVID-19? No es solo el virus en sí mismo; también es el sufrimiento de quienes están enfermos o viven en soledad, de quienes tienen miedo, de quienes no saben cómo se ganarán la vida después de perder su trabajo. Sin embargo, Jesús prometió que siempre estaría con nosotros. Debemos sentirnos sosegados porque hoy y aquí, como en Galilea, Jesús está trabajando para calmar la tormenta a través de nuestras palabras y acciones. Por tanto, será importante acompañar a los alumnos en la búsqueda de respuestas a la pregunta: ¿Qué debo decir y hacer para superar los miedos y calmar la tormenta en estos tiempos?

¡Construyamos Esperanza!

Los cristianos, cuando hablamos de esperanza, no solo hablamos de ilusiones. La esperanza cristiana es mucho más amplia, profunda y fuerte. En la Biblia, la esperanza no es solo un deseo de que algo bueno suceda en el futuro, sino la espera convencida de que algo bueno sucederá, y que vendrá de la mano de Dios. Vivir la esperanza cristiana hoy es una garantía, basada en nuestra experiencia, de la bondad, el amor y la fidelidad que Dios nos ha demostrado a lo largo de la historia.

A su vez, la Sagrada Escritura contiene la idea de que, aunque la esperanza es algo que proviene principalmente de Dios, también los seres humanos tienen un papel que desempeñar y una contribución que hacer al respecto. San Pablo, con la sinceridad que le caracteriza, así lo expresa (Heb 6, 10-12):

“Porque Dios es justo y no olvidará lo que habéis hecho y el amor que le habéis mostrado al ayudar a los hermanos en la fe, como aún lo estáis haciendo. Pero deseamos que cada uno de vosotros siga mostrando hasta el fin ese mismo entusiasmo, para que se realice completamente vuestra esperanza. No queremos que os volváis perezosos, sino que sigáis el ejemplo de quienes por medio de la fe y la constancia están recibiendo la herencia que Dios les ha prometido”.

Hagamos del día a día de nuestras comunidades educativas, una vida llena de esperanza. En la que nuestro trabajo, nuestra disposición y nuestra responsabilidad son importantes. Invitemos a todos a preguntarse: ¿Cómo entiendo el término “esperanza”? ¿Cuáles son mis esperanzas en estos tiempos? ¿Cuáles podrían ser las esperanzas de mis compañeros y amigos? ¿Cómo respondo a la idea de que la esperanza es algo en lo que Dios y yo tenemos un papel que desempeñar?

¡Transformando el miedo en amor!

De todos es sabido que… (Lc 10, 25-37):

“Un maestro de la ley fue a hablar con Jesús, y para ponerle a prueba le preguntó: –Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?

Jesús le contestó: –¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?

El maestro de la ley respondió: –‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y ama a tu prójimo como a ti mismo’.

Jesús le dijo: –Bien contestado. Haz eso y tendrás la vida.

Pero el maestro de la ley, queriendo justificar su pregunta, dijo a Jesús: –¿Y quién es mi prójimo?

Hagamos del día a día de nuestras comunidades educativas, una vida llena de esperanza

Jesús le respondió: –Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó fue asaltado por unos bandidos. Le quitaron hasta la ropa que llevaba puesta, le golpearon y se fueron dejándolo medio muerto. Casualmente pasó un sacerdote por aquel mismo camino, pero al ver al herido dio un rodeo y siguió adelante. Luego pasó por allí un levita, que al verlo dio también un rodeo y siguió adelante. Finalmente, un hombre de Samaria que viajaba por el mismo camino, le vio y sintió compasión de él. Se le acercó, le curó las heridas con aceite y vino, y se las vendó. Luego lo montó en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, el samaritano sacó dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: ‘Cuida a este hombre. Si gastas más, te lo pagaré a mi regreso’. Pues bien, ¿cuál de aquellos tres te parece que fue el prójimo del hombre asaltado por los bandidos?

El maestro de la ley contestó: –El que tuvo compasión de él.

Jesús le dijo: –Ve, pues, y haz tú lo mismo”.

Jesús contó esta historia para ilustrar cómo debemos amar al prójimo, incluso a los extraños. Pero hay otras ideas escondidas en la parábola. También trata de superar el miedo, los prejuicios y estigmas. El sacerdote y el levita caminan, quizás temiendo volverse impuros al entrar en contacto con un cuerpo moribundo. Pero la compasión amorosa del samaritano no conoce límites. Jesús muestra una nueva visión de la vida, rechazando el estigma y el miedo que dejan a la humanidad morir en el camino.

Ciertamente una epidemia puede causar estigma, discriminación y rechazo de ciertas personas y grupos debido a un vínculo o contacto estrecho con la enfermedad. La COVID-19 ha sido causa de estigma y discriminación porque ha creado mucho miedo, confusión y ansiedad. Los que sufren pueden ser grupos a los que se responsabiliza injustamente de llevar el virus a un país. Este estigma es a la vez cruel y sin sentido. Conduce a la discriminación y al discurso y acciones odiosas contra otros, causando un gran sufrimiento.

Debemos reforzar una acción pastoral verdaderamente católica, universal. Atendiendo al grito de los hermanos migrantes y refugiados, que han sufrido las consecuencias de la pandemia desde el estigma, y la vulnerabilidad y desprotección extremas. La enseñanza de Jesús es amar y proteger al prójimo, y al extranjero, desafiando y educando a los que discriminan. Es todo ello un reto para la pastoral pos-COVID. Provoquemos en nuestros alumnos las preguntas: ¿Quién puede estar sufriendo de estigma y discriminación en nuestra sociedad? ¿Cómo puedo desafiar el estigma, la discriminación y las palabras y acciones odiosas? ¿Cómo puedo cuidar a los demás en estos tiempos? ¿Qué me pide Jesús a través de la historia del Buen Samaritano? ¿Cómo puedo ayudar a mi entorno a no tener miedo, a estar sosegado, a construir esperanza transformando el miedo en amor y cuidado por los demás?

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