6 minute read

El currículo que queremos

Irene Arrimadas (@iarrimadas) y Eline Lund (@Eline_BL). Departamento de Innovación Pedagógica de EC

El currículo que necesita el sistema educativo español es un tema que nos ocupa y preocupa periódicamente, porque su configuración establece “el enlace entre la sociedad y la escuela” (Gimeno Sacristán, 1998), y no termina de encajar con la evolución del mundo, por una parte, y con las necesidades de los alumnos y de la escuela, por otra. Además, tanto cambio de leyes lo ha convertido en fuente de frustración para profesores y alumnos: inabarcable, obsoleto, repetitivo, superficial, desmotivador…

Advertisement

Si queremos que la escuela sea una institución donde cada alumno pueda construir su proyecto de vida y que garantice la igualdad de oportunidades, necesitamos una base normativa que establezca unas directrices comunes, pero debemos encontrar el equilibrio entre la universalización y la personalización, para hacer posible que todos los alumnos tengan una educación de calidad respetuosa de su individualidad. Está bastante claro que tenemos que cambiar el currículo, el problema está en “cómo hacerlo”.

¿A qué necesidades debe responder el currículo?

“Necesitamos un currículo que responda a las necesidades del contexto, pero, a la vez, que ponga las bases para transformarlo” (Martín Murga, 2019). De esta manera, educar para el futuro que deseamos requiere:

• Un currículo para el mundo real: del contexto VUCA nacen amenazas y oportunidades, tanto para el mundo como para los alumnos, que no podemos dejar de atender (cambios exponenciales, revolución digital, cambio climático, crisis ecológica…).

• Un currículo competencial: los contenidos son la base a partir de la cual se trabajan competencias, actitudes, valores y otras facetas del aprendizaje y desarrollo personal. No se pueden enseñar contenidos eficazmente sin competencias, y las competencias no se pueden desarrollar en un entorno ausente de conocimiento. Y aunque los contenidos se pueden trabajar de manera memorística, también son la base de una enseñanza para la comprensión, centrada en procesos cognitivos superiores que desarrollen el pensamiento de los alumnos y el aprender a aprender.

• Un currículo significativo para maximizar el aprendizaje de los alumnos: se necesita una buena “poda curricular” para priorizar aquel conocimiento que se considera fundamental para entender el mundo y participar en él, además de dejar la puerta abierta para que los alumnos puedan profundizar más en los temas que más les interesen.

• Un currículo flexible, abierto e inclusivo: debe ser un marco claro dentro del cual cada centro tenga flexibilidad y libertad para adaptar, contextualizar y personalizar, porque cada alumno es único y queremos que la escuela sea el lugar donde pueda encontrar su elemento, nutrir su curiosidad, ser creativo, aprender a conocerse, tomar decisiones...

• Un currículo consensuado y compartido: es fundamental que este se elabore de manera colaborativa, consultando e involucrando a las partes implicadas, para tomar decisiones juiciosas con mejor criterio que pautas cerradas y totalmente estandarizadas.

Cómo transformar el currículo

La escuela no es una entidad impermeable que no sienta los cambios del tiempo, ni de las ciencias, ni de nuestra sociedad. A modo de brújula, podemos consultar cuatro fuentes (Hernando, 2015) que nos orientan para esbozar de dónde provienen las modificaciones que habría que introducir en el currículo:

Según la fuente pedagógica, el currículo debería ofrecer experiencias reales y personalizadas para un aprendizaje significativo, combinando teoría con práctica y el uso de herramientas metodológicas y de evaluación variadas y adaptativas.

La fuente psicológica nos señala la importancia de respetar los ritmos y madurez de los alumnos, en concordancia con los procesos cognitivos de construcción del aprendizaje.

La fuente epistemológica busca un currículo conectado donde el conocimiento se contempla de forma holística e interdisciplinar, agrupado en ámbitos.

La fuente sociológica apunta hacia un currículo que conecte tanto con los centros de interés de los alumnos, como con la realidad globalizada, digitalizada y que tiene sed de solidaridad y trascendencia, donde se necesitan determinadas competencias y soft skills (habilidades esenciales).

Además, el currículo es el lugar donde “conversamos” sobre los fines de la educación. Por ello, las cuatro fuentes del currículo se deben mirar con gafas institucionales, para hacer que conecten con la misión, visión y valores de cada institución, y así definir las finalidades educativas y dibujar el perfil competencial del alumno necesario para lograrlas. Vistas así, nos ayudan a formular preguntas clave que impregnan el Proyecto Educativo del Centro: ¿Cómo aprenden nuestros alumnos? ¿Qué competencias necesitan para transformar el mundo que les rodea? ¿Cómo enseñar y aprender dichas competencias en nuestro centro? ¿Qué necesitan los equipos directivos y docentes para hacer realidad en las aulas el currículo que queremos?

Mediante la programación, diseñamos experiencias de aprendizaje con el currículo que nos permiten alcanzar las finalidades educativas

¿Cómo llevar a la acción el currículo que queremos?

Desde Escuelas Católicas entendemos la importancia de que sean los colegios y entidades titulares quienes definan sus “porqués” y “para qués” educativos, y emprendan procesos de transformación del currículo con rigor y sentido (como nos enseña el Pensamiento de Innovación Educativa (PIE) de Escuelas Católicas. Para hacerlo realidad, creemos en el rigor pedagógico y la reflexión profunda, y en el liderazgo compartido y la participación colectiva para:

• Contextualizar el currículo desde el centro. La autonomía de centro constituye una oportunidad para concretar el currículo oficial de las administraciones educativas y adaptarlo a su realidad. La flexibilidad del currículo descrita anteriormente debe permitir esa contextualización haciendo uso de la autonomía de centro, en línea con las recomendaciones de la OCDE, y debería ampliarse el ámbito de actuación y de toma de decisiones del centro y la implicación de la comunidad educativa que posibilite un currículo interdisciplinar que da más prioridad a la profundización que a la amplitud, que integre habilidades e intereses de los alumnos, que permita reorganizar los horarios para dar más tiempo y oportunidades al aprendizaje personalizado, creativo, con un mejor uso de las TIC…

• Traducirlo a experiencias reales de aprendizaje por el profesorado. Ellos han de hacer suyo el currículo en función del alumnado que tiene en el aula, diseñando procesos concretos de enseñanza-aprendizaje para favorecer la adquisición de sus competencias personales. Hace falta un profesorado preparado y partícipe, con una sólida formación inicial y continua, con acompañamiento y práctica reflexiva que lo mantenga al día de los aspectos pedagógicos relevantes para su práctica. En respuesta a todas las demandas del sistema, también habría que fomentar una mejor organización en red, potenciando el trabajo colaborativo y el uso compartido de recursos.

• Integrar mejor las metodologías activas y la evaluación auténtica para adaptarnos a las necesidades e intereses de nuestros alumnos. Parece que las metodologías empleadas hoy y la manera de evaluar no están favoreciendo totalmente un enfoque competencial del aprendizaje. Para lograrlo, hay que planificar una revisión sistémica de la metodología y evaluación, lo que conlleva cambios a su vez en los roles de la comunidad educativa, la planificación y organización del centro, y en los espacios escolares. Así, reforzaremos el liderazgo pedagógico de los centros para convertirlos en verdaderas unidades de transformación del currículo.

Citas bibliográficas

Escuelas Católicas (2019). Pensamiento de Innovación Educativa (PIE) de Escuelas Católicas. Guía para impulsar los proyectos de innovación pedagógica de centro e institución. Madrid: Escuelas Católicas. https://www.escuelascatolicas.es/pensamiento_innovacion_educativa/

Hernando, A. (2015). Viaje a la escuela del siglo XXI. Así trabajan los colegios más innovadores del mundo. Fundación Telefónica. https://www.fundaciontelefonica.com/educacion_innovacion/viaje-escuela-siglo-21/

Gimeno Sacristán, J. (1998). El curriculum: una reflexión sobre la práctica. Madrid: Editorial La Morata.

Martín, M. (2019). Un curriculum “de cine”; el curriculum para el aprendizaje. Cuadernos De Pedagogía, (502), 86-91.

This article is from: